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domingo, 15 de septiembre de 2013

Cero en expresión oral. El tropezón olímpico reaviva el debate sobre las "dotes" de los españoles para exponer en público

La oratoria no es un don, es un arte que se aprende

El 7 de julio de 2005, el día después de que Londres fuera elegida sede de los Juegos Olímpicos de 2012, la prensa internacional solo hablaba de una cosa: la brillante presentación de la candidatura británica, que culminó con un emocionante discurso del atleta Sebastian Coe ovacionado por los miembros del Comité Olímpico Internacional (COI). El día que Coe ganó el oro, titulaba el diario The Guardian. “Poderoso”, “memorable”, “de tono perfecto, con la pasión de un deportista y la exactitud de un político”, escribían los cronistas. Algunos incluso aseguraban que fue ese discurso el que dio la victoria final a la capital inglesa sobre París, teniendo en cuenta que esta partía como favorita y que Londres había estado a punto de retirarse unos meses antes por su mala imagen. Madrid, en aquella ocasión, quedó eliminada en la tercera votación, tras Moscú y Nueva York.

Hace justo una semana, Madrid volvió a presentarse ante los miembros del COI con la esperanza de organizar los Juegos de 2020. Y, al día siguiente, la prensa y las redes sociales solo hablaban de una cosa: la deslucida presentación de la candidatura, especialmente la intervención en inglés de la alcaldesa Ana Botella. Los analistas han atribuido esta nueva derrota de Madrid a otros factores, como la economía y el dopaje, pero algunas preguntas han quedado en el aire. ¿Cuánto contribuyó la fallida presentación final a que Madrid no pasara ni siquiera a la segunda votación? ¿Tienen los españoles menos habilidades que otros países para hablar en público?

“No somos ni mejores ni peores. Pero tenemos un déficit estructural, originado por la escasa importancia que da nuestro sistema educativo a la oratoria o la dialéctica, que se refleja especialmente en nuestros líderes políticos e institucionales”, opina Antoni Gutierrez-Rubí, asesor de comunicación y consultor político. “Puede haber individuos con más habilidad o carisma que otros, pero nadie nace con dotes de oratoria. Eso hay que aprenderlo. Así como en Francia, Reino Unido, Alemania y EE UU, por ejemplo, los exámenes orales son fundamentales, la tradición educativa española nunca ha puesto el acento en las exposiciones habladas”, explica.

“Tampoco, hasta hace nada, se ha dado importancia al inglés”, prosigue Gutiérrez-Rubí. “En consecuencia, nuestros líderes, que en su mayoría rondan los 50 años, se han visto obligados a superar ese déficit a marchas forzadas, con esfuerzo y muchas horas de entrenamiento. Y el que no lo ha hecho, se le nota”, advierte. “No hay más que ver el nivel de los debates electorales”, apunta.

Gutiérrez-Rubí insiste en que los españoles no son más torpes que otros para hablar en público. “Al contrario, tenemos grandes cualidades. Nos gusta hablar, nuestra cultura nos hace muy sociables y empáticos. Pero la sociabilidad natural no te prepara para hacer una buena exposición o debatir una idea. No se puede confiar en tener un momento genial, hay que trabajárselo como se lo trabajan, por ejemplo, esos americanos que ofrecen auténticos espectáculos con cualquier pequeña presentación que tengan que hacer”.

El déficit educativo en expresión oral preocupa no solo en el entorno político. También en el ámbito universitario. “Los alumnos llegan con un nivel muy bajo porque no han hecho exámenes orales ni han practicado nunca. La mayoría no saben exponer sus ideas y algunos ni siquiera podrían superar una entrevista de trabajo”, asegura Adolfo Lucas, profesor de oratoria en varias universidades y autor del libro El poder de la palabra.

Lucas es además director de la Sociedad de Debate de la Universidad Abat Oliba CEU, que se puso en marcha en el curso 2008-2009 para ayudar a los alumnos a mejorar sus habilidades en expresión, argumentación y debate. “Cada vez hay más sociedades de este tipo en las universidades porque cada vez hay más conciencia del problema. Pero como no es obligatorio participar, solo se apuntan unos pocos interesados. Debería haber una asignatura obligatoria, o al menos obligar a todos los alumnos a hacer exposiciones orales a menudo”, comenta.

