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domingo, 20 de septiembre de 2020

“Tengo sangre en las manos”: una exingeniera de Facebook denuncia el desinterés de la red por los problemas que crea en el mundo. La exempleada se encargó de suprimir una red global de ‘bots’ que apareció en abril dando ‘likes’ en la página del Ministerio de Sanidad español.

15 SEP 2020 - 17:15 CEST Facebook apenas muestra interés por los graves problemas políticos y a menudo violentos que crea la red social en países fuera de Occidente. “Seguro que tengo sangre en las manos”, explica Sophie Zhang, exingeniera de datos de Facebook, en un informe interno un día antes de ser despedida. Zhang era miembro del equipo encargado de descubrir operaciones que intentaban influir artificialmente en elecciones y en la política de otros países. El nivel de detalles que da en un informe no destinado a la luz pública lo convierte probablemente en la mayor denuncia del desinterés y arrogancia de los problemas que crea la red social por todo el mundo.

La filtración del largo informe de 6.600 palabras a Buzzfeed permite ver por dentro el poder increíble de una empleada intermedia y el desprecio de la compañía por problemas que no ocurren en Estados Unidos ni en Europa occidental: “En los tres años que pasé en Facebook, he encontrado intentos escandalosos de Gobiernos extranjeros de abusar de nuestra plataforma a una escala enorme para engañar a su propia ciudadanía y en varias ocasiones incluso provocar titulares globales”, escribe Zhang, que aspiraba a que su informe sirviera internamente para reformar Facebook y no para que se hiciera público. No fue ella quien lo filtró y pidió a Buzzfeed que no lo sacara, pero la web creyó que había suficiente información de interés público para hacerlo. Zhang renunció a un finiquito de 64.000 dólares (más de 54.000 euros) para poder criticar a la compañía en este informe destinado a sus colegas.

Facebook investiga cientos de perfiles falsos que daban ‘like’ a mensajes del Ministerio de Sanidad
Uno de los países afectados por las revelaciones de la ingeniera es España. Sobre su equipo recayó la tarea de analizar los likes de chicas jóvenes que recibía en abril la página de Facebook del Ministerio de Sanidad. Aquellas acciones, destinadas presuntamente a elogiar la gestión del Gobierno, fueron un mini escándalo local. A Zhang le sirvieron para borrar de un plumazo 672.000 cuentas falsas de Facebook, que operaban también en Estados Unidos y otros países. La compañía dijo tras la investigación que la presunta red no tenía como objetivo España, pero no reveló la cantidad exacta de cuentas suprimidas. Buzzfeed ha decidido no publicar el informe entero para no revelar información personal, con lo que no se sabe si Zhang da más detalles sobre la acción española. EL PAÍS se ha puesto en contacto con uno de los periodistas que ha publicado la información, sin respuesta aún al cierre de esta pieza.

Reacción
España, sin embargo, como país de Europa occidental, es de los lugares donde Facebook reacciona rápido cuando hay quejas. No ocurre lo mismo en América Latina, donde crisis en Honduras, Bolivia o Ecuador han sobrevivido años sin que nadie en Facebook les prestara atención. La preocupación principal de Zhang era que la inacción de la compañía podía llevar a que algunos Gobiernos manipularan su opinión pública con la creación de miles de cuentas de presuntos ciudadanos o medios.

Así ocurrió en Bolivia, por ejemplo, donde Zhang decidió obviar por falta de tiempo redes opositoras al entonces presidente Evo Morales y se encontró con que un día había sido depuesto. “Había tantos comportamientos que violaban las normas en todo el mundo que dejaban a mi juicio personal qué casos investigar, ordenar tareas y ver qué priorizaba”.

En Honduras llevó meses desintegrar una red que llevaba un administrador de la página del presidente, Juan Orlando Hernández: “Operaba felizmente cientos de páginas sin ningún tipo de ofuscación en una muestra de descaro extremo”. Los equipos de inteligencia y revisión de políticas de Facebook tardaron meses en reaccionar a la denuncia de la exempleada.

Zhang en cambio descartó interesarse por una operación similar en Ecuador. El posterior desastre en la gestión de la pandemia en ese país llevó a pensar a Zhang que si hubiera optado por activar esa vía igual hubiera evitado esa desgracia en Ecuador.

En un comunicado, Facebook relativiza las acusaciones de Zhang: “Trabajar contra el comportamiento inauténtico coordinado [el eufemismo de Facebook para referirse a campañas con cuentas falsas] es nuestra prioridad, pero también afrontamos los problemas de spam e interacciones falsas. Investigamos cada caso con esmero, incluidos los que describe Zhang, antes de tomar acción y hacer declaraciones públicas como compañía”. Una de las quejas de Zhang es precisamente la mayor atención que recibe el spam o las interacciones falsas -crear likes, por ejemplo- ante los problemas políticos de países poco importantes.

Este nivel de poder muestra la capacidad de influencia de Facebook, o al menos la que creen desde California que puede tener la red. También el desprecio por la parte del mundo que conforma la mayoría de sus usuarios: “Un responsable de Respuestas Estratégicas me dijo que la mayor parte del mundo fuera de Occidente era efectivamente el salvaje Oeste con alguien como yo como dictador a tiempo parcial”, explica Zhang. “La frase era una especie de elogio, pero ilustraba la presión que tenía encima”.

Zhang detalla historias similares en Azerbaiyán, India, Brasil o Ucrania. Tanto detectar los casos como perseguirlos quedaba a menudo bajo su criterio. Facebook solo se preocupaba, según Zhang, por problemas que pudieran darle dificultades con la opinión pública. Si salía en los grandes periódicos norteamericanos, aquello se convertía en una urgencia. Mientras solo afectara a ciudadanos de países del tercer mundo, el abuso podía seguir ocurriendo. Pocos informes reflejan con este nivel de claridad la mezcla de poder, desinterés, influencia e imposibilidad de reforma de una plataforma como Facebook.

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jueves, 12 de diciembre de 2019

“Google y Amazon nos hacen esclavos sin haber ganado una guerra”. El veterano director del Centro de Supercomputación de Barcelona alerta de la dependencia tecnológica de Europa frente a EE UU y China.

Mateo Valero, director del Centro de Supercomputación de Barcelona, tras la entrevista.

