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martes, 23 de enero de 2024

Los átomos y la alegría de vivir.

Para Epicuro, el cuerpo y el alma se extinguen al morir, esparciéndose en el vacío los átomos que agrupados los formaban, de modo que no hay nada más allá de la muerte salvo la reagrupación de los átomos.

Epicuro
Retrato de Demócrito obra de Johannes Moreelse, 1630, conservado en el Museo Central de Utrecht.
Muchos grandes pintores recrean la imagen de Demócrito riendo, sin embargo, fue Epicuro el primero que relacionó los átomos con la alegría de vivir. La historia de esta extraña concordancia, tan sorprendente este tórrido verano cuyo colofón ha sido la tremenda película sobre Oppenheimer, seguramente la inició Zenón de Elea al poner de manifiesto que ni el espacio ni el tiempo podían dividirse infinitamente. El atlético héroe Aquiles jamás alcanzaría a la parsimoniosa tortuga.

Primero Leucipo y luego Demócrito concluyeron que con la materia debería suceder lo mismo, y lo mínimo en que se podía dividir se denominaría átomo. Y, lógicamente, tiene que haber un vacío en el que se muevan esos átomos. El tiempo permite que estos generen paso a paso o, mejor, golpe a golpe entre ellos, todo lo que llamamos mundo. Estamos entre 400 y 500 años antes de Cristo.

Un siglo más tarde, Epicuro estableció una relación pasmosa: los átomos permitían alcanzar la ansiada alegría de vivir. Al morir, el cuerpo y el alma se extinguen esparciéndose en el vacío los átomos que agrupados los formaban; no hay nada más allá de la muerte salvo la reagrupación de los átomos dando lugar a nuevas cosas en danza perpetua de la naturaleza. Mucho menos hay premios o castigos. Conclusión: no hay que temer a la muerte sino al dolor y, por lo tanto, a vivir que son dos días, dicho todo esto en unas 42 obras escritas de mayor o menor extensión. Al parecer, porque se perdieron casi todas. Hasta que llegó Tito Lucrecio Caro un par de siglos después con su grandioso poema de 7.400 versos: De rerum natura, aunque también se perdió (lo perdieron), pudo llegar íntegro a nosotros.

Poggio halló ‘De rerum natura’, lo copió y lo tradujo apropiadamente. La imprenta hizo el resto y la ciencia renació El físico matemático italiano Lucio Russo publicó en 1996 La revolución olvidada, cómo la ciencia nació en 300 a. C. y por qué tuvo que renacer. Demuestra, con todo rigor científico, que la ciencia griega y la tecnología romana del siglo V estaban preparadas para dar lugar a la ciencia moderna incluidos el uso del vapor y la electricidad. El historiador estadounidense Stephen Greenblatt ganó el Premio Pulitzer en 2011 con The Swerve (en español se tradujo como El giro) sosteniendo que lo que hizo renacer la ciencia 1.000 años después de que se extinguiera fue la recuperación del poema de Lucrecio.

Tras la caída de Constantinopla, al esparcirse por Europa, los monjes romanos más ilustrados vieron horrorizados que el latín de las copias de los textos clásicos era un desastre. Se desató una noble cacería de obras ilustres y uno de los más afortunados ojeadores fue Gianfrancesco Poggio. Encontró De rerum natura, lo copió y tradujo apropiadamente. La imprenta de Gutenberg hizo el resto, es decir, que llegara a sabios inquietos como Bruno, Galileo, Copérnico, Kepler, seguidos por muchos más. Y la ciencia renació.

El paréntesis de 1.000 años se debió a que las mentes más brillantes de Europa se dedicaron a poner en pie la religión única y verdadera, oficializada por las monarquías, pero de fundamentos poco razonables: Dios era uno y a la vez tres; el más cercano a nosotros nació de una Virgen; su sacrificio para salvarnos se conmemoraba con la extraña transustanciación; el sufrimiento era inevitable e incluso loable en el valle de lágrimas que es la vida, ya vendría la recompensa, si se daba el caso, después de la muerte; y cosas así.

