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martes, 8 de diciembre de 2020

_- Una pedagogía crítica y emancipadora frente a la educación tradicional

_- Los pedagogos Jaume Martínez Bonafé y Jaume Carbonell Sebarroja publican "Otra educación con cine, literatura y canciones" (Octaedro)

“El paseo de un grupo de adolescentes -un viernes por la tarde- por un centro comercial posee mayor mensaje educativo que una teoría, sea del cuerpo, la alimentación, la familia, los viajes o la sexualidad; se trataría, en este caso, de una interpretación crítica del capitalismo de consumo, que puede plantearse mirando un escaparate; pero […]

“El paseo de un grupo de adolescentes -un viernes por la tarde- por un centro comercial posee mayor mensaje educativo que una teoría, sea del cuerpo, la alimentación, la familia, los viajes o la sexualidad; se trataría, en este caso, de una interpretación crítica del capitalismo de consumo, que puede plantearse mirando un escaparate; pero esto no significa, en modo alguno, negar el valor de la escuela”, explica en Radio Klara Jaume Martínez Bonafé. Comenzó su carrera docente como maestro de escuela –durante una década- y ha ejercido como profesor en el área de Didáctica y Organización Escolar en la Universitat de València. Es coautor, junto al pedagogo y exdirector de la revista Cuadernos de Pedagogía, Jaume Carbonell Sebarroja, del ensayo Otra educación con cine, literatura y canciones, publicado en septiembre por la editorial Octaedro.

Los autores, actualmente jubilados, se posicionan en la izquierda y se adscriben a las corrientes de la Renovación Pedagógica. De hecho, reconocen su deuda con la Escuela Nueva, que surge en Inglaterra a finales del siglo XIX en contraposición a la escuela tradicional; también de la metodología Freinet, la pedagogía del oprimido de Paulo Freire, la Escuela Moderna de Ferrer Guardia y dos experiencias populares de la segunda mitad del siglo XX en Italia: la de Lorenzo Milani en Barbiana, y la promovida por Loris Malaguzzi en Reggio Emilia.



En Otra educación, Martínez Bonafé y Carbonell Sebarroja resumen 50 años de su experiencia en el campo educativo. “En la literatura, el cine o la canción popular hallamos textos y reflexiones que nos ayudan a construir la crítica a la tradición escolástica (la formación entendida como correctora de las imperfecciones humanas) y pensar propuestas emancipadoras”, subrayan.

Secuencias de la película Amarcord (1973), de Federico Fellini, permiten aproximarse a la educación autoritaria de la Italia fascista a través de un adolescente, Titta (Bruno Zanin), que estudia en la ciudad de Rimini en los años 30 del siglo XX. Una formación alternativa es la que propone en Lugares Comunes (2002) el veterano profesor de Literatura, Fernando Robles (Federico Luppi): “Traten de dejar las supersticiones en el pasillo antes de entrar en el aula. No obliguen a sus alumnos a estudiar de memoria, eso no sirve. Lo que se impone por la fuerza es rechazado y en poco tiempo se olvida”, explica el docente porteño a los universitarios en la película de Adolfo Aristarain.

El ensayo apuesta por la divulgación, trata de evitar el sesgo academicista y la densidad del expertismo. Según los autores, “las Matemáticas, la Lengua, la Historia o la Geografía sólo tienen sentido si ayudan a navegar y al crecimiento autónomo del alumno; en la educación emancipadora el conocimiento es una herramienta práctica”. Hay maestros que desarrollan esta labor. Algunos, como el personaje Daniel Lefebvre, en un pueblo minero del norte de Francia castigado por la crisis y el paro, tal como recoge el filme Hoy empieza todo (1999), de Bertrand Tavernier.

O Don Gregorio, maestro republicano en la Galicia rural, víctima de la represión franquista en el cuento La lengua de las mariposas, de Manuel Rivas (Fernando Fernán Gómez encarnó a Don Gregorio en la película titulada como el relato, estrenada en 1999 por el realizador José Luis Cuerda). Al aprendizaje no jerarquizado también hace referencia José Agustín Goytisolo en el poema La mejor escuela: “Desconfía de aquellos que te enseñan / listas de nombres, fórmulas y fechas / y que siempre repiten modelos de cultura / que son la triste herencia que aborreces”.

Una mirada sobre la juventud puede proyectarse a través de la música. The times they are a-changing (1964), de Bob Dylan, se inscribe en la canción protesta contra la discriminación racial en Estados Unidos y la guerra de Vietnam: “Senadores y congresistas, escuchad la llamada. / No os quedéis en la puerta, / no bloqueéis el paso, / porque el que saldrá herido será el que ha quedado atrás. / Fuera hay una batalla y es brutal”. La letra de Dylan recoge asimismo la brecha generacional: “Madres y padres de todo el mundo, / no critiquéis lo que no podéis entender. / Vuestros hijos e hijas están más allá de vuestro control, / vuestro viejo camino envejece rápidamente”.

