Jordi Córdoba
Rebelión
El final de la Primera Guerra Mundial provocó la caída de la monarquía austrohúngara, y vio nacer, entre otros muchos acontecimientos históricos, el Reino de los Serbios, los Croatas y los Eslovenos, que pocos años después se convertiría en el Reino de Yugoslavia. Durante los años 30 el nuevo estado se alió a Alemania e Italia, pero una sublevación de oficiales opuestos al nazismo hizo que Hitler ordenara invadir el país en 1941, situación que fue aprovechada por Croacia, con numerosos simpatízantes del nacionalsocialismo, para proclamar su independencia. La liberación de los territorios ocupados fue encabezada por Josip Broz (Tito) al frente de una guerrilla partisana que se acabó convirtiendo en un gran ejército. Una vez acabada la guerra, Tito triunfó en las elecciones de 1945 con el Frente Nacional, formado por el Partido Comunista y la mayoría de las demás fuerzas que habían participado en la guerra contra el fascismo. “La ‘segunda Yugoslavia’ surgió en 1945 por efecto, ante todo, del éxito militar de la guerrilla partisana durante la Segunda Guerra Mundial. Tal circunstancia tiene su relieve porque se vincula directamente con uno de los rasgos centrales que dieron sentido al nuevo estado: éste no cobró cuerpo en virtud de una imposición exterior —como la que se hizo valer en buena parte de la Europa central y balcánica al calor de la presencia del ejército soviético—, sino que vio la luz de resultas de un proceso autóctono que, inevitablemente, confirió una mayor legitimidad al régimen naciente” (1).
La nueva constitución hizo de Yugoslavia una federación compuesta por seis repúblicas (Bosnia-Herzegovina, Croacia, Eslovenia, Macedonia, Montenegro y Serbia), con un gobierno federal que tenía como objetivo principal mantener el equilibrio entre todas ellas que, sin embargo, disponían una gran capacidad de autogobierno. En 1948, después de romper las relaciones con la Unión Soviética y con Stalin, Tito lanzó una nueva política económica más descentralizada, con una cierta permisividad hacia la propiedad privada y una apertura al turismo o la emigración, así como un cierto acercamiento a Occidente, si bien se mantuvieron diferencias significativas entre unas y otras repúblicas y entre las zonas urbanos y rurales. La ruptura con la URSS facilitó la búsqueda de nuevas fórmulas de planificación, con un sistema de autogestión consistente en una amplia participación de las asambleas de trabajadores. Una gestión económica que tuvo unos resultados contradictorios, en parte por un exceso de burocracia y una cierta falta de estímulos. Como una nueva muestra de independencia respecto al resto de países del Este, en 1952 el partido dirigido por Tito pasó a denominarse Liga de los Comunistas, y Yugoslavia fue uno de los máximos impulsores del Movimiento de países No Alineados. Sin perjuicio de lo anterior, el estado adoptó, en 1963, el nombre de República Federal Socialista de Yugoslavia.
A partir de la muerte de Tito (1980) la presidencia de la República pasó a ser colectiva, con una rotación anual por parte de un representante de cada una de las ocho repúblicas y provincias autónomas. Sin embargo, en esta nueva etapa se empezaron a poner de manifiesto las tensiones entre los diferentes territorios, al principio especialmente en Kosovo, provincia autónoma que formaba parte de la República Serbia y con una amplia mayoría albanesa. Poco más tarde en Bosnia y Herzegovina, donde se produjo igualmente un gran crecimiento del sentimiento nacional, paralelo al resurgimiento del islam. Sin embargo, las tensiones en la República Federal entre las diferentes etnias o nacionalidades se acentuó a partir de 1987, especialmente por las posiciones maximalistas de Slobodan Milosevic entre los líderes serbios y Franjo Tudjman entre los dirigentes croatas. El deterioro de la economía y la impopularidad de las medidas de austeridad decretadas por el gobierno federal fomentaron el malestar de la población y reforzaron cada vez más los nacionalismos. En 1989 Milosevic, entonces ya presidente de Serbia, suprimió las autonomías de Kosovo y Vojvodina, que a la larga se convertiría en un irreversible salto mortal hacia la desaparición de Yugoslavia. Mientras tanto, y a pesar de su independencia respecto a la Unión Soviética y al Pacto de Varsovia, la caída del muro de Berlín y otros procesos reformistas en los países del Este llevó, en 1990, a la desaparición de la Liga de los Comunistas, que fue sustituida por diferentes partidos y movimientos socialistas o socialdemócratas en las respectivas repúblicas.
Los movimientos nacionalistas en los diferentes territorios incrementaron las movilizaciones, no siempre pacíficas, a favor de reformas económicas y de más soberanía, especialmente en Eslovenia, Croacia, Macedonia y Kosovo, lo que terminó provocando la intervención del ejército federal, de clara mayoría serbia. En 1991, el intento de llegar a un acuerdo para preservar el estado yugoslavo fracasó por la polarización entre Serbia y Montenegro, por un lado, y el resto de las repúblicas por otra, ya que estas últimas se inclinaban por una relación de tipo confederal. Unos meses después, Eslovenia y Croacia se declararon independientes, con un sorprendente y rápido reconocimiento por parte de Alemania y de buena parte de la Unión Europea. Poco después Bosnia - Herzegovina y Macedonia aprobaron igualmente su separación unilateral de Yugoslavia. A pesar de la ofensiva armada lanzada por Belgrado, Eslovenia y Macedonia, donde los serbios sólo eran una pequeña minoría, consolidaron pronto su independencia, aunque los macedonios sufrieron fuertes tensiones con Grecia, por miedo a las posibles reivindicaciones territoriales sobre la región griega del mismo nombre, mientras en Croacia y Bosnia-Herzegovina, se inició una larga guerra civil.
