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martes, 14 de mayo de 2024

¿Cuán maquiavélico era realmente Maquiavelo? Andrew Campbell, Departamento de Italiano de la UCL. BBC.

Detalle de retrato póstumo de Nicolás Maquiavelo por Santi di Tito.
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Detalle de retrato póstumo de Nicolás Maquiavelo por Santi di Tito.

Ser maquiavélico es ser un seguidor de los principios de Maquiavelo, o bien "astuto y engañoso", dice el diccionario de la Real Academia de la Lengua.

Esta definición a menudo se reduce a la máxima "el fin justifica los medios" y los periodistas disfrutan de aplicar este epíteto a los políticos.

Pero, si examinamos la obra y fuentes de Maquiavelo, ¿revelarán que también se le puede aplicar a él?

Maquiavelo escribió "El príncipe" en 1513 mientras estaba exiliado de Florencia.

Había servido al gobierno florentino en varias posiciones desde 1498, llegando a ser secretario del segundo canciller, lo que implicó numerosas misiones diplomáticas.

En el curso de estos viajes al extranjero, Maquiavelo se encontró con muchos de los personajes que figurarían prominentemente en "El príncipe", como César Borgia, el hijo del papa Alejandro VI.
 
César Borgia (pintado por Altobello Melone (c. 1490-1491 - 1543), un gobernante exitoso, según "El príncipe".
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César Borgia (pintado por Altobello Melone (c. 1490-1491 - 1543), un gobernante exitoso, según "El príncipe". Pie de foto,César Borgia (pintado por Altobello Melone (c. 1490-1491 - 1543), un gobernante exitoso, según "El príncipe".

La carrera política de Maquiavelo se produjo después de que los Medici fueron expulsados de Florencia en 1494.

El gobierno de reemplazo inicial, la "teocracia" del fraile dominico Girolamo Savonarola, terminó con la ejecución de Savonarola en 1498, antes de que Piero Soderini fuera elegido gonfaloniere (líder) de por vida en 1502.

Pero en 1512 los Medici, apoyados por las tropas españolas, derrocaron a Soderini y recuperaron Florencia, y poco después Maquiavelo fue acusado de conspiración, torturado y encarcelado, antes de ser exiliado en la primavera de 1513 a su granja en Sant'Andrea en Percussina, en las afueras de la ciudad.

El 10 de diciembre de 1513, Maquiavelo describió su nueva rutina en una carta a Francesco Vettori.

Después de la cena, escribió, le gustaba retirarse a su estudio y "conversar" con antiguos filósofos y pensadores antes de tomar notas de sus conversaciones.

Esos debates, y sus experiencias como segundo canciller, fueron la base de "El príncipe", como reconoció Maquiavelo en la dedicatoria de la obra.

Florencia

Florencia

FUENTE DE LA IMAGEN,AFP

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Maquiavelo escribió "El príncipe" lejos de Florencia, de la que fue exiliado.

Maquiavelo afirma ahí que el regalo más valioso que le podía ofrecer a Lorenzo di Piero de Medici, el nieto de Lorenzo el Magnífico (1449-1492), el famoso gobernante de facto de Florencia, era su "comprensión de las obras de los grandes hombres".

Una comprensión que, según el autor de "El príncipe", había ganado a través de "un largo conocimiento de los asuntos contemporáneos y un estudio continuo del mundo antiguo".

La "verdadera realidad"

Fue esta mezcla de experiencia personal y estudio lo que informó el 'corazón oscuro' de "El príncipe", es decir, los capítulos 15 al 19, en los que Maquiavelo delineó las virtudes que necesitaba un "nuevo príncipe".

La distinción era crucial, pues la única preocupación del nuevo príncipe era "mantener su estado", tanto en el sentido personal como en el político, por lo que Maquiavelo adaptó sus consejos en consecuencia.

Lorenzo di Piero de Medici pintado por Rafael. 

Lorenzo di Piero de Medici pintado por Rafael.
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Un regalo de Maquiavelo para Lorenzo di Piero de Medici: su sabiduría obtenida gracias a su conocimiento de la actualidad y el estudio de los clásicos.

Como lo dejó claro al comienzo del capítulo 15, no le dedicó mucho tiempo para las repúblicas o las utopías idealizadas: "dado que mi intención es decir algo que resulte de utilidad práctica para el investigador, he considerado apropiado representar las cosas como son de verdad en la realidad, en lugar de como son imaginadas".