En 1962 la cantautora chilena Violeta Parra compuso Me gustan los estudiantes. El campo de mira puede ampliarse también con la narrativa, por ejemplo Las tribulaciones del estudiante Törless (1906), de Robert Musil, que retrata la educación opresiva en un colegio militar del Imperio Austro-Húngaro. Pero el listado que comparten los autores no aspira a agotar la cuestión; el pasado 24 de noviembre TVE-2 emitió Los 400 golpes (1959), de François Truffaut, sobre la rebeldía y los sueños de libertad de Antoine Doinel, un joven parisino de 14 años. Kes (1969), de Ken Loach, y El niño de la bicicleta (2011), de los hermanos Dardenne, plantean el caso de muchachos que crecen en ambientes de conflictividad.

Martínez Bonafé y Carbonell Sebarroja abogan por una perspectiva a largo plazo, lo que implica “prescindir de las novedades y las modas –que no tienen nada de nuevo-, y que se quedan en el vuelo gallináceo de la dictadura del presentismo y la inmediatez”. Los dos investigadores critican el actual diseño de los currículos escolares (planificación de la enseñanza) que hacen posible la reproducción del conocimiento en el sistema capitalista; entre la pluralidad de alternativas, apuntan los trabajos por proyectos que surgen de las asambleas de aula. Además subrayan el fuerte encorsetamiento que impone –a profesores y alumnos- el libro de texto tradicional. En la novela Doktor Faustus (1947), de Thomas Mann, las conferencias del profesor Kretzschmar sobre Beethoven motivan la reflexión y las conversaciones de los alumnos. El teatro también aporta ejemplos; en Diálogos de fugitivos, escribe Bertolt Brecht: “Nosotros aprendimos en la escuela cosas como las diferencias sociales. ¡Aquello era toda una asignatura!”.

El combate por la emancipación de las mujeres puede sugerirse en el aula mediante clásicos como Madame Bovary (1857), de Flaubert, o Ana Karenina (1877), de Tolstoi. Si se aterriza en la historia reciente, la cantante y activista chilena Ana Tijoux estrenó en 2014 su cuarto álbum, Vengo; una de las canciones, Antipatriarca, exhortaba a la liberación femenina: “No sumisa ni obediente / mujer fuerte insurgente / independiente y valiente / romper las cadenas de lo indiferente / no pasiva ni oprimida/”. La cinta Te doy mis ojos (2003), de Icíar Bollaín, se centra en la violencia machista.

Los autores de Otra educación rechazan el discurso único y uniformizador que no respeta las diferencias de lenguas, culturas e identidades. Se muestran partidarios de un interculturalismo crítico. Las letras de los cantautores Manu Chao (Clandestino) y Pedro Guerra (Contamíname) asumen esta diversidad: “Cuéntame el cuento del árbol dáctil de los desiertos / de las mezquitas de tus abuelos / dame los ritmos de las darbukas y los secretos / que hay en los libros que yo no leo/”. El supremacismo blanco en Estados Unidos -durante los años 30 del siglo pasado- aparece en Matar a un ruiseñor (1960), de Harper Lee; la novela, éxito de ventas, fue adaptada dos años después al cine, con Gregory Peck en el papel protagonista.

Frente a la barbarie, la impunidad y el auge de la extrema derecha, el ensayo reivindica la memoria. El escritor italiano judío Primo Levi dejó testimonio en Si esto es un hombre (1947) de cómo sobrevivió al holocausto nazi en el campo de Auschwitz. Sobre la represión y el terror en América Latina, los pedagogos proponen títulos cinematográficos como La historia oficial (1985), de Luis Puenzo, que se acerca a las desapariciones y la lucha por la verdad en la dictadura militar argentina. Un motivo similar, para el caso de Chile, puede hallarse en Missing (desaparecido), estrenada en 1982 con la dirección de Costa-Gavras y protagonizada por Jack Lemmon.

Respecto a la guerra española de 1936, dos de las múltiples opciones literarias son La forja de un rebelde, de Arturo Barea, y Réquiem por un campesino español, de Ramón J. Sénder. El texto concluye con una apelación a la esperanza y la resistencia colectiva: Get up, stand up, stand up for your rights! (Levántate, ponte de pie por tus derechos), cantaba Bob Marley en 1973.

miércoles, 10 de junio de 2020

Justicia contra impunidad. El crimen de 1989 contra los jesuitas se inscribió en el clima de persecución de los poderes oligárquicos contra el cristianismo liberador.

El 16 de noviembre de 1989 el batallón Atlacatl, el más sanguinario del Ejército de El Salvador (Centroamérica), asesinó con premeditación, nocturnidad, alevosía e impunidad en la Universidad Centroamericana José Simeón Cañas (UCA) a los jesuitas Segundo Montes, Ignacio Martín-Baró, Juan Manuel Moreno, Joaquín López, Amando López e Ignacio Ellacuría, a Julia Elba Ramos, trabajadora doméstica, y a su hija Celina Ramos, de 15 años. Anteriormente, la UCA había sido objeto de cateos, ataques con bombas que destruyeron parte de las instalaciones, del material informático y de la documentación universitaria. Su rector, Ignacio Ellacuría, recibió numerosas amenazas de muerte que le obligaron a abandonar el país en repetidas ocasiones.

Los crímenes, que causaron una gran conmoción mundial, se inscribían en el clima de persecución de los poderes oligárquicos, el Gobierno, el Ejército, la Guardia Nacional y los escuadrones de la muerte, todos coaligados, contra el cristianismo liberador de El Salvador, formado por las comunidades de base, un sector del clero del lado de las organizaciones populares y los teólogos y científicos sociales de la UCA que educaban al alumnado y a la ciudadanía en una conciencia crítica al servicio de las mayorías populares bajo la guía de la teología de la liberación.