La República Croata sufrió un conflicto bélico de más de cuatro años, básicamente entre la mayoría croata y la numerosa minoría serbia, partidaria de permanecer en la República Federal, y que recibiría la ayuda del Ejército Yugoslavo, una guerra que acabaría con miles de muertos y cientos de miles de desplazados. Por su parte, la también importante minoría de origen serbio Bosnia y Herzegovina intentó igualmente mantenerse unida a Yugoslavia, lo cual llevó de manera trágicamente similar al proceso croata, a una larga guerra a partir de finales del 1991, básicamente entre la mayoría bosníaca-musulmana, liderada por Alija Izetbegovic (durante buena parte la guerra aliada de los croatas) y las milicias serbias lideradas por Radovan Karadzic (en este caso con el apoyo exterior de Milosevic). Durante otra fase del conflicto se produjeron, sin embargo, intensos combates entre los bosníacos musulmanes y las milicias bosnio-croatas, apoyadas por Franjo Tudjman, que causaron también miles de muertos. El sitio de Sarajevo y la matanza de Srebrenica son dos de los más graves episodios de aquel largo conflicto y, en el segundo caso, también un vergonzoso papel de las tropas de las Naciones Unidas, por la inactividad de los cascos azules en aquella tragedia.
En Serbia, el apoyo popular a Milosevic se consolidó progresivamente, mientras en Kosovo el movimiento de resistencia albanés se enfrentaba cada vez con más fuerza a las tropas federales, al tiempo que en Voivodina la importante minoría húngara protagonizaba diversas protestas. En 1995, la deteriorada situación económica, en buena parte provocada por el embargo internacional aplicado por numerosos países, y el callejón sin salida donde había llegado la guerra de Bosnia, así como el posicionamiento de las tropas de la OTAN contra Belgrado y las milicias serbias, obligaron Milosevic y sus aliados serbo-bosnios a cambiar de táctica y aceptar un pacto entre las diferentes partes. Finalmente se materializó en los acuerdos de paz de Dayton (Ohio, Estados Unidos), donde se establecieron las bases para la constitución de un nuevo estado multiétnico para Bosnia y Herzegovina. La nueva república fue formada por dos territorios autónomos, la Federación de Bosnia y Herzegovina propiamente, donde aún hoy conviven bosniacos musulmanes y croatas, y la República Serbia de Bosnia (Republika Srpska), de mayoría claramente serbia. Pero la intervención norteamericana a través de la OTAN en la última etapa de la guerra no fue precisamente altruista. Washington consiguió, entre otros, "despojar a Berlín de sus posiciones adquiridas en la región estratégica de los Balcanes (…) dividir y debilitar a la Unión Europea (…) instaurar a la OTAN como gendarme del continente europeo (…) quitar a Rusia cualquier acceso al Mediterráneo (e) imponer su liderazgo político y militar para las demás guerras en preparación (2)
A pesar de la creciente fuerza de la oposición reformista en Serbia y especialmente en Montenegro, en 1997 Milosevic fue nombrado presidente de la República Federal (de hecho ya sólo constituida por Serbia y Montenegro), pero el Partido Socialista Serbio, sin mayoría suficiente para formar gobierno, acabó pactando con la extrema derecha del Partido Radical. Mientras tanto, en la antigua provincia autónoma de Kosovo, las tensiones llegaron a ser cada vez más fuertes, ante las dificultades de Ibrahim Rugova, líder de la Liga Democrática, de avanzar en la recuperación de la autonomía del territorio mediante la resistencia pacífica. En este contexto surgió con fuerza el Ejército de Liberación de Kosovo (UÇK), que empezó a emprender acciones militares de gran alcance contra el ejército yugoslavo y la minoría serbia del territorio, a pesar de los intentos de la comunidad internacional para poner paz en el conflicto. El fracaso de las negociaciones y la implicación de los Estados Unidos y otros de sus aliados llevó una vez más a la intervención de la OTAN, con bombardeos masivos en Serbia y Montenegro, ataques que causaron miles de víctimas y destruyeron un gran número de infraestructuras, empobreciendo aún más el país, mientras Milosevic intensificaba su campaña contra las milicias kosovares, hasta el despliegue de los cascos azules de la ONU en junio de 1999, que tomarían la administración provisional. Kosovo no proclamó la independencia hasta unos años después, en febrero de 2008, pero aún hoy es un estado "parcialmente reconocido". Tan solo entre los países de la Unión Europea, Kosovo no está reconocido por Grecia, Chipre, Rumanía, Eslovaquia o España, mientras que en el Consejo de Seguridad de la ONU, al menos Rusia y China vetan su ingreso formal a la organización que es, de facto, el reconocimiento internacional y pleno de la independencia.
Al principios de 2001 comenzaron a evidenciarse también las tensiones entre Serbia y Montenegro. El mes de enero de 2003 los parlamentos de ambas repúblicas aprobaron la constitución de un nuevo estado, con el nombre de Serbia y Montenegro, pero tres años más tarde, en mayo de 2006, más de 55% de la población montenegrina se acabó inclinando por la separación, en un referéndum donde la Unión Europea había fijado un mínimo del 50% de participación y un 55% de votos a favor de la secesión para aceptar el resultado, lo que llevó a proclamar la independencia del país.