Y el deseo de Maquiavelo de reflejar la "verdadera realidad", tal como la entendió, lo llevó a alterar o ignorar aspectos de la plantilla ética clásica y cristiana que había dominado durante siglos la teoría política medieval y renacentista.

Moral vs. conveniencia
La principal fuente de Maquiavelo para los capítulos sobre virtudes principescas fue "Sobre los deberes" o "De oficios" (De officiis), de Cicerón, la obra más popular de la prosa latina clásica en el Renacimiento.

Una de las obras finales de Cicerón fue una discusión sobre los principios básicos del deber moral y las reglas prácticas para la conducta personal, dividida en tres libros, y el tercero de ellos examinó el conflicto entre la rectitud moral y la conveniencia.

Copia de "De oficios" de Cicerón que le perteneció a Enrique VIII, como escribió él mismo en la parte inferior: "Este libro es mío príncipe Enrique".
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Copia de "De oficios" de Cicerón que le perteneció a Enrique VIII, como escribió él mismo en la parte inferior: "Este libro es mío príncipe Enrique". (Folger Shakespeare Library Digital Image Collection)

Los enfoques de Cicerón y Maquiavelo a este tema divergieron marcadamente.

Para Cicerón, no había conflicto: "Nunca es conveniente hacer el mal, porque el mal siempre es inmoral; y siempre es conveniente ser bueno, porque la bondad siempre es moral".

En el capítulo 15 de "El príncipe", sin embargo, Maquiavelo reveló una visión menos monocromática sobre el asunto: "Si un príncipe quiere mantener su dominio, debe estar preparado para no ser virtuoso, y hacerlo o no de acuerdo con la necesidad".

Mientras que ciertos vicios podrían traerle al príncipe "seguridad y prosperidad", ciertas virtudes podían conducir a su caída, advirtió el florentino.

Fuerza y astucia

Cuando se trataba de engaño, Cicerón era igualmente claro: la verdadera gloria no provenía de pretextos o engaños, ni siquiera en tiempos de guerra, cuando a menudo se presentaba un curso de acción deshonroso pero conveniente.

Cicerón describió la fuerza y el fraude como pertenecientes al poderoso león y al astuto zorro respectivamente, siendo ambos "totalmente indignos del hombre".
Cicerón, de niño, leyendo, en un fresco de Vincenzo Foppa (1464). (Wellcome Collection)
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Cicerón, de niño, leyendo, en un fresco de Vincenzo Foppa (1464). (Wellcome Collection) 

Maquiavelo utilizó la misma analogía del zorro-león en el capítulo 18 de "El príncipe", aunque de una manera marcadamente diferente.

El nuevo príncipe necesitaba saber cómo comportarse tanto como el zorro como el león, porque la fuerza sin astucia lo llevaría a la ruina: "Un gobernante prudente no puede, y no debe, cumplir su palabra cuando lo pone en desventaja", advirtió.

Su razonamiento era cínico pero perspicuo: "Si todos los hombres fueran buenos, este precepto no sería bueno; pero como los hombres son criaturas miserables que no cumplirán su palabra por ti, no necesitas cumplir tu palabra".

Una doble negativa, en opinión de Maquiavelo, de vez en cuando daba positivo.

Estatua de Maquiavelo.

Estatua de Maquiavelo.

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Para Maquiavelo, un príncipe no debía cumplir con su palabra si no le convenía.

Maquiavelo tomó una postura similar cuando se trataba de crueldad.

Para Cicerón, ninguna crueldad podría ser conveniente, porque "la crueldad es más aborrecible para la naturaleza humana".

Maquiavelo examinó el tema en el capítulo 8, dando cuenta de las carreras de dos líderes crueles pero efectivos: Agathocles (361-289 a.C.), el tirano griego de Siracusa y rey de Sicilia; y Oliverotto de Fermo (circa 1475-1502), un mercenario que asesinó a su tío para tomar el control de su ciudad natal Fermo.

Después de relatar sus acciones, Maquiavelo concluyó: "Podemos decir que la crueldad se usa bien (si es permisible hablar así de lo que es malo) cuando se emplea de una vez por todas, y la seguridad depende de ello". En otras palabras, puede ser malo, pero el nuevo príncipe debe usarla para mantener su estado.