La formidable teología que construyeron era opuesta de raíz a lo que se desprendía de De rerum natura: el universo no tiene creador y todo es resultado de los movimientos y agrupaciones de los átomos que suceden al azar sin causa (aunque pueda sorprender, Lucrecio no era ateo, pues el poema empieza invocando a Venus); el universo no se generó para los humanos y por eso no son únicos; las sociedades humanas y las especies animales no empezaron siendo tranquilas y felices, sino que hubieron de entablar batallas por la supervivencia; el alma muere, no hay vida más allá de la muerte; todas las religiones son supersticiones organizadas e inevitablemente crueles; no hay ángeles, demonios y fantasmas; entender la naturaleza de las cosas genera profundo asombro y bienestar; el mayor objetivo de la vida humana es aumentar el placer y disminuir el dolor; los deseos inalcanzables y el miedo a la muerte son los principales obstáculos para alcanzar la felicidad, pero pueden superarse ejercitando la razón. 

Sería interminable describir, ni siquiera enumerar, los desarrollos científicos y tecnológicos desprendidos del conocimiento de los átomos y sus núcleos, desde la medicina hasta las comunicaciones. Incluso la paz global alcanzada (hasta ahora la más prolongada) es gracias a la disuasión nuclear. Pero permítaseme antes del posible vilipendio, recordar un pasaje entrañable en mi vida.

Hace años, cuando mi padre, según sus palabras, estaba listo, me pidió que hiciera lo necesario para que lo incineraran. No quería convertirse en un pingajo. Averigüé que el cementerio de Sevilla tenía lo apropiado para ello. Su reacción cuando se lo dije no se me olvidará jamás: sonrió ampliamente. Ni él ni yo habíamos leído a Lucrecio.

Manuel Lozano Leyva es catedrático emérito de Física Atómica y Nuclear de la Universidad de Sevilla. Es autor de ‘Urania y Erató. Un divertimento sobre la relación entre la ciencia y la poesía’ (Renacimiento, 2022).

miércoles, 17 de enero de 2024

Por qué hay gente que aún cree que la Tierra es plana

La Salida de la Tierra, tomada por el astronauta William Anders el 24 de diciembre de 1968, durante la misión de Apollo 8.

La "Salida de la Tierra", tomada por el astronauta William Anders el 24 de diciembre de 1968, durante la misión de Apollo 8.

Se le ha llamado "la reina de las teorías de conspiración". Sólo que ambas partes de este debate se acusan de ser precisamente eso: una teoría de la conspiración.

Para ser justos, el peso de la balanza se inclina aplastantemente en contra de los que creen que la Tierra es plana.

Además de todo el acervo de pruebas científicas de larga data, hay muestras gráficas.

Por ejemplo, la foto que se conoce como "Earthrise" o "Salida de la Tierra", en la aparece nuestro azul planeta claramente globular, ya cumplió 50 años. Y esta es sólo una de las tantas imágenes enviadas por satélites desde entonces.

Entonces, ¿cómo puede ser que en el siglo XXI existan personas que genuinamente piensan que nuestro planeta no es redondo?

'Lo seguiré hasta los extremos de la Tierra', sollozó. ' Sí querida. Pero la Tierra no tiene extremos. Colón se ocupó de eso"

¿Cómo es?
Efectivamente, hay creyentes que desafían la teoría dominante.

Estas personas son discriminadas, le dijo hace un tiempo a la BBC John Davis, experto en informática y teórico de la Tierra plana.

"Muchos utilizan el término 'flat-earther' (terraplanista) con connotaciones que implican fe ciega, ignorancia y hasta antiintelectualismo".

Davis se empezó a interesar en esta teoría cuando se topó con unos escritos de la Flat Earth Society (Sociedad de la Tierra Plana).

El misterioso “monolito” avistado en una de las lunas de Marte

"Empecé a darme cuenta de cuánto aceptamos sin cuestionar, a pesar de que vaya en contra del sentido común", señaló.

Ahora, está convencido de que "la Tierra es plana, horizontalmente infinita y tiene al menos 9.000 kilómetros de profundidad".


De "La Atmósfera" de Camille Flammarion, de 1873, muestra a un peregrino observando la mecánica celestial.

La idea del planeta que tiene James McIntyre, de la Flat Earth Society, es sutilmente distinta.

"La Tierra es, más o menos, un disco de 24.900 millas de diámetro", declara. "Obviamente no es perfectamente plana, debido a los fenómenos geológicos como valles y montañas".

Fotos y barcos
¿Cómo se explican los terraplanistas las fotos de la Tierra desde el espacio?