El balance final de la desintegración de Yugoslavia fue dramático: Eslovenia se convirtió en un estado independiente después de un breve conflicto armado que costó más de sesenta muertos. Macedonia declaró la independencia sin caer tampoco en una guerra de grandes proporciones, sin embargo unos años después se produjeron conflictos armados con la minoría albanesa, que provocaron más de un centenar de muertos y numerosos desplazados. La secesión de Croacia supuso una guerra civil durante más de 4 años, que provocó entre 20.000 y 25.000 muertos, según diversas fuentes, y cientos de miles de desplazados. La independencia de Bosnia y Herzegovina supuso también más de 3 años de conflicto bélico, y fue la más dura de las guerras yugoslavas, con cerca de 100.000 víctimas mortales. Montenegro se convirtió en un estado independiente sin que se produjeran víctimas en su proceso de separación propiamente dicho, si bien ya había sufrido anteriormente miles de muertos por su larga alianza con Serbia, especialmente durante los bombardeos de las tropas de la OTAN. Por su parte, Kosovo proclamó la independencia en febrero de 2008, después de un conflicto donde hubo entre 10.000 y 15.000 muertos según diversas fuentes y, como hemos dicho más arriba, hoy sigue siendo un estado solo parcialmente reconocido por la comunidad internacional. Serbia, que sigue incluyendo la provincia nuevamente autónoma de Voivodina, es también actualmente un estado independiente, que se recupera aún de las penosas heridas de la guerra. Las cifras de muertos entre los diferentes conflictos oscilan alrededor de 150.000 personas, según diversas fuentes, además de millones de desplazados, y son sin duda los acontecimientos bélicos más sangrientos en suelo europeo desde el fin de la Segunda Guerra Mundial.
Las guerras de Yugoslavia entre 1991 y 2001 fueron una trágica combinación de factores políticos, ideológicos y religiosos, con algunos rasgos claramente xenófobos, especialmente en Serbia y Croacia. Es un error considerar que se trató de un conflicto entre comunistas y fuerzas políticas liberales, pues los primeros ya casi habían desaparecido en 1991 y los segundos eran entonces extremadamente minoritarios dentro de la vorágine nacionalista. Como es un grave error hablar de limpieza étnica atribuyéndola exclusivamente a los serbios, a pesar de tener estos la principal responsabilidad, ya que diferentes grupos y milicias serbias, croatas, musulmanes y kosovares fueron responsables de graves matanzas, aunque en la mayoría de los casos sin la intervención de los ejércitos regulares propiamente dichos. Una parte importante de los presuntos culpables de crímenes de guerra fueron juzgados por el Tribunal Penal Internacional para la antigua Yugoslavia, establecido en La Haya que, sin embargo, tuvo una actitud especialmente condescendiente con algunos presuntos criminales croatas, y sobre todo con altos responsables de la OTAN, también denunciados por crímenes de guerra. Durante el proceso de desintegración de Yugoslavia se generalizó un ilícito enriquecimiento por parte de las antiguas nomenklatura de todas las repúblicas, paralelamente a la privatización de empresas públicas y a la proliferación de un modelo de capitalismo mafioso. Finalmente podemos decir que todavía hoy en día las relaciones entre las antiguas repúblicas son débiles o en algunos casos casi inexistentes, a pesar de que el largo proceso de acercamiento y adhesión a la Unión Europea (de la que ya forman parte Eslovenia y Croacia), ha propiciado una cierta reconciliación.
Notas
(1) Carlos Taibo, la desintegración de Yugoslavia, Los libros de la catarata, Madrid, 2018
(2) Michel Collon, ¿Cuánto valía Nuestra información sobre la fragmentación de Yugoslavia? Rebelión - 13/03/2006
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miércoles, 14 de noviembre de 2018
El proceso de desintegración de Yugoslavia (1991-2001)
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jueves, 29 de mayo de 2014
Zizek: “En la austeridad hay algo de pura superstición”. La estrella de la filosofía actual analiza la crisis de Europa en 'El Sur pide la palabra'. El comunismo ha muerto y el capitalismo está llegando al límite, asegura el esloveno.
“No se preocupe, podemos terminar la entrevista en mi casa”. Slavoj Zizek se moviliza de inmediato para solucionar el problema planteado por la llegada de su hijo adolescente y un amigo al pequeño estudio de Liubliana, donde llevamos dos horas conversando. Pese al tiempo transcurrido miro con desesperación las cuartillas con el cuestionario preparado del que apenas hemos abordado unas pocas preguntas. Zizek (Liubliana, Eslovenia, 1949), filósofo, psicoanalista “lacaniano”, marxista, gran observador del mundo, es famoso por su exuberancia verbal. El suyo es un monólogo torrencial en el que el relato central se desvía continuamente a través de anécdotas, bromas, temas colaterales que le introducen en nuevos territorios. No es casual que la revista Foreign Policy le incluyera en 2012 entre los 100 pensadores globales por “dar voz a una era de absurdeces”.
“Se empeñan en calificarme así, como si fuera un humorista. No. Yo soy una persona muy racional, lo que de verdad me interesa es la ópera y la música clásica”, se queja el filósofo esloveno en su personalísimo inglés. Un idioma que domina, pese al fuerte acento con que lo habla, y gracias al cual se ha metido en el bolsillo al mundo anglosajón, en el que es una celebridad. Zizek ha protagonizado media docena de documentales, dos de ellos (The Pervert’s Guide to Cinema y The Pervert’s Guide to Ideology), dirigidos por Sophie Fiennes, hermana de los famosos actores británicos, han tenido considerable éxito. Es autor también de medio centenar de libros de los temas más variados, el último de los cuales, El Sur pide la palabra. El futuro de una Europa en crisis, en colaboración con el filósofo croata Srecko Horvat, ha editado en España Los Libros del Lince.
PREGUNTA. Si juzgamos por la ausencia de conexiones aéreas, en realidad, la Europa del sur está muy lejos de Eslovenia. Todo lo contrario de lo que ocurre con Alemania, ¿es el síntoma de su dependencia con Berlín?
