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domingo, 22 de septiembre de 2024

Una tarea difícil


Ha comenzado el curso escolar y quiero, desde este pequeño rincón, enviar a los profesores y a las profesoras un mensaje de admiración, de gratitud y de afecto. La tarea que realizan, tantas veces subestimada por la sociedad, por los medios de comunicación, por algunos políticos, por muchas familias y, a veces, por ellos mismos es, a mi juicio, la más hermosa, importante y difícil que se le ha encomendado al ser humano en la historia: trabajar con la mente y el corazón de los niños, de las niñas y de los jóvenes. Trataré de explicar por qué es difícil la tarea que realiza el profesor.

Vuelta a las aula en el primer día de colegio, tras las vacaciones de verano en el CEIP García Lorca Porque, inmerso en la cultura neoliberal donde prevalecen el individualismo, la competitividad, el eficientismo, la privatización de bienes y servicios, el olvido de los favorecidos, el relativismo moral, el consumo obsesivo, la hipertrofia de la imagen, la reificación del conocimiento…, el profesor se dedica a cultivar la solidaridad, el saber, el respeto, la dignidad y la compasión con los más débiles.

Porque trabaja en un contexto adverso proponiendo modelos por la vía de la argumentación que otros combaten con modelos presentados por la vía de la seducción.

Porque desarrolla una tarea que consiste en hacer amar el conocimiento en una sociedad obsesionada con el dinero, el poder, el placer y la fama.

Porque la presión social es cada día mayor, esperándose de él y exigiéndole incluso, que responda a todas las necesidades de formación: para la paz, para el consumo, para la imagen, para la seguridad vial, para la convivencia, para la era digital, para la sexualidad, para la muerte, para el medio ambiente, para los valores…Con parecida formación y por el mismo sueldo.

Porque frente a especuladores, demagogos, mercaderes y tiranos, el educador está del lado de la verdad, del amor y de la libertad.

Porque los educandos tienen distractores muy potentes en las redes, en la calle, en las discotecs, en las drogas, en el alcohol, en la delincuencia…

Porque su tarea es enormemente paradójica, ya que consiste en ayudar a que otros aprendan por sí mismos a pensar y a convivir, a que sean aprendices crónicos y autónomos. Dice Holderlin que los educadores forman a sus educandos como los océanos forman a los continentes: retirándose. Lo que le dice el educando al educador es: “ayúdame a hacerlo solo”.

Porque en la sociedad de la información, en la que todo el mundo sabe que quien tiene información tiene poder, el educador se dedica a compartir generosamente el conocimiento que posee.

Porque los educadores y educadoras trabajan en instituciones cada día más complejas en las que existe disputa ideológica, presión social, regulación asfixiante y condiciones deficientes.

Porque en educación pocas veces sucede que si A, entonces B. Lo que sucede es que si A, entonces B, quizás. Más aun si se tiene en cuenta que hay dos tipos de alumnos y de alumnas en el sistema educativo: los inclasificables y los de difícil clasificación.

Porque cada curso va sumando un año al docente mientras sus alumnos y alumnas se mantienen en la misma edad que siempre han tenido, debiendo superar desajustes generacionales retadores.

Porque cada año, después de aprender a querer a sus alumnos y a ser querido por ellos, debe separarse de todos para empezar de nuevo el proceso de la conquista afectiva de otro grupo diferente.

Porque los conocimientos se multiplican vertiginosamente y el profesor tiene el deber de estar al día e, incluso, en el día de mañana.

Porque, a veces, tiene que tratar de enseñar a quienes de ninguna manera desean aprender ni dejar, a cualquier precio, que otros aprendan.

Porque, en la era digital, tiene que tener en cuenta que el conocimiento está fragmentado y disperso en múltiples sitios. Y, además, obliga a detectar las adulteraciones que producen los intereses económicos, políticos y religiosos.

Porque algunas familias entienden que el deber del educador o la educadora es hacer toda la tarea que ellas no pueden, o no saben, o no quieren hacer en las casas.

