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martes, 23 de enero de 2024

Los átomos y la alegría de vivir.

Para Epicuro, el cuerpo y el alma se extinguen al morir, esparciéndose en el vacío los átomos que agrupados los formaban, de modo que no hay nada más allá de la muerte salvo la reagrupación de los átomos.

Epicuro
Retrato de Demócrito obra de Johannes Moreelse, 1630, conservado en el Museo Central de Utrecht.
Muchos grandes pintores recrean la imagen de Demócrito riendo, sin embargo, fue Epicuro el primero que relacionó los átomos con la alegría de vivir. La historia de esta extraña concordancia, tan sorprendente este tórrido verano cuyo colofón ha sido la tremenda película sobre Oppenheimer, seguramente la inició Zenón de Elea al poner de manifiesto que ni el espacio ni el tiempo podían dividirse infinitamente. El atlético héroe Aquiles jamás alcanzaría a la parsimoniosa tortuga.

Primero Leucipo y luego Demócrito concluyeron que con la materia debería suceder lo mismo, y lo mínimo en que se podía dividir se denominaría átomo. Y, lógicamente, tiene que haber un vacío en el que se muevan esos átomos. El tiempo permite que estos generen paso a paso o, mejor, golpe a golpe entre ellos, todo lo que llamamos mundo. Estamos entre 400 y 500 años antes de Cristo.

Un siglo más tarde, Epicuro estableció una relación pasmosa: los átomos permitían alcanzar la ansiada alegría de vivir. Al morir, el cuerpo y el alma se extinguen esparciéndose en el vacío los átomos que agrupados los formaban; no hay nada más allá de la muerte salvo la reagrupación de los átomos dando lugar a nuevas cosas en danza perpetua de la naturaleza. Mucho menos hay premios o castigos. Conclusión: no hay que temer a la muerte sino al dolor y, por lo tanto, a vivir que son dos días, dicho todo esto en unas 42 obras escritas de mayor o menor extensión. Al parecer, porque se perdieron casi todas. Hasta que llegó Tito Lucrecio Caro un par de siglos después con su grandioso poema de 7.400 versos: De rerum natura, aunque también se perdió (lo perdieron), pudo llegar íntegro a nosotros.

Poggio halló ‘De rerum natura’, lo copió y lo tradujo apropiadamente. La imprenta hizo el resto y la ciencia renació El físico matemático italiano Lucio Russo publicó en 1996 La revolución olvidada, cómo la ciencia nació en 300 a. C. y por qué tuvo que renacer. Demuestra, con todo rigor científico, que la ciencia griega y la tecnología romana del siglo V estaban preparadas para dar lugar a la ciencia moderna incluidos el uso del vapor y la electricidad. El historiador estadounidense Stephen Greenblatt ganó el Premio Pulitzer en 2011 con The Swerve (en español se tradujo como El giro) sosteniendo que lo que hizo renacer la ciencia 1.000 años después de que se extinguiera fue la recuperación del poema de Lucrecio.

Tras la caída de Constantinopla, al esparcirse por Europa, los monjes romanos más ilustrados vieron horrorizados que el latín de las copias de los textos clásicos era un desastre. Se desató una noble cacería de obras ilustres y uno de los más afortunados ojeadores fue Gianfrancesco Poggio. Encontró De rerum natura, lo copió y tradujo apropiadamente. La imprenta de Gutenberg hizo el resto, es decir, que llegara a sabios inquietos como Bruno, Galileo, Copérnico, Kepler, seguidos por muchos más. Y la ciencia renació.

El paréntesis de 1.000 años se debió a que las mentes más brillantes de Europa se dedicaron a poner en pie la religión única y verdadera, oficializada por las monarquías, pero de fundamentos poco razonables: Dios era uno y a la vez tres; el más cercano a nosotros nació de una Virgen; su sacrificio para salvarnos se conmemoraba con la extraña transustanciación; el sufrimiento era inevitable e incluso loable en el valle de lágrimas que es la vida, ya vendría la recompensa, si se daba el caso, después de la muerte; y cosas así.

La formidable teología que construyeron era opuesta de raíz a lo que se desprendía de De rerum natura: el universo no tiene creador y todo es resultado de los movimientos y agrupaciones de los átomos que suceden al azar sin causa (aunque pueda sorprender, Lucrecio no era ateo, pues el poema empieza invocando a Venus); el universo no se generó para los humanos y por eso no son únicos; las sociedades humanas y las especies animales no empezaron siendo tranquilas y felices, sino que hubieron de entablar batallas por la supervivencia; el alma muere, no hay vida más allá de la muerte; todas las religiones son supersticiones organizadas e inevitablemente crueles; no hay ángeles, demonios y fantasmas; entender la naturaleza de las cosas genera profundo asombro y bienestar; el mayor objetivo de la vida humana es aumentar el placer y disminuir el dolor; los deseos inalcanzables y el miedo a la muerte son los principales obstáculos para alcanzar la felicidad, pero pueden superarse ejercitando la razón. 

Sería interminable describir, ni siquiera enumerar, los desarrollos científicos y tecnológicos desprendidos del conocimiento de los átomos y sus núcleos, desde la medicina hasta las comunicaciones. Incluso la paz global alcanzada (hasta ahora la más prolongada) es gracias a la disuasión nuclear. Pero permítaseme antes del posible vilipendio, recordar un pasaje entrañable en mi vida.

Hace años, cuando mi padre, según sus palabras, estaba listo, me pidió que hiciera lo necesario para que lo incineraran. No quería convertirse en un pingajo. Averigüé que el cementerio de Sevilla tenía lo apropiado para ello. Su reacción cuando se lo dije no se me olvidará jamás: sonrió ampliamente. Ni él ni yo habíamos leído a Lucrecio.

Manuel Lozano Leyva es catedrático emérito de Física Atómica y Nuclear de la Universidad de Sevilla. Es autor de ‘Urania y Erató. Un divertimento sobre la relación entre la ciencia y la poesía’ (Renacimiento, 2022).

lunes, 6 de noviembre de 2023

‘Alhaquín’ y ataraxia, el gusto por las palabras raras.

Aunque carezco de tragaderas para admitir que la realidad sea una invención del lenguaje, sigo convencido del poder de los vocablos para atar y desatar hilos en conciencias ajenas.

Pedro Álvarez de Miranda, de la RAE, tuvo la gentileza de enviarme un opúsculo suyo dedicado al vocablo de origen árabe alhaquín, que, como sabía Azorín, quien lo halló en las catacumbas del diccionario, y saben pocos más, equivale a tejedor. Alhaquín es voz muerta y enterrada, un viejo esqueleto léxico de imposible resurrección, por más que Azorín exhibiese la reliquia en diversos textos. Uno, que procede de un espacio geográfico y social reacio a las galas de la lengua, no se reprimió de salpimentar sus escritos de juventud con palabras y modismos inusuales, lo uno por afán lúdico de no dejar tecla sin pulsar, lo otro por lo que ahora entiendo que no era sino un complejo lingüístico de inferioridad. Hace veintitantos años, José María Merino me diagnosticó cariñosa y justamente “prurito de vasco” en una recensión benévola de mi primera novela. Sucede que uno, amasado educativamente en las artesas escolares de su época, había leído con atenta fascinación a Góngora, eso es todo. Y aunque carezco de tragaderas para admitir que la realidad sea una invención del lenguaje, sigo convencido del poder que tienen las palabras para atar y desatar hilos en conciencias ajenas.

Ramiro Pinilla, de quien no poco aprendí, detestaba el estilo basado en la profusión de tropos y en las palabras llamativas. Le parecía falso, artificial, tramposo. Postulaba con rotunda obstinación una manera llana (transparente, decía él) de expresarse por escrito, sin el obstáculo interpuesto del ornato. Y como él mismo hubiese incurrido en el vicio de la literatura en su novela Seno, de la que renegaba, no la quiso nunca reeditar. Mi escepticismo y yo hemos llegado a un punto en que nos dan igual las obsesiones, preferencias y certidumbres con tal que incentiven la creatividad; pero coincidimos plenamente con Mario Muchnik en adoptar como norma obligatoria de la escritura la precisión. 

 Se denomina ataraxia (del griego ἀταραξία, «ausencia de turbación»)1​ a la disposición del ánimo propuesta por Demócrito y desarrollada por los epicúreos, estoicos y escépticos, gracias a la cual una persona, mediante la disminución de la intensidad de pasiones y deseos que puedan alterar el equilibrio mental y corporal, y la fortaleza frente a la adversidad, alcanza dicho equilibrio y finalmente la felicidad, que es el fin de estas tres corrientes filosóficas. La ataraxia es, por tanto, tranquilidad, serenidad e imperturbabilidad en relación con el alma, la razón y los sentimientos. Bajo ese mismo concepto vemos que Epicuro hablaba de la aponía como la ausencia de dolor y que por tanto lograr una parte de la felicidad implicaba evitar el dolor y mantener la tranquilidad.

sábado, 30 de septiembre de 2023

Mirando de frente a la paradoja de Epicuro

Fuentes: Rebelión 

El examen de la imagen nos permite el acceso al reconocimiento simultáneo de una especie de “mapa” o “callejero”, a vista de pájaro, de las distintas opciones de conclusiones que brinda el análisis de la susodicha paradoja de Epicuro.

Esa suerte de “instantánea”, le permitirán al lector hacerse una idea global de la cuestión, por lo que su examen previo resultará muy recomendable para los lectores.

De la mencionada paradoja, nos ocupábamos en su día, en sus respectivos momentos, cuando publicamos una serie de trabajos, en los que, aunque no lo reconociéramos explícitamente, así vino, efectivamente, a suceder.

Descripción verbal: Paradoja de Epicuro. “Dios, dice, desea eliminar los males y no puede; o Él es capaz, y no está dispuesto; o Él no está dispuesto ni es capaz, o Él está dispuesto y es capaz”.

Esta paradoja también se conoce como el problema del mal, o el problema de la existencia del mal.

Fue así, en el caso, por ejemplo, de nuestro previo trabajo: Francisco Báez Baquet. La tragedia ‘divina’ de la heterotrofia, la depredación y la pirámide alimentaria «MUNDO OBRERO», 7/09/2021, https://www.mundoobrero.es/pl.php?id=11851 y: «REBELIÓN»,21/09/2021, 

https://rebelion.org/la-tragedia-divina-de-la eterotrofia-la-depredacion-y-la-piramide-alimentaria/

Sin embargo, en ello no ha existido siempre un reconocimiento explícito, y en virtud de tal omisión, a día de hoy todavía subsisten reflexiones que cabe seguir presentándolas aquí como si fuesen novedosas, y que a primera vista parecieran no tener nada que ver, aunque realmente eso no sea así: el canibalismo entre animales irracionales (caso de la hembra de la Mantis religiosa), o el de la antropofagia, entre los seres humanos, animales racionales, por extraño que ello nos pueda parecer.

En todos esos casos, en efecto, se trata de una extensión del concepto de heterotrofia, abarcando en ello a territorios conceptuales que resultan aparentemente poco o nada conexos.

