Un lector con quien comparto grupo de Teaming (esa plataforma solidaria que permite donar un euro al mes a distintas causas) me escribe diciendo que envió 60 euros a una familia en situación de extrema necesidad, padre y madre en paro y sin ningún ingreso desde hace cuatro años y dos niños que, por desgracia, pasan hambre. Y es que, según Unicef, hoy hay en España más de dos millones de niños en estas penosas condiciones. Pues bien; cuando esta magra ayuda llegó al banco, la entidad les cobró 15 euros por el mantenimiento de la cuenta. Y ten por cierto que, para ellos, cada euro arrebatado es un tributo de sangre.
Esto me recuerda el “efecto Mateo”, formulado en 1968 por el sociólogo Roberto K. Merton según una cita evangélica no precisamente encantadora que dice así: “Al que tiene se le dará más todavía y tendrá en abundancia, pero al que no tiene se le quitará aún lo que tiene” (Mateo 13:12). Merton se refería al excesivo reconocimiento de los científicos famosos en detrimento de sus ayudantes, pero el efecto Mateo describe con escalofriante precisión la ciega crueldad de este mundo que acumula halagos y prebendas en los poderosos (no hay nadie medianamente adinerado que pague comisiones en un banco) pero persigue implacable a los caídos en desgracia hasta romperles los lomos. La escritora Cristina Fallarás, que perdió su casa por desahucio, sacó un artículo hace un par de semanas explicando cómo Hacienda le había embargado los pocos euros que había ganado con unas colaboraciones, un dinero que le era esencial para pagar lo básico. Ella por lo menos puede contarlo: otros cientos de miles de personas solo pueden intentar sobrevivir y aguantar en silencio el apaleo constante, la feroz saña bíblica con la que son acosados.
Fuente. ROSA MONTERO 27 MAY 2014 - El País
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