España entró muy tarde al estado social por culpa de la dictadura. Mientras en Europa se ponía en marcha un estado social, democrático y de derecho nacido de la derrota de Hitler y Mussolini, aquí se fusilaba al amanecer y se encarcelaba o exiliaba al pensamiento democrático. Algunos hoy, en el PP o en Ciudadanos, siguen mirando con simpatía a la dictadura y creen que Franco fue un gran estadista. Si entendiéramos que el franquismo fue una dictadura de clase entenderíamos que hay conexiones que no se comprenden con otras herramientas. Hay muchos políticos y periodistas a los que les sentaría excelente una vestimenta falangista.
El modelo neoliberal, es decir, este momento del capitalismo en donde la patronal se atreve a decir que los trabajadores debieran pagar a los empresarios cuando son despedidos, necesita cambiar el contrato social democrático y social en nombre de la competitividad. La globalización se hace sobre las espaldas de las clases medias, las mujeres y los trabajadores del sur. Los derechos laborales son un impedimento para el beneficio empresarial. JP Morgan ha dicho que los derechos sociales eran importantes en España solo porque se estaba saliendo de la dictadura. Pero que ahora ya no hacen falta. Si debe valer más la vida digna de un ser humano o el beneficio de apenas el 10% de la población lo decidirá el conflicto social. Las luchas de ayer son los derechos de hoy, y las luchas de hoy son los derechos de mañana. Ir a votar no entra dentro de la idea de conflicto, si bien puede ser la palanca esencial para lograr cambios. Votar no es garantía de que logres cambiar las cosas, pero si no votas, te van a reventar y encima dirán que tú así lo has decidido. Toca votar y estar dispuesto a defender en la calle la soberanía democrática. En España estamos en un empate esperpéntico (más que catastrófico): la ciudadanía no tiene la fuerza suficiente como para frenar la pérdida de derechos sociales y las élites no tienen la fuerza suficiente para formar un gobierno que complete los procesos de privatización, de desrregulación y de primacía de los intereses de la banca iniciados en los gobiernos de Felipe González, constitucionalizados por José Luis Rodríguez Zapatero y llevados a sus extremos por los gobiernos de Aznar y Rajoy.
El 15-M nació como respuesta a la expulsión creciente de sectores sociales por culpa de ese modelo económico depredador, acompañado de la impunidad de la corrupción, que afecta al tuétano del PP y del PSOE, y la caradura de los políticos corruptos que orinaban sobre el respetable pero le decían que llovía. No les hemos parado los pies. Sigue de Ministro en funciones el responsable de interior que ha inventado pruebas contra Podemos y CDC, pero el PP pide la inhabilitación política para Pablo Echenique porque en una fiesta privada cantaba una jota no de las más escabrosas. Algo que se hace público porque un medio pantuflo que tiene en su historial haber falsificado pruebas en connivencia con policías corruptos, saca en su medio-vertedero contenidos de un teléfono robado. Como diría Labordeta, vayánse a donde pertenecen. Ahí exactamente. Son cosas que pasan cuando tienes un Presidente de gobierno que no ha tenido que dimitir pese a escribirse amablemente con su tesorero preso en una cárcel de la democracia.
Cuando el hielo se resquebraja lo hace en direcciones que no son predecibles. Después de las elecciones de diciembre, Podemos invitó al PSOE a explorar un gobierno conjunto. Pero una semana después de los comicios, el 28 de diciembre, el Comité Federal del PSOE prohibía a Sánchez negociar con Iglesias. Eso echó al PSOE en manos de Ciudadanos. A los que, durante la campaña, les llamaba “cachorros de la derecha”. Ni Rajoy -que forzó a la Casa Real a caminar por la línea borbónica histórica- ni Sánchez, que sólo piensa en su supervivencia, lograron formar gobierno. Podemos insistió en que no se trataba de apoyar un gobierno de Rivera presidido por Sánchez, y que no se trataba de sacar a Rajoy para mantener las mismas políticas. Y nos fuimos a las segundas elecciones. Y las cosas quedaron, más o menos, en donde estaban. Rajoy recuperó parte del voto que se había ido a Ciudadanos, el PSOE tuvo el peor resultado de su historia -y como andan como pollo sin cabeza, lo celebraron como si fuera una medalla de oro-, y Unidos Podemos se quedó igual en escaños pero perdió un millón de votos, principalmente por creerse las encuestas, por hacer una campaña desdentada y por dedicar los seis meses posteriores a diciembre a hacer vida parlamentaria y olvidarse de la calle.
El “sistema” quiere una gran coalición en alguna de sus formas. Que el PSOE, el PP y Ciudadanos se pongan de acuerdo. Incluso, que pacten con la derecha catalana y con la vasca, dándoles alguna ventaja fiscal a las empresas para que desactiven las tensiones nacionales y se regrese al bipartidismo feliz en el que se desarrolló la Gürtel, los ERE, los casos Pujol, el desmantelamiento del estado social y la pérdida de soberanía. Como la piedra en el zapato es Unidos Podemos, se ha hecho todo lo posible para quebrarla: falsas acusaciones de financiación, cacareos sobre peleas internas, enjuiciamientos personales, anuncios apocalípticos acerca de su futuro (las encuestas ya son un arma de guerra electoral como cualquier otra). Pero sin éxito. El único enemigo de Unidos Podemos es Unidos Podemos y nadie sino esa misma formación puede hacerle un daño perceptible.