Diremos, asimismo, respecto de la violencia machista, que es, y ha sido, una auténtica lacra comportamental, que afecta a las más diversas naciones, y que probablemente arrastra, para toda la Humanidad, desde la más añeja Prehistoria.

Otros trabajos nuestros, previamente ya publicados, guardan relación, igualmente, con el contenido de la paradoja epicúrea. Se trata de nuestros artículos:

Francisco Báez Baquet. os monstruos de Dios. Rebelión», 23/04/2021. https://rebelion.org/los-monstruos-de-dios/

Francisco Báez Baquet. El alma de los perros. Edición digital de «MUNDO OBRERO», 25/09/2021. https://www.mundoobrero.es/pl.php?id=11898

Respecto del contenido de este último trabajo, tenemos que confesar que inadvertidamente en su momento no tuvimos en cuenta el hecho de que no todas las razas perrunas evidencian la misma predisposición juguetona de la que hacían gala los protagonistas de nuestro susodicho relato, pues, concretamente, las llamadas, con razón, razas agresivas, no resultan aptas para ello.

La calificación como tales, implica, para sus respectivos dueños, obligaciones legales, concretas y específicas.

Las llamadas razas agresivas, son razas clasificadas como formadas por perros potencialmente peligrosos, con arreglo a la vigente legislación española:

– Pit Bull Terrier
– Staffordshire Bull Terrier
– American Staffordshire Terrier
– American Staffordshire Terrier
– Rottweiler
– Dogo Argentino
– Fila Brasileiro
– Tosa Inu
– Akita Inu
– Dobermann
– Bull mactiff
– Dogo de Burdeos
– Mastín napolitano
– Presa canario
– Dogo del Tibet
– Presa mallorquín, o “ca de bou”
– Bull terrier
– American Bully
– Akita Americano
– Bandogg-American, Bandogg Mastiff

La agresividad de todas estas razas, difícilmente resulta compatible con la actitud habitualmente juguetona y festiva, a la que aludíamos antes, y de la que hacían gala los protagonistas de nuestra descripción incluida en el susodicho trabajo nuestro, sobre “el alma de los perros”.

Por lo que respecta al contenido de nuestro trabajo titulado “Los monstruos de Dios”, resulta fácil identificar, haciendo uso del “mapa” descriptivo de la paradoja de Epicuro, que fue objeto de cita en el presente texto, señalando el punto exacto del susodicho “mapa”, en el que queda representada la correspondiente salida de conclusión, de la epicúrea paradoja.

Se trata, en todos los casos, de seres vivos, incluidos los racionales, sin perspectiva alguna de supervivencia, en unas condiciones mínimas de viabilidad vital, en un plazo más o menos breve.

Es el caso, como ya dijimos en su momento, en uno de nuestros trabajos ya publicados, de los llamados gemelos siameses, con participación unificada de vitales órganos.

El problema de coherencia lógica y de coexistencia respecto de un supuesto Dios, infinitamente bondadoso e infinitamente omnisciente y poderoso, se exacerba en el caso de la toma en consideración de los casos de los llamados asesinos en serie.

Entre las motivaciones de un asesino en serie, frecuentemente se encontrará el propósito de encubrir una violación previa, ya sea de una mujer, ya sea la de un niño, cuando se trata de un caso de pederastia.

Una siniestra aritmética, nos remite a los casos, de verdaderos records, habidos en diversos entornos sociales y geográficos, como han sido los casos de:

-Harold Shipman, apodado “Doctor Muerte”, con 218 víctimas confirmadas.

-Luis Alfredo Garavito, apodado “La Bestia”, con 193 víctimas confirmadas.

-Gilles de Rais, apodado “Barba Azul”, con 140 víctimas confirmadas.

-Thug Behram, apodado “El estrangulador mayor”, con 125 víctimas confirmadas, y con931 de ellas, estimadas como probables.

-Pedro Alonso López, apodado “El monstruo de los Andes”, con 110 víctimas confirmadas.

-Niels Högel, apodado “El enfermero de la muerte”, con 85 víctimas confirmadas.

-Mijail Popkov, apodado “El hombre lobo de Siberia”, con 78 víctimas confirmadas.

-Daniel Camargo, apodado “El sádico del charquito”, con 72 víctimas confirmadas.

-Pedro Rodrigues Filho, apodado “Pedrinho Matador”, con 71 víctimas confirmadas.

-Diogo Alves, apodado “El asesino del acueducto”, con 70 víctimas confirmadas.

-Yang Xinhai, apodado “El monstruo asesino”, con 67 víctimas confirmadas.

-Abul Djabar, apodado “El asesino del turbante”, con 65 víctimas confirmadas, y más de300, estimadas como altamente probables, etc.

Sin embargo, quienes ostentan tales elevadas cifras de asesinatos, no resultan ser representativos del fenómeno, por la sencilla razón de que son muchos más los casos en los que tales cantidades de víctimas resultan ser mucho menores, como ocurrió en el caso de los nueve asesinados de Puerto Hurraco, en el que, además, ello se corresponde a una media de 4’5 cadáveres, al ser dos los ejecutores.

A propósito de los asesinos en serie, no se trata de saber meramente, de si hay, o no, responsabilidad moral, o si se trata de simple locura, sino de evaluar también, si, allí donde existe, la imposición de la pena de muerte, como castigo, ha de servir para algo, y de tener, en consecuencia, alguna suerte de justificación o de lógica, en la aplicación de la misma, añadiendo un muerto más, a los previos ya habidos.

De un verdugo, cabe decir, que se trata de un asesino en serie, de promoción voluntaria, de permanencia en el cargo, que al menos parcialmente también depende de su propia voluntad, que viene a incrementar el número de los sicarios existentes, que percibe sus emolumentos, por realizar cotidianamente su siniestra tarea, y cobrando por ello, a cargo del Estado.

Abordemos la cuestión de los atentados terroristas, en los que, en simultaneidad, se inmolan elevadas cifras de vidas humanas, sin más criterio que la identificación como enemigos o adversarios ideológicos, a determinados grupos de seres humanos, y a veces, ni siquiera eso, es decir, sin ni siquiera ningún criterio de selección, a la hora de decidir a aquellos a los que se les provoca su muerte instantánea e inmediata.

Con ser, todo lo antedicho, de indudable oportunidad de ser aquí citado, no obstante, es la guerra, como actividad humana detestable, la que sin duda ha de merecer más nuestro repudio, no sólo en calidad de los distintos pueblos, que, a lo largo de la Historia, y desde tiempo inmemorial, la han practicado, sino que también a título individual, y como ejecutores directos.

Con ese preciso enfoque, indudablemente son los creadores de la bomba atómica, y sus lanzadores sobre importantes poblaciones, quienes, hasta el presente, sin duda ostentan la cifra más alta de mortalidad deliberadamente provocada, y estimada entre 105 000 y 120 000 personas, que murieron, y otras 130 000, que, además, resultaron muy gravemente heridas.

La cuantificación no es la única herramienta que haya de permitirnos apreciar el respectivo grado de crueldad.

En el caso de los llamados “empalados”, el “empalamiento” fue una práctica llevada a cabo por el príncipe Vlad III de Valaquia, en la Rumanía del siglo XV, y conocido como “Vlad el empalador”, y que consistía en un método de ejecución, donde la víctima es atravesada por una estaca puntiaguda, sea por un costado, por el recto, por la vagina, por la boca, o por cualquier otra parte del cuerpo.

El Código de Hammurabi, de alrededor del año 1780 a. C., ya prescribía el empalamiento, como castigo.

El Imperio Neoasirio (932-612 a. C.), practicaba el empalamiento de los enemigos vencidos.

Su único merecimiento en ello, era haber sido derrotados en el combate.

La máxima crueldad se aplicaba, cuando, deliberadamente, en la trayectoria de la puntiaguda estaca del empalamiento, se evitaba interesar ningún órgano vital central (corazón, cerebro), para así poder prolongar la agonía del reo, y su consiguiente sufrimiento.

No bastaba con empalar. Había, además, que prolongar al máximo ese intensísimo dolor.

Por todo ello, yo me pregunto: ¿Es todo eso compatible con la simultánea existencia de un Dios omnisciente, omnipotente, e infinitamente bondadoso?…

Permítasenos poder ahorrarnos aquí, por todo lo dicho, nuestra más que previsible respuesta.

Rebelión ha publicado este artículo con el permiso del autor mediante una licencia de Creative Commons, respetando su libertad para publicarlo en otras fuentes.

domingo, 3 de junio de 2018

Entrevista a John Bellamy Foster. El fantasma del marxismo

Gordan Stošević e Ivan Popović

Il grido del popolo

Traducido por Héctor R. López

John Bellamy Foster es profesor de sociología en la Universidad de Oregón y editor de Monthly Review, su trabajo aborda temas de economía política del capitalismo, crisis económica, crisis ecológica y teoría marxista.

¿La ideología marxista es relevante hoy? ¿O es que solo tenemos "restos" de ella aplicada en los grupos parlamentarios quienes se apegan a la casa socialdemócrata dominante y básicamente tienen los mismos programas que los partidos de derecha?

No hay duda de que la crítica teórica marxista del capitalismo es más relevante hoy más que nunca y ejerce una influencia enorme y creciente en muchas partes del mundo, una señal de la profunda crisis del sistema, y del aumento de la disidencia. Sin embargo, cómo transformar esto a la práctica es inevitablemente más difícil y varia de un lugar a otro. La política electoral en Norte América y Europa en el presente es principalmente el domino de los partidos capitalistas. Los socialdemócratas se han convertido en liberales sociales con solo una distinción entre ellos y el centro derecha. Esto no es un reflejo de las fuerzas sociales en el terreno, tanto como las restricciones impuestas por el capital a toda la sociedad en la era neoliberal en un contexto de crisis económica, y debido a la reivindicación thatcherista de que ya no había un alternativa al sistema actual. Todo esto formaba parte de la narrativa del "fin de la historia": la noción de que el liberalismo/capitalismo era el único camino que le quedaba al futuro tras la desaparición de sociedades de tipo soviéticas. En esta atmosfera, el capital, que estaba enfrentado su propia crisis de acumulación, ha intentado llevar a cado lo que Gramsci llamó una "revolución pasiva" utilizando su posición hegemónica para cambiar las reglas permanentemente a su favor.

Esto solo condujo, sin embargo, al deterioro de las condiciones generales, reflejadas en estancamiento económico y la financiarización, el incremento de la desigualdad, la crisis ecológica planetaria, la propagación de la guerra, y los peligros generales para la humanidad, todo esto combinado para hacer una farsa de la noción del progreso capitalista. En todas partes, las personas están luchando con estrategias de salida diseñadas para hacer frente a un conjunto cada vez mayor de crisis sociales y ecológicas, y cada vez se considera que estos problemas requieren de una salida del actual sistema de acumulación. El Estado neoliberal está ahora en crisis, requiriendo que los bloques de poder dominante en casi todos los países recurran a los bloques de poder neofascistas como una vía para asegurar el control de la sociedad, es decir, el uso de poder crudo, y las alianzas entre los ricos y una nueva clase media reaccionaria o la pequeña burguesía.