Los jesuitas estaban comprometidos en el trabajo por la justicia en una sociedad estructuralmente injusta, en la lucha por los derechos humanos en un país donde se transgredían sistemáticamente, en la defensa de la vida de quienes la tenían más amenazada, y en el trabajo por la paz a través de la no violencia activa en medio de la violencia institucional.

La persecución se producía con el silencio cómplice del Vaticano bajo el pontificado de Juan Pablo II, y de su principal ideólogo el cardenal Ratzinger, quienes acusaron a los teólogos de la UCA de abrazar el marxismo acríticamente, haber creado división en la Iglesia salvadoreña e incluso legitimar la violencia.

En la represión contra la Iglesia de los pobres había sido asesinado antes por la Guardia Nacional el jesuita Rutilio Grande, junto con el campesino Manuel Solórzano y el joven Nelson Rutilio Lemus, por haber contribuido a despertar la conciencia del campesinado en la defensa de sus derechos; monseñor Romero, arzobispo de San Salvador, por sus sistemáticas denuncias de la violación de los derechos humanos y de las masacres contra poblaciones enteras; cuatro religiosas estadounidenses por su opción en favor de los sectores más vulnerables de la sociedad; y líderes de comunidades de base y activistas de los derechos humanos.

Las personas asesinadas pusieron en práctica la máxima de Epicuro: “Vana es la palabra de aquel filósofo que no remedia ninguna dolencia del ser humano”. Hicieron realidad el verso del poeta cubano José Martí: “Con los pobres de la tierra mi suerte yo quiero echar”. Y pusieron en práctica el principio-compasión con las víctimas formulado por Jesús de Nazaret: “Misericordia quiero, no sacrificios”. Como dijera Ignacio Ellacuría, “no lucharemos por la justicia sin pagar un precio”. Y bien caro que lo pagaron.

Durante más de treinta años, los crímenes de aquella fatídica madrugada de noviembre de 1989, decididos por el Estado Mayor del Ejército salvadoreño y ejecutados por el Batallón Atlacatl, han quedado impunes. Hace más de diez años la Asociación Pro Derechos Humanos (APDHE) y la familia de Ignacio Martín-Baró interpusieron una querella contra los responsables de tamaños crímenes para que se hiciera justicia a las víctimas y al pueblo salvadoreño. Tras una investigación judicial compleja, se inicia este lunes el juicio en la Audiencia Nacional contra Inocente Orlando Montano, coronel y viceministro de Seguridad Pública entonces, acusado de asesinato y terrorismo cometidos en el contexto de crímenes internacionales. El proceso será dirigido por los abogados Almudena Bernabéu y Manuel Ollé en nombre de la APDHE y de las víctimas.

Estamos ante un día histórico ya que se abre el camino para terminar con tan larga impunidad, buscar la verdad, hacer justicia a las víctimas y rehabilitarlas en su dignidad negada por tantos años de olvido judicial.

Juan José Tamayo es director de la cátedra de Teología y Ciencias de las Religiones Ignacio Ellacuría, de la Universidad Carlos III de Madrid, y autor, con José Manuel Romero, de Ignacio Ellacuría, Teología, filosofía y critica de la ideología (Anthropos).

https://elpais.com/espana/2020-06-07/justicia-contra-impunidad.html

miércoles, 16 de mayo de 2018

Los crímenes del franquismo y su impunidad

Daniel Campione


Intervención en Foro Debate “Los crímenes del franquismo: Impunes en España, denunciados en Argentina”. Realizado en Facultad de Filosofía y Letras-UBA, el 4 de mayo de 2018

En primer lugar, saludamos el trabajo de los querellantes argentinos, que se enfrentan a la búsqueda de clausurar la memoria de la República, de la revolución proletaria y campesina acaecida en la España de 1936, y la criminal represión que se encargó de segar todo el movimiento hacia las transformaciones sociales radicales. La política de supresión de la memoria tuvo inicio desde los comienzos de la dictadura de Franco, y después de su muerte continuó con los gobiernos de la transición española, que pergeñaron una supuesta reconciliación basada en el olvido, sin excluir en absoluto a los gobiernos socialistas.

Quizás, para comenzar a hablar de la represión bajo la dictadura franquista, convenga transcribir un fragmento escrito por José María Pemán, uno de sus ideólogos:

“La guerra, con su luz de fusilería, nos ha abierto los ojos a todos. La idea de turno o juego político, ha sido sustituida para siempre, por la idea de exterminio y expulsión, única salida válida frente a un enemigo que está haciendo de España un destrozo que jamás en la historia nos lo causó ninguna nación extranjera. 24 de julio de 1936.

Por su parte, el general Emilio Mola, durante la preparación del alzamiento llamó a “eliminar sin escrúpulos ni vacilación alguna a todos los que no piensen como nosotros.”

