Mostrando entradas con la etiqueta ELA. Mostrar todas las entradas
Mostrando entradas con la etiqueta ELA. Mostrar todas las entradas

miércoles, 5 de diciembre de 2018

_- Entrevista al periodista Rafael Poch de Feliu. “La izquierda debe salir de esa cárcel conceptual en la que está metida”.

_- ¿En qué situación se encuentra la Unión Europea en esta coyuntura mundial de ‘cambio’ y ‘desorden’? ¿Qué papel juega en este tránsito tras la Guerra Fría de un mundo unipolar -con una potencia hegemónica- a otro multipolar?
La crisis que parece desintegradora de la UE, la sensación de que cada vez está más dividida entre los intereses y tendencias del Norte y del Sur, del Este y del Oeste, de Francia y Alemania, así como de algunas regiones, con el resultado de una parálisis fenomenal, ejemplariza, precisamente, ese desorden más general y forma parte de él. En esas condiciones se está mostrando completamente incapaz de configurarse como actor autónomo, como uno de esos actores de ese “mundo multipolar”, con varios centros de decisión que teóricamente sería la alternativa al hegemonismo de una sola potencia que se resiste a morir. La UE cada vez sale menos en la foto del mundo de mañana. Hasta ahora solo la hemos visto en el papel del “ayudante del sheriff”. Su vasallaje de Estados unidos no tiene precedentes. Recordemos la guerra de Vietnam; ni siquiera el Reino Unido envió allí tropas, algunos gobiernos -el de Olof Palme en Suecia- se enfrentaron a Washington y toda Europa era un mar de crítica. Ahora, todos están en Afganistán, una guerra criminal y sin sentido imposible de ganar, casi todos han pasado por Irak y nadie levanta la voz…

Con la segunda guerra de Irak hubo aquel pequeño plante de Francia y Alemania en 2003, pero más allá de eso hubo, como ahora se sabe, una plena cooperación a nivel de servicios secretos y demás. En Libia la iniciativa fue francesa, seguramente para borrar los rastros de la financiación de la campaña de Sarkozy. Luego hemos tenido el caso del espionaje de la NSA a sus aliados y a todo el mundo. En Berlín el teléfono de Merkel se espía desde la embajada de Estados Unidos, a menos de un kilómetro de la cancillería. En París la embajada es el edificio contiguo al Elíseo…Todo esto es del dominio público, ha generado documentos gracias a los Snowden y Assange, los héroes de nuestro tiempo que diría Lérmontov, y no ha pasado nada. Ahora Trump, el presidente broncas, está trabajando activamente para emancipar a la UE de esas tutelas. Todo está resquebrajado y Trump aun lo tritura más; el G-7, la OMC, la OTAN, la OPEP, hay que darle las gracias a Trump por ello, pero no parece que la UE esté en posición de sacar provecho… Así que la Unión Europea, a la que se daba como seguro poder ascendente, está sumida en una seria y paralizante crisis desintegradora pero no es el único aspirante a un papel en el mundo multipolar que se encuentra en esa situación.

Los avances de América Latina sacudiéndose gran parte del tradicional tutelaje del vecino del norte conocen inquietantes reacciones en países clave como Brasil, Argentina y la caótica Venezuela chavista, que cometió, a diferencia de la Rusia de Putin, el imperdonable delito de repartir entre los pobres renta petrolera. Es cierto que un país tan importante como México ha conocido un cambio con la holgada victoria de López Obrador, pero el nuevo presidente no parece tener propósitos de encabezar un liderazgo hacia la soberanía continental semejante a los de Lula y Chávez en la década anterior. Oriente Medio está más desorganizado y tenso que nunca, con la novedad de que ninguna potencia externa –y desde luego tampoco Estados Unidos gran factor de caos allá– es capaz de intervenir con eficacia determinando el curso de los acontecimientos. Rusia se ha restablecido militarmente, pero en todo lo demás, en su estructura económica y en su régimen político, sigue siendo un país atrasado. Y en Asia, más allá de la evidencia del ascenso chino, son fundadas las dudas de que ese paquidermo llamado Organización de Cooperación de Shanghai pueda llegar a bailar un vals y ser verdaderamente operativo en la esfera internacional… Así que podemos concluir que la tendencia mundial, la evolución de la correlación de fuerzas entre potencias y regiones, erosiona ciertamente al hegemonismo, pero, que al mismo tiempo, los aspirantes al relevo multipolar, quizá con la excepción de China, están bastante averiados.

