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lunes, 9 de abril de 2018

Josep Renau. La obra malograda (más bien denigrada y perseguida) del hombre que salvó el tesoro artístico español. Su identificación con el temible (?) régimen de la RDA (no) explica el olvido de Josep Renau, protagonista de un nuevo documental

La obra de Josep Renau, el hombre que salvó el tesoro artístico español, languidece, peligra o ha desaparecido. Como director general de Bellas Artes de la República, Renau encargó el Guernica a Picasso y organizó con éxito la puesta a salvo de las joyas del Museo del Prado, la Biblioteca Nacional, El Escorial y la catedral de Toledo en refugios alejados del frente de la Guerra Civil, como las Torres de Serrano de Valencia. Su identificación con el temible (?) régimen de la República Democrática Alemana explican en gran medida (Intentan justificarlo pero no explican nada) el escaso reconocimiento del que ha sido objeto y el malogrado destino de sus murales, fotomontajes y otras creaciones, que transitaron entre el dadaísmo alemán, el constructivismo ruso y una versión subvertida del arte pop.



Renau se labró* una biografía de película y pasó la mayor parte de sus últimos años en pijama, bebiendo café y fumando de forma compulsiva, sin dejar de trabajar en su casa de Alemania oriental, el país donde murió en 1982. Fue un tipo complicado*. Fernando Bellón, autor de una voluminosa biografía del artista, lo resume de forma cruda: “En lo político era un anarcoestalinista de acero (total nada!!!), café, copa y puro. En lo profesional, un técnico muy cualificado y versátil. En lo personal, era una persona seductora, pero despótica e inaguantable*”.

Nacido en Valencia en 1907, el posicionamiento político llevó a Renau a defender primero la República y a instalarse décadas después en Alemania del Este, de cuyo régimen nunca renegó pese a que la censura comunista rechazó algunos de sus diseños por no reflejar suficiente ideología. Aquella fidelidad ha marcado la imagen que el artista proyecta desde la caída del muro de Berlín en el país que lo acogió. Varios de sus más espectaculares murales, como La conquista del cosmos, realizado para la sede de la televisión de la RDA, La juventud marcha hacia el futuro, y España hacia América (este pintado en México) han sucumbido, (esa es la palabra? o en realidad los han destruido) y otros están en riesgo de desaparecer.

“Renau cayó con el Estado”, afirma Oliver Sukrow, historiador del arte especializado en Renau en El arte en peligro, un documental sobre la vida del creador español dirigido por Eva Vizcarra y producido por Endora, del que proceden los entrecomillados de este artículo. “En general, en Alemania se sospecha (tampoco es la palabra, más bien se destruyen estas obras y en cambio, por ejemplo, se llena Berlín de osos de plástico en colores,... que serán muy modernos pero no dicen ni evocan nada, ni de la Historia ni de la realidad alemana de ayer ni de hoy) de la mayoría de obras de este tipo”, agrega Philip Kurz, gerente de la fundación cultural Wüsterot.

La visibilidad relativamente baja del autor de la celebrada serie American way of life es atribuible también a su negativa (ya estamos culpando a la víctima, la eterna canción), que dejó grabada a modo de testamento, a que su obra fuera expuesta en un museo. O, todavía menos, a que se abriera un museo Renau, según explicó al editor Eliseu Climent y al artista Doro Balaguer en sus visitas a Valencia, que se hicieron frecuentes durante la Transición. Él aspiraba a que sus trabajos fueran mostrados en fábricas (¿se hizo?). Y consideraba el mural la forma más perfecta de arte. Renau entregó finalmente buena parte de sus creaciones y su archivo a una fundación —aunque la fórmula tampoco le convencía— que lleva su nombre y que los depositó, a su vez, en el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM), en cuya cámara acorazada se conservan.

Tampoco (por qué?) ha recibido reconocimiento oficial el hombre que, según recuerda Juan Manuel Bonet, director del Instituto Cervantes, logró con ayuda de otros pocos intelectuales levantar en tiempo récord el pabellón español en la Exposición Internacional de París de 1937, involucrando para ello a los arquitectos Josep Lluís Sert y Luis Lacasa, y a pintores y escultores como Picasso, Miró, Alberto Sánchez, Julio González y Alexander Calder. Ni hay mención (¿por qué? Tan difícil es poner una placa con la mención?) en el Museo del Prado a su papel en la protección de sus fondos durante la guerra, que Miguel Cabañas, jefe del departamento de Historia del Arte y Patrimonio del CSIC, califica de muy relevante.

