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domingo, 29 de marzo de 2015

¿Qué dice, qué demuestra y qué propone Piketty?

El fenómeno Thomas Piketty está aquí, frente a nosotros. Y por las más diversas razones se hace necesario saber qué dice el joven economista francés que tanto revuelo ha causado. Pues bien: dice que vivimos en el reino de la desigualdad. Un puñado de ricos y un océano de individuos viviendo en medio de relativas penurias y escaseces.

Esto que dice Piketty no es, ciertamente, una novedad. Así ha sido el mundo casi desde siempre. Y la única excepción que se puede encontrar a esta regla histórica sería aquel estadio de la humanidad -que Luis H. Morgan y Federico Engels llamaron la comunidad primitiva- en el que todos los miembros de la sociedad eran pobres. Ese antiquísimo periodo de la historia humana en que, como decía el Quijote, no se habían inventado esas feas palabras “tuyo” y “mío”. Ese lapso de la historia en que no habían nacido ni el concepto ni la palabra riqueza. En el que todo eran penurias para todos.

A cazar, pescar y recolectar frutos e insectos para apenas sobrevivir no se le puede llamar riqueza. Pero con la aparición del pastoreo, hace 15 mil años, y de la agricultura, hace 10 mil, empezaron a aparecer la riqueza y la acumulación de ella. Y donde hay riqueza hay ricos; y donde hay ricos hay pobres. Y, como todos sabemos desde siempre, la clave está en la propiedad. De la tierra, de los animales, de las máquinas. Ser propietario es ser rico; y ser un gran propietario es ser muy rico.

Eso que ya sabíamos lo repite Piketty. Pero el joven economista lo documenta estadísticamente para los últimos 250 años. Y ahí está el mérito de su última y ya muy comentada obra: El capital en el siglo XXI. Con un exhaustivo estudio histórico-estadístico, demuestra irrefutablemente que vivimos en el reino de la desigualdad.

Hasta aquí no caben las etiquetas: ni keynesiano ni marxista. Sólo científico social. Llamarlo marxista o keynesiano por su apabullante demostración de la desigualdad social no es certero ni pertinente. Pero Thomas Piketty dice algo más. Propone un remedio para situación tan injusta, tan dolorosa, tan potencialmente peligrosa y sangrienta. La historia de la humanidad está llena de ejemplos de rebeliones, revueltas y revoluciones populares como fruto de una desigualdad insoportable. Digamos que, como se dice popularmente, Piketty propone no estar jalándole más los bigotes al tigre.

Esa solución que propone consiste en el establecimiento de un impuesto universal a la riqueza y a las herencias. Y por esto tampoco cabe llamarlo keynesiano o marxista. A John Maynard Keynes no le preocupaba la desigualdad, sino el mantenimiento de la actividad económica para paliar el desempleo, fruto del estancamiento de la producción en la fase descendente del ciclo económico.

Y por esto tampoco procede llamarlo marxista. Porque los marxistas proponen la abolición de la propiedad privada de los medios de producción, origen real de la desigualdad a lo largo de milenios. Abolir la propiedad privada de los medios de producción significa abolir las desigualdades. Al menos las desigualdades mayores y más potencialmente peligrosas. Platón decía que el hombre más rico sólo podría poseer cinco veces más que el individuo más pobre. Una desigualdad, digamos, razonable.

¿Pero cabe, entonces, adherirle una etiqueta a Piketty? ¿Le quedaría bien la de utopista? ¿O tal vez la de socialdemócrata? ¿Un moderno reformista? ¿Un nuevo edulcorador del capitalismo? ¿Un contrarrevolucionario? En todo caso, y sin duda alguna, una de esas personas inteligentes, cultas y sabias que piensan, contra toda evidencia histórica, que por las vías fiscal y reformista se pueden atemperar los rasgos más injustos, perversos y abominables del capitalismo. La desigualdad entre ellos.

Blog del autor: www.miguelangelferrer-mentor.com.mx

lunes, 23 de marzo de 2015

Islandia reduce el paro al 4% en 2014 con una subida de sueldos del 6%. La economía islandesa está a punto de superar sus niveles previos a la crisis, según el FMI

Islandia, el país que dejó caer a sus bancos, la economía que acaba de rehusar formar parte de la Unión Europea, está a punto de recuperar todo el terreno perdido durante la crisis de 2008 y 2009 y de incluso superar su nivel previo al declive. Esa es la conclusión del último informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) sobre la economía islandesa, en el que destaca que la tasa de desempleo bajó al 4,1% en 2014, pese a que los salarios del país aumentaron un 5,8% en términos reales (el año anterior habían subido el 3,5%).

La pesca y el auge del turismo han tirado especialmente del país, uno de los más dinámicos. "Islandia ha sido una de las mejores economías de Europa en los últimos años en términos de crecimiento económico y tiene una de las tasas más bajas de paro", explica Peter Dohlman, el jefe de la misión del FMI para el país, que ha terminado recientemente el informe del Artículo IV, el documento que el Fondo elabora anualmente sobre cada nación.

Islandia es un país de moda, sus ingresos por turismo se han disparado desde 2010 y esta industria se ha convertido en una nueva y pujante fuente de ingresos para el país que ayuda a equilibrar la balanza de pagos. El FMI proyecta un robusto crecimiento del PIB para este año y el próximo -del 3,5% y del 3,2%, respectivamente-, después de la desaceleración de 2014, cuando la economía avanzó un 1,8%, la casi la mitad de lo que se expandió en 2013.

El Fondo aplaude en su análisis la rápida recuperación de su sector bancario -lo que ha ayudado con la deuda doméstica- y un ajuste fiscal que no ha impedido mantener "el modelo nórdico de bienestar social", destaca Dohlman. Además, la política del banco central ha servido para controlar la inflación al mismo tiempo que la temprana depreciación de su divisa impulsó la competitividad.

No obstante, el Fondo también lanza advertencias a los islandeses. El informe pone el foco en el exceso de la balanza de pagos, contenida por el control de capitales del país. Las autoridades, señala el FMI, esperan avances significativos este año en acabar una estrategia actualizada de liberalización de capitales. Además, también advierten de que, a pesar de las mejoras en las pruebas de resistencia a los bancos, pero alerta de que aún hay que reforzar las redes de seguridad.

