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domingo, 23 de abril de 2023

Fagocitosis de los innovadores

Existe en las instituciones, no solo en las educativas aunque especialmente en ellas, un mecanismo al que me gusta denominar fagocitosis de los innovadores. El lector me dirá si lo ha detectado en la micropolítica de la organización en la que trabaja. Y también podrá pensar si se encuentra entre los verdugos o entre las víctimas.

Tomo la metáfora de la biología. La fagocitosis es un proceso por el cual ciertas células y organismos unicelulares capturan y digieren partículas extrañas. Una célula utiliza su membrana plasmática para engullir una partícula. El fagocito rodea y destruye las bacterias y elimina sustancias extrañas. El término proviene del griego phagein, comer y kytos, ‘célula’.

En las organizaciones hay individuos que engullen, que fagocitan, a quienes consideran personas nocivas para su tranquilidad. Los profesores innovadores hacen propuestas y tienen actitudes que dejan en evidencia a quien no quiere hacer nada. Para defenderse de la exigencia no pueden demostrar que la propuesta innovadora es mala o inútil. Resulta más fácil fagocitar a quien hace la propuesta.

Para destruir a los innovadores utilizan diversos cuchillos que tienen buen filo y resultan muy prácticos para acabar con el riesgo que supone la invitación al trabajo, al compromiso y a la ilusión.

Primer cuchillo: “tiene problemas afectivos”. El innovador (me refiero a hombres y a mujeres) no es que sea un buen profesional y por eso permanece mucho tiempo en la escuela. No. Es que está soltero, no tiene hijos o se está separando y no quiere llegar a su casa. Es una persona rara. El que fagocita le dice al innovador: todos somos raros, menos tú y yo. Incluso tú eres un poco raro.

Segundo cuchillo: “lo que quiere es sobresalir”. Como la propuesta de innovación no se va a pagar, como no se va a acreditar, el fagocitador atribuye al innovador motivos espurios: quiere adular a la inspección o a la dirección, quiere destacar, pretende llamar la atención, eso es lo que le gusta.

Tercer cuchillo: “es de Podemos”. El proceso de etiquetado es el mismo en todas las organizaciones aunque las etiquetas son distintas. En cada contexto funcionan unas u otras. Delo que se trata es de colgarle una que le desacredite.

Cuarto cuchillo: “es un joven (o un viejo) iluso”. Este cuchillo tiene dos filos. Me preocupa más el que pretende matar a los innovadores veteranos. Porque esos jóvenes fagocitadores me resultan patéticos. Ya están quemados y no han visto todavía el fuego. Me hace pensar en acusaciones inquietantes: ¿qué hacéis en la Facultad que salen jóvenes maestros con 22 años y parecería que tienen 122?

Quinto cuchillo: “quiere que le hagan un monumento en el patio”. O que le pongan su nombre a una calle o, como dicen en Argentina, que le den la tiza de oro. El móvil de la propuesta no es la innovación o el bien de los alumnos y de las alumnas sino la vanagloria.

Sexto cuchillo: “eso ya lo hicimos hace muchos años y no valió para nada”. Se invoca la experiencia con ánimo destructivo. Se dice que aquella iniciativa no solo no sirvió para nada sino que fue el origen de un serio conflicto que tardó años en resolverse. Mejor no hacer nada.

Séptimo cuchillo: “ese quiere heredar la escuela”. Acusan al innovador de ambicioso y de fatuo. En definitiva, eso que pretende conseguir no es posible alcanzarlo porque nadie se lo va a agradecer.

Y así podríamos seguir. He llegado a describir más de veinte cuchillos para eliminar a los innovadores, pata arrinconarlos, para desprestigiarlos, para no hacerles caso.

Comprendo que es un grave problema sufrir ataques por querer hacer mejor las cosas, por pretender transformar la realidad. No es que no le apoyen y le reconozcan el mérito al innovador, es que se lo hacen pagar caro. Le sucede al innovador lo que le pasó en la guerra a aquel soldado que cavó una trinchera tan larga que le declararon desertor.

En la cultura de las organizaciones se produce un hecho complementario al de la fagocitosis, que es el de elección de prototipos. Los fagocitadores se convierten en modelos porque no tienen problemas afectivos, no son de Podemos, no son jóvenes (o viejos) ilusos, no pretenden que les hagan un monumento en el patio, no quieren repetir una experiencia fracasada y no quieren heredar la escuela.

Creo que trae cuenta ser un docente innovador por una sencilla razón: va a ser más feliz, va a disfrutar más en la tarea.

Algunas veces me preguntan: ¿qué hacemos con los fagocitadores?, ¿los matamos nosotros? (Metafóricamente, se entiende), No hay que matar a nadie, hay que invitarles a participar en la fiesta del compromiso, del esfuerzo y de la innovación. Y en caso de que no se dejen seducir, siempre se puede seguir el consejo de Voltaire: no hay mayor venganza sobre nuestros enemigos que la de que nos vean felices.

Voy a contar una historia que muestra los intríngulis de este proceso

En una cartería de Valencia los carteros están repartiendo la correspondencia por sectores, bloques, calles y pisos. De pronto, uno de los carteros dice:

– Atención, compañeros, ¿qué hacemos con esta carta?
– ¿Por qué, le preguntan?
– Es que tiene una dirección sorprendente
– ¿Qué dirección es esa?
– La dirección dice: San Antonio de Padua. El cielo.
Uno de ellos pregunta:
¿Tiene remite?

Sí, aquí figura un nombre con sus apellidos y una dirección. Seguro que se trata de un niño que le escribe a San Antonio. Vamos a abrir la carta, a leerla y a contestar a ese niño. Le daremos una sorpresa y se pondrá muy contento.

El cartero abre la carta, la lee y descubre que quien escribe no es un niño, sino un adulto, que le dice a San Antonio que es un trabajador desempleado y que tiene un hijo enfermo. Necesita con urgencia que le mande cien euros porque tiene que comprarle unas medicinas y no tiene dinero ni otra forma de conseguirlo.

El cartero, que es una buena persona, dice que cien euros es una cantidad grande para uno solo pero que, como son muchos, les propone dejar una pequeña cantidad. El la recogerá y la enviará en un sobre a la dirección que figura en el remite.

Cuando acaba el trabajo ve que los compañeros han dejado setenta euros, él mira en su cartera y ve que tiene diez euros. Setenta y diez ochenta. Como el autor de la carta pide el dinero con urgencia, decide no esperar. Mete el dinero en un sobre, escribe la dirección que figura en el remite y, sin ningún comentario, le manda la carta al remitente.

Pasan dos meses y otro cartero lee en un sobre la dirección de marras: San Antonio de Padua. El cielo. Algunos no se acuerdan ya de la historia, pero alguien sugiere que va a ser aquel trabajador que al que enviaron el dinero. Y con seguridad les dará las gracias. Abren la carta. Y leen en voz alta:

Querido San Antonio: ya sabía yo que no me ibas a fallar. Te quiero dar las gracias por el dinero que me has mandado y que me permitió comprar las medicinas para mi hijo que, por cierto, se ha curado. Pero te voy a dar un consejo: cuando mandes dinero a tus devotos no se te ocurra volver a mandarlo a través de las oficinas de correos porque los muy ladrones me han robado veinte euros de los que tú me mandaste

El Adarve.

martes, 7 de marzo de 2023

Mi corazón de traidor

El título del artículo coincide con el de un famoso libro de Rian Malan (Johannesburgo, 1954) en el que explica por qué, siendo blanco, se encuentra comprometido en la lucha contra la discriminación que sufren los negros. ¿No han de sentirse agraviados por tener un enemigo en sus filas? Y explica por qué no.

Yo me cuestiono la presencia de los hombres en la causa de las mujeres: ¿no se plantean ellas por qué pretenden liberarlas quienes durante tantos siglos las han oprimido? Me pregunto por el papel que tenemos que desempeñar los hombres en la guerra de los sexos. Una guerra que, según Spengler, “existe desde que hay sexos, una guerra silenciosa, amarga, sin cuartel ni merced”. ¿Qué hacemos los hombres defendiendo la causa de las mujeres?

El próximo día 8 de marzo se celebra El Día Internacional de la Mujer Trabajadora (qué redundancia la de este binomio de palabras) y, con esta ocasión, quiero reflexionar en voz alta sobre el papel que nos corresponde a los hombres en la lucha por la liberación de la mujer.

En primer lugar quiero decir que la bandera de la liberación ha de ser de las mujeres. Porque esta es su gran causa. Porque ellas son las protagonistas de su lucha. Y ellas son las que han hecho avanzar su historia de liberación. La batalla más poderosa que ha existido nunca.

La liberación es la tarea de quien se libera, no de quien pretende liberar. No hay peor opresión que aquella en la que el oprimido mete en su cabeza los esquemas del opresor. Y si la mujer no evoluciona, de poco sirve la acción externa. La libertad concedida produce transformaciones superficiales. La libertad conquistada llega a las zonas más profundas del ser.

¿Por qué los hombres hemos de participar en esa lucha? En primer lugar porque nosotros tenemos mucho que pensar y que cambiar. Tenemos que cambiar nuestras concepciones, actitudes y comportamientos para superar las graves secuelas de una terrible historia. Una amiga argentina me ha enviado una viñeta en la que se ve a una mujer tendida en el diván. El psicoanalista le dice: Según lo que usted me cuenta veo que su problema está en el inconsciente y vamos a tener que analizarlo. Y ella responde: pues mire usted, doctor, no creo que mi marido quiera venir.

En segundo lugar, porque la cuestión nos afecta cada día en las relaciones personales, laborales, políticas… Buena parte de nuestra vida tiene que ver con la comunicación entre sexos. Una relación sana, respetuosa, humilde y equilibrada contribuye a la justicia social y a la felicidad personal.

En tercer lugar porque la coeducación es una tarea de todas las personas. Todavía queda mucha discriminación en las arterias del cuerpo social. En el lenguaje, en las expectativas de los padres y las madres sobre sus hijos e hijas, en las actitudes, en las relaciones, en los juegos, en los estudios, en la elección de carrera, en la búsqueda de empleo, en la sexualidad, en la remuneración de los trabajos, en el acceso al poder, en la moral, en los chistes, en la publicidad… Es tarea de todos y de todas educar para la convivencia armoniosa, para la igualdad de oportunidades, para la tolerancia y para la equidad.

Los hombres tenemos la obligación de ser feministas. No todas las mujeres lo son y tendrían que serlo. Tenemos que avanzar hacia una nueva masculinidad para que no sea inteligente concluir: Pienso, luego estoy soltera. O como decía el humorista Borges en una de sus inolvidables viñetas: “Hija, no te cases nunca con un marido”.

En el precioso libro de Chis Oliveira y Amada Traba; “Amart.e. Pensar el amor en el siglo XXI”, se puede leer: “Un extraterrestre no comprendería cómo se pudo construir y mantener tanta desigualdad entre mujeres y hombres. Se preguntaría cómo se llegó hasta aquí y cómo somos capaces de aceptarla con tanta normalidad: le causaría sorpresa y estupefacción pero a nosotros no nos la causa porque al estar inmersos en esa desigualdad nos falta perspectiva y la vemos y la vivimos como natural e inevitable”.

Las trampas son muchas. La discriminación es cada día mas sutil son muchas. La discriminación la convivencia armoniosa, para la igual de oportunidades, para la tolerancia, para lía más sutil. Por eso hacen falta mecanismos más sutiles par detectarlas. Observar atentamente la realidad, reflexionar con rigor, interpretar críticamente cada gesto, cada palabra, cada acción: he aquí una tarea apremiante. Apremiante porque las consecuencias son inmediatas y, algunas, devastadoras. ¿Quién devuelve a las mujeres que renunciaron a viajes, estudios o amores la posibilidad de tenerlos? Reconocer después de siglos los errores es un ejercicio de cinismo si no se evitan los que se están cometiendo.