En estas circunstancias los movimientos y las estrategias pueden diferir ampliamente entre países. En Europa Occidental, los Estados Unidos y Japón, es decir, la triada, las luchas radicales más importantes son generalmente extraparlamentarias en la actualidad, aunque el Partido Laborista bajo Corbyn en el Reino Unido representa una lucha parlamentaria crucial, ya que por primera vez la dirección del Partido Laborista está tomando una postura decididamente antiimperialista. En los movimientos del Sur Global que pueden ser vistos como revolucionarios y como auténticos movimientos por el socialismo, se encuentran operando en una gran variedad de esferas. Como ha sido cierto durante más de un siglo, las principales revoluciones han sido encontrada en la periferia y la semi periferia del sistema capitalista. La velocidad con que las crisis económicas y ecológicas de capitalismo se están desarrollando, el debilitamiento del Estado democrático liberal en casi todas partes, y la propagación de la guerra y reacción, hacen que el futuro de la humanidad dependa más que nunca del renacimiento del movimiento por el socialismo y de la creación de una Nueva Internacional, a diferencia de las Internacionales de antaño (aunque cercanamente parecida a la Primera Internacional).

Uno de tus libros se titula La teoría del capitalismo monopolista. ¿Puede darnos una idea del argumento principal? ¿De qué se trata?

La teoría del capitalismo monopolista se enfoca en el análisis de Paul A. Baran y Paul M. Sweezy "El capital monopolista" que fue el desarrollo más influyente de la crítica político-económica marxista y de la teoría de la crisis que surgió en los Estados Unidos. Baran nació en la Ucrania en la Rusia zarista y estudió en la Unión Soviética y Alemania, donde estaba afiliado al Instituto de Investigaciones Sociales de Frankfurt, mientras escribía para el Die Gesellschaft de Hilferding y recibió su doctorado en economía. Después de que Hitler llegó al poder huyó a Polonia donde trabajó para el negocio de la madera de su familia. Pronto se convirtió en el representante de la industria maderera polaca en Londres, y después se fue a Estados Unidos a estudiar economía en Harvard. En la guerra trabajó para la Strategic Bombing Survey a cargo del economista John Kenneth Galbraith. Después de la guerra, tomó un cargo en la Federal Reserve Board y luego fue contratado como profesor de economía en Stanford. Su libro más famoso antes del "Capital Monopolista", fue The Political Economy of Growth (1957), que fue una obra fundamental en la teoría marxista de la dependencia.

Sweezy era hijo del vicepresidente de uno de los bancos de J. P. Morgan, y fue producto de una educación de elite en Exeter y en Harvard. Se sintió atraído por el marxismo durante un año en la London School of Economics y regresó a Harvard donde era un colega más joven del economista conservador Joseph Schumpeter, con quien desarrolló un amista cercana a pesar de sus puntos de vista políticamente opuestos. Sweezy escribió The Theory of Capitalist Development: Principles of Political Economy (1942), que a menudo todavía se considera el trabajo más importante sobre los principios económicos marxistas. Durante la guerra trabajó para la Office of Strategic Services. Después de la guerra renunció a su puesto en Harvard y se convirtió en el editor fundador junto con el periodista e historiador laboral marxista Leo Huberman de Monthly Review, subtitulado An Independent Socialist Magazine, para el cual Albert Einstein escribió su Why Socialism? en el primer número. Sweezy fue blanco de la cacería de brujas anticomunista de McCarthy y se negó a mencionar nombres ni a entregar notas de una conferencia dictada en la Universidad de New Hampshire. Fue acusado de desacato al tribunal y su caso fue a la Corte Suprema de los Estados Unidos, que decidió a su favor, en uno de los casos que llevaron al macarthismo a su fin. La revolución cubana fue fundamental para Baran y Sweezy, y Monthly Review adquirió una identidad primaria como defensor de las revoluciones en lo que entonces se llamaba el Tercer Mundo.

El Capital Monopolista fue un esfuerzo por actualizar la economía política marxista mediante el desarrollo de una teoría de la acumulación en la fase monopolista del capitalismo, dominado por grandes empresas. El análisis se basó en el Capital de Marx, pero se enfocó en las modificaciones en la naturaleza del sistema asociado con la fase monopolista. Económicamente, el análisis estaba extensivamente arraigado en el trabajo del economista polaco Michat Kalecki en sus trabajos como Theory of Economic Dynamics (1962) y en el marxista austriaco Josef Steindl, Maturity and Stagnation in American Capitalism (1952). Pero Baran y Sweezy extrajeron muchas más amplias conclusiones, extendiendo su análisis al Estado y a la sociedad como un todo, enfocándose en el problema de la absorción del excedente económico, lo que les permitió criticar fenómenos como la creciente labor de ventas, la automovilización, el militarismo, el imperialismo y el aumento irracionalidad de un sistema que depende cada vez más de desperdicio económico. El Capital Monopolista argumentó directamente que el estado normal del capital monopolista era el estancamiento secular. Su análisis fue la crítica radical más influyente al capitalismo emergente en 1960 y fue la base principal para el desarrollo de la economía política radical en los Estados Unidos hasta mediados de la década de 1970.

A finales de 1970, sin embargo, hubo un retorno general al movimiento de Marx en el marxismo occidental, que fue enormemente creativo en muchos aspectos, pero que condujo a un rechazo por parte de la izquierda de la idea del Estado monopolista y al retorno a más interpretaciones fundamentalistas de Marx y el marxismo. En el punto de vista fundamentalista, la crítica de Marx al capitalismo era vista como suficiente para el análisis del presente, es decir, tales nociones, como la prevalencia del capitalismo libremente competitivo (incluso respecto a la competencia de precios) y de la importancia inmediata y directa de la tendencia decreciente de Marx de la tasa de ganancia, resucitaron. Incluso, la concentración y centralización del capitalismo, el crecimiento oligopólico, y el incremento de las corporaciones multinacionales fueron minimizados. La economía política marxista de este modo retrocedió en muchos aspectos y se dirigieron una serie de críticas al análisis de Baran y Sweezy, como la afirmación de que habían negado la teoría marxista del valor, y la acusación aún más irracional de que su análisis era de carácter reformista. Mi libro The Theory of Monopoly Capitalism, que apareció en el vigésimo aniversario del Capital Monopolista fue diseñado para responder a estas críticas, mostrar como la teoría se había desarrollado fuera de la propia crítica de Marx, y explorar las contradicciones de la acumulación bajo el capitalismo monopolista. Una reciente edición de mi libro fue publicada en 2014 dando cuenta del debate que surgió en los años intermedios.

Aunque la mayoría de la economía política marxista se refugió de finales de los años setenta hasta la década inicial de este siglo en una escolástica vacía, Sweezy, trabajando con su coeditor posterior, el economista Harry Magdoff, seguido de otros asociados con Monthly Review, desarrolló un poderoso análisis en este período de la relación del estancamiento con la explosión financiera, viendo la financiarización como la principal respuesta al estancamiento económico. También continuaron examinando el crecimiento del capital monopolista en el escenario mundial en forma de corporaciones multinacionales. Este análisis de la monopolización, el estancamiento y la financiarización resultó ser el conjunto más poderoso de ideas sobre el desarrollo contemporáneo de la acumulación y la crisis. El representante más importante de esta línea de pensamiento hoy, que reúne todos sus aspectos, incluida la lucha contra el imperialismo, es Samir Amin, quien recientemente publicó Modern Imperialism, Monopoly Finance Capital y Marx's Law of Value. La teoría del capital monopólico (ahora actualizada como el análisis del capital de monopolio financiero) también ha cobrado un ímpetu adicional en los últimos años mediante el lanzamiento de algunos manuscritos inéditos de Baran y Sweezy asociados al Capital Monopolista (estos desarrollos se discuten en la nueva edición de libro). La importancia perdurable de toda esta tradición radica en lo que Sweezy llamó (en el título de uno de sus libros) "el presente como historia", es decir, la teoría marxista debe extenderse para abordar los cambios dentro del capitalismo mismo.

¿El marxismo tiene un futuro en la política real?
Sí, si realmente estamos hablando de política real, y no del tipo de política organizada -un mero cambio de sillas entre la elite del poder- que sustituye a la política actual. El materialismo histórico sigue siendo la base real de todas las políticas críticas y revolucionarias que desafían al capitalismo en todos los sectores del globo. En este sentido, el fantasma del marxismo aún persigue al capitalismo, un hecho claramente evidente en los incesantes ataques a la izquierda que emanan de la ideología recibida, que hoy tiene poco más que una ideología de miedo para ofrecer en respuesta. El impacto actual de la filosofía de la praxis es obviamente bastante diferente en diferentes partes del mundo. Sin embargo, la crisis global del dominio capitalista es tal que disuelve muchas de estas diferencias. El ritmo del cambio histórico está aumentando hoy como en cada época de transición. El movimiento de hoy hacia el socialismo muestra señales tanto de la fragmentación de la clase trabajadora como de las mayores fortalezas que hoy se logran mediante la lucha co-revolucionaria que apunta a reunir esos diversos intereses. Lo que estamos viendo de muchas maneras es un movimiento más crítico, más revolucionario en su alcance e inclusión de sus objetivos, dirigido a la creación de la igualdad sustantiva. Lo que es más extraordinario en los movimientos marxistas hoy en día, particularmente en América Latina, es su amplitud y creatividad, la incorporación de nuevas lenguas vernáculas y luchas más amplias. Un aspecto crucial de esto es un proceso de autocrítica, aprender del pasado. La verdadera política de hoy es la política revolucionaria; como dice Samir Amin, es "audaz" en sus objetivos.

¿Cuál es el futuro del capitalismo?

El capitalismo, como argumentó el difunto István Mészáros, hace mucho tiempo que pasó su fase ascendente y ahora está en su fase descendente. Al mismo tiempo, su poder de destrucción es incomparable. Hace poco estuve mirando un libro, titulado The Future of Capitalism, escrito hace unas décadas por Lester Thurow, un famoso economista liberal de izquierda progresista en los Estados Unidos. Thurow no era radical, pero era lo suficientemente crítico como para sacar a relucir algunas de las contradicciones del capitalismo, y para una figura del establishment, a veces podía ser absolutamente devastador. En su penúltimo capítulo, escribió con respecto a la relación estructural del capitalismo con el medio ambiente que socava sistemáticamente el futuro. "Cada generación toma buenas decisiones capitalistas, pero el efecto neto es el suicidio social colectivo". En el capitalismo, sugirió, prevalece la anarquía: "¿Quién está al mando del sistema social? Dado que el capitalismo cree que no hay un sistema social, su respuesta es nadie. "La único área donde el capitalismo estaba en mejores condiciones para planificar, argumentó Thurow, estaba en relación con los militares y las formas de represión. Concluyó el libro diciendo que bajo el capitalismo, el peligro era el "estancamiento", incluido el estancamiento de la inversión. "Los problemas intrínsecos del capitalismo visible en su nacimiento (inestabilidad, creciente desigualdad, un proletariado lumpen) todavía están allí esperando ser resueltos".