Con la caída de la banca a finales de 2008, Islandia llegó a perder el 8% de su riqueza en dos años y a sufrir un desempleo del 11,9%, algo bajo para el estándar español pero inédito en Islandia. Y el Gobierno ha previsto una expansión del PIB del 3,3%. El presidente islandés, Olafur Ragnar Grimsson, estuvo en febrero en Barcelona y atribuyó en parte esa recuperación a haber desoído los consejos de los organismos internacionales, en particular la Comisión Europea, para que aplicara medidas de austeridad.

Fuente: http://economia.elpais.com/economia/2015/03/20/actualidad/1426844952_201102.html

domingo, 22 de marzo de 2015

Entrevista a Juan Torres, Catedrático de Economía de la Universidad de Sevilla. "Esta generación está poniendo las bases para un estallido de caos gigantesco"

Juan Torres es un claro ejemplo de que el hábito no hace al monje. Cuando Pablo Iglesias presentó el programa económico de Podemos con su habitual coleta y una camisa de leñador canadiense, este catedrático de la Hispalense -que fue uno de los redactores del texto- lo hizo vestido con una impecable americana azul y una corbata que entonaba con la camisa, un atuendo que no hubiese desentonado en un acto de la FAES. Lo que distingue a Juan Torres es el verbo, la palabra, esas ideas que expresa con cordialidad y educación pero que son auténticas cargas de profundidad. El que quiera ver en él a un radical rabioso se equivoca. Al catedrático no se le cae ningún anillo por demostrar su acuerdo con algunos economistas liberales y en todo momento hace un llamamiento al diálogo para llegar a pactos que permitan a la sociedad española salir definitivamente de la crisis. Aunque no lo dice claramente, a Juan Torres se le notan las heridas provocadas por la exposición mediática a la que ha estado sometido desde que trascendiese su colaboración intelectual con Podemos, ese partido que levanta las mismas filias y fobias que un equipo de fútbol. Al fin y al cabo, como él mismo dice, España sigue siendo un país cainita. Y nadie está haciendo nada para que deje de serlo.

-Cuesta encontrar algún economista que no sea liberal. ¿Dónde se sitúa usted?
-Cada vez me siento más incómodo y menos reflejado en las etiquetas, aunque me las han puesto de todo tipo. Unos me llaman keynesiano, otros marxista... Francamente, entiendo la economía como una ciencia social, incluso como una ciencia moral. Creo que, como decía el profesor Fuentes Quintana, los problemas económicos no tienen soluciones técnicas, sino soluciones políticas, y eso significa que no se puede entender la economía sin tener en cuenta la vida social, los intereses, la política, etcétera. Soy una persona crítica y de izquierdas, pero en el campo económico sigo aprendiendo de estudiosos como los liberales austriacos, con los cuales comparto bastante de su crítica al sistema financiero.

-Usted ha estado recientemente en la palestra mediática al formar parte, junto a Vicenç Navarro, del equipo que elaboró el programa económico de Podemos, una formación política que levanta auténticas filias y fobias. ¿Es usted militante?
-No. Yo no estoy afiliado a ninguna fuerza política y mantengo una posición independiente, lo cual es bastante difícil hoy en día, porque las fuerzas políticas quieren personas que se casen con ellas y yo me casé con mi mujer y nadie más. Soy independiente, pero Podemos me pidió colaboración y yo se la di como se la doy a cualquiera que me la pida como profesor e intelectual. Para eso me paga la sociedad.

-¿Se arrepiente? Exponerse mediáticamente siempre es incómodo.
-Nuestra España es cainita. No olvidemos que cuando gobernaba Zapatero la oposición lo acusaba de ser cómplice de ETA... Si eso le decían al presidente del Gobierno qué no le dirán a un economista contrario al discurso imperante. Yo me he sentido cómodo porque he hecho lo que creía en conciencia que tenía que hacer; me he sentido privilegiado por poder decir en público lo que pienso, pero también me he sentido herido porque ha habido críticas francamente groseras y porque algunos colegas confunden postulados ideológicos con principios científicos... Eso sí, también me he sentido muy acompañado cuando mucha gente normal y corriente me ha saludado por la calle. Como pasa muchas veces en la vida, suelen ser más dolorosos los silencios que las propias palabras.

-Da la sensación de que hay un pensamiento único en Economía. Hay multitud de personas que creen que es una ciencia exacta en vez de una ciencia social. ¿Hay una alternativa al capitalismo que sea viable respetando las libertades, entre ellas las económicas?
-La alternativa la estamos viendo hoy en día. El capitalismo propugna una economía de mercado donde el trabajo y el medio ambiente se mercantilizan y, sin embargo, vivimos en una sociedad con enseñanza y sanidad pública que no tienen nada que ver con el capitalismo y, sin embargo, funcionan. A mis estudiantes les enseño que los sistemas económicos no son puros... En la actual economía capitalista, como hemos visto, hay elementos de la economía socialista. Hace unos meses una persona me dijo en una conferencia que yo debería proponer la abolición del capitalismo; yo le dije que eso era una tontería: se puede abolir un régimen político pero las transformaciones económicas son mucho más lentas y complejas. Yo aspiro a un mundo en el que la lógica de la mercancía y el beneficio no sea la que domine la vida. Friedrich Hayek decía que el comercio es el orden básico de la sociedad y yo creo que no... La democracia está, precisamente, para que estas diferencias se diriman de una forma pacífica. El problema es que, como está pasando, esa democracia está degenerando y la están desmantelando para que no se pueda dar ese diálogo. Eso es lo que da la sensación de que no hay alternativas.

-Últimamente, el Gobierno de la nación está sacando pecho y dice que hemos entrado en la vía de la recuperación económica. ¿Qué opina usted?
-Está habiendo una cierta recuperación y es lógico. Lo raro sería lo contrario. En primero de Economía se estudia lo que se llama el ciclo político. Todos los gobiernos de países democráticos aumentan el gasto y animan la economía antes de unas elecciones. ¿Eso se va a consolidar? Ojalá, pero yo no lo veo tan claro. El empleo, en realidad, no se está recuperando. Es verdad que el paro registrado ha disminuido ligeramente, pero la demanda de empleo no. También sabemos que las horas trabajadas están disminuyendo: tenemos más empleos pero, en realidad, el número de personas con trabajo a tiempo completo se está reduciendo. Es decir, se están descuartizando los empleos en varios trozos de menos horas y retribución.