Se dice que todos somos iguales ante la ley pero hoy todavía sigue siendo cierto que cualquier actividad que desarrolle una mujer tiene que realizarla mucho mejor que el hombre para que tenga la misma relevancia y el mismo reconocimiento social y hasta la misma remuneración.

Hay quien cree que, cuando los dos trabajan, da igual que la mujer gane más o tenga mejor posición. Pero la cultura sigue imponiendo patrones de comportamiento y actitudes marcadamente machistas. Todavía falta mucho para que las situaciones, las actitudes y concepciones que se reconocen como lógicas se implanten en la realidad de la cultura. Detrás de cada mujer empresaria hay todavía un hombre…. mosqueado.

Hay quien piensa que la igualdad de oportunidades existe porque alguna mujer llega a un puesto de máxima responsabilidad. No es cierto. Estas excepciones no demuestran que si una mujer puede, todas pueden; lo que ponen de relieve es precisamente lo contrario, que al constituir una excepción sigue siendo cierto que están en inferioridad de condiciones. Si parten millones de personas hacia unas pocas posiciones de privilegio, ¿no es cierto que tienen más posibilidad de alcanzarlas quienes parten y disfrutan de condiciones ventajosas?

Dice Alejandro Dumas que las cadenas del matrimonio son tan pesadas que hacen falta dos personas para llevarlas y, a veces, tres. Pero, ¿por qué se considera al adúltero un hombre espabilado y a la adúltera una mujer libertina? Cuentan que un rey tuvo noticia de que había en el reino un individuo que tenía un extraordinario parecido con él. Curioso e inquieto, hizo llamar a palacio a quien decían que era su vivo retrato. Al comprobar el asombroso parecido le invitó a comer. Le faltó tiempo, después de hacer los cálculos necesarios, para plantear la cuestión que le desazonaba:

¿Sabe usted si por esos años, su madre sirvió en palacio?, preguntó el rey. No, majestad, el que sirvió en palacio por aquellos años fue mi padre. El baldón estaba precisamente ahí, en el deshonor de la reina, no en la hombría del monarca. Este tipo de historias demuestra que no hay una moral equivalente sino una doble moral, que no existe igualdad de derechos. Porque no existe igualdad de opinión ni de acción. Afortunadamente las cosas están cambiando. Lentamente, difícilmente. Y a veces se sufren dolorosos retrocesos. ¿Por qué nuestros jóvenes (ellos y ellas) cantan y bailan al son de las letras de las canciones machistas de los raperos puertorriqueños? ¿Por qué muchas chicas no piensan que el control de sus móviles por sus parejas es un insoportable gesto de poder? ¿Por qué piensan que los celos son una muestra de amor?

¿Quién les devolverá la vida a quienes la han perdido por amor, por devoción, por sacrificio, por vasallaje? Pensad en la advertencia irónica: las mujeres buenas irán al cielo, las malas a todas las partes.

Muchos se muestran deferentes en lo superficial pero mantienen la discriminación en lo esencial. ¿Por qué se le ha cedido a la mujer el puesto en el autobús o se le ha brindado la preferencia en el paso cuando se le negaba un puesto en la sociedad y se le cerraba el camino hacia el trabajo o el poder? La mujer del general es el general del general, decía Schakespeare. Pero en todos los derechos sociales seguía ocupando el puesto de soldado raso.

El hombre ha de revisar primero sus actitudes y sus pautas de acción sexistas. Debe respetar a quien tiene al lado, sabiendo que ella lleva a sus espaldas siglos de discriminación. Ha de compartir generosamente con ella derechos y deberes, dolores y alegrías. Ha de permanecer sobrecogido y admirado ante la insondable psicología de la compañera de su vida. Lo decía con hermosas e inquietantes palabras Eduardo Galeano: “He dormido al lado de una mujer, he dormido al borde un abismo”. Sirvan estas palabras de homenaje en el Día Internacional de la Mujer que celebraremos el próximo día ocho.

Miguel Ángel Santos Guerra

martes, 6 de septiembre de 2022

_- Seis sabios ciegos y un elefante

_- Repasé de memoria mis casi mil artículos de esta sección y comprobé que nunca había hecho referencia a esta aleccionadora historia. Y decidí compartirla con mis lectores y lectoras, a pesar de que es probable que muchos tengan noticia de alguna de sus múltiples versiones.

Hablamos del origen de los cuentos, que se nutren y que a la vez alimentan a la cultura popular. ¿A quién pertenecen? ¿Quién fue el primero que lo contó o lo escribió? ¿Cómo habría que citarlo? Concluimos que eran de todos y de todas al formar parte de la sabiduría de la humanidad.

He aquí una de las versiones más conocidas de la historia. Había seis sabios que discutían con frecuencia sobre quién de ellos tenía más conocimientos y un mejor y más certero conocimiento de la realidad. Eran continuas las discusiones sobre quién era el más sabio de los seis. Un día se centró la discusión en la forma que tenía un elefante, animal que nunca habían visto porque eran ciegos de nacimiento y porque nunca habían tenido la ocasión de tocarlo ya que jamás se habían adentrado en la selva.

Conocedores de que el rey tenía en su palacio un elefante, decidieron solicitar el favor de que les dejase tocarlo para conocer qué tipo de animal era. El permiso les fue concedido y acordaron la hora y las condiciones de la visita. La expectación no podía ser más grande.

Cuando el primer ciego entró en el enorme recinto en el que se hallaba el elefante, se topó con el costado del animal y, abriendo los brazos, dijo que un elefante era un muro grande, alto y duro.

El segundo sabio, al aproximarse, tocó uno de los colmillos y dijo que no estaba de acuerdo con lo que había dicho el primer sabio. Sin duda estaba equivocado. El elefante, más bien, tenía la forma de una lanza puntiaguda.

El tercer sabio gritó indignado que los dos ciegos que le habían precedido en la definición estaban en el error, ya que el elefante era como una fuerte columna. Lo sabía porque había abrazado una de las enormes patas del elefante.

Cuando el cuarto sabio se acercó por delante y tocó la trompa y comprobó su forma y su movimiento, dijo que el elefante era como una serpiente larga y de piel rugosa. Descalificó la opinión de los tres compañeros que le habían precedido en la descripción. Sin duda, él estaba en lo cierto. Su sentido del tacto no podía engañarle.

El quinto sabio se había desplazado hacia la parte de atrás y había tocado la cola, con cuyo movimiento el elefante pretendía ahuyentar a las moscas que se posaban a cada lado de su parte trasera. Dijo que los cuatro sabios que habían emitido su opinión no podía estar más equivocados. Un elefante era como una soga larga, gruesa y fuerte.

Finalmente, el sexto sabio, que había acariciado una de los orejas del elefante, dijo que ese animal que pretendían describir tenía la forma de un abanico desplegado. Qué equivocados estaban quienes anteriormente habían dicho cosas tan disparatadas.

Ante la radical discrepancia decidieron pedir la opinión de un sabio que gozaba de visión, que vivía en palacio al servicio del rey y que había presenciado lo sucedido en la exploración que los seis sabios ciegos habían hecho del elefante. Fue reclamado para que contase la descripción del elefante y, de ese modo, deshiciese la controversia que visiones tan discrepantes habían creado. Después de exminar al elefante detenidamente les dijo:

– Señores, la discusión que han mantenido, después de que los seis hayan explorado al elefante está viciada en su raíz porque no han hecho una descripción completa del elefante. Se han limitado a describir una de sus partes. Ninguno de ustedes tiene toda la verdad. Cada uno, eso sí, tiene una parte de la misma. Ninguno es poseedor de la verdad íntegra. Si se escuchasen con atención unos a otros, podrían completar la verdad de cada cual con la verdad de los demás. De esa forma se harían una idea más cabal de lo que es un elefante.

Hasta aquí la historia de los seis ciegos sabios y el elefante. Ya he dicho que se trata de una historia que tiene un sinnúmero de variantes, aunque en todas haya elementos comunes: un elefante, varios sabios ciegos, un sabio vidente o un testigo de la discusión que nos conduce a la moraleja.

Nadie es poseedor de la vedad completa. Para hallarla hay que sumar y completar lo que sabe cada uno. Creo que hacen falta tres cosas importantes para encontrar la verdad. La primera es tener la humildad de reconocer que no lo sabemos todo. La segunda es la necesidad de la escucha de lo que saben otras personas. Es en la escucha atenta donde se encuentra la fuente del conocimiento que nos permite completar y enriquecer el que ya tenemos. La tercera es la disposición a contrastar otras visiones de la realidad con la nuestra.

Cuántas veces se da la actitud fundamentalista de pensar que tenemos la verdad absoluta y completa de las cosas. Qué pocas veces pensamos y aceptamos que cada uno tiene una parte de la vedad, una visión sesgada y parcial de la realidad.

Cuenta una leyenda persa que al comienzo de los tiempos los dioses repartieron la verdad dando a cada persona un trocito, de tal manera que para encontrar la verdad hace falta poner el trozo de cada uno. No hay trozo insignificante, no hay trozo despreciable. El de todos es necesario. El nuestro también. Humildemente tenemos que aceptar la verdad de los otros y generosamente poner la nuestra en común. Verdad y comunicación serían las dos caras de una misma moneda.

El deber de buscar la verdad está amenazado por peligros diversos. Uno de ellos es la pereza. Hay quien confunde las firmes convicciones con la pereza de pensamiento. No hace faltar pensar, ni leer, ni escudriñar, ni escuchar, ni dialogar ni esforzarse.

Otra amenaza es la soberbia. Nos creemos en posesión de la verdad. El orgullo nos aherroja en las certezas y no nos permite dudar.

Nicolás de Cusa hablaba de la docta ignorancia, Mientras más sabe una persona, más conciencia tiene de su ignorancia. Lo explico de una manera gráfica. Si represento lo que una persona sabe mediante un pequeño círculo, lo que rodea ese círculo es lo que esa persona se da cuenta que no sabe. Si el círculo es más grande, la sensación de no saber aumenta porque los límites del círculo son mayores. El que más sabe está abrumado por la conciencia de lo que no sabe. Por eso los sabios suelen ser humildes y los necios suelen ser petulantes.

El individualismo nos confina en nuestros pequeños límites. Esa es otra amenaza. Si los ciegos no se escuchan unos a otros, no pueden completar su versión y enriquecerla con las versiones de los demás.

Que me permita Antonio Machado una pequeña corrección a su famosa frase. “Tú verdad no, la verdad. Y ven conmigo a buscarla. La tuya, guárdatela”. Me gustaría que el poeta hubiese invitado no a guardar la verdad sino a compartirla. Juntos podemos avanzar en la construcción de la verdad si somos humildes y si valoramos la verdad que nos ofrecen los demás.

domingo, 12 de junio de 2022

_- Por qué votaré a la izquierda

_- Ya sé que las encuestas son favorables a la derecha andaluza. Veo eufóricos a sus líderes porque se sienten a unos centímetros de mantenerse en el poder. Nadie cuestiona a su candidato porque será quien reparta puestos y prebendas. Yo votaré a la izquierda, estaré del lado de los hipotéticos perdedores y voy a explicar por qué.

Diré, antes de justificar el sentido de mi voto, que iré a votar. Creo que es una obligación ciudadana a la que no se debe renunciar. Ni todos los políticos son malos ni todos son iguales. El ejercicio de votar es el único que permite decidir quiénes van a tener la responsabilidad y el honor de gobernar a un pueblo. No votar es dejar las decisiones en manos del azar o de los demás. Y reconocer implícitamente que sería mejor que un caudillo o un salvador nos gobernase, sin necesidad de hacer elección alguna.

