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domingo, 29 de octubre de 2023

Entre peluquería y peluquería

Las declaraciones del señor Alfonso Guerra, vicepresidente del gobierno con Felipe González, me han producido una enorme tristeza y una gran decepción. Porque rezuman discriminación, prepotencia y machismo.

Para quien no esté al tanto de la situación, explicaré brevemente lo sucedido. En el marco de la presentación de un libro de Alfonso Guerra, “La rosa y las espinas”, el presidente Felipe González y el mismo señor Guerra criticaron duramente al presidente Sánchez por su postura ante la ley de amnistía. Se mostraron radicalmente contrarios a la negociación con Junts y dijeron que ni la amnistía ni el referéndum de independencia cabían en la Constitución española. Entre risas y aplausos de los asistentes pusieron a Sánchez al pie de los caballos.

La actual vicepresidenta del gobierno, Yolanda Díaz dijo que las opiniones expresadas sobre la amnistía en dicho acto por el presidente González carecían de rigor. Preguntado Alfonso Guerra por la periodista Susana Grisso sobre esa opinión de la vicepresidenta en funciones dijo con evidente sorna y una buena dosis de machismo:

Lo habrá pensado entre peluquería y peluquería.
Recriminado por la periodista, el señor Guerra se reafirma en la descalificación de la vicepresidenta, como persona con escasa teoría. El desprecio que entrañan esas descalificaciones de una mujer descubren la prepotencia de quien se siente superior. No es imaginable esa frase aplicada a un político varón. Esas palabras no las pronuncia el más iletrado de los clientes en un bar de un polígono industrial.

En primer lugar, esa forma de pensar y de decir contradice los principios del socialismo, que es alérgico a cualquier tipo de discriminación, de maltrato. Lo digo para quien se cree propietario de las esencias socialistas.

En segundo lugar, Alfonso Guerra tiene que saber la importancia del aprendizaje vicario, el valor del ejemplo que tienen que dar las personas que han estado en los más altos puestos del estado. No hay forma más bella y más eficaz de autoridad que el ejemplo.

Todo lo que hacemos los profesores y las profesoras en las escuelas con un trabajo persistente, humilde y cargado de ética, lo destruye el autor del libro con una chulería inadmisible. Porque lo que viene a decir con esa frase es que el lugar de la mujer es la peluquería. Y que pensar no es una tarea a la que dedique el poco tiempo que le sobra fuera de ella.

¿Se imagina las risitas y los aplausos que habrán arrancado sus palabras en el partido que niega, contra toda lógica, la violencia de género? Se podrá sentir orgulloso de que le citen como una autoridad quienes militan en la ultraderecha.

Es probable que, a raíz de su chascarrillo (género en el que es un experto) haya quien piense que una mujer no puede desempeñar un puesto de la responsabilidad que ostenta la señora Díaz. Sus excesivas e inevitables visitas a la peluquería le impedirán destinar el tiempo necesario a las ocupaciones del cargo. Sin embargo, la señora Díaz ha sido la política más valorada en muchísimos sondeos.

Otra vez damos una imagen al mundo que nos avergüenza. Hace unas semanas fue el presidente de la FEF que besa sin su consentimiento a una jugadora. Y dice que no es abuso de poder. ¿Habría besado de la misma forma a la reina? Hoy se descuelga el exvicepresidente del gobierno con una frase que no quisiera que le hubiera oído ningún niño y ningún joven del país.

La señora vicepresidenta puede pensar en la peluquería y fuera de la peluquería. Otros que presentan libros y se consideran el no va mas dicen unas frases que avergüenzan al ciudadano menos sensible del país. Da la impresión que se ha quedado en un pasado que ya no existe. Acaso le venga bien al señor Guerra pasar algunas horas más en la peluquería para ver lo que piensa la gente…

Porque lo que tiene que hacer el señor Guerra es utilizar argumentos, no hacer descalificaciones ofensivas. ¿Qué tipo de argumentación es la que utiliza para criticar las posiciones de la vicepresidenta sobre la ley autonomía? Da la impresión de que es un milagro que haya tenido tiempo para pensar algo. Ya dijo una persona afín a las tesis del señor Guerra como es el señor Feijóo que Yolanda Díaz era experta en maquillaje. ¿Qué nos está pasando?

