“Mientras asistimos a la mayor desposesión de derechos y recursos que afecta especialmente a la población más vulnerable, se está generalizando un discurso que pretende animarnos a salir de la crisis con esfuerzo, empeño y buena disposición, siempre en clave individualista”. El informe número 11 del Seminari d’Economia Crítica “Taifa”, dedicado a “La desposesión de la vida cotidiana”, analiza las claves del despojo, para lo que toma como punto de partida las nuevas orientaciones del capitalismo mundial y se centra en la merma del sistema fiscal en el estado español, los procesos de desindustrialización, la liquidación del Estado del Bienestar y las desigualdades, la mercantilización del sistema de salud y los entresijos de la factura eléctrica, entre otros puntos. “El sector público se vacía y los servicios sociales se debilitan o desaparecen”, apunta el informe de 144 páginas publicado en junio de 2016.
El capítulo final del documento –“Las estrategias invisibles de subsistencia ante la crisis económica”- aborda las consecuencias del modelo en la vida corriente de la población. Según la Encuesta de presupuestos familiares, el gasto medio de los hogares cayó entre 2007 y 2013 un 27,1% (en términos constantes). La debacle fue incluso mayor de lo que se podría augurar si se considera la mengua de los ingresos familiares. Éste es el resumen: la crisis y los mecanismos de desposesión han pasado factura. Según el informe FOESSA de integración social y necesidades sociales de 2010, el 16% de la población española reconocía tener una dieta inadecuada por la falta de recursos económicos. Además, un 4% (1,9 millones de personas) padecían “insolvencia” alimentaria, por la que no podían afrontar las necesidades de nutrición básica. El Síndic de Greuges llegó a cifrar en 50.000 (sólo en Cataluña) los menores con privaciones en la alimentación por la pobreza de sus familias. El defensor del pueblo catalán agregó que 751 niños sufrían malnutrición infantil. El Seminiari Taifa constata además, a partir de informaciones del diario El País, que sólo en 2009 la empresa proveedora del suministro eléctrico detectó 9.000 “enganches” a la red en el País Valenciano.
A escala global se reproduce la tendencia predatoria y la concentración de la riqueza en pocas manos. Intermón-Oxfam ha revelado, de acuerdo con informaciones de Credit Suisse, que el 1% de la población mundial acumula una riqueza mayor que el 99% restante; y que en 2015 se podía equiparar la riqueza de 62 personas con la de 3.600 millones de seres humanos (la mitad más pobre de la humanidad). Eran 62 personas que habían incrementado su patrimonio un 45% en un quinquenio. Al tiempo que se produce esta evolución, la OIT señala que en 2014 había más de 201 millones de personas desempleadas en el planeta, lo que suponía 31 millones de parados más desde los inicios de la crisis. Asimismo, se ha impuesto con toda su fortaleza el “casino” global. De acuerdo con las cifras del Banco de Pagos Internacionales, el dinero ficticio creado en el mundo financiero multiplica por más de diez los bienes y servicios. Y el capital ficticio continúa aumentando de manera sustancial.
¿Dónde se localizan los recursos? La economía sumergida en el estado español se estima en torno a los 253.000 millones de euros (entre el 19% y el 29% del PIB, aunque el porcentaje más citado es el del 24,6%). Se trata de uno de las cifras más elevadas de la UE, que además podría haber aumentado durante la crisis (entre 2008 y 2012) en 60.000 millones de euros. El fraude fiscal en la UE se calcula en torno a un billón de euros, y España se sitúa en los primeros lugares de la UE-15 en este apartado, según el informe del Grup d’Economia Crítica “Taifa”. “Son los más ricos, los más poderosos económicamente quienes defraudan más”, resaltan los autores del estudio. El 86% de las personas con fortunas superiores a los 10 millones de euros evaden sus obligaciones fiscales. A ello se agregan casos conocidos de elusión tributaria como el de Inditex, que canalizaba las operaciones de comercio electrónico mediante una sociedad –irlandesa- con domicilio fiscal en Dublín. El documento “La desposesión de la vida cotidiana” recuerda que la transnacional abonaba así el 12,5% del impuesto de sociedades, un tipo muy inferior al 30% que debería pagar en España. Por otro lado, 33 de las 35 sociedades del IBEX 35 cuentan con filiales en paraísos fiscales, de las que apenas facilitan información. La presión fiscal sobre estas grandes empresas “es excepcionalmente baja y llegan a pagar un 3,5% sobre el total de los resultados”, abundan los economistas del Grupo Taifa.
Otro proceso que ha acelerado la crisis es el de la desindustrialización del estado español. En 1970 España ocupaba la novena posición mundial en producción manufacturera, con una cuota del 2,3% global. El porcentaje ha caído actualmente al 1,7%, lo que sitúa a España en el lugar número 14 de la ratio mundial. La producción manufacturera representaba el 30% del PIB a principios de los 70 y el 22% de los puestos de trabajo, porcentajes que han descendido hoy al 12% y 13% respectivamente. En cuanto al capítulo quinto del informe, “la gestión del desempleo: menos y peor trabajo, y más beneficio”, los autores subrayan que las reducciones de plantilla continúan en la actualidad y que los mayores porcentajes se registran en las grandes empresas: el 75% de las sociedades con al menos 500 empleados han realizado despidos. Menos personas realizan más trabajo que antes de la crisis. La OIT se ha hecho eco de esta tendencia, al advertir que las nuevas tecnologías están sustituyendo al trabajo humano a un ritmo “muy rápido y preocupante”.
El informe “La desposesión de la vida cotidiana” pone también el acento en los procesos de exclusión laboral. Según la empresa de trabajo temporal Manpower, son tres millones de personas las que en el estado español tienen pocas posibilidades de acceder al mercado laboral. Se trata de un mercado “gestionado de tal manera que quienes no cumplen suficientemente los criterios empresariales de ocupabilidad dejan de existir como fuerza de trabajo”, subrayan los economistas. El 42% de los parados de larga duración tienen más de 45 años. Además, según la Encuesta de Población Activa (EPA), más de dos millones de parados se hallan en situación de subempleo, ya que trabajan menos horas de las que quisieran. En cuanto a la duración de los contratos, el 12% de la generación de empleo durante 2015 fue a tiempo parcial, capítulo en el que España cuenta con el récord del mundo respecto a la población joven. Los números de la precariedad pueden espigarse en múltiples fuentes. En España hay más de seis millones de personas ocupadas con sobrecualificación (el 30% del empleo total), según la OCDE. El informe “Estado del trabajo decente en el mundo” de la OIT también apunta que uno de cada cinco trabajadores en el estado español son pobres. La categoría de “trabajador pobre” (quienes perciben por debajo del 60% de la renta media) pasó del 18% al 22,2% entre 2000 y 2014.