"Las agencias espaciales del mundo están involucradas en una conspiración internacional para engañar al público en pos de vastas ganancias", asegura McIntyre.

"Las fotos son falsas", señala Davis.

¿Y qué del hecho de que nadie se ha caído jamás al llegar al borde de ese disco que es el mundo?

"Una examen somero del mapa de la Tierra plana explica la razón: el Polo Norte está en el centro y Antártica en el borde de toda la circunferencia de la Tierra. La circunnavegación es viajar en un círculo muy ancho por la superficie de la Tierra", explica McIntyre.

La misteriosa "luna" que nos ha acompañado durante un siglo sin que nos diéramos cuenta




Mapa de la Tierra Plana

Si viajas alrededor del mundo cerca de la gruesa línea blanca -Antártica- le darás la vuelta al mundo sin caerte, según McIntyre.

Ni tan nueva ni tan vieja
Christine Garwood, autora de "Tierra Plana: la historia de una idea infame" afirma que es "una falacia de la historia" que todos desde la Antigüedad hasta el Oscurantismo creían que la Tierra era plana y que únicamente se desengañaron de esa "idea loca" cuando Cristóbal Colón logró llegar a América "sin caerse en el filo del mundo".

"Con extraordinarias pocas excepciones, ninguna persona educada eh la historia de la civilización occidental desde el siglo III en adelante creía que la Tierra era plana", afirmó en 1997 el historiador Jeffrey Burton Russell.

Por su parte, el eminente científico Stephen Jay Gould escribió en el mismo año que "nunca hubo un período de 'oscurantismo de Tierra plana' entre los eruditos. El conocimiento griego de la esfericidad nunca desapareció y todos los estudiosos medievales aceptaban la redondez de la Tierra como un hecho establecido de cosmología".

El cambio se dio en el siglo XIX.

La Iglesia dice que la Tierra es plana, pero yo sé que es redonda, porque vi su sombra en la Luna. Y tengo más fe en una sombra que en la Iglesia"

Fernando de Magallanes (148-1521)

Escépticos

Con el ascenso del racionalismo científico, que parecía minar la autoridad de la Biblia, algunos pensadores cristianos decidieron lanzar un ataque contra la ciencia establecida.

Un inventor inglés llamado Samuel Birley Rowbotham (1816-1884) asumió el pseudónimo de "Parallax" y fundó la nueva escuela de "Astronomía Zetetica" (que significa "escéptico", del griego antiguo zētētikós, "inquisitivo").

Rowbotham recorrió Inglaterra argumentando que la Tierra era un disco estacionario y el Sol estaba a sólo 400 millas de distancia.

En 1870, el holandés John Hampen, famoso por encabezar polémicas, escribió acerca de la Tierra plana y describió al científico Isaac Newton -autor de la teoría de la gravedad- como "un borracho o un demente".

Las ideas de Hampden como las de muchos terraplanistas se basaban en la religión: muchas de las pruebas de su teoría provenían de las Sagradas Escrituras.

La ciencia y la religión quedaron enfrentadas.



Globo Terráqueo

Desde hace miles de años los eruditos sabían que vivíamos en un globo.

Más escépticos
Sin embargo la anterior es una versión de la historia.

Según el historiador Russell, todo empezó cuando escritores con prejuicios antirreligiosos del siglo XIX reescribieron la historia, tergiversándola de manera que los padres de la Iglesia y sus sucesores medievales parecieran creer que la Tierra era plana.

Los misteriosos rayos X que emite Plutón y desvelan a los científicos Apenas "de dos a cinco Papas tempranos negaban la esfericidad de la Tierra", asegura.




Imágenes de la Tierra a todo color y en alta calidad como esta tomada desde la Estación Espacial Internacional son comunes hoy en día, pero no hace 50 años. "La razón para promover tanto la mentira sobre la esfericidad de la Tierra y la mentira general de que la religión y la ciencia están en un conflicto eterno y natural en la sociedad Occidental es para defender al darwinismo", opinó.



Un mapa de la Tierra plana del siglo XX.

"La mentira de la Tierra plana era munición contra los creacionistas. El argumento era simple y poderoso, aunque no elegante: 'Miren cuán estúpidos son estos cristianos. Esos que niegan la evolución son los mismos que por al menos mil años han negado que la Tierra sea redonda".

Entonces, ¿los religiosos construyeron la teoría de la Tierra plana para desafiar a la ciencia o los darwinistas se inventaron que los creacionistas tenían esa teoría para desacreditarlos?

