viernes, 8 de septiembre de 2023

Lo que ‘Oppenheimer’ no cuenta sobre la prueba de la bomba nuclear


A flower-decorated skull and the words “I got cancer living downwind of Trinity” on a rectangle of white paper.

El mes de julio suele ser difícil para muchos de nosotros en Nuevo México, donde la vida de miles de personas se alteró debido a la prueba de la primera bomba nuclear del mundo. Los acontecimientos del 16 de julio de 1945 todavía tienen un gran peso sobre nosotros. ¿Y cómo no iba a ser así? Lo cambiaron todo. Los residentes de Nuevo México fueron los primeros sujetos humanos de prueba del arma más poderosa del planeta.

Este julio se sintió más tenso que de costumbre, ya que nuestra comunidad esperaba el estreno de la película Oppenheimer y, con él, algún reconocimiento de lo que ha sufrido en los últimos 78 años. Cuando vi la película en una proyección abarrotada en Santa Fe, me di cuenta de que eso no iba a suceder. El filme, que dura tres horas, cuenta solo una parte de la historia del Proyecto Manhattan, cuyo objetivo fue desarrollar la bomba y realizar la prueba que recibió el nombre clave de Trinity ese día de julio. La película no explora en ningún nivel las consecuencias de la decisión de poner a prueba la bomba en un lugar donde mi familia y muchas otras habían vivido por generaciones.

Una película no puede hacerlo todo, pero no puedo evitar sentir que la nueva interpretación de esta historia, tal y como es, es una oportunidad desperdiciada. Una nueva generación de estadounidenses se está enterando de quién fue J. Robert Oppenheimer y qué fue el Proyecto Manhattan y, al igual que sus padres, no sabrá mucho sobre cómo las autoridades estadounidenses, con pleno conocimiento, arriesgaron y dañaron la salud de sus conciudadanos en nombre de la guerra. Una vez más, mi comunidad y yo quedamos excluidas de la narrativa.

Contrario al relato popular, el área del sur de Nuevo México donde ocurrió la prueba Trinity no era una extensión de tierra deshabitada y desolada. Más de 13.000 neomexicanos habitaban en un radio de 80 kilómetros. Muchos de esos niños, mujeres y hombres no recibieron ninguna advertencia, ni antes ni después de la prueba. Testigos oculares me han contado que creyeron que estaban viviendo el fin del mundo. No reflexionaron sobre la Bhagavad Gita, como Oppenheimer dijo haber hecho. Muchos solo se pusieron de rodillas y rezaron la avemaría en español.

En los días que siguieron, relataron, cayó ceniza del cielo, contaminada con 4,5 kilogramos de plutonio. Un estudio de 2010 de los Centros para el Control y la Prevención de Enfermedades reveló que, tras la prueba, los niveles de radiación cerca de algunas residencias en la región alcanzaban grados “casi 10.000 veces superiores a lo actualmente permitido en áreas públicas”.

Esos efectos colaterales han tenido consecuencias devastadoras para la salud. Si bien no sé de nadie que haya muerto durante la prueba, la organización que cofundé ha documentado muchos casos de familias en Nuevo México que han tenido cuatro y cinco generaciones de distintos tipos de cáncer desde que se detonó la bomba. Mi familia es un caso típico: soy la cuarta generación afectada por el cáncer desde 1945. A mi sobrina de 23 años le acaban de diagnosticar cáncer de tiroides. Está en la universidad estudiando arte. Ahora, su vida también ha dado un vuelco.

Pese a todo esto, los neomexicanos que quizá estuvieron expuestos a los efectos radiactivos de la prueba Trinity nunca han sido considerados para recibir indemnizaciones bajo la Ley de compensación por exposición a la radiación de Estados Unidos, una ley federal de 1990 que ha otorgado miles de millones de dólares a personas expuestas durante pruebas posteriores en suelo estadounidense o durante la extracción de uranio.

Oppenheimer también omite otras historias. El Proyecto Manhattan y la industria de las armas nucleares se valieron de la promesa de una vida mejor para convencer a miles de personas en el suroeste del país de trabajar en las minas de uranio que facilitaron el Proyecto Manhattan. Los mineros descendían todos los días sin equipo de protección adecuado, mientras que los supervisores estaban cubiertos de pies a cabeza. Los mineros rara vez salían de las minas durante sus jornadas, ni siquiera para comer. Bebían agua contaminada dentro de las minas cuando se les permitía tomar algún descanso.

Muchos de los agricultores de la meseta del Pajarito en el norte de Nuevo México, tras quedar desplazados por la expropiación por la construcción del laboratorio de Los Álamos, subían la montaña en autobuses hasta la zona del laboratorio para encargarse del trabajo sucio, como la construcción de calles, puentes e instalaciones. Cuando completaron esas tareas, a muchos se les asignaron otros trabajos en el laboratorio, entre ellos, servicios de limpieza. Sus esposas y otras mujeres hispanas e indígenas estadounidenses fueron reclutadas como trabajadoras domésticas que limpiaban las casas, cocinaban las comidas, llenaban los biberones y cambiaban los pañales en el complejo remoto mientras se desarrollaba la bomba.

Hasta el día de hoy, sus sacrificios son parte de nuestras vidas. Lloré en las escenas de la película previas a la detonación y durante la misma. Apenas podía respirar, mi corazón latía a toda velocidad. Pensé en mi papá, que ese día tenía cuatro años. Su pueblo, Tularosa, era idílico en aquel entonces. Después de la prueba, luego de que las cenizas radiactivas cubrieran su hogar, siguió su vida como si nada, bebiendo leche fresca y comiendo las frutas y verduras frescas que crecían del suelo contaminado. Para cuando cumplió 64 años, ya había desarrollado tres tipos de cáncer para los que no había presentado factores de riesgo, dos de ellos eran principalmente bucales. Murió a los 71 años.

Oppenheimer retrata al científico como el hombre con defectos que era. Pero la película refuerza el silencio con el que hemos estado viviendo durante ocho décadas sobre las vidas y la salud que se perdieron a consecuencia del desarrollo y las pruebas de la bomba atómica. Mientras las familias de mi comunidad siguen esperando a que se reconozca de manera más generalizada lo que sufrieron —incluida la cobertura de la Ley de compensación por exposición a la radiación— lo que nos queda es una película que se rehúsa a dar fe de nuestra verdad.

Este también es el legado de J. Robert Oppenheimer y el gobierno para el que trabajó. Jamás podré perdonarlos por haber destruido nuestras vidas y marcharse sin más.

Tina Cordova es neomexicana de séptima generación; nació y creció en Tularosa, en la zona centro-sur de Nuevo México. En 2005, cofundó el Tularosa Basin Downwinders Consortium, que trabaja para concienciar sobre los efectos de salud negativos que ocasionó la prueba Trinity.

jueves, 7 de septiembre de 2023

Sí, necesitan el desempleo y lo provocan deliberadamente

Han causado sorpresa unas recientes declaraciones de un promotor inmobiliario australiano Tim Gurner sobre el desempleo y se están comentando como si fuesen la simple salida de tono de un millonario excéntrico.

Ha dicho  en un congreso de su sector: «Necesitamos que aumente el desempleo (…) Tiene que aumentar un 40-50%. Necesitamos ver dolor en la economía. Necesitamos recordar a la gente que son ellos los que trabajan para el empresario y no al revés».

Las falsedades que los economistas convencionales y políticos conservadores vienen diciendo durante décadas sobre las causas del paro permiten que la opinión de Gurner pueda parecer, como he dicho, una excentricidad. La realidad es, sin embargo, que el desempleo es un problema económico provocado a propósito por quienes toman las decisiones económicas.

Los economistas ortodoxos y los bancos centrales dicen que hay que combatir en primer lugar la inflación y afirman haber descubierto una «tasa natural» de paro por encima de la cual sube los precios, de modo que no se puede reducir. Una teoría falsa que sólo sirve, precisamente, para mantener deliberadamente elevados los niveles de desempleo. El ex gobernador del Banco de España Mariano Rubio la defendía sin disimulo cuando dijo en 1992 que no sería bueno para la economía española que el paro bajase del 14% (nuestra supuesta «tasa natural» de entonces).

