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jueves, 30 de junio de 2022

_- La rutina de la alegría

_- Una experta nos recomienda seis movimientos que, según las investigaciones, te pondrán de buenas.
Por KELLY MCGONIGAL

No es ningún secreto que el ejercicio, incluso en dosis pequeñas, puede mejorar tu estado de ánimo. Los investigadores lo han bautizado como el efecto feel better o “sentirse mejor”.

Aunque cualquier tipo de actividad física —una caminata, nadar, un poquito de yoga— puede darte un subidón emocional, queríamos crear un breve video de ejercicios diseñados especialmente para contentar a las personas. ¿Cómo sería una “rutina de la alegría”?

Soy psicóloga y me fascina la ciencia de la emoción. También he enseñado clases grupales de ejercicios durante más de 20 años. Para diseñar una rutina de alegría recurrí a la investigación que uso en esas clases para maximizar el disfrute de las personas al mover su cuerpo.

Imagínate a una hinchada que estalla cuando su equipo logra colarse a las semifinales. Saltan de arriba abajo como estos niños en un video que se viralizó el año pasado en Instagram.

Los investigadores han identificado varios movimientos como este que en muchas culturas se reconoce que están inspirados por la alegría: subir los brazos, mecerte de un lado a otro, como los asistentes a conciertos que se sumergen en la música; otros movimientos rítmicos como saltar al compás de un ritmo; o tal vez ocupar más espacio, como los bailarines que giran con los brazos extendidos. Estas acciones físicas no solo expresan una sensación de gozo: las investigaciones muestran que también pueden generarla.

Cuando, en varios estudios pequeños, se instruyó a las personas para que realizaran este tipo de movimientos comenzaron a reportar emociones más positivas. Y las acciones opuestas, como hundirse y encogerse, evocaban tristeza y miedo. Otro estudio sugirió que los efectos de los movimientos de alegría son más fuertes cuando también puedes ver a alguien más haciéndolos, en parte eso sucede porque la felicidad es contagiosa.

El resultado es una rutina de ocho minutos y medio que hace que sintamos estos efectos. Se trata de seis movimientos de alegría: alcanzar, balancearse, rebotar, sacudir, saltar de alegría y uno que llamé “celebrar” porque se parece al momento en que lanzamos confeti al aire. Basé esta rutina en la investigación y en los movimientos que producen mayor alegría en mis clases, entre personas de todas las edades y habilidades.

Debes hacer los movimientos de la manera en que te sientas bien, tan grandes o tan pequeños y tan rápidos o tan lentos como desees. Si un movimiento no se siente bien, repite uno anterior o inventa uno propio, moviéndote de cualquier manera que te sientas alegre, poderosa, juguetona o elegante. El video muestra un entrenamiento de pie, pero también puedes intentarlo sentado.

Agregamos una banda sonora destinada a potenciar las emociones positivas. Escucharás canciones aceleradas en un tono mayor, con un ritmo fuerte. Si tienes otra música favorita que te hace feliz, puedes silenciar el video y escuchar la que te gusta.

La rutina de la alegría es solo una manera de levantar el ánimo a través del movimiento. Considera este video como un experimento y una invitación a encontrar tu propia alegría de movimiento. Hay muchas otras formas respaldadas por la ciencia para mejorar tu estado de ánimo con el ejercicio:

Muévete en exteriores, en un parque o en cualquier lugar que te brinde una dosis de naturaleza.

Muévete con otra gente, en una clase o equipo de entrenamiento. O hazlo de manera casual con amigos y familiares.

Muévete con música, ya sea a través del ejercicio tradicional como trotar o andar en bicicleta o hazlo con cualquier cosa que encienda tu cuerpo, como cantar en un karaoke, tocar los tambores o incluso la guitarra aérea.

Haz del movimiento algo divertido, ya sea con un juego o una competencia.