En “La sociedad del cansancio” el filósofo y ensayista surcoreano Byung-Chul Han destaca que la explotación a la que uno mismo hoy se somete “es mucho peor que la externa, ya que se ayuda del sentimiento de libertad; esta forma de explotación resulta mucho más eficiente y productiva debido a que el individuo decide voluntariamente explotarse a sí mismo hasta la extenuación”. Sobre la comunicación en el mundo capitalista, también sometida a procesos de despojo, el informe del Seminari “Taifa” recoge las palabras con las que el antipsiquiatra marxista, David Cooper, se dirigió a los jóvenes en mayo del 68: “En 1871 los comuneros de París, antes de disparar contra las tropas, dispararon contra los relojes, destrozando todos los relojes de París. Con ello, acababan con el tiempo de los otros, con el tiempo de los patrones”. El grupo de economistas hace hincapié en la “descontextualización” y la “aceleración hasta el paroxismo de la ‘inmediatez’” a la que conducen las nuevas tecnologías de la información. “Está sucediendo, te lo estamos contando”, fue durante mucho tiempo el lema de la CNN. Por último, enfatiza el documento, “la crisis ha exacerbado las diferencias entre los ganadores y los perdedores”. Entre los 34 países miembros, la OCDE señala a España como uno de los que presentan un peor coeficiente de desigualdad (Gini). De hecho, sólo seis países muestran peores resultados: Estonia, Grecia, Israel, México, Reino Unido y Estados Unidos.
http://seminaritaifa.org/
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viernes, 19 de agosto de 2016
martes, 26 de mayo de 2015
Taifa: Reflexionando sobre las alternativas
Dani Bravo
Seminario de economía crítica Taifa Septiembre 2013 126 págs, 7€
Un gran punto de partida para reflexionar sobre alternativas
La crisis económica ha agrietado aún más la legitimidad del capitalismo. Con el cuestionamiento general del sistema, reaparece la necesidad de encontrar alternativas. Este número de los Informes de Economía Crítica del seminario Taifa muestra que existen, no son pocas y están en constante movimiento.
El capitalismo no funciona. Ese es el trasfondo implícito de la crisis y del que parte este informe. Comienza planteando esta necesidad de una alternativa, junto a los criterios mínimos que ha de tener para ser considerada como tal. Esto es: sin explotación, con una distribución equitativa, sostenible, democrática, etc. Por utópica que suene esta descripción, a través del análisis de la historia y de alternativas teorizadas hace siglos, llevadas a la práctica o que se están intentando construir ahora mismo, se demuestra de forma clara que no hay nada más utópico que pensar que el capitalismo puede no ser injusto, cruel e insostenible.
A partir de aquí, las autoras facilitan la comprensión y el debate sobre la complejidad del “cómo” se construye esa alternativa, cuál es el papel de elementos como el estado, la violencia, la confluencia de distintos sectores, etc. De entre todas las propuestas y teorías que aparecen a lo largo de la historia, se centran acertadamente en aquellas que hacen más hincapié en analizar el sistema actual y cómo transformarlo que en las que intentan describir esa hipotética sociedad futura.
Sin embargo, eso no quita que no deban ir planteándose cuestiones relativas al objetivo, ya que en muchos casos, conforme se va avanzando en la lucha por tener el poder para cambiar el sistema, es necesario ir creando esas nuevas estructuras. Por ejemplo, y esto se ilustra también con las distintas experiencias empíricas, ¿cuál debe ser la forma primordial de administración: local, estatal, comunal? No hay un posicionamiento claro en este informe, pero se perfilan muy bien las alternativas y las características ideales de esa revolución.
En este sentido, es muy interesante el perfil que hacen de teorías sobre alternativas anticapitalistas actuales, especialmente de John Holloway, que propone que el proceso de cambio es el que determina qué alternativa se construye. Es muy interesante, a la vez que se lee, ir viendo extrapolaciones a procesos actuales como las distintas luchas contra la crisis (mareas, movimiento 15M, huelgas…), mayormente defensivas pero cuyos procesos pueden ser la base de la construcción de un poder alternativo que pueda iniciar una transformación. Y por supuesto, es interesante ver dónde queda un proyecto como Podemos entre todas estas propuestas.
Otra gran aportación es el análisis sobre las experiencias empíricas de distintas alternativas, desde la URSS y su órbita, hasta el nuevo “socialismo del siglo XXI” que se gesta y madura en Latinoamérica, junto con otras experiencias interrumpidas como la revolución española o la chilena. Se analiza la forma de la propiedad (pública, estatal, comunal), la organización de la producción (planificación, consejismo), la distribución y la organización política y de toma de decisiones. Lo que sí se echa en falta es un análisis de por qué fracasaron muchos de estos proyectos, aunque sí pueden sacarse conclusiones como que el hecho de que la propiedad sea estatal y no privada no tiene que implicar una mejora sustancial para la clase trabajadora, o el peligro de la burocratización, etc. Se clarifica un poco implícitamente cuál es la diferencia entre utilizar al estado para conseguir avanzar en la construcción de la alternativa o sustituirlo por una nueva forma de organización. Esto queda patente en todos los procesos descritos, especialmente en la revolución española. Aunque no se profundiza demasiado, siendo más descriptivo que analítico.
En la tercera parte, “Pensando el aquí y ahora”, existe un mayor posicionamiento sobre el modelo de cambio, partiendo del municipalismo y formas locales de producción y organización; de nuevo muy clarificador sobre el realismo de las alternativas anticapitalistas para hoy. Pero se echa en falta una profundización en cuestiones complejas como la forma en que esta alternativa puede vencer a gigantes como los grandes poderes económicos y políticos estatales e internacionales.
