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viernes, 9 de diciembre de 2022

La extraordinaria vida de Flora Tristán, la franco-peruana "que inspiró" a Karl Marx

Quizás no sepas bien quién es, pero Flora Tristán no es una desconocida.
Flora Tristán (1803-1844)
Pie
Aunque desapareció de la historia por un rato, fue rescatada con tal repercusión que, además de sus libros y numerosos artículos sobre ella, tanto en Francia como en Perú, hay calles, escuelas y organizaciones de ayuda para la mujer que llevan su nombre.

No sólo eso.
Flora Tristán es uno de los dos protagonistas de "El paraíso en la otra esquina", una novela escrita nada menos que por el Nobel de Literatura Mario Vargas Llosa.

El otro protagonista es el pintor posimpresionista Paul Gauguin, su nieto.

Entonces, ¿por qué escribir otro libro sobre ella, como lo acaba de hacer la autora y catedrática de la Universidad de París- Nanterre Brigitte Krülic?

"Flora Tristán es una personalidad excepcional del siglo XIX, no sólo porque es una mujer, sino también porque es una mujer que resume todas las dificultades vinculadas al destino de las mujeres en la primera mitad de ese siglo e incluso después", respondió en conversación con BBC Mundo.

"Al mismo tiempo, ejemplifica una capacidad inusual para superar esas dificultades".

Y las razones se multiplicaban.
"Es una precursora de muchas cosas: el sindicalismo, el feminismo, la demanda de libertad para que las mujeres evolucionen en el espacio público sin ser molestadas.

"Además, siendo francesa y peruana es un puente entre dos mundos".

Brigitte Krülic y su libro.

Para la especialista en la historia de ideas políticas, era un personaje tremendamente interesante.

"Flora Tristán es una hija espiritual y política de la Revolución, parte de esos pensadores que vivieron la onda expansiva de la Revolución Francesa, ya fuera para condenarla o pensar en sus consecuencias o tratar de cumplir sus promesas".

Pero había algo más.
"No sólo escribió y estableció hitos sino que tuvo una vida digna de una novela de aventuras.

"Realmente fue irresistible: tenía que examinar más de cerca a cómo esta franco-peruana había llevado su vida, luchado sus batallas y escrito, y debo decir que fue una aventura absolutamente apasionante".

Todo empezó bien Flora nació el 7 de abril de 1803.

"Su padre era una personalidad de la aristocracia criolla peruana", cuenta Krülic. Su madre, una francesa que había huido a Bilbao, España, durante la Revolución.

"Al comienzo, parecía un cuento de hadas".

Su hogar en París era frecuentado por personalidades como Simón Bolívar, futuro libertador de cinco naciones; el escritor y filósofo Simón Rodríguez, mentor del Libertador, y el naturalista Aimé Bonpland.

Pero pronto todo eso cambió.

Homenaje a Flora Tristán en Francia.

"A los cuatro años perdió a su padre y quedó en una situación en la que acumuló todos los problemas y todas las desventajas".

Aunque sus padres habían contraído matrimonio ante un sacerdote en España, el trámite no tenía validez para las autoridades y las leyes francesas, pues no se habían casado civilmente.

Así que no fue reconocida como heredera legal de su padre, cuyo hermano era virrey de Perú.

"Como mujer, bastarda, huérfana y pobre, no tendría educación".

Pero "Flora sería autodidacta".

De mal en peor
A los 17 años se casó con su patrón, el grabador Andre-Francois Chazal, un hombre violento al que dejó cuatro años después, luego de tener dos hijos y con una tercera gestándose en su vientre: Alina, la madre de Paul Gaugin.

Así, comenzó una lucha desesperada por el divorcio, que se extendería 14 años.

Abandonar el hogar la convirtió en una fugitiva, así que tuvo que esconderse y trabajar en lo que pudo para mantener a sus hijos, sin siquiera el apoyo moral de su madre, para quien una mujer que dejaba a su esposo era peor que una prostituta.

Según ella misma contaría, tras desempeñar varios oficios, consiguió empleo con una familia inglesa con la que viajó por Europa y visitó Reino Unido por primera vez.

Volvería en 1839 y en 1840 publicaría "Paseos en Londres", en el que denunciaría las desigualdades que presenció, y culparía a los aristócratas y el sistema capitalista por tal injusticia; el libro se convertiría en uno de los textos fundamentales del incipiente movimiento socialista.