RESPUESTA. No, no, en absoluto. Somos un país tan pequeño [poco más de dos millones de habitantes], tan insignificante, que no le importamos nada a Alemania. Además, esta conexión comercial y económica con Austria y Alemania ya funcionaba en los tiempos del socialismo. Desde principios de los ochenta, cuando las relaciones económicas con la Comunidad Europea empezaron a aumentar, Eslovenia pasó a ser la máquina exportadora de la antigua Yugoslavia, y por eso para nosotros la independencia no representó un choque económico. Los comunistas eslovenos eran muy pragmáticos.
P. Pero las élites eslovenas estaban deseando huir de los Balcanes, ¿fue ese el principal motor de la independencia?
R. Le contaré una cosa graciosa sobre el pragmatismo de estos comunistas. A finales de los años setenta, la gran sensación del mundo católico fue la historia milagrera de la Virgen de Medjugorje, en Bosnia. Los comunistas de línea dura prohibieron a las agencias de turismo bosnias organizar visitas a Medjugorje porque les parecía una terrible superstición, y qué ocurrió: organizaron las expediciones las agencias italianas. Yugoslavia perdió por ese motivo unos dos o tres mil millones de dólares. Y lo gracioso es que en Eslovenia se encontró también una de esas imágenes milagreras, y los comunistas eslovenos decidieron desarrollar un negocio a cuenta de ello. Construir un hotel, y montar un sitio que atrajera turismo de masas. Pero el sacerdote del lugar se negó rotundamente, porque le pareció pura superstición. Y fue muy criticado por antipatriota.
P. Lo que quería preguntarle…
R. Hablo demasiado, perdón, perdón, pregúnteme.
Zizek se excusa con gesto teatral. Va vestido con la informalidad que le caracteriza, aunque esta vez su camiseta “personalizada” encierra nada menos que “su alfabeto”, con los rostros de Buda, Jesús, Lacan. Hegel y Marx entre otros. “Me la hicieron en Corea del Sur”, dice el filósofo que, por atuendo y actitud, es la antítesis del intelectual académico que su currículo proclama. Su pasión por la provocación, como si fuera un niño grande que sigue disfrutando con las travesuras, su celebrado sentido del humor y su habilidad para analizar el cine, la música de Elvis Presley o el capitalismo global en clave psicoanalítica, le han convertido en un conferenciante estrella, que llena aulas universitarias y platós de televisión. Zizek tiene también un pasado político. Fue comunista crítico y candidato liberal-demócrata a la presidencia eslovena tras la independencia.
P. Su libro rezuma decepción con la Unión Europea.
R. Sí, porque la UE no ha sido fiel a sí misma, pero sigo siendo totalmente pro-europeo. Para mí los acontecimientos realmente emancipadores han sido tres: la primera democracia griega, aún con todas sus limitaciones, la cristiandad, con la importante idea del Espíritu Santo que significa que hay una comunidad igualitaria de creyentes, y la Revolución Francesa. Estos son los fundamentos de Europa.
Unos fundamentos que siguen siendo sólidos. “Mire lo que está ocurriendo en Ucrania. Aunque muchos izquierdistas insistan en que Europa está en las últimas, los ucranios no son estúpidos, ni están locos, tampoco se hacen ilusiones, y tienen razón cuando dicen que, con todas sus limitaciones y compromisos, Europa todavía representa valores esenciales: libertad, igualdad, derechos humanos y estado de bienestar”.
Una Europa amenazada desde dentro por los populismos nacionalistas que se presentan como sus defensores, enarbolando un discurso antiinmigración que preocupa al filósofo esloveno. “Y conste que no soy uno de esos estúpidos izquierdistas que creen que hay que abrir las fronteras para que entren millones de africanos. Imagínese lo que ocurriría. Se volvería a reeditar una atroz lucha de clases. Hasta Hollywood lo sabe. Los últimos éxitos globales del cine de Hollywood, como Los juegos del hambre, describen sociedades ‘postcatastróficas” en las que se desarrolla una gigantesca lucha de clases. Pero es indudable que hay una paranoia anti-inmigración”. Y una tentación totalitaria. “[El primer ministro húngaro Viktor] Orbán declaró hace poco que la democracia tal vez funcione en Escandinavia, pero que los húngaros son gente asiática, y necesitan un nuevo sistema autoritario. Y en eso veo una tendencia general, y es que el capitalismo está funcionando con sistemas autoritarios”.
P. Usted ha escrito, sin embargo, “la izquierda necesita una Margaret Thatcher”.
R. Ah, eso lo escribí para provocar a mis amigos. Lo que digo es que la figura de un líder, un maestro, no es necesariamente mala. Un auténtico maestro no es el que da órdenes, sino el que es capaz de enseñarte lo que puedes hacer, el que te habilita con tus propias capacidades. Lo dije de forma intencionadamente provocadora, porque estamos sumidos en una grave crisis y, ¿qué es lo que está haciendo la izquierda? Nada. Carece de alternativa. Incluso esos movimientos espontáneos como el que surgió en España de los ‘indignados’, ¿qué han conseguido? Yo molesto a la izquierda porque digo que es muy fácil ser patéticamente solidarios con concentraciones gigantescas, como las de la plaza de Tahrir. Pero el problema empieza justamente un mes después, o dos a lo sumo, cuando los periodistas se van y las cosas vuelven a la normalidad. ¿Qué cambios percibe entonces la gente? Es muy fácil reunir grandes masas, convocar grandes manifestaciones, pero lo importante son los cambios que se producen. En Grecia al menos han dado un paso más allá con el partido Syriza, que tiene un programa acorde con lo que la gente quiere.