Votaré a la izquierda, aunque parezca torpe apuntarse al caballo perdedor. Y aunque parezca equivocado no sumarse al coro de alabanzas (unas, fundadas; otras, no), sobre lo que ha hecho la derecha en estos casi cuatro años. Quien oye al Presidente y al Vicepresidente, podría concluir que antes de llegar ellos al poder, solo había torpeza, estancamiento, clientelismo y corrupción. ¿No se hizo nada bien? ¿No se mejoró nada? ¿No se prosperó en nada? ¿Todos los gobiernos y todos los gestores socialistas fueron corruptos? ¿Cómo hemos sido tan tontos quienes hemos seguido votando a la izquierda una elección tras otra? ¿Cómo no vimos antes (y no vemos ahora) a los salvadores de Andalucía?

“Hemos hecho un esfuerzo”, “hemos destinado tantos millones”, “hemos creado tantos empleos”… Pues claro, no lo va a hacer la oposición sin tener presupuesto ni capacidad de decisión.

Le he oído decir al señor Feijoó que se puede ser socialista y votar al PP. ¿Le parecía tan razonable decir que se puede pertenecer al PP y votar al partido socialista o a Adelante Andalucía? Hágalo usted así, señor presidente, y actúe con el rigor de su propia lógica.

El Presidente Moreno Bonilla, a quien conocí siendo alumno de mi Facultad cuando él era vicedecano de alumnos y yo de profesorado, ha vuelto a visitar a la vaca Fadi. Una simpática broma. No me parece tan plausible hacerse una foto con el Rey para pedir el voto. Y creo que no hace falta explicar por qué.

El señor obispo de Huelva, en su homilía de la romería del Rocío, ha pedido el voto de la ciudadanía para la derecha. El prelado pide que los votantes tengan en cuenta las afinidades o incompatibilidades de los principios morales católicos. Muchas gracias por su consejo, Eminencia, me ha dado un nuevo argumento para votar a la izquierda.

He visto el debate de Televisión Española con los seis candidatos a la Presidencia. Es necesario informarse. Es obligatorio informarse. Escuchar a la paracaidista Olona desgranar su ideario, me dio otro nuevo argumento para votar a quien pienso votar. El contenido y el tono me asustaron: xenofobia, misoginia, homofobia… Lo peor de lo peor. La ultraderecha en estado puro. Como existe la posibilidad (yo diría la seguridad) de que si el PP necesita el apoyo de Vox, se lo va pedir, incluso para formar gobierno como ha pasado en Castilla-La Mancha, mi voto irá a la izquierda.

Sé que han existido en la política nacional, en la autonómica y en la local comportamientos torpes e, incluso, torticeros concebidos en la mente y salidos de las manos de políticos de izquierdas. Y he de decir que esos comportamientos me parecen deleznables en una democracia porque suponen un abuso de la confianza entregada por la ciudadanía. Comportamientos que me duelen más y desapruebo con más contundencia cuando se producen en la izquierda.

Voy a tratar de explicar las razones por las cuales depositaré mi confianza de nuevo en la izquierda. Es una obligación meter en la urna un voto argumentado, un voto racional.

Votaré a la izquierda porque, en todas las cuestiones esenciales de la vida, encarna lo que considero un ideario más elevado, más progresista, más cercano a los desfavorecidos, más abierto de mente, más sensible a los problemas de la sociedad. Concretaré.

Cuando se trata de defender la enseñanza pública o la sanidad pública, la izquierda se muestra más sensible, más cercana a una concepción del sistema educativo de calidad para todos y para todas. La escuela pública y la sanidad pública es para la izquierda la causa de la justicia.

Cuando se dirime la cuestión de lo público y lo privado, la izquierda se muestra más preocupada por quienes no tienen nada o tienen poco y rehúye la filosofía de que quien tenga dinero tendrá enseñanza, quien tenga dinero tendrá sanidad, quien tenga dinero tendrá seguridad, quien tenga dinero tendrá transporte… La derecha, cuando puede, privatiza.

Cuando se trata de separar el poder de la Iglesia y del Estado, la izquierda está por la labor de que cada poder mantenga su parcela sin interferencias de la Jerarquía en la ordenación de la vida y costumbres de la ciudadanía.

Cuando se procede a repartir los bienes, abundantes o escasos, tiene una mayor sensibilidad para los desfavorecidos, para los pobres, para quienes Paulo Freire denominaba “los desheredados de la tierra”.

Cuando se legisla sobre el aborto es más sensible con la decisión de las mujeres. Y no manipula la realidad con frases huecas y consignas tramposas. Nadie está a favor de la muerte. Me gustaría saber cuántos votantes de la derecha, indignados contra la ley del aborto, han acudido luego a practicarlo a escondidas.

Cuando se trata de defender los derechos de los homosexuales, de las lesbianas, de los transexuales…, está más cerca de quienes sufren que de quienes han ejercido la violencia homófoba durante siglos y de quienes siguen ejerciéndola ahora. Les reconoce su dignidad y sus derechos a emparejarse y a ejercer de padres y madres.

Cuando se revisa la historia, pretende recuperar el derecho de quienes fueron destruidos por la violencia y pasaron cuarenta años de silencio y de oprobio. Pretende reconocer derechos, no abrir heridas.

Cuando se plantean adhesiones o decisiones sobre la guerra, la izquierda es más reticente y, a la vez, más propensa a la negociación y a la palabra.

Cuando se proponen acciones sociales, la izquierda tiene más sensibilidad para atender a quienes tienen necesidades apremiantes, como ha sucedido en el caso de la Ley de dependencia.

Cuando se plantea la decisiva cuestión de la igualdad entre hombres y mujeres, la izquierda crea un Ministerio de Igualdad que es objeto de brutales descalificaciones y de inadmisibles bromas por parte de la derecha. La ultraderecha ni siquiera reconoce que exista la violencia de género. ¿Cuántas mujeres más tienen que morir cada día a manos de sus parejas para que abran los ojos? La violencia de género no llama asesinos a los hombres, llama asesinos a los hombres que matan a sus mujeres.

Cuando hay conflictos laborales está más cercana a los trabajadores que a los empresarios. Es decir, está más cerca de quienes tienen menos dinero y menos poder. Sin olvidar que si no va bien la empresa, nadie irá bien.

Cuando se legisló sobre el matrimonio, legalizó el divorcio, que hoy nos parece a todos un derecho sin el cual estaríamos condenados a mantener una relación desgraciada de por vida. La derecha, que se opuso, tiene entre sus militantes y admiradores, no pocos divorciados y divorciadas que rehicieron oportunamente sus vidas.

Lo mismo sucede con otras cuestiones de capital importancia: la eutanasia, el medio ambiente, la cadena perpetua, la gratuidad de la enseñanza… Es otro modo de ver la vida, de ver la sociedad. No es igual una posición que otra, como algunos sostienen.

Votaré a la izquierda. Sin decir por ello que de un lado estén los buenos y del otro los malos. No. No lo digo. Porque esa dicotomía es un grave error y una lamentable injusticia. Estoy convencido de que hay gobernantes y militantes de derechas que tienen la voluntad de conseguir una sociedad mejor. Lo que me separa de su ideología es que creo que es retrógada, insolidaria y despectiva con quienes piensan de otra forma.

Enhorabuena a quien gane. Aunque sería más certero poder felicitar a la sociedad por el hecho de que quien salga ganador garantice mejor la defensa de los intereses de todos y de todas en una sociedad más libre y más justa.

Fuente: El Adarve, blog de Miguel Ángel Santos Guerra.

domingo, 29 de mayo de 2022

Masacre en la escuela

¿Cómo se puede soportar esta nueva tragedia? ¿Cómo se puede mirar hacia otro lado cuando tenemos delante veintiún féretros de personas inocentes? Diecinueve niños y dos maestras, asesinados en la escuela Robb Elementary School de Uvalde (Texas). ¡Una escuela! El lugar al que habían acudido los niños esa mañana para aprender a ser felices. Esos padres que dejaron a sus hijos allí con la confianza de que estaban en el lugar más seguro del mundo, tuvieron que recoger sus cadáveres con un dolor insoportable. Esas dos maestras que se levantaron con la ilusión de ayudar a sus alumnos y alumnas, nunca sospecharon que les iba a costar la vida. Indignación, tristeza, estupor. También ha muerto por un ataque al corazón el marido de una de las maestras.

El asesino, Salvador Ramos, un joven de dieciocho años, disparó primero a su abuela y se dirigió luego a la escuela en la que había estudiado. Un joven sin antecedentes penales y, se dice, sin ningún trastorno mental. Compró sin ninguna cortapisa dos rifles de asalto por tres mil quinientos dólares y a las cuarenta y ocho horas los utilizó para sembrar la muerte en una escuela. Lo anunció en las redes:

– Voy disparar en una escuela de primaria.

Pese a tener ascendencia latina, Salvador era ciudadano estadounidense. Fue abatido por la policía. Otra muerte más.

Creo que es indiscutible que la venta indiscriminada de armas de fuego impulsa en Estados Unidos la repetición de este tipo de masacres, muchas de ellas en escuelas. Porque no es la primera vez. Ni será la última, desgraciadamente. La historia de las masacres en escuelas estadounidenses es terrible. Por frecuente y por sobrecogedora.

¿No resultan hipócritas muchas reacciones políticas y ciudadanas en un país en el que la venta de armas propicia tantos beneficios y tantos desastres? Se producirá un aluvión de testimonios de rechazo, minutos de silencio, condena del negocio armamentístico… El hecho se irá olvidando, la repulsa irá desapareciendo, la oleada de críticas se irá desvaneciendo… hasta que otro hecho similar vuelva a producir la misma reacción.

Steve Kerr, entrenador de los Warriors, en la comparecencia posterior a un partido, dejó de lado el deporte, y con una enorme emoción y una indignación extrema pidió que los políticos hicieran algo. Dijo que estaba cansado de tantos minutos de silencio mientras no se movía ni un ápice la legislación que pone en las manos de los ciudadanos las armas que permiten segar la vida de los niños y de las niñas en las aulas de una escuela. Su padre murió en un tiroteo cuando él era un niño. Sabe muy bien de lo que habla. Su dolor y su indignación tienen raíces muy profundas.

El oscarizado actor Matthew McConaughey, nacido en Uvalde, pide a sus compatriotas que se miren en el espejo tras el tiroteo. Les pide que ataquen las bases del statu quo que solo provoca dolor y miseria.

El presidente de los Estados Unidos ha dicho: “En el nombre de Dios, ¿cuándo le vamos a hacer frente al lobby de las armas?”.

En Estados Unidos hay más armas que habitantes. La cultura sobre las armas que existe en la mayor potencia del mundo resulta repugnante. Las pistolas ocupan el lugar de los libros. Son objetos de culto. Y el uso de las armas ha causado más muertos que todos los que ha habido en las guerras. Pero igual que se acabó con la esclavitud o con el apartheid se puede acabar con la cultura de la violencia

Hay muchos ciudadanos que al salir de casa cogen su teléfono y su pistola. Son objetos familiares que identifican con la seguridad más que con el riesgo. He visto estos días en un reportaje familias que tienen hasta doscientas armas. El cabeza de familia, a la pregunta de un periodista español sobre si todas esas armas era de guerra, contestó:

No son armas de guerra, son armas de diversión.
¿Diversión? ¿Se lo podría explicar a los padres de los niños muertos en la escuela de Uvalde? ¿Qué diversión es esa que causa tantas lágrimas, tanto dolor?

Los intereses económicos de la industria armamentística se sitúan por encima de la vida de las personas. Los cuatrocientos billones de dólares que genera la industria armamentística en Estados Unidos parecen suficiente motivo para las muertes. La Asociación Nacional del Rifle, tan poderosa, sostiene que la solución a este tipo de situaciones en las escuelas es armar a los profesores. Este mismo fin de semana, después de tres años de suspensión por la pandemia, celebra su convención en el mismo estado de Texas, a unos 400 kilómetros de Uvalde, donde todavía lloran a sus hijos muertos por esas armas que van a exaltar en la convención como objetos de culto. A la convención asistirá el expresidente Donald Trump. Mientras él hable no podrá haber armas en el recinto. ¿No son inofensivas las armas? ¿No sirven solo para defenderse? Estoy seguro de que lamentarán la muerte de los diecinueve escolares y de las dos maestras. Creo que esa conmiseración es una burla. Si Salvador Ramos no hubiera podido comprar los rifles, la masacre no se habría producido.