Podría traer el testimonio de muchos economistas de todas las corrientes ideológicas como demostración de la falsedad de esa teoría. Sin embargo, me parece que mi afirmación será mucho más creíble si la demuestro con declaraciones de los propios políticos que han tomado esas decisiones. Valgan estas dos.

Alan Budd, asesor económico jefe del Tesoro de Su Majestad, jefe del Servicio Económico del Gobierno, miembro del Comité de Política Monetaria del Banco de Inglaterra y presidente fundador de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria afirmó en un documental de la BBC que puede verse fácilmente en las redes sociales: «Estas políticas se aplicaron por gente que nunca creyó ni por un momento que esa fuera la forma correcta de bajar la inflación. Sin embargo, vieron que sería una forma muy, muy buena de aumentar el desempleo».

Carlos Solchaga, ministro de Industria y Energía y de Economía y Hacienda en gobiernos de Felipe González, escribió en la página 183 de su libro El final de la edad dorada: «La reducción del desempleo, lejos de ser una estrategia de la que todos saldrían beneficiados, es una decisión que si se llevara a efecto podría acarrear perjuicios a muchos grupos de intereses y a algunos grupos de opinión pública».

¿Por qué puede haber «grupos de interés» interesados en que el desempleo no baje?

Si doy la respuesta que dio Marx (el paro permite que los trabajadores acepten salarios más bajos y peores condiciones de trabajo), o la de un economista marxista como Kalecky (los empresarios ganarían más con pleno empleo pero tendrían que enfrentarse a clases trabajadoras con mayor poder político y de negociación), quizá me digan que son respuestas ideológicas. Recurriré, entonces, de nuevo a alguien tan poco sospechoso como el mencionado Budd: «Aumentar el desempleo era una forma extremadamente deseable de reducir la fuerza de las clases trabajadoras. Lo que se diseñó allí (se refiere al inicio de la políticas neoliberales de Thatcher) era una crisis del capitalismo que (…) ha permitido a los capitalistas obtener grandes ganancias desde entonces».

Crear desempleo y escasez deliberadamente es lo que vienen haciendo los gobiernos desde hace décadas para dar más poder a los ya más poderosos y más beneficios a los ya de por sí más ricos. Lo están haciendo ahora mismo, delante de sus narices,  cuando los bancos centrales suben los tipos de interés sabiendo que esa es una respuesta inadecuada para la inflación actual.

Ahora, el video de sus comentarios se volvió viral y atrajo más de 23 millones de visitas y fuertes críticas en línea.

Han causado sorpresa unas recientes declaraciones de un promotor inmobiliario australiano Tim Gurner sobre el desempleo y se están comentando como si fuesen la simple salida de tono de un millonario excéntrico.

Ha dicho Gurner en un congreso de su sector: «Necesitamos que aumente el desempleo (…) Tiene que aumentar un 40-50%. Necesitamos ver dolor en la economía. Necesitamos recordar a la gente que son ellos los que trabajan para el empresario y no al revés».

Las falsedades que los economistas convencionales y políticos conservadores vienen diciendo durante décadas sobre las causas del paro permiten que la opinión de Gurner pueda parecer, como he dicho, una excentricidad. La realidad es, sin embargo, que el desempleo es un problema económico provocado a propósito por quienes toman las decisiones económicas.

Los economistas ortodoxos y los bancos centrales dicen que hay que combatir en primer lugar la inflación y afirman haber descubierto una «tasa natural» de paro por encima de la cual sube los precios, de modo que no se puede reducir. Una teoría falsa que sólo sirve, precisamente, para mantener deliberadamente elevados los niveles de desempleo. El ex gobernador del Banco de España Mariano Rubio la defendía sin disimulo cuando dijo en 1992 que no sería bueno para la economía española que el paro bajase del 14% (nuestra supuesta «tasa natural» de entonces).

Podría traer el testimonio de muchos economistas de todas las corrientes ideológicas como demostración de la falsedad de esa teoría. Sin embargo, me parece que mi afirmación será mucho más creíble si la demuestro con declaraciones de los propios políticos que han tomado esas decisiones. Valgan estas dos.

Alan Budd, asesor económico jefe del Tesoro de Su Majestad, jefe del Servicio Económico del Gobierno, miembro del Comité de Política Monetaria del Banco de Inglaterra y presidente fundador de la Oficina de Responsabilidad Presupuestaria afirmó en un documental de la BBC que puede verse fácilmente en las redes sociales: «Estas políticas se aplicaron por gente que nunca creyó ni por un momento que esa fuera la forma correcta de bajar la inflación. Sin embargo, vieron que sería una forma muy, muy buena de aumentar el desempleo».

Carlos Solchaga, ministro de Industria y Energía y de Economía y Hacienda en gobiernos de Felipe González, escribió en la página 183 de su libro El final de la edad dorada: «La reducción del desempleo, lejos de ser una estrategia de la que todos saldrían beneficiados, es una decisión que si se llevara a efecto podría acarrear perjuicios a muchos grupos de intereses y a algunos grupos de opinión pública».

¿Por qué puede haber «grupos de interés» interesados en que el desempleo no baje?

Si doy la respuesta que dio Marx (el paro permite que los trabajadores acepten salarios más bajos y peores condiciones de trabajo), o la de un economista marxista como Kalecky (los empresarios ganarían más con pleno empleo pero tendrían que enfrentarse a clases trabajadoras con mayor poder político y de negociación), quizá me digan que son respuestas ideológicas. Recurriré, entonces, de nuevo a alguien tan poco sospechoso como el mencionado Budd: «Aumentar el desempleo era una forma extremadamente deseable de reducir la fuerza de las clases trabajadoras. Lo que se diseñó allí (se refiere al inicio de la políticas neoliberales de Thatcher) era una crisis del capitalismo que (…) ha permitido a los capitalistas obtener grandes ganancias desde entonces».

Crear desempleo y escasez deliberadamente es lo que vienen haciendo los gobiernos desde hace décadas para dar más poder a los ya más poderosos y más beneficios a los ya de por sí más ricos. Lo están haciendo ahora mismo, delante de sus narices, cuando los bancos centrales suben los tipos de interés sabiendo que esa es una respuesta inadecuada para la inflación actual.

Cuando los bancos centrales suben los tipos de interés sabiendo que esa es una respuesta inadecuada para la inflación actual.

Las “chicas del calutrón”, las miles de mujeres que sin saberlo prepararon el uranio que se usó en la bomba atómica de Hiroshima


Las “chicas del calutrón” trabajando en 1944

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,

Las “chicas del calutrón” se enteraron después del ataque contra Hiroshima que habían fabricado el combustible que alimentó esa bomba. 

Era 1943 -en plena Segunda Guerra Mundial- y Ruth Huddleston acababa de terminar la secundaria en su pequeño pueblo de Tennessee, en Estados Unidos.

Había conseguido un empleo en una fábrica de calcetines local, pero notó que la mayoría de sus compañeros estaban aplicando para trabajar en una gran instalación que estaba siendo construida en una ciudad cercana llamada Oak Ridge.

Varias de sus amigas la animaron para que también se presentara.

Como no tenía forma de llegar hasta allí le preguntó a su padre si la podía llevar y este decidió que también iba a aprovechar la oportunidad para ver si podía conseguir uno de los codiciados empleos que ofrecía este gran nuevo proyecto del Departamento de Energía de EE.UU.

“Los dos conseguimos trabajo”, recordaría Ruth muchas décadas más tarde, ya con 93 años, durante una entrevista que dio como parte de una serie especial llamada “Las voces del Manhattan Project” realizado por la Atomic Heritage Foundation.

Aunque Ruth y su padre no lo sabían, estaban trabajando para el Oak Ridge National Laboratory, una parte clave del plan secreto de EE.UU. para construir una bomba atómica en el famoso Proyecto Manhattan, en el que se centra la popular película recientemente estrenada, Oppenheimer dedicada al físico que logró crear la primera arma nuclear.