-¿Están en peligro las pensiones?
-Claro que están en peligro. Las pensiones se financian con el sueldo de los asalariados y los salarios tienen cada vez menos peso en la renta nacional. ¿Y por qué ocurre esto cuando trabaja más gente que hace veinte años? Pues porque los sueldos están bajando y las retribuciones van en mayor medida al capital. Si actualmente los salarios en España tuviesen el mismo peso en la renta nacional que en 1976, en los bolsillos de los asalariados habría 155.000 millones de euros más todos los años, que irían directamente al consumo y a dinamizar la actividad económica.

-En el programa que ustedes han elaborado para Podemos proponen un aumento de los salarios; una demanda popular, pero peliaguda.
-Los neoliberales creen que el paro se debe a que los salarios son demasiado altos. Opinan que sobran trabajadores por la misma razón que pueden sobrar tomates en un mercado y que la manera de conseguir vender esos tomates es bajar el precio de los mismos. Para estos economistas el paro es voluntario y si los trabajadores aceptasen sueldos más bajos disminuiría el desempleo. Eso ya se demostró hace unos 80 años que es falso. Se ha visto claramente que el paro no depende sólo de lo que ocurre en el mercado del trabajo, en los salarios, sino, sobre todo, de lo que pasa en el mercado de bienes y servicios. La cafetería de la esquina no deja de contratar a camareros porque los salarios sean muy altos, sino porque no tienen clientes. A las empresas no les importa pagar salarios altos si tienen volumen de negocio.

-Bueno, todo el mundo quiere pagar lo mínimo posible por los servicios que recibe...
-En las economías en las que vivimos se da una paradoja curiosa: a un empresario en particular le interesa pagar salarios bajos a sus empleados, pero también que el resto de los empresarios paguen sueldos altos a los suyos para que tengan capacidad adquisitiva suficiente para consumir sus productos. Esa paradoja hay que resolverla colectivamente. No se trata sólo de subir linealmente los salarios, sino de procurar que la masa salarial no siga cayendo; hacerlo con inteligencia y discreción en el sentido de saber distinguir los tipos de empresas, la situación en la que se encuentra cada una... Hay que sentarse. Lo que es inconcebible es creer que una economía como la nuestra puede funcionar dejando que cada uno intente salvar su cartera. Lo fundamental que necesita hoy la economía española es que Gobierno, empresarios y trabajadores se sienten para ponerse de acuerdo sobre cuál va a ser el reparto de la tarta, de lo contrario esto se va a convertir en una lucha a muerte. Ya estamos viendo que la desigualdad que se está generando hace que miles de empresas que viven del salario de la gente, del consumo, se vengan abajo.

-¿Comparte las tesis de Piketti sobre el enorme aumento de la desigualdad que se está dando en los países desarrollados?
-Ese proceso se está produciendo desde hace muchos años. Fíjese que en EEUU el 1% de la población se queda con el 93% del incremento anual de la riqueza ... ¿Dónde va esa acumulación enorme de capitales? ¿A las pequeñas y medianas empresas? No, va a los mercados financieros, a la especulación, a los derivados. Mientras tanto, las empresas que producen bienes y servicios están escuálidas. Si ese 93% de incremento de la riqueza se dedicase a salarios iría directamente a alimentar a las empresas productivas, que son las que generan empleo. El gran cáncer de nuestras economías es la desigualdad.

-¿Se puede dar un escenario parecido al de los inicios de la Revolución Industrial, con personas que pese a tener un empleo apenas tienen para cubrir sus necesidades?
-Sí, ya se está hablando de trabajadores pobres, personas con empleo pero que están excluidas, condición que tradicionalmente afectaba sólo a los desempleados. Según un informe de la OCDE, más de la mitad de los trabajadores del mundo ganan menos de dos dólares diarios y no tienen ni contrato ni protección social, proporción que subirá al 70% en 2020. Eso es una forma de esclavitud, con millones de personas sin derechos, sin educación, sin alimentación... El infierno en la tierra. Vivimos en un mundo donde todo está globalizado, menos los resortes que permiten que la gente viva dignamente. O abordamos este problema o vamos a ser arrollados por una fuerza destructiva como probablemente nunca se ha visto en la historia. También está la cuestión de la degradación del medio ambiente... Esta generación está poniendo las bases para un estallido de desorden y caos gigantesco.

-Otra de las cuestiones polémicas que están sobre el tapete económico es la propuesta de una renta básica universal. ¿Qué opina usted de este asunto?
-La renta básica universal es la que se le daría a una persona por el simple hecho de ser ciudadano. Aunque no estoy totalmente de acuerdo con esta idea la respeto mucho, porque creo que hay una literatura científica rigurosa que la defiende. En general le veo algunos efectos perversos y dificultades. Yo más bien soy partidario de estrategias de trabajo garantizado. La sociedad puede garantizarle a todo el mundo un ingreso básico decente recibiendo al mismo tiempo una contraprestación. Es un debate que habría que plantearse rigurosa y abiertamente, sin tirarse los tratos a la cabeza.

-La propuesta de la nacionalización de algunas empresas estratégicas también levanta sarpullidos y recelos. ¿Por qué ese empeño por lo público?
-Se ha visto que la privatización de algunas empresas públicas ha sido negativa desde el punto de vista de la eficiencia, de la calidad y de los precios. Eso ha pasado en todos los países y hay estudios que lo demuestran. Estas privatizaciones han sido un negocio para determinados grupos, pero los ciudadanos recibimos peores suministros y más caros. Además, algunas de estas empresas que se privatizaron con el argumento de que el Estado no debe intervenir en ellas han pasado a ser propiedad de otros estados extranjeros... Es una barbaridad. Esas empresas deben volver a pertenecer al sector público o por lo menos a intereses españoles que apliquen los beneficios a nuestra economía.

-Usted es miembros del comité científico de Attac, que promueve la llamada Tasa Tobin. Un asunto polémico más.
-Desde hace muchos años se empezó a comprobar que los movimientos financieros se estaban desarrollando de una manera desproporcionada en comparación a la actividad productiva de bienes y servicios, y que además ese desarrollo lo alimentaba la especulación financiera. El premio Nobel James Tobin defendió que hay que meterle arena a las ruedas de la especulación y en los años 90 nació el grupo Attac para apoyar esta idea. Hoy en día, según el Banco Internacional de Pagos, cada día circulan cinco billones de dólares en especulación en el mercado de divisas sin un solo impuesto ni tasa. Si el conjunto de las actividades financieras tuviera una tasa mínima del 0,001%, en la Unión Europea se recaudarían unos 500.000 millones de euros al año... No habría crisis financiera y no habría que hacer recortes.