Por supuesto, Thurow, que fue un gran impulsor de la tecnología, vio la organización de la tecnología como la respuesta a los problemas sociales, en lugar de hacer cambios fundamentales en las relaciones sociales. Estaba lejos de ser un pensador o actor revolucionario. Pero es notable cuán consciente han sido sus principales contradicciones de los impulsores levemente críticos del sistema. Esto fue en la gran era del triunfalismo capitalista que siguió a la disolución de arriba hacia abajo del sistema soviético. Hoy todos conocen las crisis cada vez más profundas de la economía, el crecimiento de la desigualdad en todos los niveles del sistema, el impulso renovado hacia el imperialismo y la guerra, y las amenazas de exterminio de las armas nucleares y un tren desbocado acelerando hacia el fin del medio ambiente. La estructura urbana global se ha convertido en lo que Mike Davis llamó "un planeta de barrios marginales". Las perspectivas futuras para las nuevas generaciones bajo el capitalismo, teniendo en cuenta todo lo anterior, nunca han sido peores. La pregunta es: ¿puede la humanidad trascender este sistema para crear un mundo colectivo y sostenible? No es una cuestión académica, sino de supervivencia.

¿Cuánto más las personas pueden aceptar la brecha entre las clases pobres y las ricas, qué necesita suceder para que podamos ver un cambio?

Lo que las personas pueden aceptar "es siempre una pregunta". Tiene que ver con una gran cantidad de cuestiones más allá de las condiciones materiales tales como, lo relacionado con las formas de control social y hegemonía, la organización en la base, la fusión de fuerzas, la fragmentación o la unidad en los movimientos, la audacia de la respuesta, las fuerzas globales así como nacionales y locales, el espíritu de los tiempos, las revoluciones culturales. No hay una respuesta general. Como Marx dijo "la tradiciones de todas las generaciones muertas pesa como un pesadilla en los cerebros de los vivos". Para la burguesía la pesadilla es la esperanza revolucionaria, las tradiciones, y la creatividad encarnada sobre todo en el marxismo y el socialismo en general. Para los oprimidos la pesadilla consiste en las grandes derrotas que siguen a las victorias del pasado. El cambio revolucionario ocurre cuando la pesadilla de la actual represión excede a la pesadilla revolucionaria del pasado y se vuelve insoportable, y en efecto, cuando el pasado revolucionario se convierte en una fuente de esperanza renovada en la era de la lucha renaciente.

"Las revoluciones proletarias, como aquellas del siglo XIX -escribió Marx en un periodo de derrota- se critican constantemente a sí mismas, se interrumpen continuamente en su propia marcha, vuelven sobre lo que parecía terminado, para comenzarlo de nuevo, se burlan concienzuda y cruelmente de las indecisiones, de los lados flojos y de la mezquindad de sus primeros intentos, parece que sólo derriban a su adversario para que éste saque de la tierra nuevas fuerzas y vuelva a levantarse más gigantesco frente a ellas, retroceden constantemente aterradas ante la vaga enormidad de sus propios fines, hasta que se crea una situación que no permite volverse atrás y las circunstancias mismas gritan: Hic Rhodus, hic salta! / ¡Aquí está la rosa, baila aquí!" Pienso que esta misma lógica está desarrollando hoy, pero en un lapso de tiempo más largo y en una escala global infinitamente mayor.

¿Se "estudia" más el marxismo en Wall Street que en la centro-izquierda? Por favor explique

Es una pregunta divertida. Sí, pienso que Marx se estudia mucho hoy en todo Wall Street, al menos entre los intelectos de gran alcance. Hay un molde pragmático en la mayoría de los negocios, donde es entendido que una visión realista y crítica de la economía capitalista como la ofreció Marx, es bastante útil, mientras que la economía neoclásica es principalmente ideológica. Escribí un artículo recientemente para Jacobin sobre Marx como el economista del siglo XXI. Volví a un famoso artículo de James Cassidy escrito para el New Yorker en 1997. Cassidy estaba hablando con un amigo suyo, un economista educado en Oxford y un importante banquero de inversiones, quien dijo que Marx fue el economista más importante para comprender las tendencias contemporáneas. Cassidy hizo un programa intensivo en el estudiar a Marx y declaró que Marx era el "próximo economista" para el siglo XXI. Ahora, después de la Gran Crisis Financiara de 2007-09 y el posterior estancamiento económico, junto a los mayores incrementos de la desigualdad en la historia mundial, muchos estarían de acuerdo, incluso Wall Street. Hoy existen sitios webs como Naked Capitalism que a menudo tratan a Marx con seriedad.

Mientras esto ha estado ocurriendo, ha habido una contradicción en los estudios de Marx y el marxismo en las universidades, principalmente porque las universidades son bastante aburridas, estructuras del establishment, y usualmente una década o más atrás de las principales tendencias en las sociedades; hoy la academia esta todavía atrapada en la era neoliberal de Thatcher y Regan. Además, la izquierda académica dio un desvío por el posmodernismo, que lo retiró un tiempo de las principales luchas del día, una filosofía del pesimismo y la derrota, aunque no sin algunos avances críticos. En la actualidad, sin embargo, los jóvenes izquierdistas son más críticos e inquietos, y más materialistas y realistas en su opinión. En muchos de los países capitalistas ricos, hay un creciente interés en el socialismo y en Marx. La izquierda que se desarmó intelectualmente durante el periodo posmodernista parecer estar lista para armarse intelectualmente nuevamente, y esto significa volver a la tradición crítica más profunda, que ofrece análisis y herramientas para el cambio, es decir, la filosofía de la praxis. Esto no es todavía un movimiento revolucionario, pero representa una creciente crítica al capitalismo, y el intento de un número creciente de personas de construir un movimiento hacia el socialismo.

Por lo tanto, uno ve no solo a Wall Street que a menudo toma a Marx mucho más en serio, pero también un tipo de pánico ideológico en la cima en cuanto a cómo combatir a una juventud cada vez más rebelde, atraída no simplemente por un tipo de populismo radical amorfo, sino a algo mucho más peligroso para los poderes fáticos: el marxismo, que regresa de nuevas formas pero reconocible a la creación del Viejo Topo del siglo XIX. El marxismo está siendo estudiado hoy en muchos lugares con una intensidad no vista desde 1970 y con una mayor sofisticación y perspicacia crítica.

¿Deberíamos observar el "capital" hoy a través del marco de Thomas Piketty o deberíamos apegarnos a puntos de vista de la izquierda más tradicionales?

Escribí un artículo en Monthly Review con Michael D. Yates en noviembre de 2014 titulado Thomas Piketty and the Crisis of Neoclassical Economics (Tomas Piketty y la crisis de la economía neoclásica). Nuestro argumento fue que Piketty, rompió parcialmente con la economía neoclásica en respuesta a la crisis de nuestro tiempo, como Keynes hizo en 1930, y como Keynes (como sabemos) Piketty tomó prestado conceptos críticos de Marx en el proceso. El análisis de Piketty gira en torno a su famosa fórmula r>g, donde r representa la tasa anual de retorno a la riqueza -llamada por Piketty como capital- y g la tasa de crecimiento de la economía (la tasa de aumento del ingreso nacional). Así, Piketty replicó las suposiciones de la larga data de la teoría del capital monopolista, y gran parte de la economía marxista/kaleckiana y poskeynesiana, relacionadas con el crecimiento de la riqueza en lugar de los ingresos en la era de la financiarización. Pero Piketty avanzó estos postulados en una manera muy elegante y no fue fácilmente ignorado por los guardianes hegemónicos de la ideología económica ya que estaba en el pico del establishment de la economía neoclásica. Además, fue capaz de respaldar esto con una base de datos global más completa sobre los ingresos (The World Top Income Database) el cual había jugado un papel clave en el desarrollo. Su análisis en el Capital del Siglo XXI hizo un agujero, tanto teórica como empíricamente, en la noción neoclásica de que el capitalismo desarrollado condice e una disminución de la desigualdad. En cambio, señaló la riqueza desigual enraizada en la riqueza dinástica. Hay muchas cosas que decir de este análisis. Todavía, Piketty evitó preguntas cruciales de clase, monopolio y estancamiento económico. Se las arregló para mantenerse en gran medida dentro del ámbito de la economía neoclásica, mientras que aporta un grado de realismo crítico a su análisis. Su solución definitiva fue simplemente un impuesto a la riqueza.

Lo que hizo Piketty, entonces, es proporcionar cierta credibilidad a la crítica marxista más desarrollada, como en Kalecki y la tradición del capital monopolista, así como a todo el marco de Marx. Pero una vez que se entiende la crítica parcial de Piketty de la economía neoclásica dominante, es necesario regresar a la teoría marxista para la crítica más completa, de la que su análisis toma prestado, pero de una manera superficial y contradictoria. Es importante subrayar que Piketty, con toda su discusión de la creciente desigualdad asociada con la lógica de la concentración de la riqueza bajo el capitalismo, evita, sin embargo, abordar la cuestión general del poder de clase (sin mencionar el poder del monopolio).

En su opinión, ¿por qué la izquierda moderna de hoy no puede responder a los desafíos de la sociedad?

Lo que a veces se llama la izquierda hoy en día es en gran medida reformista, incluso una agrupación política reaccionaria que busca hacer que el capitalismo funcione mejor, o en cierto modo una forma más benigna de neoliberalismo. Incluso los partidos socialdemócratas neoliberales son hoy en el mejor de los casos partidos social-liberales. Lo que a menudo se caracterizó como partidos de izquierda son actualmente partidos capitalistas. Los partidos socialdemócratas a menudo se presentan como capaces de promover los intereses del capitalismo, mientras aseguran la cooperación del trabajo. Cuando están en el poder, son los intereses del capital los que tienen prioridad. Hay razones complejas para esto, incluyendo las formaciones de clase, la hegemonía ideológica, las estructuras de poder económico y político. También está el rechazo de cualquier intento de contra-hegemonía y estrategias revolucionarias o radicales en la izquierda, lo que en gran medida cayó para el liberalismo es la ideología del "fin de la historia", colocándose así en defensiva permanente, incluso socavando su propia razón de ser.

Una estrategia efectiva de izquierda, en contraste, debe tener su base en la construcción del poder de clase y en forjar un modelo orgánico socialista de reproducción del metabolismo social (para emplear la terminología de Mészáros), en oposición a la enajenada reproducción metabólica desarrollada por el capitalismo. Debe ir contra las reglas del poder y desafiar toda estructura y lógica de estado y la economía, creando un poder basado en las estructuras colectivas de la clase trabajadora en toda su diversidad. El ejemplo más claro de la implementación de esa estrategia, contemplada como protagonismo, es Venezuela, por lo que el imperio estadounidense está haciendo todo lo posible para erradicarlo, no simplemente en el sentido de derrocar la Revolución Bolivariana, sino para destruirla en la mente de las personas como un modelo viable de cambio revolucionario. Lo que está claro es que en los llamados partidos de "izquierda" establecidos en los principales Estados capitalistas no tienen estrategias de organización de base, ni alternativas ideológicas, ni estrategia contra-hegemónica. Son parte del sistema de poder y no de fuerzas de oposición. Hoy en día se mantienen quietos mientras el neoliberalismo se metamorfosea en neofascismo (o en una organización neoliberal-neofascista). La única manera de contrarrestar esto es a través de un movimiento organizado hacia el socialismo que emana desde abajo.