Todo es discutible, pero ¿incluso la idea de que la Tierra es globular? Alguno parecen creer que sí.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-37954365

sábado, 5 de marzo de 2016

Vida de Galileo Galilei en el Valle Inclán de Madrid.


GALILEO:
Durante dos mil años la Humanidad creyó que el Sol y todos los astros del cielo daban vueltas a su alrededor. El Papa, los cardenales, los príncipes, los sabios, capitanes, mercaderes, pescaderas y escolares creían estar inmóviles en esa esfera de cristal. Pero ahora nosotros salimos para hacer un gran viaje. Porque los viejos tiempos han pasado y ahora es una nueva época. Desde hace cien años es como si la Humanidad esperase algo. Las ciudades son pequeñas, y también lo son las cabezas. Superstición y peste. Pero ahora se dice: que sean así las cosas no quiere decir que tengan que seguir siéndolo. Porque todo se mueve, amigo.

PRESENTACIÓN
Nadie puede ver mucho tiempo cómo dejo caer una piedra y digo que no cae, declara un optimista Galileo aunque, más adelante, constate, atónito, una cerrazón generalizada a admitir evidencias surgidas de la comprobación empírica. Mide mal el poder de las creencias. Y es que, como dijo Einstein (sobre cuya figura, por cierto, Brecht proyectó escribir también una pieza), resulta más fácil desintegrar un átomo que un prejuicio. De la natural resistencia a aceptar hechos probados capaces de desestabilizar el orden establecido trata esta obra, así como del viejo afán humanista de asentar un saber en que se ensamblan Ciencia, Pensamiento, Artes y Política. El eco lejano de un sueño, al día de hoy.

En su primera versión, Brecht presenta a Galileo como un perspicaz estratega que logra escribir y difundir los Discorsi, aunque para ello, en un momento dado, deba abjurar públicamente de sus investigaciones. La conocida frase "pobre del país que necesita héroes" enuncia ese posibilismo. Sin embargo, años más tarde, el autor corrige la última escena haciendo que el propio Galileo (Brecht) declare abiertamente la gran infamia que ha supuesto su retractación: una imperdonable traición a la Humanidad. Entre una y otra ha caído la bomba atómica sobre dos ciudades japonesas. Brecht entiende ahora que la pureza de la investigación científica, su compulsiva especialización de funestas consecuencias, parte precisamente de ese pecado original de las ciencias modernas.

El tema, pues, de Vida de Galileo no es otro que el de la responsabilidad social de la Ciencia. El sabio renacentista, en principio, no concibe sus experimentos desvinculados de la idea de progreso social; sin embargo, el veto de las autoridades eclesiásticas le aboca a canalizar su creatividad a través de cauces más selectos y restringidos. Se convierte en un especialista.

También Brecht –el Galileo del teatro contemporáneo- pensó el arte como una herramienta para transformar el mundo llegando a formular innovadores planteamientos que desencadenaron un cambio copernicano (nunca mejor dicho) en nuestro modo de entender el hecho teatral. Tampoco pudo evitar el exilio ni la prohibición de sus obras. Finalmente, después de la guerra, gozó de una cómoda, aunque controlada, vida de investigador en su teatro de Berlín oriental. Y así como el científico paduano pasó sus últimos días retirado en una casa de campo florentina bajo la complaciente tutela de la Inquisición, uno puede imaginar al gran dramaturgo alemán custodiado por devotos feligreses de la nueva iglesia histórico-materialista, tratando de justificar las limitaciones del férreo sistema de la RDA como inevitables piedras en la senda hacia la emancipación final. (Este comentario, sobra, -o no sobra,- pues es el voluntario donativo que justifica su cargo de director de una obra en un teatro nacional, en tiempos del anticultural gobierno del PP)

Pero, en fin, lo que importa es que dos magnas obras -los Discorsi y Vida de Galileo- han prevalecido para dar un poco de claridad en nuestra noche, tan inexplicable aún.

ENTREVISTA CON ERNESTO CABALLERO
Bertolt Brecht escribió tres versiones de Vida de Galileo. ¿En cuál se te has fijado?