En una entrevista con Televisión Española, ya mayor, Renau recordaba aquel episodio. “Es el trabajo que más me satisface de los que he hecho y el que menos tiene que ver con mis principios. Hubo algunas destrucciones, pero se salvó la parte sustancial del tesoro artístico español. Las obras del Museo del Prado están en su sitio y pudieran no estar ahí, no existir. Ese tesoro es del pueblo español, sea quien sea quien lo dirija”.

CARTELES Y MUJERES DESNUDAS
Un ejemplo de la distancia que las Administraciones han guardado con Renau puede observarse en el techo del cuarto de baño de una casa de la calle Caballeros, la más noble de Valencia. El único fresco que se conserva en España del artista, pintado en estilo art decó, ha sido hasta ahora ignorado por las autoridades. Renau, hijo de un profesor de la Escuela de Bellas Artes San Carlos de Valencia, lo pintó en 1932 para un matrimonio burgués, a pesar de que ya militaba en el Partido Comunista (será esta la causa de tanta injusticia y olvido con su persona? No sé por qué creo que por ahí van las cosas, ... el olvido, la destrucción de su obra y la ignominia.).

No fue su único trabajo de supervivencia. Tras llegar a México como exiliado para pintar con el muralista Siqueiros, Renau hizo numerosos carteles de películas producidas en la España franquista. Y al llegar a la RDA, tuvo que dibujar caricaturas políticas en televisión, algo que detestaba. Renau, que cobró mucho dinero (lo dudo, entre otras cosas, la moneda apenas tenía valor y los sueldos eran bajos en comparación a occidente, el arte no se comercializaba como en el mundo occidental) en Alemania oriental por su trabajo y como víctima del fascismo, dedicó en la recta final de su vida muchas horas a enseñar a alumnos de forma altruista y a hacer fotomontajes de mujeres jóvenes desnudas.

https://elpais.com/cultura/2018/02/26/actualidad/1519661590_092124.html

P. D. El artículo deja mucho que desear y desde luego no le hace justicia al artista, por el contrario le tira a dar y a denigrarlo. ¿Tal vez porque defendió siempre a la II República, fue el director de Bellas Artes que protegió El Prado durante la Guerra Civil (de los bombardeos indiscriminados contra los ciudadanos civiles de Madrid y sus monumentos, los que se autotitulaban nacionales pero traían extranjeros al pais para matar a españoles) y encargó el "Guernica"?

Más opiniones sobre la RDA aquí.

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lunes, 10 de octubre de 2016

Van Gogh se suicidó ante la virulencia de sus brotes psicóticos. El simposio organizado por el museo de su nombre en Ámsterdam fija el punto de inflexión de su vida y obra en 1888 cuando el pintor se cortó la oreja


La iglesia de Auvers-sur-Oise, retratada por Van GoghEntre las hipótesis analizadas en el simposio figura una novedosa: la posible intoxicación crónica por culpa del monóxido de carbono producido por las lámparas de gas que iluminaban las casas. Aunque la treintena de expertos convocados se han reunido en grupos de cinco, rotando luego para intercambiar notas, sólo un ingeniero químico está seguro de que repercutió en la supuesta pérdida de perspectiva de sus pinturas tardías. Eso, y la caída de piezas dentales, lamentada por el propio artista. El resto coincide en que antes de rebanarse la oreja “tenía una personalidad disfuncional debida a múltiples factores; después del brote psicótico, los psiquiatras actuales le habrían tratado con neurolépticos”, añade Oderwald.