La argumentación que justifica la venta es que los ciudadanos tienen el derecho de protegerse de posibles agresiones y tienen el deber de proteger a sus familias. Otra vez el estúpido lema: “si quieres la paz, prepárate para la guerra”.

La Segunda Enmienda a la Constitución e los Estados Unidos (o Enmienda II), propuesta el 25 de septiembre de 1789 y aprobada el 15 de diciembre de 1791, protege el derecho del pueblo estadounidense a poseer y portar armas. Estados Unidos es uno de los países con menores limitaciones para adquirir armas de fuego. La Corte Suprema de los Estados Unidos ha aclarado en numerosas ocasiones el texto constitucional: ha afirmado que el derecho a portar armas es un derecho individual que tienen todos los estadounidenses, pero también ha declarado que el derecho no es ilimitado y que no prohíbe la regulación de la producción y compra de armas de fuego o de dispositivos similares.

A pesar de los numerosos casos judiciales, el debate sociopolítico continúa. Los defensores del derecho a portar armas dicen que un pueblo armado realiza una mejor ejecución de la legítima defensa y que evita que la autoridad gubernamental se vuelva tiránica. Los defensores del control de arma afirman que las ciudades estadounidenses serían más seguras si no hubiese tantas armas de fuego, aunque los defensores del derecho a portar armas argumentan que cuando los ciudadanos respetuosos con las leyes se arman, actúan “más rápido y mejor” que la policía estadounidense y, por tanto, las armas reducen las tasas de criminalidad.

Resulta increíble que cada una de estas matanzas provoque un aumento de la venta de armas. La reacción lógica en otra cultura sería acabar con su venta.

He visto estos días reportajes de ferias de venta de armas en las que los niños pasean con sus padres entre todo tipo de armas. En ellas hay espacios para el entrenamiento. Una maestra enseñaba a su hija de diez años a afinar la puntería.

Pretender quitar las armas es un suicidio político. Lo cual quiere decir que la población retira el apoyo a quien prometa acabar con la venta de armas. Y aquí está, a mi juicio, la verdadera cuestión. Es la ciudadanía la que tiene que analizar con rigor lo que sucede. En sociedades donde está prohibida la venta de armas no se producen estas matanzas. ¿Por qué será? Es preciso poner por encima la vida de las personas y no el dinero del negocio. Que hablen los padres y las madres de los niños asesinados. ¿Apoyarían la posibilidad de que Salvador hubiese comprado tan fácilmente la compra de esos dos rifles?

Santiago Abascal, Presidente de Vox, dice que hace falta un cambio radical y urgente en la ley española para que se repartan armas. Es la misma filosofía que está haciendo posible un rosario de atentados en las escuelas de Estados Unidos. ¿Le gusta al señor Abascal este tipo de masacres que con periodicidad insoportable tenemos que sufrir?

“Una sociedad armada es una sociedad educada”, he escuchado en uno de los reportajes que se han emitido estos días. Es exactamente al revés: una sociedad educada, es una sociedad desarmada en la que todos y todas, sin excepción, pueden vivir libremente. En una sociedad educada el trabajo de protección lo hace la policía (sé que los padres de los niños asesinados se quejan justamente de la tardanza en actuar en la escuela de la masacre) y el castigo a los criminales lo hacen los jueces.

Una última línea para denunciar el cúmulo de bulos que han surgido sobre la masacre. Qué mundo el nuestro. Hay que luchar sin descanso para que sea mejor. Digamos al unísono: Por mí que no quede.

El Adarve. Miguel Ángel Santos Guerra.

sábado, 26 de marzo de 2022

Conducir por la vida con el freno de mano puesto.

Atrapados por la guerra, la pandemia, la erupción de un volcán, la inflación galopante, la subida del precio de la luz y de los carburantes, el desabastecimiento de los mercados… y otros males mayores, corremos el riesgo de olvidar problemas psicológicos que pasan inadvertidos. Uno de ellos es el de la autoestima de nuestros niños, niñas y jóvenes.

Hace unos días recibí un largo mensaje de Cristina Gutiérrez-Lestón, directora de la experiencia educativa La Granja, que comenzó hace años en Barcelona y ahora ha llegado también a Madrid. La Granja es una experiencia de alto nivel educativo que trabaja las emociones de niños y jóvenes en un espacio de ocio situado en plena naturaleza. Miles de niños y de jóvenes han pasado por esta vivencia que tiene el cielo por techo y echa sus raíces en el terreno de las emociones.

En el mensaje plantea Cristina una cuestión de enorme importancia: muchos niños y jóvenes de hoy muestran una inquietante baja autoestima. Es un fenómeno preocupante por todo lo que significa y por las consecuencias que ese hecho tiene para la infancia y la juventud. Dice Maxwel Maltz que la baja autoestima es como conducir por la vida con el freno de mano puesto.

Cristina comparte en su comunicado algunos casos con los que se encuentra en su trabajo: “Yo no soy importante, ni soy amiga mía. No me merezco tratarme bien porque no lo valgo”, dice Anna, una niña de 10 años. Anna, además, añadió: “a veces me hago una bolita en la cama y lloro en silencio, y no quiero que nadie me escuche”.

“Me odio a mí mismo: no me gusto físicamente, ni mi comportamiento ni como soy. Tengo un corazón blando, pero lo protejo con una capa de piedra dura y negra”, confiesa Javi, un niño de 10 años.

“Yo, cuando me enfado conmigo, voy al espejo y me insulto. Y me critico mirándome directamente a los ojos. En la escuela estoy más alegre, pero por dentro sufro siempre”, dice Sara, 9 años

Dice Cristina: “Es lo que ahora nos encontramos prácticamente cada día los profesionales de La Granja: bajísima autoestima. Nuestro proyecto de ocio educativo se transformó hace 18 años, en un espacio donde, además, se entrenaban las competencias emocionales de niños, jóvenes y docentes (con una metodología avalada por el Grupo de Investigación en Orientación Psicopedagógica de la Universidad de Barcelona). Ya entonces, las carencias emocionales que veíamos en los niños/as, debidos en buena parte a la sobreprotección, hicieron que nos replanteáramos nuestro proyecto educativo, por donde cada año pasan más de 20.000 alumnos de escuelas públicas y privadas”.

Nos alegra, añade Cristina, el nuevo Real Decreto del Ministerio de Educación para fomentar la autoestima en infantil el próximo curso, pero no es suficiente. En los 38 años que llevo trabajando con niños/as, nunca he visto lo que me encuentro cada día y con una intensidad que empieza a rayar la patología mental de manera global; una ansiedad que los ahoga, un estrés que los hace andar sin sentido, también un desánimo y una apatía que no les permite sonreír (una chica de 13 años me dijo ayer “yo no sé sonreír”). También vemos mucha rabia sin regulación que los hace pegarse e insultarse como una nueva forma de relacionarse, y por supuesto un miedo atroz, de aquel que paraliza.

Además, la tristeza lleva a muchos a la autolesión y el aislamiento, junto con notable y profunda baja autoestima y desconexión con uno mismo. Soy positiva y paciente, pero ahora es necesario y urgente que los medios nos ayudéis a los educadores en esta especie de lucha que tenemos para la salud emocional, haciendo programas o secciones serias y con periodicidad, y en espacios con una alta audiencia para que las herramientas para afrontar estos problemas en casa o en el aula, o en el trabajo, puedan llegar a toda la sociedad”.

Los seres humanos disfrutamos de una asombrosa aptitud para observarnos, analizarnos y valorarnos interiormente. La introspección es una maravillosa cualidad de la especie humana. El concepto de uno mismo se forja desde la infancia.

Cuando hablamos de alta autoestima es necesario diferenciar la autoestima saludable o constructiva basada en cualidades que fomentan el sano bienestar del individuo y de los demás, de la autoestima narcisista o destructiva que se alimenta del sentimiento de superioridad o de poder sobre el prójimo.

Los dos extremos son nocivos. La autoestima destructiva nos lleva a la depresión y, en última instancia, al suicidio. El otro extremo nos lleva a la petulancia y al narcisismo. El alcalde Nueva York, Edward I. Koch, en una entrevista realizada en la televisión, dijo al periodista: “¡Pero basta ya de mí! Hablemos de ti… ¿Qué piensas de mí?”. Es un grave error considerarse el ombligo del mundo.

Luis Rojas Marcos publicó hace algunos años un libro titulado “La autoestima. Nuestra fuerza secreta”. Define la autoestima como “el sentimiento, placentero de afecto o desagradable de repulsa, que acompaña a la valoración global que hacemos de nosotros mismos”.

William James es el primer investigador que analizó metódicamente el fenómeno de la autoestima. Sus ideas, plasmadas en 1980 en un texto pionero (Principios de psicología), han servido durante un siglo de modelo a todos los estudiosos de esta capacidad única de los seres humanos.

James sostenía que a la hora de valorarnos solemos manejar tres componentes. El primero y más importante es el “yo espiritual”. Este componente se refiere a nuestras facultades mentales, las creencias, y las inclinaciones más íntimas, nuestro estilo de pensar, de sentir y de actuar. En definitiva, los rasgos de nuestra personalidad. En segundo lugar, el “yo social”, las cualidades o defectos que reconocen en nosotros los demás, y la buena o mala reputación que tenemos en nuestro entorno social. El “yo material” es el tercer componente e incluye nuestra imagen corporal, las riquezas, el patrimonio económico y las propiedades que son importantes para nosotros.

Vivimos una época en la que los medios nos presentan a los triunfadores, a los que tienen éxito, a los que han llegado a la cumbre del deporte, de la canción, del dinero, de la belleza, de la política… ¿Qué es, al lado de estos semidioses, un joven que no tiene dinero, ni trabajo, ni fama, ni poder, ni presente, ni futuro?

Hay que pensar en la manera de fortalecer la autoestima. ¿Qué podemos hacer los adultos, padres y madres, y también el profesorado? Existe una amplísima bibliografía sobre el tema. Tengo delante una docena de libros: “Cómo educar la autoestima”, de José Antonio Alcántara; “Educar en la autoestima”, de María José Quiles; “La autoestima”, de Christophe André…

Es importante lo que nosotros pensamos de nuestros hijos o alumnos. Nosotros somos el espejo en el que se miran. Cargar de reproches, de descalificaciones, de desprecios, es el mejor modo de destruir un buen autoconcepto.

Es preciso evitar las profecías de autocumplimiento: Tú no vales, tú no sirves, tú nunca podrás, tú nunca llegarás, tú nunca aprenderás, tú nunca serásLa profecía de un suceso se suele convertir en el suceso de la profecía.

Es necesario cultivar la asertividad. Ayudarle a tomar conscientemente las decisiones por sí mismo, que se responsabilice de las consecuencias, que tenga libertad para equivocarse.

Conviene ayudar a que se acepte a sí mismo: su imagen, su origen, sus capacidades, su forma de ser y de relacionarse, su propia historia, con sus éxitos y sus fracasos.

No hay que hacer comparaciones destructivas. Siempre habrá otro más listo, más guapo, más fuerte, más competente, más simpático, más sociable, más atractivo… Cuando el punto de comparación es un hermano, la situación se agrava.

Hay que saber gestionar los errores, de modo que sean fuente de aprendizaje y no de desaliento. Es importante que no se humille a quien cometa una equivocación.

Es bueno fijar unos objetivos alcanzables para poder lanzarse, desde el logro, a nuevas metas. Por eso es importante que se ajusten los fines a los medios de que se dispone.

Sobre todo, hay que manifestar afecto y cariño de una forma auténtica, persistente y clara. De esa forma puede entender, que es digno de amor porque es como es.