Kelly McGonigal tiene un doctorado y es psicóloga, docente en la Universidad de Stanford y autora del The Joy of Movement: How Exercise Helps Us Find Happiness, Hope, Connection, and Courage. Es una instructora certificada de ejercicio grupal que ha liderado clases de movimiento por más de veinte años.

https://www.nytimes.com/es/2022/06/23/espanol/la-rutina-de-la-alegria.html

miércoles, 23 de febrero de 2022

Los beneficios de tomar sol para el corazón, el ánimo y el sistema inmune (y durante cuánto tiempo se recomienda hacerlo)

Todo el mundo sabe de la importancia del protector solar. Pero la verdad es que nuestros cuerpos necesitan sol.

La luz solar puede mejorar nuestro estado de ánimo, disminuir la presión arterial, fortalecer nuestros huesos, músculos e incluso nuestro sistema inmunológico.

Y una breve exposición es suficiente para cosechar todos estos beneficios.

El poder del sol
Básicamente, sin la luz solar directa, nuestros cuerpos no pueden producir vitamina D, una sustancia que realiza una serie de funciones importantes en nuestros cuerpos.

Cuando la luz del sol acaricia nuestra piel, el cuerpo la absorbe y la convierte en este poderoso nutriente.

"Cuando el sol brilla sobre la piel, la radiación alcanza una molécula de 7-dehidrocolesterol. Convierte el 7-dehidrocolesterol en previtamina D. Después, la previtamina D tarda varios minutos en convertirse en vitamina D. Es la temperatura de tu cuerpo la que hace esta segunda transformación", explica Ann Webb, profesora de radiación atmosférica en la Universidad de Mánchester, Reino Unido.

Necesitamos vitamina D, por ejemplo, para que nuestro cuerpo absorba el calcio y el fosfato de los alimentos; ambos minerales son vitales para tener huesos, dientes y músculos sanos. Y no importa tu edad.

Un estudio reciente incluso mostró que tomar vitamina D mejoró la fuerza muscular en los atletas, posiblemente al estimular el crecimiento de las células musculares.

Pero los beneficios de la vitamina D van más allá de fortalecer nuestros huesos y músculos.

"Parece haber alguna evidencia de que contribuye al sistema inmunológico, además de ayudar a proteger contra algunas formas de cáncer y enfermedades autoinmunes como la esclerosis múltiple", agrega Webb.

Investigaciones también muestran que las personas con niveles muy bajos de vitamina D tienen un mayor riesgo de padecer enfermedades cardíacas, diabetes y demencia.

La vitamina D es tan esencial para nuestra supervivencia que puede ayudar a explicar la apariencia de la piel clara.

Algunos alimentos, como el salmón, son fuente de vitamina D, pero es difícil obtener la cantidad necesaria solo a través de la dieta.

Cuando nuestros ancestros abandonaron África, tenían la piel oscura para protegerse de la alta incidencia de la luz solar en la región.

Pero a medida que se expandieron al hemisferio norte, más fresco y oscuro, su piel se aclaró a través de la evolución, probablemente porque se habían adaptado a necesitar menos luz solar para producir vitamina D.

Cuanto más al norte se va, más claro tiende a ser el tono de la piel, con la excepción de los inuit del extremo norte, que tradicionalmente obtienen su vitamina D al comer carne de foca y pescados grasos.

Es cierto que también se puede obtener vitamina D de ciertos alimentos, como huevos, leche y pescados grasos (salmón, por ejemplo). Pero es muy difícil conseguir la cantidad adecuada solo con la dieta.

Afortunadamente, podemos obtener nuestra dosis diaria al aire libre (y gratis).

Mucho más que vitamina D
Pero la vitamina D no es el único beneficio de los rayos solares.

Todos sabemos lo bien que sienta la luz del sol; eso se debe a que la exposición al sol mejora nuestro estado de ánimo al aumentar la liberación en el cerebro de una hormona llamada serotonina, que también te ayuda a sentirte tranquilo y concentrado.