La acción represiva del franquismo responde a un plan sistemático que es puesto en obra desde el mismo alzamiento del 17 de julio de 1936. Escribe Paul Preston: “En el caso de los militares rebeldes, el programa de terror y aniquilación constituía el eje central de su plan y de los preparativos para llevarlo a cabo.” Tuvo un propósito de exterminio no circunscripto al campo militar, sino extendido al plano social e ideológico. Se buscó arrasar con los miembros más activos de las clases subalternas en primer lugar, pero también se actuó sobre los menos destacados, para sembrar el terror en la generalidad de la población. En muchos casos los considerados “marxistas convictos y confesos” fueron asesinados sin más trámite o después de parodias judiciales. Seguidores menos activos y hasta algunos indiferentes terminaron igual ejecutados o enviados a la cárcel o represaliados de diversas maneras. ¡A la cárcel con el neutral¡ escribió un periodista falangista. Los familiares eran asimismo represaliados, empezando por las mujeres, en muchos casos viudas de “rojos”, y los bebés y niños pequeños, que fueron robados por millares.

Se asesina en masa cuando hay una amenaza militar, una seria resistencia contra el avance golpista; pero también se lo hace cuando hay poca o ninguna lucha para imponer el alzamiento militar, como en Logroño, Jerez de la Frontera, Pamplona, Valladolid, amplias zonas de Galicia y decenas o centenares de pequeñas ciudades, pueblos y aldeas que cayeron inermes frente a los facciosos. Buena parte de los crímenes franquistas durante la guerra civil se produjeron con independencia de las acciones bélicas.

Un elemento para entender el carácter de la acción represiva es que en la primera etapa del conflicto todavía no se había configurado una guerra civil propiamente dicha. La resistencia obrera y campesina, junto con militares leales, había detenido el golpe en buena parte de España, pero el ejército de la República había dejado de existir. Así lo analiza Francisco Espinosa Maestre, un experto en las acciones represivas, sobre todo en el sur: “…salvo excepciones, a un lado hubo fuerzas militares y paramilitares fuera de la ley y al otro la población civil. …no estamos ante lo que habitualmente entendemos por una guerra sino simplemente ante un golpe militar, no estamos ante batallas sino ante vulgares matanzas.” Recién será un tiempo después, en particular cuando se logra configurar una defensa organizada y con armamento y equipo razonable ante el ataque a Madrid, cuando se den los presupuestos de una guerra civil en el sentido estricto del término.

A veces se tiende a asimilar la violencia ejercida por fuerzas republicanas con la producida por las fuerzas franquistas. No hay tal cosa, la violencia de los “nacionales” fue dirigida desde la cúspide, se extendió a lo largo de toda la guerra y aún después. Fue una política de venganza social, destinada al castigo de quienes habían osado cuestionar el orden social existente. Dios, la familia y la propiedad requerían una reparación. Desde su punto de vista, al impulso revolucionario de masas inficionadas por el marxismo, cabía oponer la espada vengadora de la reacción.

Una vez terminada la guerra, la política de la venganza continúa. Se ha estimado que hubo 50.000 ejecutados en la posguerra. La diferencia era que las ejecuciones “por bando de guerra” o “ley de fugas”, los “paseos” que terminaban en tiros en la nuca fueron progresivamente reemplazadas por consejos de guerra, que realizaban verdaderas parodias de juicios en las que la condena solía estar predeterminada, dando lugar a verdaderos asesinatos judiciales. Se aplicaba también la ley de “responsabilidades políticas”, que inculpaba a todos aquello que “con actos concretos o pasividad grave” se habían opuesto al triunfo del movimiento nacional. En las cárceles se hacinaban presos en número diez o veinte veces mayor que la capacidad de esas prisiones, muchos millares hacían trabajo esclavo como parte del sistema de “redención de penas por el trabajo”, que dio lugar a la versión española de los campos.

No hay que olvidar el papel de la Iglesia, a la vez legitimadora y beneficiaria de las políticas de exterminio. La institución eclesiástica vivió “una larga época de felicidad, con una dictadura que la protegió, la cubrió de privilegios, defendió sus doctrinas y machacó a sus enemigos.” (J. Casanova)

Se ha dicho que el conflicto español ha sido guerra de clases, de ideología, de religión, de nacionalidades. Fue todo eso, pero hay que prestar mucha atención al primero de los términos. Propietarios rurales y patrones de fábrica se vengaban de quienes habían puesto en duda su derecho de propiedad y sus privilegios, lo que constituía una falta imperdonable, de la que había que impedir la menor posibilidad de que se repitiera.

El triunfo franquista proyecta su sombra hasta el día de hoy. España ha vuelto a ser una monarquía, y no cualquiera: La que instauró el propio Caudillo poniendo al frente a un príncipe escogido por él y educado bajo su tutela. Son herederos de Franco los que hoy gobiernan España, por medio de un partido que fue conformado por dirigentes de la dictadura, convertidos por conveniencia a los ideales democráticos.

Desde Argentina hacemos votos por una España diferente, en la que el poder salga de una vez de manos de quiénes, en más de un sentido, son herederos de Franco y pueda constituirse un efectivo poder popular, al modo que soñaron los mejores luchadores de la República.

jueves, 6 de julio de 2017

_- España, país de impunidad. Escuchamos los relatos de Chato, Felisa y Lidia, víctimas de las torturas de Billy el Niño.

