La concesión del Premio Nobel de Literatura 2010 sorprendió a Mario Vargas Llosa en Manhattan, donde se encuentra este trimestre porque está enseñando un curso de literatura en la universidad de Princeton. La noticia le sorprendió mientras leía. Llevaba ya un tiempo despierto cuando su mujer, Patricia, irrumpió en el estudio con el telèfono en la mano. Por deseo expreso del escritor, quiso que la primera rueda de prensa se celebrara en el Instituto Cervantes, que se encuentra a unas manzanas de su residencia neoyorquina. Más de doscientos periodistas de todo el mundo aguardaban la llegada del escritor. Tras un encuentro emocionado con un público en el que se integraban numerosas personalidades del mundo político y diplomático, accedió a mantener su primera entrevista exclusiva con EL PAÍS.
Pregunta. ¿Cuál fue su primer pensamiento cuando recibió la noticia.
Respuesta. No me lo esperaba. Pensé que era no era verdad. Creí que era una broma. Hacía mucho tiempo que mi nombre no sonaba entre los finalistas. Me acordé de Alberto Moravia, a quien le llamaron para decírselo y se lo creyó y era una broma. Pero el Secretario de la Academia Sueca me dijo que en 15 minutos lo harían público, y cuando lo vi oficialmente me lo creí.
P. ¿Qué escritores le vienen a la cabeza en un momento así?
R. Borges, porque a él nunca se lo dieron, y era quien más lo merecía de los esquivados por la Academia Sueca. Y luego me sentí acompañado de todos los grandes maestros que me han hecho gozar como lector. En estos momentos siento que me acompañan lo que me han guiado, mis escritores de cabecera Los que me han enseñado lo que sé: Tolstoy, Dostoievski, Gòngora, Borges. Martorell, Cervantes, Flaubert, Thomas Mann. Y de manera un poco especial, me vienen los nombres de Faulkner y Sartre. Aunque después me distancié mucho de él, las ideas de Sartre sobre la literatura y el compromiso político fueron para muy importantes cuando comencé a escribir: la idea de que la literatura influía en la historia, la idea de que escribir es una manera de comprometerse, sobre todo por la situación de América Latina en aquel tiempo.
P. Su carrera es muy extensa e incluye títulos fundamentales, pero aún, ¿podría decir con qué libro disfrutó más y con cuál lo pasó peor escribiéndolo?
R. El que más me divirtió escribir fue Pantaleón y las Visitadoras, que es donde por primera vez utilicé el humor en la literatura. Yo desconfiaba del humor por culpa de Sartre. No hay una sonrisa en toda su obra. Yo creo que a mí me había inyectado la idea equivocada de que era incompatible con la literatura. Y el que más trabajo me ha dado es el que está a punto de salir, El sueño del Celta, porque es un libro en el que me he metido en territorios totalmente desconocidos para mí, he tenido que estudiar y visitar países como el Congo o Irlanda. El protagonista es un irlandés vinculado a la lucha por la independencia de Irlanda, que vivió en la Amazonía y en el Congo. Otro libro que me resultó también muy difícil escribir fue La guerra del fin del mundo. No conocía Brasil, y tuve que descubrir aquel país gigantesco y su historia. Fue una aventura difícil pero al mismo tiempo enormemente excitante.
P. ¿Cuál es su método de trabajo?
R. Escribir mucho, corregir mucho, rehacer mucho. Trabajo de lunes a sábado en el libro que estoy escribiendo y los artículos los escribo el domingo. En realidad no dejo nunca de escribir, esté viajando o de vacaciones. Pero eso no tiene ningún mérito. Lo hago porque es lo que me gusta hacer, lo necesito. La verdadera tragedia para mí sería no escribir o no leer. Eso sería una catástrofe. Escribo con mucho placer aunque a veces me dé dolores de cabeza. Escribir no es fácil, es muy difícil pero la compensación es tal que el esfuerzo se justifica largamente. Pienso escribir hasta el día que me muera. Eso es algo que nada puede cambiar, ni siquiera el Nobel.
Leer más,aquí la entrevista realizada por Eduardo Lago.
Aquí Premios Nobel a escritores en español o castellano.
La noticia en el NYT y en Le Monde. Aquí en un video de NYT.
Naturalmente también hay quien además de alegrarse por el Nobel recuerda ahora sus discrepancias con él y sus recetas peculiares para la política. También aquí.
viernes, 8 de octubre de 2010
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