-Terminemos con Europa. ¿Nos hemos convertido en una colonia de Alemania?
-Alemania y Francia han impuesto sus intereses en las instituciones europeas. El que no reconozca esto está negando la realidad. No voy a negar las ventajas que ha tenido la UE para España, como el flujo de ingresos importantes gracias a los fondos europeos de cohesión, pero nos han desmantelado nuestra industria y nuestro tejido empresarial. Un economista poco sospechoso como Antonio Torrero, de la Universidad de Alcalá, afirma que nuestra entrada en el euro fue un "error inevitable". No sé si fue inevitable o no, pero lo cierto es que nos desmanteló por completo. Mitterrand se lo dijo a sus empresarios: "España está en venta, vayan ustedes a comprarla". Soy un firme defensor de Europa, pero tal como está diseñado el euro es una trampa sin remedio. A las empresas españolas no les interesa el euro, porque es una unión monetaria diseñada para que se beneficien los países centrales, Alemania y Francia fundamentalmente.
Fuente original:
http://www.diariodesevilla.es/article/rastrodelafama/1984888/esta/generacion/esta/poniendo/las/bases/para/estallido/caos/gigantesco.html#opi

lunes, 9 de marzo de 2015

Austero Berlinguer. En qué momento se perdió el concepto de austeridad como modelo alternativo al existente

Ahora que la austeridad ha dejado de ser la moda (aunque se siga aplicando) y que sus autores intelectuales intentan, avergonzados, soltarse de ella como si fuera un chicle pegado en la suela del zapato, la cuestión es en qué momento se perdió la batalla de la austeridad como uno de los medios centrales para impugnar desde la raíz un modelo de crecimiento basado en el derroche y en el desaprovechamiento de los recursos naturales y sustituirlo por otro que tenía como objeto luchar contra el cambio climático, considerado el problema mas grave de la humanidad.

La austeridad fue arrebatada de su significado inicial para devenir, siempre, en sinónimo de las mal llamadas reformas estructurales (recortes) de devaluaciones internas salariales, de reducción de la protección social. Aquella versión de una política de austeridad transformadora y redistributiva fue desarrollada en los años setenta del siglo XX por el partido intelectualmente más imaginativo que ha existido en el pasado inmediato: el Partido Comunista Italiano (PCI). Antes de que Syriza rompiese en Grecia el molde del bipartidismo tradicional de los países europeos, el que estuvo a punto de conseguirlo fue el PCI de Enrico Berlinguer.

En 1977 Berlinguer publicaba un opúsculo titulado Austeridad (editorial Materiales, hoy inencontrable) en el que se defendía ésta como algo radicalmente distinto de una política de rentas y de estabilización económica, pese a que ambas presenten algunas apariencias comunes. Berlinguer diferencia la austeridad concebida como instrumento de depresión económica y de perpetuación de las injusticias sociales, de aquélla considerada como una ocasión para el desarrollo de un modelo de desarrollo económico y social alternativo que, al final, supondría una defensa y expansión de la democracia.

Berlinguer plantea ya entonces un dilema muy actual: o nos abandonamos al curso actual de los acontecimientos, dejándonos caer peldaño a peldaño por la escalera de la decadencia y de la barbarización de la vida, o se afronta la versión redistributiva de la austeridad. Por cierto, que el prólogo a la versión castellana del libro estaba firmado por un jovencísimo catedrático de Política Económica, que se reclamaba del marxismo, llamado Julio Segura. Segura se pregunta por qué antes de la crisis del petróleo (1973) la izquierda no hablaba de la austeridad como estrategia superadora del capitalismo y por qué la misma izquierda defendía ahora (1977) la austeridad cuando antes combatía la política de estabilidad y de rentas tradicionalmente utilizadas para salir de las crisis.

Así se activa un nuevo debate: cómo la austeridad fue concebida como herramienta tanto contra los defensores del injusto orden existente como contra los que la consideraban la única situación posible de una sociedad destinada a permanecer cada vez más desequilibrada y más cargada de desigualdades, y ha devenido para muchos ciudadanos en austericidio.
 8 MAR 2015-
Fuente: http://elpais.com/elpais/2015/03/06/opinion/1425643550_655488.html

https://www.google.es/url?sa=t&source=web&rct=j&url=http://www.mientrastanto.org/boletin-101/documentos/la-austeridad-1977&ved=2ahUKEwiGkdPp8tXbAhWLQBQKHZYdC-UQFjABegQIBRAB&usg=AOvVaw2QY2tIxztWORt_VpJaA8FK

jueves, 26 de febrero de 2015

El gran debate es el debate que no hay

Otra vez se amanece con noticias de que no hay dinero para pagar las universidades. Que los profesores y los alumnos cuestan mucho y que no hay dinero. Mañana tocará el de la sanidad. Que los médicos y las medicinas cuestan demasiado y que los pacientes gastan mucho.

Pero nunca se plantea un debate semejante sobre si es sostenible tener un montón de Parlamentos autonómicos, uno nacional, un Senado, una monarquía con dos reyes y dos reinas, coches blindados con chófer para esas personas, aviones con catering de lujo, empleados para coser alfombras, etcétera.

A lo mejor si en un país no hay dinero hay que ser más humildes en todo, no solo en los servicios públicos, y es muy posible que si realmente hubiese una democracia y se preguntase a los ciudadanos si prefieren tener educación y sanidad o un Estado lleno de lujos y símbolos, prefiriesen lo primero.