El superordenador más potente de España y quinto de Europa tiene un simbolismo único en el mundo. Su sede, la Torre Girona, en Barcelona, fue la mansión de veraneo de un banquero y exalcalde de la ciudad en el siglo XIX. En el XX pasó a ser un colegio de monjas. En la actualidad el palacio es propiedad de la Universidad Politécnica de Cataluña (UPC). Aunque su antigua capilla sigue conservando vidrieras, cruces y arcos neogóticos ya no es un templo religioso, sino científico.

El ordenador MareNostrum IV ocupa toda la nave del antiguo templo. La máquina está rodeada por una vitrina de cristal que amortigua su zumbido constante. Grandes tuberías rojas y azules conducen el agua que sirve para refrigerar este coloso capaz de hacer más de 12.000 billones de cálculos por segundo. Este computador atesora el mayor mapa tridimensional que existe de nuestra galaxia, la Vía Láctea. Es capaz de crear una simulación de la Tierra al completo, reproducir su clima, su evolución, incluso modelar sociedades complejas y analizar sus posibles futuros en función del cambio climático, las epidemias, las guerras o los pactos internacionales capaces de frenar esas catástrofes. Una de sus últimas utilidades es leer los miles de millones de letras del genoma de una persona y recomendar un tratamiento específico para su enfermedad.

El padre intelectual de esta máquina es el hijo de dos agricultores de Aragón que tuvieron que dejar el colegio para trabajar el campo. Mateo Valero (Alfamén, Zaragoza, 1952) despuntó en matemáticas desde niño. Le mandaron a estudiar a Zaragoza y después se hizo ingeniero de telecomunicaciones. En los ochenta comenzó a enseñar arquitectura de computadores, una disciplina en auge, en la Politécnica de Cataluña. Desde entonces, dice con tono mafioso, ha creado una “familia” europea con más de 1.000 doctores de esta disciplina cuyos tentáculos llegan "a todas partes”.

En 2004 el Gobierno de José María Aznar (PP), la Generalitat de Pasqual Maragall (PSOE) y la UPC formaron un consorcio para construir el Barcelona Supercomputing Center o Centro Nacional de Supercomputación, centrado en el MareNostrum I, “la máquina más potente del mundo situada en un centro público”, según explicó entonces el propio Valero, director del centro desde su creación.

El Mare Nostrum 4 instalado en la antigua capilla de la Torre Girona.
  El Mare Nostrum 4 instalado en la antigua capilla de la Torre Girona. BSC

Había que buscar un sitio para el ordenador lo más rápido posible para conseguir pasar el test que selecciona los ordenadores más rápidos del mundo. La vieja capilla de la Torre Girona, desacralizada por Franco poco antes de morir en 1975, se había convertido en un trastero lleno de muebles viejos, el sitio perfecto para meter el superordenador. Desde entonces ha albergado cuatro versiones del MareNostrum. La quinta empezará a funcionar en diciembre de 2020 y será hasta 20 veces más potente que la actual. Pero Valero está pensando ya en la sexta, la primera que puede conseguir que Europa se libere del yugo tecnológico de EE UU y Asia.

“Ninguno de los supercomputadores que existen en el mundo tiene hardware europeo”, explica Valero en esta entrevista. “Dentro de ese hardware, lo fundamental son los procesadores que manejan la información y ejecutan las operaciones. Esos procesadores los hacen básicamente EE UU, Japón y China. Si analizas un chip de esos tiene 21.000 millones de transistores en ocho centímetros cuadrados. Ahí se ponen puertas laterales y aparatos de espionaje, está demostrado, nos espían también a este nivel”, asegura Valero. El BSC acaba de lanzar un proyecto para desarrollar chips hechos en Europa. “Ya tenemos uno pequeño para Internet de las cosas y el siguiente paso es crear otro para supercomputación y servidores. Este es el gran proyecto del BSC y nuestro gran reto”, resalta.

Pregunta. Usted dice que la ética es uno de los principales retos que afronta la tecnología actual.
Respuesta. Donde más errores se están cometiendo es en el uso de nuestros datos. No hay derecho de que para poder acceder a Internet te puedan seguir, sepan todo de ti. Esa recopilación de datos que tú no sabes que tienen para usarlos en cosas que tú ignoras es totalmente contraria a la ética. Lo que hacen Google o Amazon debería ser ilegal. Nos están haciendo esclavos sin haber ganado una guerra. Nos fuerzan a ser esclavos porque si quieres vivir en esta sociedad tienes que tener un móvil, te conectarás y te pillarán. Las GAFA (Google, Amazon, Facebook y Apple) son terriblemente malas para la sociedad.

P. ¿Hay alguna forma de evitarlo?
R. Hace falta un acuerdo global, pero basta que China y EE UU digan que no para que no sirva para nada. A pesar de ello, Europa debería hacer sus propios Google y Amazon éticos.

P. ¿Sería eso posible sin un uso comercial de los datos?
R. En el BSC usamos cinco petabytes con genomas de personas y no sabemos quiénes son. No necesitamos saberlo para extraer información y conocimiento científico y médico de ellos. No hace falta invadir la privacidad, la información personal.

P. En octubre Google aseguró haber construido un computador cuántico capaz de resolver un problema más rápido que cualquier ordenador convencional. ¿Los superordenadores tienen los días contados por la soberanía cuántica?
R. No. Nadie en el mundo ha prometido tener computadores cuánticos que sustituyan a los ordenadores o a los móviles actuales. Lo que sí se está intentando es desarrollarlos para resolver un problema particular, por ejemplo de optimización de rutas entre miles o millones de puntos o para descifrar códigos. Pero en el futuro los ordenadores cuánticos se usarán para hacer muy pocas cosas. Hay una guerra comercial. Claro que Google, Microsoft e IBM son buenos, pero se están peleando para no perder presencia en los medios. En este momento la guerra cuántica es más mediática que tecnológica. A nivel de cálculo, los computadores cuánticos están haciendo tonterías.

P. ¿Qué nuevas preguntas se podrán responder con el MareNostrum V?
R. Vamos a poder almacenar muchos más datos y hacer muchas más operaciones. Por ejemplo, hay modelos físicos cuyos resultados son parciales porque no hay suficiente potencia de cálculo. Gracias a esta máquina podremos añadir más componentes a las fórmulas que complican el número de operaciones para simular mejor el comportamiento de la atmósfera y la Tierra. Otro ejemplo. Repsol utiliza el MareNostrum IV para buscar petróleo en entornos poco accesibles como el fondo del golfo de México. Ahora encuentra crudo en uno de cada cinco sitios que perfora, y cada pozo cuesta unos 100 millones de euros. Con un computador más potente puedes hacer los cálculos más fiables.