Siendo apenas una adolescente, Ruth empezó a trabajar en una de las plantas de Oak Bridge llamada Y-12 como “operadora de cubículo”.

“Nosotros le decíamos así, pero hoy en día nos llaman las chicas del calutrón”, contó la veterana en aquella entrevista de 2018, año en el que el Oak Ridge National Laboratory celebró sus tres cuartos de siglo.

¿Qué hacían las chicas del calutrón?
Ruth era parte de un grupo de unas 10.000 jóvenes que -sin saberlo- se dedicaban a realizar una tarea que resultaría clave para el desarrollo de Little Boy, como se llamó a la bomba atómica que sería lanzada dos años más tarde sobre la ciudad japonesa de Hiroshima.

Miles de adolescentes de 18 y 19 años fueron reclutadas en una zona rural de Tennessee para trabajar en la planta secreta Y-12 entre 1943 y 1945.

Estas mujeres operaban los paneles de control de los calutrones, unas máquinas que se usaban para separar los isótopos del uranio y así poder enriquecerlo y usarlo como combustible nuclear.

Y es que, aunque ellas no lo sabían, la Y-12 era en realidad una planta creada para separar isótopos electromagnéticos a escala industrial, separando el uranio 235 más liviano del uranio 238 más pesado y común para enriquecerlo.

Aunque los más de 1.500 calutrones -unos espectómetros de masa adaptados por el químico nuclear estadounidense Ernest Lawrence para enriquecer uranio, como parte del Proyecto Manhattan- realizaban una tarea extremadamente sofisticada, operarlos no era tan complejo: debías monitorear los medidores y saber cuándo ajustar las perillas.

Dada la escasez de mano de obra calificada debido a la guerra, los promotores del proyecto decidieron reclutar a mujeres jóvenes de la zona.

A través de una serie de pruebas descubrieron que estas muchachas hacían incluso un mejor trabajo que muchos científicos monitoreando los calutrones, ya que los expertos tendían a distraerse con las máquinas o buscaban experimentar con ellas.

Con muchos de los hombres luchando en el frente, las mujeres tuvieron un rol crucial en el plan secreto para fabricar la primera bomba atómica.

Ruth recuerda la primera vez que se encontró con estos raros equipos gigantes.

“Después de darnos el visto bueno para empezar a trabajar nos llevaron a una habitación que estaba repleta de los que nosotros llamábamos cubículos, que eran aparatos grandes de metal que tenían todo tipo de calibradores, que nos enseñaron a operar”, recordó Ruth sobre su primer día en la Y-12.

“Nos explicaron que, si el calibre si iba mucho hacia la derecha teníamos que ajustarlo con el dial para volver a centrarlo, y si se iba mucho para la izquierda lo mismo. A veces no lo podías estabilizar y en ese caso llamabas al supervisor”.

La tarea central de las muchachas eran mantener la temperatura en el tanque estable. Por si se calentaba mucho, les enseñaron a aplicar frío (en la forma de nitrógeno líquido).

“Pasábamos el día sentadas sobre banquetas frente a los cubículos, apenas levantándonos para ir al baño”, recordó Ruth sobre aquella tarea.

“Temías irte porque la máquina podía ‘salirse de orden’, como decíamos”, señaló.

Ruth Huddleston fue una de las miles de mujeres que -sin saberlo- fabricaron el combustible de la primera bomba nuclear.

Secreto de Estado
Lo que Ruth más recordaba de esa época era el secretismo que pesaba sobre todas las operaciones.

“Antes de empezar a trabajar nos entrenaron durante varias semanas y lo primero que nos dijeron era que no podíamos hablar sobre nada de lo que ocurría o lo que hacíamos allí”, contó.

“Lo decían muy en serio. Nos dijeron que habría consecuencias, incluyendo multas, si nos pescaban haciendo algo, y seríamos automáticamente despedidas”, recordó.

Ruth reconoció que, en rigor, si alguien le preguntaba de qué trabaja, ella “no le decía lo que hacía porque la verdad es que yo no lo sabía realmente”.

Y es que, al igual que Ruth, la mayoría de las mujeres que se dedicaron a enriquecer el uranio nunca supieron lo que hacían.

“Me he preguntado a mí misma por qué nunca nos preguntábamos entre nosotras sobre lo que estábamos haciendo”, admitió ya de anciana.

“¿Por qué no hablábamos sobre el tema? Pero la verdad es que no recuerdo nunca habérmelo planteado en ese momento”.

Un cartel en Oak Ridge que recordaba a los trabajadores que debían mantener en secreto lo que hacían allí.

Según el Manhattan Project National Historical Park algunas de las “chicas del calutrón” sí tuvieron más curiosidad.

“Varias de estas mujeres recordaban casos de compañeras de trabajo que desaparecían de sus puestos inesperadamente, a menudo porque habían sido demasiado curiosas sobre su trabajo”, señaló el organismo.

Ruth solo recuerda que “lo único que nos dijeron es que estábamos ayudando a ganar la guerra, pero no teníamos ni idea de en qué estábamos ayudando”.

Hiroshima
Fue el 6 de agosto de 1945, cuando su país lanzó una bomba atómica sobre Japón, que les informaron en lo que habían estado trabajando durante dos años. Ruth recordó lo que sintió ese día.

“Estaba en el trabajo cuando lo anunciaron. Al principio estabas contenta de pensar que la guerra había terminado. Lo primero que pensé fue: ´Mi novio podrá volver a casa’”, dijo sobre su pareja, que -como tantos otros jóvenes estadounidenses-, había sido enviado a luchar para los Aliados.

“Pero luego empezaron a hablar sobre toda esa gente que había muerto allí. Y empecé a pensar en otra cosa, que yo tuve una parte en eso”, dijo.

“No me gustó la idea de haber sido parte de eso”, reconoció.

“Pero sabes, la guerra es la guerra y no hay nada que puedas hacer excepto tratar de pararla”, concluyó sobre el conflicto, que continuaba a pesar de que los nazis ya se habían rendido en mayo de ese año.

“Todavía no me gusta la idea. Pero tienes que hacerlo. Alguien tiene que hacerlo”, afirmó.  “Little Boy”, que llevaba el uranio enriquecido en la planta Y-12, mató a decenas de miles de personas en Hiroshima el 6 de agosto de 1945.

Se cree que entre 50.000 y 100.000 personas murieron el día que explotó Little Boy, que llevaba una carga de 64 kilos de uranio 235 producido en la planta Y-12.

La explosión generó una ola de calor de más 4.000ºC en un radio de aproximadamente 4,5km.

Hiroshima y Nagasaki: cómo fue el "infierno" en el que murieron decenas de miles por las bombas atómicas Cerca del 50% de quienes sobrevivieron la explosión luego murieron a causa de la radiación.

A pesar de haber trabajado cerca de un material altamente radiactivo, las “chicas del calutrón” no sufrieron consecuencias (sus niveles de radiación eran medidos todos los días).

Tres días después del lanzamiento de Little Boy, el gobierno estadounidense lanzó una segunda bomba atómica, Fat Man, que -a diferencia de la primera- estaba hecha de plutonio.

Japón finalmente se rindió y el 2 de septiembre de 1945 llegó a su fin la Segunda Guerra Mundial.

https://www.bbc.com/mundo/articles/c4nvj0njy07o

miércoles, 6 de septiembre de 2023

_- "Hay una epidemia de soledad porque no tenemos tiempo para quedar con gente y no hacer nada"

_- Hace dos meses, en mayo de 2023, el cirujano general de EE.UU. publicó un informe que detalla cómo una epidemia creció silenciosamente en el país durante décadas.

Los estadounidenses, afirmó Vivek Murthy, se sienten solos, mucho más de lo normal, y esto supone una amenaza para su bienestar físico y emocional, y también es un enorme problema de salud pública.

“El impacto en la mortalidad de estar socialmente desconectados es similar a fumar 15 cigarrillos al día”, comenta el doctor, cuyo rol es ser el principal vocero de los problemas de salud de la nación y además dirige un cuerpo de médicos del ejército norteamericano.

