
Su ediciones se agotan y sus traducciones adquieren vida en lenguas cada vez más lejanas. Su existencia honra a toda la humanidad y hunde en la ruindad a sus injustos y crueles enemigos. Sus poemas se extienden como un inmenso océano para consuelo y admiración de los cada día más numerosos hombres y mujeres que lo conocen. A sus poemas le ponen música y lo cantan más cantores, en las escuelas de España y del mundo se conoce su poesía y los niños y niñas lo leen y lo glosan con deleite... nadie lo hubiera dicho... parece un milagro, es un portento.
Miguel Hernández, el poeta necesario, como le llamó su compañero de prisión Antonio Buero Vallejo, tiene desde este mediodía una exposición antológica que le recuerda en su centenario. Está en la Biblioteca Nacional y cubre todas las épocas del poeta de Vientos del pueblo. La de su infancia en Orihuela, la de la esperanza republicana, la de la oscuridad de la guerra y la del dolor oscuro de la posguerra, que terminó para él con su muerte en la prisión de Alicante, en 1942...
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La organización de esta muestra, titulada La sombra vencida, por unos versos de Hernández, ha sido organizada por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, con la colaboración de la Biblioteca Nacional de España. Gran parte del legado proviene de la aportación de la familia de Miguel Hernández. La exposición incluye un relato iconográfico, necesariamente parcial, de la censura tremenda que cayó sobre la obra y la memoria de Miguel Hernández en tiempos del franquismo. Hasta 1976 esa censura no se levantó y fue en fecha muy reciente cuando el Gobierno de España revisó para anularlas las sucesivas condenas que se echaron sobre Miguel Hernández. La más grave, la pena capital, le fue conmutada. Pero la muerte fue inexorable. En medio de la indiferencia de la dictadura, Hernández murió enfermo en el penal en el que lo habían recluido.
(retrato a lápiz que le hizo en la cárcel Buero Vallejo).
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