P. Se acaba de saber que en 2018 la inversión en I+D de España subió un 6% empujada por las empresas, pero los fondos estatales están congelados.
R. En España dedicamos el 1,2% del PIB a investigación. EE UU, el 2,8%. Finlandia llegó a aportar el 3,7%. En España necesitamos un mínimo de recursos. China lo ha demostrado. Ha aumentado la inversión y se ha puesto líder en el desarrollo del 5G. Los políticos en los debates apenas hablaron de educación y ciencia, que son las dos cosas más importantes para un país. La educación es lo primero, lo más importante para que un país sea libre y tenga igualdad de oportunidades. Yo soy producto de ello, salí del gueto. Hay que garantizar esto.

P. En España las empresas contribuyen el 56% de toda la inversión en I+D, bastante menos que la media Europea, del 66% ¿Por qué?
R. Hay muchas empresas que no tienen una base tecnológica fuerte. Han triunfado por otras cosas, como dominar el BOE. Pero las empresas que hacen innovación, cosas de frontera, ganan dinero. El BSC es fruto de la colaboración entre el Gobierno de España, el de Cataluña y la UPC. Es un punto de encuentro de las ideas y las empresas, y funciona. Por cada euro que nos dan estas tres entidades traemos otros 20 de fondos competitivos y de empresas.

P. ¿Qué le parece la posibilidad de que se separen ciencia y universidades en el próximo Gobierno de PSOE Y Podemos?
R. Es un error. En la universidad se hace mucha ciencia. Por ejemplo, la UPC tiene tres centros de excelencia Severo Ochoa. Es cierto que la universidad tiene una endogamia vergonzosa, pero en la universidad se hace muy buena ciencia y se compite con otros centros que tienen mucho más presupuesto por alumno.

P. ¿Ha afectado el procés al BSC?
R. Somos un caso muy raro. Siempre hemos tenido una ayuda tremenda de todos los Gobiernos y partidos. El BSC se creó para tener una plantilla de 70 personas y ahora ya somos casi 700. Este es uno de los pocos temas en los que están de acuerdo el Gobierno de España y la Generalitat. Es un modelo de convivencia. El BSC es el centro de investigación más importante en el que los Gobiernos de España y Cataluña llevan colaborando desde 1984.

https://elpais.com/elpais/2019/12/02/ciencia/1575288636_111639.html

sábado, 9 de junio de 2018

Facebook en su laberinto. Los valores y principios de la democracia y el Estado de derecho deben trascender al proceso de digitalización de la sociedad. En este nuevo marco tecnológico es esencial definir y entender las reglas del juego para aprovechar sus ventajas

Al hilo de la muy mediática y exhaustiva comparecencia de Mark Zuckerberg en el Congreso de Estados Unidos y, tras muchas reticencias, la de ayer en el Parlamento Europeo, es momento de esbozar un primer análisis de las consecuencias del escándalo Cambridge Analytica, no solo para Facebook sino para toda la industria de Internet.

Al igual que Sigfrido, en El anillo del nibelungo, de Wagner, desconocía el miedo —y de ahí su fortaleza—, Facebook y el resto de la industria de Internet han desconocido hasta ahora determinados principios esenciales del mundo en que viven y muy especialmente algunos en los que se basan el Estado de derecho (rule of law) y nuestra economía de mercado.

Efectivamente, la industria de Internet ha vivido imbuida de un juvenil espíritu libertario en virtud del cual la regulación, las normas y los principios tradicionales de la economía y la vida social no iban con su mundo. Y esto no por malicia ni intención de vulnerar la ley, no: la razón fundamental de esta creencia en la arregulación del mundo digital remite a una convicción tan elemental como, aparentemente, ingenua: los principios, la responsabilidad de las empresas de Internet, la confianza depositada en ellas por sus usuarios, y la autorregulación son instrumentos suficientes que hacen obsoleta una regulación tradicional basada en la garantía normativa de una serie de principios (protección de la intimidad, transparencia o derechos de los consumidores) que estas nuevas empresas creían garantizar por sí mismas basándose en su reputación y altos estándares éticos. Estos mecanismos, además, se consideraban los únicos eficientes en un mundo de servicios y empresas globales a escala mundial basadas en la innovación permanente.

Baste un ejemplo de esta filosofía: desde la Revolución Francesa es privilegio de los Parlamentos, representantes de la soberanía, decidir qué contenidos son accesibles o no por los ciudadanos; solo la ley puede limitar la libertad de expresión y la de acceso a ella.

Pues bien, en los últimos años han sido determinadas plataformas digitales (muy destacadamente la del señor Zuckerberg) las que han decidido qué imágenes o qué contenidos eran accesibles o no, y no porque lo dijeran los jueces sino por su sentido común, ciudadanía corporativa y la sofisticación de sus algoritmos. Y no son solo empresas privadas cuando detentan una posición de monopolio en determinados plataformas de uso común. Esto es una anomalía democrática que, sorprendentemente, ha escandalizado muy poco.

El caso de Cambridge Analytica ha supuesto un brusco aterrizaje en la realidad, el descubrimiento por Sigfrido/Zuckerberg del miedo wagneriano. El mundo de Internet está empezando a entender, y si no acaba de hacerlo tendrá muchos problemas, que el conjunto de reglas que llamamos Estado de derecho va más allá de ser una antigualla decimonónica y constituyen la base fundamental de nuestra convivencia democrática. Y ello no por la maraña regulatoria que a veces implican, sino porque reflejan valores de nuestra convivencia y los principios que la rigen y ello es totalmente válido en este mundo del siglo XXI inmerso en un proceso de digitalización acelerado que afecta a todos los sectores de la economía y la sociedad (¡que pregunten a los taxistas!).

La protección de la intimidad de las personas, la libre competencia y la igualdad de los competidores en la economía, la protección de los usuarios y consumidores, la paridad en la carga fiscal o la transparencia son principios fundacionales de nuestro sistema político y económico y entenderlo cuanto antes será esencial para estos nuevos agentes económicos si no quieren verse inundados por una ola de regulación que los acabe limitando, privándoles del espíritu innovador y dinamismo que han sido su mayor aportación a la economía y la sociedad. Esto sería una tragedia para ellos pero también para todos.

