“No se preocupe, podemos terminar la entrevista en mi casa”. Slavoj Zizek se moviliza de inmediato para solucionar el problema planteado por la llegada de su hijo adolescente y un amigo al pequeño estudio de Liubliana, donde llevamos dos horas conversando. Pese al tiempo transcurrido miro con desesperación las cuartillas con el cuestionario preparado del que apenas hemos abordado unas pocas preguntas. Zizek (Liubliana, Eslovenia, 1949), filósofo, psicoanalista “lacaniano”, marxista, gran observador del mundo, es famoso por su exuberancia verbal. El suyo es un monólogo torrencial en el que el relato central se desvía continuamente a través de anécdotas, bromas, temas colaterales que le introducen en nuevos territorios. No es casual que la revista Foreign Policy le incluyera en 2012 entre los 100 pensadores globales por “dar voz a una era de absurdeces”.
“Se empeñan en calificarme así, como si fuera un humorista. No. Yo soy una persona muy racional, lo que de verdad me interesa es la ópera y la música clásica”, se queja el filósofo esloveno en su personalísimo inglés. Un idioma que domina, pese al fuerte acento con que lo habla, y gracias al cual se ha metido en el bolsillo al mundo anglosajón, en el que es una celebridad. Zizek ha protagonizado media docena de documentales, dos de ellos (The Pervert’s Guide to Cinema y The Pervert’s Guide to Ideology), dirigidos por Sophie Fiennes, hermana de los famosos actores británicos, han tenido considerable éxito. Es autor también de medio centenar de libros de los temas más variados, el último de los cuales, El Sur pide la palabra. El futuro de una Europa en crisis, en colaboración con el filósofo croata Srecko Horvat, ha editado en España Los Libros del Lince.
PREGUNTA. Si juzgamos por la ausencia de conexiones aéreas, en realidad, la Europa del sur está muy lejos de Eslovenia. Todo lo contrario de lo que ocurre con Alemania, ¿es el síntoma de su dependencia con Berlín?
RESPUESTA. No, no, en absoluto. Somos un país tan pequeño [poco más de dos millones de habitantes], tan insignificante, que no le importamos nada a Alemania. Además, esta conexión comercial y económica con Austria y Alemania ya funcionaba en los tiempos del socialismo. Desde principios de los ochenta, cuando las relaciones económicas con la Comunidad Europea empezaron a aumentar, Eslovenia pasó a ser la máquina exportadora de la antigua Yugoslavia, y por eso para nosotros la independencia no representó un choque económico. Los comunistas eslovenos eran muy pragmáticos.
P. Pero las élites eslovenas estaban deseando huir de los Balcanes, ¿fue ese el principal motor de la independencia?
R. Le contaré una cosa graciosa sobre el pragmatismo de estos comunistas. A finales de los años setenta, la gran sensación del mundo católico fue la historia milagrera de la Virgen de Medjugorje, en Bosnia. Los comunistas de línea dura prohibieron a las agencias de turismo bosnias organizar visitas a Medjugorje porque les parecía una terrible superstición, y qué ocurrió: organizaron las expediciones las agencias italianas. Yugoslavia perdió por ese motivo unos dos o tres mil millones de dólares. Y lo gracioso es que en Eslovenia se encontró también una de esas imágenes milagreras, y los comunistas eslovenos decidieron desarrollar un negocio a cuenta de ello. Construir un hotel, y montar un sitio que atrajera turismo de masas. Pero el sacerdote del lugar se negó rotundamente, porque le pareció pura superstición. Y fue muy criticado por antipatriota.