Una cuestión decisiva la de la autoestima. “De todos los juicios que hacemos a lo largo de la vida, ninguno es tan relevante como el que hacemos sobre nosotros mismos. Porque este juicio es el motor de nuestra existencia”, dice Nathaniel Branden en su libro “Honrando el yo”. ¡A la tarea!

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lunes, 14 de febrero de 2022

_- No dejéis que los niños vayan a él

_- Alejandro Palomas es un escritor catalán, licenciado en filosofía inglesa por la Universidad de Barcelona, master en Poesía por el New College de San Francisco y traductor en varias editoriales. Ha escrito numerosos libros: “Un país con tu nombre”, “El tiempo que nos une”, “El alma del mundo”… y así hasta 71.También es autor de la trilogía “Una madre”, “Un perro” y “Un amor”, la última de las cuales le valió el premio Nadal en 2018. Tiene ahora 55 años.

Hace unos días, ha agitado la conciencia de la sociedad al desvelar un secreto que ha estado minando su paz interior desde que tenía 8 años. Cuenta Alejandro que un hermano de La Salle, abusó sexualmente de él de forma reiterada y brutal. He oído declaraciones desgarradoras en las que cuenta, con llamativos detalles, los indecentes comportamientos de su educador. Cuesta llamar educador a una persona que se comporta así. Cuesta llamar profesor a un maltratador, a un abusador.

Cuenta Alejandro cómo un día, cuando debía subir al cuarto del religioso, sintió tal reacción de repulsa que los pies le llevaron a la salida del Colegio y luego, después del viaje de tren, en una carrera desesperada, a su casa. No podía dejar de llorar. La madre, que estaba planchando, al verle llorar sin consuelo, le preguntó por el motivo del llanto. Con tanta insistencia que el niño acabó confesando:

El hermano L. me hace cosas y me hace mucho daño… No tardó la madre en entender cuáles eran las cosas que le hacía el religioso. Los abusos se habían producido en el coche, en cuarto del profesor, en la enfermería del campamento… Una y otra vez.

Acudió el padre de Alejandro (que era miembro del AMPA y amigo del profesor L.) al Colegio y allí le pidieron discreción y le aseguraron que no se volverían a repetir los hechos. Es decir, antepusieron la salvaguarda de la imagen del Colegio a la justicia y a la defensa de la dignidad de la víctima. Y dejaron al religioso seguir instalado en una vergonzosa impunidad y en plena libertad para seguir repitiendo sus actuaciones con otras víctimas. Alejandro cuenta que el religioso comenzó, después de la queja del padre, comenzó a ignorarle, aunque hubo un nuevo intento de agresión sexual en los vestuarios, que resultó frustrado porque llegaron otras personas.

Le han preguntado a Alejandro si tenía conocimiento de otros casos como el suyo en el Colegio. Y, con honestidad que le honra, responde que no tenía noticias sobre ello.

Estremece pensar en el dolor de este niño. Y en la vida que ha tenido después. Durante muchos años, según dice, ha estado en terapia para superar el trauma. “Yo me veo como alguien solo. Soy impar y siempre lo seré. No me fío de nadie, ni de mi mejor amigo. No puedo… Vivo en una campana de cristal. Cuando voy a abrazar a un amigo, toco cristal. Después toco al amigo, pero primero, cristal. No sé explicarlo de otra forma”, concluye.

Los hechos tienen unos agravantes demoledores. El primero es la condición religiosa y educativa de quien le destruye para propiciarse unos placeres fugaces y obscenos. La mano que golpea es la que tenía que proteger. La persona que condena es la que tenia que salvar. Abusa de ese niño quien le echa encima pecados mortales que, supuestamente, le conducirán de cabeza al infierno. Es un educador el que destruye todos los cánones del respeto y la dignidad. La antítesis del proceso educativo.

El segundo agravante es que los hechos tienen lugar en el marco de una institución educativa. A la escuela se va para aprender, para convivir, para ser feliz. Pero Alejandro encuentra en esa institución una trampa mortal. Más le valiera no haber acudido nunca a ella.

El tercer agravante es la reiteración de los hechos, ya que no se trata de un abuso aislado. Se trata de un plan elaborado, de la elección cuidadosa de una víctima. Dice Alejandro, en declaraciones al periódico El País: “Desde febrero de 1975 hasta las Navidades de 1976, sufrí abusos por parte del hermano L., del Colegio de La Salle de Premià de Mar (Barcelona)”. La inicial L. es el apellido del acusado, por el que se le conocía popularmente en el colegio. La institución explica que siguió en ese mismo colegio hasta hace algunos años, aunque no aclara hasta cuándo. Ahora tiene 91 años y está retirado en una residencia para religiosos en Cambrils (Tarragona).

Un cuarto agravante es la edad de la víctima que hace que la vulnerabilidad no pueda ser mayor. A esa edad tan plástica esos abusos dejan una huella que, como se ha visto en el caso de Alejandro, permanecen casi medio siglo después. Y durarán toda la vida. Dice Alejandro: “Soy una persona mermada. A los 8 años me convertí en un superviviente”

“El hermano L., además de estar a cargo de la sección de deportes, era profesor de lengua en el Colegio de La Salle de Premià. Era muy querido y muy popular, el típico al que se acercaban todos los niños”, describe Palomas, que llegó al colegio con seis años, cuando su familia se mudó de Barcelona a Vilassar de Mar, a 25 kilómetros de la capital catalana.

“Yo era un niño, dice Alejandro, que lo somatizaba todo. Cuando estaba angustiado en el colegio, que era casi siempre, se me infectaban las amígdalas y tenía unas fiebres brutales. Llamaban a mi familia y me llevaban a casa en coche. ¿Y quién me llevaba? El hermano L.”, recuerda Palomas, que en aquel entonces cursaba 4º de EGB. Durante aquellos trayectos, asegura que el religioso abusaba de él de forma humillante. Me pregunto cómo entregaba al niño a sus padres después de lo que había pasado.

Hay una cuestión que me ha parecido especialmente cruel. Después de consumar sus abusos, le decía: “¿Te das cuenta de lo que me has obligado a hacer?”. Pienso que esa culpabilización era un retorcimiento moral de extremada crueldad. Dice al respecto Alejandro: ”Yo, que no entendía nada, me preguntaba, primero, qué había hecho él, y segundo, qué estaba haciendo yo”.

Me pregunto cómo puede vivir un religioso con esos comportamientos tan opuestos a sus convicciones. Cómo conciliar el sueño, asistir a misa, confesarse una y otra vez, hablar a otros sobre la castidad y el respeto a la dignidad de la persona.

Ha guardado ese secreto toda la vida. Y ahora lo ha contado con toda la crudeza que los hechos exigen. “Pensé que hacía falta una cara con un nombre conocido y una historia que contar”. Para él, la pregunta que suelen escuchar las víctimas, “¿por qué ahora?”, no está bien planteada. La cuestión, afirma, es: “¿por qué no hasta ahora?”. También ha contribuido a hacer estas declaraciones el hecho de haber fallecido su madre. Y haber conocido que la Institución de La Salle no aceptaba de buen grado la investigación sobre los abusos. Dice que fue decisiva la lectura del informe de El País sobre “los abusos en la congregación religiosa de La Salle”.

¿Qué hacer? En primer lugar, resulta imprescindible que las personas que han vivido este horror levanten su voz y denuncien los hechos. No por venganza. Por justicia. Y porque el silencio tiene como efecto inevitable una invitación a que se repetían los hechos impunemente.

En segundo lugar, la Iglesia y las instituciones educativas que de ella dependen tienen que colaborar con la justicia para esclarecer los hechos y, en caso de que se confirme la culpabilidad de alguno de sus miembros, pedir perdón a las víctimas y compensarlas debidamente.

En tercer lugar, la Iglesia tiene que velar para que los profesionales que se dedican a la educación sean personas equilibradas, psicológicamente sanas y, por supuesto, honestas.

A las demás víctimas de abusos sexuales, Alejandro les diría, después de envolverlas en un largo abrazo: “No eres culpable”. Él sintió culpa durante mucho tiempo.

Me ha parecido bien que el presidente del Gobierno haya querido entrevistarse con Alejandro Palomas. Podemos imaginarnos el dolor de las víctimas pero el contacto directo con ellas nos permite vivirlo en otra dimensión. Por otra parte, la víctima, en este caso, se siente escuchada y apoyada. Y pide que lo que prometa el Presidente se haga realidad sin demora.

Para todos aquellos que, desde el seno de la Iglesia, atacan la ideología de género, pienso en el hecho de que estos abusos solo se conocen en religiosos varones. No he conocido en mi vida el caso de una sola religiosa que haya abusado de niños o niñas a su cargo en instituciones educativas. ¿Podrían explicarme por qué?

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miércoles, 2 de febrero de 2022

_- La metáfora de la soga

_- El aprendizaje vicario o aprendizaje social (descrito por el psicólogo Bandura) nos hace saber que los seres humanos aprendemos por imitación. El contexto en el que nos movemos nos ofrece comportamientos que, de forma a veces imperceptible, vamos convirtiendo en modelos. Se trata de un aprendizaje que se realiza a través de la observación. La neuropsicología nos dice que existen unas neuronas denominadas “neuronas espejo” que actúan mediante la imitación. Es decir, que un niño o un adulto, observan determinadas conductas en otras personas que luego, gracias a las neuronas espejo, imitarán.

Según Bandura hacen falta cuatro exigencias para que se produzca el aprendizaje social: atención (hay que observar cuidadosamente), retención (asimilar lo observado), reproducción (imitar el comportamiento) y motivación (tener interés). La conducta copiada puede tener un carácter positivo o negativo. Por eso resulta tan importante ofrecer a niños y jóvenes modelos de conducta que, al ser imitados, les ayuden a ser mejores personas.

¿Cómo se puede soportar un comportamiento tan irresponsable, hipócrita, indecente, descarado e insultante como el que ha tenido el primer ministro inglés, Boris Johnson? Y no solo el jefe del ejecutivo sino todos aquellos y aquellas que le acompañaban en las fiestas ilegales. Lo cual desvela un nivel de servilismo preocupante. Prefirieron reírle las gracias al jefe, asistir a la fiesta, celebrar los “viernes del vino” y llevar sus botellas de alcohol… sin pensar en el desprecio que esos hechos suponían para la ciudadanía. Celebraban fiestas aquellos que prohibían al pueblo organizarlas. Nos quedan los hechos un poco lejos geográficamente, pero nos afectan como ciudadanos del mundo y miembros de una democracia europea.

La forma de ejercer la autoridad es muy importante en una democracia. Porque aquellos que han sido colocados en un puesto de responsabilidad por la voluntad del pueblo, tienen la condición de súbditos. Manda el que vota y sirve quien que es elegido. No al revés. La persona elegida adquiere una responsabilidad indiscutible. La primera de todas es servir de ejemplo a los ciudadanos y ciudadanas de un país.

Hace algunos años, dirigí un curso para directores y directoras de centros educativos en la ciudad argentina de Posadas, en la provincia de Misiones. Para hacer visible la idea fundamental de que la autoridad es más una forma de ser y de actuar que una forma de decir, realicé una actividad que tenia dos partes.

Pedí que cinco asistentes se ofrecieran como voluntarios. Les entregué una cuerda de unos diez metros. Y aquí viene la primera parte. Les pedí que se situaran uno detrás de otro agarrados a la cuerda, a una distancia de dos metros. Al último le nombré jefe y le pedí que fuese dando órdenes acerca de lo que quería que hicieran. Las órdenes se iban realizando: avanzad en línea recta, caminad más de prisa, deteneos, girad a la izquierda, avanzad más despacio, agachaos un poquito, levantad la mano izquierda…

Los participantes iban cumpliendo las órdenes con la mayor fidelidad posible. Cuando no oían bien, miraban para atrás y pedían que repitiese la orden. El que había asumido las funciones de mando no ejecutaba todas las órdenes. Se limitaba a mandar y a comprobar que los súbditos cumplieran las indicaciones.

