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viernes, 3 de noviembre de 2023

_- La huella del maltrato infantil: “Mi padre me decía que no servía para nada”.

_- Miles de niños padecen abusos constantes que cada vez son más visibles, aunque es un fenómeno difícil de cuantificar. 

 Alejandro —nombre ficticio— sufrió todos los días los insultos, gritos y palabras hirientes de su padre. Durante casi 18 años, tuvo que oír, una y otra vez, la misma frase, que se ha quedado grabada en su memoria: “No sirves para nada”. A sus 27 años, Alejandro reconoce que aunque “el maltrato lo tiene más cicatrizado”, hay días en los que confiar en sí mismo se le hace cuesta arriba: “Me ha afectado en mi autoestima y en la confianza en mí mismo”. La violencia que vivió toda su infancia y adolescencia no es un hecho aislado, sino que representa la realidad de miles de niños, niñas y adolescentes, aunque es un fenómeno difícil de cuantificar.

“Cuando hablamos de maltrato, se tiende a pensar en los golpes, en situaciones extremas. Pero hay un tipo de maltrato, el emocional, que tiene que ver con situaciones mucho más sutiles. Y, a veces, ni siquiera con insultos, sino con invalidar al niño, con no hacerse cargo de sus emociones, con limitar su autonomía o aislarlo”, explica la psicóloga clínica María Marín. Muchos de estos comportamientos están normalizados en las familias.

Cristina Sanjuán, especialista en protección a la infancia de Save The Children, confirma que una de las características del maltrato infantil es que se legitima y normaliza la violencia como forma de corrección y disciplina. “Se percibe a los niños y niñas como propiedad de sus padres y no se hace un enfoque de la infancia como sujeto de derechos”, dice Sanjuán.

El maltrato infantil en España es una lacra cuya extensión resulta difícil de calibrar. Una de las formas de abordarlo es a través de las denuncias: según los últimos datos del Ministerio del Interior, en 2021 se registraron 55.000 denuncias por comportamientos presuntamente delictivos que tenían como víctima a niños y adolescentes. Un año antes, coincidiendo con el periodo de confinamientos más estrictos de la pandemia, la cifra alcanzaba las 35.778 denuncias. El Ministerio de Derechos Sociales cuenta, por su parte, con el Registro Unificado de Maltrato Infantil (RUMI), en el que se incluyen los avisos realizados por profesores o familiares advirtiendo de la posibilidad de que un niño esté siendo maltratado. En 2021 dicho registro recogió 21.521 notificaciones; un año antes, fueron 15.688, y en 2019, 15.365.

¿Están aumentando las agresiones o existe menos tolerancia social ante este tipo de violencia? “Sospechamos que se están sacando a la luz más casos que antes estaban ocultos”, afirma la directora general de derechos de la infancia y de la adolescencia del Ministerio de Asuntos Sociales, Lucía Losoviz. Por su parte, el director de la Plataforma de la Infancia —una alianza de ONG del sector—, Ricardo Ibarra, admite que es imposible saber si la evolución responde a que existe una mayor sensibilización o si es están aumentando los delitos.

Lo más doloroso es que los menores que son víctimas de violencia la viven a menudo a diario. Alejandro recuerda, con un “nudo en la garganta”, los insultos que recibía de su padre por no encajar en el estereotipo de chico bueno en deportes. “Mi padre buscaba un chico ‘normal’, al que le gustara el fútbol, el baloncesto… y yo era muy torpe. Me insultaba y me decía inútil y que no valía para nada”. Otras veces, su padre se enfadaba y le gritaba o le daba una colleja. “Desde siempre, desde muy pequeño, fui maltratado por mi padre. Mi hogar no era un espacio seguro”, relata. Para Alejandro, estar en casa era una verdadera pesadilla: “Llegaba y no recibía ningún beso, ninguna caricia. Me encerraba en mi cuarto y lloraba solo, sin que nadie me escuchara. Si mi padre me veía llorar, me decía que era un maricón”.

Como Alejandro, la violencia contra la infancia forma parte de la cotidianidad de muchos niños, niñas y adolescentes. El director técnico y portavoz de la Fundación ANAR, Benjamín Ballesteros, dice que de los casi 5.500 casos de maltrato reportados en su teléfono de ayuda, en más de la mitad (55%) la frecuencia de la violencia contra la infancia era diaria y en un 56% se describían situaciones que duran más de un año, lo que aumenta la gravedad de las secuelas: “Estamos hablando de traumas más complejos. No es lo mismo vivir la experiencia un día, que te impacte y haga daño, que estar viviéndolo diariamente”. Ballesteros añade: “Llega un momento en el que muchos menores lo normalizan. Cuando hablan con nosotros lo justifican y hasta piensan que son merecedores de ese tipo de violencia”.