Ya vi la participación del equipo de críticos en la campaña electoral. ¡Cómo apoyaron a su candidato! Felipe González, Alfonso Guerra, Nicolás Redondo, Joaquín Leguina, José Luis Corcuera… Se partieron el pecho por su partido, como hizo el presidente Zapatero. Acaso, con su apoyo incondicional y generoso, no hubiera sido necesario pactar con quienes consideran indeseables.

Hay juristas que defienden la legalidad de la amnistía. Y utilizan para ello argumentos. No hacen referencia a la indumentaria, a las costumbres o a la imagen del contrincante para justificar sus tesis. Para rebatir hay que argumentar, no ofender.

Por no hablar de la deslealtad de utilizar la presentación de un libro para descalificar las pretensiones legítimas del secretario general de su partido.

A la presentación del libro acudieron los discrepantes, los que se consideran en la posesión de la verdad. Al señor Corcuera le pregunta un reportero de la Sexta si podía decir alguna cosa positiva del presidente del gobierno. Y, con todo el descaro y la falta de elegancia imaginables, dice que es imposible decir ni una cosa buena. Qué barbaridad. ¿Ni una? ¿Quiere que le recuerde media docena? Se ha subido las pensiones según el IPC, ha subido el salario mínimo interprofesional, ha creado el salario mínimo vital, ha aprobado una reforma laboral que ha generado empleo de calidad, ha puesto en marcha los ERTES, ha promulgado las leyes de memoria histórica y de eutanasia, ha sacado al país de una pandemia…

Aprovecho la ocasión para criticar la desleal postura hacia su partido, hacia su secretario general. ¿Sabe quién se frota las manos con sus declaraciones? La derecha y la ultraderecha están encantadas con sus palabras. Están felices por sus actitudes. Debería hacerles recapacitar lo elogiados que son por sus adversarios políticos. Claro, cuando piensan exactamente lo que ellos piensan. Por eso les consideran buenos socialistas.

Quizás prefieran un gobierno con Feijóo en la presidencia y con Abascal en la vicepresidencia. Quizá prefieran un gobierno presidido por el partido más votado.. Pero se callaron como muertos cuando la derecha les arrebató el gobierno de Extremadura, de Valencia, de Baleares… siendo la lista más votada la del partido socialista.

El señor Guerra no es el depositario de las esencias del socialismo. No es el jurista más eminente que justifique la imposibilidad del encaje de la amnistía en la Constitución.

El señor Sánchez no está de rodillas por gusto ante nadie. Y si lo está, es por orden de los electores. Sánchez no ha escogido a la persona con la que quiere negociar, son los resultados de las elecciones los que han dicho con quién tienen que negociar. Por cierto, está negociando con partidos constitucionales.

La Constitución es sagrada. Pero no han levantado la voz Levanten la voz contra el desprecio de la Constitución que supone por parte del PP no pactar el Consejo General del Poder Judicial durante cinco años.

Estoy harto de escuchar, desde hace más de un lustro que España se rompe. No les valen las evidencias, El independentismo tiene hoy mucha menos fuerza que la que tuvo con gobiernos de la derecha. Y el PSC ha ganado las elecciones en Cataluña.

Ya está bien de tantos desprecios a quien tiene el apoyo de la militancia. No pretende pactar por pura ambición sino para tener un gobierno progresista otros cuatro años. Eso es lo importante para el país. ¿Que Sánchez ha cambiado de opinión? Es evidente que sí. Las circunstancias son otras. González dijo no la OTAN y luego hizo un referéndum para pedir el sí a la OTAN.

Nos van a hacer desear tener otros líderes, como los que vemos apoyando al presidente de su partido cuando quiere acceder al gobierno del país. Porque da la impresión de que Sánchez quiere seguir en la Moncloa por capricho y ambición, pero el líder de la oposición (que busca a gritos tránsfugas en el socialismo) se empeña en hacer una investidura imposible por responsabilidad y amor al país. Sánchez y Yolanda tienen el deber democrático, nacido de las urnas, de formar un gobierno progresista. Nos puede ahogar la ola neofascista que invade el mundo.

martes, 19 de septiembre de 2023

Súbase, súbase al armario

Feijóo
Hace muchos años me contaron un chiste que encierra una interesante lección. La superiora de un convento de monjas acude al cuartel de la guardia civil para denunciar un hecho escandaloso. Desde las habitaciones de las religiosas se ve a hombres y mujeres desnudos en una piscina particular. Hay que poner fin a esa indecencia inadmisible. El capitán de la guardia civil acude al convento y le pide a la superiora que le muestre una habitación desde donde se ve a los bañistas desnudos. La religiosa abre la ventana y el capitán se muestra sorprendido.

