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lunes, 11 de septiembre de 2023

Los 191 días del gobierno de Allende que terminaron en un golpe de Estado que aún divide a Chile

Augusto Pinochet y Salvador Allende juntos en agosto de 1973.

FUENTE DE LA IMAGEN,AFP

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Pinochet fue nombrado por Allende comandante en jefe del Ejército chileno apenas tres semanas antes del golpe en que lo derrocó.

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Conspiraciones,sabotajes, traiciones, disputas y violencias marcaron el camino al quiebre de la democracia chilena el 11 de septiembre de 1973. Reconstrimos esos hechos que cumplen 50 años.

Cuando el presidente Salvador Allende pronunció sus últimas palabras desde el palacio de La Moneda y los militares bombardearon el edificio hace 50 años, Chile y su rumbo histórico se terminaron de partir.

Esa mañana del martes 11 de septiembre de 1973 comenzó en el país una dictadura militar que duraría 17 años y dejaría cerca de 40.000 víctimas, incluidos más de 3.000 asesinados o desaparecidos.

Al mismo tiempo, con el golpe de Estado acabó un experimento inédito en el mundo: Allende fue el primer marxista elegido presidente de forma democrática, alguien que buscó “la vía chilena al socialismo” dentro del marco jurídico vigente.

El quiebre de aquel día fue tan hondo que aún divide a Chile entre quienes lo consideran un zarpazo traicionero que abrió paso a todo tipo de abusos, y quienes lo ven como un acto de rescate de un país en el despeñadero.

“El golpe tuvo un efecto peor que el terremoto más grande que hemos tenido” y “cambió también a la sociedad chilena: la hizo desconfiada, neoliberal, mucho más conservadora de lo que era”, dice Cristián Pérez, historiador de la Escuela de Periodismo de la universidad chilena Diego Portales, a BBC Mundo.

Pero, ¿cómo llegó el país sudamericano a ese punto bisagra medio siglo atrás?

“Una vía alternativa”

Es difícil precisar el momento exacto en que el gobierno de Allende, un médico carismático con vasta experiencia como senador, entró a un callejón sin salida.

De hecho, algunas dificultades que enfrentó, como la polarización política o una inflación creciente, habían aparecido en Chile antes que Allende fuera electo en septiembre de 1970 con 36% de los votos, en su cuarto intento, al frente de la coalición de izquierda Unidad Popular (UP), que incluía a socialistas como él y comunistas.

Salvador Allende rodeado de seguidores en las elecciones de Chile de 1970.

Salvador Allende rodeado de seguidores en las elecciones de Chile de 1970.

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

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 Allende se volvió en 1970 el primer marxista elegido presidente en una democracia, algo que puso las miradas del mundo sobre Chile.

Pero esos y otros problemas se agravaron una vez que Allende asumió el poder el 3 de noviembre de ese año sin mayorías legislativas y comenzó a implementar un programa destinado a rehacer la estructura económica chilena.

El presidente tomó medidas para expropiar empresas, estatizar los bancos, redistribuir ingresos y profundizar la reforma agraria lanzada por su antecesor, el democristiano Eduardo Frei Montalva, aparte de nacionalizar el cobre con el respaldo unánime del Congreso.

Todo eso asustó a los conservadores chilenos, que se organizaron para frenar las reformas.

Mientras sectores empresariales y gremiales realizaron huelgas y protestas, en la ultraderecha surgió el frente Patria y Libertad, una organización que inició acciones de sabotaje contra el gobierno.

En el otro extremo ideológico, fuera de la UP actuaba el Movimiento de Izquierda Revolucionaria (MIR), un grupo guerrillero que ocupaba tierras privadas y fábricas inspirado en la revolución cubana, la cual también despertaba admiración dentro del Partido Socialista.

Estados Unidos, a instancias del entonces presidente Richard Nixon y su consejero de Seguridad Nacional, Henry Kissinger, boicoteó a Allende desde su elección para impedir que su gobierno socialista proyectase una imagen exitosa y generase fenómenos similares en otros países en plena Guerra Fría, según documentos desclasificados por Washington.