Múltiples estudios, aunque varían de acuerdo a las variables que midan, respaldan sus expresiones.

El mismo documento compartido por el médico señala, por ejemplo, que desde 2003 a 2020 el promedio de aislamiento social entre los ciudadanos creció de 142 horas al mes a 166, lo que representa un aumento de 24 horas.

Los más afectados por esta tendencia son los jóvenes, cuyo tiempo con amigos se redujo en un 70% durante las pasadas dos décadas.

Y la aseguradora Cigna, en una encuesta independiente publicada en 2020 citada por la Biblioteca Nacional de Medicina, indica que tres de cada cinco estadounidenses “están solos”.

El problema no solo concierne a EE.UU., otras regiones del mundo, como América Latina, también están afectadas por la soledad. Por ejemplo, una encuesta de Ipsos realizada en 2020, en la que la empresa eligió al azar a cinco países latinoamericanos en los que entrevistó a más de 15.000 personas, reveló que en Brasil un 36% de los encuestados decía sentirse solo de cara al 2021, en Perú un 32%, en Chile esta cifra supuso un 30%, mientras que en México y Argentina un 25%.

La situación, que podría ser “devastadora”, está asociada con un “mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, demencia, accidentes cerebrovasculares, depresión, ansiedad y muerte prematura”, señaló Murthy.

Aunque expertos afirman que la pandemia de la covid-19 pudo haber tenido un enorme impacto en el sentido de soledad, por el aislamiento que requirió la enfermedad, es algo que comenzó mucho antes, que se relaciona con el desarrollo de la tecnología, dice, por su parte Sheila Liming, profesora de escritura en el Champlain College de Vermont.

Imagen de la profesora Sheila Liming
Pie de foto,

Sheila Liming, profesora de escritura en el Champlain College de Vermont.


Experta en estudios culturales, Liming, basándose en sus propias experiencias con la soledad, escribió el libro Hanging Out: the radical power of killing time (Penguin Random House, 2023), un ensayo en el que teoriza que una de las causas que provoca esta crisis en EE.UU. es la “incapacidad de quedar” o en inglés hanging out.

Sus investigaciones sobre el tema, sus vivencias como profesora por más de 10 años, una carrera que en su país le ha requerido viajar, y su contacto constante con decenas de jóvenes le permiten afirmar que su premisa es mucho más compleja de lo que se cree.

Detrás de no poder “quedar” hay todo un entramado que se arriesga a desenredar para darle una respuesta a quienes sienten el abismo de la soledad.

De eso conversamos en esta entrevista.

¿Qué hay detrás de la crisis de soledad en EE.UU.?
Es causada por múltiples factores y sucede desde distintos frentes. Uno de los problemas de los que se deriva esta crisis tiene que ver con el tiempo.

Las personas no tienen suficiente tiempo para dedicarse a la interacción social. Y, por otro lado, también sienten que la interacción social en sí misma es una pérdida de tiempo, así que no la priorizan. Muchos se sienten culpables por no hacer nada, por pasar tiempo con alguien o simplemente estar en presencia de otras personas.

Creo que otro factor importante es la falta de espacios y el acceso a espacios donde las personas pueden reunirse, pasar el rato y existir en presencia de los demás.

Lugares en los que puedan estar sin sentir que necesitan una razón particular para visitarlos o que necesitan gastar dinero para ir.

Todo esto se volvió muy obvio durante la pandemia de la covid, pero no creo que haya desaparecido.

La soledad está asociada con un mayor riesgo de enfermedad cardiovascular, demencia, accidentes cerebrovasculares, depresión, ansiedad y muerte prematura.

¿Cómo define “quedar”?
Defino quedar como atreverse a hacer muy poco en compañía de otros.

En lo “atrevido” es que radica el poder radical de matar el tiempo. Ahí entra en juego el subtítulo de mi libro, porque creo que se requiere un poco de valentía y audacia para poder decir: ‘No, voy a priorizar este uso de mi tiempo, a diferencia de, digamos, trabajar más’.

Creo que hay una especie de actitud social que desprecia ese tipo de comportamiento.

Le he escuchado hablar sobre cómo hemos construido nuestras vidas para estar aislados. Lo dice desde una perspectiva amplia, como la forma en que están diseñados los sistemas de transporte o por la arquitectura.

La vida en EE.UU. está diseñada para privilegiar las condiciones de soledad y aislamiento.

Pero cuando digo que ha sido diseñado de esa manera, no quiero decir que lo hayamos hecho a propósito. Creo que sucedió de forma accidental como resultado de otros sistemas de valores que están en juego. En EE.UU., por ejemplo, la privacidad se ve como un privilegio, y también es algo que trae honor y orgullo.

Así que cultivamos estas condiciones de privacidad para mostrarle al mundo que tenemos éxito, que lo hemos logrado. Para que todos sepan que somos dueños de nuestra propia casa, de nuestro propio auto.

Estar lejos de nuestros vecinos nos permite elegir cuándo tenemos interacciones, ponerle límites cuando no queremos hacerlo.

Liming afirma que EE.UU. ha sido diseñado para priorizar el aislamiento.

Todo eso se ve como parte del ethos estadounidense del éxito. Pero ese ethos del éxito termina dejándonos más solos cuando tenemos una crisis y necesitamos ayuda de otras personas, incluso si solo queremos saber de nuestros vecinos en vez de evitarlos y excluirlos.

Encuentro el concepto de la privacidad muy relacionado a la concepción de ser o no una persona madura. Si tienes 30, como yo, tu familia no verá igual que vivas solo o que vivas con alguien más…

Se nos enseña que la única forma de dar el siguiente paso en la vida, sea lo que sea, como convertirte en alguien independiente, formar una familia, o encontrar una pareja romántica, es tener tu propio espacio. Hasta que no tienes eso no puedes lograr nada en la vida.

¿Vivir en espacios compartidos nos haría más felices?
Tiene el potencial. El problema es que estamos tan acostumbrados a este sistema de valores del que estoy hablando que es un ajuste muy difícil para las personas aceptar la idea de compartir un espacio.

La otra persona estaría justo frente a ti, y se requeriría menos resistencia y músculo para quedar.

¿Cómo piensa que ha cambiado la sociedad desde que tiene menos tiempo para quedar?
Existe una idea errónea muy común de que, a medida que la sociedad crece y progresa, tenemos más tiempo libre que en el pasado. Pero en realidad hay muchos investigadores que luego de analizar esta ecuación descubrieron que no.

La realidad puede ser probablemente lo contrario. Antes teníamos más tiempo libre del que tenemos ahora.

Pero no siempre reconocemos la diferencia entre tiempo libre y tiempo de trabajo.

Ahora uno se interpone con el otro mucho más que antes. Terminabas tu trabajo y te ibas a casa. No tenías un correo electrónico que verificar, ni mensajes de texto del jefe o de un compañero de trabajo. Era un corte más limpio entre la jornada laboral y el tiempo libre.

La profesora afirma que todos los demográficos de EE.UU. están impactados por la soledad.

Ahora ese corte no es limpio. En la superficie, parece que tenemos tiempo de ocio, pero en realidad pasamos mucho tiempo trabajando o haciendo tareas en preparación para el trabajo.

¿Hay un perfil de quienes experimentan soledad en EE.UU.?
No creo que el problema sea específico de un grupo demográfico. Creo que está en todos los ámbitos.

Se habla mucho de que el grupo demográfico de personas mayores en EE.UU. está muy afectado por la soledad. Se dice que una vez dejan de tener el núcleo familiar con el que vivían terminan en centros de cuidado en donde experimentan mucha soledad. Y ese es un gran problema para esa población.

Pero creo que la soledad es igualmente un problema para las poblaciones más jóvenes.

Soy profesora universitaria y trabajo con estudiantes que tienen entre 18 y 24 años y también es un gran problema para ellos. Lo irónico es que se supone que la etapa universitaria es uno de los momentos más sociales de la vida de una persona.

Liming afirma que la falta de tiempo es la mayor razón por la que hay una “epidemia de soledad” en EE.UU. Pero igual habla sobre la influencia de las plataformas digitales.

