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martes, 19 de septiembre de 2023

Súbase, súbase al armario

Feijóo
Hace muchos años me contaron un chiste que encierra una interesante lección. La superiora de un convento de monjas acude al cuartel de la guardia civil para denunciar un hecho escandaloso. Desde las habitaciones de las religiosas se ve a hombres y mujeres desnudos en una piscina particular. Hay que poner fin a esa indecencia inadmisible. El capitán de la guardia civil acude al convento y le pide a la superiora que le muestre una habitación desde donde se ve a los bañistas desnudos. La religiosa abre la ventana y el capitán se muestra sorprendido.

· Reverenda hermana, aquí no se ve absolutamente nada de lo que me dice.

· ¿Que no se ve nada?, dice la superiora. Súbase, súbase al armario.
Hay que subirse al armario de la malicia para ver ciertas cosas. Y ahora no me voy referir a cuestiones relacionadas con la moral puritana sino con la decencia política.

Para el PP está muy claro que Pedro Sánchez quiere permanecer en la Moncloa. ¡Qué indecencia! Los líderes de la derecha no se dan cuenta de que es lo mismo que quiere hacer el señor Feijóo, pero para entrar. Desde la parte superior de ese armario se ve también que el señor Sánchez está dispuesto a todo para conseguir ese objetivo. Incluso a pactar con independentistas fugados de la justicia. Pero el señor Feijóo lo está intentando todo también hasta con malas artes, como explicaré luego. Incluso, dice Bendodo, está dispuesto a negociar con Junts. Y además, desde ese estratégico se ve que el señor Sánchez quiere seguir en la Moncloa no para trabajar por España sino para destruirla. Y por pura ambición. Por el contrario, el señor Feijóo solo quiere la salvación y la unidad de la Patria. Lo que está haciendo por presentarse a la investidura no es fruto de una ambición desmedida sino de la más sacrificada responsabilidad. Sencillamente, cumple la voluntad de los españoles que le votaron.

¿Cuántas veces tenemos que escuchar al PP decir que su lista fue la más votada en las elecciones del 23 de julio? Nadie lo discute. Parece que los promotores del pucherazo no fueron suficientemente hábiles, que la artimaña de Sánchez de convocar elecciones en verano no le salió bien porque hubo una buena participación, que los trabajadores de correos no fueron tan incompetentes como decía Feijóo. Menos mal que la suya fue la lista más votada. No sé lo que hubiera pasado si hubiera sido ganadora la lista del adversario

En el debate cara a cara entre Pedro Sánchez y Alberto Núñez Feijóo, el líder del PP le propuso de forma reiterada al Presidente del Gobierno que se comprometiese a apoyar la lista más votada. Llegó a firmar un documento que le entregó a Sánchez para que estampase en él su firma y garantizar el apoyo. Eché de menos una pregunta del Presidente del Gobierno:

Señor Feijóo, ¿y cuál cree usted que va a ser la lista más votada?

Las encuestas daban como ganador al PP y la resaca del 28 de mayo le auguraba un éxito arrollador. La respuesta no encerraba duda. De modo que lo que estaba proponiendo el señor Feijóo, era lo siguiente:

¿Sería usted tan amable (o tan imbécil) de darme la presidencia que usted ostenta? ¿Podría renunciar a su responsabilidad para que yo la asuma, dado que el sanchismo es detestable?

Sánchez podría haber explicado que en el sistema electoral español no son los ciudadanos quienes eligen directamente al Presidente sino el Parlamento de la nación, legítimamente constituido. Por consiguiente quien pueda formar gobierno será el ganador de las elecciones. Eso explica el alborozo en la sede de Ferraz la noche del 23 de julio y la sensación de fracaso que trataba de ocultar la algarabía en la sede de Génova. Los votantes habían dicho que no a la persistente petición de Feijóo: quiero una mayoría suficiente (amplia) para gobernar en solitario. “Quiero que pase en las generales, decía, lo que pasó en las autonómicas andaluzas”. Es decir, “quiero mayoría absoluta para gobernar en solitario”. Le dijeron que de eso nada.

También hubiera sido estupendo para el PP, aunque menos, llegar a la mayoría absoluta sumando los escaños del PP con los de Vox. Y no habría habido el menor escrúpulo porque así lo han hecho en Castilla-La Mancha, y en Valencia y en Extremadura y en Baleares y en muchos Ayuntamientos. Y los votantes le dijeron que eso tampoco.

