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lunes, 7 de septiembre de 2020

La caída del imperio americano

El cineasta Oliver Stone y el historiador Peter Kuznick hacen de su segunda entrega de ‘La historia silenciada de Estados Unidos’ un nuevo alegato contra la política exterior de su país, ampliado ahora a Obama y Trump

Oliver Stone se mira a sí mismo como la conciencia de América. Premiado con un Oscar por su primera pelícu­la, Platoon, de un antimilitarismo beligerante, continuó con una saga renovadamente crítica de la política de su país. Nacido el 4 de julio, JFK y Nixon cosecharon éxitos de taquilla al tiempo que concitaron el interés por su antagonismo evidente con el relato oficial de los hechos. Autor también de un memorable reportaje sobre Fidel Castro, al que acompañó durante semanas en un periplo por la isla cubana, en 2013 presentó en el Festival de San Sebastián su serie de televisión La historia silenciada de Estados Unidos. Esta a su vez dio origen a un libro del mismo título, firmado en compañía de su coguionista, el historiador y profesor Peter Kuznick. El documental, en 10 capítulos de una hora cada uno, fue transmitido un par de veces por RTVE y obtuvo un éxito discreto de audiencia. Ahora llega a las librerías españolas la segunda parte de su versión escrita, una especie de estrambote del primer original que analiza las presidencias de Obama y Trump, sin que ninguno de los dos salga precisamente bien parado.

La tesis fundamental que atraviesa toda la saga es que Estados Unidos, que nació de una revolución libertaria para su época, podría haberse convertido en una democracia medio virginal si no hubiera elegido en ocasión de “la guerra de Cuba y la sangrienta intervención en Filipinas” los senderos “que impulsaron a Norteamérica a la carrera global de la conquista y el imperio”. Por si quedaran dudas de su atroz diagnóstico, señala que “siglos de esclavitud, genocidio de nativos americanos, explotación de obreros y misoginia ya se habían cobrado su precio, pero la redención parecía todavía al alcance”.

No se produjo sin embargo y “la nación que fue una vez ejemplo para las democracias incipientes del mundo se ha convertido en un modelo de disfunción”, en el que prácticamente nada marcha como es debido, la corrupción campa por sus predios y el espacio público compartido, que es el señorío de la política, se reduce cada vez más. Es de suponer que estas frases lapidarias pertenecen al impulso personal de Stone, mientras que las muy extensas notas documentales que ilustran el relato son fruto del esfuerzo de su coguionista. Los autores se muestran abiertamente críticos contra las versiones oficiales de los hechos propagadas por la Casa Blanca y los medios icónicos del país. Hacen una defensa no demasiado entusiasta de Snowden, por cuanto gracias a las filtraciones que propició se han podido conocer muchos aspectos del lado oscuro de la historia, y se muestran relativamente eclécticos respecto al papel de Rusia en la nueva versión de la guerra fría, desatada ya desde hace un par de décadas.

La caída del imperio americano
La tesis fundamental parece obvia: el mundo cambió para peor después de la invasión de Irak, una guerra ilegal que además de causar cientos de miles de muertos hizo retroceder la situación en Oriente Próximo a etapas que se creían superadas. La actual guerra de Siria, la intervención activa de Rusia en ella y el desastre general provocado en la región es consecuencia de la decisión del trío de las Azores, al que casi ni se le mienta, para beneficio de Blair y Aznar. La carrera armamentística y la reciente multiplicación de armas nucleares suponen en gran parte una respuesta a la escalada de la OTAN, que ha ampliado sus defensas en el este de Europa. Son decisiones tomadas sobre todo para satisfacer las aspiraciones presupuestarias de las fuerzas armadas norteamericanas.

Mientras se subraya la frustración de los electores de Obama, que no solo fue incapaz de cumplir lo prometido, sino que cebó la bomba del militarismo imperial, mantuvo los programas bélicos de aviones sin tripulación y amparó el desarrollo de nuevas armas nucleares, la opinión sobre Trump es sorprendentemente ambigua. Dicen más o menos que es un zoquete fanfarrón, machista, especulador y zafio, pero apuntan que su comportamiento, fruto de su ignorancia o su ingenuidad, se debe igualmente a una cierta tendencia suya a pensar que todo es negociable. De ahí su disposición a tratar de solucionar la crisis de Corea del Norte en diálogo con Kim Jong-un, a la vez que amenazaba lanzar un ataque nuclear contra Pionyang, lo que habría desatado la tercera guerra mundial.

