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martes, 21 de marzo de 2023

DEPRESIÓN. La ciencia busca nuevos métodos para combatir la depresión: detección precoz de los riesgos y tratamientos individualizados.

El 7,2 % de la población de la UE sufre de depresión crónica y la cifra se multiplica por cuatro en el caso de las mujeres

La depresión es una enfermedad crónica que se caracteriza por un bajo estado de ánimo persistente y, quienes la padecen, tras sufrir un primer episodio que llega a alterar sus vidas cotidianas, suelen tener recaídas. Cerca de la mitad de personas que han pasado por una depresión la padecen más de una vez. A muchos pacientes, esta afección les acompaña de por vida. Solo en la Unión Europea, el 7,2 % de la población sufre de depresión crónica y, en el caso de las mujeres, el riesgo se multiplica por cuatro.

Mientras la comunidad médica y científica trabaja para mantener esta epidemia global bajo control, una de las ideas que va tomando más fuerza es la de detectar de forma temprana a quienes estén en riesgo de sufrir depresión, ya que con ello se protege su salud mental futura.

“Se está haciendo cada vez más patente que un primer episodio de depresión es el desencadenante de un segundo episodio, por lo que desde un punto de vista científico, existe la probabilidad de que al prevenir el primer episodio se evite el siguiente”, explica Eiko Fried, profesor asociado de Psicología en la Universidad de Leiden, en Países Bajos. También es el investigador principal de WARN-D, un proyecto financiado por la UE con el objetivo de predecir quién corre el riesgo de “caer en el pozo” para después crear un programa personalizado para evitarlo. El proyecto empezó en 2021 y se extenderá hasta 2026.

Primeros síntomas
Si bien ya existen programas de prevención, incluidas las intervenciones psicológicas dirigidas a fomentar la resiliencia, estos solo pueden funcionar cuando el riesgo de padecer un episodio depresivo se identifica a tiempo. WARN-D es el primer estudio que intenta desarrollar un sistema fiable de alerta precoz.

Consistirá en una aplicación para teléfonos inteligentes capaz de monitorizar la salud mental de un usuario en tiempo real y de combinar esta información con los datos de su entorno social, psicológico y biológico. El objetivo es detectar el momento en que la persona está llegando a su límite personal, es decir, el momento crítico en el que una acumulación de problemas la ponen en riesgo de derrumbarse. El desarrollo de la aplicación empezará en los próximos dos años. Primero, el equipo investigador tiene que analizar enormes cantidades de datos en busca de rasgos comunes entre las personas propensas a la depresión.

Su objetivo es agrupar a las personas según un complejo conjunto de rasgos, que incluyen la personalidad (por ejemplo, extrovertida frente a introvertida), los factores que han catalizado el desarrollo de su trastorno (como una infancia traumática) y la capacidad innata de una persona para recuperarse de los contratiempos (también conocida como resiliencia). Es probable que los distintos grupos no respondan a la misma intervención, lo que significa que el programa preventivo debe adaptarse a cada grupo para que los resultados sean positivos.

La juventud en riesgo
La muestra del estudio es de 2 .000 estudiantes adultos jóvenes (captados en grupos sucesivos de 500), residentes en los Países Bajos. Las personas de este grupo demográfico se ven desproporcionadamente afectadas por la depresión y, en consecuencia, revisten especial interés para la comunidad investigadora. “Padecer depresión a una edad temprana se asocia a peores resultados clínicos a lo largo de la vida”, afirma Fried. “Muchas personas jóvenes pasarán más del 20 % de su vida en estado de depresión”.

Otra ventaja de seleccionar a jóvenes estudiantes es que es más fácil convencerles (con la ayuda de un incentivo en metálico de hasta 90 euros) de que lleven un smartwatch día y noche durante los tres primeros meses del estudio, que durará dos años. El reloj registra la actividad, desde los pasos dados hasta las horas de sueño, y detecta los niveles de estrés mediante un sensor de frecuencia cardiaca.