Solo hace nueve años que se creó el torneo de debate más antiguo que existe en el ámbito universitario español, el del CEU, que cada año congrega a los principales clubes de debate académicos del país. “Eso da idea de lo retrasados que vamos”, lamenta Lucas. Y advierte: “Es tan importante practicar para hablar en público como entrenarse en el debate. Porque puedes hacer una buena presentación si te la preparas bien, pero de una comparecencia con preguntas, como puede ser una rueda de prensa, no sales bien parado si no practicas el debate”.

Practicar, practicar y practicar. Es el único truco que ofrecen todos los asesores y expertos en comunicación oral. “El ser humano no está preparado naturalmente para hablar en público. Es un hecho atípico, traumático. Por eso surge el miedo. Pero si practicas y entrenas mucho, cuando llegue el momento de enfrentarte a un auditorio la mente estará preparada para reconocer esa situación. Recuerdas que ya lo has hecho antes y sabes que puedes hacerlo. Quizá nunca te acostumbres del todo y siempre quede algo de miedo, pero podrás afrontarlo sin bloquearte. Y con el tiempo incluso, como dicen los actores, empiezas a disfrutar del contacto con el público”, explica Antonella Broglia, organizadora de TEDxMadrid, una jornada de conferencias que se celebra en Madrid a imagen de la que se desarrolla desde hace años en California, con la participación de algunos de los oradores y emprendedores más importantes del mundo.

Clubes para aprender a hablar

En 1924 un grupo de personas fundó en California el primer club Toastmasters. Su objetivo era que sus miembros se reunieran con cierta frecuencia para practicar sus habilidades orales, tanto para aplicarlas en la vida cotidiana como para hablar en público, argumentar en debates o superar una entrevista personal. Aquello fue el germen de una organización internacional no lucrativa que hoy está presente en 122 países, entre ellos España, donde hay 22 clubes repartidos en Madrid, Barcelona, Marbella, Málaga, Alicante, Sevilla, Palma de Mallorca, Valencia y Vitoria.

Los miembros de estos clubes pagan una cuota de 60 euros al año y se reúnen generalmente cada dos semanas para practicar sus discursos. Entre ellos se dan consejos, pero cuentan además con el asesoramiento de profesionales que se ponen a su servicio de manera gratuita. “Cualquier persona puede desarrollar esta habilidad. Lo único que hace falta es repetir y entrenar. Y no desanimarse porque las primeras veces no salga bien”, asegura Harold Zúñiga, uno de esos profesionales que ayudan en los clubes.

Zúñiga, que imparte talleres en empresas a ejecutivos, ofrece cuatro claves para hablar en público: superar la inseguridad, entrenar la voz y el gesto, sintetizar y escuchar al público. “Un truco consiste en grabarse, porque normalmente lo que el orador cree que está pasando es distinto de lo que de verdad está pasando. Puede que crea que habla alto cuando habla bajo o que no se dé cuenta de que va demasiado rápido”.

...la mayoría no sabe cómo hacerlo porque piensan que con la idea basta”, dice. “Pero la idea sola no basta. Hay que saber contarla. Y contarla rápido. Lo primero que les pido a mis alumnos es, de hecho, que me lo cuenten en un minuto, que es el tiempo que normalmente tiene un ejecutivo para escuchar sin interrupciones. Si no le enganchas en ese minuto, estás perdido”.
Más en El País.
(Ilustración tomada de internet, Badajoz.)

viernes, 8 de octubre de 2010

El Nobel de Literatura de 2010 para Mario Vargas Llosa

La concesión del Premio Nobel de Literatura 2010 sorprendió a Mario Vargas Llosa en Manhattan, donde se encuentra este trimestre porque está enseñando un curso de literatura en la universidad de Princeton. La noticia le sorprendió mientras leía. Llevaba ya un tiempo despierto cuando su mujer, Patricia, irrumpió en el estudio con el telèfono en la mano. Por deseo expreso del escritor, quiso que la primera rueda de prensa se celebrara en el Instituto Cervantes, que se encuentra a unas manzanas de su residencia neoyorquina. Más de doscientos periodistas de todo el mundo aguardaban la llegada del escritor. Tras un encuentro emocionado con un público en el que se integraban numerosas personalidades del mundo político y diplomático, accedió a mantener su primera entrevista exclusiva con EL PAÍS.