Alexis Tsipras, el joven líder de Syriza colabora con un prólogo en el libro de Zizek, que incluye también una entrevista con el político griego, admirador del fallecido líder venezolano Hugo Chávez. Syriza está integrado por una decena de partidos ecologistas, troskistas, y diversas escisiones del partido comunista griego y del socialista. Una fusión que no augura precisamente estabilidad. “Tienen sus diferencias”, admite Zizek. “Pero lo bueno de Syriza es que al menos han perdido el miedo a hacer cosas radicales. Aunque no lo tienen fácil. Grecia es un país clientelista, con un aparato estatal de dos millones de personas, la policía está corrupta y la mitad de ellos están en Aurora Dorada, esta es la verdad, pero Tsipras es muy consciente de que el primer objetivo es constituir un estado burgués liberal, para que el Estado griego empiece a parecerse a un estado moderno normal”.
La austeridad impuesta por la troika no le ayudará en ese objetivo, opina el filósofo esloveno. “La austeridad, sin un proyecto positivo, no basta. Hay algo de pura superstición en esa medida, hemos hecho algo mal, hagamos lo contrario. Por eso digo que en las élites europeas no hay nadie con la menor visión. La crisis de 2008 no se produjo porque algún Gobierno lunático de izquierdas estuviera gastando de más, fue la crisis de sistemas bancarios liberalizados. Y puedo repetirse en cualquier momento”.
Zizek acaba de llegar de Nueva York, donde ha pasado tres semanas dando conferencias, y, ya instalados en el salón de su casa, donde abundan los ceniceros –su esposa fuma–, bromea sobre el grado de represión que se ejerce allí contra los fumadores. “Ya no solo les expulsan a la calle, ahora les obligan a moverse para no contaminar una zona. Y en California es muchísimo peor aún”. En tiempos de crisis y superpoblación, ¿no sería mejor premiar a gente con un vicio mortal como ése?, bromea Zizek. “Al que demuestre que fuma al menos dos cajetillas diarias, tendrían que darle la medalla al ‘héroe de la estabilidad financiera’. Con cada fumador disminuye el gasto en pensiones, y si hubiera muchos no se necesitarían medidas de austeridad”.
Bromas aparte, Zizek no oculta su preocupación por la pérdida de liderazgo de los Estados Unidos que, “al contrario de lo que piensan todavía muchos izquierdistas, no es el malo de la película”, en muchos de los conflictos que estamos viviendo. “Obama, por ejemplo, ha reaccionado en los temas de Irán o Siria de una forma muy razonable. Pero hay que aceptar que nos acercamos a un mundo multipolar”. Un mundo multipolar en el que la República Popular China tendrá cada vez más voz. “Admiro muchas cosas de los chinos, pero practican el colonialismo económico de forma muchísimo más brutal que el capitalismo occidental”. De Grecia a Zambia, Zizek cuenta asombrado decisiones tomadas por la gran potencia. Desde disolver los sindicatos nada más quedarse con el puerto de El Pireo, a ‘importaron’ trabajadores chinos para hacer funcionar una mina en Zambia, después de prometer que emplearían a gente local.
Es difícil saber qué papel jugará Europa en este nuevo panorama político, porque , “hay, al menos, tres Europas, una Europa tecnocrática, que quiere competir con otros países en términos de capitalismo total (o salvaje), pero si seguimos a esta Europa seremos una parte del centro pero no la más importante. Luego tenemos la Europa nacionalista, anti-inmigración, que es el verdadero peligro, porque solo podría terminar en barbarie. Y, por último, está la tercera Europa, la única que puede salvarnos, y es la Europa reinventada por una nueva izquierda. El escritor conservador T.S. Eliot dice en uno de sus libros que, a veces, para mantener viva una religión se necesita una herejía que provoque una escisión sectaria. Pues Europa necesita ahora una herejía para sobrevivir, una escisión sectaria del legado humanitario europeo que nos separe del cadáver de la vieja Europa. Mi amigo maoísta [el filósofo francés] Alain Badiou dice algo bonito, ‘el siglo XX ha muerto, la izquierda debe comenzar otra vez’. Ya no tenemos que enfrentarnos a esa dicotomía izquierda y derecha. El modelo del siglo XX ya no sirve. Ya no se trata de reinventar la socialdemocracia y su Estado de Bienestar, eso ya no funciona. No sabemos qué es lo que nos salvará pero que hay que trabajar en diferentes sentidos para buscarlo, y no hablo de utopías. Porque el liberalismo como tal está perdiendo Europa, y solo hay dos alternativas, una Europa autoritaria o inventar algo nuevo”.
¿Quién está en condiciones de forjar esa nueva Europa? ¿La izquierda? Parece complicado porque al propio Zizek le parece “la fuerza más conservadora de la sociedad”. Pero el momento histórico que vivimos exige fuerza e imaginación. “Digámoslo claramente, todo el mundo lo ve ya, el capitalismo está llegando a un cierto límite. En primer lugar desde el punto de vista ecológico, ya sabemos que el calentamiento global está ahí, y sabemos que los efectos de cualquier catástrofe natural ya son globales. Solo hay que recordar las enormes implicaciones de las cenizas de aquel volcán islandés. Y eso por el grado de desarrollo que tenemos. Claramente necesitamos una forma internacional de regular todas estas contingencias. Alguna clase de coordinación no capitalista tendrá que ser puesta en marcha. Luego están los problemas económicos. La propiedad intelectual está desapareciendo, es casi un bien comunista, la gente descarga lo que quiere sin tenerla en cuenta. Y es imposible detenerlo, y antes o después será un tremendo problema. Finalmente, hay otra cuestión. Coincidí no hace mucho con Francis Fukuyama, y me decía que la ecología y la biotecnología han dejado obsoleto su libro El fin de la Historia y el último hombre. Porque en esto el capitalismo liberal universal ya no funciona. Con la biotecnología ya no se trata de tener a mano diferentes objetos que nos permiten hacer cosas, sino que ya se insertan en el propio organismo. Estamos llegando a una nueva era. Todo estará integrado. Las gafas de Google, y artilugios que pueden implantarte para controlar tu presión sanguínea u otras cosas, y hasta existe la posibilidad de que el cerebro se conecte a un ordenador al que las personas inválidas puedan dar instrucciones mediante el poder del cerebro. Y los chinos lo siguen muy de cerca, en su caso con la intención de regular física y psicológicamente el bienestar de la población. Olvidemos las bombas, ahora bastaría actuar sobre el cerebro mediante una máquina… Lo que yo digo es que estos nuevos problemas no pueden ser controlados ni mucho menos resueltos con el clásico sistema de poder, con las políticas neoliberales. Se necesita un gobierno global”.