Urge pues hacer una reflexión sobre cómo los valores y principios de nuestra democracia, nuestra economía de mercado, cómo el Estado de derecho debe trascender y sobrevivir al proceso de digitalización de la economía y la sociedad. No se trata de aumentar el grado de regulaciones (como algunos defienden). Se trata de entender, todos, gobiernos, reguladores, nuevas empresas digitales y empresas tradicionales, cuáles son las reglas del juego de esta nueva partida, de este nuevo Great Game, reafirmando los valores que han hecho fuertes al Estado de derecho y la economía de mercado y evitando la sobrerregulación. Urge definir el Level Playing Field.

Y en este escenario, Europa tiene un papel que jugar más relevante de lo que muchos creen. El GDPR (Reglamento General de Protección de Datos, que entra obligatoriamente en vigor el 25 de mayo) puede ser un buen ejemplo: preservar determinados principios, en este caso la protección de los datos de los ciudadanos en el espacio digital, puede generar un estándar universal de facto en un mundo en que el exceso de regulación es contraproducente, pero en el que una regulación basada en valores y principios debe promover la continuidad de los pilares del Estado y la sociedad democrática en el siglo XXI y la garantía de los derechos de los ciudadanos. Así lo han debido entender Zuckerberg y Facebook, una vez descubierto el miedo, al inundar la prensa (de papel, por supuesto) de anuncios dando, a toda página, la bienvenida a esta nueva regulación europea.

El GDPR es, junto a la ofensiva fiscal contra Apple y el procedimiento de competencia abierto a Google sobre su sistema operativo, el intento más serio por parte europea de influir en la determinación de las reglas del juego digital y tiene la virtud de poner en duda ese eslogan que, acuñado por los medios de comunicación anglosajones, tanto éxito ha tenido en los últimos años de que los datos son el nuevo petróleo; los datos son mucho más que petróleo, forman parte del patrimonio íntimo de las personas y como tal, más allá de su valor económico, deben ser protegidos. Y no se diga que proteger la intimidad y los datos de los ciudadanos es un freno al progreso. El asunto Facebook demuestra que en esto, como en tantas otras cosas en el mundo digital, es necesario un equilibrio entre los derechos y los negocios.

Estamos, pues, en un momento crucial del desarrollo de la economía y la sociedad digital. Definir y entender las reglas del juego comunes para todos será esencial si queremos aprovechar sus ventajas y evitar las inquietantes distopías de un mundo dominado por un limitado grupo de monopolios de nueva generación. La comparecencia de Zuckerberg con sus consecuencias y la entrada en vigor del GPRD suponen un inesperado buen precedente en este camino. Veremos...

Carlos López Blanco, abogado del Estado en excedencia, ha sido director de Asuntos Públicos de Telefónica y secretario de Estado de Telecomunicaciones. Actualmente es presidente de la Comisión de Digitalización de la Cámara de Comercio de España.

https://elpais.com/elpais/2018/04/26/opinion/1524757215_846813.html

lunes, 2 de abril de 2018

Todo lo que saben.

Robert Mercer, dueño de una parte de Cambridge Analytica, tiene un proyecto: derribar cualquier forma de orden político que interfiera con el poderío del dinero.

Se puede engañar a algunos todo el tiempo y a todos parte del tiempo, pero no se puede engañar a todos todo el tiempo… Sin embargo, se puede convencer a un número suficiente de gente para monitorearnos a todos, todo el tiempo.
(ETC. Del libro Bienes comunes y ciudadanía.)

La literatura de ficción se queda muy atrás en el retrato de este tiempo de ahora. Desde Ian Fleming a John le Carré, los novelistas han imaginado a megalómanos malvados que aspiran a dominar el mundo, pero ninguna imaginación ha podido concebir a un personaje como Donald Trump, y menos todavía a alguien mucho menos estridente pero tal vez más siniestro, que solo en estos últimos tiempos ha empezado a aparecer en los medios, el megamillonario Robert Mercer. Hasta hace poco Mercer era uno de los hombres más poderosos y a la vez más invisibles del mundo. Yo leí sobre él, y sobre su hija Rebekka, en uno de los extraordinarios reportajes que Jane Mayer escribe desde hace años sobre el poder del dinero en The New Yorker. Algunos de ellos se convirtieron en un libro escalofriante, Dark Money, del que hablé en estas páginas el año pasado. A los pocos meses de su aparición, Mayer publicó una nueva crónica que podría haber sido otro de los capítulos del libro, esta vez dedicada a los Mercer, padre e hija, y a la influencia decisiva que habían tenido en el nombramiento como candidato republicano y en la victoria de Donald Trump. He vuelto a leerlo ahora, y me he llevado la sorpresa de encontrar en él una referencia muy documentada a la compañía Cambridge Analytica, que justo estos días aparece citada en todas partes, en medio del escándalo que está por fin revelando la codicia, la falta de escrúpulos, el cinismo político con que la hasta ahora sacrosanta Facebook comercia con la intimidad de sus usuarios.

Cada día, a cada momento, centenares de millones de personas regalan, con conmovedora generosidad, todos los pormenores de su vida, de sus aficiones, de sus inclinaciones, de sus manías políticas a una empresa que a cambio les provee con una réplica adaptada del mundo, o personalizada, por decirlo con la palabra inevitable, y que al mismo tiempo de confortarlos y de envolverlos en un capullo hermético de certezas compartidas más o menos tribales, los somete a una especie de radiografía íntima, como bacterias en un cultivo biológico o como esos ratones de los laboratorios que rondan por sus laberintos de cartón llevando diminutos electrodos incrustados en el cráneo. Hasta hace poco la cara de Facebook era ese joven perennemente disfrazado de joven, de universitario brillante pero noble en un campus americano. Eran los tiempos en los que Internet y las redes sociales iban a establecer una radiante fraternidad universal que trascendería fronteras, derribaría muros, alimentaría una creatividad no sometida al control de las élites ni a las manipulaciones del comercio, etcétera.