· Reverenda hermana, aquí no se ve absolutamente nada de lo que me dice.

· ¿Que no se ve nada?, dice la superiora. Súbase, súbase al armario.
Hay que subirse al armario de la malicia para ver ciertas cosas. Y ahora no me voy referir a cuestiones relacionadas con la moral puritana sino con la decencia política.

Para el PP está muy claro que Pedro Sánchez quiere permanecer en la Moncloa. ¡Qué indecencia! Los líderes de la derecha no se dan cuenta de que es lo mismo que quiere hacer el señor Feijóo, pero para entrar. Desde la parte superior de ese armario se ve también que el señor Sánchez está dispuesto a todo para conseguir ese objetivo. Incluso a pactar con independentistas fugados de la justicia. Pero el señor Feijóo lo está intentando todo también hasta con malas artes, como explicaré luego. Incluso, dice Bendodo, está dispuesto a negociar con Junts. Y además, desde ese estratégico se ve que el señor Sánchez quiere seguir en la Moncloa no para trabajar por España sino para destruirla. Y por pura ambición. Por el contrario, el señor Feijóo solo quiere la salvación y la unidad de la Patria. Lo que está haciendo por presentarse a la investidura no es fruto de una ambición desmedida sino de la más sacrificada responsabilidad. Sencillamente, cumple la voluntad de los españoles que le votaron.

¿Cuántas veces tenemos que escuchar al PP decir que su lista fue la más votada en las elecciones del 23 de julio? Nadie lo discute. Parece que los promotores del pucherazo no fueron suficientemente hábiles, que la artimaña de Sánchez de convocar elecciones en verano no le salió bien porque hubo una buena participación, que los trabajadores de correos no fueron tan incompetentes como decía Feijóo. Menos mal que la suya fue la lista más votada. No sé lo que hubiera pasado si hubiera sido ganadora la lista del adversario

En el debate cara a cara entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, el líder del PP le propuso de forma reiterada al Presidente del Gobierno que se comprometiese a apoyar la lista más votada. Llegó a firmar un documento que le entregó a Sánchez para que estampase en él su firma y garantizar el apoyo. Eché de menos una pregunta del Presidente del Gobierno:

Señor Feijóo, ¿y cuál cree usted que va a ser la lista más votada?

Las encuestas daban como ganador al PP y la resaca del 28 de mayo le auguraba un éxito arrollador. La respuesta no encerraba duda. De modo que lo que estaba proponiendo el señor Feijóo, era lo siguiente:

¿Sería usted tan amable (o tan imbécil) de darme la presidencia que usted ostenta? ¿Podría renunciar a su responsabilidad para que yo la asuma, dado que el sanchismo es detestable?

Sánchez podría haber explicado que en el sistema electoral español no son los ciudadanos quienes eligen directamente al Presidente sino el Parlamento de la nación, legítimamente constituido. Por consiguiente quien pueda formar gobierno será el ganador de las elecciones. Eso explica el alborozo en la sede de Ferraz la noche del 23 de julio y la sensación de fracaso que trataba de ocultar la algarabía en la sede de Génova. Los votantes habían dicho que no a la persistente petición de Feijóo: quiero una mayoría suficiente (amplia) para gobernar en solitario. “Quiero que pase en las generales, decía, lo que pasó en las autonómicas andaluzas”. Es decir, “quiero mayoría absoluta para gobernar en solitario”. Le dijeron que de eso nada.

También hubiera sido estupendo para el PP, aunque menos, llegar a la mayoría absoluta sumando los escaños del PP con los de Vox. Y no habría habido el menor escrúpulo porque así lo han hecho en Castilla-La Mancha, y en Valencia y en Extremadura y en Baleares y en muchos Ayuntamientos. Y los votantes le dijeron que eso tampoco.