Efectivamente Brecht escribió tres versiones. Me he centrado en la última,en la que modificó en 1955, después del uso de la bomba atómica. Los cambios más sustanciales entre las tres obras están en las últimas escenas, en la retractación y cuál es el punto de vista del autor al respecto. Considero que Vida de Galileo es una obra que podría titularse perfectamente La retractación.

Brecht siempre quiso hacer una obra sobre Albert Einstein. Si bien en todas las versiones el autor planteó una reflexión sobre el progreso científico y el progreso social, es cierto que a partir del uso de las bombas atómicas se empezó a cuestionar su beneficio. Estudió la retractación en la última versión como un momento crucial cuando la ciencia se especializa y se desentiende de la vida de las personas y esto, según Brecht, puede conducir a una tecnificación que en determinadas manos y sin tener en cuenta el beneficio para la Humanidad puede acarrear consecuencias nefastas.

El tema de la obra se centra en la oposición de la Iglesia al progreso científico, pero hay algo más que esta contraposición que aparece de manera evidente, ¿no es así?

Efectivamente como bien dices, y Brecht así lo expresó claramente, mal iríamos si la representación se centrara solo en el papel de la Iglesia. La iglesia era el orden establecido en el plano político pero también en el social e intelectual. Lo que quiere plantear Brecht es el tema de la resistencia de toda una estructura establecida al cambio. Admitir ciertos principios que se dan por sentados, genera un proceso de desestabilización que puede poner patas arriba la estructura social. De lo que está hablando Brecht es de cómo siempre existen pioneros que terminan cuestionado principios inamovibles, en este caso científicos, y cómo hay una reacción natural de resistencia, de ponerse a la defensiva, para evitar la incertidumbre de reinventarse o reinventar la explicación del mundo. Eso cuestiona principios y relaciones de poder. Brecht habla de la ciencia y de muchas otras cosas, de la necesidad de no dar por inamovibles los principios por más inmutables que parezcan, incluso los de la ciencia. Como decía Einstein hay que cultivar la actitud de no dar nada por sentado, de que todo es provisional. Ese es el tema de la obra: la responsabilidad social del científico, y también de la resistencia a la verificación empírica de los fenómenos, de cómo las creencias pueden ser refractarias a la razón. El error de Galileo es pensar que a él no le va pasar como a Giordano Bruno que fue condenado a la hoguera por sostener idénticas premisas. Él piensa que no le va a pasar lo mismo porque ahora sus afirmaciones se pueden comprobar. Su error, su venda, -su hamartya- es pensar que las pruebas irrefutables pueden vencer un sistema de creencias. Esto es muy de ahora y lo he querido resaltar. Las opiniones se pueden cambiar, pero es mucho más difícil cambiar las creencias. Las creencias no se abandonan así como así por muchas pruebas que haya. Hay toda una superestructura diseñada para justificarse que se auto justifica y que fabrica sus razones. Tiene un argumentario frente a la realidad, y la realidad que no se ajusta a sus postulados cuenta poco. Este es el choque que he querido potenciar porque me parece que está muy vigente.

Has comentado en varias ocasiones que deseas crear un cierto distanciamiento, muy característico por otra parte del teatro épico de Brecht. ¿Cómo vas a hacerlo?

Creo que el distanciamiento ya está incorporado en todo el teatro. En lo teatral Brecht es el Galileo del siglo XX.

En el teatro contemporáneo el distanciamiento se puede potenciar más o menos y es cierto que yo lo potencio mucho. Trato de privilegiar el relato y para eso me gusta que esté muy presente el actor, que establezca una relación en presente, en el aquí y ahora, con el espectador. Este es uno de los muchos enunciados que hace Brecht con respecto al teatro épico: privilegiar la historia.

Otra premisa del teatro épico es analizar cómo pasan las cosas que previamente se anuncian más que crear suspense sobre lo qué va a pasar. Eso a mí también me interesa y creo que en el caso de esta obra es muy evidente este recurso. La historia de la vida de Galileo es conocida, sabemos lo que pasa con él, no hay intriga. Lo interesante es indagar las razones de los actos de los personajes (o de sus omisiones).

