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miércoles, 10 de mayo de 2017

Entrevista a José Herrera Plaza sobre Accidente nuclear en Palomares. Consecuencias (1966-2016)

“La Duquesa Roja fue la única persona en aquellos duros momentos que intentó desmontar la historia oficial y amparó, asesoró y ayudó a los vecinos”


José Herrera Plaza (Almería, 1955) cursó estudios de Economía en la Universidad de Valencia. Técnico Superior en Imagen y sonido, trabaja actualmente, como cámara operador, en Canal Sur TV. Desde 1985 ha seguido de cerca todo lo relacionado con el accidente nuclear de Palomares. En 2003 fue coautor y coorganizador del libro y exposición en el Centro Andaluz de Fotografía ”Operación Flecha Rota. Accidente nuclear en Palomares”. Posteriormente dirigió el largometraje documental homónimo (2007).

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Estábamos en este punto. Citas una carta del 20 de diciembre de 1966 dirigida nada menos que al dictador golpista y fascista. ¿Qué carta es esa? ¿Quiénes la firmaron? ¿A quién iba dirigida? ¿La escribió la Duquesa roja?

JH.- Luisa Isabel probó todas las posibilidades que le permitía el estrecho margen normativo del Régimen. En realidad esa fue la primera de las dos cartas dirigidas al Dictador, 28 días antes de la manifestación. En ella los 267 firmantes le solicitaban, de la manera más respetuosa posible, que las rebajas, hechas caprichosamente a nuestras peticiones, sean justificadas por profesionales; así como la expedición de certificados de descontaminación de tierras y cosechas; certificados personales de no estar contaminados y copias de los análisis realizados a las personas, tierras y productos agrícolas. Silencio del Dictador. ¿Qué valor podría tener para él una pequeña comunidad perdida en la profundidad esquinera del país.

¿Hizo declaraciones públicas críticas sobre lo sucedido? ¿Cómo reaccionó el gobierno?

JH.- Lo que más les preocupaba a las autoridades era la prensa extranjera, que la nacional se hallaba sojuzgada. La Duquesa, por su rango y relaciones tenía numerosos contactos en las corresponsalías de los más importantes rotativos. En aquellos meses realizó numerosas entrevistas a medios de otros países. El Gobierno no podía impedir esas entrevistas porque intentaba aparentar una libertad, inexistente para sus súbditos.

Hablas de una novela, “La base”. ¿De qué iba? ¿Se llegó a publicar?

JH.- Cuando colisionaron las dos aeronaves por encima del cielo de Palomares, la Duquesa estaba escribiendo «La Base», sobre el alto coste social que tuvo la implantación de la Base de Rota, las arbitrariedades institucionales y el pago de “injustiprecios” en las expropiaciones. Creo que fue publicado por una editorial parisina en 1970.

¿Se la jugó realmente?

JH.- Los hechos demuestran que se la jugó, y ello le supuso un alto coste. En la entrevista que le realizamos para el documental se expresó, como era característico en ella, de manera inequívoca: yo, lo que hice, lo hice porque me dio la gana, lo sopesé y consideré que me merecía la pena, punto. Si de algo soy responsable es de mis actos .

¿Siguió comprometida con todo aquello durante mucho tiempo?

JH.- No cabe duda de ello. Cuando salió de la cárcel por la defensa de los palomareños, publicó la novela «La Huelga». El mismo Tribunal de Orden Público, de infausta memoria, que la había condenado anteriormente volvió a condenarla, pero en rebeldía, porque decidió exiliarse antes a Francia.

¿Escribió, publicó algún libro o artículo sobre lo sucedido?

JH.- Publicó en entregas semanales lo vivido en Palomares y su periodo en la cárcel en la prensa nacional, previa censura claro. De igual manera, intentó sacar su libro: «Palomares. Memoria» (1968), pero los censores lo mutilaron y decidió dejarlo para más adelante. Tendría que esperar al nuevo milenio para ver la luz en la editorial de la UNED.

¿No había que tener mucho, pero que mucho coraje para siendo mujer y duquesa tomar el compromiso que tomó?

