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martes, 29 de marzo de 2022

Imanol Uribe vuelve a la madrugada del asesinato de Ignacio Ellacuría y sus compañeros jesuitas en ‘Llegaron de noche’.

                                         

El cineasta narra a través de los ojos de Lucía, la limpiadora superviviente, la matanza perpetrada en 1989 por los militares salvadoreños.

Si me matan de día sabrán que ha sido la guerrilla, pero si llegan de noche serán los militares los que me maten”. El jesuita Ignacio Ellacuría (Portugalete, 1930-San Salvador, 1989) sabía lo que le podía pasar durante la guerra civil salvadoreña. Y pasó: el 16 de noviembre de 1989, las tropas del Gobierno salvadoreño, una brutal dictadura militar, entraron en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) y asesinaron a cinco jesuitas españoles, entre ellos Ellacuría, a otro religioso salvadoreño, a la cocinera y a su hija de 16 años. Por diversos lazos emocionales, Imanol Uribe (San Salvador, 72 años) se sentía ligado a esa historia. “Conocí de una manera muy circunstancial a Ellacuría”, recuerda. Hacia 1974, el cineasta era amigo de una sobrina del jesuita, ya entonces conocido por su planteamiento religioso-filosófico novedoso, más cercano a los que sufren, como parte de la Teología de la Liberación, y cuando Ellacuría dio una conferencia en Salamanca fue a escucharle. “Incluso me lo presentó. Me llamó mucho la atención el magnetismo que poseía”, explica el director de La muerte de Mikel, Días contados o Bwana. “Tenía un aura”.

Aquella noche de noviembre, los militares dispararon y ejecutaron a quienes encontraron en la zona de la residencia de la UCA, sin darse cuenta de que en un alojamiento en teoría vacío se habían refugiado, huyendo de la guerra civil que ya había asolado su pueblo, una limpiadora, su marido y su bebé. Esa mujer, Lucía Barrera de Cerna, se convirtió en la testigo que señaló a los asesinos. “A mí la matanza me pilló justo en Sudamérica, y me impresionó mucho”, asegura Uribe. “Es más, había estado en el aeropuerto de San Salvador, porque estaba localizando para una serie de TVE que nunca se hizo, y ni pudimos bajar del avión”. Por si fuera poco, el cineasta nació y vivió sus primeros siete años en la capital salvadoreña. “Fue durante una época más tranquila y desde luego completamente alejados de la miseria de las calles, porque residíamos en una colonia para extranjeros”. Y estudió en los jesuitas. Uribe parecía predestinado a dirigir Llegaron de noche, que tras concursar en el Festival de Málaga se estrena comercialmente este viernes.

Aunque el desencadenante final fue la novela Noviembre, de Jorge Galán: “Trata más historias del país centroamericano, como el asesinato de monseñor Romero. Pero ahí ya aparecía Lucía, un vehículo fantástico para contar esa historia”. Lo duro de la historia de Lucías Barrera de Cerna es que huyendo de la guerra se la encontró de frente donde pensaba que estaría a salvo. “Es ese tipo de personajes trágicos que están en el peor sitio en el peor momento, muy tradicionales en el cine. Un solo hecho les cambia completamente la vida. El añadido actual es que en esta época en que la verdad no vale nada, en que estamos rodeados de fake news, la historia de una mujer humilde que por encima de todo, jugándose su vida y la de su familia, se va a sacrificar por que se sepa lo ocurrido es un gran argumento. Me parece fundamental”.

Intereses cruzados
¿Por qué fueron asesinados los jesuitas? Uribe ni duda: “Había muchos intereses cruzados para que se mantuviera el conflicto, y Ellacuría mediaba por alcanzar la paz. El Gobierno estadounidense financiaba la dictadura salvadoreña, y muchos querían que ese grifo económico siguiera abierto”. No rodaron en El Salvador por la violencia que aún bulle en el país. “Y porque muchos de los culpables de aquella matanza siguen en la calle”.

A Uribe le ha costado sacar adelante este proyecto siete años. “Han pasado muchas cosas: cambio de productora, pandemia, búsqueda de fecha de estreno... Además, el cine que yo hago, absolutamente libre, alejado de plataformas, es cada vez más complicado de producir. Son películas que están empezando a desaparecer”, analiza el cineasta. “O te mueves en presupuestos muy pequeños o muy grandes. El resto...”. Y confiesa: “Mi problema es que yo solo puedo hacer lo que me gusta, que tenga sentido. No juzgo a los demás; sin embargo, yo no me veo haciendo series. Y espero morirme rodando”.