A cada momento, centenares de millones de personas regalan, con conmovedora generosidad, todos los pormenores de su vida a una empresa

Ahora las caras son otras. Está la cara cínica de Alexander Nix, el director de Cambridge Analytica, la empresa a la que Facebook le vendió los datos de 50 millones de personas, que se ufana en público de haber contribuido a la victoria de Donald Trump y del Brexit, y de ser capaz de poner al servicio de cualquier mentira política toda la eficacia de su tecnología. Entre sus muchos logros, Cambridge Analytica incluye la campaña para contrarrestar los cargos de corrupción y abuso de poder del presidente de Kenia, acusado formalmente por el Tribunal Penal Internacional. Con su acento de clase alta inglesa, Nix explica que su empresa diseñó y difundió el mensaje de que las acusaciones respondían a una conspiración imperialista y racista contra un pueblo soberano de África. Pero los servicios de Cambridge Analytica no incluyen solo la tecnología. Según Nix, también pueden contratar a prostitutas del este de Europa para que actúen como cebo para personajes públicos, y difundir luego fotos o vídeos comprometedores en las redes.

Alexander Nix, como Donald Trump, tiene la desenvoltura de los sinvergüenzas. Robert Mercer, que es dueño de una parte de Cambridge Analytica, parece ser un hombre retraído que habla lo menos posible y lo hace en voz muy baja. Jane Mayer lo retrata con una perspicacia de gran narradora. Mercer, ingeniero informático, amasó su fortuna creando algoritmos para acelerar y automatizar decisiones en el mercado de valores. Posee uno de los yates más grandes del mundo, tan alto que cuando llega a Londres ha de abrirse el puente de la Torre para abrirle paso. Aficionado al maquetismo ferroviario, en su mansión de Long Island ha instalado un tren eléctrico que cuesta 2,7 millones de dólares y que circula por un paisaje en miniatura de una extensión equivalente a media cancha de baloncesto. Robert Mercer es devoto de Ayn Rand y cree que los Gobiernos solo sirven para subvencionar a la gente inútil y perezosa y entorpecer la iniciativa de las personas superiores y el dinamismo del mercado. También cree que Bill y Hillary Clinton ordenaron personalmente algunos asesinatos de adversarios políticos, y que el cambio climático es un fraude, y que en caso de necesidad Estados Unidos puede lanzar bombas nucleares contra un enemigo, dado que una explosión atómica no causa grandes daños más allá de la zona de su caída. El calentamiento global, en caso de que ocurra, creará nuevas especies de animales y de plantas; la bomba de Hiroshima y la de Nagasaki tuvieron a la larga un efecto benéfico sobre la salud de la población japonesa.

En 2012 la familia Mercer, que había invertido mucho dinero en la campaña de Mitt Romney, se llevó el disgusto de que saliera reelegido Obama. Fue entonces cuando decidieron que había que lograr una mayor capacidad de influencia utilizando las redes sociales y el manejo de las cantidades inmensas de datos que podían obtenerse en ellas. Los ejecutivos de Cambridge Analytica lo expresan con toda claridad, y hasta le han dado un nombre, psicografía: “Sabemos a qué clase de mensajes eres susceptible y dónde vas a consumirlos y cuántas veces vamos a tener que llegar a ti con ellos para hacer que cambien tus ideas sobre algo”.

Con su voz susurrante y sus modales helados, con su afición a los trenes eléctricos y a la demagogia truculenta de Ayn Rand, Robert Mercer tiene un proyecto, según le han contado a Jane Mayer algunos de sus allegados: derribar cualquier forma de legalidad o de orden político que interfiera con el poderío y el capricho del dinero. Casi cada uno de nosotros, en diferente medida, en su burbuja de conformidad, en sus vanos aspavientos virtuales, en su incapacidad gradual para hacer frente sin filtros a la crudeza y a la variedad del mundo, pone su grano de arena mínimo pero necesario en esa tarea. Solo hace falta dar un like.

https://elpais.com/cultura/2018/03/27/babelia/1522166283_951846.html

domingo, 18 de enero de 2015

Eres lo que "te gusta"

El comportamiento en Facebook permite a un ordenador hacer un perfil psicológico de sus usuarios más acertado que el de sus amigos o familiares, según un estudio. Cien ‘me gusta’ bastan para saber el sexo, raza o ideología de un usuario de Facebook
Una máquina te conoce mejor que tus amigos y familiares. Esa es la principal conclusión de un estudio con miles de usuarios de la red social Facebook.

Analizando sus me gusta, una máquina puede conocer la personalidad de un sujeto mejor que sus amigos y familiares. Los autores de la investigación creen que esto ayudará a la relación entre máquinas y humanos pero alertan de los peligros que puede suponer para lo más íntimo del ser humano, su forma de ser, pensar o sentir.

Investigadores del Psychometrics Centre de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y del departamento de Ciencias de la Computación de la Universidad de Stanford (Estados Unidos) consiguieron que casi 90.000 usuarios de Facebook realizaran un test de personalidad de 100 preguntas. También tuvieron acceso a sus me gusta en la red social. Partían de la idea de que el comportamiento en las redes da pistas fiables sobre cómo es una persona. Crearon entonces un programa que, como si fuera un psicólogo digital, pudo detectar los principales rasgos psicológicos con unas decenas de me gusta.
En realidad, lo que querían saber es si las máquinas podían juzgar mejor a los humanos que los propios humanos. Para ello, lograron también que compañeros de trabajo, amigos y familiares dibujaran un perfil psicológico de los usuarios de Facebook estudiados, mediante un cuestionario estándar en psicología.

Con sólo 10 me gusta, el programa fue capaz de determinar la personalidad con mayor certeza que los juicios emitidos por un colega del trabajo. La máquina, además, afina su valoración a medida que tiene más información de lo que se hace en Facebook. Con sólo 70 me gusta, ya sabe más de uno que su compañero de piso y, con 150, más que una madre. Solo la pareja de cada participante rivalizó con la máquina. Pero, si disponía de 300 me gusta o más, el ordenador no tenía rival. Teniendo en cuenta que la media de me gusta de un usuario es de 227, en la mayoría de los casos los ordenadores juzgan mejor que los humanos.

"Los ordenadores pueden ganarnos en nuestro mejor juego", dice el investigador de la Universidad de Stanford y coautor del estudio, Michal Kosinski. "Predecir los rasgos psicológicos de los otros es una habilidad social básica, crucial para el éxito y, en el pasado, para la supervivencia, perfeccionada en millones de años de evolución. Y, ahora, un modelo informático relativamente simple basado en una gran base de datos nos supera con mucha facilidad", añade.