Decía que la actividad constaba de dos partes. Esta era la primera. Para realizar la segunda, yo me puse en la cabecera de la fila, me eché la soga al hombro y dejé detrás de mí, agarrados a la cuerda, a los cinco voluntarios, separados por distancias equidistantes. La única orden que les di fue la siguiente:

– Seguidme y haced lo que yo vaya haciendo…

Fui avanzando y tomando la iniciativa: giré a la derecha, avancé con más rapidez, me agaché, me detuve, giré a la izquierda, levanté la mano derecha… No tenía que decir ni una palabra. Ellos iban repitiendo lo que yo hacia delante de ellos. Solo tenía que pensar que mis iniciativas fueran visibles y factibles para quienes me seguían.

Esa es la concepción de un autoridad educativa. El que dirige es un “primus inter pares”. Él va haciendo en primera línea lo que los demás tienen que ir haciendo detrás. Pero él lo hace primero. Seguidme es un verbo muy diferente a obedecedme.

Cuando, desde la autoridad, hay un desajuste entre lo que se hace y lo que se les exige a los demás, la autoridad se hunde en el descrédito. Es lo que ha pasado en Inglaterra esos días con su Primer Ministro, el señor Boris Johnson. Ha exigido a la ciudadanía que se confine y él ha organizado fiestas en el 10 de Dawning Street, que es la casa que le ha cedido el pueblo que le había votado.

Hay un agravante en su comportamiento que es la mentira. Porque el primer Ministro comenzó negando que hubiera habido fiestas y solo ante la evidencia palmaria de las pruebas, ha comenzado el rosario de disculpas y la petición de perdón al parlamento. Hay, en lo que se ha dado en llamar Partygate, dos motivos de escándalo. El primero es el hipócrita incumplimiento de la ley de quienes quebrantan las prescripciones que imponen a la ciudadanía y la mentira mantenida en el parlamento. Y hay que añadir un nuevo motivo de repulsa en la falta de respeto que supone organizar una fiesta en la víspera del entierro del duque de Edimburgo, esposo de la reina Isabel, a quien Boris Johnson pidió las debidas disculpas.

Otro agravante ha sido el de la reiteración. No hubo solo una fiesta, al parecer. Hubo fiestas de todo tipo: de cumpleaños, de despedida, de celebraciones, de rutina, como desvela el lema “los viernes de vino”… ¿No pensaron que iban a ser fácilmente descubiertos en un lugar tan visible?

No es una cuestión menor la abundancia de alcohol que corría en las fiestas. Para que no faltase se pedía a los asistentes que llevasen sus propias botellas. Y hasta compraron un frigorífico para que la cerveza y otras bebidas estuviesen frescas. Mientras se piensa que aparezca en los envases una llamada similar a la de las cajetillas del tabaco diciendo que el alcohol es malo para la salud, este grupo de irresponsables bebe a espaldas del pueblo, que permanece encerrado en sus casas por orden de los bebedores.

Estos botellones de élite eran lugares de contagio, como lo son los tan criticados botellones de la gente joven, a la que yo mismo he calificado de irresponsable en este mismo lugar.

Se acaba de saber que Scotland Yard va a iniciar una investigación sobre lo sucedido. Lo cual es buena noticia. Porque habrá información fehaciente. A la investigación política se añade ahora la de carácter policial.

Todo lo que aquí se ha dicho se puede aplicar al comportamiento de quienes tienen autoridad en cualquier ámbito de la sociedad: político, académico, empresarial, religioso, deportivo, familiar... No me canso de repetirlo: el ruido de lo que somos llega a los oídos de nuestros hijos (alumnos, súbditos, feligreses, trabajadores…) con tanta fuerza, que les impide oír lo que decimos.

¿Cómo se pueden sentir los ciudadanos o ciudadanas que hayan sido multados por desobedecer las normas que les habían impuesto aquellos que las incumplían impunemente?

Boris Johnson se niega a dimitir. Lo exigen los laboristas y también algunos miembros de su propio partido. La situación es insostenible. Porque las pruebas son incontestables. Las excusas que están dando en sede parlamentaria, lejos de suscitar comprensión despiertan bochorno e indignación: “pensé que eran reuniones de trabajo”, “no me lo advirtieron los miembros de mi equipo”, “es una emboscada con tarta”, dice un tory.

Si un líder de esta catadura dice a los súbditos “seguidme”, quienes lo hagan, acabarán en el precipicio. Porque a lo que lleva esta conducta es a una escandalosa irresponsabilidad.

Los votantes tenemos en las manos la posibilidad de premiar y de castigar. Cuando llega la hora de votar podemos decir a quién no queremos y a quién queremos en el poder. No es justo que un gobernante desprecie al pueblo y sea aclamado con entusiasmo en las siguientes elecciones.

El libro “Aristóteles y un armadillo llegan a la capital”, escrito por los filósofos estadounidenses McCathcar y Klein, tiene como subtítulo “Las mentiras de los políticos analizadas con humor”. En una de las páginas presenta un esbozo de la Casa Blanca delante de la cual caminan dos políticos. Uno le dice al otro: “Pero, ¿cómo puedes estar seguro de que tienes poder, si no abusas de él?”. Eso ha debido de pensar el primer Ministro inglés.

El abuso de poder e una democracia es mucho más grave que en una dictadura. Porque quien comete el abuso traiciona a quien a quien le ha dado poder para que lo use en beneficio de todos, no el suyo propio.

El Adarve. M. iguel Ángel Santos Guerra

martes, 25 de enero de 2022

_- A bulo limpio

_- Cada día se hace más necesario disponer de criterios para discernir qué tipo de información es la que nos llega. En primer lugar porque la cantidad de información que recibimos es abrumadora. A través de la televisión, de las redes, de la radio, de la prensa, de libros y revistas, de conversaciones con amigos y conocidos, recibimos tanta información que no podemos asimilarla en su integridad. Y menos, analizarla. En segundo lugar porque hay muchos intereses en juego en la información que circula. Intereses de muy diverso tipo: políticos, económicos, religiosos, ideológicos, comerciales, publicitarios… En tercer lugar porque abundan los especialistas en el engaño y porque, esos especialistas manejan con maestría los secretos de la información.

Decía Aldous Huxley que una verdad sin interés puede ser eclipsada por una falsedad emocionante. Tenemos la tendencia a aceptar como ciertas aquellas noticias que apoyan nuestras creencias y a rechazar las que las cuestionan. “¿Dónde está la sabiduría que hemos perdido entre el conocimiento? ¿Dónde el conocimiento que hemos perdido entre la información?”, dice T. S. Elliot.

En Francia, una insidia transfóbica se está utilizando como munición electoral. El bulo en cuestión afecta a la primera dama, Brigitte Macron, 23 años mayor que su esposo. Según el bulo, la esposa del presidente sería originariamente un hombre llamado Jean-Michel Trogneux, lo que es completamente falso. El episodio revela un transfondo de carácter más general. La deriva trumpista de la vida política francesa promovida por la ultraderecha sería el más importante de ellos, especialmente si las presidenciales de 2022 terminan enzarzadas en perversas teorías de la conspiración como ha sucedido con las dos últimas estadounidenses.

El equipo de abogados de la primera dama francesa pretende realizar una tarea complicada. Rastreará a todos los usuarios que han compartido este bulo en las redes sociales y también investigará el origen del mismo. Algunas informaciones apuntan a que el origen del rumor estaría en el medio de comunicación de extrema derecha, Faits et Documents.

En diciembre de 2020 una imagen se viralizó bajo el mismo argumento que se ha empleado con Brigitte Macron: la exprimera dama de Estados Unidos, Michelle Obama, nació con sexo masculino. En esa imagen se ve al expresidente del país, Barack Obama, junto a su mujer, la cual aparece con el pelo rapado y los rasgos faciales cambiados. En este caso, la imagen que pretendía servir para demostrar que Michelle era una mujer transexual era un montaje realizado a partir de una fotografía compartida por Obama en su perfil de twiter.

Durante el mes de mayo en “Maldita sea” comenzaron a recibir capturas de pantalla de una publicación que comparaba dos supuestas imágenes de la esposa del presidente del Gobierno Pedro Sánchez, Begoña Gómez: una actual y una antigua. La publicación afirmaba que el presidente del país se había casado con un trans.

Lo bulos se crean, se difunden y se mantienen. Ayer mismo le oí decir a Donald Trump que en las últimas elecciones se había producido un fraude que le había arrebatado la presidencia. Es decir que, contra todas las evidencias y contra la decisión de los tribunales, sigue alimentando ese bulo que utiliza para promoverse como candidato a las próximas elecciones.

En España, las declaraciones del Ministro Alberto Garzón en The Guardian han sido manejadas tan arteramente por el Partido Popular que se han convertido en un auténtico bulo. Un bulo que se ha transformado en el eje de la campaña electoral de la comunidad de Castilla y León. El Ministro de consumo no está contra los ganaderos, ni ha dicho que España exporte carne de mala calidad, ni ha pretendido dañar los interés del país. No. Ha dicho que la carne que se produce en las macrogranjas es de peor calidad que la que procede de la ganadería extensiva. Una obviedad con la que todos estamos de acuerdo. No está contra los ganaderos sino a favor de unas posiciones que promueve la Unión Europea. Con la cantidad de ocasiones en las que la oposición ha echado pestes del gobierno y del país! Ahora están en la denuncia al gobierno por la distribución de fondos europeos.

La prueba de la trampa es el insidioso lema que ha resumido la historia: Ganadería o comunismo. Una dicotomía disparatada y tramposa. Es decir lo bueno y lo malo. Es decir, nosotros estamos con los buenos y ellos son los malos. Y se han lanzado a las granjas como si nunca hubieran pensado en otra cosa. Están queriendo decir que solo les importan las vacas, los ganaderos y la patria. Cuando lo único que les importa son los votos. Qué burda trampa. Lo que más me sorprende es que haya una sola persona que se la trague. ¿Alguien puede pensar que esta maniobra es completamente ajena a la campaña electoral de la comunidad de Castilla y León?

Tengo delante de mí un libro titulado “Bulos científicos. De la tierra plana al coronavirus”, de Alexandre López-Borrull, Doctor en Química y Licenciado en documentación. Se presenta, curiosamente, como “experto en desinformación y revistas científicas”.

Los dos términos que configuran el título del libro parecen contradictorios. O es un bulo y, por consiguiente, no es una noticia científica o es un dato científico y entonces no se puede calificar de bulo. Un bulo es una noticia falsa que se difunde, generalmente, con el fin de hacer daño a alguien.

El autor analiza quince bulos. Sobre el origen del virus, la llegada del hombre a la luna, el negacionismo de las vacunas, la existencia del Sida, el creacionismo frente al evolucionismo, el corte de digestión al bañarse, el cambio climático, la clonación humana, la homeopatía, las curas contra el cáncer, los transgénicos…

Hay un capítulo en el que me quiero detener, aunque sea brevemente. El título ya nos dice muchas cosas. “Trump y Bolsonaro. Cuando tu presidente es el bulo científico”. ¿Por qué estos perfiles por encima de otros?, se pregunta el autor. Y lo explica así: “Principalmente porque, aunque estos presidentes fueron elegidos de forma democrática, existe un debate político, social y académico de cómo se ayudaron en mayor o menor medida de las fake news difundidas por campañas masivas de desinformación, tanto en Estados Unidos donde se investigó la “trama rusa” como en Brasil con un uso intensivo de whatsapps. Nadie como Donadl Trump ejemplifica el uso del concepto fake news para situar en la otra orilla (la de la mentira) a los medios que le son críticos”. Ambos mandatarios se convirtieron en negacionistas activos. Jair Bolsonaro tachó la crisis de “truco mediático”. Todo el mundo sabe que Trump aconsejaba el desinfectante como un buen remedio contra el virus y Bolsonaro apostaba por la hidroxicloroquina. ¡Qué barbaridad!

