_- El aprendizaje vicario o aprendizaje social (descrito por el psicólogo Bandura) nos hace saber que los seres humanos aprendemos por imitación. El contexto en el que nos movemos nos ofrece comportamientos que, de forma a veces imperceptible, vamos convirtiendo en modelos. Se trata de un aprendizaje que se realiza a través de la observación. La neuropsicología nos dice que existen unas neuronas denominadas “neuronas espejo” que actúan mediante la imitación. Es decir, que un niño o un adulto, observan determinadas conductas en otras personas que luego, gracias a las neuronas espejo, imitarán.
Según Bandura hacen falta cuatro exigencias para que se produzca el aprendizaje social: atención (hay que observar cuidadosamente), retención (asimilar lo observado), reproducción (imitar el comportamiento) y motivación (tener interés). La conducta copiada puede tener un carácter positivo o negativo. Por eso resulta tan importante ofrecer a niños y jóvenes modelos de conducta que, al ser imitados, les ayuden a ser mejores personas.
¿Cómo se puede soportar un comportamiento tan irresponsable, hipócrita, indecente, descarado e insultante como el que ha tenido el primer ministro inglés, Boris Johnson? Y no solo el jefe del ejecutivo sino todos aquellos y aquellas que le acompañaban en las fiestas ilegales. Lo cual desvela un nivel de servilismo preocupante. Prefirieron reírle las gracias al jefe, asistir a la fiesta, celebrar los “viernes del vino” y llevar sus botellas de alcohol… sin pensar en el desprecio que esos hechos suponían para la ciudadanía. Celebraban fiestas aquellos que prohibían al pueblo organizarlas. Nos quedan los hechos un poco lejos geográficamente, pero nos afectan como ciudadanos del mundo y miembros de una democracia europea.
La forma de ejercer la autoridad es muy importante en una democracia. Porque aquellos que han sido colocados en un puesto de responsabilidad por la voluntad del pueblo, tienen la condición de súbditos. Manda el que vota y sirve quien que es elegido. No al revés. La persona elegida adquiere una responsabilidad indiscutible. La primera de todas es servir de ejemplo a los ciudadanos y ciudadanas de un país.
Hace algunos años, dirigí un curso para directores y directoras de centros educativos en la ciudad argentina de Posadas, en la provincia de Misiones. Para hacer visible la idea fundamental de que la autoridad es más una forma de ser y de actuar que una forma de decir, realicé una actividad que tenia dos partes.
Pedí que cinco asistentes se ofrecieran como voluntarios. Les entregué una cuerda de unos diez metros. Y aquí viene la primera parte. Les pedí que se situaran uno detrás de otro agarrados a la cuerda, a una distancia de dos metros. Al último le nombré jefe y le pedí que fuese dando órdenes acerca de lo que quería que hicieran. Las órdenes se iban realizando: avanzad en línea recta, caminad más de prisa, deteneos, girad a la izquierda, avanzad más despacio, agachaos un poquito, levantad la mano izquierda…
Los participantes iban cumpliendo las órdenes con la mayor fidelidad posible. Cuando no oían bien, miraban para atrás y pedían que repitiese la orden. El que había asumido las funciones de mando no ejecutaba todas las órdenes. Se limitaba a mandar y a comprobar que los súbditos cumplieran las indicaciones.
Decía que la actividad constaba de dos partes. Esta era la primera. Para realizar la segunda, yo me puse en la cabecera de la fila, me eché la soga al hombro y dejé detrás de mí, agarrados a la cuerda, a los cinco voluntarios, separados por distancias equidistantes. La única orden que les di fue la siguiente:
– Seguidme y haced lo que yo vaya haciendo…
Fui avanzando y tomando la iniciativa: giré a la derecha, avancé con más rapidez, me agaché, me detuve, giré a la izquierda, levanté la mano derecha… No tenía que decir ni una palabra. Ellos iban repitiendo lo que yo hacia delante de ellos. Solo tenía que pensar que mis iniciativas fueran visibles y factibles para quienes me seguían.
Esa es la concepción de un autoridad educativa. El que dirige es un “primus inter pares”. Él va haciendo en primera línea lo que los demás tienen que ir haciendo detrás. Pero él lo hace primero. Seguidme es un verbo muy diferente a obedecedme.