Los expertos coinciden en que al ser sus padres quienes les maltratan se genera una ambivalencia afectiva: por un lado, son figuras de referencia que deberían cuidarles y, por otro, les están haciendo daño. Eso provoca un proceso de normalización, de interiorización de la violencia, también como una forma de resolver conflictos o problemas. “Al final el niño crece con esa imagen de sí mismo, que no es válido, con que se merece el castigo y que el amor va ligado a la violencia. Con la idea de que si alguien me cuida, también está legitimado para agredirme”, señala la psicóloga María Marín.

Esa normalización tiene entre sus efectos que las víctimas, con frecuencia, tarden en revelar lo que les sucede. Alejandro nunca contó a nadie lo que vivió durante años. “Me lo quedaba todo para mí. Tanto en secundaria como en primaria. De hecho, creo que nadie sabe lo que viví”, dice. Marín asegura que cuando son pequeños “tienen miedo de contarlo porque no hay una persona fiable en el entorno” y se sienten culpables. Otras veces, añade, los niños no saben que no está bien: “Todos estos comportamientos de maltrato, que ejercen las figuras primarias, se revisten de cariño con frases como: ‘Lo hago por tu bien’, o: ‘Mira lo que me haces hacer’”. Ricardo Ibarra, de la Plataforma de la Infancia, tercia: “Muchos casos se denuncian años después, precisamente, porque el niño ha entendido, cuando ha sido adulto, lo que ha sufrido y lo que ha vivido. Estamos viendo la punta del iceberg”.

Las secuelas a largo plazo

El abuso emocional que Alejandro vivió durante más de una década ha dejado huellas en su vida. Muchas veces es “bastante negativo” consigo mismo y tiene una baja autoestima: “Cuando no me sale algo enseguida, me sale el pensamiento negativo de: soy un inútil, no valgo para nada. Esa frase sigo teniéndola, es verdad que con menos intensidad que cuando era pequeño, pero no se ha ido, sigue ahí”.

María Marín resalta que el maltrato en la infancia afecta a todo el desarrollo, tanto físico como emocional. “Vemos que un porcentaje nada desdeñable de adultos que están en las consultas de salud mental, han sufrido maltrato en su infancia”, explica. En otros casos, si no se trata el problema a tiempo, dice la especialista en protección Cristina Sanjuán, se puede perpetuar el círculo de la violencia.

El maltrato que sufrió Alejandro cesó cuando sus padres se separaron. Él tenía 18 años. Desde entonces, no ha vuelto a hablar con su padre. Alejandro lleva cuatro meses en terapia psicológica y ha logrado gestionar mejor sus emociones. “La psicóloga me ha dicho que tengo bloqueo emocional con ciertas etapas de mi vida”, relata. Ha encontrado sus “lugares seguros” en su pareja, madre y amigos. Y en un cuadernillo donde escribe todos sus recuerdos felices. “Cuando estoy pocho o me siento mal, tomo la libreta, lo leo y hace que me sienta mejor. Me reconforta”.

domingo, 18 de enero de 2015

Eres lo que "te gusta"

El comportamiento en Facebook permite a un ordenador hacer un perfil psicológico de sus usuarios más acertado que el de sus amigos o familiares, según un estudio. Cien ‘me gusta’ bastan para saber el sexo, raza o ideología de un usuario de Facebook
Una máquina te conoce mejor que tus amigos y familiares. Esa es la principal conclusión de un estudio con miles de usuarios de la red social Facebook.

Analizando sus me gusta, una máquina puede conocer la personalidad de un sujeto mejor que sus amigos y familiares. Los autores de la investigación creen que esto ayudará a la relación entre máquinas y humanos pero alertan de los peligros que puede suponer para lo más íntimo del ser humano, su forma de ser, pensar o sentir.