Pero ese debate, ese, nunca se produce, pues los que se benefician de esos lujos y los que se atechan bajo esos símbolos son los mismos que impulsan los debates, mientras que los ciudadanos somos los que simplemente estamos forzados a pagar.—
 Oviedo 25 FEB 2015 

viernes, 20 de febrero de 2015

Islandia atribuye su recuperación a haber rechazado aplicar la austeridad. "Los intereses económicos en una mano y la democracia en la otra", dice el presidente

El colapso de la banca a finales de 2008 llevó a Islandia a una pérdida del 8% de su riqueza en dos años y a una inédita tasa de paro del 11,9%. La economía de la isla dio un giro a partir de 2011. Basándose sobre todo en el turismo, las exportaciones pesqueras y la industria del aluminio, Islandia recuperó el terreno perdido, la tasa de paro oscila entre el 3% y el 4% y el Gobierno ha previsto una expansión del Producto Interior Bruto (PIB) del 3,3%. El presidente del país, Olafur Ragnar Grimsson, ha atribuido en parte esa recuperación a haber desoído los consejos de los organismos internacionales, en particular la Comisión Europea, para que aplicara medidas de austeridad. A pesar de que ha rechazado dar consejos a Grecia, el presidente islandés ha destacado que la UE se equivocó con su caso. “¿Por qué deberían tener razón en otros?”, ha planteado.

El presidente islandés ha pronunciado este miércoles una conferencia en la escuela de negocios Iese, tras la cual ha mantenido un almuerzo con periodistas. Olafur Ragnar Grimsson ha recomendado a la UE que saque sus conclusiones sobre la crisis y la recuperación de Islandia y ha reclamado mantener los equilibrios entre “la democracia” y los “intereses económicos”. “Los intereses económicos en una mano y la democracia en la otra”, ha sostenido. El presidente ha rechazado que la población deba sufrir con medidas de duros recortes presupuestarios y ha abogado por la combinación que empleó el país, que pasó por renegociar la deuda (el país rechazó en un referéndum pagar por los errores de sus bancos) y una devaluación de la moneda. El país, sin embargo, mantiene severos controles de capital desde 2008 y es sólo ahora cuando empieza a plantearse si debe eliminar o no las restricciones que bloquean la libre circulación de fondos por una cuantía que equivale al 50% del PIB.

Después de que en 2009 Islandia iniciara las negociaciones para incorporarse a la Unión Europea, el año pasado el Gobierno de centroderecha decidió romperlas. El presidente ha asegurado este miércoles que esa opción no está “olvidada”, puesto que una parte del país todavía aboga por la integración. Sin embargo, el jefe de Estado de Islandia ha admitido que la cuestión pesquera pesa en la decisión. En el país está vigente un sistema de cuotas que Gobierno y sector pesquero defienden a capa y espada y que despierta recelos en Bruselas, sobre todo en cuanto a las capturas de caballa. Olafur Ragnar Grimsson ha mantenido que Islandia “nunca aceptará” esas condiciones. Aun así, ha afirmado que el debate sigue vivo y ha recordado que el país ya forma parte de varios acuerdos económicos y de seguridad del continente.

El presidente de Islandia ha explicado que hoy el turismo y las exportaciones de pescado, sobre todo de bacalao, son los puntales del país. La industria turística lleva tres años creciendo a un ritmo de entre el 15% y el 20%, lo cual al principio se debió a la devaluación de la moneda y luego a las campañas turísticas que se han lanzado. En un país de 320.000 habitantes, cada año se reciben ya un millón de turistas, procedentes sobre todo de Europa y Estados Unidos, pero ahora también de Asia. “En los próximos 5 o 10 años el reto es seguir con la misma experiencia sin hacer daño al medio ambiente”, ha sostenido el presidente islandés. Este ha destacado que la crisis financiera llevó a trabajadores de ese a otros sectores, lo cual ha fomentado la creatividad y la innovación.
Fuente: http://economia.elpais.com/economia/2015/02/18/actualidad/1424281414_946592.html

lunes, 26 de enero de 2015

La atractiva necesidad de refrescar la memoria. Las grandes transformaciones reales necesitan consenso entre grandes sectores de la sociedad

¿Se puede humanizar el análisis económico? ¿Es razonable pretender que se incluyan dentro de los elementos a tener en cuenta las consecuencias previsibles sobre la vida de las personas concernidas? Algunos piensan que pretender humanizar la relación coste-beneficio es muy encomiable, pero poco útil. Otros, que es imprescindible políticamente y que esa humanización debe fijar el objetivo de la actuación reguladora del Estado. Es lo que mantiene, por ejemplo, uno de los juristas más famosos de Estados Unidos, Cass Sunstein, catedrático de Harvard, 60 años, colaborador de Obama y, para algunos comentaristas conservadores, “el hombre más peligroso de América”, según el largo perfil que publica el último número de la revista de Leyes de esa universidad.

Sunstein cree que Franklin Delano Roosevelt pronunció el discurso más importante del siglo XX cuando propuso, en enero de 1944, quince meses antes de su muerte, una “segunda Carta de Derechos”, un texto que debería ser añadido a la Constitución de Estados Unidos, incorporando como derechos el acceso a un trabajo justamente remunerado, la sanidad, la educación, el techo, las pensiones...

Algo curiosamente parecido a lo que había significado el  Informe Beveridge  en Gran Bretaña y que allí daría origen, después de la II Guerra Mundial, al gobierno más extraordinariamente reformista de la historia, el que encabezó  Clement Atlee, con Aneurin Bevan como ministro de Salud y creador del sistema sanitario público más admirado del mundo: el National Health Service. Atención, todo aquel formidable cambio se produjo en los días en los que Gran Bretaña mantenía una deuda soberana equivalente al 250% de su PIB.

A Sunstein, que defiende la idea del “empujón del Estado”, le gusta “refrescar la memoria” y recordar a sus compatriotas que hubo épocas en las que se hablaba de asuntos como incorporar nuevos derechos sociales a la Constitución americana, sin que eso provocara ningún escándalo. Propuestas como las de Roosevelt, o el increíble plan que puso realmente en pie el atildado y tímido Atlee, serían calificadas ahora de locuras extravagantes.

Así que refrescar la memoria parece ser una recomendación sensata. Porque paralelamente parece que también se ha olvidado lo que significa la pobreza, no la miseria que lleva a la inanición e incapacita para pensar, sino la pobreza, la escasez e insuficiencia permanente de lo necesario. El estado en el que se encuentra, según Cáritas, uno de cada cinco españoles, por ejemplo, personas que o no encuentran trabajo o que trabajan, pero no ganan lo suficiente para vivir.

“Desengáñense, la pobreza no es soportable”, aseguraba la escritora norteamericana Barbara Ehrenreich, en su libro “Por cuatro duros”. La pobreza, explicaba en un famosísimo reportaje publicado en la revista Harper, produce angustia profunda, un considerable deterioro de la salud, privaciones crónicas, un estado permanente de emergencia que va creando un estilo de vida insoportable.