Además, cuatro veces al día se les hacen preguntas sobre aspectos relativos a cómo se encuentran en ese momento y que se cree que influyen en la depresión. Las preguntas pueden tratar sobre cómo han dormido, cuál es su grado de felicidad o enfado, o qué están haciendo en ese preciso momento. Además, cada domingo se les hacen preguntas más generales sobre ansiedad y depresión; por ejemplo, sobre cuáles han sido los mejores y peores acontecimientos de la semana.

“Nuestro gran objetivo es averiguar qué diferencias existen entre las personas en relación con su respuesta al estrés y en qué se parecen”, afirma el Fried. “Una vez que detectemos los aspectos comunes, podremos empezar a trabajar en sistemas que fortalezcan la resiliencia de la gente”.

¿Por qué esta tristeza?
Los síntomas de la depresión van desde la tristeza intensa, el cansancio y la dificultad para pensar hasta los trastornos del sueño, la pérdida de apetito y la falta de interés por actividades que antes resultaban placenteras.

Casi con toda seguridad, las causas de esta enfermedad se deben a la interacción de muchos factores, algunos biológicos y otros ambientales. Puede que, en cierta medida, los genes también influyan, ya que es más probable que una persona desarrolle una depresión si algún miembro de su familia también la ha padecido. Sin embargo, todo el mundo puede caer en una depresión. Entre los posibles factores desencadenantes figuran el estrés, la pobreza, la enfermedad, los cambios hormonales y los acontecimientos traumáticos, como una infancia difícil o un proceso de duelo.

Si bien algunos estudios demuestran que los fármacos pueden ser de ayuda, ahora mismo, la efectividad de los antidepresivos suele ser cuestión de azar, ya que solo la mitad de los pacientes responden positivamente a su primera prescripción. Acertar con la medicación desde el primer momento tendría un efecto muy positivo tanto en las personas con depresión como en la economía, y aliviaría la presión sobre los profesionales de la medicina.

Talia Cohen Solal es neurocientífica y directora ejecutiva de Genetika+, una empresa israelí que desarrolla herramientas para crear tratamientos personalizados contra la depresión. “Actualmente, nuestra estrategia para encontrar la medicación correcta es la de ensayo y error”, explica. “Como resultado, el 63 % de los pacientes prueba varios fármacos y un tercio no responde al tratamiento después de dos rondas”.

Cerebro en una placa de Petri
En su proyecto RxMine, financiado por la UE, Cohen Solal utiliza un modelo de “cerebro en una placa de Petri” (en el laboratorio, mediante tecnología de células madre, se generan células madre y redes cerebrales humanas a partir de muestras de sangre de los pacientes) para determinar el antidepresivo óptimo para cada paciente.

En investigaciones anteriores, el equipo de la investigadora descubrió cambios celulares específicos denominados “biomarcadores” en el tejido cerebral que están relacionados con la capacidad de respuesta de un paciente a un fármaco determinado. Para que una persona responda de forma positiva a un antidepresivo, deben encontrarse suficientes cambios en los niveles de los biomarcadores correspondientes en los modelos cerebrales generados.

El personal investigador sueña con que algún día a todas las personas con depresión se les realice una prueba para determinar qué fármaco es el más adecuado para ellas. Esto podría reducir en un 43 % los costes sanitarios relacionados con la depresión, lo que supondría un ahorro anual de hasta 6.500 € por paciente.

El equipo está ampliando sus estudios con nuevos fármacos, a la vez que trabaja en formas de hacer más eficientes sus procedimientos de análisis. “Esperamos tener algo que podamos poner en marcha en un plazo de dos años”, afirma Cohen Solal. “Nuestra principal aspiración es tratar de encontrar rápidamente el tratamiento adecuado a cada paciente y que no tengan que pasar por el inaceptable y peligroso proceso de ensayo y error para encontrar su medicación”.