Como conclusión, esta es una lectura imprescindible. A pesar de que a veces se echa en falta más análisis y posicionamiento, es perfecto para pasar a profundizar sobre las experiencias reales que tratan. Un gran punto de partida para un debate sobre cómo cambiar el mundo.
Dani Bravo (@daniatg) es militante de En lucha / En lluita
Seminario de economía crítica Taifa Septiembre 2013 126 págs, 7€
Un gran punto de partida para reflexionar sobre alternativas
La crisis económica ha agrietado aún más la legitimidad del capitalismo. Con el cuestionamiento general del sistema, reaparece la necesidad de encontrar alternativas. Este número de los Informes de Economía Crítica del seminario Taifa muestra que existen, no son pocas y están en constante movimiento.
El capitalismo no funciona. Ese es el trasfondo implícito de la crisis y del que parte este informe. Comienza planteando esta necesidad de una alternativa, junto a los criterios mínimos que ha de tener para ser considerada como tal. Esto es: sin explotación, con una distribución equitativa, sostenible, democrática, etc. Por utópica que suene esta descripción, a través del análisis de la historia y de alternativas teorizadas hace siglos, llevadas a la práctica o que se están intentando construir ahora mismo, se demuestra de forma clara que no hay nada más utópico que pensar que el capitalismo puede no ser injusto, cruel e insostenible.
A partir de aquí, las autoras facilitan la comprensión y el debate sobre la complejidad del “cómo” se construye esa alternativa, cuál es el papel de elementos como el estado, la violencia, la confluencia de distintos sectores, etc. De entre todas las propuestas y teorías que aparecen a lo largo de la historia, se centran acertadamente en aquellas que hacen más hincapié en analizar el sistema actual y cómo transformarlo que en las que intentan describir esa hipotética sociedad futura.
Sin embargo, eso no quita que no deban ir planteándose cuestiones relativas al objetivo, ya que en muchos casos, conforme se va avanzando en la lucha por tener el poder para cambiar el sistema, es necesario ir creando esas nuevas estructuras. Por ejemplo, y esto se ilustra también con las distintas experiencias empíricas, ¿cuál debe ser la forma primordial de administración: local, estatal, comunal? No hay un posicionamiento claro en este informe, pero se perfilan muy bien las alternativas y las características ideales de esa revolución.
En este sentido, es muy interesante el perfil que hacen de teorías sobre alternativas anticapitalistas actuales, especialmente de John Holloway, que propone que el proceso de cambio es el que determina qué alternativa se construye. Es muy interesante, a la vez que se lee, ir viendo extrapolaciones a procesos actuales como las distintas luchas contra la crisis (mareas, movimiento 15M, huelgas…), mayormente defensivas pero cuyos procesos pueden ser la base de la construcción de un poder alternativo que pueda iniciar una transformación. Y por supuesto, es interesante ver dónde queda un proyecto como Podemos entre todas estas propuestas.
Otra gran aportación es el análisis sobre las experiencias empíricas de distintas alternativas, desde la URSS y su órbita, hasta el nuevo “socialismo del siglo XXI” que se gesta y madura en Latinoamérica, junto con otras experiencias interrumpidas como la revolución española o la chilena. Se analiza la forma de la propiedad (pública, estatal, comunal), la organización de la producción (planificación, consejismo), la distribución y la organización política y de toma de decisiones. Lo que sí se echa en falta es un análisis de por qué fracasaron muchos de estos proyectos, aunque sí pueden sacarse conclusiones como que el hecho de que la propiedad sea estatal y no privada no tiene que implicar una mejora sustancial para la clase trabajadora, o el peligro de la burocratización, etc. Se clarifica un poco implícitamente cuál es la diferencia entre utilizar al estado para conseguir avanzar en la construcción de la alternativa o sustituirlo por una nueva forma de organización. Esto queda patente en todos los procesos descritos, especialmente en la revolución española. Aunque no se profundiza demasiado, siendo más descriptivo que analítico.
En la tercera parte, “Pensando el aquí y ahora”, existe un mayor posicionamiento sobre el modelo de cambio, partiendo del municipalismo y formas locales de producción y organización; de nuevo muy clarificador sobre el realismo de las alternativas anticapitalistas para hoy. Pero se echa en falta una profundización en cuestiones complejas como la forma en que esta alternativa puede vencer a gigantes como los grandes poderes económicos y políticos estatales e internacionales.
Como conclusión, esta es una lectura imprescindible. A pesar de que a veces se echa en falta más análisis y posicionamiento, es perfecto para pasar a profundizar sobre las experiencias reales que tratan. Un gran punto de partida para un debate sobre cómo cambiar el mundo.
Dani Bravo (@daniatg) es militante de En lucha / En lluita
sábado, 4 de octubre de 2014
Entrevista a Miren Etxezarreta. “Con Marx entendí por qué hay pobres y ricos”
Adrià Porta Caballé
La Hiedra
En el Seminario de Economía Crítica Taifa están de celebración. Y no es para menos: cumplen 20 años de pensamiento crítico y resistencia a la ideología neoliberal. Hablamos con una de sus participantes más antiguas, Miren Etxezarreta, Catedrática Emérita de Economía Aplicada en la Universitat Autònoma de Barcelona. Con la vitalidad característica de quienes llevan toda una vida luchando, nos habla de la situación de la economía como disciplina, por qué es importante leer a Marx hoy y cómo ve el cambio social.
Dices que empezaste a estudiar economía porque siempre te preocupó que haya gente pobre y rica. Sin embargo, reconoces que después de 5 años de carrera no entendiste por qué. Muchos estudiantes de economía sienten aún hoy la misma frustración. ¿Cuál crees que es la situación de la economía como disciplina hoy en día?
El problema es que hay muchos estudiantes de economía que ni siquiera saben que hay distintas escuelas de pensamiento económico: clásica, marxista, keynesiana, feminista, ecologista, etc. Creen que han estudiado “Economía”, cuando a lo que se refieren en realidad es estrictamente al modelo neoliberal.
El caso del marxismo es paradigmático de como un modelo económico que por largo tiempo se ha considerado obsoleto, vuelve a ponerse sobre la mesa con la crisis financiera del 2008. ¿Qué crees que puede aportar hoy la lectura de Marx?