Existe otra forma de burlarse de la verdad. Consiste en negar un hecho cierto o de darle la vuelta a unas declaraciones y considerarlas bulos, cuando no lo son.

¿Qué hacer ante los bulos? El Informe de la OCDE, “Lectores del siglo XXI: desarrollo de habilidades de alfabetización en un mundo digital”, presentado en mayo de 2021, señalaba que el 54% de los estudiantes no saben distinguir entre noticias verdaderas y falsas, y que carecen de los conocimientos necesarios para navegar con criterio por internet y para hacer un uso responsable de las tecnologías.

Esta situación es sobradamente conocida desde mucho tiempo atrás: organismos internacionales como la UNESCO, la Comisión Europea y el Parlamento Europeo están reclamando a los gobiernos desde hace décadas que introduzcan en sus sistemas educativos contenidos relacionados con la educación mediática. Por ello, no debe extrañarnos que, en noviembre de 2020, en plena pandemia, el Parlamento Europeo aprobara el Informe sobre el refuerzo de la libertad de los medios de comunicación: protección de los periodistas en Europa, discurso del odio, desinformación y papel de las plataformas, una muestra indudable que expresa la enorme preocupación que existe en la Unión Europea sobre la necesidad de avanzar en el campo de la alfabetización mediática.

Una de las tareas de la educación es facilitar las herramientas necesarias para interpretar la realidad que nos llega, para discernir lo que es verdadero y lo que es falso, para descubrir los hilos ocultos que mueven la realidad y la información, para detectar los bulos creados. La educación es el mejor detector de mentiras.

El Adarve.

miércoles, 19 de enero de 2022

_- Bondad anónima

_- No conozco ningún otro signo de superioridad que la bondad. Beethoven (1770-1827) 

Decía Ernesto Sábato que “en la bondad se encierran todos los géneros de la sabiduría”. Es cierto. He abierto el artículo con esta cita porque hay mucha gente que identifica al bueno con el tonto, al generoso con el ingenuo, al altruista como estúpido. “Es tan bueno, que parece tonto”, se dice. El inteligente solo mira por sí mismo. Es necesario llegar a descubrir con Platón que “buscando el bien de nuestros semejantes encontramos el nuestro”.

Voy a contar algo que ha pasado hace unos días. Explicaré dónde y qué. Hay un supermercado de Mercadona en una barriada de Málaga que se llama El Palo. Yo fui paleño durante ocho años. Y todavía conservo el ático en el que viví. Muchas veces iba a comprar a ese supermercado que se encuentra a pocos metros de mi vivienda. Y hoy en día, aunque ahora vivo en La Cala del Moral, acudo algunas veces a él por comodidad o por nostalgia.

Pues bien, en estas navidades, me han enviado una noticia que me ha llamado la atención. Y que ha tenido lugar en ese Mercadona de El Palo. Una señora mayor (84 años contantes y sonantes) deposita su compra sobre la cinta y contempla cómo la cajera va pasando los diversos productos por el lector óptico. Cuando la cajera termina le dice el total (62 euros) que tiene que abonar y le pregunta si va a pagar con tarjeta. La respuesta de la anciana es afirmativa. Saca de su bolso una cartera, extrae la tarjeta bancaria y la introduce por la ranura del datáfono. Cuando marca el pin, comprueba que hay un error. Vuelve a introducir otro número y se repite el rechazo. La señora se pone muy nerviosa porque ve que la gente de la cola empieza a impacientarse.

Llama por teléfono a su hijo con el fin de que la ayude a recordar el pin de su tarjeta. Pero el hijo no responde a la llamada porque, como se ha sabido después, se encuentra visitando a su hermana, ingresada en un Hospital y, en ese momento, está hablando con los médicos. La señora, desbordada por la situación, se echa a llorar desconsoladamente.

Encuentra en su bolso 15 euros y cuando le va a decir a la cajera que deje solo productos que puede pagar con el dinero que lleva, esta le dice para su sorpresa:

Señora, puede llevárselo todo. Ha pagado su cuenta ese joven con jersey marrón que está atravesando la puerta de salida.
Lo que más me ha llamado la atención de esta historia es que el joven se fuese sin decirle a la señora que él se había hecho cargo de su cuenta. Lo cual significa que no se trata de un préstamo sino de una donación, ya que no espera recuperar ese dinero. Pero, sobre todo, su retirada silenciosa muestra claramente que no pretendía conseguir el reconocimiento de la desconsolada compradora. Esa persona hizo buenas las palabras de Séneca: “La mayor recompensa de una buena acción es haberla hecho”.

La noticia ha tenido más relevancia porque la señora ha resultado ser la madre del conocido chef Chicho Marín, que busca al joven benefactor con un tuit que se ha hecho viral. Dice así: “Almas buenas. Gracias a la persona que hoy, con tanta generosidad, le ha pagado la compra a mi madre al ver que no se acordaba del pin. Si lees esto me gustaría poder pagártelo. Gracias de corazón. Ha llorado mucho por su impotencia ante la falta de memoria”. Que yo sepa, el generoso y anónimo donante no se ha presentado, sea por no conocer el reclamo del hijo, sea porque desea mantener el anonimato. En una llamada al supermercado acabo de comprobar que no se ha sabido nada más del joven donante.

Creo que hechos de este tipo, deberían ocupar obligatoriamente la cabecera de los periódicos, de los telediarios y de los informativos de la radio. ¿Por qué suelen ser noticia los escándalos financieros, los robos de bancos, los timos más diversos en los que el interés de algunos conlleva el daño de los demás…?

Si fuese obligatorio abrir las noticias con hechos de este tipo podríamos tener otra imagen sobre la realidad, sentir más seguridad en las casas y en la calle, ideas que podríamos imitar, un mayor optimismo sobre el futuro de la especie… Pero no. Una noticia llamativa es una desgracia, un delito, un robo, un atentado, una violación, un secuestro, un atraco, un asesinato…

Hace ya algunos años leí el libro “El poder de la bondad”, de Piero Ferrucci. Lo he recuperado ahora de la biblioteca. Dice el autor en las primeras páginas: “Ningún periódico publicará mañana la noticia de una madre que leyó a su hijo un cuento para que se durmiera, o de un padre que le preparó el desayuno a su hija, o de alguien que nos ha escuchado con atención, de un amigo que nos ha ayudado, o de un extraño que nos ha llevado la maleta…”.

Estoy seguro de que son más numerosos los hechos marcados por la generosidad, por el amor, por el respeto, por la honestidad, por la confianza, por la empatía, por el perdón, por la gratitud, por la humildad, por la paciencia, por la comprensión, por la bondad, que aquellos que muestran la perversión o la maldad de los seres humanos.

Las personas bondadosas son más fuertes y están destinadas a vivir una vida más interesante, más larga y más satisfactoria que las personas que carecen de esta cualidad. Sharon Salzberg, en su maravilloso libro Loving Kindness, cita la forma en que Buda enumera los beneficios de la bondad. Si una persona es bondadosa dormirá con facilidad, se despertará con alegría, tendrá sueños agradables, la gente le querrá, los animales le amarán, los devas (seres celestiales) le protegerán, los peligros externos no le lastimarán, lucirá un rostro radiante, su mente será serena, no morirá en un estado de confusión, renacerá en un ámbito feliz.

La bondad beneficia a los destinatarios de esa actitud pero también a quienes son bondadosos. Hay un refrán español que siempre me ha parecido pesimista y mezquino: “por la caridad entró la peste”. A veces, por ser generosos, nos vemos perjudicados. Dice Piero Ferrucci en el libro citado: “El auténtico beneficio de la generosidad, para quien la ofrece, no es un beneficio material sino una revolución interior. Nos volvemos más fluidos, más dispuestos a arriesgarnos. Concedemos menos importancia a los bienes materiales y más a las personas. Y los límites entre nosotros y los demás son menos radicales, de forma que nos sentimos parte de un todo en el que es posible compartir recursos, emociones y nuestro propio ser”.

La bondad debe ejercerse con alegría. Cuando necesitamos ayuda nos gusta recibirla de alguien que se alegra de brindarla y no de quien se sacrifica al hacerlo. La alegría y el buen humor son componentes básicos de la bondad. Decía Ernest Heminguay: “La gente buena, si se piensa un poco, ha sido siempre gente alegre”.

Desde que Norman Cousins se curó a sí mismo de espondilitis anquilosante (artritis crónica, AS por sus siglas en inglés) viendo vídeos de los hermanos Marx han proliferado los estudios sobre los efectos sanadores del humor, que tiene otras virtualidades, por empleo, fomenta nuestra creatividad. Los sujetos que acababan de ver una película cómica resolvían un problema práctico mejor que quienes no la habían visto. También se ha comprobado que el sentido del humor pose la facultad de aliviar el dolor físico, de reducir el estrés, de reforzar el sistema inmunitario y de disminuir la presión sanguínea. Me gusta decir que el humor es un forma de bondad.

Fuente: El Adarve. Miguel Ángel Santos Guerra.

lunes, 20 de diciembre de 2021

_- El día que quemé mi corazón

_- Resulta dramático que una institución como la escuela, que pretende enseñar el camino de la felicidad, de la convivencia armoniosa y de la paz justa, se convierta para algunos alumnos y alumnas en un infierno. El sufrimiento se hace, a veces, tan insoportable que las víctimas se ven abocadas a tomar la decisión de quitarse la vida.

Es triste pensar en la noche de las víctimas de acoso escolar, que se acuestan pensando en el horror del día que ha pasado y en las seguridad de que al día siguiente volverá a repetirse la tortura. Es probable, además, que el sueño se pueble de pesadillas. ¿Por dónde escapar?

Cuesta pensar en esa horrible sensación de tener que levantarse para ir cada día al potro de tortura. Con la angustita, el miedo y la impotencia grabados a fuego en la piel. Callando por el miedo a que redoblen las agresiones y a que se cumplan las amenazas de los torturadores. Callando porque sienten vergüenza de lo que les está pasando y no lo quieren contar.

– Como digas algo a tus padres o a los profesores, lo pagarás caro.

Hace unos días, la cadena de televisión Antena 3 estrenó una película francesa titulada ”El día que quemé mi corazón”, del director Christophe Lamotte. Una película que cuenta la historia real de un joven estudiante francés que se inmola a los 16 años prendiéndose fuego, como consecuencia de un acoso escolar de más de seis años.

– “El 8 de febrero de 2011, dice el protagonista de la historia, decidí acabar con todo. Compré un litro de alcohol, lo vertí sobre mi ropa y me prendí fuego”.

La película se estrenó el año 2018 en Francia con motivo del Día Internacional contra el acoso escolar, que se celebra el día 2 de mayo desde el año 2011.

El caso de Jonathan Destin fue el origen de la primera ley francesa contra el acoso escolar en colegios e institutos de Francia. Fue necesario que un alumno se prendiera fuego para que se promulgase una ley, que llegó tres años después de la tragedia.

El autor del libro autobiográfico “Condamné à me tuer” (“Condenado a matarme”), Jonathan Dastin (interpretado en la película por el actor Martin Daquin), nació en 1994. Tiene ahora 27 años, si no he hecho mal el cálculo.

Ese libro ha servido para producir la película, que comienza con unas dramáticas imágenes del joven rociándose con gasolina y pendiéndose fuego. La prensa se hace eco de la tragedia con el impactante lema de “La antorcha humana”.

– “Todo empezó cuando tenía 10 años, dice Jonathan. Durante todo ese tiempo me acosaron en la escuela. Me pegaban, me intimidaban, me decían que matarían a mis padres”,

La película, desde el punto de vista cinematográfico, no tiene nada especial. Es una película que está más centrada en el qué cuenta que en el cómo contarlo. Es una película correcta, sin alardes, con inevitables flash backs, con un lenguaje sencillo.