Investigadores del Psychometrics Centre de la Universidad de Cambridge (Reino Unido) y del departamento de Ciencias de la Computación de la Universidad de Stanford (Estados Unidos) consiguieron que casi 90.000 usuarios de Facebook realizaran un test de personalidad de 100 preguntas. También tuvieron acceso a sus me gusta en la red social. Partían de la idea de que el comportamiento en las redes da pistas fiables sobre cómo es una persona. Crearon entonces un programa que, como si fuera un psicólogo digital, pudo detectar los principales rasgos psicológicos con unas decenas de me gusta.
En realidad, lo que querían saber es si las máquinas podían juzgar mejor a los humanos que los propios humanos. Para ello, lograron también que compañeros de trabajo, amigos y familiares dibujaran un perfil psicológico de los usuarios de Facebook estudiados, mediante un cuestionario estándar en psicología.

Con sólo 10 me gusta, el programa fue capaz de determinar la personalidad con mayor certeza que los juicios emitidos por un colega del trabajo. La máquina, además, afina su valoración a medida que tiene más información de lo que se hace en Facebook. Con sólo 70 me gusta, ya sabe más de uno que su compañero de piso y, con 150, más que una madre. Solo la pareja de cada participante rivalizó con la máquina. Pero, si disponía de 300 me gusta o más, el ordenador no tenía rival. Teniendo en cuenta que la media de me gusta de un usuario es de 227, en la mayoría de los casos los ordenadores juzgan mejor que los humanos.

"Los ordenadores pueden ganarnos en nuestro mejor juego", dice el investigador de la Universidad de Stanford y coautor del estudio, Michal Kosinski. "Predecir los rasgos psicológicos de los otros es una habilidad social básica, crucial para el éxito y, en el pasado, para la supervivencia, perfeccionada en millones de años de evolución. Y, ahora, un modelo informático relativamente simple basado en una gran base de datos nos supera con mucha facilidad", añade.

Buscando validar sus primeros resultados, los investigadores obtuvieron una submuestra de más de 14.000 usuarios de Facebook que habían sido valorados no por un allegado si no al menos por dos. Pero aún con un perfil psicológico doble, la máquina volvió a superar a los humanos. Un fruto de su trabajo es una página donde cualquiera puede compartir sus me gusta y dejar que la máquina lo psicoanalice.

En una tercera medición, los investigadores quisieron saber si el ordenador podía predecir determinadas conductas propias como el consumo de drogas, la tendencia a la depresión o la orientación política. Tal y como publican en la revista científica PNAS, en 12 de las 13 conductas estudiadas, la máquina acertó más que los allegados. Aquí, los resultados confirman un trabajo anterior de Kosinski y colegas de Cambridge que mostraba cómo 100 'me gusta' bastaban para saber el sexo, raza o ideología de un usuario de Facebook

Para Kosinski, los ordenadores tienen un par de ventajas sobre los humanos a la hora de analizar la personalidad de una persona: "Por encima de todo, las máquinas pueden conservar y recuperar grandes cantidades de información y, además, pueden analizar todos estos datos con algoritmos". Esto las hace menos vulnerables al fallo, el olvido y al pensamiento muchas veces irracional propio de la mente humana.

Los investigadores creen muy cercano un escenario en el que existan sistemas automatizados, certeros y asequibles para determinar la personalidad, lo que podría mejorar la toma de decisiones, desde a quién contratar, a qué político votar o hasta de quién enamorarse. Sin embargo, también reconocen el riesgo de dejar que las máquinas jueguen a ser psicólogos o que empresas y gobiernos empiecen a usarlas como tales.

Control del usuario de sus propios datos
En palabras de Kosinski: "predecir la personalidad es, como cualquier otra tecnología, moralmente neutral. Podemos usarla para mejorar nuestra vida o hacernos daño, igual que con los cuchillos. Ciertamente, tenemos que proceder con cautela, ya que la tecnología actual funciona bien y podría beneficiar (o dañar) a un gran número de personas".

Para los investigadores es necesario diseñar sistemas y políticas que minimicen los riesgos. "Dos principios deberían guiarnos: transparencia y control", sostiene Kosinski. Por un lado, "tenemos que ayudar a los usuarios a entender que sus datos están ahí fuera, cómo están siendo usados y cómo pueden ser usados", explica. Por el otro, "tenemos que conseguir que los usuarios tomen un control total de sus datos y decisión sobre para qué fines pueden ser usados", concluye.

El problema, como han demostrado ya otros es que los datos personales han escapado al control de sus dueños. "El factor social de la privacidad hace que el control de este tipo de predicciones esté fuera del individuo", recuerda el investigador español de Escuela Técnica Federal de Zúrich, David García, ajeno a esta investigación. Este experto en redes sociales demostró recientemente cómo una red social puede inferir detalles personales, como la orientación sexual, no sólo de sus usuarios si no también de los amigos que no están en la red.