Esto no quiere decir que solo debemos buscar inspiración en América Latina o en el Sur Global. Hay señales de vida en la izquierda -lo que podríamos llamar un movimiento real hacia el socialismo- en el Partido Laborista de Corbyn en el Reino Unido, y el Partido de los Trabajadores en Bélgica. Estos son desarrollos estratégicos brillantes de los partidos basados en el movimiento cuyo desafío al establishment actual es serio. También existe un crecimiento masivo del ecosocialismo casi en todas partes del mundo, aunque sobre todo como una forma de lucha extraparlamentaria. Pienso que veremos el crecimiento mundial de lo que podríamos llamar un proletariado ambiental, ya que las luchas materiales en relación con la economía y el medioambiente ubicadas en comunidades, hogares, y lugares de trabajo se vuelven cada vez más inseparables para la mayoría de las personas: una realidad material.

¿Por qué la izquierda de hoy permite el derecho de aprovechar todos sus temas y vocabulario?

Esto no es una cosa nueva. Los movimientos en el amplio género fascista (de cual podemos incluir el fascismo clásico así como el neofascismo actual o el populismo nacionalista) siempre han explotado superficialmente la terminología socialista y las formas de crítica en un intento de organizar su clase media baja, y circunscripciones de la clase trabajadora relativamente privilegiada. Es en este sentido que uno puede hablar ideológicamente de "derecha radical". Por lo tanto, es desde este sector, que C. Wright Mills llamó la "retaguardia del capitalismo", aquella que se ataca a los capitalistas compinches (pero no a la clase capitalista), así como a los financieros, los burócratas estatales y a la clase media alta. Todos ellos generalmente están por encima de la clase media baja. Esto ocurre simultáneamente con ataques contra aquellos que están por debajo de la clase media baja (y la clase trabajadora privilegiada), es decir, la mayor parte de la clase trabajadora, y los grandes "sucios", que siempre tienden a ser los inmigrantes racialmente desfavorecidos desde que vivieron de las naciones colonizadas/neocolonizadas del Sur Global.

La construcción de un movimiento de masa en estos términos neofascistas, engañosamente llamada "populista", es crucial para desplazar todo el cuerpo político a la derecha. El elemento dominante en el movimiento neofascista, a medida que madura, es la cúspide misma de la clase capitalista (los multimillonarios y millonarios y sus séquitos) que encuentran útil en periodos de crisis enlistar a los sectores más reaccionarios de la sociedad como una forma de reforzar su poder político. Discuto todo esto extensamente en mi libro Trump in the White House. Lo que es importante entender es que la apropiación de las ideas de la izquierda por tales formaciones y movimientos políticos es solo superficial y usada de manera contradictoria. Una vez que tales formaciones políticas están en el poder, los elementos genuinamente radicales del programa neofascista (como el apoyo a los trabajadores) se descartan a favor de una estratega que mejore directamente el poder político y económico de los sectores centrales de la clase capitalista (hoy los niveles superiores del capital monopólico-financiero). Lo que es atacado en esta etapa es cada vez más un conjunto de chivos expiatorios. Por lo tanto, uno puede mirar el programa nazi original, que explícitamente tomó prestado el lenguaje de los trabajadores en algunos lugares, para después dejar todo eso de lado en su camino al poder. Tales movimientos representan el extremo en revanchismo oportunista.

¿Cómo ves los intentos de gente como Sanders y Corbyn que intentaron cambiar la imagen política en el mundo ultracapitalista donde el capital impone todo?

Los fenómenos de Sanders y Corbyn son a menudo comparados, pero son realmente bastante diferentes, ocurriendo en circunstancias muy diferentes. La campaña de Sanders fue en muchos sentidos maravillosa de admirar, apelando directamente a los votantes de la clase trabajadora, algo que no se ha visto durante mucho tiempo en los Estados Unidos. Se nombró a sí mismo abiertamente un socialista y es una de las razones por las que una pluralidad de aquellos menores de treinta años en los Estados Unidos han indicado su preferencia en las encuestas por un tipo de socialismo en lugar de capitalismo. Pero el fenómeno de Sanders estuvo bastante limitado por la estructura de la plutocracia de los Estados Unidos. Corrió en el boleto del Partido Democrático pero con prácticamente cero apoyo por parte de los políticos profesionales en el partido. Aquí es importante entender que el Partido Demócrata no es un partido de membrecía o un partido de movimiento de ninguna manera. Es lo que Max Weber llamo Honoratorenpartei, un partido controlado por élites o dignatarios y que carece de un programa claramente definido o una base de participación masiva fuera del voto. Está formado por varios bloques regionales y se sitúa lo más cerca posible de la izquierda del Partido Republicano ultraconservador. Si Sanders hubiera sido electo no habría tenido ninguna relación real con los demócratas y habría estado mucho más alejado de su partido y del establishment en general que en el caso de Trump con los republicanos, sin una base política organizada. El Partido Demócrata sigue siendo una estructura política fuertemente capitalista. Al final resultó que la dirección demócrata hizo todo lo posible para detener a Sanders y, al final, rompió o manipuló las reglas de varias maneras corruptas, para negarle la nominación, incluso a costa de perder las elecciones. Y sin embargo, Sanders no es un absoluto radical fuera del contexto extremadamente conservador de la América imperial. En términos de posiciones políticas, avanzó un programa moderadamente socialdemócrata, en muchos sentidos menos radical que el New Deal de la década de 1930. En cuestiones de guerra e imperialismo, generalmente se puso de lado de la maquinaria militar de Washington, aunque fue un crítico moderado en esa área.

Corbyn representa un fenómeno diferente en circunstancias bastante diferentes. El Partido Laborista en Gran Bretaña es un partido de membrecía y su gran ventaja fue atraer a un gran número de nuevos miembros debido a un programa socialista crítico. Su popularidad radica en el hecho de que ha roto con la tradición socialdemócrata británica y puede verse como una figura genuinamente comprometida en esta etapa del movimiento hacia el socialismo. Lo que hace Corbyn realmente distinto es su absoluta oposición al imperialismo, algo que lo distingue de todos los líderes anteriores del Partido Laborista.

¿Puede darnos su opinión sobre Syriza y Podemos?

Syriza y Podemos reflejan las fortalezas y las debilidades de la izquierda, el verdadero potencial de rebelión y las contradicciones inherentes de los movimientos puramente populistas. Estos movimientos demuestran el potencial de la insurgencia desde abajo, pero en su rechazo a un perspectiva de lucha de clases; la enorme brecha entre los líderes, que son gran medida inexplicables, y su base; su insistencia en operar enteramente dentro del sistema; su perspectiva reformista, todos finalmente terminan traicionando las esperanzas que platean. Esto es más obvio en el caso de Syriza en el poder, pero también con respecto a Podemos, ambos se han convertido en proyectos socialdemócratas moderados, en el mejor de los casos. La pobreza estratégica de tales movimientos es evidente particularmente en su rechazo al socialismo como una teoría, una práctica y un objetivo. La traición de la base una vez que tales movimientos llegan al poder es parte de su ADN. Sin embargo, las fuerzas de base de izquierda que constituyen la base de estos partidos constituyen una fuerza material real y activa. Debemos recordar el mandato de Marx y Engels de que "en el movimiento del presente, ellos [los comunistas] también se ocupan del futuro del movimiento". La construcción del movimiento radical no puede reducirse simplemente a forjar una coalición de votación popular, sin traicionar, el futuro del movimiento, es decir, el movimiento de la gente misma. Debe estar dirigido a la expropiación de los expropiadores.

Como dijo el gran Epicuro, "el futuro no es totalmente nuestro ni totalmente no nuestro". Es un producto de nuestras luchas materiales y de nuestra relación con el mundo. Es una época donde el capitalismo significa exterminismo, necesariamente debemos sacar nuestra esperanza de la lucha histórica misma, y el reconocimiento de que podemos, al oponernos a la lógica del sistema, detener la precipitada carrera hacia el desastre y crear un mundo de igualdad sustantiva y sostenibilidad ecológica. Este es en efecto el mayor miedo del capitalismo: el fantasma del marxismo actual.


Fuente: https://ilgridodelpopolo52509543

jueves, 19 de abril de 2018

_- El bicentenario de Marx

_- Gustavo Espinoza M.

La desvalorización del mundo humano crece en razón directa de la valorización del mundo de las cosas. El trabajo no solo produce mercancías; se produce también a sí mismo y al obrero como mercancía, y justamente en la proporción en que produce mercancías en general.
KARL MARX, Manuscritos económico-filosóficos (1844)


“Los Marxistas no creemos que la empresa de crear un nuevo orden social, superior al orden capitalista, incuba a una amorfa masa de parias y de oprimidos guiada por evangélicos predicadores del bien. La energía revolucionaria del socialismo no se alimenta de compasión ni de envidia. En la lucha de clases, donde residen todos los elementos de lo sublime y lo heroico de su ascensión, el proletariado debe elevarse a una moral de productores, muy distante y muy distinta de la moral de esclavos, de que oficiosamente se empeñan sus gratuitos profesores de idealismo, horrorizados de su materialismo.” José Carlos Mariátegui.
“Defensa del Marxismo”.
Pags. 72-73 Biblioteca Amauta. Lima.


El año pasado el mundo recordó el Centenario de la Revolución Socialista de Octubre, el 2018, se recordará, en todo los países, el bicentenario del nacimiento de Carlos Marx.

Nacido en Tréveris, (Trier, en alemán) a las orillas del río Mosela en la antigua zona de la Renania, el 5 de mayo de 1818, Marx fue ciertamente un hombre universal: Mas allá de títulos formales de orden académico –que los tuvo- fue un pensador, filósofo, economista, abogado, historiador, periodista escritor, político y, sobre todo, un revolucionario en la mayor extensión de la palabra. Se le considera por eso, una de las figuras estelares de la humanidad, razón por la cual su nombre, y su obra, perduran en la historia.

Al evocarse hoy la fecha que se aproxima, bien podemos recordar también lo que dijera el introductor del pensamiento socialista en nuestra patria, José Carlos Mariátegui: “Marx está vivo en la lucha que, por la realización del socialismo libran en el mundo innumerables muchedumbres, animadas por su doctrina”. Porque eso es así, también en nuestro país en el mes de mayo –y en el transcurso de todo el 2018- se desarrollarán eventos de primer nivel destinados a honrar la memoria de esta magna figura.

Más allá de las transitorias derrotas de los pueblos y aún de los sinsabores de la historia, millones de hombre y mujeres en todos los países de la tierra, enarbolan hoy las ideas básicas del pensamiento marxista y dan forma y contenido a sus luchas, seguros de encontrar un imbatible camino que conducirá a los pueblos al Socialismo. Actúan con la absoluta convicción que el Socialismo, tal como fue básicamente pergeñado por Marx, será la sociedad del futuro.