Con todo, no nos hemos preocupado mucho en cómo aplicar el distanciamiento porque creo que ya está instalado en todo el teatro. Sí nos hemos ocupado en ponernos en el lugar del espectador, el espectador de hoy en día. Eso, entiendo, sí es brechtiano; la actualización bien entendida ¿en qué lugar nos colocamos hoy para entender esta historia? Es desde luego un lugar que no es el mismo que en los años 40 o en los 60. Probablemente el espectador de hoy ya no reclame tanto el elemento didáctico- discursivo como que busque explorar otras zonas que tienen que ver con cómo gestionamos en la sociedad nuestras convicciones. Eso a mí me ha parecido de sumo interés. Todos tenemos que poner en el fiel de la balanza nuestro grado de heroísmo, a qué estamos dispuestos a renunciar, si somos posibilistas o no, si merece la pena colaborar en una estructura que sostiene la mentira para que florezca la verdad.

Vida de Galileo se nos presenta como un tablero de ajedrez. Brecht es un gran dramaturgo al que no le interesa tanto crear los personajes de carne y hueso como resaltar sus representaciones arquetípicas. En el teatro del mundo todos tenemos que movernos y estamos condicionados. Galileo, si tiene algo heroico, es la decisión de romper y abandonar ese papel de hombre reconocido, disputado por las grandes cortes italianas que le tienen como científico cualificado. Galileo está contaminado por la fruta el árbol de conocimiento y su afán de saber le hace desentenderse de su actividad más práctica y utilitarista. Eso le reprochan, quizá con buen tino, los que le sufragan sus investigaciones. Por qué no hace uso de sus conocimientos para cosas útiles. Este es otro de los temas que se plantean en la obra. Hay un elemento contradictorio que a Brecht le gusta poner en relieve. Las grandes obras de Brecht se problematizan. Madre coraje, una obra antibelicista, plantea un personaje que necesita la guerra para vivir. Estas contradicciones hacen que las obras de Bertolt Brecht sean complejas y, por tanto, reales.

En el texto escrito casi todas las escenas comienzan con un pequeño verso. ¿Se dirá en escena o son más bien acotaciones que el espectador no oirá?

Sí, son canciones. Forman parte de la música de la obra y del recurso dramático de Brecht. Anuncian lo que va a pasar. En el original, Hanns Eisler las compuso para coros infantiles y en nuestra versión las ejecuta el actor y cantante Alberto Frías.

Hablando de la puesta en escena te has decidido usar un escenario redondo en vez de la disposición frontal habitual. ¿Puedes hablarnos de ello?

Estamos más acostumbrados a trabajar a la italiana. Esta disposición plantea diferentes requerimientos. El trabajo de los actores se modifica. A mí me parecía muy coherente con la idea galileana de cambiar una perspectiva. En este caso es literal; cambiamos la perspectiva del escenario. El espectador está en todos lados. La Tierra ya no está en un punto fijo. Me parecía que guardaba coherencia también con las tesis brechtianas; la fuerza metafórica del círculo. Quería además asemejar el escenario a un espacio para la investigación, que el espectador estuviera asistiendo a un proceso de investigación científica. Prefería también evitar la tentación que puede darse en el espacio a la italiana de monumentalismo, de grandeza. En definitiva, la decisión de trabajar en un espacio escénico no convencional obedece a diversas razones.

Ernesto Caballero

martes, 5 de enero de 2016

_- ¿Quién descubrió que el Sol era una estrella?

_- Esta respuesta es cortesía de Louis Strous del Observatorio Solar Nacional, Sacramento Peak, Nuevo México.

Se ha necesitado el trabajo de muchas personas hasta conseguir demostrar que el Sol es una estrella.
La primera persona que sabemos sugirió que el Sol era una estrella cercana (o, por el contrario, que las estrellas son soles lejanos) fue Anaxágoras, alrededor de 450 A.C.

Se sugirió esa idea nuevamente por Aristarco_de_Samos, 310 a. C.-c. 230 a. C, pero esta idea no cuajó.

Unos 1800 años más tarde, alrededor del año 1590, Giordano Bruno sugirió lo mismo, y fue quemado en la hoguera (1600) por ello.

A través de la obra de Galileo, Kepler y Copérnico durante los siglos XVI y XVII la naturaleza del sistema solar y el lugar en él del Sol se hizo evidente, y, finalmente, en el siglo XIX las distancias a las estrellas y otras datos acerca de ellas pudieron ser medidas por varias personas. Sólo entonces se demostró que el Sol era una estrella.