-¿De verdad no quiere tomar nada? Jela Krecic, periodista treintañera, y tercera esposa de Zizek, se asoma un instante por el salón. El apartamento parece amplio y agradable, pero sin lujos, si se exceptúa un enorme televisor de plasma. Desde el patio ajardinado llega el canto de los mirlos. Este es el santuario de Zizek.
-Aquí me gusta pasar el tiempo, trabajando en el ordenador, viendo películas, preparando nuevos proyectos. Con Sophie Fiennes queremos hacer otra guía pervertida, esta vez sobre el amor. Algo muy tradicional. El amor es percibido como patológico si es muy intenso. Hoy lo normal es ser promiscuo. Hasta tal punto estamos obsesionados con la idea moderna de hacer cosas, de ser dinámicos. Pero yo soy un romántico.
P. ¿No le pesa a veces cargar con su personaje de filósofo adorado por las masas, con gran sentido del humor?
R. No, porque soy un solitario. La gente cree que me gusta estar en público, pero mi momento más feliz es cuando acaba la conferencia. Aquí [en Eslovenia] estoy en conflicto con todo el mundo, lo que me gusta es estar en casa, con mi mujer, dos o tres amigos. ¿Conoce usted Islandia? ¡Oh! Es el país donde querría vivir. No parece de este mundo, no hay árboles, ni hierba siquiera, es como otro planeta, como si Dios no hubiera terminado allí la creación.
Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2014/05/14/actualidad/1400065155_826493.html
“Se empeñan en calificarme así, como si fuera un humorista. No. Yo soy una persona muy racional, lo que de verdad me interesa es la ópera y la música clásica”, se queja el filósofo esloveno en su personalísimo inglés. Un idioma que domina, pese al fuerte acento con que lo habla, y gracias al cual se ha metido en el bolsillo al mundo anglosajón, en el que es una celebridad. Zizek ha protagonizado media docena de documentales, dos de ellos (The Pervert’s Guide to Cinema y The Pervert’s Guide to Ideology), dirigidos por Sophie Fiennes, hermana de los famosos actores británicos, han tenido considerable éxito. Es autor también de medio centenar de libros de los temas más variados, el último de los cuales, El Sur pide la palabra. El futuro de una Europa en crisis, en colaboración con el filósofo croata Srecko Horvat, ha editado en España Los Libros del Lince.
PREGUNTA. Si juzgamos por la ausencia de conexiones aéreas, en realidad, la Europa del sur está muy lejos de Eslovenia. Todo lo contrario de lo que ocurre con Alemania, ¿es el síntoma de su dependencia con Berlín?
RESPUESTA. No, no, en absoluto. Somos un país tan pequeño [poco más de dos millones de habitantes], tan insignificante, que no le importamos nada a Alemania. Además, esta conexión comercial y económica con Austria y Alemania ya funcionaba en los tiempos del socialismo. Desde principios de los ochenta, cuando las relaciones económicas con la Comunidad Europea empezaron a aumentar, Eslovenia pasó a ser la máquina exportadora de la antigua Yugoslavia, y por eso para nosotros la independencia no representó un choque económico. Los comunistas eslovenos eran muy pragmáticos.
P. Pero las élites eslovenas estaban deseando huir de los Balcanes, ¿fue ese el principal motor de la independencia?
R. Le contaré una cosa graciosa sobre el pragmatismo de estos comunistas. A finales de los años setenta, la gran sensación del mundo católico fue la historia milagrera de la Virgen de Medjugorje, en Bosnia. Los comunistas de línea dura prohibieron a las agencias de turismo bosnias organizar visitas a Medjugorje porque les parecía una terrible superstición, y qué ocurrió: organizaron las expediciones las agencias italianas. Yugoslavia perdió por ese motivo unos dos o tres mil millones de dólares. Y lo gracioso es que en Eslovenia se encontró también una de esas imágenes milagreras, y los comunistas eslovenos decidieron desarrollar un negocio a cuenta de ello. Construir un hotel, y montar un sitio que atrajera turismo de masas. Pero el sacerdote del lugar se negó rotundamente, porque le pareció pura superstición. Y fue muy criticado por antipatriota.
P. Lo que quería preguntarle…
R. Hablo demasiado, perdón, perdón, pregúnteme.
Zizek se excusa con gesto teatral. Va vestido con la informalidad que le caracteriza, aunque esta vez su camiseta “personalizada” encierra nada menos que “su alfabeto”, con los rostros de Buda, Jesús, Lacan. Hegel y Marx entre otros. “Me la hicieron en Corea del Sur”, dice el filósofo que, por atuendo y actitud, es la antítesis del intelectual académico que su currículo proclama. Su pasión por la provocación, como si fuera un niño grande que sigue disfrutando con las travesuras, su celebrado sentido del humor y su habilidad para analizar el cine, la música de Elvis Presley o el capitalismo global en clave psicoanalítica, le han convertido en un conferenciante estrella, que llena aulas universitarias y platós de televisión. Zizek tiene también un pasado político. Fue comunista crítico y candidato liberal-demócrata a la presidencia eslovena tras la independencia.