Se han registrado, sin embargo, muchos intentos por devaluar la figura de Marx. Ha habido quienes han pretendido considerarlo “un pensador más” de aquellos años en los que el sistema de dominación capitalista se afirmara en el mundo. Lo han comparado entonces con Owen, Fourier, Lassalle, David Ricardo, el propio Hegel, o aún Mijhail Bakunin, el célebre ideólogo del anarquismo ruso; pero han fracasado en el intento de menoscabar su autoridad, y su prestigio. Porque hoy, valorando los aportes de cada quien, nadie “toma partido” por las ideas de ellos, como si lo hace por las del autor de “El Capital”.

En el esfuerzo por menoscabar la importancia del pensamiento de Marx han habido quienes han pretendido “teorizar” con el pensamiento de Marx pretendiendo descubrir incluso contradicciones entre “el joven” Marx y el Marx mayor, procurando “descubrir” algunos atisbos, que alimentaran sospechas de error en la rigurosidad de su pensamiento, o contradicción en el mismo. Vano esfuerzo, sin duda, porque el mensaje del fundador del socialismo científico responde a una sola concepción: aquella que alimenta la idea de una sociedad basada en la eliminación de la explotación capitalista y el trabajo asalariado.

Cabe entonces aludir a algunas etapas de la historia que le permitieron a Marx diseñar los elementos básicos de su concepción ideo-política y recoger los elementos esenciales del proceso que le tocó vivir, y que dieron sustento a su pensamiento y a su acción.

LOS COMIENZOS
Franz Mehring, quizá el más calificado de sus biógrafos, nos remite a los escritos juveniles de Marx citando lo que constituye casi un clásico: el texto referido a “las consideraciones de un joven antes de elegir carrera”. El, nos revela la concepción materialista de la historia que subyace desde un inicio, y que se proyectará ininterrumpidamente y sin dobleces a lo largo de toda su vida. Ya en ese entonces se distinguía por su riqueza de ideas y por su buena distribución sistemática; elementos ambos esenciales para la formulación de sus más complejas teorías económicas y sociales.

También a “sus comienzos” corresponde su vínculo con Yenny de Westfalia, convertido en matrimonio solo en 1843. Ella, una mujer excepcional, se mantuvo al lado de su esposo desde 1835 hasta la muerte de éste, ocurrida en marzo de 1883; Y, además, su matrícula en la Universidad de Berlín, en 1836, cuando Carlos Marx “amaba su soleada tierra natal, y la capital de Prusia. Le repelía todos los días de su vida”.

Esta etapa de la vida de Marx, en realidad se prolonga hasta los primeros años de la década de los 40, cuando Marx se une a Bruno Bauer y los jóvenes hegelianos a los que considera portadores del pensamiento más progresista de la época; y recibe la investidura de Doctor, que se la otorga la Universidad de Jena, en 1841, gracias al análisis que hace de las concepciones filosóficas de Demócrito y Epicuro (1).

Este fue un breve periodo en el que Marx dedicó su esfuerzo al trabajo periodístico. Coincidió, sin embargo, con la etapa en la que su ágil pluma se deslizó por el campo de la polémica a través de las páginas de “La Gaceta del Rin”, publicada en Colonia a partir de 1842. Dos años más tarde, y ya en el caluroso verano de 1844, tomaría contacto con Federico Engels en Paris.

Fueron estos, verdaderos años de búsqueda en los más variados sentidos. La tarea era definir el pensamiento en términos filosóficos, pero también políticos, diseñar el esquema social de la época; y, al mismo tiempo, perfilar el cuadro de las acciones fundamentales, aquellas que debían esbozarse a través de la prensa y las publicaciones de entonces, en un escenario particularmente convulso, cuando las revoluciones republicanas de 1830 y 1848 se empeñaban en restablecer las conquistas de la Revolución Francesa de 1789, desconocidas por la fuerza restauradora de la monarquía que retomara la ofensiva luego del Congreso de Viena, de 1815.

La insurrección de los Tejedores de Silesia, en 1844, su heroísmo y sus luchas, no sólo fueron aliciente para Carlos Marx sino también para el poeta Heine, que compuso versos, y hasta un himno que hizo historia. Abordando esa lucha, fue que Marx expuso una idea clave para su pensamiento: “Sin Revolución, no podrá realizarse el Socialismo”

UNA AMISTAD IMPERECEDERA
La relación establecida a partir de aquellos años entre Marx y Engels, se tornó emblemática. En verdad, por esas curiosidades de la historia, ambos personajes habían venido perfilando estudios similares, y partiendo de distintas experiencias, habían llegado a las similares conclusiones. Ya en ese entonces, Federico Engels había iniciado lo que sería un enjundioso estudio referido a la situación de la clase obrera en Inglaterra, que culminaría solo en 1845 con el propósito de unir al proletariado con la idea del socialismo emergente.

Prácticamente desde un inicio, Marx y Engels encontraron una base común en los más variados escenarios de análisis. Coincidieron en el estudio riguroso de la sociedad capitalista y la desenmascararon, mostrando sus limitaciones y perfidias; subrayaron el papel de la clase obrera como fuerza esencial para transformar la sociedad; y pusieron desde un inicio las bases de la sociedad socialista diseñando el papel y las tareas de los comunistas en la lucha por forjarla Y avanzaron más allá hasta diseñar los alcances de una nueva visión del mundo y de la vida.

De esa relación surgió la idea común de vincularse a las organizaciones existentes en la Europa de entonces, y en particular en Francia; donde bullían las ideas revolucionarias de la época. Por eso, tomaron contacto con la Liga de los Justicieros una pequeña estructura casi de orden conspirativo, que había nacido al calor de los combates de clase que arreciaban entonces.

Los dirigentes de esta Liga –Karl Schappers, Heinrich Bauer, Joseph Moll, entre otros- tuvieron la idea de invitar a Marx y Engels a sumarse a ese movimiento, pedido que fue aceptado apenas con dos condiciones: que la Liga trocara su nombre, y dejara de llamarse “Liga de los Justicieros”, para denominarse más bien “Liga de los Comunistas”; y que renunciara a su consigna central –“todos los hombres son hermanos”- para asumir otra, de la peruano / francesa Flora Tristán: “¡Proletarios del mundo, uníos!”.

Ambos planteamientos fueron aceptados, razón por la que en 1847, en el II Congreso de la Liga de los Comunistas celebrado en Londres, les fue encomendada a Marx y Engels la misión de elaborar un Programa Político que sirviera para presentar al mundo la idea de los comunistas. Surgió, de eso modo el hoy célebre “Manifiesto del Partido Comunista”, publicado Por primera vez en febrero de 1848.

Los elementos básicos del Manifiesto Comunista son hoy suficientemente conocidos, de modo que no es indispensable reseñarlos. Hay que subrayar sin embargo algunas ideas esenciales, como aquella que la historia escrita vivida por la humanidad, no es otra que la lucha de clases. “La moderna sociedad burguesa que se alza sobre las ruinas de la sociedad feudal, no ha abolido los antagonismos de clase. Lo que ha hecho, ha sido crear nuevas clases, nuevas condiciones de opresión, nuevas modalidades de lucha, que han venido a sustituir a las antiguas”.

Resulta asombroso constatar como en l848 estas grandes figuras del pensamiento socialista lograron mirar el porvenir con tan prodigiosa percepción. Como si hubiesen tomado una nave especial, y volado al futuro; volvieron para contar a sus contemporáneos, lo que nosotros veríamos ya en nuestro tiempo: el fenómeno llamado de la “Globalización”.

“La necesidad de encontrar mercados espolea a la burguesía de una punta a otra del planeta. Por todas partes anida, en todas partes construye la burguesía, por doquier establece relaciones. La burguesía, al explotar el mercado mundial da a la producción y al consumo de todos los países, un sello cosmopolita. Entre los lamentos de los reaccionarios, destruye los cimientos nacionales de la industria. Las viejas industrias nacionales se vienen a tierra, arrolladas por otras nuevas, cuya instauración es vital para todas las naciones civilizadas”.

Se describe, así una realidad que nosotros vivimos, la del mercado mundial, las grandes corporaciones, el sistema financiero, la exportación de capitales, la internacionalización del comercio, la sobre explotación de los trabajadores gracias la constante migración, la pérdida de la capacidad adquisitiva de los salarios, la migración de la mano de obra no calificada y muchos otros fenómenos que afloran hoy en su mayor dimensión.

Las dos grandes conflagraciones mundiales –las Guerras Inter-Imperialistas de 1914 y 1939- están marcadas por este signo de la expansión del capital, la lucha por las materias primas y el dominio de los mercados; y no ha traído al mundo sino hambre, miseria, sangre y destrucción. La sociedad capitalista ha generado sus propios factores de destrucción, y ha creado las bases para que los pueblos enarbolen con más fuerza el ideal socialista.

En el Manifiesto Comunista, Marx y Engels demostraron que la propiedad privada sobre los medios de producción constituía una inagotable fuente de explotación que sólo podría ser superada a partir de una transformación radical de la sociedad en la que asomaran dos elementos claves: la propiedad social de los medios de producción, y la clase obrera en la conducción de un Estado de nuevo tipo.

AL decir de Rodney Arismendi, destacado comunista uruguayo y Secretario General del PCU en los años 70 del siglo pasado, “con Marx y Engels, el socialismo pasó de Utopía, a Ciencia”.

TENSIONES SOCIALES DE LA ÉPOCA
En ese lapso, sobre todo entre 1830 y 1871, arreciaron las luchas sociales en el viejo continente. La insurrección polaca de 1830, la insurrección de Sicilia del mismo año, las Revoluciones burguesas de 1830 y 1848, las acciones campesinas en Alemania, y las grandes luchas obreras en Inglaterra, Alemania, Francia y otros países.

La respuesta a estas acciones de combate de los trabajadores fue siempre la represión. Ese fue el signo de los Procesos de Colonia entre 1849 y 1852, mediante los cuales se buscó destruir y aniquilar a las organizaciones obreras en lucha. Estas, a su vez en 1864, coronaron sus esfuerzos unitarios y dieron nacimiento a la Asociación Internacional de los Trabajadores –la Primera Internacional, como se le conoce-

Esta organización, de inmenso valor histórico, sólo pudo ser quebrada, por el feroz y directo ataque de la clase dominante, y por la actividad corrosiva y disolvente del bakuninismo en acción, ofensiva que fue desplegada en la víspera de la Guerra Franco-Prusiana de 1870 y el surgimiento y caída de la Comuna de París. El primer gobierno de obreros y campesinos de la historia humana.

En todo este periodo Marx y Engels lucharon de manera resuelta y directa, afrontando inmensas penurias y dificultades. Fueron expulsados sucesivamente de Bélgica, Francia, y Alemania, debiendo radicarse en Londres, fuera del territorio continental europeo. Con ejemplar coraje, ambos mantuvieron muy en alto el ideal socialista, y no se arredraron ante ninguna batalla. Federico Engels, incluso, participó en acciones armadas en Alemania, luchando por los derechos de las poblaciones agrarias y urbanas.

Obras tan importantes como “La lucha de clases en Francia de 1841 a 1850”, “El 18 Brumario de Luis Bonaparte”, o “Las guerras campesinas en Alemania” dieron sustento a la teoría revolucionaria de Marx, e insistieron en la idea de la Revolución Proletaria como única posibilidad de forjar de una sociedad nueva, más justa y más humana.