Para mí el descubrimiento del marxismo representó precisamente lo que eché en falta en mi educación universitaria. La lectura de Marx –que fue puramente teórica y autodidacta: yo no militaba en ningún partido por aquel entonces– me explicó porque hay pobres y ricos, esto es, la realidad de la economía. Aún hoy creo que es el paradigma que mejor explica la economía real. Indudablemente la sociedad actual no sigue las pautas de la del s. XIX, pero el método de análisis descrito por Marx se puede adaptar.
Obviamente hay una tesis fundamental, que es la teoría de la explotación, pero para mí lo más importante es la forma en la que te ayuda a mirar a la realidad. En este sentido, no es tan relevante esta o aquella tesis de Marx, sino la misma manera en que formula sus preguntas sobre la economía capitalista. El marxismo es sobre todo un método de análisis.
Dices que para ti el marxismo no significa repetir un dogma aprendido de memoria. ¿Qué añadirías hoy a los postulados clásicos de Marx?
Precisamente nosotras y nosotros ahora en Taifa intentamos ampliar la teoría de la explotación a esferas que no fueron extensivamente tratadas por Marx. Voy a poner dos ejemplos.
A través de John Bellamy Foster [p. ej. en La ecología de Marx: materialismo y naturaleza, 2000] nosotros creemos haber visto claramente como Marx asume el tema de la naturaleza dentro de su propio análisis económico. Pero la verdad es que no está tan explícito; por eso estamos haciendo un esfuerzo de comprensión de la cuestión de la ecología desde el punto de vista marxista de tal modo que, cuando hablemos de la teoría de la explotación, podamos incluir el tratamiento de la naturaleza.
Y después creemos que habría que añadir también el tema de la reproducción de la fuerza del trabajo. Recientemente tuve la oportunidad de charlar con Silvia Federicii sobre esto precisamente. Para mí uno de los elementos importantes de Calibán y la bruja (2004)ii es el haber permitido ampliar el alcance de la teoría de la explotación a un ámbito que hasta ahora había sido tratado casi exclusivamente por la economía feminista.
La pregunta es por tanto cómo integramos dentro la teoría del valor-trabajo el tratamiento de la naturaleza o de la reproducción de la fuerza de trabajo. Y esa es la tarea que creo que nos corresponde a quienes nos auto-denominamos marxistas. Yo no creo que Marx quisiera en ningún momento crear un catecismo ortodoxo…
Hablas siempre de cambiar la sociedad a partir de “microcosmos”. Siendo el Seminario de Economía Crítica Taifa evidentemente uno de estos microcosmos ¿qué función específica cumple dentro del cambio social?
Taifa tiene una doble pretensión. Por un lado, la autoformación: nosotros somos conscientes que sabemos muy poco y de que aún nos queda mucho por aprender. Así que intentamos en la medida de lo posible ampliar nuestros horizontes para entender este mundo cada vez más cambiante, siempre desde una perspectiva crítica. Por otro lado, después de 20 años también creemos que puede ser útil trasladar lo que nosotros vamos aprendiendo a los diferentes grupos de la izquierda transformadora que lo quieran.
Nuestra hipótesis parte de la base de que, dentro del cúmulo de organizaciones críticas que hay –a las que damos la bienvenida, no nos sobra ninguna– la formación está un poco débil y, especialmente, en el caso de la economía. En estos grupos suele predominar por lo general el activismo, pero falta formación. Y si no hay formación uno siempre está expuesto a que cualquier argumento le despiste. Por ejemplo, cuando nos repiten hasta la saciedad “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Por muy activista que alguien sea, si no ha estudiado aunque sea sumariamente el funcionamiento de la economía, le pueden dejar en la duda. En este sentido, nosotros ofrecemos modestamente nuestro conocimiento a la disposición de cualquier grupo interesado. Por esto tampoco formamos parte de ninguno, en Taifa somos muy celosos de nuestra independencia. Queremos estar a la disposición de todos. Dedicarnos a la formación, nuestra y de los demás.
Me recuerda aquello que dice Zizek de que a veces lo más revolucionario es pararse a pensar, para no cometer los errores que resultarían de un activismo impaciente e irreflexivo. Sí que es verdad que hay una relativa falta de formación, pero ¿por qué crees que esto se da especialmente en la economía en comparación con otras disciplinas?
Porque es antipática. Me ha pasado más de una vez que un oyente se sorprenda cuando digo que soy economista. Inmediatamente la pregunta es: ¿pero cómo puede ser que sea economista si le he entendido todo? Y este es el problema: hoy en día se presenta la economía como algo inalcanzable para la gente corriente, usando por ejemplo un vocabulario deliberadamente complicado. Lo que se consigue con esta estrategia es que la gente delegue las cuestiones de política económica –que nos afectan a todos– a una serie de “expertos”. De este modo se esconde lo que los debates económicos realmente son: diferencias ideológicas.
Ya para acabar, desde que empezó la crisis, se ha podido observar un cambio generacional dentro de la movilización política. Con tu experiencia en la lucha ¿qué consejo darías a la gente joven que justo empezamos a tomar conciencia?
Mira, cuando yo era joven estaba claro lo que un comunista tenía que hacer: afiliarse a un partido, hacer la revolución y llegar al poder. Hoy es diferente: el movimiento 15M, las Mareas o la PAH son ejemplos clarísimos. Ante la situación actual yo diría que es fundamental crear ámbitos de autonomía. Espacios alejados del poder institucional donde la gente pueda auto-organizarse fuera del marco capitalista y demostrar en la práctica que hay otras formas posibles de vivir y actuar.
http://seminaritaifa.org/2014/09/17/con-marx-entendi-por-que-hay-pobres-y-ricos-miren-etxezarreta/
http://lahiedra.info/entrevista-miren-etxezarreta/
La Hiedra
En el Seminario de Economía Crítica Taifa están de celebración. Y no es para menos: cumplen 20 años de pensamiento crítico y resistencia a la ideología neoliberal. Hablamos con una de sus participantes más antiguas, Miren Etxezarreta, Catedrática Emérita de Economía Aplicada en la Universitat Autònoma de Barcelona. Con la vitalidad característica de quienes llevan toda una vida luchando, nos habla de la situación de la economía como disciplina, por qué es importante leer a Marx hoy y cómo ve el cambio social.