También sus intentos iniciales de llevarse bien con Rusia, frustrados por la presión del Pentágono y los servicios de inteligencia, y hasta su oferta de diálogo al líder iraní, pondrían de relieve no solo la inconsistencia de su forma de actuar, sino también el hecho de que al fin y al cabo él es alguien dispuesto a verse con todo el mundo (recientemente lo dijo con relación a Maduro). Semejante comportamiento errático, incomprendido e inaceptable por quienes controlan el corazón del sistema, choca irremediablemente con el poder en la sombra de la verdaderas cloacas del Estado: los servicios de inteligencia, el complejo militar industrial, los centros de decisión económica y el aparato electoral y mediático. La popular tesis de que en América todo se resuelve con dinero se demostró, por ejemplo, en el caso de la victoria de Hillary Clinton para su nominación como candidata presidencial frente al empeño fracasado de Bernie Sanders.

El libro aporta una gran cantidad de documentación e incide como era de esperar en el papel de la nueva China, potencia alternativa al declive americano, aunque no añade casi ninguna novedad. Más interesante es el análisis que hace de la cuestión de Ucrania y las acusaciones directas respecto a la intervención abusiva de Estados Unidos, que justificarían de nuevo las reacciones de Putin. En general la obra es un alegato contra la política exterior americana que ofrece “cuerda más que suficiente para colgar a Estados Unidos en lo que a derrocar Gobiernos atañe, incluidos algunos elegidos democráticamente”. Desde su particular memoria histórica, concita una interesante reflexión sobre el presente y el futuro de la que un día fue la primera democracia mundial.

BUSCA ONLINE ‘OBAMA, TRUMP Y LA HISTORIA SILENCIADA DE LOS ESTADOS UNIDOS EN EL SIGLO XXI’

Autor:
Oliver Stone y Peter Kuznick.
Traducción: Hugo A. Cañete.
Editorial: La Esfera de los Libros, 2020.

Formato: tapa blanda (216 páginas, 17,90 euros).

https://elpais.com/cultura/2020/08/18/babelia/1597740249_631526.html

miércoles, 2 de septiembre de 2020

_- Oliver Stone, el cineasta de éxito que cree que Hollywood se ha vuelto “demasiado frágil y sensible”

_- El director de 'Platoon' recuerda en sus memorias los años en los que tocó la cumbre de la industria


Hubo un tiempo en el que Oliver Stone (Nueva York, 1946) se movía como pez en el agua en la élite de Hollywood. Su tercera película, Platoon (1986), le había disparado hacia la cumbre con el oscar al mejor director a los 40 años, después de 20 guiones y 17 años luchando por meter la cabeza entre los grandes. En la autobiografía Chasing the Light (persiguiendo la luz), que Stone acaba de publicar, recuerda aquella noche. Dustin Hoffman leyendo el sobre del ganador a la mejor pelícu­la. Cómo, en la fiesta de los Oscar, su madre conoció a Liz Taylor, Bette Davis y Jennifer Jones. Y Michael Douglas se acercó a darle un abrazo. “Treinta años después, miro atrás y me doy cuenta de que no tenía ni idea de la clase de tormenta que se avecinaba, pero sabía por instinto que había logrado llegar a un momento cuya gloria me duraría para siempre”, escribe.

Durante la década siguiente, Stone realizó casi una película por año y todas con bastante éxito. En 1989 repitió oscar al mejor director por Nacido el 4 de julio. Su cine era intenso; películas de firma dentro de lo comercial, con las que Stone lucía un indudable poder dramático y al mismo tiempo tocaba problemas de fondo en Estados Unidos: la combinación perfecta en el mejor país del mundo para hacerse rico criticando el sistema.