La burguesía en el Poder se valió de todos los recursos para quebrar la resistencia de los pueblos y acallar la voz creciente y vigorosa de los comunistas. En el extremo, recurrieron a las guerras de conquista, como lo harían más tarde, en el siglo XX. Ese fue el sentido de la Guerra Franco Prusiana de 1870 que, sin embargo tuvo la virtud de desenmascarar a la gran burguesía francesa que –mostrando su profundo odio de clase- prefirió capitular ante las camarillas guerreras germanas antes de entregar el Poder a los trabajadores franceses.

En contrapartida, Marx tuvo el merito histórico de descubrir en el Proletariado, la fuerza capaz de cambiar el rumbo de la sociedad de nuestro tiempo. Y ese descubrimiento, no fue el resultado de una especulación doctrinaria, sino la consecuencia natural de su análisis de la realidad concreta.

EL CAPITAL, LA OBRA CUMBRE DE MARX
El 1 de enero de 1866 Carlos Marx comenzó la redacción final de la que sería su obra monumental: “El Capital”. Fue a partir de esa fecha el proceso de consolidación teórica de materiales dispersos a partir de los cuales había desarrollado sus concepciones económicas fundamentales.

Ya desde 1851 Marx trabajaba en el tema que sin embargo, no podía continuar agobiado como estaba por la acumulación de tareas de todo orden, sumadas a las condiciones materiales más adversas para la actividad revolucionaria y hasta para la subsistencia. También para la producción de esta obra, la contribución de Federico Engels, seria excepcionalmente importante.

El Primer tomo de El Capital -el único que pudo ver impreso el propio Marx- recoge el estudio de termas cardinales: la mercancía, el dinero, la acumulación del capital, el papel del trabajo, la plusvalía y otros elementos esenciales orientados a desentrañar la naturaleza misma de la sociedad capitalista. El segundo y el tercer tomo fueron el resultado del abajo esforzado de Federico Engels quien recogió materiales preparados por Marx. y pudo desarrollar y sustentar su teoría.

Cuando estuvo en condiciones de dar a conocer el tomo 1 de El Capital, Carlos Marx no tuvo disimular su orgullo: “después de tantos, y tan largos dolores para parirla; le alegraba, naturalmente, poder lamer y pulir la criatura”.

Esa criatura -como El Manifiesto Comunista- ha pasado a la historia como una obra de excepcional importancia y trascendencia. Su lectura, no es fácil. No sólo requiere conocimientos especializados de economía, sino también una clara capacidad de abstracción y análisis. Pero ciertamente está escrita de manera sencilla, polémica e incluso irónica. Marx aprovecha sus elevados conocimientos, para burlarse de sus detractores con un muy fino humor.

Lo que debe subrayarse es que esta obra coincidió en el tiempo con los más importantes congresos de la I Internacional, cuando el hombre de Tréveris se enfrentaba duramente a sus críticos que -como Bakunin– lo acusaban de querer convertir a los obreros en “doctrinarios” porque pretendía que dominaran los temas de la cultura y el saber humano.

Como lo asegura José Moral, “El Capital» es una de las obras más conocidas en la historia del pensamiento moderno, y yo diría que además es una de las menos leídas. Es una de las obras sobre las que casi todo el mundo habla y de las que casi nadie ha leído. Si tuviésemos que hacer un porcentaje de la gente que ha leído «El Capital» , entre los economistas, los tratadistas y los propios intelectuales marxistas -obviamente sería imposible-, pero yo creo que no llegaríamos al 1 por 100.

MARX EN NUESTRO TIEMPO
En nuestro tiempo no solo las ideas básicas de Carlos Marx conservan plena vigencia, su también su obra completa y su vida entera. Y es que no se le ve como un teórico abstracto, ni como un pensador dedicado a filosofar en torno al futuro de la humanidad se le percibe como un combatiente de primera fila que entregó todo por la causa de los pueblos.

Intelectuales del nivel de Henri Barbusse o Antonio Gramsci; personalidades de valor de Alberto Einstein o Federico Joliot-Curie; líderes sociales de renombre, como José Carlos Mariáteui o Luis Carlos Prestes; y figuras de nuestro tiempo, tan valiosas como Fidel Castro Ruíz; vieron en Carlos Marx ni solo el estudioso de la realidad social, sino también mentor del pensamiento renovador de nuestra historia. Y siguieron con ahínco sus reflexiones y enseñanzas.

Nadie en su sano juicio podría suponer que la caída de la Unión Soviética, o la derrota del socialismo en los países de Europa del este, implica el fin de la teoría de Marx, ni el fracaso de sus previsiones o pronósticos. Bastaría leer sus escritos para comprobar que conservan vigencia plena y reflejan la mayor actualidad.

Lo escrito por Marx, pareciera referirse a los momentos que vive hoy la humanidad. Y es que se trata de un adelantado de nuestro tiempo, de alguien que viajó al futuro y retornó para contarnos lo que habría de suceder. Fue, sin duda, un verdadero sabio.

Es bueno recordar entonces algo de lo que dijera Federico Engels el 17 de marzo de 1883, con motivo de los funerales de este gran hombre de la historia: “El 14 de marzo, a las tres menos cuarto de la tarde, dejó de pensar el más grande pensador de nuestros días. Apenas le dejamos dos minutos solo, y cuando volvimos, le encontramos dormido suavemente en su sillón, pero para siempre. Es de todo punto imposible calcular lo que el proletariado militante de Europa y América y la ciencia histórica han perdido con este hombre. Harto pronto se dejará sentir el vacío que ha abierto la muerte de esta figura gigantesca.”

Por eso recordar su aporte a la vida humana al cumplirse los 200 años de su nacimiento, constituye un deber esencial, sobre todo para quienes se sienten, de una u otra manera, ligados a la lucha por la transformación de la sociedad.

Acabar con el hambre, la miseria, la explotación y la guerra; no sólo que constituye un deber de los revolucionarios de nuestro tiempo. También es una posibilidad real si se abre paso a una sociedad en la que impere la propiedad social sobre los grandes medios de producción, y el Poder sea detentado por los trabajadores de la ciudad y el campo.

Tomar en sus manos las riendas del Poder en cada país constituye el deber esencial de los pueblos. Solo así, será posible construir un mundo mejor.

Gustavo Espinoza M. Colectivo de dirección de; Nuestra Bandera.

(1)Dentro de la filosofía de la religión, el problema del mal como el problema de reconciliar la existencia del sufrimiento y una deidad omnisciente, omnipresente, omnipotente y omnibenevolente, ha quedado planteado patentemente en una cita atribuida a Epicuro:

¿Es que Dios quiere prevenir la maldad, pero no es capaz? Entonces no es omnipotente. ¿Es capaz, pero no desea hacerlo? Entonces es malévolo. ¿Es capaz y desea hacerlo? ¿De donde surge entonces la maldad? ¿Es que no es capaz ni desea hacerlo? ¿Entonces por qué llamarlo Dios?
Paradoja de Epicuro

miércoles, 26 de agosto de 2015

Marx rojiverde

La edición: 
El 25 de agosto de 2012 falleció Francisco Fernández Buey (1943-2012), el autor de libros tan imprescindible como Marx sin ismos o Leyendo a Gramsci. 

En su recuerdo, reproducimos un artículo suyo de septiembre de 2004, una reseña a un ensayo de J. B. Foster sobre la ecología de Marx. Aquí, en rebelión, donde no habita el olvido. ***

J.B. Foster, coeditor de Monthly Review y profesor de sociología en la Universidad de Oregón, ha escrito el libro más completo aparecido hasta ahora acerca de lo que Manuel Sacristán denominó hace veinte años “los atisbos ecológicos de Marx”i.

El libro está estructurado en seis capítulos, en los que se repasa prácticamente la totalidad de la obra de Marx y Engels, desde la tesis doctoral del primero sobre el materialismo de Demócrito y Epicuro hasta los últimos escritos del segundo acerca de los orígenes del Estado y la propiedad privada.

Se trata, sin duda, de una aportación importante para el conocimiento de las ideas de los fundadores del marxismo y su evolución. Como ha subrayado el científico R.C. Lewontin, el libro proporciona una nueva comprensión del materialismo de Marx en su totalidad así como del desarrollo de la dialéctica de la sociedad humana y la naturaleza.

Lo que distingue el libro de J.B.Foster de la mayoría de los estudios de conjunto sobre la obra de Marx y su evolución es el énfasis que ha puesto en el seguimiento de sus ideas sobre la relación de los seres humanos con la naturaleza y de sus opiniones acerca de los problemas relativos al medio ambiente. Pero no sólo eso: J.B. Foster ha dedicado muchas páginas de su libro a la reconstrucción del tipo de materialismo defendido por Marx y a su recepción de las ideas de los filósofos materialistas de la antigüedad clásica y de los filósofos y científicos materialistas de la modernidad. Uno de los aspectos más sugestivos del libro es precisamente el estudio que hace de la recepción por Marx de las ideas de Epicuro, Lucrecio, Francis Bacon y los pensadores ilustrados.

Todavía en este mismo ámbito de la historia de las ideas hay que destacar la forma en que se aborda aquí la crítica de Malthus y del maltusianismo y las páginas que J.B. Foster dedica a la influencia que tuvieron en el desarrollo del naturalismo y del materialismo de Marx varios autores: el químico Justus von Liebig, Charles Darwin y el antropólogo norteamericano Lewis Henry Morgan (1818-1881).

No hay en el libro Foster revelaciones de nota sobre textos de Marx acerca de la cuestión ecológica que no fueran conocidos ya. En este sentido, Foster se atiene, en lo esencial, a textos de Marx que habían sido tomados ya en consideración por Manuel Sacristán y por otros investigadores marxistas sensibles a la cuestión ecológica; textos procedentes, en su mayoría, de los Manuscritos de París, de la Ideología alemana, de los Grundrisse, de los volúmenes de El Capital y de la correspondencia con Engels y con otros contemporáneos suyos.

Tampoco es intención de J.B. Foster presentar ahora a Marx como si se tratara de un ecologista avant la lettre para enlazar así con la moda de lo verde. Esto último lo deja claro desde el primer capítulo del libro: ”La intención que nos mueve no es la de enverdecer a Marx con el fin de que resulte ecológicamente correcto” (pág.43).

Solo que el estudio sistemático y detallado de todos los fragmentos de Marx dedicados a estas cuestiones, al ser puesto en relación con el análisis de lo que él mismo fue escribiendo a lo largo de su vida acerca de Epicuro, de Lucrecio, de Bacon, de Liebig, de Darwin y de Morgan, permite a J.B. Foster sacar algunas conclusiones que chocan con las interpretaciones más divulgadas entre los marxólogos. Estas conclusiones son sustancialmente tres:

1ª Que en la obra de Marx hay algo más que algunos atisbos ecológicos desperdigados.