Richard Nixon y Henry Kissinger hablando en 1972

Richard Nixon y Henry Kissinger hablando en 1972

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A instancias de Nixon y Kissinger, EE.UU. operó para desestabilizar a Allende.

Con acciones encubiertas, EE.UU. primero buscó evitar que el Congreso chileno ratificara la victoria electoral de Allende en 1970, apoyando un plan fallido de la ultraderecha para secuestrar al comandante en jefe del Ejército y defensor del orden constitucional, René Schneider, quien resultaría asesinado.

Después financió a la oposición y bloqueó créditos a Santiago para hacer “chillar” la economía chilena, a pedido textual de Nixon.

En ese escenario, en Chile se agudizaba la polarización, la violencia política y problemas económicos como desabastecimiento de comercios y un incipiente mercado negro.

Allende procuró ayuda financiera de la Unión Soviética, que había aportado dinero a su campaña electoral y luego dio maquinaria agrícola o becas estudiantiles a Chile, pero Moscú consideró inviable dar sustento monetario a un país tan lejano y enredado.

Así, el 4 marzo de 1973, Chile celebró unas elecciones parlamentarias que podían inclinar la balanza del poder.

La UP de Allende obtuvo en esos comicios 43% de los votos, siete puntos más que en 1970 pero debajo del apoyo que precisaba para lograr mayorías en el Congreso.

Un hombre vende diarios con los resultados de las elecciones parlamentarias de 1973 en Chile.

Un hombre vende diarios con los resultados de las elecciones parlamentarias de 1973 en Chile.

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Las elecciones parlamentarias de marzo de 1973 fueron clave para lo que ocurriría en Chile.

Y aunque la derecha agrupada en la Confederación para la Democracia (Code) sumó 56% de los votos, no alcanzó el objetivo que se planteaba de tener dos tercios del Senado para poder destituir a Allende.

Entonces a la derecha chilena se le plantea una disyuntiva, dice Pérez: “O espera hasta 1976 que haya nuevas elecciones, o busca una vía alternativa para sacarlo (a Allende) que sea inconstitucional, es decir, un golpe de Estado”.

Faltaban 191 días para el 11 de septiembre.

Y era evidente que Chile ya giraba en una espiral peligrosa para la democracia que había consolidado desde 1932.

“Un costo”

Tras las elecciones parlamentarias se agravó la crisis político-económica chilena, con episodios de violencia, huelgas, un intento de golpe de Estado y un creciente protagonismo de los militares.

El gobierno socialista siguió impulsando su programa, pero se estancaron reformas como la Escuela Nacional Unificada, un proyecto de reestructura educativa que criticó en marzo de 1973 la Iglesia católica, temerosa de perder influencia en la enseñanza.

Esa reforma era emblemática para Allende, en cuyo mandato aumentó 17% la cantidad de alumnos registrados en diferentes niveles educativos.

A su vez, en los meses siguientes cobró intensidad un pulso entre los poderes Ejecutivo y Judicial.

La Corte Suprema —presidida por un magistrado que luego apoyó el golpe y omitió castigar los abusos del régimen militar— acusó al gobierno de Allende de intentar someter los tribunales a sus necesidades políticas y propiciar una crisis del Estado de derecho, algo que el mandatario rechazó.

Enfrentamiento callejero entre opositores y partidarios del gobierno chileno de Allende en 1972-

Enfrentamiento callejero entre opositores y partidarios del gobierno chileno de Allende en 1972-

FUENTE DE LA IMAGEN,AFP


La polarización y la violencia política crecieron en Chile en los años de Allende.

En el plano político, hubo negociaciones infructuosas entre la UP de Allende y la Democracia Cristiana de centro para evitar el colapso del gobierno.