Pero ni ese libro ni todos los demás que escribió probablemente habrían visto la luz de no haber sido por el viaje en el que se embarcó en 1833.

Arequipa, grabado del siglo XIX. FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

"…resolví ir al Perú y refugiarme en el seno de mi familia paterna, con la esperanza de encontrar allí una posición que me hiciese entrar de nuevo en la sociedad", escribiría en "Peregrinaciones de una Paria" (1838).

Perú
Como en una novela de aventuras romántica, relató Flora, fue una charla casual en un albergue parisino con un capitán de barco llamado Zacarías Chabrié, a quien le contó sus penurias, lo que desencadenó el periplo.

En sus viajes, Chabrié había conocido a la poderosa familia Tristán, cuya cabeza era don Pío Tristán y Moscoso, el hermano menor de su padre, y la animó a que le escribiera.

La respuesta de su tío tardó en llegar y, aunque no prometía nada, le envió dinero para que fuera a visitarlos en Arequipa.

Aunque el que una mujer viajara sin acompañante en esa época era inusual y peligroso, Flora atravesó el océano sola, acompañada de 18 hombres.

Y aunque fue recibida en la casa señorial de la familia y disfrutó de una vida supremamente cómoda durante los 8 meses que estuvo en Perú, su tío sofocó cualquier ilusión de pasar por alto su condición de bastarda y entregarle su patrimonio.

"Me quedé sola, completamente sola, entre dos inmensidades: el agua y el cielo", dice la última página de "Peregrinaciones de una Paria", una memoria y crónica de su viaje.

Fue entre esas "dos inmensidades" que al fin se encontró.

Si quien había zarpado de Francia era una luchadora y rebelde que soñaba con recobrar su lugar perdido en la aristocracia, quien regresó en 1834, fue una revolucionaria decidida a conquistar con la pluma y la palabra un lugar justo para todos en la sociedad.

¿Madame viaja sola?
Desde el principio fue evidente que su experiencia le había dado una visión clara de cómo el mundo podía ser mejor.

Estampilla en homenaje a Flora Tristán, Francia.

A veces el punto de partida parecía inusual, pero la ambición era enorme, como en su primer libro "De la necesidad de dar buena acogida a las mujeres extranjeras" (1835), .

En él, "imagina formas de ayudar a las mujeres a viajar", resume Krülic.

"Cuando una mujer llegaba a un hotel, la pregunta era '¿Madame viaja sola?', algo obviamente reprochable: una mujer que viaja sola es un aventurera; incluso puede ser una 'mujer de mala vida'.

"Ella misma fue acusada cuando estaba en un hotel sola: 'Probablemente sea porque quiere recibir amantes', dijeron.

"Lo que Flora reclama es el derecho de las mujeres de ser anónimas, de poder hacer todo aquello que no está prohibido -ir a un hotel, al banco, a un museo- sin ser juzgadas.

"Y ese problema de la visibilidad de las mujeres, de la libertad de las mujeres en el espacio público, lamentablemente aún no está completamente solucionado".

Libre al fin
Más tarde escribiría "Petición para el restablecimiento del divorcio" (1837), una de las causas por las que más luchó, así como por la abolición de la pena de muerte.

Pero sería su "Peregrinaciones de una Paria" la que le abriría un espacio más amplio en los salones parisinos.

En Arequipa, no obstante, propició un rechazo tan fuerte que hubo una quema pública de la obra, pues sus descripciones de Perú de mediados del siglo XIX ofendieron a quienes habían sido sus anfitriones.

Más tarde, la obra sería revalorada por los historiadores peruanos y, en las primeras décadas del siglo XX, sería acogida como una de las suyas.

Entre tanto, la fugitiva se había vuelto conocida y eso implicó estar en la mira de su esposo.

Chazal la acechaba, la sorprendía en las calles y la golpeaba, la llevaba a los tribunales para intentar quitarle la custodia de sus hijos, a quienes la justicia obligaba a estar con él, a pesar de que los aterrorizaba.

A Alina la tuvo que rescatar o esconder cuando la niña se escapaba después de que su padre la raptara.

Fue sólo después de que Chazal le disparó y la hirió de gravedad que lo encarcelaron. Finalmente Flora y Alina fueron libres.

