lunes, 4 de octubre de 2010

La Biblioteca Nacional honra a Miguel Hernández en el centenario de su nacimiento, 30-09-1910

Hay artistas; escultores, pintores, arquitectos, músicos, creadores de todo tipo, ya sean novelistas, dramaturgos o poetas famosos en su época que con el tiempo caen en el olvido. Valga como ejemplo José Echegaray, Premio Nobel de literatura español y del que nadie se acuerda. En cambio, otros, de los que incluso se han encargado gobiernos de hacerlos olvidar, van creciendo con el tiempo. Es el caso del poeta de origen humilde, cabrero, casi sin educación académica, Miguel Hernández, que se han convertido en un icono popular universal en el que se ven reflejados y con el que se sienten identificados desde un aldeano africano a un campesino chino, cubano o mongol. 

Su ediciones se agotan y sus traducciones adquieren vida en lenguas cada vez más lejanas. Su existencia honra a toda la humanidad y hunde en la ruindad a sus injustos y crueles enemigos. Sus poemas se extienden como un inmenso océano para consuelo y admiración de los cada día más numerosos hombres y mujeres que lo conocen. A sus poemas le ponen música y lo cantan más cantores, en las escuelas de España y del mundo se conoce su poesía y los niños y niñas lo leen y lo glosan con deleite... nadie lo hubiera dicho... parece un milagro, es un portento.
 
Miguel Hernández, el poeta necesario, como le llamó su compañero de prisión Antonio Buero Vallejo, tiene desde este mediodía una exposición antológica que le recuerda en su centenario. Está en la Biblioteca Nacional y cubre todas las épocas del poeta de Vientos del pueblo. La de su infancia en Orihuela, la de la esperanza republicana, la de la oscuridad de la guerra y la del dolor oscuro de la posguerra, que terminó para él con su muerte en la prisión de Alicante, en 1942... 

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La exposición es un recorrido sistemático, organizado por el profesor José Carlos Rovira, que ha juntado materiales propios de Miguel Hernández (manuscritos, algunos de ellos inéditos, dibujos, crónicas periodísticas, e incluso su voz, registrada por Alejo Carpentier en París en 1937), y también elementos iconográficos de las distintas épocas de Miguel Hernández, incluyendo cuadros o fotografías de personajes que fueron cruciales para él, sobre todo desde que viajó a Madrid. En Madrid Miguel Hernández trabó contacto con Pablo Neruda, con Vicente Aleixandre, con García Lorca (aunque este le trató con distancia); la guerra, y el compromiso del poeta con la causa republicana forman parte de las piezas más emotivas de esta exposición.

La organización de esta muestra, titulada La sombra vencida, por unos versos de Hernández, ha sido organizada por la Sociedad Estatal de Conmemoraciones Culturales, con la colaboración de la Biblioteca Nacional de España. Gran parte del legado proviene de la aportación de la familia de Miguel Hernández. La exposición incluye un relato iconográfico, necesariamente parcial, de la censura tremenda que cayó sobre la obra y la memoria de Miguel Hernández en tiempos del franquismo. Hasta 1976 esa censura no se levantó y fue en fecha muy reciente cuando el Gobierno de España revisó para anularlas las sucesivas condenas que se echaron sobre Miguel Hernández. La más grave, la pena capital, le fue conmutada. Pero la muerte fue inexorable. En medio de la indiferencia de la dictadura, Hernández murió enfermo en el penal en el que lo habían recluido. 


(retrato a lápiz que le hizo en la cárcel Buero Vallejo).

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