La premiada historiadora chilena Sol Serrano señala que una posibilidad era “nombrar un gabinete cívico-militar con poderes para las Fuerzas Armadas, lo cual significaba represión al ‘poder popular’ y de hecho el fin del programa de la UP aunque no del gobierno”, o “que Allende enviara al Congreso una reforma constitucional para poder llamar a un plebiscito que iba a perder”.

Pero ya parecía inviable una salida política, en la que insistía el presidente, debido a la falta de voluntad partidaria para alcanzarla y a que “había un costo que Allende no iba a pagar, que era romper la coalición de gobierno”, dice Serrano a BBC Mundo.

En la mañana invernal del 29 de junio hubo un intento de golpe de Estado, el último de varios en los años previos al 11 de septiembre, cuando oficiales sublevados del regimiento blindado Nº2 con el apoyo de Patria y Libertad avanzaron con tanques y vehículos militares hacia La Moneda.

Conocido como “Tanquetazo”, el ataque fue sofocado por una contraofensiva dirigida por el comandante en jefe del Ejército, Carlos Prats. Dejó 22 muertos y la sensación de que el golpismo aún carecía de apoyo pleno en las Fuerzas Armadas.

Sin embargo, quienes estaban dispuestos a derrocar a Allende parecieron tomar nota de la importancia que tenían los oficiales leales a él.

Un hombre pasa delante de un tanque militar durante el intento de golpe de Estado en junio de 1973 en Chile.

Un hombre pasa delante de un tanque militar durante el intento de golpe de Estado en junio de 1973 en Chile.

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El "Tanquetazo" fue un aviso de lo que se venía en Chile.

Menos de un mes más tarde, el 27 de julio, fue asesinado el edecán naval del presidente, Arturo Araya, en un ataque armado frente a su casa.

Poco después, el 9 de agosto, Allende nombró al general Prats como su ministro de Defensa y a otros altos mandos militares y policiales para dirigir ministerios cruciales en lo que se denominó un “gabinete de salvación nacional”.

En ese momento ya se había reanudado un paro de transportistas que en octubre de 1972 bloqueó el país y acentuó las dificultades económicas. Más tarde se supo que los camioneros, al igual que el diario conservador El Mercurio, recibieron financiamiento de la Agencia Central de Inteligencia (CIA) de EE.UU.

“Si las huelgas y lo demás derribaron al gobierno, lo dudo”, dijo Alexandro Smith, un propietario de dos autobuses y un taxi que se definía como un izquierdista frustrado con Allende y que se plegó al paro.

“Pero por supuesto”, agregó Smith en una entrevista con la BBC poco después, “eso fue añadiendo presión para que los militares se hicieran con el poder”.

“En un tránsito histórico”

Con más sangre derramada en choques políticos callejeros y una inflación desbocada que superaría 600% en 1973, la pregunta que muchos se hacían era si Chile se encaminaba a una guerra civil.

Pero lo inminente era el golpe de Estado.

Manifestantes lloran y se cubren por el gas lacrimógeno lanzado por la policía chilena en marzo de 1973

Manifestantes lloran y se cubren por el gas lacrimógeno lanzado por la policía chilena en marzo de 1973

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

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Protestas y problemas económicos complicaron al gobierno socialista chileno.

El 22 de agosto, la Cámara de Diputados declaró que el gobierno de Allende había causado un “grave quebrantamiento del orden constitucional” y señaló que las Fuerzas Armadas y la policía “son y deben ser, por su propia naturaleza, garantía para todos los chilenos y no sólo para un sector”.

La resolución —aprobada por 81 votos a favor, incluidos los de diputados democristianos, y 47 en contra— sería usada como justificación para el derrocamiento de Allende, quien respondió que el texto facilitaba “la intención sediciosa de determinados sectores”.

Al día siguiente ocurrió lo que la inteligencia de EE.UU. definiría en un informe secreto como la remoción del “principal factor atenuante contra un golpe de Estado”: la renuncia al ministerio de Defensa y a la jefatura del Ejército de Prats, el general leal a la Constitución.