Aline, hija de Flora, pintada por su hijo Paul Gauguin. FUENTE DE LA IMAGEN,STAATSGALERIE STUTTGART

Unos años después, "de una manera extremadamente audaz y premonitoria", dice Krülic, Flora examinaría la cuestión del consentimiento amoroso y la libertad de movimiento de las mujeres en el espacio público.

"Planteó una noción que, en el siglo XIX, era completamente inaudible: la del consentimiento. En esa época, eso no le interesaba ni a hombres ni a mujeres.

Y no se limitó a la necesidad de decir "sí".

"Cuestionó cuáles fueron las condiciones bajo las cuales dijo que sí... ¿Tuvo la opción de decir que 'no'?

"Lo preguntó porque lo vivió en carne propia: ella consintió casarse a los 17 años, pero ¿podría haber hecho otra cosa?".

Casi 180 después de su muerte, esa noción sigue resonando con fuerza.

Y es una de las razones que llevaron a Krülic a lanzarse a "la aventura de escribir el libro".

Seres humanos "Flora Tristán no es sólo una mujer mal casada que casi fue asesinada por su esposo", declara.

"Su personalidad y su obra van mucho más allá: desarrolló una serie de ideas extremadamente innovadoras e interesantes".

Si bien en las décadas de 1960-70 fue reconocida como pionera del feminismo y del movimiento sindicalista, Krülic considera que "hay una profunda injusticia" en el hecho de que "su contribución al pensamiento político y social no sólo ha sido minimizado, sino prácticamente desoído".

"Primero, el hecho de que sin agresividad, ni noción de guerra de los sexos, sino con la idea de que el ser humano es hombre y mujer, no podía cumplirse la promesa de 'Libertad, igualdad y fraternidad' si no la concebimos para el ser humano, es decir, los dos sexos.

"La igualdad es universal o no existe.

"Y lo dijo con una claridad, una radicalidad que es absolutamente incomparable y que, paradójica y tristemente, explica por qué fue ignorada".

No había espacio para una Flora Tristán en una izquierda marcada en Francia por el autoproclamado misógino Pierre-Joseph Proudhon.

Karl Marx. FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Incluso Karl Marx, quien la reconoció como una "precursora de altos ideales nobles", no la citó en su Manifiesto Comunista de 1848, a pesar de que conocía "su idea de que, más allá de las particularidades de profesión, sexo, origen geográfico, ubicación, la clase trabajadora constituye una sola entidad que tiene intereses comunes".

"Marx tomó esa idea, la desarrolló, la teorizó, la respaldó con su inmensa cultura filosófica y económica, con los medios intelectuales que él tenía pero Flora no".

"Era una idea extremadamente fuerte, extremadamente poderosa, extremadamente original de Flora Tristan.

"¿Por qué no la citó como a otros si, de hecho, fue su idea la que jugó un papel desencadenante para él?

"Creo que hay dos razones principales".

La primera, según Krülic, es sencilla: ella era mujer y él, un hombre de su época.

La segunda era una diferencia de expresión.

Demasiado romántico
"Ella tenía el vocabulario de autores románticos.

"Leía mucho, tenía una vasta cultura y estaba imbuida de un pensamiento cristiano, totalmente disociado de la Iglesia y anticlerical pero no antirreligioso, y ese era un punto fundamental de desacuerdo con Marx".

Esa idea de Flora, por ejemplo, en lenguaje marxista sería algo así como: el proletariado es una clase universal y como tal debe organizarse internacionalmente; su existencia y su fuerza radical se define por su falta de propiedades, por su presencia mayoritaria en la sociedad y, fundamentalmente, porque es la única clase verdaderamente productiva.

Libros de Flora Tristan
Pero si bien "Marx escribe sobre los trabajadores y su obra conceptual admirable, lo cierto es que requiere estudio; no es una lectura, como Flora dice, para los trabajadores".

Su estilo era más concreto.

"Sabía que los trabajadores tenían una jornada laboral muy larga, que muchos no sabían leer, y había que dirigirse a ellos en un lenguaje sencillo que los incitara a la acción.

"Eso también fue muy innovador y la diferenció de los socialistas de su época".

Y lo puso en práctica.

Se llamó a sí misma la "apóstol de la Unión de Obrera" y en abril de 1844 salió en un tour de Francia, con la policía siguiéndole los pasos, pues las reuniones políticas estaban prohíbidas, a llevar ese mensaje.