Y entonces, con cara de feldespato, dice el señor Feijóo que, por sentido de responsabilidad y puesto que es el ganador de las elecciones, nos va a hacer perder el tiempo para ir a una investidura fallida. Y va a poner al rey en una enojosa tesitura: “yo me postulo para ser investido, aunque no tengo los apoyos necesarios”. El rey debería explicarle al señor Feijóo que no hay que perder el tiempo y el dinero. Y aun es más grave. Porque dice el señor Feijóo que hablará con los varones del PSOE para que convenzan a Sánchez de algo que él no ha conseguido: que apoye la lista más votada. Ya le ha dicho el señor Page que por quién les ha tomado. Y aun hay más en ese intento desesperado de llegar a la Moncloa: quiere tentar a unos cuantos “socialistas buenos” que apoyen su investidura. Cara de feldespato. Es decir a esa minoría de ”socialistas buenos” (la mayoría son muy malos) que en lugar de apoyar al presidente de su partido le apoyen a él. A él, que se ha pasado la campaña soltando lindezas del sanchismo (es la maldad, es la mentira, es la contradicción). Creí que eso precisamente era el antisanchismo.

También tiene cara de feldespato la señora Ayuso. Porque dice que no puede gobernar un perdedor. Pero qué tozudez, Dios mío. Qué cara más dura. No es un perdedor, porque puede conseguir los apoyos necesarios para gobernar. Lo dice ella que en 2019 accedió al poder dejando fuera a la lista más votada (la de Ángel Gabilondo) para sumar los votos del PP con los de Ciudadanos y los de Vox. Es que el feldespato es todavía muy blandito para definir la cara de esta mujer.
 
Y allá se anda con la de Feijóo, porque este señor que está mendigando unos apoyos, ha dejado fuera la lista más votada en Extremadura y le ha hecho tragarse sus palabras a la señora Guardiola que había jurado y perjurado que los principios le impedían gobernar con Vox. Pues está gobernando por imperativo del señor Feijóo. ¿Dónde está el señor Fernández Vara, cuya lista fue la más votada? Pues en su casa. Ese estupendo lugar al que el señor Feijóo no quiere ir.

El caso de Extremadura fue especialmente grave porque, días después de que el señor Feijóo dijera con mucho énfasis que la política consiste en respetar la palabra, desautorizó a la señora Guardiola haciéndola renunciar a la palabra solemnemente dada. ¿Cómo puede sostener la contradicción ante su comunidad? Pues con una salida de pata de banco: “los extremeños son más importantes que mis palabras”. Mire usted, señora Guardiola: los extremeños quieren una presidenta que tenga palabra.

De todo eso de vamos a derogar el sanchismo (he dicho varias veces que no se puede derogar una persona o una corriente sino una ley), ha dicho la ciudadanía que, de momento, no. Que sería un retroceso histórico que la derecha y la ultraderecha gobernasen el país. La feroz crítica a Pedro Sánchez por su deseo de mantenerse en la Moncloa a toda costa se ve desmontada por la pertinaz resistencia del señor Feijóo a renunciar a su candidatura a la investidura cuando no cuenta con los apoyos necesarios.

El día 6 de agosto Vox movió ficha en favor del PP y en contra del partido socialista. Renuncia a su exigencia de gobernar para que PNV y CC no se opongan de forma tajante a apoyar la candidatura de Feijóo. Este anuncio es el fruto de un acuerdo que estaba tomado desde hacía tiempo en las reuniones celebradas entre Abascal y Vox.

Ese movimiento de Vox ha creado una situación nueva. El PP contará con el apoyo de Vox y evitará, no incorporándolo al gobierno, el rechazo de otros posibles socios que le he habían dicho que no por su alianza con Vox. Aunque, claro, la alianza con Vox ya la tiene bien cerrada en Valencia, Extremadura, Aragón, Baleares y cientos de Ayuntamientos. ¿Qué farsa es esta? Los votantes de Vox le han entregado el voto para que entrase en el gobierno de la nación. Ahora, estratégicamente, han cambiado. ¿Mintieron? ¿Cambiaron de opinión?

Feijóo ha dicho mil veces que no quería a Vox en el gobierno. No en el de la nación pero sí en comunidades y ayuntamientos. ¿Quién lo entiende? ¿Qué diferencia hay entre lo uno y lo otro? Ninguna. La única diferencia está en los intereses del PP. Pero como les gusta tanto subirse al armario, solo ven indecencia política en los demás. Hay que reeditar el gobierno de coalición progresista. Para seguir avanzando.