Nos cuenta las burlas, los chantajes, las humillaciones, los golpes, las amenazas con las que se ceban algunos compañeros y compañeras de colegio. Y también algunas escenas de la vida colegial en las que sufre, por ejemplo en las clases de Educación Física. Tiene que saltar el plinton, dar volteretas, suspenderse de barras, dar saltos… Lo que para los demás es algo fácil y divertido para él resulta imposible y, como consecuencia, humillante. Dada su constitución pícnica se muestra incapaz, despertando las risas de sus compañeros y, en algún caso, del profesor. En otra clase, después de recibir un golpe de una compañera se gana sin rechistar la reprimenda de la profesora. Él, como suele suceder en estos casos, no desvela quién ha sido la que ha desencadenado la disrupción. La compañera sonríe cínicamente, alegrándose del injusto reproche que recibe Jonathan.

Le quitaban diariamente los diez euros que sus padres le entregaban para el desayuno. En cierta ocasión le colocaron una pistola en la frente y le exigieron que les diera cien euros.

– Si no nos das el dinero te mataremos y mataremos también a tus padres.

Después de la autoinmolación pasa varios meses en coma, los médicos se plantean hacer alguna amputación porque en las aguas del canal quedó congelado. Ha sido sometido, según cuenta en su libro, a más de veinte operaciones y todavía sigue en terapia para superar aquella tragedia.

La película muestra a los protagonistas de la historia: el acosado, los acosadores y acosadoras, los testigos, la familia (padres y hermana) el profesorado, el jefe de estudios y el director del centro, los padres de los acosadores…

Los acosadores y acosadoras, en realidad, son unos cobardes. Eligen al más débil cono su víctima. Su dolor les divierte. Y se rodean de una camarilla de turiferarios que les ríen las gracias. Porque todas las vejaciones son consideradas graciosas.

El jefe de estudios, interpretado por el excelente actor Patrick Demarescau, que no sabe que su hijo es uno de los acosadores, es una persona cercana a los alumnos. Cuando se entera de lo ocurrido, acude al Hospital donde se encuentra encamado Jonathan, como una momia, completamente oculto por las vendas. Solamente se le ve la nariz y la boca. Permanece en estado de coma desde el día trágico en que tomó la decisión autolítica. Después de incendiarse, diversos recuerdos de la vida familiar le impulsaron a arrojarse a un canal después de recorrer doscientos metros.

El Director de la institución le exige a su jefe de estudios que exima al centro de cualquier responsabilidad. Es la imagen del centro lo que le importa.

– Ya sufría acoso antes de llegar aquí, dice el Director, tratando de eludir cualquier responsabilidad,

Su postura es realmente deleznable. No existe ni una pizca de compasión en sus palabras. Incluso desde el punto de vista profesional adopta una actitud inadmisible:

No es mi trabajo saber si hubo acoso, dice enfadado. Pues yo creo que sí es su trabajo. Más aún, debería saber cómo y por qué no se ha detectado. Y qué responsabilidad existe en el intento de suicidio de uno de sus alumnos.

Los profesores celebran una reunión para analizar los hechos. Es curioso observar la sorpresa de la mayoría. ¿Cómo es posible que no veamos nada de nada, que ni siquiera alberguemos una sospecha? ¿Cómo puede fraguarse la decisión de un suicidio después de años de acoso, como sucedió en este caso, sin percibir ni un solo signo de alarma? Alguno, sin embargo, había observado con más atención y reconoce que Jonathan no se comportaba de una manera espontanea.

Pienso también en el padre, la madre (interpretada por la actriz Camille Chamaux) y la hermana de Jonathan. Porque ellos tampoco se percataron de la tragedia que estaba viviendo Jonathan. Ni siquiera en los álgidos días en que se fragua la fatal decisión. Es más, cuando el padre es informado por su mujer de que su hijo era acosado, dice:

– Es imposible. Él es muy fuerte. Les hubiera dado una paliza a todos.

Es preocupante también la insolidaridad de todos los testigos. Los alumnos y alumnas conocen bien lo que pasa. Son testigos directos de los abusos. Pero se callan. Temen las represalias de los violentos. Saben que ellos pueden pasar a ser las víctimas si hablan.

Escuela y familia tienen una tarea educativa que debe estar encaminada a la prevención de este fenómeno (que hoy se ve agrandado por el uso nocivo de las redes sociales). Y que deben permanecer atentas (hay que educar los ojos para ver, hay que cuidar el corazón para que el otro importe) ante el sufrimiento de las víctimas.

Jonathan no solo ha escrito el libro para ayudar a descubrir y afrontar esta lacra. Imparte conferencias en Colegios e institutos, concede entrevistas (fue entrevistado en Antena 3 con ocasión del estreno de la película), hace campañas… No quiere que nadie viva lo que él tuvo que soportar y que todavía perdura (“Las secuelas psicológicas son las peores”, dice). porque considera que hay que evitar a toda costa esta tragedia.

El acoso escolar es un cáncer de las instituciones educativas. ¿Cómo es posible que nos pase inadvertido tanto dolor, tanta angustia, tanta desesperación? ¿Cómo no detectamos el sufrimiento de esos alumnos y alumnas que viven a la desesperada una vida infeliz, llena de miedo y de dolor?

Y los alumnos y alumnas tienen que saber que es una obligación moral delatar a los torturadores. El silencio les hace cómplices de la tortura. No son chivatos, no son acusicas. Es un error considerarse buenos compañeros porque no hablan. Tienen que ser buenos compañeros de las víctimas.

Blog El Adarve. Miguel Ángel Santos Guerra.

viernes, 10 de diciembre de 2021

El cuento de “La manzana que quería ser estrella”.

Hace dos meses, (septiembre 2012) en el solemne acto de apertura del X Congreso Federal de Escuelas Públicas de Gestión Privada, celebrado en la ciudad argentina de Córdoba, me llamó poderosamente la atención que una de las cuatro personas que hacían la presentación del Congreso, la pastora evangélica Mariela Pons, subiese a la tarima con un plato de manzanas y un cuchillo. Calculo que habría allí más de mil personas.


Y quedó asombrada al ver la estrella de cinco puntas que aparecía en el corazón de la manzana.
No es habitual, por no decir que nunca lo había visto, una actuación semejante en un acto de tanto boato. Ni que decir tiene que la expectación era grande. Habituados a palabras hueras y protocolarias, pronunciadas muchas veces sin el necesario convencimiento, Mariela quiso captar nuestra atención de forma original para lanzarnos un mensaje cargado de profundidad.

Cuando le llegó el turno, contó la historia de una manzana que quería ser estrella. Mientras hablaba tenía delante el plato de manzanas y, sobre ellas, un brillante cuchillo. Más o menos dijo lo siguiente:

Había una vez una manzana que siempre había querido ser una estrella. Nunca quiso ser una manzana. Se pasaba los días pensando, ilusionada, cómo sería una vida brillando desde el cielo.

Cada mañana, sus compañeras manzanas la invitaban a conversar y a contar divertidas historias. Reiteradamente, ella rechazaba la invitación, obsesionada como estaba con el deseo de ser una estrella rutilante.

Un buen día, viendo a las aves ascender hacia el cielo, la manzana les preguntó:

– ¿Dónde duermen de día las estrellas?

Las aves, sonriendo, dijeron:

– No, querida manzana, las estrellas están en el cielo día y noche, pero la gran luz del sol no nos permite divisarlas. Pero ahí están, en el infinito cielo, siempre con luz.

A la pobre manzana se le avivaron los deseos de ser una estrella en el alto cielo, cargada de una luz inagotable. Otro día la manzana le preguntó al viento, que movía con fuerza las ramas del manzano:

– Dime, viento, ¿las estrellas están fijas o se desplazan recorriendo todo el firmamento? Y si se desplazan, ¿quién las mueve?

– Las estrellas se desplazan recorriendo todo el firmamento y a una velocidad de vértigo, contestó el viento

Nuevamente se avivaron los deseos de la manzana de convertirse en una hermosa estrella. Cuando llegó la época de la maduración, la manzana seguía defraudada porque su sueño no se había hecho realidad. No era capaz de sonreír, ensimismada en su tristeza. No era feliz.

Una familia de vacaciones se refugió bajo la copa del manzano, buscando una sombra protectora de los rayos del sol. En medio de la amena conversación, el padre de familia agitó violentamente el tronco del árbol. Y cayeron varias manzanas, entre ellas la triste manzana que quería ser estrella.

Una de los niñas la cogió y comprobó que estaba madura. Era una hermosa manzana. La niña estaba feliz. Le pidió un cuchillo a su mamá. Ella le entregó uno muy bien afilado, con la inevitable advertencia.

– Cuidado, cariño, no te cortes.

La niña partió con cuidado la manzana de forma transversal, no del tallo al hoyuelo, sino en horizontal. Y quedó asombrada al ver la estrella de cinco puntas que aparecía en el corazón de la manzana. Y gritando, llamó la atención de toda la familia:

– Mirad, mirad, qué maravilla. Aquí hay una estrella.

La manzana había vivido triste toda la vida sin darse cuenta de que dentro de sí guardaba una hermosa estrella y de que, para mostrarla, tenía que abrirse y brindarse a los demás.

Aquella mujer del Congreso, en su didáctica exposición, al hilo de la historia, enarboló el cuchillo y cortó por la mitad una manzana. La pantalla ofreció a todos los asistentes una preciosa estrella de cinco puntas en el corazón de la manzana.

Esa experiencia me hizo pensar en muchas cosas. La primera de todas fue la que explícitamente nos planteó Mariela Pons a los asistentes. La necesidad de buscar en nuestro corazón, dentro de nosotros, lo que tantas veces perseguimos estresados en las cosas. En muchas ocasiones buscamos fuera lo que llevamos dentro. Anhelamos dinero, poder, fama, comodidad, bullicio… para encontrar en todo ello paz, diversión y, en definitiva, felicidad. Pero no buscamos en nuestro interior. También nos hizo ver cómo muchas veces anhelamos lo que los demás tienen o son sin pensar que en nuestro interior tenemos un maravilloso caudal de bondad y de felicidad. El arco iris solo brilla sobre el tejado de nuestros vecinos.

La segunda fue la necesidad de captar la atención del auditorio a través del ingenio, de la creatividad. Lo que, hace tiempo, expliqué en un artículo titulado “La vaca púrpura”. En él decía que había que poner una vaca púrpura en las cosas, en las clases, en la vida. Es decir, poner algo extraordinario, algo que cautive la atención y despierte el interés. Muchas intervenciones son aburridas y no suscitan curiosidad alguna. Alguien me comentó en una ocasión las palabras de un sensato sacerdote: “Homilía que mueve los culos, no mueve los corazones”.

La tercera es que nos habituamos a las rutinas. Siempre hemos cortado la manzana de forma vertical, no transversal. Al hacerlo de esta segunda forma podemos ver claramente la estrella de la manzana. Pero si cortamos la manzana verticalmente, de arriba hacia abajo, desde el tallo al hoyuelo, solo veremos las pepitas rotas de la manzana. Repetimos lo que siempre se ha hecho de una manera, lo que todos hacen de la misma forma. Sin indagar, sin explorar, sin arriesgarnos a cambiar, Nos hemos habituado al siguiente principio: pudiendo no cambiar, ¿por qué vamos a hacerlo? Me gustaría proponer aquí el principio de actuación opuesto: pudiendo cambiar, ¿por qué vamos dejar las cosas como están? A ver qué pasa.

Miguel Ángel Santos Guerra
https://mas.laopiniondemalaga.es/blog/eladarve/2012/11/10/la-manzana-que-queria-ser-estrella/

Si tú tienes una manzana y yo tengo una manzana, e intercambiamos las manzanas, entonces tanto tú como yo seguiremos teniendo una manzana. Pero si tú tienes una idea y yo tengo una idea, e intercambiamos ideas, entonces ambos tendremos dos ideas.- George Bernard Shaw