Buscando validar sus primeros resultados, los investigadores obtuvieron una submuestra de más de 14.000 usuarios de Facebook que habían sido valorados no por un allegado si no al menos por dos. Pero aún con un perfil psicológico doble, la máquina volvió a superar a los humanos. Un fruto de su trabajo es una página donde cualquiera puede compartir sus me gusta y dejar que la máquina lo psicoanalice.

En una tercera medición, los investigadores quisieron saber si el ordenador podía predecir determinadas conductas propias como el consumo de drogas, la tendencia a la depresión o la orientación política. Tal y como publican en la revista científica PNAS, en 12 de las 13 conductas estudiadas, la máquina acertó más que los allegados. Aquí, los resultados confirman un trabajo anterior de Kosinski y colegas de Cambridge que mostraba cómo 100 'me gusta' bastaban para saber el sexo, raza o ideología de un usuario de Facebook

Para Kosinski, los ordenadores tienen un par de ventajas sobre los humanos a la hora de analizar la personalidad de una persona: "Por encima de todo, las máquinas pueden conservar y recuperar grandes cantidades de información y, además, pueden analizar todos estos datos con algoritmos". Esto las hace menos vulnerables al fallo, el olvido y al pensamiento muchas veces irracional propio de la mente humana.

Los investigadores creen muy cercano un escenario en el que existan sistemas automatizados, certeros y asequibles para determinar la personalidad, lo que podría mejorar la toma de decisiones, desde a quién contratar, a qué político votar o hasta de quién enamorarse. Sin embargo, también reconocen el riesgo de dejar que las máquinas jueguen a ser psicólogos o que empresas y gobiernos empiecen a usarlas como tales.

Control del usuario de sus propios datos
En palabras de Kosinski: "predecir la personalidad es, como cualquier otra tecnología, moralmente neutral. Podemos usarla para mejorar nuestra vida o hacernos daño, igual que con los cuchillos. Ciertamente, tenemos que proceder con cautela, ya que la tecnología actual funciona bien y podría beneficiar (o dañar) a un gran número de personas".

Para los investigadores es necesario diseñar sistemas y políticas que minimicen los riesgos. "Dos principios deberían guiarnos: transparencia y control", sostiene Kosinski. Por un lado, "tenemos que ayudar a los usuarios a entender que sus datos están ahí fuera, cómo están siendo usados y cómo pueden ser usados", explica. Por el otro, "tenemos que conseguir que los usuarios tomen un control total de sus datos y decisión sobre para qué fines pueden ser usados", concluye.

El problema, como han demostrado ya otros es que los datos personales han escapado al control de sus dueños. "El factor social de la privacidad hace que el control de este tipo de predicciones esté fuera del individuo", recuerda el investigador español de Escuela Técnica Federal de Zúrich, David García, ajeno a esta investigación. Este experto en redes sociales demostró recientemente cómo una red social puede inferir detalles personales, como la orientación sexual, no sólo de sus usuarios si no también de los amigos que no están en la red.

"Los patrones que enlazan la amistad con los 'me gusta' podrían explotarse para predecir la personalidad de usuarios que no lo desean. Es decir, imaginemos que me gusta Snooki [personaje de un reality show estadounidense] pero no quiero que se usen mis datos. Si a la mayor parte de mis amigos también les gusta Snooki, quien tenga los datos de mis amigos puede deducir que soy una persona extrovertida sin tener mis me gusta", razona García.