Para Llegaron de noche el director volvió a su ciudad natal, habló con más gente relacionada con la historia, como el provincial de los jesuitas José María Tojeira (Carmelo Gómez, en la película), que luchó por revelar lo que había pasado. “Y fuimos a California, a conocer a Lucía, que vive a 240 kilómetros de San Francisco”. Primero fue él. Y tras la pandemia Juana Acosta, su alter ego en el filme, visitó a Barrera. “Tuve muy claro desde que escribimos el primer guion que sería Juana. Pura intuición. Aunque fuera una colombiana de clase alta que encaraba el personaje de una humilde sirvienta salvadoreña”, explica.

Lucía Barrera de Cerna acabó, protegida por los jesuitas, en EE UU. Allí se convirtió en enfermera, “doblando turnos, trabajando sin descanso para mantener a la familia”, cuenta Uribe. El bebé que protegió en 1989 creció; su hija también se convirtió en enfermera en la zona de Oakland. “Un buen final”.

https://elpais.com/cultura/2022-03-24/imanol-uribe-vuelve-a-la-madrugada-del-asesinato-de-ignacio-ellacuria-y-sus-companeros-jesuitas-en-llegaron-de-noche.html

La película, narra la historia real de Lucía, la única testigo conocida en la matanza de los jesuitas en El Salvador. La madrugada del 16 de noviembre de 1989, en plena guerra civil salvadoreña, seis sacerdotes jesuitas, profesores universitarios, y dos empleadas fueron asesinados en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) en San Salvador. Inmediatamente el gobierno culpabiliza a la guerrilla del FMLN, pero una testigo presencial echa por tierra la versión oficial: se llama Lucía Barrera y trabaja como empleada de la limpieza en la UCA. Lucía ha visto quiénes son los verdaderos asesinos: el ejército. Aquella mirada será clave para esclarecer la verdad y hacer justicia, pero además cambiará para siempre su vida y la de su familia. (FILMAFFINITY).

PD.: La pusieron en la 2 de rtve el 1 de diciembre de 2024, y en mi opinión es magnífica,realista y un documento imprescindible. La dirección y el trabajo de todos los actores extraordinarios... La recomiendo totalmente.

domingo, 27 de febrero de 2022

In memoriam. Héctor Samour: filosofía y liberación

Su actividad académica es inseparable del compromiso por el cambio social y la transformación política de la realidad nacional salvadoreña
 
JUAN JOSÉ TAMAYO.


El 10 de febrero falleció en San Salvador (El Salvador, CA) a los 69 años el filósofo y sociólogo Héctor Samour, uno de los mejores especialistas mundiales y principales difusores del pensamiento filosófico de Ignacio Ellacuría, rector de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA), filósofo y teólogo hispano-salvadoreño de la liberación asesinado en noviembre de 1989 por el Ejército salvadoreño. Las reflexiones y los estudios siempre creativos de Héctor sobre Ellacuría constituyen la base de muchas investigaciones para el conocimiento y la interpretación de su obra.

Samour desarrolló toda su actividad académica en la UCA. Desde 1975 fue profesor-investigador del Departamento de Filosofía de dicha universidad, donde impartió cursos sobre historia de la filosofía, metafísica, epistemología, filosofía política, filosofía del derecho y filosofía latinoamericana. De 1993 a 2003 fungió como decano de la facultad de Ciencias del Hombre y de la Naturaleza, y hasta 2010 como jefe de dicho Departamento de Filosofía y director de las carreras de maestría y doctorado en filosofía iberoamericana de la UCA. Fue el creador de la Cátedra Latinoamericana Ignacio Ellacuría, germen de las diferentes Cátedras Ellacuría de todo el mundo, incluida la de Teología y Ciencias de las Religiones, de la Universidad Carlos III de Madrid. Enseñó como profesor visitante en el Swarthmore College, en Philadelphia (Estados Unidos), y en la Universidad de Granada (España).

Su actividad académica es inseparable del compromiso por el cambio social y la transformación política de la realidad nacional salvadoreña. Ambas opciones se tradujeron en la creación de la Cátedra Latinoamericana Ignacio Ellacuría de Análisis de la Realidad Política y Social y su actividad política como Secretario de Cultura de la Presidencia de El Salvador de 2010-2012 y hasta mayo de 2014 como Viceministro de Educación en gobiernos del Frente Farabundo Martín para la Liberación Nacional (FMLN).