Chato, Felisa y Lidia con Javier del Pino_- Antonio González Pacheco, alias Billy el Niño, “era el funcionario ideal de la Brigada Político Social del Régimen franquista. Era un torturador compulsivo que disfrutaba haciendo daño” dice Chato. “Lo mostraba con su media sonrisa, que era risa, mientras sus ojos se salían de las órbitas” afirma Lidia. “Su aliento, que apestaba a alcohol, lo sentíamos especialmente cerca las mujeres. Era su manera de imponerse” narra Felisa.

Varían los matices pero, en los relatos de estas tres víctimas de tortura, hay un recuerdo muy vivo, demasiado reciente de Billy el Niño. Han pasado cuarenta años pero, para ellos, y para tantos otros, sigue resultando difícil y doloroso recordar los días que pasaron detenidos en la Dirección General de Seguridad, conocida como DGS.

José María Galante, Chato, era un joven estudiante de Telecomunicaciones de apenas veinte años cuando fue detenido, hasta en cuatro ocasiones, en Madrid. Formaba parte del Sindicato Democrático de Estudiantes y más tarde se uniría a la Liga Comunista Revolucionaria. “Al régimen se le abrían las costuras”, sin embargo, todavía faltaban años para que llegara la democracia y, su forma de pedir cambios en este país, le haría pasar casi cinco años en las prisiones de Carabanchel, Zaragoza, Segovia, Zamora e incluso Segovia, donde protagonizó dos intentos de fuga. Ha pasado el tiempo pero él se sigue despertando empapado en sudor por las noches. Las pesadillas de las torturas que sufrió en los sótanos del edificio que alberga el reloj de la Puerta del Sol, son constantes. El relato de lo que allí vivió ayuda a comprender por qué. En una de las detenciones pasó 11 días en la DGS y, desde que entró, supo que había entrado “en el reino de irás y no volverás”. Allí supo qué eran la bañera o la barra, dos de las prácticas habituales de tortura. “Te colgaban desnudo en una barra y te golpeaban en los genitales, en el estómago, en las piernas hasta que te dolía hasta el aire que respirabas. Llega un momento en el que deseas morirte pero al mirar a tus torturadores te salva pensar que eres el único ser humano que está en aquella sala”. Uno de aquellos torturadores ha quedado clavado en su memoria. “Una de las veces que Billy el Niño me abrió la cabeza con la culata de la pistola con la que le gustaba jugar me dijo: ahora ya puedes ir diciendo por ahí que yo te he abierto la cabeza”. Cuando le recogieron del suelo y le lanzaron en la parte trasera de un furgón vestido con un mono empapado en vómito y sangre, él no podía sostenerse en pie. Pensó que iban a matarle. Ya habían asesinado a varios de sus amigos así que temió lo peor. Sin embargo, “cuando vi que entraba más gente en el furgón me entró un ataque de risa tremendo. Aquello significaba que seguiría con vida. Nos llevaban a la cárcel”.

Felisa Echegoyen también terminó en prisión pero no sin antes conocer a Billy el Niño. Él mismo fue a detenerle a su casa, en el barrio madrileño de Lavapiés. Antes de que llegara consiguió quemar todos los documentos que la relacionaban con la Liga Comunista Revolucionaria pero, “a aquellos miembros de la Brigada Político Social les cabreó no encontrar “la vietnamita”, como se conocía entonces a la multicopista con la que se preparaba la propaganda. Me golpearon frente a la ventana y me amenazaron con lanzarme al vació”. Con los demás compañeros, Felisa se había preparado para soportar la tortura en el caso de que algún día fuera detenida pero fue, en aquel instante, “cuando Billy me ahogó el grito con un pañuelo en mi casa”, cuando imaginó lo que viviría en los próximos días. También conoció los sótanos de la DGS recubiertos de azulejos amarillentos manchados de la sangre de otra gente torturada, también fue golpeada hasta perder el aliento y hasta entrar en shock. Apenas lo ha contado en dos ocasiones y se le quiebra la voz al narrar tres días que han marcado para siempre la vida de aquella joven de 26 años que luchaba a finales de los 70 por cambiar el país en que vivía.

La abogada Lidia Falcón abanderaba por entonces la lucha feminista en España. Su relación con el Partido Comunista hizo que la detuvieran hasta en siete ocasiones. Una de ellas, fue arrestada junto a sus dos hijos y su pareja. Días antes se había producido el primer atentado de ETA que dejó víctimas civiles en España. “Cuando llegué a Madrid después de viajar detenida toda la noche desde Barcelona y vi la Cafetería Rolando destrozada imaginé que me iban a relacionar con aquello”. No consiguieron encontrar ninguna prueba de que ella tuviera relación con aquel atentado pero, durante nueve días, en pleno Estado de Excepción, supo que la brutalidad que se vivía en Vía Laietana en Barcelona no era muy original. En la Puerta del Sol de Madrid pasaba lo mismo. Eso sí, el protagonista de la violación de los derechos más elementales de un detenido era allí Billy el Niño. “Cuando me golpeaba en el vientre me decía: ¡Puta, así no parirás más! Lo soporte como pude pero mi gran preocupación era mi hija. Estaba en un lugar donde se violaba a las mujeres y uno de los policías me dijo nada más entrar en la DGS: Tu hija está en los calabozos. Allí puede encontrar novio”. A su hija no le pasó nada pero a ella sí. Tras nueve días de tortura fue directamente a la enfermería de la prisión.