Maquiavelo siguió el ejemplo de la naturaleza humana, sólo que no de la misma manera que Cicerón.

Aunque el florentino no estaba en desacuerdo con Cicerón en todos los puntos.

Cicerón hizo hincapié en la importancia del mecenazgo pero desaconsejó dar regalos de dinero, porque el donante pronto agotaría sus recursos y tendría que tomar la propiedad de otros para financiar una mayor generosidad.

En el capítulo 16, Maquiavelo recomendó un enfoque similar, afirmando que era mejor tener fama de parsimonioso que de generoso, porque con el tiempo los súbditos de un príncipe se darían cuenta de que él es capaz de vivir dentro de sus posibilidades, lo cual es una forma de generosidad hacia ellos.

Evitar el odio

Por lo demás, Maquiavelo nunca alentó el comportamiento inmoral por sí mismo.

Además, para él había un límite último que no podían rebasar los nuevos príncipes cuando debían comportarse inmoralmente: no debían incurrir en el odio de sus súbditos.

Primera página de la edición de 1550 de "El príncipe".

Primera página de la edición de 1550 de "El príncipe".
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Pie de foto,"El príncipe" no se publicó sino hasta después de la muerte de Maquiavelo. Esta es la primera página de la edición de 1550 de "El príncipe".

Evitar el odio era el límite de cualquier conducta desviada, un punto que Maquiavelo enfatizó en varias ocasiones en "El príncipe": 
  • la gente se queja de los avaros, pero no los odia (capítulo 16); 
  • es mejor ser temido que amado, pero evitar el odio es preferible a cualquiera de los dos (capítulo 17); 
  • mientras que la fortaleza más efectiva no es odiada por tus súbditos (capítulo 20).

Como dejó en claro Maquiavelo, su consejo reflejó las circunstancias de sus lectores previstos.

Desafortunadamente, al menos para la reputación de Maquiavelo, esas circunstancias cambiaron entre 1513, cuando escribió "El príncipe", y 1532, cuando se publicó. (Solo una de las obras de Maquiavelo, "Del arte de la guerra" fue publicada durante su vida, en 1521).

En los 19 años transcurridos, la Reforma se extendió por Europa, por lo que las palabras bonitas que Maquiavelo le dedicó a la religión en el texto -ser religioso era una de las cualidades que el príncipe debía aparentar tener- adquirieron un significado que no pudo haber imaginado.

De hecho, algunas de las primeras y más violentas reacciones a "El Príncipe" -como la del Cardenal Reginald Pole (el último arzobispo católico de Canterbury), que afirmó en 1539 que estaba "escrito por el dedo de Satanás", o la del abogado francés Innocent Gentillet "Contra Maquiavelo"de 1576- fueron desencadenadas por eventos religiosos: la Reforma anglicana y la Matanza de San Bartolomé, en 1572 .
Maquiavelo pintado por Niccolo di Bernardo dei Machiavelli (1469-1527)

FUENTE DE LA IMAGEN,SCIENCE PHOTO LIBRARY

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Maquiavelo pintado por Niccolo di Bernardo dei Machiavelli (1469-1527)

Se convirtió en una figura retórica pero muchos de sus críticos no habían leído el libro. La crítica de Gentillet a "El Príncipe" fue posiblemente la responsable de la difusión popular de "maquiavélico" en su sentido moderno y negativo.

Y a fines del siglo XVI, Maquiavelo se había convertido en una figura retórica, el maquinador del drama isabelino y jacobeo, más que una figura de autoridad.

Sin embargo, muchos de los detractores de Maquiavelo no leyeron "El príncipe" ni trataron de "conversar" con él de la manera que Maquiavelo había hecho con los antiguos.

Como muestran los breves extractos anteriores, Maquiavelo no merecía tal demonización.

El único fin que justificaba "astucia, intriga y duplicidad", en opinión de Maquiavelo, era el mantenimiento del estado de un nuevo príncipe.

Si toleraba la "conveniencia en preferencia a la moralidad", era solo porque los hombres eran "criaturas miserables" que se comportaban despreciablemente.