P. Lo que quería preguntarle…
R. Hablo demasiado, perdón, perdón, pregúnteme.
Zizek se excusa con gesto teatral. Va vestido con la informalidad que le caracteriza, aunque esta vez su camiseta “personalizada” encierra nada menos que “su alfabeto”, con los rostros de Buda, Jesús, Lacan. Hegel y Marx entre otros. “Me la hicieron en Corea del Sur”, dice el filósofo que, por atuendo y actitud, es la antítesis del intelectual académico que su currículo proclama. Su pasión por la provocación, como si fuera un niño grande que sigue disfrutando con las travesuras, su celebrado sentido del humor y su habilidad para analizar el cine, la música de Elvis Presley o el capitalismo global en clave psicoanalítica, le han convertido en un conferenciante estrella, que llena aulas universitarias y platós de televisión. Zizek tiene también un pasado político. Fue comunista crítico y candidato liberal-demócrata a la presidencia eslovena tras la independencia.
P. Su libro rezuma decepción con la Unión Europea.
R. Sí, porque la UE no ha sido fiel a sí misma, pero sigo siendo totalmente pro-europeo. Para mí los acontecimientos realmente emancipadores han sido tres: la primera democracia griega, aún con todas sus limitaciones, la cristiandad, con la importante idea del Espíritu Santo que significa que hay una comunidad igualitaria de creyentes, y la Revolución Francesa. Estos son los fundamentos de Europa.
Unos fundamentos que siguen siendo sólidos. “Mire lo que está ocurriendo en Ucrania. Aunque muchos izquierdistas insistan en que Europa está en las últimas, los ucranios no son estúpidos, ni están locos, tampoco se hacen ilusiones, y tienen razón cuando dicen que, con todas sus limitaciones y compromisos, Europa todavía representa valores esenciales: libertad, igualdad, derechos humanos y estado de bienestar”.
Una Europa amenazada desde dentro por los populismos nacionalistas que se presentan como sus defensores, enarbolando un discurso antiinmigración que preocupa al filósofo esloveno. “Y conste que no soy uno de esos estúpidos izquierdistas que creen que hay que abrir las fronteras para que entren millones de africanos. Imagínese lo que ocurriría. Se volvería a reeditar una atroz lucha de clases. Hasta Hollywood lo sabe. Los últimos éxitos globales del cine de Hollywood, como Los juegos del hambre, describen sociedades ‘postcatastróficas” en las que se desarrolla una gigantesca lucha de clases. Pero es indudable que hay una paranoia anti-inmigración”. Y una tentación totalitaria. “[El primer ministro húngaro Viktor] Orbán declaró hace poco que la democracia tal vez funcione en Escandinavia, pero que los húngaros son gente asiática, y necesitan un nuevo sistema autoritario. Y en eso veo una tendencia general, y es que el capitalismo está funcionando con sistemas autoritarios”.
P. Usted ha escrito, sin embargo, “la izquierda necesita una Margaret Thatcher”.
R. Ah, eso lo escribí para provocar a mis amigos. Lo que digo es que la figura de un líder, un maestro, no es necesariamente mala. Un auténtico maestro no es el que da órdenes, sino el que es capaz de enseñarte lo que puedes hacer, el que te habilita con tus propias capacidades. Lo dije de forma intencionadamente provocadora, porque estamos sumidos en una grave crisis y, ¿qué es lo que está haciendo la izquierda? Nada. Carece de alternativa. Incluso esos movimientos espontáneos como el que surgió en España de los ‘indignados’, ¿qué han conseguido? Yo molesto a la izquierda porque digo que es muy fácil ser patéticamente solidarios con concentraciones gigantescas, como las de la plaza de Tahrir. Pero el problema empieza justamente un mes después, o dos a lo sumo, cuando los periodistas se van y las cosas vuelven a la normalidad. ¿Qué cambios percibe entonces la gente? Es muy fácil reunir grandes masas, convocar grandes manifestaciones, pero lo importante son los cambios que se producen. En Grecia al menos han dado un paso más allá con el partido Syriza, que tiene un programa acorde con lo que la gente quiere.