Y entonces, con cara de feldespato, dice el señor Feijóo que, por sentido de responsabilidad y puesto que es el ganador de las elecciones, nos va a hacer perder el tiempo para ir a una investidura fallida. Y va a poner al rey en una enojosa tesitura: “yo me postulo para ser investido, aunque no tengo los apoyos necesarios”. El rey debería explicarle al señor Feijóo que no hay que perder el tiempo y el dinero. Y aun es más grave. Porque dice el señor Feijóo que hablará con los varones del PSOE para que convenzan a Sánchez de algo que él no ha conseguido: que apoye la lista más votada. Ya le ha dicho el señor Page que por quién les ha tomado. Y aun hay más en ese intento desesperado de llegar a la Moncloa: quiere tentar a unos cuantos “socialistas buenos” que apoyen su investidura. Cara de feldespato. Es decir a esa minoría de ”socialistas buenos” (la mayoría son muy malos) que en lugar de apoyar al presidente de su partido le apoyen a él. A él, que se ha pasado la campaña soltando lindezas del sanchismo (es la maldad, es la mentira, es la contradicción). Creí que eso precisamente era el antisanchismo.

También tiene cara de feldespato la señora Ayuso. Porque dice que no puede gobernar un perdedor. Pero qué tozudez, Dios mío. Qué cara más dura. No es un perdedor, porque puede conseguir los apoyos necesarios para gobernar. Lo dice ella que en 2019 accedió al poder dejando fuera a la lista más votada (la de Ángel Gabilondo) para sumar los votos del PP con los de Ciudadanos y los de Vox. Es que el feldespato es todavía muy blandito para definir la cara de esta mujer.
 
Y allá se anda con la de Feijóo, porque este señor que está mendigando unos apoyos, ha dejado fuera la lista más votada en Extremadura y le ha hecho tragarse sus palabras a la señora Guardiola que había jurado y perjurado que los principios le impedían gobernar con Vox. Pues está gobernando por imperativo del señor Feijóo. ¿Dónde está el señor Fernández Vara, cuya lista fue la más votada? Pues en su casa. Ese estupendo lugar al que el señor Feijóo no quiere ir.

El caso de Extremadura fue especialmente grave porque, días después de que el señor Feijóo dijera con mucho énfasis que la política consiste en respetar la palabra, desautorizó a la señora Guardiola haciéndola renunciar a la palabra solemnemente dada. ¿Cómo puede sostener la contradicción ante su comunidad? Pues con una salida de pata de banco: “los extremeños son más importantes que mis palabras”. Mire usted, señora Guardiola: los extremeños quieren una presidenta que tenga palabra.

De todo eso de vamos a derogar el sanchismo (he dicho varias veces que no se puede derogar una persona o una corriente sino una ley), ha dicho la ciudadanía que, de momento, no. Que sería un retroceso histórico que la derecha y la ultraderecha gobernasen el país. La feroz crítica a Pedro Sánchez por su deseo de mantenerse en la Moncloa a toda costa se ve desmontada por la pertinaz resistencia del señor Feijóo a renunciar a su candidatura a la investidura cuando no cuenta con los apoyos necesarios.

El día 6 de agosto Vox movió ficha en favor del PP y en contra del partido socialista. Renuncia a su exigencia de gobernar para que PNV y CC no se opongan de forma tajante a apoyar la candidatura de Feijóo. Este anuncio es el fruto de un acuerdo que estaba tomado desde hacía tiempo en las reuniones celebradas entre Abascal y Vox.

Ese movimiento de Vox ha creado una situación nueva. El PP contará con el apoyo de Vox y evitará, no incorporándolo al gobierno, el rechazo de otros posibles socios que le he habían dicho que no por su alianza con Vox. Aunque, claro, la alianza con Vox ya la tiene bien cerrada en Valencia, Extremadura, Aragón, Baleares y cientos de Ayuntamientos. ¿Qué farsa es esta? Los votantes de Vox le han entregado el voto para que entrase en el gobierno de la nación. Ahora, estratégicamente, han cambiado. ¿Mintieron? ¿Cambiaron de opinión?

