La representante alemana al Oscar a mejor película internacional, producción de Netflix, añade matices políticos a la historia original
“¿Qué harán nuestros padres si un día nos levantamos y les pedimos cuentas? ¿Qué esperan que hagamos cuando llegue una época en la que no haya guerra? Durante años enteros nuestra tarea ha sido matar; este ha sido el primer oficio de nuestras vidas. Nuestro conocimiento de la vida se reduce a la muerte. ¿Qué más puede suceder después de esto? ¿Y qué será de nosotros?”, escribió Erich Maria Remarque en la parte final de Sin novedad en el frente, clásico de la literatura antimilitarista, retrato de la cotidianidad de la Primera Guerra Mundial, del absurdo de la contienda, que vivió de primera mano como combatiente en el bando del káiser alemán Guillermo II.
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La vigencia de este pasaje, y de otros muchos de lenguaje poderoso, sinceridad aplastante y poética del desastre, no admite duda. En un tiempo en el que relativamente cerca de donde el novelista vivió en el filo se sigue luchando pueblo a pueblo, por apenas un palmo de terreno, las reflexiones de Remarque siguen en pie, palabras mayores. Quizá por ello el cine antibélico tiene más sentido que nunca, o puede que el mismo sentido de siempre. Sin novedad en el frente, formidable tercera adaptación de la novela, y primera producida en Alemania, llega a Netflix tras uno de esos estrenos técnicos en los cines, en un puñado de salas y durante tiempo limitado.
Publicada en el año 1929, Sin novedad en el frente tardó muy poco en ser llevada al cine. En 1930, desde Hollywood, Lewis Milestone compuso una poderosa obra de arte, ganadora del Oscar a la mejor película en la tercera edición de los premios. Junto a una espectacular labor de montaje en las secuencias de tralla y metralla, con la cámara atravesando trincheras y sobrevolando las cabezas de los soldados, el director estadounidense mostró con crudeza la vileza de ciertos discursos patrióticos, el cuestionamiento de la institución militar, el incapacitante dolor de la posguerra y las motivaciones y ambiciones ocultas en los altos mandos y en los gobiernos.
La segunda adaptación del libro la realizó para la televisión Delbert Mann, uno de los integrantes de la llamada, precisamente, generación de la televisión (la de Lumet, Pakula, Pollack y Frankenheimer, entre otros), aunque no durante la incipiente de los años cincuenta, antes de que empezaran a dar el salto hacia el cine, sino ya a finales de los setenta, en 1979. Con menos medios, pero con su innato sentido de la narración, Mann logró el Globo de Oro al mejor telefilme y siete candidaturas a los Emmy (el filme se puede ver en Amazon y en Filmin; la versión de Milestone no está en plataformas).
Daniel Brühl, en primer plano, en la adaptación alemana de 'Sin novedad en el frente'.
NETFLIX
Adaptación libre
Un sentido del relato que también recupera el desconocido para casi todos Edward Berger, fogueado en la televisión alemana y con dirección de capítulos de series estadounidenses, que con apenas tres largometrajes anteriores al presente (solo uno, Jack, estrenado en España, y notable), de corte más intimista, sorprende con una película de admirable sentido de la ética y de la estética. Una adaptación muy libre, y no solo porque cambie no pocas cosas de la historia de Remarque, manteniendo su sentido antibélico, sino sobre todo porque a partir de su núcleo central añade relevantes matices políticos con una subtrama alrededor de las conversaciones de paz, rendición y armisticio entre Alemania y Francia. Unas secuencias comandadas, tras la caída del káiser, por Mathias Erzberger (interpretado por Daniel Brühl), político y economista antimilitarista, apodado como El Opuesto durante la contienda, que con desgracia consecuente con sus ideas y su trabajo, acabó siendo asesinado por dos militares nacionalistas pocos años después.
Berger abre su obra, seleccionada por su país para aspirar el Oscar a mejor película internacional, con una impresionante secuencia que lo resume todo: el absurdo de la guerra, el dolor físico, el miedo mental, la parálisis y la furia; todo fusionado, espectacular en las formas y sin música, solo con el silencio y el ruido de la muerte. A partir de ahí, ya punteada por una exquisita banda sonora en la que sobresale su eficaz tema principal, apenas tres notas sostenidas y repetidas hasta el impacto, con vientos y cierto matiz electrónico, la película no deja de mostrar el desamparo físico y el ocaso personal. La inutilidad de la guerra de trincheras, luchar por unos metros de terreno, morir por nada, tan característica de la primera contienda mundial, y expresada en otros portentosos títulos, como Senderos de gloria y Gallipoli, se muestra aquí con una crudeza salvaje. A los soldados, si no los mata la guerra, los mata también el hambre. La desolación, el desangrado de los cuerpos y la incomprensión de los soldados, muchos de ellos nada más que críos indefensos.
