Alejandro Lavquén
El escritor Jorge Baradit ha logrado un éxito poco común en nuestro país con los dos volúmenes de La historia secreta de Chile (Editorial Sudamericana). La publicación no ha estado exenta de controversias debido a que el autor no es un historiador profesional. Baradit había publicado anteriormente literatura fantástica. Entre esos libros están Ygdrasil (2005), Synco (2008) y Lluscuma (2012).
En conversación con Punto Final, Baradit se refirió a las controversias provocadas por La historia secreta… y otros temas.
Al revisar tus libros y leer las críticas queda la impresión de que muchos de tus críticos no los han leído.
Ellos equivocaron la puntería. Este no es un libro académico, lo he dicho siempre. No es un libro historiográfico al que puedas criticar aplicándole estándares o protocolos de la academia. Es un libro que está diseñado y orientado para la lectura de la gente. Pretende ser un puente, por decirlo de alguna manera, entre las personas y la historia más formal. Nunca pretendió disputar un puesto en las estanterías historiográficas de la academia chilena. Ahí hay un error importante de comprensión, y creo que en la crítica existe un factor más emocional que profesional. Cuando te ningunean historiadores o profesores y llegan a decir que te estás robando información da la impresión de que hay un poco de descontrol en sus opiniones. Hay otros libros que han hecho esto mismo, tratar de divulgar. Yo creo que el problema que tuvieron fue que el libro vendió noventa mil copias y tienen un problema con eso…
¿Envidia quizás?
Eso habría que preguntárselo a ellos. Yo nunca he ninguneado ni a profesores ni a historiadores, por el contrario, los difundo. Segundo, no he robado información porque las fuentes están todas en la bibliografía que se incluye al final del libro. Y tercero, esto está escrito de cara a la gente no de cara a los académicos. Ellos se sintieron interpelados de manera equivocada. La mayor pena es que esa crítica haya venido de un sector de la izquierda que fue utilizado por La Segunda para dañar un libro que quiere contar historias que tienen relación con temas que no son contados por la historia oficial. Eso me da un poco de pena, y además perdieron la oportunidad de dialogar acerca de una buena manera de hacer llegar la historia de Chile a la gente.
Entiendo que el libro trata de episodios de la historia desconocidos y no a que hayan sido recién descubiertos. Episodios que se conocen pero se dicen poco o nada.
Se parte de una premisa súper tremenda, que es que prácticamente toda la historia de Chile es secreta para la gente. El error que cometen quienes me critican, es decir que estas historias son sabidas. Seguramente ellos conocen todas estas historias, pero, en general, la gente como nosotros, no las sabe. Y esto es difusión. Me ha llamado la atención, por ejemplo, que la gente no supiera que en Chile ha habido más de veinte masacres de obreros. Piensan que solamente existió la de la Escuela Santa María de Iquique y una más en su región. En el fondo casi toda la historia de Chile es secreta para la gente, y lo que este libro pretende es abrirse a temáticas nuevas y entregar un punto de vista distinto. La palabra secreto se utilizó con ese fin.
MANIPULACIÓN DE LA HISTORIA
¿Hay mucha mitología en nuestra historia?
Sin duda. La historia también tiene un uso estratégico. Se manipula y se tergiversa en función de ciertos intereses. Intereses de quienes tienen influencia, de los que tienen el poder y poseen los medios de comunicación masivos. En Chile está súper claro quiénes son. Un ejemplo nítido de lo que digo es Arturo Prat, que está identificado con la derecha chilena. Incluso cuando un canal de televisión realizó un concurso para elegir al chileno más importante de la historia terminó Allende contra Prat, el primero por la izquierda y el segundo por la derecha. Sin embargo, Prat era un tipo progresista, que estaba por el voto universal, que enseñaba a hijos de obreros en escuelas pobres, gratuitamente, y hacía clases en escuelas de oficios y artesanos, relacionadas con anarcosindicalistas. Pero ha terminado convertido en un ícono de mármol de la derecha. Ahora imagínate a Diego Portales, tildado como el padre de la democracia siendo que fue todo lo contrario. Y O’Higgins, a quien se le limpia de todo el actuar dictatorial, violento y criminal de su gobierno. Sólo se deja la figura del héroe, que es cierto, del prócer, pero escondemos lo otro.
Cuando estudiamos la historia de Chile nos damos cuenta de que hay una manipulación, de que nos tratan como cabros chicos y nos esconden muchos eventos en función de proteger a las instituciones ¿Y cuáles son esas instituciones? El Estado mismo, las fuerzas armadas, incluso instituciones que no pertenecen al Estado pero que están enquistadas ahí, como la iglesia. Existe un tratamiento interesado de la historia que hay que revisar, pero no soy yo el encargado de hacerlo porque no soy historiador. Sí me interesó poner el acento y llamar la atención sobre ese punto.
Has sido invitado a participar en muchos encuentros ¿Cómo ha sido la relación con la gente?
Estoy feliz con lo que me ha pasado en ese sentido. Es normal que te inviten de una feria del libro, pero no tanto que te inviten de una municipalidad, y es menos normal aún que te inviten de una junta de vecinos. O que se junten vecinos, como ocurrió en Mulchén, sin mediar una institución por medio, y te inviten a conversar estos temas. Que te pase eso es lo mejor de todo. Te das cuenta del porqué del éxito del libro, y es porque la gente está interesada en su historia, en su identidad y en lo que le ocurre al país más de lo que se suele pensar. Faltan canales confiables para canalizar ese interés.
PODER CONSERVADOR
¿Cómo vez el momento actual?