Alexis Tsipras, el joven líder de Syriza colabora con un prólogo en el libro de Zizek, que incluye también una entrevista con el político griego, admirador del fallecido líder venezolano Hugo Chávez. Syriza está integrado por una decena de partidos ecologistas, troskistas, y diversas escisiones del partido comunista griego y del socialista. Una fusión que no augura precisamente estabilidad. “Tienen sus diferencias”, admite Zizek. “Pero lo bueno de Syriza es que al menos han perdido el miedo a hacer cosas radicales. Aunque no lo tienen fácil. Grecia es un país clientelista, con un aparato estatal de dos millones de personas, la policía está corrupta y la mitad de ellos están en Aurora Dorada, esta es la verdad, pero Tsipras es muy consciente de que el primer objetivo es constituir un estado burgués liberal, para que el Estado griego empiece a parecerse a un estado moderno normal”.
La austeridad impuesta por la troika no le ayudará en ese objetivo, opina el filósofo esloveno. “La austeridad, sin un proyecto positivo, no basta. Hay algo de pura superstición en esa medida, hemos hecho algo mal, hagamos lo contrario. Por eso digo que en las élites europeas no hay nadie con la menor visión. La crisis de 2008 no se produjo porque algún Gobierno lunático de izquierdas estuviera gastando de más, fue la crisis de sistemas bancarios liberalizados. Y puedo repetirse en cualquier momento”.
Zizek acaba de llegar de Nueva York, donde ha pasado tres semanas dando conferencias, y, ya instalados en el salón de su casa, donde abundan los ceniceros –su esposa fuma–, bromea sobre el grado de represión que se ejerce allí contra los fumadores. “Ya no solo les expulsan a la calle, ahora les obligan a moverse para no contaminar una zona. Y en California es muchísimo peor aún”. En tiempos de crisis y superpoblación, ¿no sería mejor premiar a gente con un vicio mortal como ése?, bromea Zizek. “Al que demuestre que fuma al menos dos cajetillas diarias, tendrían que darle la medalla al ‘héroe de la estabilidad financiera’. Con cada fumador disminuye el gasto en pensiones, y si hubiera muchos no se necesitarían medidas de austeridad”.
Bromas aparte, Zizek no oculta su preocupación por la pérdida de liderazgo de los Estados Unidos que, “al contrario de lo que piensan todavía muchos izquierdistas, no es el malo de la película”, en muchos de los conflictos que estamos viviendo. “Obama, por ejemplo, ha reaccionado en los temas de Irán o Siria de una forma muy razonable. Pero hay que aceptar que nos acercamos a un mundo multipolar”. Un mundo multipolar en el que la República Popular China tendrá cada vez más voz. “Admiro muchas cosas de los chinos, pero practican el colonialismo económico de forma muchísimo más brutal que el capitalismo occidental”. De Grecia a Zambia, Zizek cuenta asombrado decisiones tomadas por la gran potencia. Desde disolver los sindicatos nada más quedarse con el puerto de El Pireo, a ‘importaron’ trabajadores chinos para hacer funcionar una mina en Zambia, después de prometer que emplearían a gente local.
Es difícil saber qué papel jugará Europa en este nuevo panorama político, porque , “hay, al menos, tres Europas, una Europa tecnocrática, que quiere competir con otros países en términos de capitalismo total (o salvaje), pero si seguimos a esta Europa seremos una parte del centro pero no la más importante. Luego tenemos la Europa nacionalista, anti-inmigración, que es el verdadero peligro, porque solo podría terminar en barbarie. Y, por último, está la tercera Europa, la única que puede salvarnos, y es la Europa reinventada por una nueva izquierda. El escritor conservador T.S. Eliot dice en uno de sus libros que, a veces, para mantener viva una religión se necesita una herejía que provoque una escisión sectaria. Pues Europa necesita ahora una herejía para sobrevivir, una escisión sectaria del legado humanitario europeo que nos separe del cadáver de la vieja Europa. Mi amigo maoísta [el filósofo francés] Alain Badiou dice algo bonito, ‘el siglo XX ha muerto, la izquierda debe comenzar otra vez’. Ya no tenemos que enfrentarnos a esa dicotomía izquierda y derecha. El modelo del siglo XX ya no sirve. Ya no se trata de reinventar la socialdemocracia y su Estado de Bienestar, eso ya no funciona. No sabemos qué es lo que nos salvará pero que hay que trabajar en diferentes sentidos para buscarlo, y no hablo de utopías. Porque el liberalismo como tal está perdiendo Europa, y solo hay dos alternativas, una Europa autoritaria o inventar algo nuevo”.