Feijóo ha dicho mil veces que no quería a Vox en el gobierno. No en el de la nación pero sí en comunidades y ayuntamientos. ¿Quién lo entiende? ¿Qué diferencia hay entre lo uno y lo otro? Ninguna. La única diferencia está en los intereses del PP. Pero como les gusta tanto subirse al armario, solo ven indecencia política en los demás. Hay que reeditar el gobierno de coalición progresista. Para seguir avanzando.


martes, 18 de julio de 2023

Amar la verdad

Los prejuicios, los estereotipos, los intereses, el odio, la torpeza, la soberbia, la superficialidad y la pereza nos llevan muchas veces a formular juicios sobre el prójimo que están muy alejados de la verdad. Mucho me temo que la verdad nos la traiga al pairo.

Hace tiempo que escuché la siguiente historia. que quiero compartir con mis lectores y lectoras. Un señor acude al Hospital para visitar a su madre. Cuando termina la visita, sale a la calle y se acerca a la parada del autobús para regresar a casa. Cuando llega a la parada se encuentra con un chico de unos 12 años acompañado por su padre. No tarda en llegar el autobús. Suben los tres y avanzan hacia el final donde había cuatro asientos vacíos. El padre y su hijo se sientan juntos y, detrás de ellos, se sienta el señor que había subido con ellos. El niño pega su cara al cristal, y dice con un entusiasmo desmedido:

Mira, papá, hay dos árboles delante de esa casa. Qué bonitos.

El padre mira complacido lo que le muestra su hijo. Y sonríe.

– Fíjate, papá, un perro. Y una señora que lo lleva tirando por un collar.

El chico no cabe de alegría ante todo lo que está viendo y describiendo

– Mira, papá, una nube blanca muy grande y otra pequeña.

– Sí, dice el padre, y la grande se parece a una ballena.

El señor que está situado detrás piensa que el chico está reaccionando de manera muy infantil, impropia de su edad. Y focaliza su atención en los dos.

Papá, un bloque de diez pisos, dice el niño asombrado mientras corre por el pasillo hasta la parte delantera del autobús para ver mejor. Aprovechando la situación, el señor se dirige al padre y, pidiendo disculpas por la intromisión, le dice si se ha dado cuenta de que las reacciones de su hijo son propias de un niño mucho más pequeño. Y le pregunta si se ha planteado buscar la ayuda de un buen psicólogo.

El padre le dice, con delicadeza y tranquilidad, consciente de que desconoce por completo la historia del chico.

– Venimos de ver a un médico, No a uno cualquiera sino al mejor. Mi hijo era ciego de nacimiento y le han hecho un trasplante de córnea. Hoy es el primer día que ve el mundo del que tantas veces le habíamos hablado.

No es difícil imaginar la reacción del entrometido interlocutor. Quiere ayudar a ese padre tan despistado, pero la realidad es otra muy distinta a la que él se ha imaginado. El desconocimiento de la historia y del contexto le ha llevado a emitir un juicio equivocado, le ha hecho alejarse de la verdad.

“Sé comprensivo. Cada persona que te encuentras está librando su propia batalla”, decía Platón. Pero nos falta esa comprensión. Nos sobra engreimiento y falta de rigor. Sobre todo cuando nos interesa llegar a determinada conclusión.

Se formulan juicios apresurados y poco rigurosos en todos los ámbitos de la vida. Juicios malintencionados, a veces. Se emiten con demasiada frecuencia en la política, atribuyendo intenciones de forma arbitraria y, a veces, perversa. ¿Qué importa la verdad ante el rédito que se busca? Decir que el presidente del Gobierno convoca elecciones generales en pleno mes de julio para que la ciudadanía no vaya a votar es un atrevimiento descarado. Probablemente falso porque, si así fuera, no estaría insistiendo una y otra vez en que la ciudadanía acuda a las urnas. Y decir que lo hace para castigar a los españoles dejándoles sin vacaciones es, además, una perversidad. Atribuir a la promulgación de la ley de memoria democrática la intención de dividir a los españoles es una conjetura que no tiene fundamento. Afirmar que la pretensión de la izquierda es empobrecer a los españoles es una suposición estúpida e injusta. Sostener que recibir los votos de los independentistas responde al deseo de romper España es una estupidez y una arbitrariedad. Qué poco rigor hay en muchos juicios. Qué poco amor a la verdad.

Sucede en el ámbito de la convivencia. Reaccionamos ante los comportamientos y las palabras de otras personas sin conocer cuál es la realidad, cuál es el contexto, cuál es la pretensión de nuestros conciudadanos. No sé dónde leí hace tiempo la historia de un vecino que, estando ya en la cama, empezó a escuchar los pasos del inquilino que vivía en el piso superior. No solo le habían despertado aquellos pasos enérgicos sino que no le dejaban conciliar el sueño. Irritado dio golpes con el palo de una escoba en el techo de su habitación para exigir al paseante que dejase de hacer ruido.