martes, 24 de enero de 2012

¡Boicot a HuffPost, Facebook y Twitter también! Andy Robinson

Hubo algún momento en la euforia del obamismo y la revolución digital en el que los new media de redes sociales güais, blogueros con causa y zapatillas New Balance y periodistas ciudadanos, parecían ofrecer una alternativa a los escleróticos viejos medios de comunicación del consenso fabricado y del poder corporativo.
Huffington Post, por ejemplo. Cuando Arianna Huffington se presentó a las primarias demócratas del 2004 como la cara griego californiana de la izquierda anti Bush, exigiendo la salida de Iraq en su gracioso blog de blogs de diseño casero, a muchos nos entraban ganas de sumarnos a su causa y escribir gratuitamente para HuffPost. Periodistas comprometidos con el progreso y los nuevos medios. ¡Mas vale ser esclavo por la causa que un hack profesional vendido a un grupo multinacional de comunicaciones!
Luego, llegaron las redes sociales, Facebook o Twitter, los nuevos medios del pueblo global y del YOU como lo definía Time magazine en el 2006. Nuevos vehículos de protesta y revolución, según David Kirkpatrick, periodista del Daily Beast y el autor del Facebook effect. “Facebook convierte a cada ciudadano en un medio de comunicación y un posible activista”, me dijo el año pasado en la cumbre de Davos del Foro Económico Mundial (WEF), el club de la elite empresarial globalizada.
Ahora que toca otra vez ir a Davos y escuchar a los pioneros de los nuevos medios y sus financieros desde Palo Alto y Wall Street, eché un vistazo a la página web del WEF, y lo primero que apareció era este post de Huff Post. No es ninguna novedad comprobar en Davos el cínico greenwashing de las multinacionales, desde BP a Iberdrola, paladines de un planeta limpio siempre que no perjudique su cotizacion brusatil. Hasta he visto en Davos al presidente de Coca Cola, principal embotellador de agua, hacer un llamamiento conmovedor a conservar los recursos acuíferos bebiendo agua del grifo. No hay límites a la hipocresía de Davos. Pero ver a nuestro querido HuffPost, nuestro compañero de viaje en las campañas contra el lobby petrolero de Bush y el Pentagono, verlo allí prostituido en el WEF de Davos me pareció un punto de inflexión en esta nueva historia de asimilación de la crítica. El blog de blogs del nuevo movimento ya es complice de la manipulación empresarial de los seudo filántropos (Bono, Bill Gates), emprendedores sociales (Paulo Coelho) y las relaciones públicas de sonrisa corporativa de las multinacionales de Davos.
Pero claro, HuffPost ahora es un solo ejemplo – aunque quizas el más descarado- de los intentos de las grandes corporaciones y medios de comunicación por secuestrar a los movimientos de protesta, arrancar su corazón caliente, extraer el valor bursátil de su compromiso. Arianna ya desató la ira de muchos de sus blogueros voluntarios de izquierdas en febrero del año pasado cuando vendió el Huffington Post a AOL por 315 millones de dólares. Ahora la empresa va globalizándose, firmando acuerdos empresariales con el grupo español re-made en USA, Prisa, L’Espresso italiano, y Le Monde. ¿Por qué tanto interés en un medio creado por pobres blogueros con causa? Pues precisamente porque los viejos grupos de comunicación, todos en apuros financieros, necesitan, más que nunca, ser percibidos como parte de un “nuevo mundo “que nace en la red y en las calles y plazas desde Egipto a Nueva York. Esos son los consumidores de información del futuro. Los magnates de los viejos medios no quieren que ningún Bob Dylan de la era digital les diga a la cara: “Something is happening but you don’t know what it is, do you, Mr Jones?” O Mr Cebrian. Asi que hay que comprarlos. De lo que no se dan cuenta los grupos de comunicación corporativos es que en cuanto tocan este “something happening”, deja de serlo. Cuando el jefe es AOL ya no hay voluntad de cambiar el mundo sino de buscar publicidad gratuita para tu propio proyecto empresarial (de algo hay que vivir en el mundo de blogueros esclavos). El colmo de la degeneración de HuffPost es la decisión de nombrar a Anne Sinclair como directora de la edición francesa. La mujer cuya ambición insaciable le hace compartir una cama hasta con DSK, tal y como explica Miguel Mora en El País.
Pero no es solo Huffington Post. Ya hice, en algun post anterior, un llamamiento patético a boicotear Facebook, después de la decisión de Goldman Sachs a entrar en su capital. Confirmó mis dudas al respecto la noticia de que Coca Cola tiene más seguidores que nadie en Facebook y que basa sus estrategias de marketing en redes sociales en Lady Gaga, amiga del filosofo marxista Slavoj Zizec.
Quizás Twitter sea un vehículo menos contaminado para periodistas críticos en busca de nuevos medios. Pero el príncipe saudita Al Walid Bin Talal (accionista de Citigroup y propietario del edificio mas alto de Riad) acaba de hacerse con una participación en Twitter por valor de 300 millones de dólares. La entrada de los reaccionarios jeques feudales de la Casa Saud en el capital de Twitter es el perfecto desenlace para la historia de las redes sociales en las movilizaciones de la Primavera Arabe. Kirkpatrick dijo con gran acierto en Davos que “la comunicación viral que vale para el ámbito político y las revoluciones en Tunez y Egipto, vale también para el ámbito comercial, de marketing; por eso, empresas como Coca Cola y Starbucks tienen ya sus páginas, con millones de seguidores, en Facebook”. Pero invitaría a todo informador adicto a estos dos nuevos medios de comunicación y las orgias de autopromoción que fomentan a preguntarse tras escribir su enésimo twit de la mañana, si quiere trabajar gratis para el banco “calamar chupasangre” (Matt Taibi dixit) o para el príncipe de una dinastía fundamentalista, que se mantiene en el poder gracias al terror, misógina.
Ahora, quizás el ejemplo mas chocante de cómo el gran capital está tratando de asimilar y secuestrar a un embrionario movimiento de resistencia es la multinacional Time Warner y su medio CNN. Tras responder inicialmente con escepticismo y chistes cínicos a las primeras manifestaciones en Wall Street en el otoño del 2011, ahora los periodistas de CNN y Time se presentan como si fueran los reporteros activistas del movimiento Occupy! con un blog dedicado y un número de la revista Time que elogia al manifestante, la “persona del año” con dibujo en portada de un street fighting man. Time Home Entertainment (sic) ha editado un libro What is occupy? (la acampada convertida en entretenimiento madriguero). Lo puedes bajar en tu Ipad.
Andy Robinson, nacido en las afueras de Liverpool (1960), ha vivido en Londres, Sabadell, Barcelona, Nueva York y Madrid. Es licenciado por la London School of Economics en Ciencias Económicas y Sociología y en Periodismo por El País UAM. Ha sido corresponsal de La Vanguardia en Nueva York. Ha trabajado en España para Cinco Días, Business Week, The Guardian, The New Statesman, Ajo Blanco. Ahora escribe para La Vanguardia y The Nation ( Nueva York). En este blog -una especie de "Up in the air" periodístico- sigue a los flujos globales de capitales que desestabilizan el mundo desde Reikiavik a Los Angeles, La Paz a Dubai y descubre que -como dice el geógrafo marxista David Harvey- "el capitalismo jamás resuelve sus problemas; se limita a desplazarlos a otros lugares". La Vanguardia. Fuente original: http://blogs.lavanguardia.com/diario-itinerante/?p=753

domingo, 3 de abril de 2011

Gabriel Celaya, la poesía social y Facebook.

Recuerdo a Gabriel Celaya, de quien el 18 de marzo se conmemoró el centenario de su nacimiento, en la Feria del Libro de Madrid de 1977. Acompañado de su inseparable Amparitxu, firmaba libros en una de las casetas más concurridas. Acababa de publicar Itinerario poético, una antología preparada y prologada por él mismo y una larga fila de lectores, entre los que yo me encontraba, esperaba el turno para recibir su firma y su dedicatoria.
Era en los albores de la Transición, a muy pocos días de la celebración de las primeras elecciones democráticas después de cuarenta años de dictadura y Celaya -como Blas de Otero- venía acumulando, desde la década de los sesenta, una bien merecida fama de referente de la resistencia antifranquista y de la literatura comprometida.

Sus espléndidos poemas 'La poesía es un arma cargada de futuro' o 'España en marcha', de su libro Cantos iberos (1955), eran inseparables de un estado de conciencia colectiva claramente favorable a la ruptura, a la libertad y a la democracia.

En aquellos días (en aquellos años) las potencialidades movilizadoras, críticas de la poesía de Gabriel Celaya, aunque cuestionadas por el culturalismo novísimo, mantenían un significativo peso en el mundo cultural: eran los tiempos en que Bertolt Brecht compartía cartel en Madrid o Barcelona con los dramas de García Lorca, en que cada estreno de Buero Vallejo era un acontecimiento y en los que los sectores culturales implicados en el cambio combinaban las visitas a los salones de actos de los colegios mayores de la Universitaria (el flamenco, el jazz o el folk se alternaban con lecturas de los versos de Celaya, Otero, Gloria Fuertes, Ángela Figuera, de algunos poetas del 50 o de un Carlos Álvarez que acababa de publicar su memorable Aullido de licántropo) con la asistencia a manifestaciones o con la firma de manifiestos de toda índole.