Porque algunos padres y madres han perdido el rumbo y se han convertido en jueces, policías, espías o verdugos de los educadores.

Porque es muy fácil equivocarse al decidir qué es el bien de los demás, si no se cuenta los interesados, como demuestra esta historia.

Se cuenta que una señora argentina va a comprar dos pasajes de primera clase para un viaje de Buenos Aires a Madrid. En el transcurso de la conversación el empleado de la agencia se dio cuenta de que el acompañante de la señora era un mono. La compañía se opuso a que viajase en el avión un mono y no aceptó el argumento de la mujer de que si ella pagaba podía decidir con quién viajar, a dónde y cómo. Aun así la señora, que tenía mucha influencia, consiguió gracias a la recomendación de un directivo de la compañía, que se aceptase que el mono pudiera viajar en una caja especial cubierta con una lona, en la zona de azafatas del avión, en lugar de hacerlo en la bodega del avión con los equipajes facturados.

De mala gana la mujer aceptó, de modo que llegó al avión con una jaula cubierta por una lona que llevaba el nombre bordado de Federico. Ella misma se ocupó de que quedara bien instalada y se despidió del mono tocando la lona y diciendo:

– Pronto estaremos en tu tierra, Federico, tal y como le prometí a mi marido Joaquín.

A mitad del largo viaje una azafata tuvo la ocurrencia de dar un plátano y agua al mono y, al levantar la lona, se dio cuenta de que el animal estaba muerto, tendido en el suelo de la jaula. Rápidamente avisó a los compañeros quienes, consternados, sabiendo las elevadas influencias de la señora, llamaron a la base para explicar el suceso y pedir instrucciones. Se les dice que es preciso que la señora no se dé cuenta de nada, ya que sus puestos de trabajo peligrarían.

– Tenemos una idea, –les dicen– haced una foto del mono y enviadla por fax al aeropuerto de Barajas y nosotros daremos instrucciones para reemplazar al simio por otro idéntico tan pronto como aterricéis.

El personal lo hizo al pie de la letra. Al llegar a Madrid tuvo lugar la sustitución. Compararon la foto del mono con el sustituto y después de algunos retoques dejaron al simio dentro de la jaula y se llevaron el cadáver de Federico. Al bajar del avión la señora reclamó impaciente la jaula al sobrecargo.

– Aquí tiene el mono, señora.

Ay, Federico, finalmente estamos en tu tierra…, dice la mujer levantando la lona. Y añade, estupefacta:

Pero…¡si éste no es Federico!

¿Cómo que no es Federico? ¿No ve, señora, que es su mono?

De ninguna manera, éste no es mi mono.

Señora, todos los monos son iguales. ¿Cómo sabe que no es Federico? Lo que metió en la jaula en Buenos Aires es lo que ha llegado a Madrid.

Muy sencillo, porque Federico… estaba muerto y lo traía para enterrarlo en su tierra como le prometí a mi marido.

¿Qué había sucedido? Habían decidido por la señora qué era su bien. Interpretaron equivocadamente que ella desearía tener un mono vivo en lugar de tener a su mono Federico.

Escribe Manuel Rivas: “Mucha gente todavía considera que los maestros de hoy viven como marqueses y que se quejan de vicio, quizá por la idea de que trabajar para el Estado es una especie de bicoca perfecta. Pero si a mí me dan a escoger entre una expedición “Al filo de lo imposible” y un jardín de infancia, lo tengo claro. Me voy al Everest por el lado más duro. Ser enseñante no solamente requiere una cualificación académica. Un buen profesor o maestro tiene que tener el carisma del Presidente del Gobierno, lo que ciertamente está a su alcance; la autoridad de un conserje, lo que ya resulta más difícil y las habilidades combinadas de un psicólogo, un payaso, un disc jockey, un pinche de cocina, un puericultor, un maestro budista y un comandante de la Kfor. Conozco a una profesora que sólo desarmó a sus alumnos cuando demostró tener unos conocimientos futbolísticos inusuales, lo que le permitió abordar con éxito la evolución de las especies”.