El espejo del nuevo príncipe de Maquiavelo reflejaba las imperfecciones de sus súbditos y tiempos, tanto como las cualidades positivas del gobernante.

jueves, 20 de octubre de 2011

Zygmunt Bauman y la supuesta emocionalidad del 15-M: una breve respuesta "No saben por qué protestan"

Las últimas afirmaciones de Zygmunt Bauman sobre el 15-M resultan cuanto menos sorprendentes. El sociólogo y pensador polaco considera en unas declaraciones recogidas por El País que este movimiento es fundamentalmente "emocional" y que “si la emoción es apta para destruir resulta especialmente inepta para construir nada. Las gentes de cualquier clase y condición se reúnen en las plazas y gritan los mismos eslóganes. Todos están de acuerdo en lo que rechazan, pero se recibirían 100 respuestas diferentes si se les interrogara por lo que desean”. La emoción sería, por lo tanto, inestable y fluctuante y haría que el actual movimiento, que el el 15 de octubre se manifestó como potencia política en las calles y plazas del mundo entero, sólo sirviera para destruir. Un movimiento fundado sobre la "emoción" carecería, a su juicio de capacidad constituyente y sólo podría configurarse como una desordenada multitud, una hidra de 100 o mil cabezas.

El problema de Bauman es tal vez que no ha participado nunca directamente en una asamblea ni un debate del movimiento. Basta acercarse a una asamblea para observar cómo el movimiento se ha dotado de un dispositivo de limitación de la "emoción" sumamente eficaz. Llaman, en efecto, la atención el tono y las maneras civilizados, resultado de una disciplina de debate colectivo muy particular, que proscribe los aplausos y las interrupciones verbales o sonoras de la palabra del orador. Un lenguaje gestual silencioso puntúa las intervenciones: las aplaude, las rechaza, critica el lenguaje agresivo o denigrante etc. Por otra parte, la palabra, en las asambleas abiertas del 15-M no tiene como origen ni como destinatario un grupo que afirma una identidad cerrada, sino el ciudadano "cualquiera" reunido con otros "ciudadanos cualesquiera". Ni las pasiones del liderazgo, ni las de la identidad colectiva tienen libre curso en este medio.

Lo que se afirma en su diferencia es la singularidad "cualquiera", pero se trata de un cualquiera positivo, no de aquel por el que no se opta y constituye un residuo, sino el que supone una opción abierta por un otro con quien se busca lo común. En latín este "cualquiera" se denominaría con la palabra "quislibet" que designa al "cual quiera", al "cual" que se acoge y que es causa de amor (el verbo libeo que se encuentra en el componente libet, está directamente relacionado con la raíz del término libido). Tal vez la pasión política fundamental suscitada por el movimiento sea ese amor civil del otro cualquiera, del otro, distinto de mí con quien, sin embargo, estoy en comunidad. Sin duda, el reverso de este amor es la indignación, definida en el sentido de Spinoza como "el odio hacia quien ha hecho mal a otro". La indignación es fuente de antagonismo y de posible destrucción, pero su origen es el reconocimiento del otro cualquiera como un igual; un igual que no lo es por ser propietario, con igualdad de derechos en el mercado respecto de otros propietarios, sino como alguien que tiene igual acceso a lo común del lenguaje, del afecto, de la producción etc.

Difícilmente puede sostenerse, pues, que el 15-M sea un fenómeno meramente emocional desprovisto de pensamiento y que sólo sirva para destruir el orden existente. Sólo cabe suponer que Bauman se ha dejado llevar por un sentido "vulgar" de la palabra "indignación" definida por el Diccionario de La Real Academia como " Enojo, ira, enfado vehemente contra una persona o contra sus actos" y ha atendido más a la designación periodística del movimiento (los indignados) que a su realidad. Efectivamente, lo que está ocurriendo en las calles y plazas de medio mundo en los últimos meses, y con particular intensidad en las de España, es un auténtico experimento de producción política de pensamiento que contrasta con el desierto intelectual y moral en que se mueve el agonizante discurso del poder. La palabra pública tal y como se profiere y se utiliza en las asambleas abiertas es un medio privilegiado de producción de "nociones comunes", de ideas adecuadas y verdaderas que van, precisamente, más allá de la pasión y de la emoción individual o colectiva. En los espacios del 15-M está renaciendo un espacio público que el neoliberalismo había destruido junto a la propia política. Un espacio público donde el contraste organizado de puntos de vista, la necesidad de argumentar lo que se afirma ante un auditorio diverso e imprevisible, la necesidad de contradecir mediante argumentos etc. generan racionalidad.