¿Quién está en condiciones de forjar esa nueva Europa? ¿La izquierda? Parece complicado porque al propio Zizek le parece “la fuerza más conservadora de la sociedad”. Pero el momento histórico que vivimos exige fuerza e imaginación. “Digámoslo claramente, todo el mundo lo ve ya, el capitalismo está llegando a un cierto límite. En primer lugar desde el punto de vista ecológico, ya sabemos que el calentamiento global está ahí, y sabemos que los efectos de cualquier catástrofe natural ya son globales. Solo hay que recordar las enormes implicaciones de las cenizas de aquel volcán islandés. Y eso por el grado de desarrollo que tenemos. Claramente necesitamos una forma internacional de regular todas estas contingencias. Alguna clase de coordinación no capitalista tendrá que ser puesta en marcha. Luego están los problemas económicos. La propiedad intelectual está desapareciendo, es casi un bien comunista, la gente descarga lo que quiere sin tenerla en cuenta. Y es imposible detenerlo, y antes o después será un tremendo problema. Finalmente, hay otra cuestión. Coincidí no hace mucho con Francis Fukuyama, y me decía que la ecología y la biotecnología han dejado obsoleto su libro El fin de la Historia y el último hombre. Porque en esto el capitalismo liberal universal ya no funciona. Con la biotecnología ya no se trata de tener a mano diferentes objetos que nos permiten hacer cosas, sino que ya se insertan en el propio organismo. Estamos llegando a una nueva era. Todo estará integrado. Las gafas de Google, y artilugios que pueden implantarte para controlar tu presión sanguínea u otras cosas, y hasta existe la posibilidad de que el cerebro se conecte a un ordenador al que las personas inválidas puedan dar instrucciones mediante el poder del cerebro. Y los chinos lo siguen muy de cerca, en su caso con la intención de regular física y psicológicamente el bienestar de la población. Olvidemos las bombas, ahora bastaría actuar sobre el cerebro mediante una máquina… Lo que yo digo es que estos nuevos problemas no pueden ser controlados ni mucho menos resueltos con el clásico sistema de poder, con las políticas neoliberales. Se necesita un gobierno global”.
-¿De verdad no quiere tomar nada? Jela Krecic, periodista treintañera, y tercera esposa de Zizek, se asoma un instante por el salón. El apartamento parece amplio y agradable, pero sin lujos, si se exceptúa un enorme televisor de plasma. Desde el patio ajardinado llega el canto de los mirlos. Este es el santuario de Zizek.
-Aquí me gusta pasar el tiempo, trabajando en el ordenador, viendo películas, preparando nuevos proyectos. Con Sophie Fiennes queremos hacer otra guía pervertida, esta vez sobre el amor. Algo muy tradicional. El amor es percibido como patológico si es muy intenso. Hoy lo normal es ser promiscuo. Hasta tal punto estamos obsesionados con la idea moderna de hacer cosas, de ser dinámicos. Pero yo soy un romántico.
P. ¿No le pesa a veces cargar con su personaje de filósofo adorado por las masas, con gran sentido del humor?
R. No, porque soy un solitario. La gente cree que me gusta estar en público, pero mi momento más feliz es cuando acaba la conferencia. Aquí [en Eslovenia] estoy en conflicto con todo el mundo, lo que me gusta es estar en casa, con mi mujer, dos o tres amigos. ¿Conoce usted Islandia? ¡Oh! Es el país donde querría vivir. No parece de este mundo, no hay árboles, ni hierba siquiera, es como otro planeta, como si Dios no hubiera terminado allí la creación.
Fuente: http://cultura.elpais.com/cultura/2014/05/14/actualidad/1400065155_826493.html
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