Mi admiración, mi afecto y mi gratitud a los profesionales de la educación que, cada día, humildemente, dedican su vida a esta tarea que, además de difícil, es hermosa e importante.

El Adarve. Miguel Ángel Santos Guerra. 

domingo, 15 de septiembre de 2013

Cero en expresión oral. El tropezón olímpico reaviva el debate sobre las "dotes" de los españoles para exponer en público

La oratoria no es un don, es un arte que se aprende

El 7 de julio de 2005, el día después de que Londres fuera elegida sede de los Juegos Olímpicos de 2012, la prensa internacional solo hablaba de una cosa: la brillante presentación de la candidatura británica, que culminó con un emocionante discurso del atleta Sebastian Coe ovacionado por los miembros del Comité Olímpico Internacional (COI). El día que Coe ganó el oro, titulaba el diario The Guardian. “Poderoso”, “memorable”, “de tono perfecto, con la pasión de un deportista y la exactitud de un político”, escribían los cronistas. Algunos incluso aseguraban que fue ese discurso el que dio la victoria final a la capital inglesa sobre París, teniendo en cuenta que esta partía como favorita y que Londres había estado a punto de retirarse unos meses antes por su mala imagen. Madrid, en aquella ocasión, quedó eliminada en la tercera votación, tras Moscú y Nueva York.

Hace justo una semana, Madrid volvió a presentarse ante los miembros del COI con la esperanza de organizar los Juegos de 2020. Y, al día siguiente, la prensa y las redes sociales solo hablaban de una cosa: la deslucida presentación de la candidatura, especialmente la intervención en inglés de la alcaldesa Ana Botella. Los analistas han atribuido esta nueva derrota de Madrid a otros factores, como la economía y el dopaje, pero algunas preguntas han quedado en el aire. ¿Cuánto contribuyó la fallida presentación final a que Madrid no pasara ni siquiera a la segunda votación? ¿Tienen los españoles menos habilidades que otros países para hablar en público?

“No somos ni mejores ni peores. Pero tenemos un déficit estructural, originado por la escasa importancia que da nuestro sistema educativo a la oratoria o la dialéctica, que se refleja especialmente en nuestros líderes políticos e institucionales”, opina Antoni Gutierrez-Rubí, asesor de comunicación y consultor político. “Puede haber individuos con más habilidad o carisma que otros, pero nadie nace con dotes de oratoria. Eso hay que aprenderlo. Así como en Francia, Reino Unido, Alemania y EE UU, por ejemplo, los exámenes orales son fundamentales, la tradición educativa española nunca ha puesto el acento en las exposiciones habladas”, explica.

“Tampoco, hasta hace nada, se ha dado importancia al inglés”, prosigue Gutiérrez-Rubí. “En consecuencia, nuestros líderes, que en su mayoría rondan los 50 años, se han visto obligados a superar ese déficit a marchas forzadas, con esfuerzo y muchas horas de entrenamiento. Y el que no lo ha hecho, se le nota”, advierte. “No hay más que ver el nivel de los debates electorales”, apunta.

Gutiérrez-Rubí insiste en que los españoles no son más torpes que otros para hablar en público. “Al contrario, tenemos grandes cualidades. Nos gusta hablar, nuestra cultura nos hace muy sociables y empáticos. Pero la sociabilidad natural no te prepara para hacer una buena exposición o debatir una idea. No se puede confiar en tener un momento genial, hay que trabajárselo como se lo trabajan, por ejemplo, esos americanos que ofrecen auténticos espectáculos con cualquier pequeña presentación que tengan que hacer”.

El déficit educativo en expresión oral preocupa no solo en el entorno político. También en el ámbito universitario. “Los alumnos llegan con un nivel muy bajo porque no han hecho exámenes orales ni han practicado nunca. La mayoría no saben exponer sus ideas y algunos ni siquiera podrían superar una entrevista de trabajo”, asegura Adolfo Lucas, profesor de oratoria en varias universidades y autor del libro El poder de la palabra.