La Unión Europea se ha convertido en una construcción oligárquica y antidemocrática que poco o nada tiene que ver con los teóricos principios fundacionales. ¿Cómo hemos llegado hasta aquí?
Aclaremos primero eso de los “principios fundacionales”. La integración europea fue, sin duda, un producto de la guerra fría. Como explicaba Eric Hobsbawm, el proyecto evidenciaba la fuerza del miedo que mantenía unida a la alianza antisoviética: miedo a la URSS, pero también miedo de Francia a Alemania, de Alemania a una condena eterna a la falta de soberanía, y miedo de ambos a Estados Unidos, a la certeza de que Washington ponía siempre su propia agenda por delante de los intereses de sus aliados europeos. En cualquier caso, todo venía cosido por (y no habría sido posible sin) la convicción de Estados Unidos de que una Europa (lo mismo vale para Japón) económicamente fuerte e integrada, era la mejor estrategia para la “contención” contra la URSS. En ese marco, lo único que les quedaba a los franceses era vincularse con Alemania en un cuadro superior de integración que imposibilitara el conflicto. De ahí sale el proyecto francés de Unión Europea. Ese impulso de paz continental es positivo y hay que cuidarlo, pero sin idealizar todo eso del “continente de paz”, porque no se puede olvidar la guerra incesante que esa Europa ha venido practicando en el mundo no europeo y colonial después de la Segunda guerra mundial, por no hablar de la desintegración inducida de Yugoslavia, del actual conflicto en Ucrania, ambos con claras responsabilidades de la UE, y del papel de “ayudante del sheriff”. Ese es el “continente de paz” realmente existente. Dicho esto, particularmente desde Maastricht ésta UE ha sido, ciertamente, la autopista de la globalización oligárquica y neoliberal en esta parte del mundo.

¿Cómo hemos llegado?
Pues sin la menor democracia: se ha ido construyendo un corsé de tratados e instituciones a cargo de funcionarios y organismos al servicio del interés empresarial, con gran peso de la economía exportadora alemana, que ha encerrado a los estados y a las ciudadanías en una especie de cárcel.

Esta última década, o mejor dicho desde 1992, cuando la gente ha podido votar sobre diferentes aspectos en referéndum, los postulados del establishment han sido derrotados, desde el Brexit a Grecia, pasando por la ratificación/rechazo de los diferentes Tratados de la Unión.

¿Tiene futuro una Unión que se construye continuamente en contra de la opinión mayoritaria de la gente?
Todo menos el Brexit ha sido ignorado. Los marcos de la soberanía y de la democracia son estatales. La ciudadanía es estatal, no existe el “pueblo europeo”, sino la suma de los pueblos español (multinacional), francés, alemán, polaco, etc. Sin embargo todo se decide en instancias tecnocráticas que están por encima de la soberanía y de la democracia, inalcanzables para la ciudadanía. “No hay democracia fuera de los tratados europeos”, dijo Jean-Claude Juncker hace año y medio. ¿Tiene futuro esto? Yo creo que depende de la gente, de su acción en los estados nacionales. No creo en una “rebelión europea” a la Varufakis, sino en la suma de transformaciones en los Estados, porque es en ellos donde está el marco ciudadano.

Con alguna excepción, la izquierda europea es incapaz de ofrecer una alternativa real que haga frente al actual estatus-quo. ¿Qué responsabilidad tiene la izquierda en esta situación?