La noche del 23 de diciembre de 1888, Vincent van Gogh se cortó la oreja por culpa de un brote psicótico. Vivía en la ciudad francesa de Arlés y su mundo se vino abajo al abandonarle su colega galo, Paul Gauguin, con el que intentó fundar una comunidad de artistas en la famosa Casa Amarilla, retratada en uno de sus lienzos. La falta de sueño, pésima alimentación, y abuso del alcohol contribuyeron al colapso. Aunque superó la herida y el ataque, los episodios se repitieron y llegó a la conclusión de que acabarían dominándole. En consecuencia, tras haber evaluado el daño que causaría, y la intensidad de un sufrimiento que dificultaba su obra, el 27 de julio de 1890 se pegó un tiro en un prado de Auvers-sur-Oise. Cometió un “suicidio meditado. Mencionado con gran cuidado entre muchos “tal vez” y “probablemente”, el término ha satisfecho al equipo de psiquiatras, neurólogos, expertos en ética y filosofía de la medicina, además de historiadores del arte, reunidos en un simposio extraordinario organizado por el museo del pintor en Ámsterdam. Si bien no han desentrañado el misterio de la supuesta enfermedad que le aquejaba, sí han establecido un antes y un después de la fatídica noche navideña de su automutilación.


“Los doctores que le trataron en Francia diagnosticaron una epilepsia, pero esa definición ha cambiado mucho con el tiempo. Sí podemos afirmar, por el contrario, que todos sus achaques anteriores al 23 de diciembre de 1888 responden a varios factores. Hay consenso en que padecía gonorrea. Tal vez tuvo sífilis neurológica, la misma que acabó matando a su hermano, Theo, pero no hay pruebas. El vértigo (del oído interno) de Ménière, y la porfiria (enfermedad metabólica hereditaria) no parecen plausibles. Lo que nadie puede negar es que tenía una psicosis”, señala Arko Oderwald, filósofo de la medicina del Hospital Universitario de Utrecht. Con un matiz esencial: en los periodos de relativa calma emocional trabajaba a destajo y era sociable.

La iglesia de Auvers-sur-Oise.Cuando entiende que no puede controlar los episodios psicóticos, que debieron sumirle en una depresión, la ansiedad generada por el qué dirán en una sociedad decimonónica donde la locura, sin matices, estaba mal vista, y la pérdida de control de la pintura, su razón de serle aboca a querer controlar lo restante: la muerte. El psiquiatra holandés Erwin van Meekeren, califica su trágica decisión del “suicidio meditado” antes mencionado. Algo así como la búsqueda imposible del equilibrio entre los que sufrirán su pérdida, y su arte, entorpecido por la turbulencia emocional.

La influencia del entorno familiar en la psicología de su famoso paciente virtual tampoco ha sido desdeñada. Van Gogh nació un año después, y el mismo día, que un hermano muerto del mismo nombre, “un trauma familiar que pudo repercutir en su carácter”. Sus constantes dolores de estómago “pudieron deberse a una dieta desastrosa, con déficit de nutrientes y vitaminas”. En cuanto la absenta (ajenjo), tan popular en la Belle Époque, tenía hasta un 70% de alcohol. “Puro elixir tóxico”, según Oderwald, que ha sintetizado el trabajo de sus colegas. Nada nuevo, en apariencia, en el capítulo de suposiciones, pero en el caso del pintor llevan directos al luminoso prado francés del disparo final.

http://cultura.elpais.com/cultura/2016/09/15/actualidad/1473953879_484922.html


SHERLOCK HOLMES, HOUSE Y VAN GOGH


Gran parte de los “enemigos” de Van Gogh está en sus cuadros. En el titulado Bodegón con un plato de cebollas (1889) lo de menos es la herbácea. Lo importante es la botella de alcohol y la pipa de tabaco, dos de los productos consumidos a destajo por el pintor. El simposio dedicado a desentrañar sus males en la capital holandesa ha abordado sus hábitos y achaques con un ojo clínico actual, pero sin paciente físico. De ahí que haya habido consenso en las dudas, y certeza en torno a un término en genérico, como la psicosis. Para un experto en Filosofía de la Medicina como Arko Oderwald, de haber analizado la situación Sherlock Holmes, el detective creado por Sir Arthur Conan Doyle, él mismo médico, “las pistas del óleo habrían allanado el camino hacia algunas pruebas concluyentes: el artista bebía y fumaba en exceso”. En cuanto a sus vertiginosos cielos estrellados y árboles retorcidos, “tal vez solo otro médico, igualmente detectivesco y ficticio, el de la serie televisiva House, habría podido desentrañar el rompecabezas de sus múltiples síntomas casi sin verle”.