Esa dimisión se produjo después de que Prats pidiera sin éxito una declaración de apoyo de sus generales, tras una protesta frente a su casa en la que participaron esposas de altos oficiales militares.

Prats recomendó entonces que Augusto Pinochet lo sucediera como jefe del Ejército, sin imaginar que poco después ese mismo general conduciría el golpe de Estado y el largo régimen militar que lo asesinaría a él mismo junto a su esposa en un atentado en Argentina en 1974.

El 9 de septiembre, Pinochet y el nuevo jefe de la Fuerza Aérea, Gustavo Leigh, recibieron una carta escrita a mano por el almirante José Toribio Merino avisándoles que el 11 sería “el día D”, y ambos aceptaron.

Militares apostados frente al palacio de La Moneda bombardeado en el golpe del 11 de septiembre de 1973 en Chile.

Militares apostados frente al palacio de La Moneda bombardeado en el golpe del 11 de septiembre de 1973 en Chile.

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El bombardeo a La Moneda por los militares golpistas el 11 de septiembre de 1973 fue un punto bisagra en la historia chilena.

“Ese domingo 9 de septiembre se decide: creo que Pinochet piensa que debe embarcarse en el golpe porque está consciente que Merino va a dar el golpe”, señala el historiador Pérez. “Lo que no les podía pasar es que se dividieran, (porque) habría estallado una guerra cívico-militar”.

El mismo día ocurrieron otros dos hechos relevantes.

El entonces secretario general del Partido Socialista, Carlos Altamirano, dijo en un polémico discurso junto al líder del MIR en el Estadio Chile que se había reunido con suboficiales de la Armada contrarios al golpe y advirtió que el país se transformaría en “un nuevo Vietnam heroico” si la sedición pretendía dominarlo.

El mensaje marcó una vez más las diferencias que arrastraba la izquierda entre los radicales que agitaban la crisis y los moderados que buscaban conciliar.

En las horas previas al golpe, Allende reiteró a sus allegados la idea de convocar a un plebiscito y preparó un mensaje público que nunca llegaría a pronunciar.

Otro fue el discurso inolvidable que Allende pronunció por radio aquel 11 de septiembre, antes que los aviones Hawker Hunter de la Fuerza Aérea atacaran La Moneda.

“Yo no voy a renunciar. Colocado en un tránsito histórico, pagaré con mi vida la lealtad del pueblo”, dijo y finalizó instantes después: “Estas son mis últimas palabras y tengo la certeza de que mi sacrificio no será en vano. Tengo la certeza de que por lo menos habrá una lección moral que castigará la felonía, la cobardía y la traición”.

Allende rodeado de custodias en el palacio de La Moneda durante el golpe que lo derrocó el 11 de septiembre de 1973.

Allende rodeado de custodias en el palacio de La Moneda durante el golpe que lo derrocó el 11 de septiembre de 1973.

FUENTE DE LA IMAGEN,AFP


Allende se negó a renunciar durante el ataque golpista al palacio de La Moneda.

El médico de cabecera del presidente, Patricio Guijón, relató a la BBC días más tarde cómo encontró a Allende muerto sobre un sofá rojo en La Moneda: "Ya no había nada que hacer porque literalmente se había volado la cabeza. No tenía pulso. Su muerte fue instantánea”.

Tras el golpe, Guijón y otros colaboradores cercanos de Allende fueron detenidos y enviados temporalmente a la isla Dawson, en el sur del país. El Estadio Chile se volvió centro de detención y tortura. Y los militares seguirían en el poder hasta 1990, en un régimen que simbolizó las dictaduras que atravesaba la región en esa época.

Medio siglo después, aquel trágico quiebre institucional enseña que “no pueden hacerse cambios fuera de la democracia, (y) nada justifica la violación de los derechos humanos”, concluye Serrano. “La principal lección: la importancia radical de la política”.

sábado, 15 de septiembre de 2018

_- Fallece Herb Mills, estibador y líder sindical. El estibador que inició el boicot contra Pinochet desde EE.UU.