Cuando, desde la autoridad, hay un desajuste entre lo que se hace y lo que se les exige a los demás, la autoridad se hunde en el descrédito. Es lo que ha pasado en Inglaterra esos días con su Primer Ministro, el señor Boris Johnson. Ha exigido a la ciudadanía que se confine y él ha organizado fiestas en el 10 de Dawning Street, que es la casa que le ha cedido el pueblo que le había votado.
Hay un agravante en su comportamiento que es la mentira. Porque el primer Ministro comenzó negando que hubiera habido fiestas y solo ante la evidencia palmaria de las pruebas, ha comenzado el rosario de disculpas y la petición de perdón al parlamento. Hay, en lo que se ha dado en llamar Partygate, dos motivos de escándalo. El primero es el hipócrita incumplimiento de la ley de quienes quebrantan las prescripciones que imponen a la ciudadanía y la mentira mantenida en el parlamento. Y hay que añadir un nuevo motivo de repulsa en la falta de respeto que supone organizar una fiesta en la víspera del entierro del duque de Edimburgo, esposo de la reina Isabel, a quien Boris Johnson pidió las debidas disculpas.
Otro agravante ha sido el de la reiteración. No hubo solo una fiesta, al parecer. Hubo fiestas de todo tipo: de cumpleaños, de despedida, de celebraciones, de rutina, como desvela el lema “los viernes de vino”… ¿No pensaron que iban a ser fácilmente descubiertos en un lugar tan visible?
No es una cuestión menor la abundancia de alcohol que corría en las fiestas. Para que no faltase se pedía a los asistentes que llevasen sus propias botellas. Y hasta compraron un frigorífico para que la cerveza y otras bebidas estuviesen frescas. Mientras se piensa que aparezca en los envases una llamada similar a la de las cajetillas del tabaco diciendo que el alcohol es malo para la salud, este grupo de irresponsables bebe a espaldas del pueblo, que permanece encerrado en sus casas por orden de los bebedores.
Estos botellones de élite eran lugares de contagio, como lo son los tan criticados botellones de la gente joven, a la que yo mismo he calificado de irresponsable en este mismo lugar.
Se acaba de saber que Scotland Yard va a iniciar una investigación sobre lo sucedido. Lo cual es buena noticia. Porque habrá información fehaciente. A la investigación política se añade ahora la de carácter policial.
Todo lo que aquí se ha dicho se puede aplicar al comportamiento de quienes tienen autoridad en cualquier ámbito de la sociedad: político, académico, empresarial, religioso, deportivo, familiar... No me canso de repetirlo: el ruido de lo que somos llega a los oídos de nuestros hijos (alumnos, súbditos, feligreses, trabajadores…) con tanta fuerza, que les impide oír lo que decimos.
¿Cómo se pueden sentir los ciudadanos o ciudadanas que hayan sido multados por desobedecer las normas que les habían impuesto aquellos que las incumplían impunemente?
Boris Johnson se niega a dimitir. Lo exigen los laboristas y también algunos miembros de su propio partido. La situación es insostenible. Porque las pruebas son incontestables. Las excusas que están dando en sede parlamentaria, lejos de suscitar comprensión despiertan bochorno e indignación: “pensé que eran reuniones de trabajo”, “no me lo advirtieron los miembros de mi equipo”, “es una emboscada con tarta”, dice un tory.
Si un líder de esta catadura dice a los súbditos “seguidme”, quienes lo hagan, acabarán en el precipicio. Porque a lo que lleva esta conducta es a una escandalosa irresponsabilidad.
Los votantes tenemos en las manos la posibilidad de premiar y de castigar. Cuando llega la hora de votar podemos decir a quién no queremos y a quién queremos en el poder. No es justo que un gobernante desprecie al pueblo y sea aclamado con entusiasmo en las siguientes elecciones.
El libro “Aristóteles y un armadillo llegan a la capital”, escrito por los filósofos estadounidenses McCathcar y Klein, tiene como subtítulo “Las mentiras de los políticos analizadas con humor”. En una de las páginas presenta un esbozo de la Casa Blanca delante de la cual caminan dos políticos. Uno le dice al otro: “Pero, ¿cómo puedes estar seguro de que tienes poder, si no abusas de él?”. Eso ha debido de pensar el primer Ministro inglés.
El abuso de poder e una democracia es mucho más grave que en una dictadura. Porque quien comete el abuso traiciona a quien a quien le ha dado poder para que lo use en beneficio de todos, no el suyo propio.
El Adarve. M. iguel Ángel Santos Guerra
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miércoles, 2 de febrero de 2022
_- La metáfora de la soga
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