Lucas es además director de la Sociedad de Debate de la Universidad Abat Oliba CEU, que se puso en marcha en el curso 2008-2009 para ayudar a los alumnos a mejorar sus habilidades en expresión, argumentación y debate. “Cada vez hay más sociedades de este tipo en las universidades porque cada vez hay más conciencia del problema. Pero como no es obligatorio participar, solo se apuntan unos pocos interesados. Debería haber una asignatura obligatoria, o al menos obligar a todos los alumnos a hacer exposiciones orales a menudo”, comenta.

Solo hace nueve años que se creó el torneo de debate más antiguo que existe en el ámbito universitario español, el del CEU, que cada año congrega a los principales clubes de debate académicos del país. “Eso da idea de lo retrasados que vamos”, lamenta Lucas. Y advierte: “Es tan importante practicar para hablar en público como entrenarse en el debate. Porque puedes hacer una buena presentación si te la preparas bien, pero de una comparecencia con preguntas, como puede ser una rueda de prensa, no sales bien parado si no practicas el debate”.

Practicar, practicar y practicar. Es el único truco que ofrecen todos los asesores y expertos en comunicación oral. “El ser humano no está preparado naturalmente para hablar en público. Es un hecho atípico, traumático. Por eso surge el miedo. Pero si practicas y entrenas mucho, cuando llegue el momento de enfrentarte a un auditorio la mente estará preparada para reconocer esa situación. Recuerdas que ya lo has hecho antes y sabes que puedes hacerlo. Quizá nunca te acostumbres del todo y siempre quede algo de miedo, pero podrás afrontarlo sin bloquearte. Y con el tiempo incluso, como dicen los actores, empiezas a disfrutar del contacto con el público”, explica Antonella Broglia, organizadora de TEDxMadrid, una jornada de conferencias que se celebra en Madrid a imagen de la que se desarrolla desde hace años en California, con la participación de algunos de los oradores y emprendedores más importantes del mundo.

Clubes para aprender a hablar

En 1924 un grupo de personas fundó en California el primer club Toastmasters. Su objetivo era que sus miembros se reunieran con cierta frecuencia para practicar sus habilidades orales, tanto para aplicarlas en la vida cotidiana como para hablar en público, argumentar en debates o superar una entrevista personal. Aquello fue el germen de una organización internacional no lucrativa que hoy está presente en 122 países, entre ellos España, donde hay 22 clubes repartidos en Madrid, Barcelona, Marbella, Málaga, Alicante, Sevilla, Palma de Mallorca, Valencia y Vitoria.

Los miembros de estos clubes pagan una cuota de 60 euros al año y se reúnen generalmente cada dos semanas para practicar sus discursos. Entre ellos se dan consejos, pero cuentan además con el asesoramiento de profesionales que se ponen a su servicio de manera gratuita. “Cualquier persona puede desarrollar esta habilidad. Lo único que hace falta es repetir y entrenar. Y no desanimarse porque las primeras veces no salga bien”, asegura Harold Zúñiga, uno de esos profesionales que ayudan en los clubes.

Zúñiga, que imparte talleres en empresas a ejecutivos, ofrece cuatro claves para hablar en público: superar la inseguridad, entrenar la voz y el gesto, sintetizar y escuchar al público. “Un truco consiste en grabarse, porque normalmente lo que el orador cree que está pasando es distinto de lo que de verdad está pasando. Puede que crea que habla alto cuando habla bajo o que no se dé cuenta de que va demasiado rápido”.

...la mayoría no sabe cómo hacerlo porque piensan que con la idea basta”, dice. “Pero la idea sola no basta. Hay que saber contarla. Y contarla rápido. Lo primero que les pido a mis alumnos es, de hecho, que me lo cuenten en un minuto, que es el tiempo que normalmente tiene un ejecutivo para escuchar sin interrupciones. Si no le enganchas en ese minuto, estás perdido”.
Más en El País.
(Ilustración tomada de internet, Badajoz.)