En general la izquierda en Europa no cuestionó la integración europea, cultivó el mito del “continente de paz” por miedo al nacionalismo y quedó prisionera de su marco, es decir de la versión local de la globalización capitalista neoliberal “made in USA”. Ahora asiste al espectáculo de que el grueso de la rebelión contra el orden establecido lo capitaliza la extrema derecha. Supongo que la izquierda debería dar una patada a la puerta de esa cárcel conceptual en la que está metida y debería reivindicar el soberanismo para cambiar las cosas en cada país y luego en la Unión Europea. Algo de eso está pasando en Francia con la France Insoumise de Jean-Luc Melenchon y en Alemania con el recién creado movimiento Aufstehen, iniciativa de Oskar Lafontaine, el político europeo de izquierdas más sólido, desgraciadamente en vías de retiro…En España estamos retrasados en ese debate. En Catalunya en lugar de desembocar en la extrema derecha el descontento ha desembocado en la payasada del “procés” y se ha perdido gran parte del positivo impulso del 15-M.

¿Por qué se siguen aplicando recetas capitalistas neoliberales que no funcionan y que tienen graves consecuencias para la mayoría de la gente? ¿Hay condiciones objetivas para construir una alternativa real de izquierdas que haga de contrapeso a quienes imponen estas políticas, tal y como las había para el llamando ‘mundo occidental’ cuando existía la URSS?
Esas recetas funcionan perfectamente para lo que fueron diseñadas: engordar a los ricos, maximizar el beneficio e incrementar la explotación vía deslocalización, privatización, desregularización y emigración de mano de obra. Hasta que la mayoría social perjudicada no les dé un puñetazo en el morro no se inmutarán. Fue el miedo a la insurrección y a la inestabilidad lo que impuso el estado social en Europa tras el shock de la Segunda guerra mundial. Claro, el adversario soviético y su tan poco atractivo modelo, también influyó. Desde el hundimiento del bloque del Este se sienten más fuertes y además con la integración de todo aquello en la economía mundial y el ingreso de India y China en ella, se ha duplicado el número de obreros en el mundo, añadiendo unos 1.400 millones más. La correlación de fuerzas entre capital y trabajo ha cambiado en beneficio del primero. ¿Cómo modificar todo esto en un sentido de mayor justicia social? ¿Cómo crear una fuerza que asuste tanto que obligue a imponer reformas sociales? Son preguntas enormes cuya respuesta está en la historia de la humanidad.

Mientras tanto la extrema derecha está creciendo en los diferentes procesos electorales. ¿Cuáles son los motivos? ¿Hasta qué punto influye la inmigración -o, mejor dicho, la gestión que se está haciendo de este tema?
Desde finales del siglo XX, una creciente desigualdad territorial y social, crisis y conflictos, así como la circulación de la información que estimula la comparación y las ganas de irse, aceleraron y mundializaron las emigraciones. Una encuesta realizada en 2014 por la OIT en 150 países, sugiere que más de una cuarta parte de los jóvenes de la mayoría de las regiones del mundo quiere residir permanentemente en otro país. Nada más comprensible en un planeta en el que 1.200 millones de personas viven en la extrema pobreza y donde a una quinta parte de la población le corresponde sólo el 2% del ingreso global, mientras el 20% más rico concentra el 74% de los ingresos. El vector de esta política apunta hacia una división del mundo en dos categorías, dos castas geográfico-sociales, en la que el estrato superior que podría implicar al 20% de la población del planeta podría vivir en un cuadro de relativa distribución, suficiente para generar un consenso y una fuerza militar capaz de mantener al 80% restante en una posición totalmente subyugada y paupérrima. Evocando este escenario, el sociólogo Immanuel Wallerstein observa con razón que, “el orden mundial que Hitler tuvo en mente no era muy diferente”.