Sánchez quiere terceras elecciones porque gana tiempo. Sabe que su partido le odia -casi su única certeza- y están esperando que se abstenga para poder justificar despeñarle en el congreso del partido que se convocará inmediatamente después de que haya gobierno. Aunque los barones le prometieran no tumbarle en el congreso del partido, Sánchez no les cree. Después de que Rajoy fracase, se reunirá con Pablo Iglesias con el único objetivo de ir a las elecciones echándole la culpa a Podemos de que no haya gobierno. Así iríamos, en el deseo del establishment, a unas elecciones peculiares: se agota a la ciudadanía con tres elecciones, se busca una fecha imposible como son las Navidades y se pacta reducir la campaña electoral a ver si nadie se entera de que hay elecciones (Podemos se equivoca con una ingenuidad pusilánime al aceptar que los plazos busquen el ahorro en los tiempos de discusión ciudadana y no en otros lugares). En su marco ideal, Rajoy acabaría con Ciudadanos -el acuerdo con Ciudadanos es un teatro pactado desde la perspectiva del fracaso de la investidura- y el PSOE -así lo quieren creer- superaría la pesadilla de una fuerza política, Unidos Podemos, que representa lo que ya no se atreve a representar la socialdemocracia. Entonces, una vez que se regresara a la tranquilidad política anterior a 2011, estarían en disposición de pagar los 25.000 millones que reclama Bruselas y que aplicaría la puntilla al estado social español.
Unidos Podemos tiene que hacer un buen diagnóstico. Es mentira que le economía esté mejorando. Ningún avance macroeconómico mejora desde hace mucho tiempo la situación de las mayorías. Es un nuevo modelo al servicio de las élites. Nuestros niveles de endeudamiento ya cabalgan más allá del 100% del PIB, el desempleo baja menos de lo que necesitamos, y el empleo se está empezando a pensar como un ámbito donde ya no hay derechos. Pese al momento peculiar -que se cerrará muy pronto- de crecimiento, posible solamente por los bajos precios del petróleo, las políticas expansivas del Banco Central Europeo, los record de turismo motivados por las situaciones de violencia en otros destinos mediterráneos y europeos, y los plazos que la Troika ha concedido a Rajoy para que pudiera ganar las elecciones. Pero ni los salarios mejoran, ni los contratos mejoran, ni las horas extra no pagadas se reducen ni se va acumulando seguridad social para poder tener una pensión. La economía mejora pero no para los españoles.
El pueblo no ha elegido a Rajoy Presidente, pero tampoco lo ha echado a su casa. El PSOE ya no es capaz de convencer a la ciudadanía con ese juego de hacer un discurso de izquierdas sólo cuando está en la oposición. Pero Unidos Podemos no ha logrado pasarle en las urnas. El imitador invita a respetar al original. Es verdad que en unas terceras elecciones, si al final fueran convocadas -decir si las habrá o no es una mera especulación- todo puede clarificarse. No tiene sentido un resultado electoral y una formación de gobierno que no sea consistente con el pulso de la calle. Ahí debe encontrar su línea política Unidos Podemos. Haya o no haya elecciones.
El PSOE tendrá dificultades para explicar en unas terceras elecciones por qué Ciudadanos, con quien pactó gobierno en diciembre, es malo ahora cuando pacta cosas similares con el PP. A no ser que dé ya todo lo mismo (lo que creo que es el caso). El PSOE es una asociación de profesionales de la política que están viendo exclusivamente como sobreviven a su propia incapacidad. El PP, como siempre, solo tiene que esperar y jugar al aburrimiento, aprovechando el poco respeto que tiene a la separación de poderes para hacer que la Presidenta de las Cortes señale el 25 de diciembre como fecha de los nuevos comicios. Si hay terceras elecciones, recuperarán el discurso del miedo, Venezuela, la prima de riesgo y el apocalipsis. A sus votantes les gusta esa música aterradora, tan propia de la imaginería católica más vertical y autoritaria.
Ya va siendo hora de que Unidos Podemos recuerde que nació de la protesta contra la pérdida de los derechos sociales, de la intolerancia contra la corrupción, haciendo fuerza en la grieta abierta y no ayudando a sostener la pared que aún resiste. Y en esa pared también está el PSOE, aunque desde la oposición prometa lo que nunca cumple cuando gobierna. Es urgente trabajar en las líneas ideológicas de Podemos (por ejemplo, de cara a las elecciones gallegas y vascas, recordar que Podemos nace para construir un país de países donde España se construye también desde las naciones que la conforman). Septiembre tiene que ser un mes que complemente una tarea institucional irreverente con más calle, con más sensibilidad con las situaciones precarias que vive la gente, con una voluntad decidida de entender que el modelo que ha funcionado en los últimos cuarenta años está superado pese al discurso embellecedor de la derecha y sus voceros. También más allá del discurso incoherente del PSOE y de sus intereses desnudos pártidistas o individuales. Solamente en las prácticas pueden abrirse nuevos sentidos. Y en la mera discusión parlamentaria no hay sino juegos de sombras donde los partidos siguen devorando la política que la ciudadanía mira desde una distancia impotente y resignada.
Para la Historia: Cuando Pablo Iglesia advirtió al PSOE sobre Ciudadanos from Esparroqui on Vimeo.
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