"Los patrones que enlazan la amistad con los 'me gusta' podrían explotarse para predecir la personalidad de usuarios que no lo desean. Es decir, imaginemos que me gusta Snooki [personaje de un reality show estadounidense] pero no quiero que se usen mis datos. Si a la mayor parte de mis amigos también les gusta Snooki, quien tenga los datos de mis amigos puede deducir que soy una persona extrovertida sin tener mis me gusta", razona García.

domingo, 30 de junio de 2013

Las pistas en el Ciclo de Suicidio

En promedio, cerca de 700 estadounidenses se suicidan cada semana, pero en las semanas de buen clima de mayo y junio, la cifra se eleva más alta, cerca de 800.

Cada año, los picos de suicidio coinciden con la floración de los tulipanes y las lilas - aumentando aproximadamente un 15 por ciento respecto al promedio anual para crear uno de los patrones epidemiológicos más consistentes de la psiquiatría. Puede parecer perverso que el período de la primavera y principios del verano, como el psicólogo Kay Redfield Jamison lo pone en su espléndido libro "Night Falls Fast," deba contener "la capacidad mayor de auto-asesinato que el invierno con menos frecuencia tiene." Sin embargo, así es.

Este crecimiento sombrío en la primavera confunde la creencia convencional de que los picos de suicidios se dan en invierno. También confunde a los investigadores - y les fascina. A medida que se descubren más ángulos en la biología del estado de ánimo y el comportamiento, se están encontrando nuevas pistas acerca de por qué los suicidios aumentan con el movimiento alrededor del sol. Tenemos  la esperanza de resolver este rompecabezas que nos ayudará a entender mejor por qué las personas se suicidan durante todo el año - y tal vez poder reducir el número de suicidios todo el año.
















Este esfuerzo tiene una urgencia extra en lo que el Dr. Adam Kaplin, psiquiatra de la Universidad Johns Hopkins, llama una "epidemia de suicidios" - un fuerte aumento de las tasas de números absolutos per cápita desde la recesión que comenzó en 2007, sobre todo, entre las personas de mediana edad. Más de 38.000 personas se suicidaron en los Estados Unidos en 2010 - un salto de 16,5 por ciento de los 32.600 suicidios, cinco años antes, y ello fue un nuevo récord. Los riesgos involucrados en averiguar la dinámica de auto-asesinato sólo parecen aumentar con el tiempo.

La oleada de suicidios de primavera son en realidad la oscilación más grande que se produce durante todo el año. Después de caer a un mínimo anual en febrero (octubre en el hemisferio sur), las tasas suben bruscamente hasta la primavera, caen lentamente en verano, muestran un ligero aumento, de acuerdo con algunos estudios, en el otoño, y entonces comienzan una caída pronunciada en invierno. El pico de la primavera por lo general va del 10 al 25 por ciento por encima de la media anual y del 20 al 50 por ciento por encima del mínimo de febrero.

El incremento de la primavera se observó por primera vez en Europa en el siglo XIX. Muchos estudios, y algunos datos que se examinan de cientos de años atrás, se han documentado desde entonces. Pero la explicación ha resultado difícil, sobre todo debido a la extrema complejidad de los suicidios.

"No hay razón para que la gente lo haga", dijo Nadine Kaslow, psicólogo investigador en la Universidad de Emory. Más bien, dice, la gente suele cometer suicidio debido a factores del sistemas que son personales, sociales y ambientales y se combinan para empujar con energía a una nueva situación de desesperación.

Desde este punto de vista, la primavera añade de alguna manera peso a una carga ya insoportable. Pero, ¿cómo?

Uno de los candidatos tradicionales, favorecido tanto por el Dr. Jamison como por el Dr. Kaslow, es el "efecto promesa rota" - a veces es la decepción aplastante de que la primavera no trae el alivio que el paciente ha esperado.

Además, los psiquiatras han observado durante mucho tiempo que los pacientes con trastorno bipolar y depresión, la primavera puede crear una agitación maníaca que amplifica el riesgo de suicidio - la agitación que ha demostrado desde hace tiempo produce un ritmo creciente de hospitalizaciones por intento de suicidio y de los episodios de manía o esquizofrenia en primavera y verano.

Los investigadores han sospechado durante mucho tiempo que esto puede estar relacionado con la caída en la primavera de la hormona del sueño, la melatonina, una reducción que nos da energía para los días más largos de la primavera, pero a veces puede ayudar a generar una agitación peligrosa. Sin embargo, ese vínculo, como muchos, sigue siendo difícil de encontrar.