Dices que empezaste a estudiar economía porque siempre te preocupó que haya gente pobre y rica. Sin embargo, reconoces que después de 5 años de carrera no entendiste por qué. Muchos estudiantes de economía sienten aún hoy la misma frustración. ¿Cuál crees que es la situación de la economía como disciplina hoy en día?
El problema es que hay muchos estudiantes de economía que ni siquiera saben que hay distintas escuelas de pensamiento económico: clásica, marxista, keynesiana, feminista, ecologista, etc. Creen que han estudiado “Economía”, cuando a lo que se refieren en realidad es estrictamente al modelo neoliberal.
El caso del marxismo es paradigmático de como un modelo económico que por largo tiempo se ha considerado obsoleto, vuelve a ponerse sobre la mesa con la crisis financiera del 2008. ¿Qué crees que puede aportar hoy la lectura de Marx?
Para mí el descubrimiento del marxismo representó precisamente lo que eché en falta en mi educación universitaria. La lectura de Marx –que fue puramente teórica y autodidacta: yo no militaba en ningún partido por aquel entonces– me explicó porque hay pobres y ricos, esto es, la realidad de la economía. Aún hoy creo que es el paradigma que mejor explica la economía real. Indudablemente la sociedad actual no sigue las pautas de la del s. XIX, pero el método de análisis descrito por Marx se puede adaptar.
Obviamente hay una tesis fundamental, que es la teoría de la explotación, pero para mí lo más importante es la forma en la que te ayuda a mirar a la realidad. En este sentido, no es tan relevante esta o aquella tesis de Marx, sino la misma manera en que formula sus preguntas sobre la economía capitalista. El marxismo es sobre todo un método de análisis.
Dices que para ti el marxismo no significa repetir un dogma aprendido de memoria. ¿Qué añadirías hoy a los postulados clásicos de Marx?
Precisamente nosotras y nosotros ahora en Taifa intentamos ampliar la teoría de la explotación a esferas que no fueron extensivamente tratadas por Marx. Voy a poner dos ejemplos.
A través de John Bellamy Foster [p. ej. en La ecología de Marx: materialismo y naturaleza, 2000] nosotros creemos haber visto claramente como Marx asume el tema de la naturaleza dentro de su propio análisis económico. Pero la verdad es que no está tan explícito; por eso estamos haciendo un esfuerzo de comprensión de la cuestión de la ecología desde el punto de vista marxista de tal modo que, cuando hablemos de la teoría de la explotación, podamos incluir el tratamiento de la naturaleza.
Y después creemos que habría que añadir también el tema de la reproducción de la fuerza del trabajo. Recientemente tuve la oportunidad de charlar con Silvia Federicii sobre esto precisamente. Para mí uno de los elementos importantes de Calibán y la bruja (2004)ii es el haber permitido ampliar el alcance de la teoría de la explotación a un ámbito que hasta ahora había sido tratado casi exclusivamente por la economía feminista.
La pregunta es por tanto cómo integramos dentro la teoría del valor-trabajo el tratamiento de la naturaleza o de la reproducción de la fuerza de trabajo. Y esa es la tarea que creo que nos corresponde a quienes nos auto-denominamos marxistas. Yo no creo que Marx quisiera en ningún momento crear un catecismo ortodoxo…
Hablas siempre de cambiar la sociedad a partir de “microcosmos”. Siendo el Seminario de Economía Crítica Taifa evidentemente uno de estos microcosmos ¿qué función específica cumple dentro del cambio social?
Taifa tiene una doble pretensión. Por un lado, la autoformación: nosotros somos conscientes que sabemos muy poco y de que aún nos queda mucho por aprender. Así que intentamos en la medida de lo posible ampliar nuestros horizontes para entender este mundo cada vez más cambiante, siempre desde una perspectiva crítica. Por otro lado, después de 20 años también creemos que puede ser útil trasladar lo que nosotros vamos aprendiendo a los diferentes grupos de la izquierda transformadora que lo quieran.
Nuestra hipótesis parte de la base de que, dentro del cúmulo de organizaciones críticas que hay –a las que damos la bienvenida, no nos sobra ninguna– la formación está un poco débil y, especialmente, en el caso de la economía. En estos grupos suele predominar por lo general el activismo, pero falta formación. Y si no hay formación uno siempre está expuesto a que cualquier argumento le despiste. Por ejemplo, cuando nos repiten hasta la saciedad “hemos vivido por encima de nuestras posibilidades”. Por muy activista que alguien sea, si no ha estudiado aunque sea sumariamente el funcionamiento de la economía, le pueden dejar en la duda. En este sentido, nosotros ofrecemos modestamente nuestro conocimiento a la disposición de cualquier grupo interesado. Por esto tampoco formamos parte de ninguno, en Taifa somos muy celosos de nuestra independencia. Queremos estar a la disposición de todos. Dedicarnos a la formación, nuestra y de los demás.
Me recuerda aquello que dice Zizek de que a veces lo más revolucionario es pararse a pensar, para no cometer los errores que resultarían de un activismo impaciente e irreflexivo. Sí que es verdad que hay una relativa falta de formación, pero ¿por qué crees que esto se da especialmente en la economía en comparación con otras disciplinas?
Porque es antipática. Me ha pasado más de una vez que un oyente se sorprenda cuando digo que soy economista. Inmediatamente la pregunta es: ¿pero cómo puede ser que sea economista si le he entendido todo? Y este es el problema: hoy en día se presenta la economía como algo inalcanzable para la gente corriente, usando por ejemplo un vocabulario deliberadamente complicado. Lo que se consigue con esta estrategia es que la gente delegue las cuestiones de política económica –que nos afectan a todos– a una serie de “expertos”. De este modo se esconde lo que los debates económicos realmente son: diferencias ideológicas.
Ya para acabar, desde que empezó la crisis, se ha podido observar un cambio generacional dentro de la movilización política. Con tu experiencia en la lucha ¿qué consejo darías a la gente joven que justo empezamos a tomar conciencia?