Su fervor fue profundamente apreciado.

Cuando murió en Burdeos 6 meses después, sin haber podido terminar su gira, la gente por la que luchó grabó en su tumba las palabras: "A la memoria de la señora Flora Tristán, autora de 'La Unión Obrera', los trabajadores agradecidos. Libertad, Igualdad, Fraternidad, Solidaridad".

Este artículo es parte de la versión digital del Hay Festival Arequipa, un encuentro de escritores y pensadores que se realizó en esa ciudad peruana del 3 al 6 de noviembre. Lee aquí toda la cobertura.


jueves, 19 de abril de 2018

_- El bicentenario de Marx

_- Gustavo Espinoza M.

La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas. El trabajo no solo produce mercancías; se produce también a sí mismo y al obrero como mercancía, y justamente en la proporción en que produce mercancías en general.
KARL MARX, Manuscritos económico-filosóficos (1844)


“Los Marxistas no creemos que la empresa de crear un nuevo orden social, superior al orden capitalista, incuba a una amorfa masa de parias y de oprimidos guiada por evangélicos predicadores del bien. La energía revolucionaria del socialismo no se alimenta de compasión ni de envidia. En la lucha de clases, donde residen todos los elementos de lo sublime y lo heroico de su ascensión, el proletariado debe elevarse a una moral de productores, muy distante y muy distinta de la moral de esclavos, de que oficiosamente se empeñan sus gratuitos profesores de idealismo, horrorizados de su materialismo.” José Carlos Mariátegui.
“Defensa del Marxismo”.
Pags. 72-73 Biblioteca Amauta. Lima.


El año pasado el mundo recordó el Centenario de la Revolución Socialista de Octubre, el 2018, se recordará, en todo los países, el bicentenario del nacimiento de Carlos Marx.

Nacido en Tréveris, (Trier, en alemán) a las orillas del río Mosela en la antigua zona de la Renania, el 5 de mayo de 1818, Marx fue ciertamente un hombre universal: Mas allá de títulos formales de orden académico –que los tuvo- fue un pensador, filósofo, economista, abogado, historiador, periodista escritor, político y, sobre todo, un revolucionario en la mayor extensión de la palabra. Se le considera por eso, una de las figuras estelares de la humanidad, razón por la cual su nombre, y su obra, perduran en la historia.

Al evocarse hoy la fecha que se aproxima, bien podemos recordar también lo que dijera el introductor del pensamiento socialista en nuestra patria, José Carlos Mariátegui: “Marx está vivo en la lucha que, por la realización del socialismo libran en el mundo innumerables muchedumbres, animadas por su doctrina”. Porque eso es así, también en nuestro país en el mes de mayo –y en el transcurso de todo el 2018- se desarrollarán eventos de primer nivel destinados a honrar la memoria de esta magna figura.

Más allá de las transitorias derrotas de los pueblos y aún de los sinsabores de la historia, millones de hombre y mujeres en todos los países de la tierra, enarbolan hoy las ideas básicas del pensamiento marxista y dan forma y contenido a sus luchas, seguros de encontrar un imbatible camino que conducirá a los pueblos al Socialismo. Actúan con la absoluta convicción que el Socialismo, tal como fue básicamente pergeñado por Marx, será la sociedad del futuro.

Se han registrado, sin embargo, muchos intentos por devaluar la figura de Marx. Ha habido quienes han pretendido considerarlo “un pensador más” de aquellos años en los que el sistema de dominación capitalista se afirmara en el mundo. Lo han comparado entonces con Owen, Fourier, Lassalle, David Ricardo, el propio Hegel, o aún Mijhail Bakunin, el célebre ideólogo del anarquismo ruso; pero han fracasado en el intento de menoscabar su autoridad, y su prestigio. Porque hoy, valorando los aportes de cada quien, nadie “toma partido” por las ideas de ellos, como si lo hace por las del autor de “El Capital”.

En el esfuerzo por menoscabar la importancia del pensamiento de Marx han habido quienes han pretendido “teorizar” con el pensamiento de Marx pretendiendo descubrir incluso contradicciones entre “el joven” Marx y el Marx mayor, procurando “descubrir” algunos atisbos, que alimentaran sospechas de error en la rigurosidad de su pensamiento, o contradicción en el mismo. Vano esfuerzo, sin duda, porque el mensaje del fundador del socialismo científico responde a una sola concepción: aquella que alimenta la idea de una sociedad basada en la eliminación de la explotación capitalista y el trabajo asalariado.