El actual flujo migratorio hacia esta Unión Europea de 500 millones de habitantes es insignificante, pero el futuro y el calentamiento global cambiarán las cosas. Lo que hemos visto hasta ahora ha bastado para cambiar la geografía política de algunos países en beneficio de la extrema derecha. Para la izquierda el problema es irresoluble si no se enmarca en una acción general de transformación del mundo, sin una acción antibelicista, contra el comercio injusto, contra el crecimiento y por el multilateralismo en las relaciones internacionales. Encerrarse en el feliz mundo “sin fronteras” y en el “open arms” que nos vendieron los gringos junto con su globalización, un mundo en el que los estados son sustituidos por ONG´s y la política por la manipulable ideología de los derechos humanos, equivale a practicar una caridad que hace la cama a la ultraderecha. Pero,

¿cómo meter todo esto en un programa y al mismo tiempo evitar el escándalo de las muertes en el Mediterráneo?
Llevas tiempo denunciando la deriva militarista de la Unión Europea y su estrategia de búsqueda de culpables para explicar su fracaso. Rusia es un claro ejemplo. Salvando las distancias y dejando claro que todas las comparaciones son odiosas, ¿estamos ante una nueva ‘Guerra Fría?

Durante 25 años, occidente estuvo metiéndole el dedo en el ojo al oso ruso. La cosa funcionó mientras la clase dirigente rusa se dedicó a la gran juerga de privatizar y enriquecerse, pero pasado eso, a partir de 2008, el oso lanza zarpazos cuando le atosigan y además se ha crecido militarmente. El problema es que Occidente no acepta la recuperación del oso y así hemos llegado a esta segunda guerra fría sin justificación ideológica, pues ya no hay diferencias ni enfrentamientos entre sistemas socioeconómicos. En esta dialéctica la UE en crisis desintegradora encuentra un enemigo hacia el que dirigir su fracaso, mientras que Rusia asume grandes riesgos porque si vuelve a ser humillada su régimen podría hundirse como un castillo de naipes. La situación es particularmente peligrosa porque Estados Unidos fue destruyendo y retirándose de los acuerdos que ordenaban y prevenían desastres nucleares durante la guerra fría y hoy apenas hay canales. Eso hace más imprevisibles posibles incidentes, en el Báltico, Ucrania o Siria, que impliquen a los ejércitos de las potencias nucleares que allí están en contacto. Una solución sería volver a los documentos de 1990 (La Carta de París de la OSCE) sobre seguridad en Europa, que prometían un esquema de seguridad integrado, sin perjuicio de la seguridad del otro, en el continente. La OTAN violó aquello. Todo lo demás, incluida la actual chulería militar rusa, es consecuencia.

La victoria de Trump supone la victoria de la política del ‘Me first’. Trump ha declarado una guerra comercial a los ‘competidores’ de Estados Unidos. ¿Qué consecuencias puede tener esta guerra comercial, tanto a nivel global -postura de China, potencia emergente- como de la UE?
Trump llegó a la Casa Blanca en ese momento. Su “America First” combinaba un refuerzo del proteccionismo desmarcado del discurso liberal con cierta idea de una administración tripartita de los asuntos mundiales en rivalidad con China y Rusia. Trump partió del presupuesto de que el principal adversario de Estados Unidos a medio plazo era China e intentó repetir la jugada de Henry Kissinger de 1972, pero invirtiendo sus términos: si en la época de Nixon se trataba de llegar a acuerdos con China para confrontar a la URSS y alterar así la correlación de fuerzas en perjuicio de quien se consideraba enemigo principal, Trump deseaba un acuerdo con Rusia para debilitar a China.