Mira, cuando yo era joven estaba claro lo que un comunista tenía que hacer: afiliarse a un partido, hacer la revolución y llegar al poder. Hoy es diferente: el movimiento 15M, las Mareas o la PAH son ejemplos clarísimos. Ante la situación actual yo diría que es fundamental crear ámbitos de autonomía. Espacios alejados del poder institucional donde la gente pueda auto-organizarse fuera del marco capitalista y demostrar en la práctica que hay otras formas posibles de vivir y actuar.
http://seminaritaifa.org/2014/09/17/con-marx-entendi-por-que-hay-pobres-y-ricos-miren-etxezarreta/
http://lahiedra.info/entrevista-miren-etxezarreta/
miércoles, 8 de mayo de 2013
El miembro del Seminario de Economía Crítica Taifa, Josep Manel Busqueta, imparte una conferencia en la Academia de Socialismo 21
Alternativas a un capitalismo en crisis
Enric Llopis
No hay alternativa, dijo la celebrada Margaret Thatcher. El pensamiento único económico, de corte neoliberal, niega cualquier planteo que impugne la realidad existente. Pero la posibilidad o no de alternativas depende de la correlación de fuerzas políticas. Algunas las ha descrito el miembro del seminario de Economía Crítica Taifa, Josep Manel Busqueta, en la Academia de Pensamiento Crítico de Socialismo 21.
¿Qué implica plantear alternativas? Aclara Busqueta que no se trata de presentar un nuevo “producto transformador y revolucionario, como si toda nuestra experiencia anterior no sirviera”. Por otra parte, “no existen las recetas mágicas para la transformación social; de lo que se trata es de aportar elementos de reflexión”.
Otra premisa. Las alternativas no han de presentarse a las políticas de ajuste y recortes; ni a las estrategias neoliberales, ni siquiera a la globalización económica. Porque, según el Seminario de Economía Crítica Taifa, son formas concretas de la dinámica evolutiva del capitalismo. Se trata de impugnar el sistema capitalista (en su conjunto) “por las relaciones sociales que éste implica, y que guardan mucha relación con la apropiación privada del excedente producido colectivamente”, explica Josep Manel Busqueta. En otras palabras, “el capitalismo no puede refundarse ni reformarse, porque ha colapsado y, además, porque ello es indeseable”.
A la hora de proponer alternativas, la izquierda ha de afrontar una carrera de obstáculos. “Utópicos”, los “anti-todo” son algunos epítetos de los que se echa mano. También se piden alternativas, pero dentro del marco vigente. En otros casos, se exige a los movimientos sociales una suerte de “mapa de carreteras” en el que se explique al detalle cómo será la sociedad futura. Pero “no podemos caer en estos falsos debates”, aconseja Busqueta. “Transformar significa cambiar o sustituir unos intereses minoritarios en la sociedad por los de la mayoría de la población”. Además, el grupo Taifa recuerda que ningún modelo de sociedad se ha definido previamente ni de antemano. El capitalismo no es la aplicación de un modelo diseñado por un teórico del Renacimiento. Ni el reformismo keynesiano de posguerra emerge de la lectura que Roosevelt pudiera hacer de la “Teoría General” de Keynes. Al contrario, este clásico se publica en 1936, después que muchos gobiernos aplicaran políticas de cariz keynesiano. Parafraseando a Antonio Machado, “caminante no hay modelo, se hace modelo al andar…”, ironiza el economista.
El grupo Taifa considera que las alternativas surgen de la interacción de tres factores: “sujetos de cambio”; “instrumentos de transformación” y “procesos de transformación”. Esto significa que no basta con el desarrollo de uno de los vectores (por ejemplo el tercero, con la constitución de cooperativas) si no se da el resto (por ejemplo el primero, una masa crítica que aspire al cambio social). Además, para valorar las posibilidades de construir una alternativa, han de considerarse –como Lenin hizo en su día, recuerda Busqueta”, otros tres elementos: “poder político”, “capacidad económica” y “conciencia social”.
Taifa apunta cinco características que debería cumplir una sociedad alternativa al capitalismo: que el sistema de propiedad sea colectivo (no privado) y funcione mediante cooperativas o fórmulas de propiedad comunal; un régimen de producción comunitario que no derroche recursos; un sistema de distribución equitativo, es decir, “que todo el mundo pueda satisfacer sus necesidades básicas”, apunta el economista. “La renta básica no es algo nuevo; son ideas que ya planteaban Epicuro, Tomás Moro o William Morris en Noticias de ninguna parte”, agrega. También propone el seminario Taifa la gestión del poder horizontal, no jerárquica ni despótica; y que el nuevo sistema de valores y afectos potencie el bien común. Porque, recuerda Josep Manel Busqueta, “el individuo como categoría social al margen de la sociedad es una patraña ideológica que sirve para el desarrollo del capitalismo; sólo desde la mejora colectiva podremos proyectarnos individualmente en la sociedad”.
La sociedad alternativa se divisa muy a lo lejos. ¿Qué hacer mientras? Josep Manel Busqueta aconseja atender las palabras de Marx sobre los “partos” en la historia, cuando subraya que el ser nuevo se encuentra ya –de manera potencial- en el vientre de la sociedad presente. Y cita algunas experiencias de nuevas formas de relación social, que avanzan cómo articular una sociedad diferente: proyectos de municipalismo alternativo; iniciativas de economía social; finanzas éticas; agroecología; sindicalismo y medios de comunicación alternativos. “Pero nos hace falta una narrativa compartida entre todos estos procesos”, agrega. Y actuar de un modo similar a los movimientos de sístole y diástole: las manifestaciones masivas contribuyen a visibilizar los problemas, pero después, según el miembro de Taifa, hay que desarrollar proyectos concretos en los barrios.
Puede que uno de los grandes retos sea la democratización de la economía, idea sobre la que se han escrito toneladas de libros y discursos, y de la que campos ideológicos muy diversos (incluida la socialdemocracia) pretenden apropiarse. En su trabajo “Más allá del capitalismo”, el filósofo y matemático David Schweickart apunta cuatro criterios que debería incluir la democracia económica: control social de los medios de producción; control público del sector financiero; planificación económica con participación social; y control social de los bienes producidos. La economista Miren Etxezarreta prefiere referirse a estrategias de desarrollo “autocentrado”, participativas, y que consideren tanto la potencialidad del territorio y el trabajo asalariado digno, como la autonomía respecto a los mercados mundiales.
