Quien cambia de país, cambia de alma, dicen en Hungría. Este refrán expresa qué tan difícil resulta la emigración, tratando de describir el significado de lo qué es abandonar su propia tierra. Sin embargo, en los últimos dos años y medio han sido medio millón de húngaros quienes han salido a abrirse paso por todo el mundo. Dobla la cantidad de gente en salir después de la Revolución Húngara en 1956, lo que ya significa un gran número especialmente en un país de tan sólo diez millones de habitantes.
Hungría debe soportar bajo cualquier circunstancia, las inclemencias del tiempo. Eso dice otro refrán que busca explicar, nuevamente, por qué los movimientos migratorios no ocurren de manera masiva. Yo he decidido no soportar más. Existen razones suficientes: dinero, planes futuros, pero sobre todo, es esa sensación asfixiante en la Hungría de hoy. Quiero hablar de mi historia, que quizás sea parecida o la misma historia de otros.
Pertenezco a la generación que después de 1990, estaba lo suficientemente joven como para experimentar: que ese ambiente en el cual se desenvolvió mi infancia y la escuela, se había transformado. Cuando por primera vez en la vida se siente que se tiene una opinión, la cual puede expresarse libremente, y que se tiene una propia identidad, entonces ya no quieres dejar de hacerlo. La vida en Hungría nunca ha sido color de rosa o fácil. No se trata únicamente, de una nación con sólo 50 años de historia y un sólo pasado. Pero de eso estuvimos siempre consciente, y habíamos dado lo mejor.
La calle Andrassy
A principios del nuevo milenio, la alternativa cultural en Hungría experimentaba un florecimiento.
Había cines en cada esquina de Budapest , casi mensual se estrenaba una película húngara en los cines. Una nueva ola de jóvenes cineastas trabajaban continuamente: Szabolcs Hajdú, György Pálfi, Ferenc Török, Benedek Fliegauf, Kornél Mundruczó- casi todos hacían una nueva película una vez por año.
Por las noches, nos sentábamos al aire libre con amigos en la Plaza Liszt-Ferenc, situada en la calle Andrássy o en algún Café de la calle Nagymezö, conocida como el "Brodway" de Budapest, por los Teatros que allí se encuentran. O en los bares bohemios, se hablaba sobre lo que uno acababa de ver o de leer.
En la televisión se ofrecía una programación cultural, se discutía equilibradamente sobre política.
Se estaba representando algo y se creía en algo: en sí mismo, en un futuro. En Viena o Berlín, era quizás todo más limpio y rico, pero eso también lo sería Budapest. Se avanzaba despacio, los programas de desarrollo urbano, los cambios en la infraestructura, todo se retrasaba. Lo cual tiene mucho que ver con esa cultura á la Pató Pál: ese héroe popular que cada día, cuando tenía que tener algo listo y acabado, decía su famosa frase: "Ah, aún tenemos suficiente tiempo!"
En ese entonces, tenía su encanto, la dirección a seguir era la correcta, Budapest sería una colorida, dinámica, próspera, tolerante, en fin, todo una metrópolis normal.
Desde hace dos o tres años, nada de eso queda: ninguna esperanza, ningún encanto, ninguna ilusión, La política del partido Fidesz es desde entonces, omnipresente. Desde el sótano hasta el techo de cada casa, en la vida de cada individuo. Esa política frena todo lo que ha sido innovador, libre, alternativo y crítico. Ha dejado desangrar el mundo escénico, el Teatro. El cual, en los últimos tres años no ha recibido más subvenciones.
Ya escribimos tres años en los cuales tampoco ha habido producción de alguna película húngara, y el primero en el que no hubo semana de la Feria Húngara del Cine.
¿Qué nueva (s) película (s) podíamos mostrar?
La cultura, que está bajo el Fidezs depende de la Academia de Arte Húngaro, su dirigente, permitanme decirlo, es un octagenario idiota, quien sólo acepta un arte nacional y cristiano en Hungría y que ostenta el poder de “Rey del Dinero” a distribuir. Las posiciones directivas de los teatros estatales están ocupadas por miembros del partido de Viktor Orbáns, ellos tienen el mando, ellos definen lo que se debe entender bajo Cultura. Estos radicales, principiantes aficionados convertidos en dirigentes. El nuevo director del Teatro Nacional, Atilla Vidyánszky, quiere el día de su investidura santificar la institución
Detrás de la muralla.