La investigación descrita en este artículo ha sido financiada con fondos de la UE. Artículo publicado originalmente en Horizon, la Revista de Investigación e Innovación de la Unión Europea.

miércoles, 19 de agosto de 2020

Síntomas del covid-19

Los síntomas notificados por personas con COVID-19 varían desde aquellos que presentan síntomas leves hasta quienes se enferman gravemente. Los síntomas pueden aparecer 2 a 14 días después de la exposición al virus. Las personas con estos síntomas podrían tener COVID-19:

Fiebre o escalofríos
Tos
Dificultad para respirar (sentir que le falta el aire)
Fatiga
Dolores musculares y corporales
Dolor de cabeza
Pérdida reciente del olfato o el gusto
Dolor de garganta
Congestión o moqueo
Náuseas o vómitos
Diarrea

Esta lista no incluye todos los síntomas posibles.
Los CDC seguirán actualizando esta lista a medida que aprendamos más acerca del COVID-19.

miércoles, 22 de abril de 2020

Síntomas más allá de la tos, la temperatura y los ahogos. Diarreas, urticarias, cefaleas, y otras manifestaciones del coronavirus deben controlarse para detectar los casos

Cuando se advierte a la población de que esté alerta ante los síntomas de que tiene coronavirus, se señalan unánimemente tres: tos, fiebre y problemas respiratorios. Pero no son los únicos, advierten profesionales de la atención primaria, que creen que hay que estar pendientes de ellos porque si no, ahora que llega un momento de controlar cómo evoluciona la pandemia, faltarán datos clave para decidir el ritmo y la extensión de la relajación del confinamiento.

“Empezamos a sospechar desde el principio que había otros síntomas”, dice Ricardo González, director del centro de salud de San Fermín (Madrid). Y cita las urticarias y la diarrea como otros dos posibles indicadores de la enfermedad que han visto con más frecuencia. “Cuando nos llega alguien así les mandamos a la zona de respiratorios [un área que han creado en los centros de salud para sospechosos de covid-19]”, añade, aunque admite que trabajan sin protocolos, por lo que van leyendo y contándose unos a otros.

Un editorial del viernes pasado de la revista British Medical Journal apuntaba en esta dirección. Y, aparte de la pérdida del gusto y el olfato (anosmia), que se detectó hace apenas un mes, añade problemas neurológicos, ictus, desorientación, dolores de cabeza, miocarditis, trombosis y problemas de la visión, entre otras, a estas manifestaciones.

La lista de indicaciones sospechosas de infección por coronavirus va creciendo según la experiencia de cada profesional. La presidenta de la Asociación de Enfermería Pediátrica, Isabel Morales, dice, por ejemplo, que sus compañeras de los ambulatorios le comentan la incidencia de diarreas, picores y sabañones en los niños.

“Todavía estamos aprendiendo cómo se comporta el virus”, dice el pediatra Aser García Rada. “Hace un mes se relacionó la anosmia con el virus; hace 15 días unos colegas advertían sobre la urticaria. El problema es que la extensión e intensidad de los síntomas es muy amplia. Ahora le decimos a la gente que si tiene tos, fiebre o disnea [dificultas de respiración] se quede en casa, pero hace una semana hemos dejado que vuelvan a trabajar personas que no saben identificar si su dolor de cabeza es por coronavirus, y eso es un peligro”, añade. La revista coincide: ignorar esas manifestaciones puede reactivar la cadena de transmisiones. “Ahora podemos ver en una casa que el padre tiene lo que llama el gripazo de su vida; la madre, dolor de cabeza y garganta, el hijo pequeño una bronquiolitis y el mayor una gastroenteritis de una semana”, dice el pediatra.

Por ello, el pediatra propone “tratar cualquier infección aguda como posible covid-19 hasta que la prueba lo descarte”. “El problema es que no las tenemos”, se queja el director de ambulatorio. Mientras tanto, detectar estos casos dependerá del ojo clínico de los profesionales.

https://elpais.com/sociedad/2020-04-19/sintomas-mas-alla-de-la-tos-la-temperatura-y-los-ahogos.html?rel=lom

domingo, 30 de junio de 2013

Las pistas en el Ciclo de Suicidio

En promedio, cerca de 700 estadounidenses se suicidan cada semana, pero en las semanas de buen clima de mayo y junio, la cifra se eleva más alta, cerca de 800.