Celaya, que fue candidato a senador por el PCE en Guipúzcoa en junio de 1977, atravesó la Transición en un discreto segundo plano, fue premio Nacional de las Letras en 1986 y alcanzó a ver el comienzo de la década de los noventa.

Sin embargo hoy, cuando se conmemora su centenario (nació el 18 de marzo de 1911), su presencia en los medios es infinitamente menor que la de otros grandes (y no tan grandes) escritores de nuestra lengua.

¿Se corresponde, ese vacío, con un descrédito de lo social en literatura y con la creciente presencia del yo, de la subjetividad y del apoliticismo? ¿Tiene que ver con la pérdida de sentido de una poesía comprometida en la realidad democrática española? Es probable que la razón de ese olvido se encuentre, a la vez, en la respuesta apuntada en ambos interrogantes. Sin embargo, su poesía alcanzó un nivel de calidad nada desdeñable, especialmente la que escribió a principios de los años sesenta: su tono conversacional y directo influiría en el tono que marcó la poesía de algunos autores posteriores.

En la obra de Ángel González, José Agustín Goytisolo o Jaime Gil de Biedma son visibles ecos de la dicción, el tono, la ironía y la atención a lo cotidiano del Gabriel Celaya de libros como Tranquilamente hablando (1947), Las cosas como son (1949) o Los poemas de Juan de Leceta (1961) -editado por Carlos Barral en la colección Collioure, por cierto-. Pero Gabriel Celaya no limitó su obra poética a esa perspectiva: fue un escritor inconforme también en el plano lingüístico, en el de la reflexión existencial, en el de la indagación metafísica. Son, a ese respecto, memorables algunos poemas de sus libros más tardíos Buenos días, buenas noches (1976) o El mundo abierto (1986).

¿Poeta olvidado? Quién sabe. En todo caso, no es malo que hoy, a la luz del centenario, nos preguntemos qué fue de la poesía social y de los poetas sociales y cuánto de su proteína vive en la lírica del siglo XXI. Por lo que parece, Celaya todavía respira. No es difícil constatarlo: en Facebook se ha abierto una página que, al poco de ser creada, ya ha superado con creces el millar de seguidores. Tal vez los jóvenes habitantes de Internet estén marcando un camino.  MANUEL RICO. El País, Babelia 02/04/2011 (Más aquí)

MOMENTOS FELICES
Cuando llueve y reviso mis papeles, y acabo
tirando todo al fuego: poemas incompletos,
pagarés no pagados, cartas de amigos muertos,
fotografías, besos guardados en un libro,
renuncio al peso muerto de mi terco pasado,
soy fúlgido, engrandezco justo en cuanto me niego,
y así atizo las llamas, y salto la fogata,
y apenas si comprendo lo que al hacerlo siento,
¿no es la felicidad lo que me exalta?

Cuando salgo a la calle silbando alegremente
—el pitillo en los labios, el alma disponible—
y les hablo a los niños o me voy con las nubes,
mayo apunta y la brisa lo va todo ensanchando,
las muchachas estrenan sus escotes, sus brazos
desnudos y morenos, sus ojos asombrados,
y ríen ni ellas saben por qué sobreabundando,
salpican la alegría que así tiembla reciente,
¿no es la felicidad lo que se siente?

Cuando llega un amigo, la casa está vacía,
pero mi amada saca jamón, anchoas, queso,
aceitunas, percebes, dos botellas de blanco,
y yo asisto al milagro —sé que todo es fiado—,
y no quiero pensar si podremos pagarlo;
y cuando sin medida bebemos y charlamos,
y el amigo es dichoso, cree que somos dichosos,
y lo somos quizá burlando así la muerte,
¿no es la felicidad lo que trasciende?

Cuando me he despertado, permanezco tendido
con el balcón abierto. Y amanece: las aves
trinan su algarabía pagana lindamente:
y debo levantarme pero no me levanto;
y veo, boca arriba, reflejada en el techo
la ondulación del mar y el iris de su nácar,
y sigo allí tendido, y nada importa nada,
¿no aniquilo así el tiempo? ¿No me salvo del miedo?
¿No es la felicidad lo que amanece?

Cuando voy al mercado, miro los abridores
y, apretando los dientes, las redondas cerezas,
los higos rezumantes, las ciruelas caídas
del árbol de la vida, con pecado sin duda
pues que tanto me tientan. Y pregunto su precio,
regateo, consigo por fin una rebaja,
mas terminado el juego, pago el doble y es poco,
y abre la vendedora sus ojos asombrados,
¿no es la felicidad lo que allí brota?

Cuando puedo decir: el día ha terminado.
Y con el día digo su trajín, su comercio,
la busca del dinero, la lucha de los muertos.
Y cuando así cansado, manchado, llego a casa,
me siento en la penumbra y enchufo el tocadiscos,
y acuden Kachaturian, o Mozart, o Vivaldi,
y la música reina, vuelvo a sentirme limpio,
sencillamente limpio y pese a todo, indemne,
¿no es la felicidad lo que me envuelve?

Cuando tras dar mil vueltas a mis preocupaciones,
me acuerdo de un amigo, voy a verle, me dice:
«Estaba justamente pensando en ir a verte».
Y hablamos largamente, no de mis sinsabores,
pues él, aunque quisiera, no podría ayudarme,
sino de cómo van las cosas en Jordania,
de un libro de Neruda, de su sastre, del viento,
y al marcharme me siento consolado y tranquilo,
¿no es la felicidad lo que me vence?

Abrir nuestras ventanas; sentir el aire nuevo;
pasar por un camino que huele a madreselvas;
beber con un amigo; charlar o bien callarse;
sentir que el sentimiento de los otros es nuestro;
mirarme en unos ojos que nos miran sin mancha,
¿no es esto ser feliz pese a la muerte?
Vencido y traicionado, ver casi con cinismo
que no pueden quitarme nada más y que aún vivo,
¿no es la felicidad que no se vende?