Entre las aportaciones de Ellacuría, Samour destaca las siguientes: el método de historificación de los conceptos filosóficos, políticos y teológicos; las mayorías populares empobrecidas como lugar teológico; la realidad histórica como ámbito por excelencia de la liberación; la toma de conciencia del “mal común” como estado real del mundo en el que la mayoría de la gente vive estructuralmente mal, frente a las proclamas abstractas y falsamente universalistas del bien común, y el bien común como exigencia negadora de la injusticia estructural; la importancia del lugar social en las ciencias sociales; el lugar de las víctimas de los sistemas sociales y económicos; la crítica de la civilización del capital y del neoliberalismo; la tendencia globalizadora de los procesos económicos y sociales; la unidad entre teoría y praxis; la función liberadora de la filosofía;. Estas ideas las desarrolla en dos obras clave: Crítica y liberación. Ellacuría y la realidad histórica contemporánea (2012 y 2018)) y Voluntad de Liberación. La filosofía de Ignacio Ellacuría (2002).

Ellacuría nos ha hermanado en el caminar por las sendas de la filosofía y la teología de la liberación a través de la praxis histórica en clave de utopía. Nuestro reciente y último acto de hermanamiento ha sido la dirección conjunta de Ignacio Ellacuría. 30 años después (Tirant, Valencia, 2021), que recoge las aportaciones de las personas participantes en el Coloquio Internacional celebrado en San Salvador en noviembre de 2019 con motivo del 30 aniversario del asesinato de Ellacuría.

Juan José Tamayo 

sábado, 8 de enero de 2022

_- La Corte Suprema de El Salvador ordena reabrir el caso de la "masacre de los jesuitas"

_- Las ocho víctimas de la masacre fueron Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Juan Ramón Moreno, Joaquín López y López, Amando López, Elba Ramos y su hija Celina Ramos de 16 años.
Las ocho víctimas de la masacre fueron Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Juan Ramón Moreno, Joaquín López y López, Amando López, Elba Ramos y su hija Celina Ramos de 16 años.

Fuente de la imagen,Getty Images

 
Pie de foto,
La Sala de lo Constitucional de la Corte Suprema de Justicia de El Salvador ordenó este miércoles reabrir el caso conocido como la "masacre de los jesuitas".

Lo hizo tras admitir un amparo presentado por el fiscal general, Rodolfo Delgado, en el que pedía que se revisara la resolución de 2020 en la que se ordenó el cierre de la causa penal.


El suceso tuvo lugar la madrugada del 16 de noviembre de 1989, cuando soldados de élite del Batallón de Infantería de Reacción Inmediata "Atlacatl", un comando entrenado en Estados Unidos, accedió al campus de la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) y mataron a seis religiosos de la orden de los jesuitas y a dos mujeres.

Ocurrió en medio de la mayor ofensiva guerrillera registrada durante la guerra civil salvadoreña (1979-1992).

El conflicto dejó más de 75.000 muertos y desaparecidos (en su mayoría civiles), y obligó a cientos de miles de salvadoreños a abandonar sus hogares.

El Constitucional, también ha dado 10 días a la Sala de lo Penal para que "modifique" la resolución de 2020 en la que cerraba el caso alegando que se "violó el derecho de acceso a la justicia de las víctimas".

La Sala de lo Penal de la Corte Suprema dictó en 2020 el cierre del proceso penal y también ordenó "que no se investigue a los señalados como autores intelectuales de la masacre".

Las ocho víctimas fueron Ignacio Ellacuría, Ignacio Martín-Baró, Segundo Montes, Juan Ramón Moreno, Joaquín López y López, Amando López, Elba Ramos y su hija Celina Ramos.

Uno de los curas asesinados fue Ignacio Ellacuría, entonces rector de la Universidad Centroamericana (UCA).

Más de 30 años después la mayoría de los responsables no ha enfrentado la justicia, con una excepción.

En septiembre de 2020, el excoronel Inocencio Montano, que en aquella época se desempeñaba como viceministro de Defensa, fue condenado a más de 130 años de cárcel por la Audiencia Nacional de España.

La Justicia española inició en 2011 un proceso penal bajo el principio de justicia universal dado que cinco de las víctimas tenían nacionalidad española.

La guerra civil en El Salvador tuvo lugar entre 1979 y 1992. La ONU estima que murieron más de 75.000 personas.

miércoles, 10 de junio de 2020

Justicia contra impunidad. El crimen de 1989 contra los jesuitas se inscribió en el clima de persecución de los poderes oligárquicos contra el cristianismo liberador.