2ª Que el concepto de metabolismo o relaciones metabólicas (en alemán, Stoffwechsel, intercambio material) entre los seres humanos y la naturaleza es un concepto fundamental a lo largo de toda la obra de Marx; y que en la elaboración de este concepto está la clave para una lectura omnicomprensiva de Marx, o sea, para su comprensión no sólo como materialista histórico (que es el aspecto que han acentuado muchos intérpretes, desde el Lukács de Historia y consciencia de clase hasta Jean Paul Sartre pasando por Gramsci y los teóricos de la Escuela de Frankfurt) sino también como materialista dialéctico (es decir, como pensador materialista de la naturaleza en su despliegue dialéctico) que es a la vez un materialista práctico, un materialista de la praxis.

3ª Que la concepción marxiana de la naturaleza y la noción de metabolismo proporcionan una aproximación materialista y socio-histórica a los problemas que hoy llamamos ecológicos (por ejemplo: las consecuencias de la aplicación de la química a las tierras de cultivo; el problema de la contaminación de los ríos por vertidos de residuos urbanos e industriales; el asunto de la contaminación del aire de las grandes ciudades; o la cuestión de la sostenibilidad en general y del urbanismo sostenible en particular, etc.) mejor que las aproximaciones brindadas por la mayoría de los ecologismos de la segunda mitad del siglo XX.

Estas tres conclusiones tienen su punta polémica.

La primera la tiene en relación con aquellos autores (la mayoría) que vienen repitiendo desde hace décadas que Marx fue un “desarrollista” que tenía una noción del progreso (y particularmente del progreso de las fuerzas productivas) que no rebasa el horizonte de los ilustrados, y que se ha hecho inmantenible en nuestros días.

La segunda conclusión de J.B. Foster choca con todas las interpretaciones más o menos historicistas, hegelianas o culturalistas (Foster suele decir en su libro “idealistas” o “espiritualistas”) que han desdibujado el materialismo de Marx, desatendiendo sus intereses científico-naturales y en particular el vínculo que él mismo quiso establecer entre su concepción del mundo y la teoría darwiniana de la evolución.

Y la tercera conclusión polemiza con varios de los ecologismos del siglo XX (sobre todo con la llamada ecología profunda y con los defensores del ecologismo como “nuevo paradigma”), al argumentar que la cuestión central que hay que discutir, hoy como ayer, no reside en la contraposición entre antropocentrismo y ecocentrismo, sino en cómo fundamentar la idea de coevolución.

A lo largo del libro de J. B. Foster hay, además, toda una serie de apuntes y desarrollos que interesarán tanto a marxistas como, en general, a las personas aficionadas a la historia de las ideas, a la historia de la ciencia o al estudio de las relaciones entre naturaleza y sociedad. De entre esos apuntes y desarrollos yo destacaría los siguientes, por lo que tienen de novedad:

1º La forma en que se aborda el análisis de la tesis doctoral de Marx sobre las diferencias entre la filosofía de Demócrito y la filosofía de Epicuro, lo cual conduce a una recuperación, por así decirlo, del epicureísmo de Marx (no sólo del joven Marx sino también del Marx maduro). En el contexto de este análisis Foster llama atención (pág.97) sobre algo que ha pasado desapercibido a la mayoría de los marxólogos y que, en cambio, los helenistas y los historiadores de la filosofía apreciarán, a saber: que la lectura actual de trozos de la gran obra de Epicuro Sobre la naturaleza, a partir de la exégesis de los restos de los papiros carbonizados hallados en la biblioteca de Filodemo, en Herculano, aportan una confirmación directa de la interpretación del materialismo epicúreo que en su tiempo Marx tuvo que basar, en gran parte, en conjeturas y en razonamiento dialéctico.

2º La discusión acerca del carácter prometeico de la concepción histórico-materialista de Marx basada en afirmaciones sueltas, como la que dice que Prometeo es el principal de los candidatos al panteón laico. Foster dedica mucha atención a la crítica que Marx hizo precisamente del “prometeísmo” de Proudhon y, basándose en esa crítica y en el estudio detallado de otros textos, mantiene que sobre esto hay que matizar. La matización, de mucha importancia por sus implicaciones para la fundamentación de un punto de vista ecológico-social, aclara que, para Marx, el Prometeo digno de admiración era la figura mítica revolucionaria tal como aparece en la obra de Esquilo Prometeo encadenado (el Prometeo que desafió a los dioses del Olimpo y trajo el fuego, o sea, la luz, la ilustración, a los seres humanos. Esta imagen asocia a Prometeo con la aparición de la ciencia y el materialismo y debe distinguirse de la imagen tardía de Prometeo como representante del maquinismo (págs. 210-212).

En esa misma línea J.B. Foster escribe cosas muy sensatas sobre Francis Bacon, sobre su influencia en Marx y sobre el tópico que viene a hacer de Bacon algo así como el padre del industrialismo productivista moderno, enemigo de la naturaleza. Recuerda Foster que Bacon escribió también que sólo podemos mandar sobre la naturaleza obedeciéndola (pág. 217) y que los historiadores serios de la ciencia (por ejemplo, Paolo Rossi) hace tiempo que refutaron ese tópico corriente en los ambientes ecologistas neorrománticos y posmodernistasii.

3º La reconstrucción detallada de la relación intelectual de Marx con Justus von Liebig, que no se reduce en absoluto a la muy conocida cita que Marx hizo de él en El capital. Muestra Foster en esas páginas que el conocimiento que Marx obtuvo de Liebig sobre química orgánica, sobre la industria de los fertilizantes y sobre el desarrollo de la química de los suelos le condujo a una comprensión sofisticada de la degradación ecológica de los suelos y a defender la tesis de que el carácter inherente de la agricultura a gran escala bajo el capitalismo impide una aplicación verdaderamente racional de la nueva ciencia de la gestión del suelo (págs. 229-242). Lo de comprensión sofisticada tiene aquí el preciso sentido de que, siguiendo en esto la evolución del propio Liebig, Marx abandonó el optimismo inicial acerca de la “segunda revolución agrícola” (caracterizada por la aplicación sistemática de la química a la agricultura) para acabar llamando la atención acerca de un caso paradigmático en el que las fuerzas productivas se convierten en fuerzas de destrucción.

Una novedad interpretativa, en relación con esto, que vale la pena tener en cuenta, consiste en subrayar la importancia que Marx concedió, ya en 1851, a la obra del economista político y terrateniente escocés James Anderson (1730-1808) sobre los orígenes de la fertilidad diferencial de la tierra (pág. 227-228).

4º La reconstrucción detallada de la recepción e influencia de las obras de Charles Darwin, en este caso tanto en Marx como en Engels; en cuyo contexto, seguramente uno de los más atractivos del libro, Foster responde con mucha precisión a una pregunta que los marxistas historicistas y culturalistas no suelen hacerse: ¿qué explicación hay que dar a la rotunda afirmación de Marx de que la teoría de la selección natural de Darwin proporcionaba “la base, en historia natural,” de la propia concepción del mundo? Para responder a esta pregunta con conocimiento de causa Foster acude a fuentes poco transitadas por la mayoría de los marxistas, como son las consideraciones teóricas y metodológicas de biólogos y paleontólogos que conocen bien la historia y el significado de la teoría de la evolución de Darwin y que, por otra parte, han criticado sin contemplaciones del darwinismo social y el determinismo biológico: Richard Levins, Richard Lewontin y Stephen Jay Gould.

También en este asunto hay una aportación curiosa y poco valorada hasta ahora por los marxólogos que se han ocupado del “Marx tardío”: la relación de amistad que Marx mantuvo en sus últimos años (desde 1880) con el entonces joven darwiniano E. Ray Lankester (1847-1929), que acabaría siendo un prominente biólogo evolucionista, miembro de la Royal Society y director del Museo Británico (págs. 336-337).

5º Un último tema, interesantísimo también, que Foster no desarrolla pero que deja apuntado en el epílogo a su libro (en relación con la pérdida de peso específico de las consideraciones ecológicas y naturalistas en los marxismos posteriores a la muerte de Marx y señaladamente en la época estalinista) es el de la recuperación de los manuscritos de Nikolai Bujárin (1888-1938), redactados en prisión, al final de su vida y que han visto la luz en 1992, gracias, entre otras cosas, a los esfuerzos de su biógrafo Stephen Cohen. Se trata de un libro de poemas titulado La transformación del mundo y de una obra filosófica, según Foster, de gran alcance publicada ya en ruso con el título de Arabescos filosóficos.

Foster afirma (pág. 342-346) que esta última obra pretende relacionar el marxismo con las teorías ecológicas de V.I Vernadski y sugiere que su lectura obligaría, como mínimo, a cambiar la opinión que la mayoría de los marxistas occidentales hemos tenido acerca de Bujárin como teórico, aceptando por lo general la crítica que de su Manual hizo Antonio Gramsci en los Cuadernos de la cárcel. De ser eso así, sería un excelente motivo para reabrir una de las páginas teóricas más sugestivas de la historia de los marxismos de los años treinta: la que abrió el economista Piero Sraffa al enviar, desde Cambridge, al Gramsci prisionero de Musolini, Science at the Cross Roads, o sea, los materiales del II Congreso de Historia de la Ciencia y la Tecnología que se reunió en Londres en junio de 1931.

El epílogo del libro de Foster sugiere algo que puede interesar particularmente al marxismo hispánico. La delegación soviética presidida en aquel Congreso de Londres por Bujárin tuvo, en los orígenes de la historia y la filosofía marxista de la ciencia, un papel tan destacado como el que tuvieron allí mismo Bernal, Farrington, Haldane y Needham (autores, todos ellos, recordados y reivindicados ahora por J.B. Foster en su polémica con el idealismo y el espiritualismo). Pero Gramsci no supo apreciar el valor de aquellos papeles. Manuel Sacristán, en lo último que escribió antes de su muerte, dijo por qué: por el “idealismo culturalista de su ambiente intelectual”. De manera que esta sugerencia sobre el último Bujárin, atento al pensamiento ecológico de V.I Vernadski, puede verse ahora como otro lazo de unión entre lo que J.B Foster dice y la forma de entender el marxismo de aquel que, aquí, hace años, nos hizo ver la importancia de los atisbos ecológicos de Marx, después de haber introducido a Gramsci casi al mismo en que discutía con Gramsci precisamente por el concepto que éste tuvo del materialismo y de la ciencia.

Aparte de su interés para ese capítulo de la historia de las ideas, La ecología de Marx. Materialismo y naturaleza interesará, sin duda --y en este caso por razones eminentemente prácticas-- a las personas que se dedican a estudiar los problemas de la agroindustria en el mundo actual desde la perspectiva del ecologismo social, a todos aquellos economistas sensibles que, con razón, exigen precisión en el uso de la hoy ya manida noción de sostenibilidad y, muy particularmente, a los campesinos cultos de este mundo de la globalización neoliberal que se siente vinculados a las propuestas alternativas del MST y de Vía Campesina.

Notas:

i John Bellamy Foster, La ecología de Marx. Materialismo y naturaleza . El viejo topo (con la colaboración de ISTAS y de la revista Viento Sur ), Barcelona, 2004, traducción de Carlos Martín y Carmen González de Marx´s ecology (2000). Con prólogo de Jaime Pastor.

ii Véase, por ejemplo, Paolo Rossi, Francesco Bacone: dalla magia alla scienza, Eiunaudi, Turín, 1974.