Bien, pero no queda más remedio. Ya se saldrá adelante. La cuestión es que eso lo dicen quienes están en otra situación y se creen con derecho a animar a quienes padecen esa angustia insoportable. Ehrenreich nos enseñó quiénes son esas personas que no vemos y a las que aconsejamos paciencia: el camarero de la hamburguesería de la esquina, la limpiadora de un hotel de segunda, el dependiente o el reponedor de un supermercado que visitamos casi diariamente. Los trabajos sin cualificar, los que se remuneran con salarios que no dan para vivir, suelen ser precisamente trabajos duros, que exigen un gran desgaste físico y provocan dolores crónicos. Ehrenreich se asombraba de cuántos trabajadores pobres necesitaban ibuprofeno para tirar día a día y de cuántos padecían una alimentación, no escasa, pero sí inadecuada, hecha de comida de sobre.

Las grandes transformaciones, las grandes transformaciones reales, requieren consenso. Acuerdo entre grandes sectores de la sociedad. Es innegable que la sociedad española necesita hoy una gran transformación y es absurdo exigir que todo vuelva a ser como era antes, porque antes, en realidad, la tasa de paro estructural rondaba en España el 17%. El problema, como dice Sunstein, es si esa trasformación se encara pensando que la humanización del análisis económico es una exigencia o, por el contrario, una debilidad. Si se cree que el otro puede resistir lo que, simplemente, no es soportable. solg@elpais.es
Fuente:  25 ENE 2015 -
http://elpais.com/elpais/2015/01/23/opinion/1422011932_798523.html
Más, http://economia.elpais.com/economia/2014/12/14/actualidad/1418584213_652493.html

jueves, 23 de octubre de 2014

España, el tercer país con más pobreza laboral de Europa. El 12,3% de las personas con un empleo están por debajo el umbral de la pobreza, una cifra que solo superan Rumanía y Grecia

España lidera dos de los ranking más preocupantes de Europa, uno bien conocido -el de paro- y otro cuya importancia ha ganado peso en los últimos años, el de pobreza laboral.
Los últimos datos disponibles sitúan a nuestro país como el tercero con más trabajadores pobres (un 12,3% de las personas con empleo lo son), solo superado por Rumanía (un 19,5%) y Grecia (un 15,1%), según recoge el último informe de la Fundación Primero de Mayo, vinculada al sindicato CCOO. Por el contrario, Finlandia, República Checa, Países Bajos y Bégica apenas alcanzan un 5% de pobreza laboral.

Más allá del dato general, el informe señala varias circunstancias que agravan la exclusión social de las personas con empleo. El autoempleo es, por ejemplo, un factor que aumenta la vulnerabilidad: el riesgo de pobreza entre autónomos es mayor que entre asalariados. Si la tasa de pobreza entre las personas ocupadas es del 12,3%, entre los trabajadores por cuenta propia llega al 35,5%. Solo Rumanía, con un 54%, supera a España en número de autónomos pobres.

La temporalidad y los contratos a tiempo parcial son otros dos factores que condicionan la pobreza laboral. El 16,2% de las personas con contrato temporal están bajo el umbral de la exclusión, una cifra que se reduce al 5,4% en el caso de las que están contratadas de forma indefinida. "Es una tendencia similar, aunque más acusada, de lo sucedido en el conjunto de Europa, donde las personas con contrato temporal registran una tasa de pobreza del 14% y aquellas que tienen un contrato indefinido muestran una tasa del 5,5%", dice el informe.

Tal es la tendencia, que las previsiones para el año 2013 subrayan que la pobreza entre los trabajadores fijos se reducirá "ligeramente" mientras que aumentará entre los temporales. En el caso de los contratos parciales, el riesgo de pobreza llega al 19%, una cifra nueve puntos mayor que para las personas que trabajan a tiempo completo.

Bajos salarios
"Las diversas estadísticas que registran la estructura de los salarios en España muestran que existe un proceso de empobrecimiento de la población asalariada en España, vinculado al aumento de los bajos salarios", afirma también el documento. Ha aumentado, por ejemplo, el porcentaje de población que cobra el salario mínimo (645 euros al mes), según el INE: si en 2010 era el 10,3% de la población asalariada, dos años después representaba ya el 12,3%.

Otras estadísticas muestran datos aún más elevados. Es el caso de la estadística de la Agencia Tributaria, que señala que el 33% de las personas asalariadas en España (5,6 millones de personas) cobra un sueldo igual o inferior al salario mínimo. En cualquier caso, el informe de la Fundación subraya que en los últimos años ha crecido el número de trabajadores que tiene salarios más bajos, mientras que aquellos con sueldos más altos "son menos y sus salarios crecen mucho más que el resto".

A más formación, menos pobreza
La formación es otra de las claves que inciden en la probabilidad de que un trabajador caiga en la pobreza. Las personas ocupadas que no superaron la primera etapa de la educación secundaria tienen cinco veces más probabilidades que las que alcanzaron los estudios universitarios. "Si se relaciona la elevada tasa de abandono escolar con la mayor incidencia de la pobreza en las personas con menor formación se puede señalar que la peor situación de España en la comparación internacional está lejos de solucionarse y que perdurará en el tiempo", apunta el informe.

La existencia de personas dependientes en el hogar condiciona también la pobreza laboral. Los ocupados que viven en hogares donde hay menores dependientes tienen una tasa de pobreza que duplica a la de aquellos que están en hogares donde no existe esta circunstancia.

Por otro lado, las familias donde una mujer trabaja de forma remunerada presentan menos tasas de pobreza. De hecho, el informe resalta que aunque las mujeres están más afectadas por la parcialidad, la temporalidad o los bajos salarios, tienden a presentar menores tasas de riesgo de pobreza que los hombres en su misma situación.
Fuente: El Pais,

martes, 15 de julio de 2014

Hay Alternativas y se pueden poner en marcha

Las movilizaciones que se habían venido produciendo en los últimos años ponían de relieve que en España había rechazo hacia lo que estaba pasando y que millones de personas estábamos suficientemente indignadas como para reaccionar. Pero las últimas elecciones europeas han ido mucho más allá, al poner claramente de manifiesto que esa reacción no va a diluirse como los de arriba esperaban, sino que es mucho más que probable que lleve directamente a un cambio sustancial en las instituciones y el gobierno en España.