El inquilino del piso de arriba siguió dando pasos firmes y apresurados. El enfado del insomne llegó a tal punto, que se levantó, se vistió y subió como un energúmeno a exigir a su vecino que dejase de caminar por la casa. Llamó a la puerta y, antes de dejar hablar a su vecino, le llenó de descalificaciones e insultos. Le explicó con rabia que tenía que madrugar y acabó maldiciendo la mala suerte de vivir debajo de un desaprensivo. Cuando pudo intervenir su vecino, que tenia un bebé en los brazos y la cara desencajada, le explicó que su hijo pequeño había fallecido por muerte súbita y, en su desesperación, lo paseaba de acá para allá por la casa, esperando al forense que debía acreditar su muerte.

Las disculpas trataron de borrar aquellos insultos y aquella agresividad extrema. No tenía ni idea de lo que le estaba pasando a su vecino. Reaccionó de una forma apresurada y violenta. Le había importado un comino la verdad.

También en la enseñanza se produce este riesgo de los juicios de valor, frente a los juicios de hecho. Recuerdo un vídeo conmovedor de un alumno pequeño al que se ve llegando tarde a la escuela. El niño llama a la puerta del aula y se encuentra con el gesto adusto del profesor. Extiende la palma de la mano en espera del castigo. Y el profesor descarga un duro golpe con la regla sobre ella. El día siguiente sucede lo mismo. Se ve entrar al niño cariacontecido y, sin mediar palabra, extiende la mano en espera del golpe. Un golpe que llega de forma inexorable. Con la regla, de forma desabrida, el profesor empuja al niño para que se siente en su pupitre. En la imagen siguiente se ve al profesor en bicicleta circulando por las calles del pueblo. Ve al niño empujando una silla de ruegas en la que lleva a su madre enferma. Mira el reloj y comprende la causa del retraso. Cuando el niño llega unos minutos después a la escuela extiende su mano como de costumbre y baja la mirada en espera del castigo, El profesor deposita la regla en su mano extendida, se arrodilla y besa la mano del niño en silencio. Seguidamente abraza lo abraza con emoción. No se puede decir más con tan pocas imágenes.

Cuando interpretamos el comportamiento de los demás sin conocer las circunstancias y sin recibir las explicaciones del interesado corremos el riesgo de emitir juicios infundados, de faltar a la verdad.

Si no existe más criterio que la destrucción del adversario, la extorsión del prójimo o el sometimiento de los alumnos, está claro que de cualquier comportamiento, palabra o actitud podemos obtener una conclusión perjudicial para el prójimo.

Cuando existe buena fe, cuando se pretende actuar con rigor, tampoco es fácil acertar. Incluso cuando el interesado nos explica con sinceridad los motivos de sus decisiones o de sus palabras. En muchos casos dominan los prejuicios, las interpretaciones interesadas, las elucubraciones maliciosas, los juicios arteros, las pretensiones de hacer daño.

Además de nuestras actitudes en el análisis de la conducta o la palabra de los otros, existen las dificultades técnicas de la comunicación. Entre lo que pensamos, lo que queremos decir, lo que realmente decimos, lo que queremos oír, lo que oímos, lo que creemos entender y lo que entendemos… existen ocho posibilidades de no entenderse, de alejarnos de la verdad.

Creo que todos y todas deberíamos hacer un esfuerzo para alcanzar la comprensión, un esfuerzo nacido del respeto al prójimo y del amor a la verdad. Mejorar nuestras relaciones, en todos los ámbitos de la vida, haría este mundo menos hostil, más habitable y más hermoso.

He hablado de conocer y respetar al otro para formular un juicio certero. También abogo porque actuemos y hablemos con sinceridad. Oscar Wilde, que nos dejó tantas frases lapidarias, dijo: “Si uno dice la verdad, tarde o temprano será descubierto”. Esa es la otra cara de la moneda.

Sé que el objetivo puede ser utópico en un mundo lleno de intereses, de competitividad y de relativismo moral. Pero es lo que tiene la utopía: nunca la alcanzaremos, pero, como está en el horizonte, nos hace caminar hacia ella. Sin descanso. Decía Martin Luther King: “Tu verdad aumentará en la medida que sepas escuchar la verdad de los otros”.

Adarve. Miguel Ángel Santos Guerra