La cultura puede que sea una cosa, y ésto a mí como periodista cultural, me llega hasta el tuétano. Mi trabajo se ha convertido en un imposible. No hay más oficinas de redacción cultural en la televisión pública estatal.
La política del Fidesz destruye todo lo que no piense como ellos. Miles de reporteros y periodistas para la televisión han acabado en la calle, porque se ha cancelado la programación cultural y los programas de contenido político sólo pueden presentarlo y moderarlo quienes son fieles al partido. En los noticieros sólo se escucha un lenguaje propagandístico. Sólo existe una verdad.
En Hungría, todo ha de tener un corte nacionalista: el pensamiento, el teatro, el arte, hasta se podría afirmar, el cómo respirar. Contrariamente a las promesas electorales, Fidesz propone el cobro de tasas académicas. Quien desee estudiar gratuitamente, ha de firmar un contrato que establece que él/ella luego de terminar su estudio, no puede abandonar el país por un período de 3 a 6 años. Cuando los estudiantes protestan, se les envía la policía directamente hasta su casa.
Una vez por semana, echo un vistazo a los periódicos y revistas. Allí leo sobre los actuales criminales y sus planes de construcción a orillas de la Romai promenade, el único lugar en esa parte del Danubio en Budapest que esta poblado por álamos. Allí se construirá una muralla, una presa, que servirá como protección a las casas veraniegas, construidas sin permiso alguno, de los ricos y no para quienes habitan los edificios alrededor y que sufren cada año las inundaciones.
El alcalde de la ciudad apoya estos proyectos. Otros alcaldes apoyan otros proyectos, en otras ciudades y en los pueblos, hacen asfaltar las calles con dinero público hasta la puerta de su propio garaje. Lo más triste de todo es que, uno lee sobre esta forma de corrupción, de quienes rigen la vida pública y no pasa nada. Nadie tiene que dimitir, nadie es destituido.
Los actuales cambios en la Constitución adoptados por el Parlamento en las últimas semanas, nos apuntan el rumbo a seguir. Numerosos artículos, que habían sido eliminados por inconstitucionales, han vuelto a aparecer en la Constitución. Entre ellos, la penalización de las personas sin techo. También si se debe y cómo, criticar a personajes de la vida pública. Ademas, de que el Tribunal Constitucional no posee todo el control sobre las leyes y la Constitución, o sólo a modo condicionado
Quien piense que todo esto deba de aguantarse, se equivoca. El silencio siempre ha ayudado al poder, sólo al opresor y no al oprimido. Es lo que se percibe en Hungría en cada esquina. Rostros deprimidos en los transportes públicos, negocios y restaurantes vacíos, agresiones en el tráfico. Se castiga y se sanciona. Hay que poner el orden. Y mientras, las arcas del estado se llenan; ya contamos con más parquímetros que autos. A los gitanos se les puede insultar públicamente, llamándole animales y si algún periodista lo escribe, no necesita disculparse, ya que muchos de “esos húngaros bien informados”, están agradecidos que alguien lo diga.
Y eso es lo que resulta bochornoso. Antes de tomar la decisión de emigrar, tenía la sensación de que todo se derrumbaba y nadie hacía algo que pudiese poner freno a ésto. Como las recientes encuestas muestran, seguirá el derrumbe. Un 40% de los ciudadanos volverían a votar por el Führer Orbán y por todo su partido., a pesar de que saben, que el rey está desnudo. Pero en un país, donde hay tanta desnudez, no hay que reclamarle al Ministro Presidente por ello. Sobre todo, cuando se obtienen beneficios o existe una dependencia al sistema, como el miedo a perder su puesto por abrir la boca y con ello, la base de su existencia.
Quien cambia de país, cambia de alma. Pero yo soy húngara y lo seré siempre.
Agnes Szabó. Freitag. Traducido por Carolina Polanco
Fuente: http://www.freitag.de/autoren/der-freitag/sie-zerstoeren-alles
sábado, 6 de abril de 2013
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