Chato, Felisa y Lidia tienen hoy secuelas psicológicas y físicas de lo que vivieron. Chato nunca más volvería a correr como antes. Lidia ha pasado en varias ocasiones por quirófano para ser operada de lesiones que llevan la firma de Billy el Niño, pero sus relatos no han servido para que, por ahora, quien fuera condecorado por sus superiores, entre ellos, Rodolfo Martín Villa, ex ministro de Gobernación, haya pagado por sus delitos, por haber marcado para siempre la vida de muchas personas. Quienes luchan contra sus fantasmas y continúan relatando lo que vivieron para que el pasado no se olvide, quienes luchan contra la impunidad, han abierto esta nueva semana un nuevo camino. Con la Coordinadora estatal de apoyo a la Querella Argentina contra crímenes del franquismo, Luis Suárez-Carreño ha presentado una querella contra Billy el Niño a la que pronto se sumaran otros, entre ellas las de Chato y Felisa. Las firme quien las firme, todas esas rendijas judiciales tienen un denominador común, hablan de una de las páginas más oscuras de la historia de España pero, como dice Chato, "hay que leerla para que este deje de ser un país de impunidad y porque solo así seremos una sociedad plenamente democrática".
Oír aquí.

Fuente: http://cadenaser.com/programa/2017/06/23/a_vivir_que_son_dos_dias/1498230301_479728.html

lunes, 10 de octubre de 2016

Que se arranquen los ojos. No saber no significa eludir la responsabilidad de sus fechorías, señores consejeros de Caja Madrid.

España es un país donde la ignorancia tiene muy buena reputación. Lo demuestran los recortes en educación y cultura. Lo prueba el descaro con que los consejeros y ejecutivos de Caja Madrid corean el estribillo de que no sabían.

No sabían, desde luego, dirigir un banco. Ni sabían que las tarjetas opacas eran opacas. Ni sabían tampoco que no saber no significa eludir la responsabilidad de sus fechorías. La ignorancia es un agravante, no un atenuante, señores consejeros.

Y es un principio fundacional de la cultura grecolatina. Edipo no sabía que había asesinado a su padre en un cruce de caminos. Ni sabía que yacía con su madre, pero la ignorancia no le sustrajo de un castigo ejemplar cuando le fueron desveladas las atrocidades. Y se avino a arrancarse los ojos como ofrenda a la lujuria y la avaricia.

Saber no sabían lo que hacían los consejeros en su entrañable candidez. Lo que sí sabían era utilizar las tarjetas. A todas horas. De todas las maneras. Por todos los conceptos. Un masaje filipino, una whiskería. Del mínimo, un billete de metro y un café en el Vips, al máximo, pongamos un viaje a África de Blesa que garantizaba la captura de hipopótamos.

Y no es que no se pueda generalizar. Se debe generalizar, porque estamos ante un fenómeno de latrocinio colectivo, de insensibildad social en tiempos de crisis y de megalomanía consumista que implica a todos los partidos y sindicatos. 80.000 operaciones de mete-saca. 12 millones de euros en concepto de opulencia y tren de vida mientras Hacienda miraba hacia otra parte.

Es difícil escoger el caso más estrafalario en esta orgía de la opacidad. Me gusta mucho, por ejemplo, el mecanismo autoretributivo de Arturo Fernández. No es que gastara 10.500 euros en restaurantes. Los gastaba en sus propios restaurantes, pidiéndose y cobrándose la cuenta a la vez.

Ya dice un aforismo mafioso que una mano lava la otra. Y ya se ocuparon los consejeros, sin distinción de ideologías ni siglas, de otorgar a sus tarjetas los oportunos superpoderes. Empezando por Sánchez Barcoj, cuyo espíritu navideño le animó a gastarse 16.000 euros en la noche de fin de año.

De hecho, la tarjeta se pluriempleaba fuera del horario y de la responsabilidad laborales. Reclamaban los ejecutivos un incremento del crédito -60.000 euros- en periodo de vacaciones, exagerando los privilegios hasta los límites del derroche.

Se juntan, pues, la ignorancia con la antiestética y la picaresca. Y la picaresca con la impunidad, hasta el extremo de que los consejeros de media noche, Moral Santín en cabeza sacudiéndose los complejos del comunismo, inventaron la modalidad de atraco al cajero con tarjeta negra y número secreto. Arriba las manos.

Pensarían que las tarjetas estaban fabricadas de criptonita. Que puestos a disponer, disponían de ellas la familia entera. Tanto valían para comprar arte sacro, aspirinas y ligueros. Valer, valían para todo. Costar, no costaban nada.

O no costaban hasta que ha llegado el escarmiento del juicio y el escarnio social. Los delitos de apropiación indebida y de fraude fiscal adquieren un valor prosaico respecto a la sentencia que habrían de administrarse a ellos mismos los consejeros de Caja Madrid: deberían arrancarse los ojos, como hizo Edipo en la hemorragia de la ignorancia.

http://economia.elpais.com/economia/2016/09/26/actualidad/1474885393_778813.html?rel=lom

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lunes, 11 de julio de 2016

La impunidad del hombre blanco. Tony Blair podrá escapar a la justicia, a pesar de su responsabilidad en la guerra ilegal de Irak establecida por el informe Chilcot

Los hechos establecidos por John Chilcot durante los siete años que ha durado la investigación son abrumadores. Es un auténtico acta de acusación que clama por algún tipo de satisfacción penal por las responsabilidades personales de Tony Blair. Fue una guerra ilegal e injusta, en la que se enmascaró un cambio de régimen bajo el disfraz de una guerra preventiva, ante la falsa amenaza de un ataque con unas armas de destrucción masiva inexistentes que podía producirse en 45 minutos.