En la última década, algunos investigadores se han centrado cada vez más en otro candidato: una relación aparentemente íntima entre el suicidio y la inflamación.

 Los estudios de la depresión en pacientes con esclerosis múltiple del Dr. Kaplin, muestran una enfermedad inflamatoria autoinmune. En la EM, dice, la depresión y la inflamación se alimentan entre sí, incluso teniendo en cuenta los efectos psicológicos de alguna enfermedad grave, MS agudiza el riesgo de depresión, y la depresión amplifica la inflamación central para patologías centrales de la enfermedad.

Estudiando esta relación, el Dr. Kaplin sospecha, que son mensajeros químicos del sistema inmune llamadas citoquinas. Algunas citoquinas aumentan la inflamación, mientras que otras lo frenan.

Las citoquinas inflamatorias juegan papeles cruciales en la lucha contra la infección, pero también pueden causar problemas. Cuando las personas con hepatitis C tienen la citocina interferón para ayudar a combatir la infección, por ejemplo, hasta un 40 por ciento de ellos se deprimen y uno de cada 50 intenta el suicidio. Otros estudios sugieren que la actividad de citoquinas inflamatorias reduce los niveles del neurotransmisor serotonina y detiene el crecimiento de nuevas células cerebrales - dos características de la depresión.

Si la inflamación aumenta el riesgo de depresión, ¿qué podría dar lugar a una oleada de suicidios en primavera?

Dr. Kaplin y otros señalan varias posibilidades - "todo especulativo", dice,- no para actuar sobre los hallazgos sino pistas para seguir. En todos los casos, el riesgo sugerido no proviene de un efecto directo, sino a partir de una sensibilidad adicional a la inflamación que podría ser la gota final o el irritante.

Una posibilidad es que muchas personas entran en primavera sensibilizado a la inflamación de los episodios finales de invierno con infecciones estacionales, como los resfriados y la gripe.

Una segunda posibilidad consiste en el polen de los árboles. Dr. Teodor T. Postolache, psiquiatra de la Universidad de Maryland, cree que las grandes cantidades de polen puede causar reacciones inflamatorias impulsadas por las citocinas. Un estudio que buscó relaciones de alto contenido de polen de árbol encuentra altas tasas de suicidio de temporada, otro examinó los cerebros de 34 víctimas de suicidio y encontró patrones de expresión de genes en consonancia con la inflamación motora de citoquinas.

Otra posibilidad consiste en la vitamina D. Los niveles bajos causados ​​por la falta de luz solar en el invierno se cree que conducen a la inflamación, un estudio reciente sugiere una tentativa de relación con el suicidio. Por lo tanto, el Dr. Kaplin se pregunta si las personas que ya están en riesgo de suicidio puede aumentar ese riesgo si entra en la primavera con los sistemas inflamatorios sensibilizados por deficiencias de vitamina D.

"La respuesta a este enigma es probablemente algún tipo de respuesta como "todas las anteriores", dijo.

Aun cuando estos factores inflamatorios se prueben, serán sólo algunos de los muchos -Trastornos del estado de ánimo-, como el divorcio, la pérdida del empleo, el dolor, el trauma, que fertilizar las flores oscuras de primavera. Sin embargo, mientras los investigadores puedan identificar más factores, mejor podremos comprender no sólo el aumento de suicidios de primavera, sino los misterios más grandes del suicidio.

Sin embargo, si los investigadores son cada vez más capaces de identificar a los culpables de temporada, puede ser necesario darse prisa. Uno de los hallazgos más intrigantes de la estacionalidad del suicidio es que este antiguo patrón parece estar desvaneciéndose - posiblemente porque pasamos más tiempo en casa.

Un estudio de los bien cuidados registros mensuales de suicidio de Suiza entre 1880 y 2000, por ejemplo, mostró que la curva de la primavera / verano de crecimiento es más plana en cada período sucesivo de 30 años. Al igual que muchas vidas perdidas en nuestra lucha por comprender el suicidio, esta oleada de primavera puede escapar antes de que podamos recoger plenamente sus ofertas únicas.
Fuente: The NYT. Por DAVID DOBBS, 24 de junio 2013

David Dobbs está trabajando en un libro sobre las raíces genéticas y culturales de temperamento y comportamiento. Siga, si lo desea, a @ David_Dobbs en Twitter.