Una vez leí algo sobre el hecho de que la felicidad humana se manifiesta a los 26 años, y se supone que la actividad social que conduce a eso es más vibrante durante esos años.

Pero la población en edad universitaria con la que trabajo es tan propensa a la soledad y el aislamiento y los problemas de salud mental asociados con ello como la población mayor de 65 años o cualquier otra persona.

¿Y qué les pasa?
Creo que hay dos factores: la pandemia de covid y también el auge de la tecnología digital personalizada.

Ambas cosas hicieron pensar a dicha generación que está bien o que es suficiente quedar con otras personas a través de internet. Y esto no es algo negativo, pero ciertamente no es suficiente.

Esta es una generación cuyos últimos años de escuela superior los vivieron durante la pandemia de la covid-19. Sus vidas fueron interrumpidas y no experimentaron importantes hitos relacionados con su edad o los experimentaron online.

Cuando los veo en el salón de clase, me doy cuenta que tienen hábitos que no necesariamente los ayudan de la mejor manera.

Uno de esos hábitos es, por ejemplo, que cuando necesitan ayuda o compañía van a internet a buscar una respuesta, no a la persona que está a su lado en el salón de clase, sus compañeros de cuarto, sus amigos o sus padres, sino a donde un extraño online.

Hay quien podría sentirse más seguro interactuando a través de la tecnología. En las redes sociales tienes un amplio control. Las fotos que envías las puedes tomar cuantas veces quieras, si te sientes incómodo puedes desaparecer al instante...

Así es, se trata de un asunto de control. Cuando estás en un ambiente mediado por una red social, conoces las reglas y las maneras de entrar y salir. Si algo se vuelve incómodo o raro, sabes que puedes encontrar una manera de salir de ahí sin mucho problema.

En las interacciones en persona, si intentas comportarte de la misma forma, alguien podría pensar que eres demasiado rudo y te juzgaría.

Además del control, tenemos miedo al juicio. Las interacciones sociales en persona están sujetas a reglas diferentes a las que tenemos en redes sociales y eso puede hacer que tengamos miedo.

Otros países, como Italia y la región Nórdica, también presentan un problema de soledad.

¿Cómo las redes sociales e internet podrían ayudarnos a interactuar en persona? Mucho más allá del hecho de que nos pueden ofrecer recomendaciones de cosas que hacer o lugares para ir. Una gran cantidad de gente dice sentirse abrumada por las redes sociales, me preguntaba si ese sentimiento les podría empujar a querer compartir en persona.

En mi libro yo me aseguro de no tratar las tecnologías digitales como una fuerza maligna, porque no lo son. Creo que han hecho muchas cosas por nosotros o al menos tienen el potencial de hacer muchas cosas por nosotros.

Hace 10 años, cuando tenía 30 años igual que tú, comencé mi primer trabajo como profesora y me mudé a Dakota del Norte, un estado muy rural. Nunca antes había estado allí y mis contactos estaban limitados a mi vida laboral.
Portada del libro Hanging Out: the radical power of killing time

FUENTE DE LA IMAGEN,SHEILA LIMING

Pie de foto,

Portada del libro Hanging Out: the radical power of killing time (Penguin Random House, 2023).


Fue entonces cuando comencé a involucrarme con las redes sociales, porque pasaba mucho tiempo sola. Descubrí a colegas que trabajaban temas muy parecidos a los míos, incluso de otros departamentos a los que no pertenecía.

Las redes sociales son buenas para deshelar las aguas en la oficina. Cuando llegaba al espacio de trabajo, me era sumamente beneficioso, porque podía hablar sobre lo que veía online con las personas que lo estaban llevando a cabo. Fue muy útil.

Eso no quiere decir que puedas darte el lujo de darle la espalda a la comunidad física del lugar en el que vives.

¿Qué ha leído en sus estudios sobre el problema de la soledad en otros países? ¿Es un asunto de las sociedades occidentales?
Mi perspectiva está más o menos limitada a EE.UU., simplemente porque es el lugar que mejor conozco.

Pero cuando viajo, sí he visto lo que ocurre en otros países y he tenido la perspectiva de otras culturas. También cuando hago entrevistas con los medios y hablo con periodistas que no son de EE.UU.

Reporteros de Alemania, Noruega e Italia me han dicho que es un asunto que también afecta a sus países. Por eso creo que es algo relacionado a la estructura cultural de EE.UU. y al mundo occidental.

Por ejemplo, una vez un periodista me mencionó que en Noruega un 50% de los hogares están compuestos de una sola persona, así que están tratando de abordarlo desde el gobierno.

Puede ser que algo que es la norma en EE.UU. se impone en otros países como lo deseable: el aislamiento como una especie de meta final.

En Puerto Rico tengo familia extendida cuya tendencia es vivir siempre cerca. Tengo primos que son vecinos entre sí, y vecinos de sus padres. Es algo normal en las áreas rurales de la isla. Esto les reduce su habilidad de quedar con amigos, sobre todo por nuestra tendencia a priorizar los lazos familiares sobre las amistades. ¿Deconstruir nuestra idea de la familia nos ayudaría a tener una mejor vida social?

Las familias pueden ser aislantes, tanto para bien como para mal. Nos pueden aislar del resto del mundo y proporcionar estructuras de apoyo, protección. Cuando funcionan de esa manera, se les considera algo bueno.

Pero también son aislantes en la forma en que pueden crear una especie de recinto del que es difícil salir. Como en las situaciones que decías, que estás rodeado de tantos familiares que se vuelve menos imperativo hacer amigos o conocer a otras personas.

Luego también entra en juego, al menos aquí en EE.UU., la expectativa de que siempre tienes que hacer sentir orgullosa a tu familia. Aunque para eso, la tendencia es que se necesita salir de la estructura familiar, cuando te mueves y descubres tu propio camino.

Es irónico, porque para enorgullecer a tu familia en realidad tienes que alejarte más de ellos, dejar la estructura.

Soy académica, en este país la tendencia es que esta profesión se muda constantemente. Y algo que escuchas de la gente cuando te mudas es el problema que enfrentan por mudarse tan lejos de su familia.

Al seguir esta profesión, con la intención de hacer sentir orgullosa a su familia y convertirse en personas exitosas, terminan en una situación que les hace complicado interactuar con su familia.

Ese es el final desafortunado de las expectativas que tenemos.

Cuando visito Puerto Rico, aunque es cerca de Miami, en donde vivo, voy con muy poco tiempo. Y me siento muy mal si no comparto con mi madre, aunque debo aceptar que con amigos a veces la paso mejor. De hecho, es muy complicado para mí aceptar un pensamiento como ese...

Las familias pueden ser redes de apoyo, pero también recintos clausurados que impiden la interacción, dice la escritora.

De una forma distinta, pero esa también es mi experiencia. Vivo en Vermont, la costa opuesta a Seattle, allá está mi familia, es donde crecí. Voy dos veces al año. Pero cuando voy, lo que siento que debo hacer es compartir con mi familia porque no los puedo ver constantemente, lo que supone que dejo de priorizar a todas las amistades que fueron muy importantes para mí desde que soy una niña.

Ha sido así a tal punto que no he logrado mantener muchas de esas amistades, no he logrado hacer que se queden en mi vida.

¿Cuánto tiempo debe invertir la gente en quedar con otras personas?
No voy a ponerle un número. No haré reglas sobre cómo salir con el propósito de que alguien mida si es bueno o no haciéndolo.

No es algo en lo que eres bueno o malo, es algo que haces o no. Haces tiempo para que suceda o no lo priorizas.

Pero sí creo que es algo que debe pasar regularmente en la vida de las personas. Hay quien debe hacerlo todos los días, otras personas una o dos veces a la semana. Quizás lo que sea mejor de acuerdo a tus horarios, porque debemos ser realistas con esto también.