En 1978 cuando inició el boicot contra la dictadura chilena, Herb ya tenía una larga historia de lucha sindical.

Había participado como estibador en la famosa huelga de muelles de 1971, la más larga en la historia de los estibadores de los Estados Unidos. Más de treinta años de experiencia como estibador y una intachable conciencia sobre la solidaridad internacional y el respeto a los derechos humanos.

Gran amigo del pueblo latinoamericano

Herb Mills, un estibador y líder del sindicato ILWU Local 10, (International Longshoreman and Warehouse Union / Sindicato Internacional de Estibadores y Bodegas, Sede 10), fue sorprendido la mañana del 23 de mayo de 1978 con un llamado telefónico que a las 7:50 de la mañana, lo haría entrar a la historia y lo convertiría en un gran amigo de América Latina, para siempre. O hasta el 7 de agosto del 2018, cuando aquejado con problemas respiratorios, falleció en un hospital de San Leandro, una ciudad del Área de la Bahía de San Francisco, en el norte de California. Tenía 87 años de edad.

El llamado telefónico era de un estibador que acaba de encontrar en el muelle 32 de cargo de San Francisco unas cajas con partes de bombas destinadas a la fuerza aérea de la dictadura militar de Pinochet. La llamada también tuvo una reacción en cadena que involucró directamente al gobierno y al ejercito estadounidense.

Mills, quien era secretario y tesorero del sindicato, saltó de su asiento y bajo corriendo hacia el muelle. Llevaba su cámara fotográfica, más de treinta años de experiencia como estibador y una intachable conciencia sobre la solidaridad internacional y el respeto a los derechos humanos.

El Sindicato ILWU es conocido por sus luchas laborales y su apoyo a la solidaridad internacional. Inmediatamente Herb comenzó los tramites para detener el envío de las bombas y boicotear a la dictadura. Unánimemente los trabajadores estibadores se negaron a enviar las bombas a la dictadura iniciando un boicot internacional contra Pinochet. El combativo sindicato ya se había manifestado en contra de la dictadura chilena en una conferencia sindical el año 1975.

Herb ya tenía una contundente historia de lucha sindical. Había participado como estibador en la famosa huelga de muelles de 1971, la más larga en la historia de los estibadores de los Estados Unidos.

Después de la triunfante acción en contra de la dictadura chilena, Mills fue clave en bloquear el fusilamiento de un líder opositor en Corea del Sur. Detuvo cargamentos militares a la dictadura en El Salvador y fue líder en las acciones para aclarar el asesinato de dos estibadores de Seattle cometidos por la dictadura filipina de Ferdinand Marcos.

Mills, originario del pueblo de Dearborn en Michigan, trabajó ensamblando autos en una planta automotriz de Ford, se graduó de la Universidad de Michigan y obtuvo un doctorado en Ciencias Políticas de la Universidad de California en la ciudad de Irvine. En 1963 descargó su primer barco como parte de su querido sindicado ILWU, en el cual fue organizador, delegado sindical, agente comercial y secretario-tesorero de la Sede No 10 de San Francisco.

Según el periódico SF Chronicle Mills era un trabajador e intelectual experto en la novela estadounidense, en historia, estudios bíblicos y al fallecer estaba escribiendo una novela semi-autobiográfica, titulada en español Presente.

Mills vivió por muchos años en la ciudad de Berkeley en donde la solidaridad con el pueblo chileno en contra de la dictadura cívico-militar fue masiva. Lo sobreviven sus tres hijos Sarah, Jon y Lydia, su ex-esposa Rebecca y su compañera de muchos años Deanne Burke.

"Señalando la supresión total en Chile de los derechos civiles y sindicales, el encarcelamiento, la tortura, el asesinato y la "desaparición" de muchos líderes de la oposición, activistas y civiles inocentes, la Convención Internacional de ILWU de 1975 llamó a boicotear todos los bienes hacia y desde Chile que por acción subsecuente todas las sedes sindicales claramente apoyaron.