Cada año, los picos de suicidio coinciden con la floración de los tulipanes y las lilas - aumentando aproximadamente un 15 por ciento respecto al promedio anual para crear uno de los patrones epidemiológicos más consistentes de la psiquiatría. Puede parecer perverso que el período de la primavera y principios del verano, como el psicólogo Kay Redfield Jamison lo pone en su espléndido libro "Night Falls Fast," deba contener "la capacidad mayor de auto-asesinato que el invierno con menos frecuencia tiene." Sin embargo, así es.

Este crecimiento sombrío en la primavera confunde la creencia convencional de que los picos de suicidios se dan en invierno. También confunde a los investigadores - y les fascina. A medida que se descubren más ángulos en la biología del estado de ánimo y el comportamiento, se están encontrando nuevas pistas acerca de por qué los suicidios aumentan con el movimiento alrededor del sol. Tenemos  la esperanza de resolver este rompecabezas que nos ayudará a entender mejor por qué las personas se suicidan durante todo el año - y tal vez poder reducir el número de suicidios todo el año.
















Este esfuerzo tiene una urgencia extra en lo que el Dr. Adam Kaplin, psiquiatra de la Universidad Johns Hopkins, llama una "epidemia de suicidios" - un fuerte aumento de las tasas de números absolutos per cápita desde la recesión que comenzó en 2007, sobre todo, entre las personas de mediana edad. Más de 38.000 personas se suicidaron en los Estados Unidos en 2010 - un salto de 16,5 por ciento de los 32.600 suicidios, cinco años antes, y ello fue un nuevo récord. Los riesgos involucrados en averiguar la dinámica de auto-asesinato sólo parecen aumentar con el tiempo.

La oleada de suicidios de primavera son en realidad la oscilación más grande que se produce durante todo el año. Después de caer a un mínimo anual en febrero (octubre en el hemisferio sur), las tasas suben bruscamente hasta la primavera, caen lentamente en verano, muestran un ligero aumento, de acuerdo con algunos estudios, en el otoño, y entonces comienzan una caída pronunciada en invierno. El pico de la primavera por lo general va del 10 al 25 por ciento por encima de la media anual y del 20 al 50 por ciento por encima del mínimo de febrero.

El incremento de la primavera se observó por primera vez en Europa en el siglo XIX. Muchos estudios, y algunos datos que se examinan de cientos de años atrás, se han documentado desde entonces. Pero la explicación ha resultado difícil, sobre todo debido a la extrema complejidad de los suicidios.

"No hay razón para que la gente lo haga", dijo Nadine Kaslow, psicólogo investigador en la Universidad de Emory. Más bien, dice, la gente suele cometer suicidio debido a factores del sistemas que son personales, sociales y ambientales y se combinan para empujar con energía a una nueva situación de desesperación.

Desde este punto de vista, la primavera añade de alguna manera peso a una carga ya insoportable. Pero, ¿cómo?

Uno de los candidatos tradicionales, favorecido tanto por el Dr. Jamison como por el Dr. Kaslow, es el "efecto promesa rota" - a veces es la decepción aplastante de que la primavera no trae el alivio que el paciente ha esperado.

Además, los psiquiatras han observado durante mucho tiempo que los pacientes con trastorno bipolar y depresión, la primavera puede crear una agitación maníaca que amplifica el riesgo de suicidio - la agitación que ha demostrado desde hace tiempo produce un ritmo creciente de hospitalizaciones por intento de suicidio y de los episodios de manía o esquizofrenia en primavera y verano.

Los investigadores han sospechado durante mucho tiempo que esto puede estar relacionado con la caída en la primavera de la hormona del sueño, la melatonina, una reducción que nos da energía para los días más largos de la primavera, pero a veces puede ayudar a generar una agitación peligrosa. Sin embargo, ese vínculo, como muchos, sigue siendo difícil de encontrar.

En la última década, algunos investigadores se han centrado cada vez más en otro candidato: una relación aparentemente íntima entre el suicidio y la inflamación.