Si pasa regularmente, no se siente extraño cuando lo haces. Así no lo enfrentas con estas enormes expectativas sobre cómo debe suceder y cuán perfecto debe ser. Esa es la única manera en la que se sentirá como algo habitual, lo convertirá en una actividad más fácil de lograr.

martes, 5 de septiembre de 2023

“Puedes leer todo lo que quieras, pero si no entiendes las ecuaciones, no entenderás a Einstein”: Sean Carroll, físico y cosmólogo


Sean Carroll, físico autor del libro Las ideas fundamentales del universo.

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Sean Carroll, físico autor del libro "Las ideas fundamentales del universo".


Un gato que está vivo y muerto al mismo tiempo. Una persona para quien el tiempo transcurre más rápido que para otra. Un tipo de materia invisible que sirve como pegamento de galaxias.

Si te gusta la física y la astronomía, seguro te has topado con algunas de estas fascinantes metáforas con la que los expertos intentan explicar varios de los enigmas de la ciencia.

Para el astrofísico Sean Carroll, sin embargo, muchas de ellas son “burdas traducciones” de lo que realmente ocurre en el universo.

Carroll es autor del libro "Las ideas fundamentales del universo", donde sostiene que si alguien quiere de verdad comprender la esencia de las mejores explicaciones que hasta ahora tenemos de la naturaleza, necesita entender las ecuaciones con las que se explican esas teorías.

Y en su obra, explica las matemáticas que le dan fundamento a ideas como el tiempo, el espacio, la gravedad o los agujeros negros.

Su apuesta es que si un aficionado dedica cierto tiempo a entender las ecuaciones que formularon mentes brillantes como Newton, Einstein o Schrödinger, entrará a un mundo de comprensión mucho más deslumbrante que cualquier metáfora popular.

Sobre esas ecuaciones hablamos con Carroll, profesor de filosofía natural en la Universidad Johns Hopkins y académico del Instituto Santa Fe, especialista en temas como mecánica cuántica, cosmología, energía oscura y materia oscura y el origen del universo.

Ecuación de la teoría de la relatividad especial de Einstein 

Ecuación de la teoría de la relatividad especial de Einstein

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La fórmula que describe la teoría de la relatividad especial de Einstein es quizás la ecuación más famosa de la historia.

lQuienes escribimos sobre física para una audiencia no especializada, usamos una gran cantidad de metáforas y analogías para explicar fenómenos complejos, pero tú dices que muchos de esos recursos son solo “traducciones vagas de las ecuaciones”. ¿Crees que en vez de aclarar estamos confundiendo a la gente?

Yo he escrito libros sin ecuaciones, en los que uso metáforas todo el tiempo, y analogías y anécdotas, y me parece que está bien.

Lo que ocurre con las metáforas y las analogías es que es una forma de decir: “Está este asunto que quizás no entiendes, yo lo voy a comparar con algo que sí entiendes”.

Sin embargo, para la persona no siempre queda claro qué parte de la metáfora es relevante.

Si por ejemplo yo digo “el espacio se expande”, la persona puede preguntarse, “¿cómo así, la galaxia se expande, soy yo quién se expande? Entonces te toca responder “no, no, no me refiero a eso”.

Es complejo.
En física hay muchos asuntos intrigantes, pero hay otros que parecen intrigantes simplemente porque no sabemos explicarlos bien.

¿Hay alguna analogía que te moleste particularmente, una que creas que deba dejar de usarse?

Hay una que no es tanto una analogía sino una afirmación que es poco precisa, así que trato de rebatirla.

Me refiero a esa idea de que tu reloj correría más lentamente si te acercas a la velocidad de la luz.

Me gusta dejar claro que hay dos cosas que son ciertas de manera simultánea.

Una es que si sales disparado a la velocidad de la luz y regresas, habrás experimentado menos tiempo que yo, pero a lo largo del camino tu reloj seguirá avanzando igual, un tic por segundo. Seguirá todo completamente normal.

Ese tipo de cosas complejas son las que debes procesar en tu mente, y creo que las ecuaciones ayudan a entenderlas mejor.

La velocidad de la luz implica varios fenómenos que pueden resultar contraintuitivos.

Por eso afirmas que alguien puede leer todas las palabras que quiera, pero mientras no entienda las ecuaciones no entenderá las teorías de Einstein…

Me refiero a que desde Isaac Newton hemos tenido teorías físicas que han sido muy rigurosas y exactas.

Antes de eso solo conocíamos tendencias, pero no era algo cuantitativo, así que no podíamos hacer predicciones. Por esa misma razón no podíamos llevar cohetes a la Luna.

Con la física moderna podemos hacer predicciones cuantitativas, pero al mismo tiempo la física moderna nos pone frente a situaciones que no son evidentes en la vida cotidiana.

La mecánica cuántica, el Big Bang, moverse casi a la velocidad de la luz: estos son fenómenos que están por fuera de nuestra experiencia diaria.

Por eso, los científicos han aprendido a hablar de ellos en términos matemáticos.

Las palabras y los ejemplos de la vida cotidiana no son suficientes para explicar los fenómenos de manera exacta, son cosas fundamentalmente diferentes.

Cualquier físico en cualquier parte del mundo que trate de explicar algo, en algún momento dirá “¡es que es muy claro, solo mira las ecuaciones!”.

Si no miras las ecuaciones no te queda más opción que confiar en que te están diciendo la verdad, y lo cierto es que a ningún científico le gusta decir “confía en lo que te digo”.

Y algo está mal si estás explicando la ciencia y te ves obligado a usar esa frase.

Entonces, por ejemplo, hablar de la relatividad general nos da una idea de lo que es, pero la ecuación nos dice lo que realmente es, de manera precisa.

Por eso digo que podemos leer todo lo que queramos, pero hasta que no entendamos esta ecuación, no entenderemos de verdad la teoría de Einstein.

Otra analogía deslumbrante es la famosa paradoja del gato de Schrödinger, que está vivo y muerto al mismo tiempo, y que se utiliza para explicar la superposición de estados, uno de los principios de la mecánica cuántica.¿Cómo convences a alguien de que una ecuación es más fascinante que esa historia del gato?

Esta es una gran pregunta, pero tiene una buena respuesta.

Cuando cuentas la historia del gato de Schrödinger la gente se asombra de que está vivo y muerto al mismo tiempo, pero realmente no están entendiendo lo que dices.

No logran entender cómo se llegó a esa increíble conclusión contraintuitiva, a menos que conozcan la ecuación.

Schrödinger, a propósito, era escéptico de lo que entonces se sabía de la mecánica cuántica.

De hecho, el punto que quería dejar claro con el experimento mental del gato era que no era posible que alguien creyera algo tan absurdo como que un gato estuviera vivo y muerto al mismo tiempo.

La ecuación de Schrödinger es la ecuación más fundamental conocida por la física.

Originalmente se propuso en el contexto de un modelo simple sin relatividad, pero existe una versión para cualquier teoría cuántica específica, incluido el Modelo estándar de física de partículas.

Actualmente es nuestra mejor apuesta sobre cómo funciona la naturaleza a un nivel profundo.

El "gato de Schrödinger" es un ejercicio mental para explicar el extraño comportamiento de las partículas a nivel cuántico.

¿Entonces son las ecuaciones el mejor lenguaje para describir al universo?

Parece que sí y creo que no debería sorprendernos.

El mundo tiene patrones. Por ejemplo, cada vez que agarres una taza de café y la sueltes caerá hacia abajo, no hacia arriba.

Si no tuviéramos esos patrones el mundo sería completamente impredecible, ni siquiera creo que estuviéramos aquí conversando.

Por eso son tan útiles las matemáticas, son el lenguaje que usamos para hablar de esos patrones.

¿Cuál es tu posición respecto al clásico dilema de si las matemáticas las inventamos o es algo que ya está en la naturaleza y simplemente lo que hacemos es descubrirlas y expresarlas en ecuaciones?

Creo que me ubico a mitad de camino entre ambas posiciones. No creo que las hayamos inventando, creo que hay que patrones que descubrimos.

Lo que creamos es el lenguaje matemático para hablar de esos patrones.

Creo que el mundo simplemente existe, no le interesan las matemáticas, la naturaleza, el universo, como quieras llamarlo. Solo está ahí haciendo lo suyo.