Como resultado, cuando surgió la posibilidad de embarcar equipos de guerra para Pinochet, los oficiales del sindicato sabían que tal acción podía persuadir al gobierno de cancelar esa ayuda. Un "no" al embarque tendría el apoyo informado y activo de la base" . Herb Mills.

martes, 24 de enero de 2012

¡Boicot a HuffPost, Facebook y Twitter también! Andy Robinson

Hubo algún momento en la euforia del obamismo y la revolución digital en el que los new media de redes sociales güais, blogueros con causa y zapatillas New Balance y periodistas ciudadanos, parecían ofrecer una alternativa a los escleróticos viejos medios de comunicación del consenso fabricado y del poder corporativo.
Huffington Post, por ejemplo. Cuando Arianna Huffington se presentó a las primarias demócratas del 2004 como la cara griego californiana de la izquierda anti Bush, exigiendo la salida de Iraq en su gracioso blog de blogs de diseño casero, a muchos nos entraban ganas de sumarnos a su causa y escribir gratuitamente para HuffPost. Periodistas comprometidos con el progreso y los nuevos medios. ¡Mas vale ser esclavo por la causa que un hack profesional vendido a un grupo multinacional de comunicaciones!
Luego, llegaron las redes sociales, Facebook o Twitter, los nuevos medios del pueblo global y del YOU como lo definía Time magazine en el 2006. Nuevos vehículos de protesta y revolución, según David Kirkpatrick, periodista del Daily Beast y el autor del Facebook effect. “Facebook convierte a cada ciudadano en un medio de comunicación y un posible activista”, me dijo el año pasado en la cumbre de Davos del Foro Económico Mundial (WEF), el club de la elite empresarial globalizada.
Ahora que toca otra vez ir a Davos y escuchar a los pioneros de los nuevos medios y sus financieros desde Palo Alto y Wall Street, eché un vistazo a la página web del WEF, y lo primero que apareció era este post de Huff Post. No es ninguna novedad comprobar en Davos el cínico greenwashing de las multinacionales, desde BP a Iberdrola, paladines de un planeta limpio siempre que no perjudique su cotizacion brusatil. Hasta he visto en Davos al presidente de Coca Cola, principal embotellador de agua, hacer un llamamiento conmovedor a conservar los recursos acuíferos bebiendo agua del grifo. No hay límites a la hipocresía de Davos. Pero ver a nuestro querido HuffPost, nuestro compañero de viaje en las campañas contra el lobby petrolero de Bush y el Pentagono, verlo allí prostituido en el WEF de Davos me pareció un punto de inflexión en esta nueva historia de asimilación de la crítica. El blog de blogs del nuevo movimento ya es complice de la manipulación empresarial de los seudo filántropos (Bono, Bill Gates), emprendedores sociales (Paulo Coelho) y las relaciones públicas de sonrisa corporativa de las multinacionales de Davos.
Pero claro, HuffPost ahora es un solo ejemplo – aunque quizas el más descarado- de los intentos de las grandes corporaciones y medios de comunicación por secuestrar a los movimientos de protesta, arrancar su corazón caliente, extraer el valor bursátil de su compromiso. Arianna ya desató la ira de muchos de sus blogueros voluntarios de izquierdas en febrero del año pasado cuando vendió el Huffington Post a AOL por 315 millones de dólares. Ahora la empresa va globalizándose, firmando acuerdos empresariales con el grupo español re-made en USA, Prisa, L’Espresso italiano, y Le Monde. ¿Por qué tanto interés en un medio creado por pobres blogueros con causa? Pues precisamente porque los viejos grupos de comunicación, todos en apuros financieros, necesitan, más que nunca, ser percibidos como parte de un “nuevo mundo “que nace en la red y en las calles y plazas desde Egipto a Nueva York. Esos son los consumidores de información del futuro. Los magnates de los viejos medios no quieren que ningún Bob Dylan de la era digital les diga a la