Sus películas de firma dentro de lo comercial, con las que tocaba problemas de fondo en EE UU, eran la combinación perfecta para hacerse rico criticando el sistema

Stone fue el hijo único de una joven francesa, Jacqueline Goddet, y un militar norteamericano, Louis Stone, que se conocieron y se casaron en el París ocupado de posguerra —”posiblemente el mayor error de sus vidas”—.

Su vida estuvo marcada por Vietnam. Se fue a Saigón a los 19 años a dar clases de inglés en un colegio y volvió dos años después, como voluntario, para luchar contra el comunismo. Resultó herido dos veces. En su biografía recuerda un espantoso episodio en el que participó en el enterramiento masivo de decenas de cadáveres del Vietcong con excavadoras. “Nadie debería presenciar tanta muerte jamás”, reflexiona.

Dos décadas después, aquello se convirtió en la catarsis creativa de su famosa trilogía sobre Vietnam: Platoon, Nacido el 4 de julio y El cielo y la tierra. “Mi vida después de aquello no volvería a ser la misma. Trabajaría para estudios de verdad, con dinero de verdad. Pasaría a tener una carrera con altibajos, como la mayoría de nosotros, y cada película haría más amplia mi visión del mundo. En realidad, las películas eran amortiguadores que me llevaron a través de décadas de una intensa experiencia americana, casi de locos. Algunos acertaron, otros fallaron (el éxito y el fracaso son ‘igualmente impostores’, como decía Kipling). La presión constante de un despiadado negocio del cine engrasado para hacer dinero puede arruinar cualquier alma”, señala en su autobiografía.

Stone pareció encontrar la fórmula para lograr grandes éxitos de taquilla al mismo tiempo que ponía el dedo en la llaga de las contradicciones y autoengaños de EE UU. En JFK: Caso abierto (1991), fue criticado por dar pábulo a teorías conspiratorias sobre el asesinato de Kennedy. La trepidante película fue un gran éxito y resultó nominada a seis oscars, pero abrió la puerta a ciertas obsesiones de Stone que parecen haberle hecho salirse de los amplios márgenes de lo que Hollywood considera presentable.

De sus entrevistas se deduce que detesta los consensos generales sobre cualquier personaje, especialmente hombres poderosos. Los retratos que ha hecho de Richard Nixon y George W. Bush resultan, para muchos, sorprendentemente condescendientes, pero es que Stone lleva tres décadas rebelándose contra la visión norte­ame­ricana del mundo dividido entre buenos y malos. En el momento en que la cultura de masas coincide en vapulear a un personaje, él siente la necesidad de darle voz para mostrar sus matices.

En ese camino no ha sido raro verle meter un pie en el cinismo de vez en cuando. Rodó un documental con Fidel Castro, otro con Hugo Chávez y otro con Vladímir Putin. Sea quien sea el enemigo, Stone tiene que ir a hablar con él y tratar de ver otro lado del personaje. Ni siquiera el advenimiento de Donald Trump le hizo aceptar que quizá hay cosas que no son debatibles. “Trump nos puede dar sorpresas. Es un negociador, hay que esperar y ver”, decía días después de su elección. En una presentación de la película Nixon en Los Ángeles seis meses después, le preguntaron en qué se parecía Trump a aquel expresidente. “En el ataque de una cierta clase de prensa, en el odio hacia él”, contestó.

En aquella charla dio alguna pincelada de cómo encajan estas opiniones en su visión artística. Lo que busca, afirmó, es empatía. “Creo que si buceas lo suficiente en cualquier persona, sea Pol Pot o Trump, encontrarás algo. Luego hará cosas malas. Pero siempre hay humanidad en el fondo. Ese es el papel de los dramaturgos, encontrarlo. Es lo que hacemos”. En ese papel, Stone ha llevado la contraria a la opinión mayoritaria hasta que ya no se sabe qué opina él sobre nada.

Ahora prepara un documental en el que insiste en la teoría de que JFK fue asesinado por “fuerzas poderosas” del Gobierno, según decía en una entrevista en The New York Times. Afirma que no volverá a hacer una película de Hollywood porque la industria “se ha vuelto demasiado frágil y sensible” y no le quiere.

https://elpais.com/ideas/2020-08-21/oliver-stone-cree-que-hollywood-se-ha-vuelto-demasiado-fragil-y-sensible.html