Pregunta. ¿Cuál fue su primer pensamiento cuando recibió la noticia.
Respuesta. No me lo esperaba. Pensé que era no era verdad. Creí que era una broma. Hacía mucho tiempo que mi nombre no sonaba entre los finalistas. Me acordé de Alberto Moravia, a quien le llamaron para decírselo y se lo creyó y era una broma. Pero el Secretario de la Academia Sueca me dijo que en 15 minutos lo harían público, y cuando lo vi oficialmente me lo creí.

P. ¿Qué escritores le vienen a la cabeza en un momento así?
R. Borges, porque a él nunca se lo dieron, y era quien más lo merecía de los esquivados por la Academia Sueca. Y luego me sentí acompañado de todos los grandes maestros que me han hecho gozar como lector. En estos momentos siento que me acompañan lo que me han guiado, mis escritores de cabecera Los que me han enseñado lo que sé: Tolstoy, Dostoievski, Gòngora, Borges. Martorell, Cervantes, Flaubert, Thomas Mann. Y de manera un poco especial, me vienen los nombres de Faulkner y Sartre. Aunque después me distancié mucho de él, las ideas de Sartre sobre la literatura y el compromiso político fueron para muy importantes cuando comencé a escribir: la idea de que la literatura influía en la historia, la idea de que escribir es una manera de comprometerse, sobre todo por la situación de América Latina en aquel tiempo.

P. Su carrera es muy extensa e incluye títulos fundamentales, pero aún, ¿podría decir con qué libro disfrutó más y con cuál lo pasó peor escribiéndolo?
R. El que más me divirtió escribir fue Pantaleón y las Visitadoras, que es donde por primera vez utilicé el humor en la literatura. Yo desconfiaba del humor por culpa de Sartre. No hay una sonrisa en toda su obra. Yo creo que a mí me había inyectado la idea equivocada de que era incompatible con la literatura. Y el que más trabajo me ha dado es el que está a punto de salir, El sueño del Celta, porque es un libro en el que me he metido en territorios totalmente desconocidos para mí, he tenido que estudiar y visitar países como el Congo o Irlanda. El protagonista es un irlandés vinculado a la lucha por la independencia de Irlanda, que vivió en la Amazonía y en el Congo. Otro libro que me resultó también muy difícil escribir fue La guerra del fin del mundo. No conocía Brasil, y tuve que descubrir aquel país gigantesco y su historia. Fue una aventura difícil pero al mismo tiempo enormemente excitante.

P. ¿Cuál es su método de trabajo?
R. Escribir mucho, corregir mucho, rehacer mucho. Trabajo de lunes a sábado en el libro que estoy escribiendo y los artículos los escribo el domingo. En realidad no dejo nunca de escribir, esté viajando o de vacaciones. Pero eso no tiene ningún mérito. Lo hago porque es lo que me gusta hacer, lo necesito. La verdadera tragedia para mí sería no escribir o no leer. Eso sería una catástrofe. Escribo con mucho placer aunque a veces me dé dolores de cabeza. Escribir no es fácil, es muy difícil pero la compensación es tal que el esfuerzo se justifica largamente. Pienso escribir hasta el día que me muera. Eso es algo que nada puede cambiar, ni siquiera el Nobel.

Leer más,aquí la entrevista realizada por Eduardo Lago.

Aquí Premios Nobel a escritores en español o castellano.

La noticia en el NYT y en Le Monde. Aquí en un video de NYT.

Naturalmente también hay quien además de alegrarse por el Nobel recuerda ahora sus discrepancias con él y sus recetas peculiares para la política. También aquí.