El 16 de noviembre de 1989 el batallón Atlacatl, el más sanguinario del Ejército de El Salvador (Centroamérica), asesinó con premeditación, nocturnidad, alevosía e impunidad en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) a los jesuitas Segundo Montes, Ignacio Martín-Baró, Juan Manuel Moreno, Joaquín López, Amando López e Ignacio Ellacuría, a Julia Elba Ramos, trabajadora doméstica, y a su hija Celina Ramos, de 15 años. Anteriormente, la UCA había sido objeto de cateos, ataques con bombas que destruyeron parte de las instalaciones, del material informático y de la documentación universitaria. Su rector, Ignacio Ellacuría, recibió numerosas amenazas de muerte que le obligaron a abandonar el país en repetidas ocasiones.

Los crímenes, que causaron una gran conmoción mundial, se inscribían en el clima de persecución de los poderes oligárquicos, el Gobierno, el Ejército, la Guardia Nacional y los escuadrones de la muerte, todos coaligados, contra el cristianismo liberador de El Salvador, formado por las comunidades de base, un sector del clero del lado de las organizaciones populares y los teólogos y científicos sociales de la UCA que educaban al alumnado y a la ciudadanía en una conciencia crítica al servicio de las mayorías populares bajo la guía de la teología de la liberación.

Los jesuitas estaban comprometidos en el trabajo por la justicia en una sociedad estructuralmente injusta, en la lucha por los derechos humanos en un país donde se transgredían sistemáticamente, en la defensa de la vida de quienes la tenían más amenazada, y en el trabajo por la paz a través de la no violencia activa en medio de la violencia institucional.

La persecución se producía con el silencio cómplice del Vaticano bajo el pontificado de Juan Pablo II, y de su principal ideólogo el cardenal Ratzinger, quienes acusaron a los teólogos de la UCA de abrazar el marxismo acríticamente, haber creado división en la Iglesia salvadoreña e incluso legitimar la violencia.

En la represión contra la Iglesia de los pobres había sido asesinado antes por la Guardia Nacional el jesuita Rutilio Grande, junto con el campesino Manuel Solórzano y el joven Nelson Rutilio Lemus, por haber contribuido a despertar la conciencia del campesinado en la defensa de sus derechos; monseñor Romero, arzobispo de San Salvador, por sus sistemáticas denuncias de la violación de los derechos humanos y de las masacres contra poblaciones enteras; cuatro religiosas estadounidenses por su opción en favor de los sectores más vulnerables de la sociedad; y líderes de comunidades de base y activistas de los derechos humanos.

Las personas asesinadas pusieron en práctica la máxima de Epicuro: “Vana es la palabra de aquel filósofo que no remedia ninguna dolencia del ser humano”. Hicieron realidad el verso del poeta cubano José Martí: “Con los pobres de la tierra mi suerte yo quiero echar”. Y pusieron en práctica el principio-compasión con las víctimas formulado por Jesús de Nazaret: “Misericordia quiero, no sacrificios”. Como dijera Ignacio Ellacuría, “no lucharemos por la justicia sin pagar un precio”. Y bien caro que lo pagaron.

Durante más de treinta años, los crímenes de aquella fatídica madrugada de noviembre de 1989, decididos por el Estado Mayor del Ejército salvadoreño y ejecutados por el Batallón Atlacatl, han quedado impunes. Hace más de diez años la Asociación Pro Derechos Humanos (APDHE) y la familia de Ignacio Martín-Baró interpusieron una querella contra los responsables de tamaños crímenes para que se hiciera justicia a las víctimas y al pueblo salvadoreño. Tras una investigación judicial compleja, se inicia este lunes el juicio en la Audiencia Nacional contra Inocente Orlando Montano, coronel y viceministro de Seguridad Pública entonces, acusado de asesinato y terrorismo cometidos en el contexto de crímenes internacionales. El proceso será dirigido por los abogados Almudena Bernabéu y Manuel Ollé en nombre de la APDHE y de las víctimas.

Estamos ante un día histórico ya que se abre el camino para terminar con tan larga impunidad, buscar la verdad, hacer justicia a las víctimas y rehabilitarlas en su dignidad negada por tantos años de olvido judicial.

Juan José Tamayo es director de la cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Ignacio Ellacuría, de la Universidad Carlos III de Madrid, y autor, con José Manuel Romero, de Ignacio Ellacuría, Teología, filosofía y critica de la ideología (Anthropos).

https://elpais.com/espana/2020-06-07/justicia-contra-impunidad.html