En Dinamarca, el gasto en medicamentos y en hospitales públicos se ha duplicado en sólo siete años y los pronósticos anuncian que las autoridades sanitarias deberán destinar a este apartado 1,1 billones de euros. Evidentemente, este dato ha provocado debates entre los profesionales de los hospitales, los políticos, los periodistas y los académicos del sector.
Desafortunadamente, se trata de un debate equivocado: ¿puede permitirse la sociedad medicamentos tan caros que sólo sirven para prolongar la vida de personas con enfermedades graves durante unos meses o quizás un año? Como ejemplo de los medicamentos caros, en un reciente artículo de prensa se han citado los siguientes:
. Zytica, para el tratamiento del cáncer de próstata. Yervoy del tratamiento de cáncer de melanoma. Gileneva, para el tratamiento de la esclerosis
Si la periodista se hubiera molestado en investigar un poco, habría comprobado que estos tres fármacos los producen JanssenBiotech (antiguamente Johnson & Johnson), Bristol-Myers Squibb y Novartis. Esta información habría dado una pista de dónde se encuentra el verdadero problema. Las tres empresas farmacéuticas que hemos citado se encuentran entre las infames citadas en un libro publicado el año pasado en Dinamarca: "Deadly medicina and organisedcrime" [1] El libro está escrito por un reconocido profesor danés, Peter C. Gøtzsche, que a lo largo de 450 páginas presenta una larga y bien documentada requisitoria contra la industria farmacéutica (Big Pharma) por fraude, corrupción, beneficios ultra exagerados y distribución de medicamentos mortales.
Entre sus acusaciones, se encuentran las siguientes:
· Que un desmesurado número de personas muere a causa de los medicamentos
· Que Big Pharma comercializa, con conocimiento de causa, medicamentos sin efectos positivos sobre las enfermedades de los pacientes.
· Que la industria farmacéutica retiene y manipula datos con el fin de ocultar serios efectos secundarios.
· Que la industria paga (soborna) investigadores para aconsejar sus productos, y paga a médicos para comercializar y distribuir los productos a sus pacientes.
· Que Big Pharma tiene sentencias reiteradas que le obligan a pagar millones de euros en multas a causa de comercializar productos peligrosos o medicamentos sin ningún efecto pero que, a menudo, negocia acuerdos extrajudiciales para evitar resoluciones que les obligarían a dar información detallada de los medicamentos.
· Que hay Investigadores académicos y autoridades públicas que asesoran a la industria farmacéutica para que reemplace medicamentos relativamente baratos por otros más caros y con el mismo resultado.
· Que la industria asigna más fondos para la comercialización que para la investigación, al mismo tiempo que intenta legitimar su patentes monopólicas con los altos costes de investigación.
Todo ello está basado en documentos provenientes de la industria farmacéutica mundial. Varios de los ejemplos incluyen a Bristol Myers Squibb y a Novartis.
Entre sus conclusiones de Gøtzsche señala: "En 2012 cincuenta grandes empresas vendieron 610 billones de dólares en medicamentes prescritos. Estoy absolutamente convencido que esta cantidad podía reducirse en un 95% (es decir, en 580 billones de dólares), porque nuestro medicamento más común es 20 veces más caro que el alternativo con el mismo efecto y porque la ciudadanía esta "sobre medicada"
Así pues, puede que la solución para la sanidad pública danesa no sea negar a las y los pacientes el tratamiento que necesitan, sino revisar los métodos y beneficios de la industria farmacéutica privada y comenzara poner límites a su poder y a su lucro. Incluso para esto, el profesor Gøtzsche presenta algunas pistas. Un capítulo entero está dedicado a ofrecer soluciones políticas a este problema.
En el nivel más básico, sugiere que las autoridades podrían perseguir la criminalidad de la Big Pharma con la misma energía que atacan el crimen ordinario y que podrían proteger a los delatores que pudieran existir en la propia industria y compensarles en caso de que pierdan el empleo. Y avanzado hacia medidas más radicales, Gøtzsche propone las siguientes:
· Obligar a las empresas a hacer públicos los datos de investigación y otro tipo de conocimientos sobre sus medicamentos
· Obligar a las empresas a publicar todos sus contratos.
· Prohibir a las empresas médicas privadas realizar sus propias investigaciones; en su lugar, deberían pagar un impuesto especial para financiar la investigación pública.
Finalmente, el libro analiza el núcleo del problema y las soluciones reales. La primera es desmedicar la sociedad. La segunda, prohibir la propiedad privada de las empresas médicas y reemplazarlas por la empresa públicas sin ánimos de lucro: "Dejar que las fuerzas del mercado determinen las reglas no favorece las necesidades de las y los pacientes, y es incompatible con una profesión basada en la ética. El ánimo de lucro no produce beneficios sociales".
Notas
1/ La versión castellana del libro: Medicamentos que matan y crimen organizado ha sido editada por Los libros del Lince, 2014
Fuente: Michael Voss. Tribuna Viento Sur.
Comunicado oficial:
“Medicamentos que matan y crimen organizado” premio de la British Medical Association 2014
La editorial Los Libros del Lince se complace en anunciar que el libro de Peter Gøtszche, “Medicamentos que matan y crimen organizado”, publicado a primeros de septiembre por esta pequeña editorial barcelonesa, ha obtenido el primer premio de la British Medical Association 2014 en la categoría de Bases de la Medicina. Dado el carácter extraordinariamente polémico de este libro, que denuncia a la industria farmacéutica por haber olvidado sus referentes éticos en nombre de la maximización de beneficios, que pide una revolución completa de todo el sistema, desde la investigación hasta las agencias de control y las revistas y asociaciones médicas, resulta especialmente significativo y tal vez incluso esperanzador que una institución como ésa haya decidido premiarlo.
En España, han apoyado su publicación numerosas autoridades del mundo de la sanidad, entre las que destacamos a Joan-Ramon Laporte, Teresa Forcades, Juan Gérvas, Abel Novoa, así como el colectivo NoGracias y la campaña de la OCU sobre la necesidad de reducir el consumo de medicamentos.
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