Chile es un país donde el poder está tan concentrado, que siempre al pueblo le ha resultado muy difícil llevar adelante cualquier proceso de reforma. Da la impresión de que la historia de Chile es un intento constante por alcanzar niveles de dignidad pero que choca contra un muro. Es algo cíclico, siempre chocamos contra un muro, a veces con un muro violento que acarrea masacres, muertes, tortura. Cuesta muchísimo. Quizá la gran enseñanza de la Unidad Popular, encabezada por Salvador Allende, es que ni siquiera un gran apoyo popular es suficiente para legitimar un proceso de reformas. Eso creo que aprendieron o trataron de manejar con la Nueva Mayoría, y ahora entendemos que ni siquiera con el excesivo respeto que han tenido, a pesar del apoyo generalizado, sirvieron para llevar a delante un proceso de reformas relativamente limpio ¿Y qué está pasado hoy? A un gobierno que tenía todo el apoyo, un proceso de reformas tibio, ni siquiera radical, con todo el tacto de lo que ocurrió el ’73, con la mayoría en el Congreso, con las encuestas mostrando 75 o 80 por ciento de apoyo a las reformas, con la gente en las calles marchando, y todo eso, no le ha bastado y se ha ido cayendo a pedazos. Es dramático y desconsolador. Tengo la impresión de que nada va a cambiar si no es con fuerza e insistencia.
En ese sentido ¿Cómo vez el papel de la Izquierda?
Es mi lugar natural, pero tengo muchos problemas con esta estupidez generalizada de andarse midiendo quién la tiene más roja. Es un error histórico que fragmenta el movimiento social pues los hace estar peleados unos con otros. Cada gallo va a la esquina y forma su facción, lo que impide un movimiento coordinado. Mira lo que ocurrió con la Izquierda Autónoma, me da mucha pena, porque sentías que era un nicho que podía crecer. Ya no sé qué puede ocurrir. Imagínate la energía que gasta la Izquierda para formar frentes amplios siendo que primero se dividen y después andan formado frentes de unidad ¿Quién entiende eso? Me gustaría ver una Izquierda más unida.
PIRATAS DEL LIBRO
Pasando a un tema editorial, el éxito de tu libro ha generado que se piratee ¿Qué sientes al verlo en las cunetas?
Me causa tristeza que mucha gente vea una forma de justicia social en el libro pirata. Y tengo entendido que uno de los pilares de la Izquierda es la valoración del trabajo. Quienes piratean libros están lejos de ser ONG, agentes populares o difusores de la cultura. Estos tipos son unos narcos, son unos empresarios que tienen una infraestructura armada para robarle el trabajo a escritores, editores, ilustradores, a toda la gente que trabaja en la producción de un libro. No se trata de la señora Juanita con una imprentita en una población, se trata de tipos con galpones donde trabajan la piratería de manera industrial. Comprar libros piratas es financiarle la 4x4 a un narco, no tiene nada que ver con la justicia social. Cuando la gente me dice “es que no tengo plata”, yo les digo entonces vaya a una biblioteca, allí le prestan libros gratis. Allí hay otro fenómeno, que es el de la posesión, algo muy del neoliberalismo: A toda costa hay que poseer, y por tres lucas estás involucrándote en un delito y provocando daño a trabajadores de la cultura.
La cultura pareciera ser el hermano pobre de las demás actividades u oficios…
Es un problema tremendamente complejo que arrastramos desde hace años. Es una decisión que tomaron las autoridades del país, tanto de la dictadura como de la Concertación. Validaron un modelo donde lo único que vale es la rentabilidad. Nada tiene valor sino tiene una expresión monetaria. Me he enfrentado con tipos con tremendo poder, que me han dicho: Para qué sirve la poesía, para que sirve leer tal libro. El mayor problema que hay es de los criterios de valoración de lo qué es la cultura. Hoy la cultura se está disfrazando de pequeño emprendimiento. Sólo tiene valor un objeto cultural si puede ser procesado a través de un emprendimiento y convertido en objeto vendible, que no es malo en sí, pero no pueden ser los únicos criterios. Lo mismo con el libro, éste está tan devaluado en su valoración que hay gente que piensa que diez lucas es una locura para un libro. Yo sé que es harta plata para mucha gente, pero detrás hay trabajo a veces hasta de dos o tres años, y participando muchas personas. Sin embargo, los mismos que reclaman no tienen ningún problema en gastarse diez o más lucas en cervezas o cigarros. Están en su derecho, pero se ve que hay un problema en valorar qué es la cultura. La cultura significa cultivarse, y eso también significa ser mejor persona. Yo creo que este afán de vivir en un modelo que te pide rentabilidad y éxito solamente en términos de rendimiento económico provoca una crisis en el desarrollo cultural de las personas. La música, el teatro, la lectura, la conversación, van en baja, a menos que se conviertan en objetos de consumo. Tenemos que reeducarnos en muchos sentidos.
¿Viene un tercer volumen de La historia secreta…?
Sí, un tercer libro y nada más, porque esto tampoco es una fábrica de empanadas. La editorial quería hacer una serie, y siempre pensé en tres, en una trilogía. Por eso que el primero es de portada roja, el segundo azul, y el tercero será de portada blanca. Los tres colores de la bandera. Ahí cerramos. La idea era que a través de una selección de historias y a través de la narrativa y la emocionalidad, que es capaz de transmitir la narrativa, generar un vínculo de la gente con su propia historia. Involucrarlos emocionalmente, que la gente pudiera amar o detestar a sus próceres conociéndolos en todas sus aristas.
Publicada en revista Punto Final / Agosto de 2016
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