La gente acaba de comprobar que se puede cambiar y ahora es el momento de subrayar una vez más que decir que se puede no puede significar sino mostrarle al resto de la sociedad que hay alternativas reales, próximas, eficaces y mejores que las de los partidos hasta ahora gobernantes para abordar los problemas que tiene nuestra sociedad.

Ahora hace tres años que Vicenç Navarro y yo, con la colaboración de Alberto Garzón, dábamos a la imprenta un libro que primero no se quiso publicar y que luego se convirtió en un auténtico fenómeno viral en la red: Hay alternativas. Propuestas para crear empleo y bienestar en España (puede descargarse pinchando aquí).

En él tratamos de explicar de la manera más clara posible por qué había ocurrido lo que nos estaba ocurriendo y qué se podía hacer para salir de la situación en la que estábamos, y en la que realmente seguimos estando.

En el prólogo, Noam Chomsky señalaba que se está produciendo una concentración cada vez mayor del poder y la riqueza pero que eso no se debía "a leyes de la naturaleza o a leyes económicas o a otras fuerzas impersonales, sino al resultado de decisiones específicas dentro de estructuras institucionales que los favorecen" y que eso seguiría ocurriendo mientras que esas decisiones y planes no se reviertan "mediante acción y movilizaciones populares con compromisos dedicados a programas que abarquen desde remedios factibles a corto plazo hasta otras propuestas a más largo plazo que cuestionen la autoridad ilegítima y las instituciones opresivas entre las que reside el poder".

Escribimos ese libro porque teníamos la convicción de que era ya imprescindible ofrecer ese tipo de propuestas, pero en la situación en que estamos ahora lo es incluso mucho más. Y por eso creo que es importante recordar algunas de nuestras conclusiones, cuando los movimientos sociales y las fuerzas políticas se plantean (o se deben plantear) elaborar programas concretos de actuación y de gobierno.

En primer lugar decíamos que lo más importante es poner la economía al servicio de las personas, lo que, entre otras, cosas obliga a evaluar antes de tomar una medida económica a quién va a beneficiar y en qué medida, y dar la posibilidad a la gente para que se pronuncie sobre si, a la vista de ello, quiere que se adopte o no. También a impedir que un grupo social concreto tenga la posibilidad de imponer sus intereses a los demás sin que medie un método democrático de deliberación y decisión. Y, sobre todo, a rechazar cualquier asignación de los recursos que implique la desprotección de seres humanos, su empobrecimiento y su exclusión, así como toda decisión económica que quite a los que tienen menos para dar a quienes tienen más y de sobra.

También concluíamos señalando algo fundamental: la crisis que vivimos es el resultado de un fenómeno viejo pero que se ha exagerado en los últimos tiempos de las economías capitalistas, el desarrollo de la producción y el consumo como si dispusieran para sí de recursos inagotables. Por tanto, decíamos que sería imposible salir de la crisis si no aprendemos a medir y a dar valor de otro modo a las cosas que necesitamos, utilizando otros indicadores y variables para gobernar la vida económica y tomar decisiones. Y, sobre todo si no avanzamos hacia otra economía basada en la producción de los bienes que necesitemos ajustándonos no sólo, como ahora, a la escasez de recursos valorables monetariamente sino también a la de todos aquellos que nos proporciona la naturaleza o que no se valoran en dinero. Y escribíamos que las alternativas a la crisis pasan por romper también este cascarón de fantasía consumista y de individualidad en el que están encerrados millones de personas para generar nuevos valores que nos permitan avanzar desde la actual centralidad del dinero, el comercio, la ganancia, la competición y el cálculo hacia la cooperación y el afecto, hacia la justicia y el amor o hacia el placer de sentirse satisfecho con mucho menos pero en realidad con mucho más de lo que ahora tenemos.

En el libro proponíamos multitud de medidas concretas, "remedios factibles a corto plazo", como pedía Chomsky en el Prólogo, pero advirtiendo que ninguno de ellos puede entenderse como un fin en sí mismo sino como una forma de resolver lo inmediato pero también y al mismo tiempo de construir a medio y largo plazo una sociedad diferente. Y terminábamos señalando que todas ellas serían posibles si iban de la mano de una nueva sociedad de contrapoderes en las plazas, como estaba ocurriendo cuando escribíamos el libro, pero también en los centros de trabajo, en los barrios y también en la vida personal y diaria, en donde tan a menudo esta sociedad reproduce la esclavitud y la discriminación, por ejemplo, en el caso de las mujeres.

Hemos avanzado bastante desde que el libro salió a la calle e inundó la red pero ahora todavía queda por delante una tarea gigantesca: convertir los buenos deseos en programas de acción concretos, claros y realistas pero al mismo tiempo capaces también de abrir brechas y rupturas profundas en el sistema que produce y reproduce constantemente los males que se quieren combatir.

Con inteligencia y sin sectarismo intelectual, abriendo los debates en la mayor medida posible y con generosidad y autocrítica constantes, tengo la seguridad de que podrá elaborarse el necesario programa de actuaciones concretas que regeneren nuestra economía abriendo paso a un horizonte realmente transformador, democrático y humanamente satisfactorio. Juan Torres López.  http://juantorreslopez.com/

miércoles, 4 de junio de 2014

John K. Galbraith. “El emperador desnudo de Europa es la austeridad”. El economista sostiene que la Comisión debe dar “esperanza al proyecto europeo”

Uno de sus alumnos dijo una vez que el legado de su padre, el prestigioso economista John K. Galbraith, fue “la sospecha del pensador de que el emperador anda desnudo”. James K. Galbraith (Gary, EE UU, 1952), también pertenece a esa casta de críticos. Sorprende, sin embargo, cuando se le inquiere sobre quién es el emperador. La respuesta no es Merkel. Ni Rehn. Tampoco Draghi. “El emperador desnudo de Europa es la austeridad”, dice con rotundidad. Cuando se le pregunta si los políticos son, pues, los responsables de que el soberano no tenga vestimenta, vuelve a mover la cabeza de un lado al otro. “Se debería retroceder a Milton Friedman y Friedrich von Hayek”, sostiene con firmeza. “No suelo hacer a los políticos responsables de situaciones que ellos se han encontrado”, matiza.