Cabe entonces aludir a algunas etapas de la historia que le permitieron a Marx diseñar los elementos básicos de su concepción ideo-política y recoger los elementos esenciales del proceso que le tocó vivir, y que dieron sustento a su pensamiento y a su acción.

LOS COMIENZOS
Franz Mehring, quizá el más calificado de sus biógrafos, nos remite a los escritos juveniles de Marx citando lo que constituye casi un clásico: el texto referido a “las consideraciones de un joven antes de elegir carrera”. El, nos revela la concepción materialista de la historia que subyace desde un inicio, y que se proyectará ininterrumpidamente y sin dobleces a lo largo de toda su vida. Ya en ese entonces se distinguía por su riqueza de ideas y por su buena distribución sistemática; elementos ambos esenciales para la formulación de sus más complejas teorías económicas y sociales.

También a “sus comienzos” corresponde su vínculo con Yenny de Westfalia, convertido en matrimonio solo en 1843. Ella, una mujer excepcional, se mantuvo al lado de su esposo desde 1835 hasta la muerte de éste, ocurrida en marzo de 1883; Y, además, su matrícula en la Universidad de Berlín, en 1836, cuando Carlos Marx “amaba su soleada tierra natal, y la capital de Prusia. Le repelía todos los días de su vida”.

Esta etapa de la vida de Marx, en realidad se prolonga hasta los primeros años de la década de los 40, cuando Marx se une a Bruno Bauer y los jóvenes hegelianos a los que considera portadores del pensamiento más progresista de la época; y recibe la investidura de Doctor, que se la otorga la Universidad de Jena, en 1841, gracias al análisis que hace de las concepciones filosóficas de Demócrito y Epicuro (1).

Este fue un breve periodo en el que Marx dedicó su esfuerzo al trabajo periodístico. Coincidió, sin embargo, con la etapa en la que su ágil pluma se deslizó por el campo de la polémica a través de las páginas de “La Gaceta del Rin”, publicada en Colonia a partir de 1842. Dos años más tarde, y ya en el caluroso verano de 1844, tomaría contacto con Federico Engels en Paris.

Fueron estos, verdaderos años de búsqueda en los más variados sentidos. La tarea era definir el pensamiento en términos filosóficos, pero también políticos, diseñar el esquema social de la época; y, al mismo tiempo, perfilar el cuadro de las acciones fundamentales, aquellas que debían esbozarse a través de la prensa y las publicaciones de entonces, en un escenario particularmente convulso, cuando las revoluciones republicanas de 1830 y 1848 se empeñaban en restablecer las conquistas de la Revolución Francesa de 1789, desconocidas por la fuerza restauradora de la monarquía que retomara la ofensiva luego del Congreso de Viena, de 1815.

La insurrección de los Tejedores de Silesia, en 1844, su heroísmo y sus luchas, no sólo fueron aliciente para Carlos Marx sino también para el poeta Heine, que compuso versos, y hasta un himno que hizo historia. Abordando esa lucha, fue que Marx expuso una idea clave para su pensamiento: “Sin Revolución, no podrá realizarse el Socialismo”

UNA AMISTAD IMPERECEDERA
La relación establecida a partir de aquellos años entre Marx y Engels, se tornó emblemática. En verdad, por esas curiosidades de la historia, ambos personajes habían venido perfilando estudios similares, y partiendo de distintas experiencias, habían llegado a las similares conclusiones. Ya en ese entonces, Federico Engels había iniciado lo que sería un enjundioso estudio referido a la situación de la clase obrera en Inglaterra, que culminaría solo en 1845 con el propósito de unir al proletariado con la idea del socialismo emergente.

Prácticamente desde un inicio, Marx y Engels encontraron una base común en los más variados escenarios de análisis. Coincidieron en el estudio riguroso de la sociedad capitalista y la desenmascararon, mostrando sus limitaciones y perfidias; subrayaron el papel de la clase obrera como fuerza esencial para transformar la sociedad; y pusieron desde un inicio las bases de la sociedad socialista diseñando el papel y las tareas de los comunistas en la lucha por forjarla Y avanzaron más allá hasta diseñar los alcances de una nueva visión del mundo y de la vida.