En tu libro haces una diferenciación entre “ideas de las cuales tenemos verdaderas razones para creer que son ciertas” y “especulaciones prometedoras”. ¿Puedes mencionar algunos ejemplos?

Con lo primero me refiero a ideas establecidas, que seguirán siendo útiles dentro de mil años. Son ideas que no se irán.

Me refiero a la relatividad general, a la teoría del espacio curvo de Einstein, a los agujeros negros.

Con lo segundo, me refiero a que, por ejemplo, un físico moderno seguro va a especular acerca de qué ocurre cuando un agujero negro se evapora. Stephen Hawking, por nombrar uno, sostuvo que los agujeros negros emiten radiación y se evaporan.

No sabemos exactamente cómo ocurre ese proceso, así que cualquier cosa que hablemos sobre eso es divertido y emocionante. Yo vivo de eso, pero la verdad es que no sabemos cuál es la respuesta correcta.

No hay nada malo en especular, así es como funcionan las investigaciones de punta, pero no hay que olvidar que hay cosas que sí sabemos.

La teoría mostró que era posible la existencia de agujeros negros mucho antes de que fueran observados.

La ecuación más famosa de Einstein es E = mc², pero vi un video en el que dices que para los físicos, la ecuación Rμν - 1/2 gμν R = 8πG/c^4 Tμν, que describe la geometría del espacio-tiempo según la relatividad general, es en realidad más importante. ¿Podrías explicar por qué la consideras más importante?

¡Ambas ecuaciones son ciertamente importantes! E=mc^2, tan crucial como es, es una consecuencia lógica del conjunto de ideas conocido como "relatividad especial".

Es algo que se deriva como parte de un panorama más amplio (y al que contribuyeron muchas personas además de Einstein).

La ecuación de Einstein, por otro lado, es fundamental para definir lo que entendemos por "relatividad general".

Y la relatividad general es simplemente un logro intelectual más impresionante, y se debe casi por completo al propio Einstein.

Es un poco más difícil de entender para los no expertos, pero juega un papel crucial en la forma en que pensamos sobre el espacio, el tiempo y la gravedad.

Hablando de Einstein y ecuaciones, ¿qué tan cierto es el mito de que Einstein no era buen matemático?

Creo que la manera correcta de decirlo es que él no era un matemático.

No es que no fuera bueno, sino que su forma de pensar, las cosas que le interesaban tenían que ver con la física, no con las matemáticas.

Son dos cosas distintas.
En las matemáticas lo que buscas es probar teoremas que provienen de axiomas.

Prácticamente no importa qué axioma elijas, simplemente intentas probar qué sigue a partir de ellos.

En física, en cambio, te enfocas en la parte de las matemáticas que te dicen algo acerca del mundo real. Einstein nunca se interesó en las matemáticas por las matemáticas.

No me lo puedo imaginar sentando resolviendo acertijos matemáticos por diversión. Lo que sí le divertía era hacer experimentos mentales acerca del universo.

Cuando Einstein necesitaba las matemáticas para su trabajo en física, las aprendía muy rápido.

Sostienes la idea de que “las ecuaciones son más inteligentes que nosotros”. ¿Qué significa eso?

Ese es un fenómeno extraordinario y una muestra del progreso que ha tenido la física.

Volvamos a Einstein.
Digamos que estás tratando de comprender mejor la gravedad, y como inventaste la relatividad sabes que hay algo llamado espacio-tiempo, que de alguna manera está relacionado.

Entonces te esfuerzas por desarrollar una ecuación que relacione al espacio, al tiempo y a la gravedad. Esa es la que llamamos ecuación de Einstein.

Hoy sabemos que, de manera implícita, en esa ecuación hay conceptos como el Big Bang, las ondas gravitacionales, los agujeros negros. Todas esas cosas surgen como consecuencia de ella.

Pero Einstein no sabía nada de eso en 1915. Él solo inventó la ecuación, luego tuvo que trabajar fuertemente para entender qué es lo que le estaba diciendo.

Después de formularla, Einstein vivió 40 años más y nunca llegó a saber de los agujeros negros.

A veces nos toma tiempo entender el mensaje de las ecuaciones, y eso se debe, como decía anteriormente, a que la naturaleza obedece a patrones y cuando descifras esos patrones no siempre descifras todas sus implicaciones.

Albert Einstein

Albert Einstein

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Albert Einstein no alcanzó a ver varios de los descubrimientos que predecían sus teorías. 

 Uno de los grandes retos de los físicos es lograr una Teoría del Todo, una ecuación que explique cómo funciona todo el universo de forma unificada. ¿Crees que eso sea posible?

Creo que debe haber una teoría que explique todo, porque hay un universo, y ese universo está ahí haciendo algo.

Lo que no sabemos es qué tan simple será esa teoría. Podría ser un mosaico de diferentes reglas que corresponden a diferentes situaciones.

O puede que sea solo un principio general que explique absolutamente todo al mismo tiempo.

Por ahora no podemos decidir cómo será esa teoría, eso le corresponde a la naturaleza.

Pero sí, creo que hay una descripción correcta, o tal vez muchas descripciones correctas de cómo funciona la naturaleza.

Hablemos del tema de moda: la inteligencia artificial. ¿Qué tanto nos puede ayudar la IA a lograr esa gran teoría unificadora?

No lo sé, pero sí creo que la IA tendrá un gran impacto en este área.

Con los mecanismo que tenemos ahora es difícil entrenar a una IA para que sea realmente creativa.

Actualmente las IA son buenas para tomar cosas que los humanos han dicho o hecho y hacer un remix con ellas.

Con el tiempo podrán hacerse mejores. Hay gente que ya ha empezado a darle datos a la IA y a pedirle que encuentre los patrones escondidos en medio de esa data.

Comienzan a preguntarse qué ley de la física sería capaz de generar ese tipo de datos.

Pero estamos en una etapa inicial, y aunque parezca que la IA puede hacer trucos impresionantes, cuando hablamos de grandes preguntas como el Big Bang, lo realmente difícil son los conceptos, no es cuestión simplemente de ajustar un conjunto de datos.

En asuntos como estos tienes que pensar en lo que tienes en mente, y aún no tenemos manera de convertir esas ideas en un algoritmo.

Eso sí, no se qué ocurrirá en 100 años… 

 Lograr una Teoría del todo es uno de los grandes desafíos de la física moderna.

Para muchos, el miedo a las ecuaciones surge desde la escuela. ¿Qué crees que se podría hacer para evitar que muchos niños crezcan odiando las matemáticas?

A muchas personas simplemente nunca se les irá ese miedo.

Sin embargo, de alguna manera, no se muy bien cómo, tenemos que permitirle a los alumnos que piensen en las matemáticas como algo divertido, como un juego de acertijos que hay que resolver.

Por ejemplo, ¿cuál es una actividad popular entre los jóvenes de hoy? Los videojuegos.

Las matemáticas son como un juego, pero las hemos convertido en algo demasiado serio, demasiado rígido, con una gran cantidad de memorización, haciendo procedimientos que no entendemos muy bien.

Eso las vuelve intimidantes, por eso es normal que haya gente que se aleje de ellas.

Creo que las matemáticas deberían ser divertidas, todas las ciencias deberían serlo.

Las matemáticas se tratan de intentar y fallar, de hacer hipótesis, equivocarse y aprender, pero las enseñamos de una forma en la que están llena de verdades establecidas que debes memorizar.

Creo que una forma de pensar orientada en el proceso sería muy valiosa para la educación. 

lunes, 4 de septiembre de 2023

El árbol de baobab



Adansonia grandidieri
Existe un árbol gigantesco en África cuyo tronco es tan voluminoso que no lo puede abarcar una sola persona con los brazos abiertos. Produce un fruto que parece un melón pequeño. Llega a crecer hasta los 25 metros de altura y la circunferencia de su tronco puede superar los 10 metros y alcanzar los 28 metros cuadrados. Pues bien, hay un proverbio en Ghana que tiene que ver con este árbol y que me parece muy certero y muy hermoso: “La sabiduría es como el árbol de baobab, nadie puede abarcarlo individualmente”.