Eso no va a funcionar, porque nadie se fía de Trump ni sabe cuanto va a durar en el cargo. Supongo que con los competidores europeos se llegará a acuerdos. El problema es con China, y no es comercial -porque el 40% de la exportación china al resto del mundo procede de multinacionales americanas y europeas instaladas en China- sino que tiene que ver el hecho de que el ascenso de China en el mundo solo puede ser detenido por la guerra. De momento guerra comercial, pero no olvidemos que ya con Obama se realizó el llamado “pivot to Asia”, es decir desplegar el grueso de la capacidad militar aeronaval de Estados Unidos alrededor de China. Pekín ha respondido con una estrategia comercial inclusiva, la llamada “nueva ruta de la seda”, pero también está dejando claro que no permitirá atropellos militares en sus fronteras. El actual fortalecimiento militar aeronaval de China en su frontera, en el Mar de China meridional, tiene por objetivo complicar para los militares de Estados Unidos cualquier posibilidad de victoria militar regional (que no global) en esa zona.

La “guerra comercial” forma parte de un pulso general contra el ascenso de China, cuya política internacional, hay que decirlo, no es militarista ni excluyente, sino más bien integradora y prudente.

Publicada por Gorka Quevedo en Alda, revista de ELA. Septiembre/octubre 2018.

Fuente:
https://rafaelpoch.com/2018/11/30/la-izquierda-debe-salir-de-esa-carcel-conceptual-en-la-que-esta-metida/amp/?__twitter_impression=true

jueves, 2 de julio de 2015

Un país para ricos

Adolfo Muñoz, Txiki

Alfonso Basagoiti, ex-Consejero de Hacienda del Gobierno Vasco, ex-presidente del Círculo de Empresarios y ahora consejero de Euskaltel ha dicho que las vacaciones fiscales “se hicieron rematadamente mal” porque la rebaja de impuestos “se aplicó a pocas empresas” y debió hacerse a todas. Si se hubiera hecho así –dice- “no hubiera habido ningún problema con la UE”. No quiere que las empresas paguen impuestos y no dice la verdad cuando afirma que las empresas vascas pagan más impuestos que las españolas.

La realidad es que en base a subvenciones, bonificaciones y exenciones establecidas en el Impuesto de Sociedades, las empresas o pagan muy poco o no pagan nada.

ELA ha celebrado un Seminario sobre fiscalidad en Donostia los días 18 y 19 de Junio. En él se ha analizado el trato fiscal privilegiado para las rentas que no son de trabajo. Estas son las conclusiones del Seminario.

1.- Los gobiernos favorecen la acumulación de capital a la vez que las Haciendas desfiscalizan esas rentas para que no paguen impuestos. Esos mismos Gobiernos con la patronal atacan a los salarios y las Haciendas deciden que los impuestos recaigan, fundamentalmente, sobre las rentas de trabajo. Por eso aumentan las desigualdades. La competencia fiscal entre países basada en la bajada de impuestos al capital y a las empresas destroza un modelo de sociedad justo y solidario. No es casualidad que los países que mejor están respondiendo a la crisis sean los que más presión fiscal y gasto público tienen.

2.- El poder político y económico no tienen ningún interés en materia fiscal en favorecer la información y la participación social. Hacen creer a la ciudadanía que bajando los impuestos a los ricos ganamos todos. Nos tratan como si fuéramos idiotas. Las Haciendas Vascas son un reino de opacidad; una “caja negra” en la que una pequeña élite, muy cercana al mundo empresarial, decide los impuestos.

3.- La capacidad normativa de las Haciendas Vascas (Concierto y Convenio) se concreta en que tengamos 7 puntos de presión fiscal menos que la media europea (incluso menos que en España). De establecer la presión fiscal media europea se recaudarían 6.600 millones de euros más. Los beneficiados son las rentas altas, empresariales y de capital. En realidad, desde hace muchos años, no ha existido una política fiscal propia en el ámbito vasco. Las Haciendas de los cuatro territorios se han limitado a copiar y pegar lo que hacia Madrid estableciendo, eso sí, más ventajas fiscales a empresas y capital. Rajoy, para tratar de evitar una debacle electoral, anuncia que bajará los impuestos -a sus amigos- en el IRPF y en Sociedades. ¿Alguien duda sobre qué harán las Haciendas Vascas?