Una imagen de 'Sin novedad en el frente'.
NETFLIX
Elegante, expresiva, y nunca gratuita en la violenta belleza de sus planos, no exenta de un realismo atroz de barro y hachazos, Sin novedad en el frente, en versión alemana, es un sorprendente triunfo. “Solo un hospital muestra lo que verdaderamente es la guerra”, escribió Remarque. Berger, director revelación, ni siquiera tiene que hacer hincapié en las calamidades clínicas. Le basta con la aspereza de la última mirada, un instante antes del óbito. El del enemigo o el propio. Comprobar que el oponente no es más que otro hombre como tú. Terror, desconcierto. El oficio de matar, y la búsqueda de la piedad.
SIN NOVEDAD EN EL FRENTE
Dirección: Edward Berger.
Intérpretes: Felix Kammerer, Albrecht Schuch, Sebastian Hülk, Daniel Brühl.
Género: bélico. Alemania, 2022.
Duración: 147 minutos.
Plataforma: Netflix.
Estreno: 28 de octubre.
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jueves, 10 de noviembre de 2022
viernes, 28 de febrero de 2020
Qué aprender de Kirk Douglas
Ha fallecido Kirk Douglas, uno de los últimos clásicos de los años dorados de Hollywood. Tenía 103 años; mucho tiempo en el que habrá cabida para todo tipo de gestos, pero hoy quería fijarme en uno en especial, uno que deberíamos abrazar en los tiempos que corren si no queremos que se impongan otros más oscuros. El punto de partida de la lección de Douglas está en la película Espartaco.
El largometraje en la que Douglas encarna a un esclavo que lucha contra los romanos por su libertad se basa en una novela de Howard Fast publicada nueve años antes del estreno de la cinta dirigida por Stanley Kubrick en 1960. La adaptación del guión fue realizada por Dalton Trumb, incluido en la lista negra de los diez de Hollywood. Así se conocía al listado confeccionado durante la caza de brujas contra el comunismo emprendida por el senador Joseph McCarthy y su infame Comité de Actividades Antiamericanas (House of Un-american Activities Committee, HUAC).
A pesar del miedo, de las amenazas y de las represalias, Douglas jamás cedió a ellas y apoyó en todo momento el mantenimiento de Dalton en el equipo de la película, así como su aparición en los créditos. Una auténtica provocación para el mccarthismo que, probablemente, le costó no ganar un solo Óscar en toda su carrera, con la excepción del honorífico en 1996. Douglas debió de pensar que sus principios valían más que la estatuilla dorada.
Aquel gesto es un ejemplo que podríamos trasladar a la época actual, en la que la tibieza, las equidistancias y, en resumen, la cobardía pueden dar alas a ideologías reñidas con la democracia y las libertades civiles que tanto trabajo y sacrificio costó conseguir. En la actualidad es importante dar un paso adelante, enfrentar esas posturas que pretenden imponer la sinrazón, la censura, la opresión.
Afortunadamente hay personas como Kirk Douglas pero, como él, pagan un alto precio por ello. Amenazas de muerte, insultos, campañas de desprestigio, querellas criminales y pérdidas de oportunidades laborales se suceden con todas estas personas que no se doblegan en su defensa de las libertades. Seguramente, esas personas vivirían de manera mucho más desahogada si se entregaran a la tibieza… más desahogada económicamente pero, al mismo tiempo, sin aire, asfixiadas porque traicionar a sus principios priva de aire puro.
Al otro lado, se encuentran quienes viven en ese espacio cómodo de equidistancia que, a la postre, se benefician del sacrificio de los Kirk Douglas, que cuando están con ellos se ponen gallitos para, después, agachar la cabeza, sino adular, a quienes pretenden llevarnos a tiempos pretéritos. Ni siquiera se pueden comparar con aquellos terratenientes que mandaban a cada hijo con un bando en guerra para, en cualquier caso, estar a bien con el vencedor. En aquellos casos, sacrificaban algo querido, pero los amantes de la tibieza no sacrifican nada apreciado, pues hace tiempo que perdieron su dignidad, incluso, quienes se amparan en sus circunstancias personales.
Douglas ha llegado a los 103 años y ya en sus 90 no dejó de dar guerra, convirtiéndose en estrella de MySpace , reclamando a presidentes que Estados Unidos emitiera una disculpa formal a la comunidad negra por la esclavitud, luchando por l@s más jóvenes… Va a resultar que ser fiel a los principios puede alargar la vida pero, claro, para eso es preciso tener principios y, hoy en día, hay demasiada gente que no los tiene.
@dbollero
Fuente: https://blogs.publico.es/david-bollero/2020/02/06/que-aprender-de-kirk-douglas/
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