El número de delitos probablemente sería largo, porque a las mentiras de la preparación de la guerra se añade la irresponsabilidad de quienes organizaron una caótica posguerra todavía más catastrófica. Si la invasión de Irak y el derrocamiento de Sadam Husein fueron ilegales y organizados con mentiras y manipulaciones, nada se hizo después que diera algo de legitimidad a la invasión y a la desaparición del déspota, como ha ocurrido tantas veces en la historia, en forma de beneficios para los iraquíes y de estabilidad en la región.

Al contrario, la destrucción de sus fuerzas armadas y de la estructura entera del Estado abrió las puertas al infierno de una guerra civil entre chiíes y suníes que en propiedad todavía no ha terminado y se ha convertido en el monstruo del Estado Islámico. Difícilmente sirve en este caso la doctrina del mal menor para defender los desastres ocasionados por esta guerra ante el mal mayor que todavía hoy Blair y Bush pretenden blandir con el espantajo de Sadam Husein.

Hay un delito que cuadraría perfectamente con lo que hicieron ambos en la guerra de Irak, con la ayuda diplomática y la complicidad política de Aznar. Es el crimen de agresión, surgido como figura jurídica en los juicios de Nuremberg contra el nazismo y reivindicado en el tratado de creación de la Corte Penal Internacional, el llamado Estatuto de Roma de 1998, como figura delictiva a incluir en el futuro a través de las enmiendas a dicho tratado, como así se hizo en la revisión de 2010. El problema es la no retroactividad de las leyes: cuando se cometió presuntamente el crimen, en 2003, todavía no estaba incluido en el Estatuto de Roma. Para colmo, los procedimientos de ratificación y de entrada en vigor solo convertirán en perseguible el crimen de agresión a partir de 2018.

La fiscalía de la Corte Penal Internacional (CPI) no ha ocultado su incomodidad con  el contraste entre la impunidad de los dirigentes occidentales cuando vulneran la Carta de Naciones Unidas y la exclusiva inculpación de ciudadanos africanos con los actuales instrumentos legales del tribunal. Los 39 inculpados hasta ahora son todos africanos. También son africanos los únicos jefes de Estado objeto de investigación o persecución legal, como el difunto líder libio Muamar el Gadafi o el actual presidente de Sudán del Norte, Omar Al-Bashir. Otro jefe de Estado africano, Hissène Habré, presidente de Chad entre 1982 y 1990, ha sido condenado a cadena perpetua por crímenes contra la humanidad, violación, esclavitud forzada y múltiples homicidios y asesinatos, por una corte especial creada por Senegal por encargo de la Unión Africana, en un caso ejemplar que ha hecho prescindible en esta ocasión la actuación de la CPI.

No es el único contraste. Ha habido al menos dos investigaciones y centenares de denuncias por crímenes de guerra por la muerte de detenidos iraquíes bajo custodia británica, algunas ante tribunales británicos y otros ante la CPI, aunque solo el cabo Donald Payne ha sido condenado a un año de prisión. Sería una cruel ironía que el Informe Chilcot sirviera para perseguir soldados y jefes militares británicos y no diera lugar en cambio a indagación alguna sobre Tony Blair. De ahí que la fiscalía de la CPI haya aclarado muy sutilmente en una nota que “sugerir que la CPI haya descartado la investigación sobre el ex primer ministro por crímenes de guerra pero pueda perseguir a los soldados es una deformación de los hechos”.

Ni un solo jurista ha expresado hasta ahora su confianza en que Tony Blair, al igual que George Bush, se sienten algún día en el banquillo, ya sea de sus respectivos tribunales nacionales ya sea de la CPI, a pesar de que lo han pedido parlamentarios británicos como Jeremy Corbyn o Alex Salmond y el obispo sudafricano y premio Nobel de la Paz, Desmond Tutu. En el caso del expresidente de Estados Unidos, porque el Senado de su país ni siquiera ha ratificado el tratado internacional que lo crea, a pesar de que su antecesor Bill Clinton lo firmó en Roma. George W. Bush boicoteó todo lo que pudo a la CPI y aprobó, incluso, un paquete legislativo para impedir que sus soldados y ciudadanos pudieran ser inculpados o perseguidos bajo la jurisdicción universal.

El Informe Chilcot tendrá una lectura fácil y demagógica: demuestra la impunidad del hombre blanco, del máximo responsable político frente a los soldaditos que obedecen órdenes, de los honorables mandatarios occidentales frente a los déspotas africanos y árabes. En el momento populista que atravesamos, las opiniones públicas exigen gestos ejemplarizantes y cabezas que rueden. Se da por descontado, en cambio algo que no lo está en absoluto en la gran mayoría de los países, como es que una comisión de investigación, por encargo del Gobierno, realice un ejercicio de transparencia de tanta trascendencia y llegue tan lejos en la documentación y determinación de responsabilidades políticas como ha hecho John Chilcot.