Creer que cada uno, de forma aislada, puede llegar a poseer todo el conocimiento existente sobre cualquier tema es tan ridículo como imposible. Y más sobre todos los temas. Por eso, cada vez más claramente, se hace indispensable la interdisciplinariedad. En mi Facultad de Educación se está haciendo un hermoso proyecto en el que están participando cuatro equipos profesionales. Se trata de dos aulas blancas, que servirán para la investigación educativa. Hay un equipo de arquitectura, otro de biología, un tercero de informática y el cuarto de pedagogía. Es este último el que planteará las ideas, los otros tres tratarán de llevarlas a la práctica en sus respectivas parcelas.

Se trata de dos aulas contiguas completamente vacías, blancas, con jardines colgantes, con cámaras ocultas para grabar, con puertas móviles que pueden convertirse en casitas… Funcionará como un laboratorio de relaciones didácticas y sociales.

Sobre esta cuestión de la verdad compartida, me gusta contar una leyenda persa que dice que al comienzo de los tiempos, los dioses repartieron la verdad dando a cada persona un trocito, de manera que, para reconstruirla, hace falta poner el trozo de cada uno. No hay trozo despreciable, no hay trozo insignificante, el de todos y el de cada uno es necesario. Verdad y comunicación serían las dos caras de la misma moneda.

Todo lo aprendemos entre todos. La formación de equipo es, a mi modo de ver, fundamental para enseñar y para aprender. También para investigar. Se aprende mejor con el trabajo cooperativo. También se enseña mejor. Y solo así se puede investigar.

Interrogarse mutuamente, cuestionarse, dialogar, explicar, criticar, observar, intercambiar, compartir, contrastar, preguntar, escuchar, debatir… son verbos que necesitamos conjugar en la práctica del aprendizaje, de la enseñanza y de la investigación. Lo cual significa tener capacidad de escucha cuando otro habla y capacidad de expresión cuando nosotros lo hacemos. Y, en ambos casos, la humildad necesaria que exige tanto la enseñanza como el aprendizaje.

Esta necesidad que planteo de la cooperación para el aprendizaje se hace también patente en la dimensión afectiva. Necesitamos de los otros para ser nosotros mismos. No hay yo si no existe un tú. En el aprendizaje cooperativo no somos robots que interactúan, somos seres sintientes que se comunican. Por eso es fundamental cultivar la empatía. En el año 2006, el presidente Barak Obama ofreció un discurso en el acto de graduación de la Universidad de Northwestern. Y en él afirmó: “ En este país se habla mucho del déficit federal, pero yo creo que deberíamos hablar más del déficit de empatía, de la habilidad de ponernos a nosotros mismos en los zapatos del otro”. De eso habla el estupendo libro de Andrea Giráldez Hayes y Emma-Sue Prince titulado “Habilidades para la vida, Aprender a ser y aprender a convivir en la escuela” que tuve el honor de prologar.

Lo hemos visto muchas veces en concursos o juegos televisivos que consisten en acertar alguna pregunta entre tres o cuatro opciones. Suele haber varios comodines, uno de hacer una llamada, otro de eliminar el 50% de las repuestas y uno es el del publico. Todos los asistentes dan una respuesta y se le ofrece al concursante el porcentaje de respuestas en cada opción. No he visto nunca que el público diese una respuesta incorrecta.

Se confirma esta hipótesis en otra experiencia. Se pregunta cuántos kilos pesa una vaca que los espectadores tienen delante. El peso más aproximado sale de la media de las apreciaciones de todos los participantes.

Voy a compartir con los lectores una actividad que muestra las ventajas del trabajo cooperativo. La tomo de mi libro “Ideas en acción”. Un libro que nace en la cafetería de mi Facultad cuando, poco antes de jubilarme, una profesora y amiga me dice:

– Antes de irte (no supe si era de este mundo o de la Facultad), ¿por qué no recopilas esas prácticas que haces en tus clases y conferencias para que otros podamos realizarlas en las nuestras?”.

La sugerencia no cayó en saco roto. Escribí ese libro, que editó Homo Sapiens (Rosario. Argentina) Un libro que es más para hacer que para leer. En él presenté setenta ejercicios para la enseñanza y el desarrollo emocional. Ejercicios que están agrupados en los siguientes bloques: lenguaje, enseñanza y aprendizaje, evaluación, diversidad, observación, organización, dirección, creatividad, género, comunicación, diálogo, solución de conflictos, y educación emocional. Ahora estoy pensando en otro tomo que se titularía “Más ideas en acción“ porque son muchas más las que he puesto alguna vez en práctica.

Digo en la introducción del libro: “Lo que uno hace se recuerda con mayor eficacia que lo que uno ve que otros hacen. Lo que uno ve que otros hacen, a su vez, se recuerda mejor que lo que se escucha a otros contar sobre lo que otros han hecho. Los que solo oyen, recuerdan con menor eficacia. Por eso estos ejercicios son para hacer, para ensayar, para experimentar, para vivir. Y, por qué no, para divertirse”.

En la actividad participan cinco personas que se sientan en torno a una mesa. Les entrego a cada uno, al azar, tres piezas de un puzle. La tarea consiste en que cada uno construya con tres piezas (no necesariamente con las tres que les he dado) un cuadrado de igual tamaño .

La consigna podría ser la siguiente: “Se trata de ver quién lo hace primero. Y ese recibirá el premio que corresponde al ganador”. Lo que prima en la sociedad neoliberal es el individualismo exacerbado (cada uno a lo suyo para ganar a los demás) y la competitividad extrema. También la obsesión por el resultado y, por supuesto, el relativismo moral. Si quieres conseguir algo, vale todo. La consigna de construir un cuadrado con tres piezas llevaría a competir, a engañar, a utilizar la fuerza para hacerse con las tres piezas y terminar el primero para recibir la recompensa.

Y ahí está la clave. Porque lo que realmente deben hacer es una actividad que tiene un fin compartido y un trabajo cooperativo. La consigna es la siguiente. “Tenéis que formar cinco cuadrados iguales, cada uno con tres piezas. Los cinco cuadrados iguales tienen que formarse siguiendo estas dos consignas: en silencio y entregando a cualquiera de los cuatro compañeros la pieza que él necesite para hacer un cuadrado. Lo que se propone, pues, es lo siguiente: qué necesitan mis compañeros para que todos salgamos ganando.

El ejercicio está bien concebido porque hay alguna formación de un cuadrado de tres piezas igual que los demás que es falsa, de modo que, si no se deshace, el ejercicio no se puede terminar de forma exitosa. Es decir que existe un éxito individual que bloquea el éxito colectivo.

Imaginamos que cuatro tienen ya construido su cuadrado y que el quinto miembro del grupo se queda con tres piezas que no sabe ensamblar para que formen un cuadrado. La tentación del resto es hacerlo por ella, en lugar de confiar en su capacidad y esperar a que busque la solución. Una solución que, por cierto, siempre acaba encontrando.

Esa actitud de qué es lo que necesitan los otros para que todos salgamos ganando, para que podamos conseguir fines compartidos y para trabajar armoniosa y eficazmente es un modo de proceder alejado de las consignas de la cultura neoliberal.

Cuento a propósito de esta actitud solidaria una simpática anécdota. Los monjes trapenses de un abadía tenían una norma por la cual si algún hermano necesitaba algo no lo podía pedir para él mismo, tenía que verlo el compañero y pedirlo para él. En cierta ocasión los monjes se sentaron para tomar el desayuno. Tenían servido el café. Uno de ellos ve con asombro y con asco que tiene ahogado un ratón en su taza. Como los dos compañeros no lo pueden ver y él no puede pedir que le cambien el tazón, piensa que se va a quedar sin desayunar. Pero, como el hambre aguza el ingenio, se le ocurre una forma de tomar su café sin faltar a la regla. Llama al que sirve en el comedor y le dice:

– Por favor, hermano, a estos dos compañeros (señala a un lado y a otro), no les han servido ratón esta mañana.