En lo más concreto, apunta Josep Manel Busqueta, es imprescindible adoptar modelos diferentes de consumo, “más austeros, menos obsesionados por el consumo individual y más predispuestos al reencuentro a través de la colectividad”. Aunque antropológicamente “seamos ricos en necesidades, no es lo mismo el consumo local y sostenible que el McDonalds; ni el vehículo privado que el transporte colectivo”. Para implementar estos cambios, hace falta también un cambio en las actitudes personales. Un cambio de valores. Busqueta recuerda las palabras del “Che” Guevara: “A mí, el socialismo como forma de redistribución de bienes materiales no me interesa”.
Los politólogos reflexionan en esta coyuntura crítica sobre cuáles podrían ser los agregadores, los relatos compartidos o la “narrativa de la común” que permita acumular fuerzas en la construcción de alternativas. Josep Manel Busqueta lo tiene claro: “Hay que basarse en lo obvio”. ¿Por qué no sirven los discursos académicos ni excesivamente elaborados? “Porque lo vimos en el asalto al Palacio de Invierno. La gente pedía paz, pan y tierra. No se preocupaba por las relaciones geopolíticas de la futura URSS ni por el choque entre los sistemas capitalista y socialista”. Este discurso obvio, “de lo común”, inteligible para la generalidad de los ciudadanos, la versión actualizada del paz, pan y tierra, son los derechos sociales. Que estén universalmente garantizados.
Si se trata de construir una sociedad alternativa al capitalismo, no ha de ponerse el foco exclusivamente en la base material, aunque ésta deba considerarse. Las reflexiones del seminario Taifa incluyen otras áreas de actuación además de la económica, como son la ecológica, la artística y la cultural, entre otras. Ahora bien, teniendo en cuenta a la hora de luchar por la transformación, que el mecanismo que explica el funcionamiento de las sociedades es el conflicto, no el consenso.
Hay elementos que permiten albergar esperanzas en una sociedad alternativa. Josep Manel Busqueta recuerda en su intervención al arqueólogo Eudald Carbonell, quien a menudo explica que el ser humano ha sobrevivido como especie gracias a la cooperación. Es decir, la alternativa al capitalismo es también una necesidad. “Socialismo o barbarie”, exclamaba Rosa Luxemburgo. Tragedias como la pobreza global o el cambio climático (y, más aún, el colapso de la especie) no pueden repararse si no es avanzando hacia una sociedad comunista, es decir, hacia una redistribución colectiva de los bienes. De lo contrario, asoman ya los perfiles de formas mucho más refinadas de fascismo y sociedades en extremo autoritarias y represivas.
Los clásicos de la izquierda se han preguntado hasta la saciedad y han reflexionado sobre el sujeto del cambio social. ¿Quién ha de construir las alternativas? Según el miembro del grupo Taifa, la gente común. ¿Cómo? “Desde la alegría y el entusiasmo; sólo así podremos transformar esta sociedad absurda, triste y fracasada”. “Pese a toda la presión y las dificultades con las que nos encontramos, no entiendo el proceso de cambio desde la angustia y la tristeza”, responde. Y sin caer en dinámicas derrotistas. En su libro “Por qué Marx tenía razón”, Terry Eagleton invita en cierto modo al optimismo. Busqueta lo cita para subrayar que “somos muchos más de los que pensamos” y que hay ocasiones en que, a lo mejor de manera inconsciente, la gente se rige por los valores de una sociedad alternativa. ¿Cuánta gente se niega a vender a sus amigos por dinero? ¿O rechaza anteponer criterios mercantiles en sus relaciones personales? No hay sociedad alternativa, se construye al andar…
Enric Llopis
No hay alternativa, dijo la celebrada Margaret Thatcher. El pensamiento único económico, de corte neoliberal, niega cualquier planteo que impugne la realidad existente. Pero la posibilidad o no de alternativas depende de la correlación de fuerzas políticas. Algunas las ha descrito el miembro del seminario de Economía Crítica Taifa, Josep Manel Busqueta, en la Academia de Pensamiento Crítico de Socialismo 21.
¿Qué implica plantear alternativas? Aclara Busqueta que no se trata de presentar un nuevo “producto transformador y revolucionario, como si toda nuestra experiencia anterior no sirviera”. Por otra parte, “no existen las recetas mágicas para la transformación social; de lo que se trata es de aportar elementos de reflexión”.
Otra premisa. Las alternativas no han de presentarse a las políticas de ajuste y recortes; ni a las estrategias neoliberales, ni siquiera a la globalización económica. Porque, según el Seminario de Economía Crítica Taifa, son formas concretas de la dinámica evolutiva del capitalismo. Se trata de impugnar el sistema capitalista (en su conjunto) “por las relaciones sociales que éste implica, y que guardan mucha relación con la apropiación privada del excedente producido colectivamente”, explica Josep Manel Busqueta. En otras palabras, “el capitalismo no puede refundarse ni reformarse, porque ha colapsado y, además, porque ello es indeseable”.
A la hora de proponer alternativas, la izquierda ha de afrontar una carrera de obstáculos. “Utópicos”, los “anti-todo” son algunos epítetos de los que se echa mano. También se piden alternativas, pero dentro del marco vigente. En otros casos, se exige a los movimientos sociales una suerte de “mapa de carreteras” en el que se explique al detalle cómo será la sociedad futura. Pero “no podemos caer en estos falsos debates”, aconseja Busqueta. “Transformar significa cambiar o sustituir unos intereses minoritarios en la sociedad por los de la mayoría de la población”. Además, el grupo Taifa recuerda que ningún modelo de sociedad se ha definido previamente ni de antemano. El capitalismo no es la aplicación de un modelo diseñado por un teórico del Renacimiento. Ni el reformismo keynesiano de posguerra emerge de la lectura que Roosevelt pudiera hacer de la “Teoría General” de Keynes. Al contrario, este clásico se publica en 1936, después que muchos gobiernos aplicaran políticas de cariz keynesiano. Parafraseando a Antonio Machado, “caminante no hay modelo, se hace modelo al andar…”, ironiza el economista.
El grupo Taifa considera que las alternativas surgen de la interacción de tres factores: “sujetos de cambio”; “instrumentos de transformación” y “procesos de transformación”. Esto significa que no basta con el desarrollo de uno de los vectores (por ejemplo el tercero, con la constitución de cooperativas) si no se da el resto (por ejemplo el primero, una masa crítica que aspire al cambio social). Además, para valorar las posibilidades de construir una alternativa, han de considerarse –como Lenin hizo en su día, recuerda Busqueta”, otros tres elementos: “poder político”, “capacidad económica” y “conciencia social”.
