Hoy se sabe que "algunos científicos consiguen el Premio Nobel con las investigaciones de sus subordinados". Y me pregunto ¿por qué si a un atleta dopado se le retira su premio, medalla o campeonato, no se hace lo mismo con los premios Nobel y se devuelven a sus verdaderos ganadores?
Las maniobras más dañinas para la ciencia no son las más evidentes —fraude o manipulación—, sino las que llevan tanto tiempo enquistadas entre los radios del sistema que se han vuelto invisibles. Una de ellas consiste en ignorar al descubridor para atribuir a su jefe el descubrimiento. Por lo conocido esta semana, la práctica ya era corriente hace 60 años, cuando se concedió el Premio Nobel de Medicina al norteamericano Selman Waksman por el hallazgo de la estreptomicina; y lo seguía siendo hace unos meses, cuando se le otorgó al francés Jules Hoffmann por el esclarecimiento de la inmunidad innata, la clave hacia una generación radicalmente nueva de medicamentos antimicrobianos. En ambos casos, el trabajo y las ideas de los jóvenes investigadores que diseñaron y ejecutaron los experimentos —Bruno Lemaitre en el caso del francés— fueron usurpados por sus jefes, Waksman y Hoffmann, que acabaron recibiendo la mayor distinción científica por unos avances que ni habían previsto ni ayudaron a conquistar; unas investigaciones a las que se habían opuesto, y que ni siquiera conocieron hasta que llegó la hora de estampar su firma en el artículo y dejar que su nombre sonara en Estocolmo.
Son habituales y hasta esperables las polémicas por la concesión de los Premios Nobel. Resulta dificultoso y, a veces, imposible reducir a un nombre propio los créditos de una investigación compleja en la que han intervenido varios laboratorios, por lo general compitiendo entre sí. Una opinión extendida, que se ha vuelto a oír estos días en apoyo de Hoffmann, sostiene que estas rencillas no son más que producto del resentimiento de los malos perdedores, y que aventarlas en la prensa solo sirve para manchar la imagen de la ciencia ante el público lego.
Pero estos casos son de naturaleza distinta a las rencillas habituales. Que un jefe usurpe el mérito de un joven científico de su propio laboratorio no es una disputa por la prioridad, sino una vileza. También es una mentira, y un tipo de comportamiento incompatible con la ética científica y su compromiso con la búsqueda de la verdad. Premiarlo con un Nobel ya parece un sarcasmo.Y silenciarlo es justo la receta para que se perpetúe, dañando no ya la imagen de la ciencia, sino los mismos principios que la hacen avanzar. De El País, 11-03-2012)
John le Carré y Alfred Hitchcock hubieran firmado una gran película con el palmarés del premio Nobel de Medicina del 2011. El veredicto de la Academia sueca probablemente no pasará a la historia por su ojo clínico. Y quizá nunca en la larga historia del Nobel haya concentrado tanto mal fario y tanta controversia. Los tres inmunólogos fueron distinguidos por descubrir cómo funciona la inmunidad innata, una primera línea de defensa celular contra virus, bacterias, hongos y gusanos que se activa antes que el lento y tímido sistema inmune. Los tres han sufrido serios inconvenientes. El peor parado fue sin duda Ralph Steinman: falleció justo después de hacerse público el fallo, lo que sembró cierta intriga porque el Nobel nunca se concede a título póstumo. El segundo, Bruce Beutler, fue repudiado por 26 colegas que enviaron una carta a Nature criticando que el comité le hubiera elegido en perjuicio de su rival, Ruslan Medzhitov. Y el tercero, el francés Jules Hoffmann, ha sido acusado de ganar el galardón por ser mejor comunicador que científico. Leer todo el artículo aquí, en El País.
Ver la noticia. Un investigador acusa al Nobel de Medicina de usurpar su trabajo.
domingo, 11 de marzo de 2012
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