4.- Es un contrasentido que la decisión sobre los ingresos esté en manos de las Administraciones que menos gasto tienen a su cargo, las Diputaciones. Este sistema, en la CAPV, deja la política fiscal en manos de un órgano sin control democrático, el Órgano de Coordinación Tributaria. Hay que acabar con los reinos de Taifas en que se han convertido las Haciendas, garantizar la participación social y establecer la decisión y el control democrático en el Parlamento vasco.

5.- Contrariamente a lo que dicen CONFEBASK y la CEN, la fiscalidad vasca es, de todas las del Estado, la que más privilegios recoge para las empresas. Es un grave error, que también comete la izquierda política, prestar atención al tipo nominal (porcentaje) del Impuesto. El tipo nominal no dice nada sobre lo que en realidad pagan las empresas ya que ha sido pervertido con un sinfín de exenciones, bonificaciones y subvenciones -innumerables e inútiles- pensadas para que las empresas o paguen poco o no paguen nada en el Impuesto de Sociedades.

6.- ELA llama la atención sobre la influencia de la patronal en la decisión de los impuestos. Sufrimos situaciones que debieran estar prohibidas, como que un Secretario General de una patronal pase a ser Diputado de Hacienda. Un ejemplo de esa connivencia han sido las vacaciones fiscales. Una decisión, la de incumplir el mandato de Europa, que fue adoptada de común acuerdo entre las Haciendas y Confebask y por la que hemos tenido que pagar 30 millones de € de multa. La fiscalía, en esa “desobediencia contumaz” que duro muchos años, no ha visto voluntariedad para apreciar delito.

7.- Las normas fiscales vascas regulan sistemas de elusión fiscal para usar sociedades interpuestas con el único objeto de no pagar impuestos. Además, las Haciendas Vascas, no han adoptado ninguna medida efectiva para impedir la evasión de capitales a paraísos fiscales. Al contrario, cuando Madrid ofrece una amnistía fiscal para regularizar los capitales evadidos, nos enteramos por los medios de comunicación que en las Haciendas Vascas existe un trato más favorable para el evasor que el que ofrece el Estado. Los paraísos fiscales existen porque los Gobiernos quieren. Más allá de la hipocresía, los gobiernos no tienen interés en acabar con los ellos; al contrario, los usan como escusa en su cruzada para dar privilegios al capital.

8.- La lucha contra el fraude no es una prioridad de la Haciendas. No hay voluntad y, como consecuencia, tampoco medios humanos suficientes para proceder a inspeccionar las rentas y actividades en las que se concentra el fraude. Si a la pasividad de las Haciendas se le suma la inexistencia de una policía judicial especializada y que los jueces que tramitan los delitos fiscales carecen de una formación específica, es fácil entender por que los delitos fiscales son tan excepcionales. ELA exige reforzar las medidas coercitivas para obligar a las rentas que se refugian en el fraude, la elusión y la evasión a cumplir con sus obligaciones.

9.- ELA exige, además, que la política de distribución de renta se haga por la vía del gasto social y no con ventajas fiscales. La mayor parte de las ventajas fiscales establecidas en los diferentes impuestos (subvenciones, deducciones, exenciones…) tienen un componente netamente regresivo, beneficiando a quien más renta obtiene.

10.- ELA constata -y lamenta- la inmensa fuerza que tiene el sistema para integrar, también en fiscalidad, a las fuerzas políticas que alcanzan responsabilidades institucionales. El resultado no puede ser, en nuestra opinión, que la disputa institucional se haga a costa de relativizar la política social. Sin cambio en la política fiscal es imposible el cambio en la política social. Sin pedagogía fiscal alternativa la derecha seguirá imponiendo políticas antisociales.

El sistema fiscal vasco permite al capital la elusión, la evasión y el fraude. El problema no termina ahí porque, además, ese capital -que no paga impuestos- tiene un gran control sobre el poder político para condicionar que el gasto público se dirija a satisfacer sus intereses destruyendo el gasto social.
Adolfo Muñoz, "Txiki", Secretario General del sindicato ELA