Durante la mayor parte de la historia humana, casi todas las personas han pensado que la Tierra estaba en el centro de una esfera gigante (o bola, llamada la "esfera celeste") con las estrellas atrapadas en el interior de la esfera. Los planetas, el Sol y la Luna se creía que se movían entre la esfera de las estrellas y la Tierra, para ser diferente tanto de la Tierra como de las estrellas.

Anaxágoras, que vivió en Atenas, Grecia, en torno a 450 AC (hace 2450 años), pensaba que el Sol y las estrellas eran piedras de fuego, que las estrellas estaban demasiado lejos para que se sintiera su calor, y que el Sol era quizás no más que unos pocos cientos de millas en tamaño. Con  lo que Anaxágoras fue, hasta donde sabemos, el primero en sugerir que el Sol es una estrella. Sus ideas fueron recibidas con desaprobación y finalmente fue encarcelado por impiedad, porque sus ideas no encajaban en los prejuicios de la época.

Aristarco de Samos (Samos es una isla griega en el mar Egeo) vivió desde alrededor de 310 a 230 antes de Cristo, hace unos 2.250 años. Se midió el tamaño y la distancia del Sol y, aunque sus observaciones eran inexactas, encontró que el Sol era mucho más grande que la Tierra. Aristarco sugirió entonces que la pequeña Tierra orbita alrededor de ese gran sol en lugar de al revés, y él también sospechaba que las estrellas no eran más que soles distantes, pero sus ideas fueron rechazadas y luego olvidadas, y también fue amenazado por sugerir tales cosas. Aristarco y Anaxágoras no tenían forma de medir realmente los tamaños ni las distancias a las estrellas (salvo el Sol), por lo que no tenían pruebas para apoyar sus ideas.

Claudio Ptolomeo de Alejandría (una ciudad griega en  el delta del Nilo, lo que hoy es Egipto) alrededor del año (hace 1,860 años) 140 describe un modelo geocéntrico (= centrado en la Tierra) del universo, con la Tierra en el centro del Universo, el Sol como uno de los vagabundos ("Planetes" en griego) que se mueven en relación con las estrellas, y las estrellas fijas a la esfera celeste más externa. En este modelo, las estrellas y el Sol eran completamente diferentes. El universo se describe en este libro (el libro llegó a ser conocido como el Almagesto) fue aceptado como la verdad por prácticamente todo el mundo durante los próximos 14 siglos, sobre todo porque fue aceptado por la Iglesia Católica Romana, que se hizo muy poderosa durante ese tiempo. Este modelo describe con bastante exactitud cómo se mueven los planetas, pero no por qué se mueven solo de esa manera, y agrupó el Sol junto con los planetas en lugar de con las estrellas.

Mikolaj Kopernik (conocido como Nicolás Copérnico fuera de su Polonia natal) vivió desde 1473 a 1543. En 1543, justo antes de morir, publicó un libro titulado "De revolutionibus orbium celestium" en el que proponía un heliocéntrico (= centrado en el Sol) sistema solar con el Sol en el centro y la Tierra como uno más de los planetas que orbitan alrededor del Sol, al igual que los demás. Este modelo era más simple que el modelo geocéntrico de Ptolomeo, aunque cualquiera de ellos podría ser utilizado para predecir el movimiento planetario. El modelo de Copérnico describía el Sol, aparte de los planetas, pero no dijo nada acerca de las estrellas. Copérnico esperó tanto tiempo como fue posible antes de la publicación de su libro porque tenía miedo de que la Iglesia no lo aprobaría. Al principio, la mayoría de la oposición a sus ideas en realidad procedían de los protestantes, no de los católicos. Martín Lutero, una de las principales figuras y de los primeros en el protestantismo, declaró en voz alta que Copérnico era un tonto por "establecer que la Tierra se movía".

Giordano Bruno, un filósofo italiano, vivió de 1548 a 1600. Él decidió que si la Tierra es un planeta al igual que los otros, entonces no tiene sentido dividir el universo en una esfera de las estrellas fijas y un sistema solar. Dijo que el Sol es una estrella, que el universo es infinitamente grande, y que hay muchos mundos. Fue condenado por las Iglesias tanto la católica romana como las Reformadas, así como por otras cosas y fue quemado vivo en Roma en 1600 por herejía (alegando que sus afirmaciones no se ajustaban a las ideas aceptadas por la Iglesia y que no se retractaba).