No es de extrañar que durante los largos meses de invierno en el hemisferio norte, cuando hay menos luz solar, muchas personas sufran de trastorno afectivo estacional (TAE), un tipo de depresión resultante de los bajos niveles de serotonina.

Los estudios muestran que tenemos niveles más altos de serotonina en la sangre en los días despejados en comparación con los días nublados y grises.

Además, hay investigaciones que sugieren que la luz solar directa puede hacer que las células de la piel produzcan endorfinas, que también crean una sensación de bienestar.

¿Y sabías que la luz solar reduce directamente la presión arterial?

Científicos de la Universidad de Edimburgo, Escocia, hicieron un experimento que mostró que exponer tu brazo a solo 20 minutos de luz solar es suficiente para aumentar la producción de óxido nítrico en la piel, lo que, a su vez, hace que los vasos sanguíneos se dilaten, bajando así la presión arterial.

Tiempo de exposición
Pero esta exposición debe hacerse de forma consciente para evitar quemaduras, cáncer de piel y el envejecimiento prematuro.

La cantidad de sol que se necesita para producir la cantidad ideal de vitamina D es personal; depende de tu tipo de piel, de dónde vivas y de tu sensibilidad. Lo más importante es no quemarse.

La piel más oscura, por ejemplo, tiene una mayor cantidad de melanina, un pigmento que actúa como protector solar natural, absorbiendo la radiación y protegiendo la piel de los daños.

Y esto termina impidiendo que la vitamina D se produzca con la misma facilidad, lo que requiere un tiempo de exposición más prolongado.

"Cuando comparamos a las personas de piel blanca con la piel de personas del sur de Asia, encontramos que los del sur de Asia necesitan entre 2,5 y 3 veces más tiempo al sol para producir la misma cantidad de vitamina D. Eso se debe a que tienen algo de melanina natural en su piel", explica Webb.

Para alguien con piel clara, 10 minutos pueden ser suficientes. Si la piel es muy oscura, el tiempo ideal puede ser de hasta 45 minutos.

Poco y con frecuencia
Puedes tener la tentación de tomar el sol todo el día, pero la mayor parte de la vitamina D se produce tan pronto como sales al aire libre. Y minimizar los períodos prolongados de exposición al sol también es la mejor manera de evitar consecuencias negativas como las quemaduras.

"La vitamina D en realidad se produce en esa primera exposición inicial, así que (toma) un poco (de sol) y con frecuencia", sugiere Webb.

Si vas a estar expuesto durante más tiempo y corres el riesgo de quemarte, es fundamental proteger tu piel.

"El mensaje principal es nunca quemarse con el sol, eso es muy importante", agrega.

Vale la pena recordar que algunos productos para la piel, e incluso medicamentos, pueden afectar tu sensibilidad al sol.

"Si tienes la piel muy sensible, debes tener cuidado. Es importante conocer tu propia piel. Debes tener cuidado si estás tomando un medicamento que puede causar fotosensibilidad en la piel; algunos antibióticos pueden hacer eso. Si estás usando algunos productos, como cremas a base de retinol en la cara, que pueden dejar tu piel más sensible, ten cuidado y lee todos los folletos del producto", advierte Webb.

A arremangarse
Puedes pensar que el sol en la cara es suficiente, pero para aprovechar los rayos del sol al máximo, también debes exponer tus antebrazos y piernas.

"Cada parte de piel desprotegida expuesta al sol producirá vitamina D. Por lo tanto, cuanta más piel expongas, más vitamina D ingresará en tu circulación", explica Webb.

¿Y vale la pena salir a la calle para recargar vitamina D incluso en un día nublado?

"(Las nubes) reducen la luz solar, por lo que no se produce tanta vitamina D durante el mismo tiempo de exposición, pero aún así recibimos bastante radiación ultravioleta, al menos a través de nubes claras. Si llueve mucho, es probable que haya muy poco rayos ultravioleta en el exterior. Pero si está nublado, puedes salir".