Esta racionalidad surge, sin embargo, a partir de una palabra que, al no ser proferida por grandes expertos ni sabios reconocidos podría considerarse de poco peso. Sabemos, no obstante, desde la antigüedad -y Hannah Arendt nos lo ha recordado en toda su obra- que no existe un saber de la política, una ciencia de la cosa pública que unos posean y que se imponga a todos como una verdad. Sólo han llegado a pretender gobernar sobre la base de este saber regímenes como el absolutismo y su avatar liberal; por lo demás sin demasiado éxito.

La única racionalidad, la única verdad de la política surge del debate público entre singularidades cualesquiera.
Esto es algo que Maquiavelo y Spinoza ponen en el centro de su teoría de la democracia: una asamblea siempre tiene menos posibilidades de equivocarse gravemente que un sólo individuo porque en ella las distintas pasiones se moderan y llegan a abrirse paso las nociones comunes. Por ello la democracia, o cualquier forma de gobierno que se rija por el principio democrático es más estable y menos pasional que una monarquía donde sólo el monarca tenga el poder decisorio. Por esta razón también el único régimen estrictamente absoluto, el más libre de influencias externas y menos propenso a las pasiones tristes, no es la monarquía mal llamada "absoluta" basada en la decisión exclusiva del monarca, esto es fundamentalmente en las emociones del monarca, sino la democracia, en cuanto es capaz de enraizar en una racionalidad colectiva.

Frente a las teorías absolutistas de un poder basado en el saber trascendente de uno o de unos pocos, el Spinoza del Tratado Teológico-Político sostenía lo siguiente a propósito de la potencia racional que es a la vez efecto y principio de la democracia: "en la democracia son menos de temer las órdenes absurdas que en otros gobiernos, pues resulta casi imposible que la mayoría de una gran asamblea dé su aprobación a un absurdo. Además, el fundamento y el objeto de este régimen es, como hemos demostrado también, poner coto a los desarreglos de los apetitos y mantener a los hombres cuanto sea posible en los límites de la razón, a fin de que vivan juntos en paz y concordia; pues si se retira este fundamento, todo el edificio acabará necesariamente por derrumbarse."

La multitud, su supuesta liquidez, su insumisión a la regla de la uniformidad y del uno, que tanto parece temer Bauman, no son, así, causas de la irracionalidad ni del imperio de la emoción sino auténticos instrumentos de construcción de una racionalidad común.

Por la razón antes señalada, tampoco puede decirse que el 15-M carezca de organización ni de programa. Lo que ocurre es que su organización se genera y reproduce al ritmo mismo del debate y de la movilización colectiva. Su programa es perdurar como nueva figura de la democracia. No es proponer al poder que cambie tal o cual aspecto de su ejecutoria. A pesar de que las primeras reivindicaciones del movimiento proponían al poder un cambio en las formas de representación a través, por ejemplo, de una nueva ley electoral, el lema central del movimiento, "no nos representan", ha ido cargándose de un nuevo contenido mucho más radical. Ya no se trata de pedir que nos representen mejor: lo que se ha comprobado es que el espejo de la representación está roto, hecho añicos y que es imposible recomponerlo.

Al poder capitalista neoliberal ya no hay mucho que proponerle. Lo que queda es que el trabajador colectivo, cognitivo, precario, migrante que se congrega en las plazas haga lo que mejor sabe hacer: comunicarse y organizarse como nueva comunidad política en éxodo respecto del mando del capital.

Las manifestaciones y ocupaciones del 15-M al 15 de octubre y las que seguirán son demostraciones de vida y de racionalidad frente a un poder vacío. Sorprende que un gran analista del presente como Zygmunt Bauman haya olvidado el pasado reciente de su propio país o el de la Alemania del Este donde el principio del fin de esa caricatura del capitalismo que fue el "socialismo real" lo marcaron unas grandes manifestaciones ignoradas por unos gobernantes que las consideraban carentes de pensamiento y de programa. John Brown.

Blog del autor: http://iohannesmaurus.blogspot.com/2011/10/zygmunt-bauman-y-la-supuesta.html

En la foto, 20 de julio de 2011, Antonio al timón del barco neozelandés, campeón de la Copa América, navegando por las aguas del puerto de Auckland. Nueva Zelanda.