Galileo Galilei, un científico italiano, vivió de 1564 a 1642. En 1610, fue la primera persona que sabemos utilizó el recién inventado telescopio para mirar las estrellas y los planetas. Él descubrió los satélites de Júpiter, lo cual mostró que Ptolomeo y la idea de la Iglesia que sólo había un centro de órbitas en el Universo (es decir, la Tierra) era incorrecta. Basándose en sus observaciones, Galileo argumentó a favor del modelo heliocéntrico de Copérnico. Se dio cuenta de que las estrellas se ven como pequeños puntos, incluso cuando se ven a través de un telescopio, y llegó a la conclusión de que las estrellas deben estar muy lejos.

En parte debido a que G. Bruno (un acusado de herejía y condenado a la hoguera) las apoyó, las ideas de Copérnico fueron condenadas por la Iglesia Católica en 1616, y Galileo fue juzgado y condenado por herejía en 1633. Se vio obligado a renegar públicamente de las ideas de Copérnico, y se le puso bajo arresto domiciliario hasta su muerte en 1642. En 1979 una nueva investigación de esta convicción fue iniciado por la Iglesia y por último, la condena fue anulada, unos 340 años después de la muerte de Galileo. Una anécdota famosa, pero tal vez falsa, tiene a Galileo como autor de la frase: "Y sin embargo se mueve!" (por la Tierra) después de jurar lo contrario o en su lecho de muerte. Sin embargo, Galileo, como Bruno y Aristarco ante que él, no tenía ninguna prueba de que el Sol y las estrellas eran iguales.

Johannes Kepler de Alemania vivió desde 1,571 a 1630. Estudió con mucho cuidado las posiciones de los planetas y de eso determinó tres leyes del movimiento planetario que ponen al Sol en el centro del sistema solar con los planetas en órbita alrededor del Sol. Ahora estaba claro que el Sol no era un planeta, aunque por qué las leyes del movimiento planetario debían seguir el camino del Sol todavía no estaba claro.

Christiaan Huygens de Holanda vivió de 1629 a 1695. Determinó la distancia a la estrella Sirio, suponiendo que esa estrella era tan brillante como el sol y aparecía débil sólo por su gran distancia. Él encontró que la distancia a Sirio debía ser muy grande. Entonces, a partir de ese momento, la idea de que el Sol era una estrella fue seriamente considerada por los científicos.

Isaac Newton, un científico Inglés, vivió desde 1642 a 1727. En 1665 se dio cuenta de que se trataba de la gravedad la que mantenía el sistema solar juntos. Otra historia famosa, probablemente falsa, hizo que este pensamiento surgiera en la cabeza de Newton cuando una manzana cayó sobre su cabeza mientras él estaba sentado debajo de un manzano, mirando la Luna. Newton determinó entonces la fórmula que describe cómo funciona la gravedad y demostró que esto explica las órbitas y el movimiento de los planetas alrededor del Sol y de las lunas alrededor de los planetas, y por tanto también las tres leyes de Kepler del movimiento planetario. El movimiento de los planetas y las lunas ahora se explica por una sola fórmula: Ley de la Gravedad de Newton. La gente especula que esta misma ley podría ser válida en todo el universo.

Por último, en 1838, Friedrich Bessel, 22 de julio, 1784 - 17 de marzo, 1846, por primera vez mide la distancia a una estrella sin ninguna hipótesis acerca de la naturaleza de las estrellas y nos pareció que era enorme. Pronto siguieron las distancias a otras estrellas, y entonces la gente podía calcular el verdadero brillo de las estrellas, corregidos por su distancia a nosotros, y descubrieron que eran tan brillante como el Sol. Cuando también se encontraron otras cosas sobre el Sol que eran como otras estrellas, como su temperatura superficial y la composición química, entonces la prueba finalmente estaba aquí de que el Sol es una estrella.

El Sol ahora se clasifica como una estrella G2V: una estrella enana de la secuencia principal de temperatura moderada.

Se darán cuenta de que durante la mayor parte de la historia que se ha descrito anteriormente, la gente ha sido perseguida por sugerir cosas que no encajaban en los prejuicios de la época, incluso cuando (o quizás porque) presentaron pruebas de que esos prejuicios no son correctos. Las cosas son mejores hoy en día: es posible que aún se rían o griten por sugerir ideas que son diferentes de las creencias actuales, pero ya no será quemado en la hoguera por ello.
Fuente: http://solar-center.stanford.edu/FAQ/Qsunasstar.html