P. Su libro rezuma decepción con la Unión Europea.
R. Sí, porque la UE no ha sido fiel a sí misma, pero sigo siendo totalmente pro-europeo. Para mí los acontecimientos realmente emancipadores han sido tres: la primera democracia griega, aún con todas sus limitaciones, la cristiandad, con la importante idea del Espíritu Santo que significa que hay una comunidad igualitaria de creyentes, y la Revolución Francesa. Estos son los fundamentos de Europa.
Unos fundamentos que siguen siendo sólidos. “Mire lo que está ocurriendo en Ucrania. Aunque muchos izquierdistas insistan en que Europa está en las últimas, los ucranios no son estúpidos, ni están locos, tampoco se hacen ilusiones, y tienen razón cuando dicen que, con todas sus limitaciones y compromisos, Europa todavía representa valores esenciales: libertad, igualdad, derechos humanos y estado de bienestar”.
Una Europa amenazada desde dentro por los populismos nacionalistas que se presentan como sus defensores, enarbolando un discurso antiinmigración que preocupa al filósofo esloveno. “Y conste que no soy uno de esos estúpidos izquierdistas que creen que hay que abrir las fronteras para que entren millones de africanos. Imagínese lo que ocurriría. Se volvería a reeditar una atroz lucha de clases. Hasta Hollywood lo sabe. Los últimos éxitos globales del cine de Hollywood, como Los juegos del hambre, describen sociedades ‘postcatastróficas” en las que se desarrolla una gigantesca lucha de clases. Pero es indudable que hay una paranoia anti-inmigración”. Y una tentación totalitaria. “[El primer ministro húngaro Viktor] Orbán declaró hace poco que la democracia tal vez funcione en Escandinavia, pero que los húngaros son gente asiática, y necesitan un nuevo sistema autoritario. Y en eso veo una tendencia general, y es que el capitalismo está funcionando con sistemas autoritarios”.
P. Usted ha escrito, sin embargo, “la izquierda necesita una Margaret Thatcher”.
R. Ah, eso lo escribí para provocar a mis amigos. Lo que digo es que la figura de un líder, un maestro, no es necesariamente mala. Un auténtico maestro no es el que da órdenes, sino el que es capaz de enseñarte lo que puedes hacer, el que te habilita con tus propias capacidades. Lo dije de forma intencionadamente provocadora, porque estamos sumidos en una grave crisis y, ¿qué es lo que está haciendo la izquierda? Nada. Carece de alternativa. Incluso esos movimientos espontáneos como el que surgió en España de los ‘indignados’, ¿qué han conseguido? Yo molesto a la izquierda porque digo que es muy fácil ser patéticamente solidarios con concentraciones gigantescas, como las de la plaza de Tahrir. Pero el problema empieza justamente un mes después, o dos a lo sumo, cuando los periodistas se van y las cosas vuelven a la normalidad. ¿Qué cambios percibe entonces la gente? Es muy fácil reunir grandes masas, convocar grandes manifestaciones, pero lo importante son los cambios que se producen. En Grecia al menos han dado un paso más allá con el partido Syriza, que tiene un programa acorde con lo que la gente quiere.
Alexis Tsipras, el joven líder de Syriza colabora con un prólogo en el libro de Zizek, que incluye también una entrevista con el político griego, admirador del fallecido líder venezolano Hugo Chávez. Syriza está integrado por una decena de partidos ecologistas, troskistas, y diversas escisiones del partido comunista griego y del socialista. Una fusión que no augura precisamente estabilidad. “Tienen sus diferencias”, admite Zizek. “Pero lo bueno de Syriza es que al menos han perdido el miedo a hacer cosas radicales. Aunque no lo tienen fácil. Grecia es un país clientelista, con un aparato estatal de dos millones de personas, la policía está corrupta y la mitad de ellos están en Aurora Dorada, esta es la verdad, pero Tsipras es muy consciente de que el primer objetivo es constituir un estado burgués liberal, para que el Estado griego empiece a parecerse a un estado moderno normal”.
La austeridad impuesta por la troika no le ayudará en ese objetivo, opina el filósofo esloveno. “La austeridad, sin un proyecto positivo, no basta. Hay algo de pura superstición en esa medida, hemos hecho algo mal, hagamos lo contrario. Por eso digo que en las élites europeas no hay nadie con la menor visión. La crisis de 2008 no se produjo porque algún Gobierno lunático de izquierdas estuviera gastando de más, fue la crisis de sistemas bancarios liberalizados. Y puedo repetirse en cualquier momento”.
Zizek acaba de llegar de Nueva York, donde ha pasado tres semanas dando conferencias, y, ya instalados en el salón de su casa, donde abundan los ceniceros –su esposa fuma–, bromea sobre el grado de represión que se ejerce allí contra los fumadores. “Ya no solo les expulsan a la calle, ahora les obligan a moverse para no contaminar una zona. Y en California es muchísimo peor aún”. En tiempos de crisis y superpoblación, ¿no sería mejor premiar a gente con un vicio mortal como ése?, bromea Zizek. “Al que demuestre que fuma al menos dos cajetillas diarias, tendrían que darle la medalla al ‘héroe de la estabilidad financiera’. Con cada fumador disminuye el gasto en pensiones, y si hubiera muchos no se necesitarían medidas de austeridad”.