De esa relación surgió la idea común de vincularse a las organizaciones existentes en la Europa de entonces, y en particular en Francia; donde bullían las ideas revolucionarias de la época. Por eso, tomaron contacto con la Liga de los Justicieros una pequeña estructura casi de orden conspirativo, que había nacido al calor de los combates de clase que arreciaban entonces.

Los dirigentes de esta Liga –Karl Schappers, Heinrich Bauer, Joseph Moll, entre otros- tuvieron la idea de invitar a Marx y Engels a sumarse a ese movimiento, pedido que fue aceptado apenas con dos condiciones: que la Liga trocara su nombre, y dejara de llamarse “Liga de los Justicieros”, para denominarse más bien “Liga de los Comunistas”; y que renunciara a su consigna central –“todos los hombres son hermanos”- para asumir otra, de la peruano / francesa Flora Tristán: “¡Proletarios del mundo, uníos!”.

Ambos planteamientos fueron aceptados, razón por la que en 1847, en el II Congreso de la Liga de los Comunistas celebrado en Londres, les fue encomendada a Marx y Engels la misión de elaborar un Programa Político que sirviera para presentar al mundo la idea de los comunistas. Surgió, de eso modo el hoy célebre “Manifiesto del Partido Comunista”, publicado Por primera vez en febrero de 1848.

Los elementos básicos del Manifiesto Comunista son hoy suficientemente conocidos, de modo que no es indispensable reseñarlos. Hay que subrayar sin embargo algunas ideas esenciales, como aquella que la historia escrita vivida por la humanidad, no es otra que la lucha de clases. “La moderna sociedad burguesa que se alza sobre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido los antagonismos de clase. Lo que ha hecho, ha sido crear nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas modalidades de lucha, que han venido a sustituir a las antiguas”.

Resulta asombroso constatar como en l848 estas grandes figuras del pensamiento socialista lograron mirar el porvenir con tan prodigiosa percepción. Como si hubiesen tomado una nave especial, y volado al futuro; volvieron para contar a sus contemporáneos, lo que nosotros veríamos ya en nuestro tiempo: el fenómeno llamado de la “Globalización”.

“La necesidad de encontrar mercados espolea a la burguesía de una punta a otra del planeta. Por todas partes anida, en todas partes construye la burguesía, por doquier establece relaciones. La burguesía, al explotar el mercado mundial da a la producción y al consumo de todos los países, un sello cosmopolita. Entre los lamentos de los reaccionarios, destruye los cimientos nacionales de la industria. Las viejas industrias nacionales se vienen a tierra, arrolladas por otras nuevas, cuya instauración es vital para todas las naciones civilizadas”.

Se describe, así una realidad que nosotros vivimos, la del mercado mundial, las grandes corporaciones, el sistema financiero, la exportación de capitales, la internacionalización del comercio, la sobre explotación de los trabajadores gracias la constante migración, la pérdida de la capacidad adquisitiva de los salarios, la migración de la mano de obra no calificada y muchos otros fenómenos que afloran hoy en su mayor dimensión.

Las dos grandes conflagraciones mundiales –las Guerras Inter-Imperialistas de 1914 y 1939- están marcadas por este signo de la expansión del capital, la lucha por las materias primas y el dominio de los mercados; y no ha traído al mundo sino hambre, miseria, sangre y destrucción. La sociedad capitalista ha generado sus propios factores de destrucción, y ha creado las bases para que los pueblos enarbolen con más fuerza el ideal socialista.

En el Manifiesto Comunista, Marx y Engels demostraron que la propiedad privada sobre los medios de producción constituía una inagotable fuente de explotación que sólo podría ser superada a partir de una transformación radical de la sociedad en la que asomaran dos elementos claves: la propiedad social de los medios de producción, y la clase obrera en la conducción de un Estado de nuevo tipo.

AL decir de Rodney Arismendi, destacado comunista uruguayo y Secretario General del PCU en los años 70 del siglo pasado, “con Marx y Engels, el socialismo pasó de Utopía, a Ciencia”.

TENSIONES SOCIALES DE LA ÉPOCA
En ese lapso, sobre todo entre 1830 y 1871, arreciaron las luchas sociales en el viejo continente. La insurrección polaca de 1830, la insurrección de Sicilia del mismo año, las Revoluciones burguesas de 1830 y 1848, las acciones campesinas en Alemania, y las grandes luchas obreras en Inglaterra, Alemania, Francia y otros países.