cara: “Something is happening but you don’t know what it is, do you, Mr Jones?” O Mr Cebrian. Asi que hay que comprarlos. De lo que no se dan cuenta los grupos de comunicación corporativos es que en cuanto tocan este “something happening”, deja de serlo. Cuando el jefe es AOL ya no hay voluntad de cambiar el mundo sino de buscar publicidad gratuita para tu propio proyecto empresarial (de algo hay que vivir en el mundo de blogueros esclavos). El colmo de la degeneración de HuffPost es la decisión de nombrar a Anne Sinclair como directora de la edición francesa. La mujer cuya ambición insaciable le hace compartir una cama hasta con DSK, tal y como explica Miguel Mora en El País.
Pero no es solo Huffington Post. Ya hice, en algun post anterior, un llamamiento patético a boicotear Facebook, después de la decisión de Goldman Sachs a entrar en su capital. Confirmó mis dudas al respecto la noticia de que Coca Cola tiene más seguidores que nadie en Facebook y que basa sus estrategias de marketing en redes sociales en Lady Gaga, amiga del filosofo marxista Slavoj Zizec.
Quizás Twitter sea un vehículo menos contaminado para periodistas críticos en busca de nuevos medios. Pero el príncipe saudita Al Walid Bin Talal (accionista de Citigroup y propietario del edificio mas alto de Riad) acaba de hacerse con una participación en Twitter por valor de 300 millones de dólares. La entrada de los reaccionarios jeques feudales de la Casa Saud en el capital de Twitter es el perfecto desenlace para la historia de las redes sociales en las movilizaciones de la Primavera Arabe. Kirkpatrick dijo con gran acierto en Davos que “la comunicación viral que vale para el ámbito político y las revoluciones en Tunez y Egipto, vale también para el ámbito comercial, de marketing; por eso, empresas como Coca Cola y Starbucks tienen ya sus páginas, con millones de seguidores, en Facebook”. Pero invitaría a todo informador adicto a estos dos nuevos medios de comunicación y las orgias de autopromoción que fomentan a preguntarse tras escribir su enésimo twit de la mañana, si quiere trabajar gratis para el banco “calamar chupasangre” (Matt Taibi dixit) o para el príncipe de una dinastía fundamentalista, que se mantiene en el poder gracias al terror, misógina.
Ahora, quizás el ejemplo mas chocante de cómo el gran capital está tratando de asimilar y secuestrar a un embrionario movimiento de resistencia es la multinacional Time Warner y su medio CNN. Tras responder inicialmente con escepticismo y chistes cínicos a las primeras manifestaciones en Wall Street en el otoño del 2011, ahora los periodistas de CNN y Time se presentan como si fueran los reporteros activistas del movimiento Occupy! con un blog dedicado y un número de la revista Time que elogia al manifestante, la “persona del año” con dibujo en portada de un street fighting man. Time Home Entertainment (sic) ha editado un libro What is occupy? (la acampada convertida en entretenimiento madriguero). Lo puedes bajar en tu Ipad.
Andy Robinson, nacido en las afueras de Liverpool (1960), ha vivido en Londres, Sabadell, Barcelona, Nueva York y Madrid. Es licenciado por la London School of Economics en Ciencias Económicas y Sociología y en Periodismo por El País UAM. Ha sido corresponsal de La Vanguardia en Nueva York. Ha trabajado en España para Cinco Días, Business Week, The Guardian, The New Statesman, Ajo Blanco. Ahora escribe para La Vanguardia y The Nation ( Nueva York). En este blog -una especie de "Up in the air" periodístico- sigue a los flujos globales de capitales que desestabilizan el mundo desde Reikiavik a Los Angeles, La Paz a Dubai y descubre que -como dice el geógrafo marxista David Harvey- "el capitalismo jamás resuelve sus problemas; se limita a desplazarlos a otros lugares". La Vanguardia. Fuente original: http://blogs.lavanguardia.com/diario-itinerante/?p=753