Una nueva paradoja del caso es que esto sucede en pleno Brexit, el movimiento soberanista que no solo pone en cuestión la dependencia de Reino Unido de la legislación y los tribunales de la UE sino incluso de la legislación internacional y el Tribunal Europeo de Derechos Humanos de Estrasburgo. No es extraño ni anecdótico que Alex Salmond haya planteado la posibilidad de que Tony Blair sea juzgado algún día por crimen de agresión en los tribunales de esa Escocia que busca tras el Brexit su independencia y la adhesión a la Unión Europea.

Para el Parlamento británico el Informe Chilcot no es tan solo un ejercicio ejemplar de transparencia que demuestra el vigor de la democracia británica, sino también un estímulo para ratificar las enmiendas que introducen el crimen de agresión en el Estatuto de Roma y dificultar así que en el futuro alguien pueda repetir una actuación como la de Blair desde el número 10 de Downing Street. Aunque el caso Blair no llegue nunca a La Haya, donde tiene su sede la CPI, parece haber pocas dudas de la contribución a la justicia universal que ha hecho Reino Unido con la comisión Chilcot y su informe.

http://internacional.elpais.com/internacional/2016/07/08/actualidad/1467987628_972382.html

sábado, 22 de mayo de 2010

Sus fechorías salen gratis: paga el ciudadano.

Directivos y políticos que sumieron al mundo en la crisis quedan impunes - Preocupa la tolerancia con la irresponsabilidad
En EE UU se habla de comunismo al revés, de socialismo para ricos
La Administración estadounidense aprobó entre 2008 y 2009 más de 800.000 millones de euros para evitar la quiebra de su sistema financiero. Casi todos los grandes bancos y empresas financieras y de seguros (Goldman Sachs, Citigroup, Bank of America, Merrill Lynch, AIG, Bearn Stearn, Fannie Mae, Freddie Mac, entre otros) se acogieron a ellas con júbilo. Los países de la Unión Europea, que también habían salido al rescate de sus bancos (Deutsche Bank, BNP, Fortis, ING, Commerzbank, Royal Bank of Scotland y una larga lista), ahora se han conjurado para salvar a países enteros como Grecia. La mayoría de los responsables de ese fiasco planetario han sido señalados con el dedo por los Gobiernos y las instituciones que acudieron en su ayuda. Pero han salido indemnes en los tribunales.
De ese ámbito de impunidad apenas se escapan excepciones relevantes como el financiero estadounidense Bernard Madoff, sentenciado a 150 años de cárcel tras haber protagonizado la mayor estafa piramidal de la historia, de 50.000 millones de dólares. Sus colegas de fechorías, como Dick Fuld, que llevó a la quiebra a Lehman Brothers, no solo están en la calle, sino que disfrutan de una generosa jubilación gracias a los bonus millonarios con los que fueron recompensados, pese a haber llevado a la ruina a sus empleados y accionistas.
El debate sobre estos crímenes sin castigo se reproduce ahora a escala estatal. Los gobernantes griegos, especialmente los de centro-derecha, falsificaron las cuentas públicas dejando al país al borde del colapso. La mayoría de ellos se sientan ahora como oposición en el Parlamento heleno sin ningún complejo de culpa. Solo el presidente griego, Karolos Papulias, ha pedido públicamente que los responsables de la crisis, "los especuladores, los defraudadores de impuestos y los corruptos", paguen "por llevar al país al borde del abismo".
En España aún no han reventado grandes escándalos financieros, pero los primeros casos, como la intervenida Caja Castilla La Mancha, apuntan en la misma dirección: sus gestores y consejeros han salido indemnes salvo multas de escasa cuantía e inhabilitaciones.
"No es nuevo que los banqueros disfruten de gran impunidad, como hemos podido comprobar incluso en nuestro propio país antes y después de la crisis. Tras esta última, creo que se ha hecho aún más evidente que los Gobiernos están sometidos a su voluntad. Prácticamente ninguna de las grandes propuestas de los Gobiernos del G-20 orientadas a someter a mayor control la actividad especulativa de los financieros se han llevado a cabo", indica Juan Torres, catedrático y miembro de la organización Attac, que propone gravar las transacciones internacionales de la banca.
El único gran proceso que se sigue en la actualidad es el abierto por el fiscal general de Nueva York, que investiga a ocho grandes bancos (Goldman Sachs Group Inc., Morgan Stanley, UBS AG, Citigroup, Credit Suisse, Deutsche Bank, Credit Agricole y Merrill Lynch) por engañar y sobornar a las agencias de calificación para conseguir buenas clasificaciones por sus productos de alto riesgo y, en particular, las hipotecas basura...
Un ejecutivo de Goldman se jacta de cómo engañó a los mercados
Ningún político griego ha sido llevado al banquillo por corrupción
La responsabilidad está repartida entre supervisores y supervisados
(El País, RAMÓN MUÑOZ / M. ANTONIA SÁNCHEZ-VALLEJO 22/05/2010) (En la foto directivos de Goldman Sachs, durante su declaración en abril ante una comisión de investigación del Senado Americano)