La respuesta a estas acciones de combate de los trabajadores fue siempre la represión. Ese fue el signo de los Procesos de Colonia entre 1849 y 1852, mediante los cuales se buscó destruir y aniquilar a las organizaciones obreras en lucha. Estas, a su vez en 1864, coronaron sus esfuerzos unitarios y dieron nacimiento a la Asociación Internacional de los Trabajadores –la Primera Internacional, como se le conoce-

Esta organización, de inmenso valor histórico, sólo pudo ser quebrada, por el feroz y directo ataque de la clase dominante, y por la actividad corrosiva y disolvente del bakuninismo en acción, ofensiva que fue desplegada en la víspera de la Guerra Franco-Prusiana de 1870 y el surgimiento y caída de la Comuna de París. El primer gobierno de obreros y campesinos de la historia humana.

En todo este periodo Marx y Engels lucharon de manera resuelta y directa, afrontando inmensas penurias y dificultades. Fueron expulsados sucesivamente de Bélgica, Francia, y Alemania, debiendo radicarse en Londres, fuera del territorio continental europeo. Con ejemplar coraje, ambos mantuvieron muy en alto el ideal socialista, y no se arredraron ante ninguna batalla. Federico Engels, incluso, participó en acciones armadas en Alemania, luchando por los derechos de las poblaciones agrarias y urbanas.

Obras tan importantes como “La lucha de clases en Francia de 1841 a 1850”, “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”, o “Las guerras campesinas en Alemania” dieron sustento a la teoría revolucionaria de Marx, e insistieron en la idea de la Revolución Proletaria como única posibilidad de forjar de una sociedad nueva, más justa y más humana.

La burguesía en el Poder se valió de todos los recursos para quebrar la resistencia de los pueblos y acallar la voz creciente y vigorosa de los comunistas. En el extremo, recurrieron a las guerras de conquista, como lo harían más tarde, en el siglo XX. Ese fue el sentido de la Guerra Franco Prusiana de 1870 que, sin embargo tuvo la virtud de desenmascarar a la gran burguesía francesa que –mostrando su profundo odio de clase- prefirió capitular ante las camarillas guerreras germanas antes de entregar el Poder a los trabajadores franceses.

En contrapartida, Marx tuvo el merito histórico de descubrir en el Proletariado, la fuerza capaz de cambiar el rumbo de la sociedad de nuestro tiempo. Y ese descubrimiento, no fue el resultado de una especulación doctrinaria, sino la consecuencia natural de su análisis de la realidad concreta.

EL CAPITAL, LA OBRA CUMBRE DE MARX
El 1 de enero de 1866 Carlos Marx comenzó la redacción final de la que sería su obra monumental: “El Capital”. Fue a partir de esa fecha el proceso de consolidación teórica de materiales dispersos a partir de los cuales había desarrollado sus concepciones económicas fundamentales.

Ya desde 1851 Marx trabajaba en el tema que sin embargo, no podía continuar agobiado como estaba por la acumulación de tareas de todo orden, sumadas a las condiciones materiales más adversas para la actividad revolucionaria y hasta para la subsistencia. También para la producción de esta obra, la contribución de Federico Engels, seria excepcionalmente importante.

El Primer tomo de El Capital -el único que pudo ver impreso el propio Marx- recoge el estudio de termas cardinales: la mercancía, el dinero, la acumulación del capital, el papel del trabajo, la plusvalía y otros elementos esenciales orientados a desentrañar la naturaleza misma de la sociedad capitalista. El segundo y el tercer tomo fueron el resultado del abajo esforzado de Federico Engels quien recogió materiales preparados por Marx. y pudo desarrollar y sustentar su teoría.

Cuando estuvo en condiciones de dar a conocer el tomo 1 de El Capital, Carlos Marx no tuvo disimular su orgullo: “después de tantos, y tan largos dolores para parirla; le alegraba, naturalmente, poder lamer y pulir la criatura”.

Esa criatura -como El Manifiesto Comunista- ha pasado a la historia como una obra de excepcional importancia y trascendencia. Su lectura, no es fácil. No sólo requiere conocimientos especializados de economía, sino también una clara capacidad de abstracción y análisis. Pero ciertamente está escrita de manera sencilla, polémica e incluso irónica. Marx aprovecha sus elevados conocimientos, para burlarse de sus detractores con un muy fino humor.