Bromas aparte, Zizek no oculta su preocupación por la pérdida de liderazgo de los Estados Unidos que, “al contrario de lo que piensan todavía muchos izquierdistas, no es el malo de la película”, en muchos de los conflictos que estamos viviendo. “Obama, por ejemplo, ha reaccionado en los temas de Irán o Siria de una forma muy razonable. Pero hay que aceptar que nos acercamos a un mundo multipolar”. Un mundo multipolar en el que la República Popular China tendrá cada vez más voz. “Admiro muchas cosas de los chinos, pero practican el colonialismo económico de forma muchísimo más brutal que el capitalismo occidental”. De Grecia a Zambia, Zizek cuenta asombrado decisiones tomadas por la gran potencia. Desde disolver los sindicatos nada más quedarse con el puerto de El Pireo, a ‘importaron’ trabajadores chinos para hacer funcionar una mina en Zambia, después de prometer que emplearían a gente local.
Es difícil saber qué papel jugará Europa en este nuevo panorama político, porque , “hay, al menos, tres Europas, una Europa tecnocrática, que quiere competir con otros países en términos de capitalismo total (o salvaje), pero si seguimos a esta Europa seremos una parte del centro pero no la más importante. Luego tenemos la Europa nacionalista, anti-inmigración, que es el verdadero peligro, porque solo podría terminar en barbarie. Y, por último, está la tercera Europa, la única que puede salvarnos, y es la Europa reinventada por una nueva izquierda. El escritor conservador T.S. Eliot dice en uno de sus libros que, a veces, para mantener viva una religión se necesita una herejía que provoque una escisión sectaria. Pues Europa necesita ahora una herejía para sobrevivir, una escisión sectaria del legado humanitario europeo que nos separe del cadáver de la vieja Europa. Mi amigo maoísta [el filósofo francés] Alain Badiou dice algo bonito, ‘el siglo XX ha muerto, la izquierda debe comenzar otra vez’. Ya no tenemos que enfrentarnos a esa dicotomía izquierda y derecha. El modelo del siglo XX ya no sirve. Ya no se trata de reinventar la socialdemocracia y su Estado de Bienestar, eso ya no funciona. No sabemos qué es lo que nos salvará pero que hay que trabajar en diferentes sentidos para buscarlo, y no hablo de utopías. Porque el liberalismo como tal está perdiendo Europa, y solo hay dos alternativas, una Europa autoritaria o inventar algo nuevo”.
¿Quién está en condiciones de forjar esa nueva Europa? ¿La izquierda? Parece complicado porque al propio Zizek le parece “la fuerza más conservadora de la sociedad”. Pero el momento histórico que vivimos exige fuerza e imaginación. “Digámoslo claramente, todo el mundo lo ve ya, el capitalismo está llegando a un cierto límite. En primer lugar desde el punto de vista ecológico, ya sabemos que el calentamiento global está ahí, y sabemos que los efectos de cualquier catástrofe natural ya son globales. Solo hay que recordar las enormes implicaciones de las cenizas de aquel volcán islandés. Y eso por el grado de desarrollo que tenemos. Claramente necesitamos una forma internacional de regular todas estas contingencias. Alguna clase de coordinación no capitalista tendrá que ser puesta en marcha. Luego están los problemas económicos. La propiedad intelectual está desapareciendo, es casi un bien comunista, la gente descarga lo que quiere sin tenerla en cuenta. Y es imposible detenerlo, y antes o después será un tremendo problema. Finalmente, hay otra cuestión. Coincidí no hace mucho con Francis Fukuyama, y me decía que la ecología y la biotecnología han dejado obsoleto su libro El fin de la Historia y el último hombre. Porque en esto el capitalismo liberal universal ya no funciona. Con la biotecnología ya no se trata de tener a mano diferentes objetos que nos permiten hacer cosas, sino que ya se insertan en el propio organismo. Estamos llegando a una nueva era. Todo estará integrado. Las gafas de Google, y artilugios que pueden implantarte para controlar tu presión sanguínea u otras cosas, y hasta existe la posibilidad de que el cerebro se conecte a un ordenador al que las personas inválidas puedan dar instrucciones mediante el poder del cerebro. Y los chinos lo siguen muy de cerca, en su caso con la intención de regular física y psicológicamente el bienestar de la población. Olvidemos las bombas, ahora bastaría actuar sobre el cerebro mediante una máquina… Lo que yo digo es que estos nuevos problemas no pueden ser controlados ni mucho menos resueltos con el clásico sistema de poder, con las políticas neoliberales. Se necesita un gobierno global”.
-¿De verdad no quiere tomar nada? Jela Krecic, periodista treintañera, y tercera esposa de Zizek, se asoma un instante por el salón. El apartamento parece amplio y agradable, pero sin lujos, si se exceptúa un enorme televisor de plasma. Desde el patio ajardinado llega el canto de los mirlos. Este es el santuario de Zizek.
-Aquí me gusta pasar el tiempo, trabajando en el ordenador, viendo películas, preparando nuevos proyectos. Con Sophie Fiennes queremos hacer otra guía pervertida, esta vez sobre el amor. Algo muy tradicional. El amor es percibido como patológico si es muy intenso. Hoy lo normal es ser promiscuo. Hasta tal punto estamos obsesionados con la idea moderna de hacer cosas, de ser dinámicos. Pero yo soy un romántico.
P. ¿No le pesa a veces cargar con su personaje de filósofo adorado por las masas, con gran sentido del humor?
R. No, porque soy un solitario. La gente cree que me gusta estar en público, pero mi momento más feliz es cuando acaba la conferencia. Aquí [en Eslovenia] estoy en conflicto con todo el mundo, lo que me gusta es estar en casa, con mi mujer, dos o tres amigos. ¿Conoce usted Islandia? ¡Oh! Es el país donde querría vivir. No parece de este mundo, no hay árboles, ni hierba siquiera, es como otro planeta, como si Dios no hubiera terminado allí la creación.
Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2014/05/14/actualidad/1400065155_826493.html
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