Taifa apunta cinco características que debería cumplir una sociedad alternativa al capitalismo: que el sistema de propiedad sea colectivo (no privado) y funcione mediante cooperativas o fórmulas de propiedad comunal; un régimen de producción comunitario que no derroche recursos; un sistema de distribución equitativo, es decir, “que todo el mundo pueda satisfacer sus necesidades básicas”, apunta el economista. “La renta básica no es algo nuevo; son ideas que ya planteaban Epicuro, Tomás Moro o William Morris en Noticias de ninguna parte”, agrega. También propone el seminario Taifa la gestión del poder horizontal, no jerárquica ni despótica; y que el nuevo sistema de valores y afectos potencie el bien común. Porque, recuerda Josep Manel Busqueta, “el individuo como categoría social al margen de la sociedad es una patraña ideológica que sirve para el desarrollo del capitalismo; sólo desde la mejora colectiva podremos proyectarnos individualmente en la sociedad”.
La sociedad alternativa se divisa muy a lo lejos. ¿Qué hacer mientras? Josep Manel Busqueta aconseja atender las palabras de Marx sobre los “partos” en la historia, cuando subraya que el ser nuevo se encuentra ya –de manera potencial- en el vientre de la sociedad presente. Y cita algunas experiencias de nuevas formas de relación social, que avanzan cómo articular una sociedad diferente: proyectos de municipalismo alternativo; iniciativas de economía social; finanzas éticas; agroecología; sindicalismo y medios de comunicación alternativos. “Pero nos hace falta una narrativa compartida entre todos estos procesos”, agrega. Y actuar de un modo similar a los movimientos de sístole y diástole: las manifestaciones masivas contribuyen a visibilizar los problemas, pero después, según el miembro de Taifa, hay que desarrollar proyectos concretos en los barrios.
Puede que uno de los grandes retos sea la democratización de la economía, idea sobre la que se han escrito toneladas de libros y discursos, y de la que campos ideológicos muy diversos (incluida la socialdemocracia) pretenden apropiarse. En su trabajo “Más allá del capitalismo”, el filósofo y matemático David Schweickart apunta cuatro criterios que debería incluir la democracia económica: control social de los medios de producción; control público del sector financiero; planificación económica con participación social; y control social de los bienes producidos. La economista Miren Etxezarreta prefiere referirse a estrategias de desarrollo “autocentrado”, participativas, y que consideren tanto la potencialidad del territorio y el trabajo asalariado digno, como la autonomía respecto a los mercados mundiales.
En lo más concreto, apunta Josep Manel Busqueta, es imprescindible adoptar modelos diferentes de consumo, “más austeros, menos obsesionados por el consumo individual y más predispuestos al reencuentro a través de la colectividad”. Aunque antropológicamente “seamos ricos en necesidades, no es lo mismo el consumo local y sostenible que el McDonalds; ni el vehículo privado que el transporte colectivo”. Para implementar estos cambios, hace falta también un cambio en las actitudes personales. Un cambio de valores. Busqueta recuerda las palabras del “Che” Guevara: “A mí, el socialismo como forma de redistribución de bienes materiales no me interesa”.
Los politólogos reflexionan en esta coyuntura crítica sobre cuáles podrían ser los agregadores, los relatos compartidos o la “narrativa de la común” que permita acumular fuerzas en la construcción de alternativas. Josep Manel Busqueta lo tiene claro: “Hay que basarse en lo obvio”. ¿Por qué no sirven los discursos académicos ni excesivamente elaborados? “Porque lo vimos en el asalto al Palacio de Invierno. La gente pedía paz, pan y tierra. No se preocupaba por las relaciones geopolíticas de la futura URSS ni por el choque entre los sistemas capitalista y socialista”. Este discurso obvio, “de lo común”, inteligible para la generalidad de los ciudadanos, la versión actualizada del paz, pan y tierra, son los derechos sociales. Que estén universalmente garantizados.
Si se trata de construir una sociedad alternativa al capitalismo, no ha de ponerse el foco exclusivamente en la base material, aunque ésta deba considerarse. Las reflexiones del seminario Taifa incluyen otras áreas de actuación además de la económica, como son la ecológica, la artística y la cultural, entre otras. Ahora bien, teniendo en cuenta a la hora de luchar por la transformación, que el mecanismo que explica el funcionamiento de las sociedades es el conflicto, no el consenso.
Hay elementos que permiten albergar esperanzas en una sociedad alternativa. Josep Manel Busqueta recuerda en su intervención al arqueólogo Eudald Carbonell, quien a menudo explica que el ser humano ha sobrevivido como especie gracias a la cooperación. Es decir, la alternativa al capitalismo es también una necesidad. “Socialismo o barbarie”, exclamaba Rosa Luxemburgo. Tragedias como la pobreza global o el cambio climático (y, más aún, el colapso de la especie) no pueden repararse si no es avanzando hacia una sociedad comunista, es decir, hacia una redistribución colectiva de los bienes. De lo contrario, asoman ya los perfiles de formas mucho más refinadas de fascismo y sociedades en extremo autoritarias y represivas.
Los clásicos de la izquierda se han preguntado hasta la saciedad y han reflexionado sobre el sujeto del cambio social. ¿Quién ha de construir las alternativas? Según el miembro del grupo Taifa, la gente común. ¿Cómo? “Desde la alegría y el entusiasmo; sólo así podremos transformar esta sociedad absurda, triste y fracasada”. “Pese a toda la presión y las dificultades con las que nos encontramos, no entiendo el proceso de cambio desde la angustia y la tristeza”, responde. Y sin caer en dinámicas derrotistas. En su libro “Por qué Marx tenía razón”, Terry Eagleton invita en cierto modo al optimismo. Busqueta lo cita para subrayar que “somos muchos más de los que pensamos” y que hay ocasiones en que, a lo mejor de manera inconsciente, la gente se rige por los valores de una sociedad alternativa. ¿Cuánta gente se niega a vender a sus amigos por dinero? ¿O rechaza anteponer criterios mercantiles en sus relaciones personales? No hay sociedad alternativa, se construye al andar…
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