Lo que debe subrayarse es que esta obra coincidió en el tiempo con los más importantes congresos de la I Internacional, cuando el hombre de Tréveris se enfrentaba duramente a sus críticos que -como Bakunin– lo acusaban de querer convertir a los obreros en “doctrinarios” porque pretendía que dominaran los temas de la cultura y el saber humano.

Como lo asegura José Moral, “El Capital» es una de las obras más conocidas en la historia del pensamiento moderno, y yo diría que además es una de las menos leídas. Es una de las obras sobre las que casi todo el mundo habla y de las que casi nadie ha leído. Si tuviésemos que hacer un porcentaje de la gente que ha leído «El Capital» , entre los economistas, los tratadistas y los propios intelectuales marxistas -obviamente sería imposible-, pero yo creo que no llegaríamos al 1 por 100.

MARX EN NUESTRO TIEMPO
En nuestro tiempo no solo las ideas básicas de Carlos Marx conservan plena vigencia, su también su obra completa y su vida entera. Y es que no se le ve como un teórico abstracto, ni como un pensador dedicado a filosofar en torno al futuro de la humanidad se le percibe como un combatiente de primera fila que entregó todo por la causa de los pueblos.

Intelectuales del nivel de Henri Barbusse o Antonio Gramsci; personalidades de valor de Alberto Einstein o Federico Joliot-Curie; líderes sociales de renombre, como José Carlos Mariáteui o Luis Carlos Prestes; y figuras de nuestro tiempo, tan valiosas como Fidel Castro Ruíz; vieron en Carlos Marx ni solo el estudioso de la realidad social, sino también mentor del pensamiento renovador de nuestra historia. Y siguieron con ahínco sus reflexiones y enseñanzas.

Nadie en su sano juicio podría suponer que la caída de la Unión Soviética, o la derrota del socialismo en los países de Europa del este, implica el fin de la teoría de Marx, ni el fracaso de sus previsiones o pronósticos. Bastaría leer sus escritos para comprobar que conservan vigencia plena y reflejan la mayor actualidad.

Lo escrito por Marx, pareciera referirse a los momentos que vive hoy la humanidad. Y es que se trata de un adelantado de nuestro tiempo, de alguien que viajó al futuro y retornó para contarnos lo que habría de suceder. Fue, sin duda, un verdadero sabio.

Es bueno recordar entonces algo de lo que dijera Federico Engels el 17 de marzo de 1883, con motivo de los funerales de este gran hombre de la historia: “El 14 de marzo, a las tres menos cuarto de la tarde, dejó de pensar el más grande pensador de nuestros días. Apenas le dejamos dos minutos solo, y cuando volvimos, le encontramos dormido suavemente en su sillón, pero para siempre. Es de todo punto imposible calcular lo que el proletariado militante de Europa y América y la ciencia histórica han perdido con este hombre. Harto pronto se dejará sentir el vacío que ha abierto la muerte de esta figura gigantesca.”

Por eso recordar su aporte a la vida humana al cumplirse los 200 años de su nacimiento, constituye un deber esencial, sobre todo para quienes se sienten, de una u otra manera, ligados a la lucha por la transformación de la sociedad.

Acabar con el hambre, la miseria, la explotación y la guerra; no sólo que constituye un deber de los revolucionarios de nuestro tiempo. También es una posibilidad real si se abre paso a una sociedad en la que impere la propiedad social sobre los grandes medios de producción, y el Poder sea detentado por los trabajadores de la ciudad y el campo.

Tomar en sus manos las riendas del Poder en cada país constituye el deber esencial de los pueblos. Solo así, será posible construir un mundo mejor.

Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de; Nuestra Bandera.

(1)Dentro de la filosofía de la religión, el problema del mal como el problema de reconciliar la existencia del sufrimiento y una deidad omnisciente, omnipresente, omnipotente y omnibenevolente, ha quedado planteado patentemente en una cita atribuida a Epicuro:

¿Es que Dios quiere prevenir la maldad, pero no es capaz? Entonces no es omnipotente. ¿Es capaz, pero no desea hacerlo? Entonces es malévolo. ¿Es capaz y desea hacerlo? ¿De donde surge entonces la maldad? ¿Es que no es capaz ni desea hacerlo? ¿Entonces por qué llamarlo Dios?
Paradoja de Epicuro