*En la serie Just One Thing de BBC Radio 4, el doctor Michael Mosley analiza en diferentes episodios lo que podrías hacer por tu salud si solo tuvieras una opción.

domingo, 28 de octubre de 2018

El coraje de Paul Tillich. Reeditado un libro clave del teólogo protestante alemán Paul Tillich que apuesta ética y ontológica por el valor del ser humano.

En su primera edición inglesa en 1952 y traducido a nuestra lengua en 1968, más o menos cuando yo lo leí por primera vez, acaba de ser reeditado, con prólogo de Diego Sánchez Meca, El coraje de ser (Avarigani), del teólogo protestante alemán Paul Tillich (Starzeddel, 1886-Chicago, 1965). Es raro, y más hoy, que un libro de filosofía sobreviva más de medio siglo y, sobre todo, como es el caso, si está escrito con claridad, pero en la antípoda de ese género de la menesterosa autoayuda, que lo banaliza todo.

Escrito poco después de terminada la Segunda Guerra Mundial, cuyos horrores deprimieron cualquier atisbo de esperanza, el núcleo de la reflexión de Tillich es una apuesta ética y ontológica sobre el valor del ser humano como tal, o si se quiere, sobre su validez.

El término castellano “coraje” etimológicamente derivó, al parecer, del francés, pero ambos del latino cos-cordis, que significa “corazón”.
Coraje, sin embargo, tiene un matiz particular que, según y cómo, en nuestra lengua puede también significar “fuerza física bruta” o un “carácter belicoso”, pero también, dándole una vuelta a la gramática, como lo hace Tillich, traducirse libremente como “ánimo”, en cuyo caso el “coraje de ser” sería cómo mantener vivo el ánimo ante el hecho de ser, vivir y responder éticamente a lo que se nos presenta en estos avatares, signados por las contingencias de nuestra naturaleza mortal.

Desde los antiguos griegos hasta el siglo XX, lo formidable de Tillich es la apretada síntesis que nos hace del tema, no solo desde el punto de vista filosófico y teológico, sino a través de las ciencias que despuntan en nuestra época, como la psicología, la sociología y la antropología. La verdad es que en ese cuadro sinóptico de Tillich parece caber todo, al margen de las creencias e ideologías muy variadas que se han profesado al respecto históricamente.

Hay una distinción que nos concierne quizás más a nosotros: la de emplazar ese coraje responsable en ser “parte” de la comunidad o ser “individual”, con las correspondientes amenazas de lo “gregario” o lo “cosificado”. En este sentido de la virtual alienación que puede prosperar en todo proyecto ideal, recuerdo el impacto que ya me produjo, en mi primera lectura de su obra, la definición de “neurosis”, como quien “trata de evitar el no-ser, la nada, evitando ser”.

Entonces y ahora me impresionó esta interpretación de Paul Tillich, no solo por su precisión clínica, sino porque subrepticiamente ese comportamiento irresponsable concierne —¡y de qué manera!— al individuo y la sociedad actuales. Tenemos demasiados ejemplos cerca para afrontar aquí su prolija sintomatología, pero la transferencia progresiva de nuestras facultades a las máquinas, o a la irresponsable evasión acerca de la naturaleza reversible de la vida, no solo nos puede hacer perder de vista que esta es un don, sino del papel que cada uno de nosotros debe desempeñar en su breve transcurso, pase lo que pase. Porque pasa siempre, en el fondo, lo mismo, pero nunca de la misma manera.

Aunque no comparta con Paul Tillich la fe religiosa, sí hay para mí algo emocionante en uno de los epígrafes finales de su ensayo, titulado El sino y el coraje de aceptar la aceptación. Es, según lo veo, la mejor definición de la virtud de la humildad (término que procede del latino humus, que significa tierra, o sea, que el humilde es quien aceptar volver a la tierra), porque sin este despojamiento final del ser humano, no habría coraje que valga.

Amor se llama el juego.