JH.- En aquel tiempo la mujer nacía imbuida por el determinismo que marcaban los angostos márgenes de su rol social; en un guión cerrado elaborado por molleras más cerradas aún. Resulta indiscutible que ella se valió de su estatus de noble, en un tiempo, en un país, todavía jalonado por vetustos ecos feudales y caciquiles. Pero, aunque pudiera moverse con una laxitud mayor que el resto de la ciudadanía o gozar de ciertas exoneraciones valoradas como excentricidades, el defender a los pequeñísimos, atrasadísimos y humildísimos agricultores de Palomares, como los definió Emilio Romero, director del diario «Pueblo», e ir en contra del país valedor del Dictador, supuso la transgresión de los invisibles límites de su rango y figura, con la puesta en marcha del aparato represor del Régimen.

¿Hemos sido suficientemente justos son su papel, con su figura, con el reconocimiento a su actitud? Finalizas así este apartado. “Cumplidos el medio siglo, que sepamos, aún no se le ha reconocido su labor en Palomares ni Villaricos”. ¿No deberíamos hacerlo? ¿A qué esperamos?

JH.-Una de las obligaciones y al mismo tiempo ventaja del investigador histórico consiste en la ecuanimidad, por encima de prejuicios, filias o fobias personales e ideología. Conocer con detalle su relación con los damnificados, la férrea integridad con que se comportó con ellos y consigo misma, ha sido una de las mejores y gratas sorpresas con la que me he topado en la reconstrucción de lo sucedido. Por ello, cuando hace más de un año se presentó el libro, volví a desdoblarme, no sé si de manera esquizoide, en la figura de D. Alonso Quijano. Presenté y sostuve frente al Ayto. de Cuevas del Almanzora, la asignación de una calle principal con el nombre con que era conocida allí: Duquesa de Medina Sidonia. El que no se haya producido tal acción desde el advenimiento de nuestra democracia, se me antoja como un desalentador acto de amnesia e ingratitud, a la que tendemos tan frecuentemente los humanos.

Por defender a los palomareños de los abusos de los EEUU y España, la Duquesa fue condenada a un año de prisión menor. En repetidas ocasiones le ofrecieron infructuosamente la libertad previo arrepentimiento público. En la foto aparece con dos compañeras reclusas en la prisión de Alcalá. (Foto: Colecc. Luisa I. Álvarez).

Se te intuye muy emocionado, muy próximo al ejemplo y la figura de esta luchadora. ¿Es el caso?

JH.- Es que fue la única persona en aquellos duros momentos, nadie más, que intentó desmontar la historia oficial, amparó, asesoró y ayudó a los vecinos empleando sus energías, seguridad personal, hacienda y libertad, en contraposición con el régimen y la sociedad de su tiempo, que la vilipendió y apodó, a pesar de su independencia política, la «Duquesa Roja».

Unas palabras finales de recuerdo, de homenaje si quieres.

JH. Uno de los guardias civiles nacidos en la zona, J. M. Fernández Agüera, partícipe en los operativos relacionados con la Duquesa, con la perspectiva del tiempo transcurrido nos confesó en 2003: Nos llevaba por el camino de la amargura. (...) Se le hizo sufrir mucho, pero ella hizo sufrir más, porque era inaguantable. Pensábamos que era protagonismo, pero luchaba solamente por los intereses de los agricultores. Yo a esa señora, en vistas de todo lo que vi allí, le hubiese puesto un monumento.

En la cárcel se le ofreció repetidamente la libertad a cambio de mostrar su arrepentimiento, pero siguió penando porque se mantuvo firme a sus ideas. Persona de ley, de inquebrantable lealtad consigo misma, rara avis en tiempos de codicia y descrédito, donde el mito de Fausto a precios de saldo nos acosa y anega, sumidos en una crisis de valores de incierto futuro. Su fortaleza de espíritu y coherencia se nos muestran como modelo ideal frente a la inmundicia de espíritu. A pesar de la represión que sufría en sus carnes, llegó a bromear con la insólita situación histórica que se dio entonces: el título más antiguo de España en el trullo y el más nuevo, el príncipe, jurando los fueros...”.

Gracias. Seguimos en breve. Ya nos falta menos.