XAVI SANCHO
14 AGO 2016 - 00:04
En el colegio tenía un profesor de Lengua que llevaba unas gafas con un cristal tan grueso que si te las ponías y mirabas al cielo veías cosas en la Luna. Se ganó un puesto de honor en mi memoria por tres acciones notables. La primera sucedió cuando nos advirtió de que no habláramos mientras escribía en la pizarra, pues nos veía por el rabillo del ojo. Nos quedamos en silencio, hasta que caímos en la imposibilidad de que tamaño topo viera algo, ni por el ojo, ni por ningún rabillo. La segunda tuvo lugar cuando, sin coordinación previa, fracasamos todos en un examen. Tras repartirnos las notas, preguntó: “¿Creéis que lo podríais haber hecho mejor?”. Como el coro de voces vírgenes que éramos, respondimos que sí. “Entonces, ¿por qué no lo habéis hecho?”. La tercera sucedió al repartir calificaciones de otro examen que salió entre regular y menos mal que tu padre tiene un bar. Uno que había sacado un 4,9 exigió el aprobado. “Si te apruebo, debo aprobar también al del 4,8, porque a él le faltará entonces también una décima. Y luego, al de 4,7, pues a ese también le faltará, en realidad, solo una, no tres…”. Así llegó a cero.
Hace unas semanas me encontré con un tipo que iba al mismo colegio, pero un curso por detrás. Hablamos de este hombre y me confesó que los mismos tres casos sucedieron en su año. Demonios, eran trucos, no genialidades. Se me cayó un ídolo. Luego recordé que me encantan los Ramones y siempre hacían la misma canción y de que vivo en un país en el que la mayoría de la gente vota siempre a los mismos tipos, no importa qué canción toquen.
http://elpais.com/elpais/2016/08/12/estilo/1471010564_130619.html
domingo, 4 de septiembre de 2016
El profesor era lo que somos. Se ganó un puesto de honor en mi memoria por tres acciones notables. Pero demonios, eran trucos, no genialidades
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