 Los estudios de la depresión en pacientes con esclerosis múltiple del Dr. Kaplin, muestran una enfermedad inflamatoria autoinmune. En la EM, dice, la depresión y la inflamación se alimentan entre sí, incluso teniendo en cuenta los efectos psicológicos de alguna enfermedad grave, MS agudiza el riesgo de depresión, y la depresión amplifica la inflamación central para patologías centrales de la enfermedad.

Estudiando esta relación, el Dr. Kaplin sospecha, que son mensajeros químicos del sistema inmune llamadas citoquinas. Algunas citoquinas aumentan la inflamación, mientras que otras lo frenan.

Las citoquinas inflamatorias juegan papeles cruciales en la lucha contra la infección, pero también pueden causar problemas. Cuando las personas con hepatitis C tienen la citocina interferón para ayudar a combatir la infección, por ejemplo, hasta un 40 por ciento de ellos se deprimen y uno de cada 50 intenta el suicidio. Otros estudios sugieren que la actividad de citoquinas inflamatorias reduce los niveles del neurotransmisor serotonina y detiene el crecimiento de nuevas células cerebrales - dos características de la depresión.

Si la inflamación aumenta el riesgo de depresión, ¿qué podría dar lugar a una oleada de suicidios en primavera?

Dr. Kaplin y otros señalan varias posibilidades - "todo especulativo", dice,- no para actuar sobre los hallazgos sino pistas para seguir. En todos los casos, el riesgo sugerido no proviene de un efecto directo, sino a partir de una sensibilidad adicional a la inflamación que podría ser la gota final o el irritante.

Una posibilidad es que muchas personas entran en primavera sensibilizado a la inflamación de los episodios finales de invierno con infecciones estacionales, como los resfriados y la gripe.

Una segunda posibilidad consiste en el polen de los árboles. Dr. Teodor T. Postolache, psiquiatra de la Universidad de Maryland, cree que las grandes cantidades de polen puede causar reacciones inflamatorias impulsadas por las citocinas. Un estudio que buscó relaciones de alto contenido de polen de árbol encuentra altas tasas de suicidio de temporada, otro examinó los cerebros de 34 víctimas de suicidio y encontró patrones de expresión de genes en consonancia con la inflamación motora de citoquinas.

Otra posibilidad consiste en la vitamina D. Los niveles bajos causados ​​por la falta de luz solar en el invierno se cree que conducen a la inflamación, un estudio reciente sugiere una tentativa de relación con el suicidio. Por lo tanto, el Dr. Kaplin se pregunta si las personas que ya están en riesgo de suicidio puede aumentar ese riesgo si entra en la primavera con los sistemas inflamatorios sensibilizados por deficiencias de vitamina D.

"La respuesta a este enigma es probablemente algún tipo de respuesta como "todas las anteriores", dijo.

Aun cuando estos factores inflamatorios se prueben, serán sólo algunos de los muchos -Trastornos del estado de ánimo-, como el divorcio, la pérdida del empleo, el dolor, el trauma, que fertilizar las flores oscuras de primavera. Sin embargo, mientras los investigadores puedan identificar más factores, mejor podremos comprender no sólo el aumento de suicidios de primavera, sino los misterios más grandes del suicidio.

Sin embargo, si los investigadores son cada vez más capaces de identificar a los culpables de temporada, puede ser necesario darse prisa. Uno de los hallazgos más intrigantes de la estacionalidad del suicidio es que este antiguo patrón parece estar desvaneciéndose - posiblemente porque pasamos más tiempo en casa.

Un estudio de los bien cuidados registros mensuales de suicidio de Suiza entre 1880 y 2000, por ejemplo, mostró que la curva de la primavera / verano de crecimiento es más plana en cada período sucesivo de 30 años. Al igual que muchas vidas perdidas en nuestra lucha por comprender el suicidio, esta oleada de primavera puede escapar antes de que podamos recoger plenamente sus ofertas únicas.
Fuente: The NYT. Por DAVID DOBBS, 24 de junio 2013

David Dobbs está trabajando en un libro sobre las raíces genéticas y culturales de temperamento y comportamiento. Siga, si lo desea, a @ David_Dobbs en Twitter.