Galbraith, profesor de la Escuela Lyndon B. Johnson y la Universidad de Texas, ha recalado en Barcelona invitado por Iniciativa per Catalunya para explicar una proposición para la Unión Europea que ha elaborado junto a los economistas Yanis Varoufakis y el exparlamentario británico Stuart Holland, quien en el momento de esta conversación trabaja con su portátil en otra mesa de la sala. “No tengo ninguna posición en las elecciones europeas, pero acudo y hablo cuando mis amigos me lo piden”, aclara. En ese documento, bautizado como “modesta propuesta”, los economistas piden a la Comisión Europea mecanismos para mutualizar la deuda y realizar gasto productivo, pero también para crear un fondo para la población más vulnerable del continente. “Debe dar estabilidad de ingresos y también esperanza para el futuro del proyecto europeo”.

La propuesta es “modesta”, dice, porque no requiere de reformas constitucionales. “Solo necesita un cambio de mentalidad”, asegura mientras da otro sorbo al café y pregunta por enésima vez si se puede bajar la música del salón. Y esa nueva forma de concebir la Unión Europea, dice, llegará tarde o temprano. “En cierto modo será inevitable cuando se produzca una dura negociación entre los países deudores y los acreedores”. Pese al pragmatismo, el profesor parte del diagnóstico de que las políticas adoptadas hasta ahora en la Unión Europea han fracasado. “Soy siempre pesimista con la esperanza de equivocarme”, asevera.

A Galbraith se le iluminan los ojos cuando se le plantea si, como en el caso de la Reserva Federal, el Banco Central Europeo debería incluir entre sus objetivos la creación de empleo. Asiente: la institución norteamericana es menos dogmática. “Yo estaba en el comité de la Cámara de los Representantes y organicé las primeras audiencias regulares de política monetaria. Es un trabajo interesante para un veinteañero”, explica. Esa comisión se encargó de la modificación de la carta de la institución en 1977 para incorporar los objetivos de pleno empleo y estabilidad de precios dentro de su misión. “La redacción de ese pasaje en particular me toco a mí, eso salió de mi pequeña pluma, en la primera etapa de mi carrera. Es interesante cuando algunos de tus mayores logros son cosas que hiciste cuando tenías 20 años, hace 40”. Casi al final de la conversación, la música del salón por fin se detiene. “¿Ves? Es posible cambiar las cosas”, bromea. La paz solo dura un instante. Al cabo de cinco segundos la música vuelve a sonar.
Fuente: El País.

miércoles, 25 de septiembre de 2013

No es un sueño, no; es peor

Es una ilusión creer que cuando pase la crisis volverán a recuperarse la sanidad pública, la educación garantizada y las pensiones. Los daños causados seguirán ahí. Salvo que hagamos algo


José K. no se quiere levantar esta mañana. Espíritu solidario, afanoso por acompañar siempre los usos de sus conciudadanos, ha decidido hacer lo que todos hacen y que pasa a resumirles con una sola palabra: nada. Eso es lo que él ve —la inacción— y así lo dice. De modo que acurrucado en el refugio del catre, un ojo abierto y el otro cerrado —como todo su entendimiento, a medio funcionar— quiere José K. fantasear sobre las cosas que suceden a su alrededor. En primer lugar, las más inmediatas, como constatar que no se tomará el café con leche en su bar de siempre por un cúmulo de circunstancias. Por ejemplo, porque su bar de siempre ha cerrado: la crisis. Y el establecimiento de más allá, moderno y exagerado, no tiene churros. Solo cruasanes. Y de mentira. Pero nuestro hombre quiere trascender de estas pequeñas miserias y eleva el tono de sus anhelos.

Porque pasan cosas, claro. Muchísimas cosas, aunque solo seamos capaces de practicar el cobarde ejercicio del disimulo y nos quitemos de los hombros, fingiendo que se trata de simples motas de polvo, las toneladas de lodo que nos están arrojando encima. Tuvo gracia en explicar esa circunstancia Jaime Sabines, poeta y político mexicano, así que ándale, mi cuate: “Aquí no pasa nada; mejor dicho, pasan tantas cosas juntas al mismo tiempo que es mejor decir que no pasa nada”. Eso es, que estaba bien dicho: tanto pasa que mejor decir que no pasa nada. Porque en España, 2013, niños, jóvenes, maduros y ancianos parecen —o así los ve José K.— sumidos en una especie de sueño informe donde las cosas —todas horribles— pasan delante de sus ojos, pero creen estar viéndolas a través de una deformante capa de gelatina que suaviza aristas y difumina colores. Edulcoradas. Soportables.

Lo peor es que tales desgracias las creen pasajeras, producto de una crisis apenas momentánea, porque en cuanto acabe este mal sueño —siempre que llueve, escampa, dicen las buenas gentes— todo volverá a ser como antes. Y habrá, en ese futuro que sería solo recuperación del pasado, una sanidad pública, una educación garantizada, con sus becas y ayudas para libros, incluso unos contratos laborales dignos… y hasta unas pensiones que no revistan la curiosa circunstancia de estar calculadas con diversas magnitudes, pero todas ellas, vaya por Dios, menguantes, como cualquiera con una modesta calculadora puede comprobar.

Pues lamentamos decirles a todos ustedes que ese ambicionado despertar es totalmente ilusorio. Que aquella mayoría que dieron al partido en el Gobierno está dando sus frutos y ya nunca, jamás, volverán las cosas a ser como antes. La pérdida de derechos, el cercenamiento de los logros conseguidos a través de muchos años de lucha, el abuso institucionalizado, no son productos de una pesadilla que desaparecerán cuando despertemos. En absoluto. Los daños van a seguir ahí, infectados y mefíticos. O al menos eso es lo que ocurrirá si no hacemos algo —y fuerte, enérgico, potente— para evitarlo. Pero ve José K. —de eso se queja— que nos pasan por encima —ahí están las pensiones, calentitas— y ni siquiera acertamos a mentarles a sus parientes. ¿Cómo, pues, vamos a emprender alguna otra acción, tal que levantarnos en pie y decir basta, una, cien, mil, todas las veces que haga falta?

No es nuestro amigo, cómo iba a serlo con tan provecta edad, un incendiario que promueva el uso del cóctel mólotov. No es eso, no es eso. ¿Pero de verdad no tenemos nada que decir a todo lo que está pasando? Porque ocurre, dice enfurecido, que la derecha económica, política, religiosa y judicial, esto es, la derecha de toda la vida, ha decidido en los inicios del siglo XXI, que se acabó la fiesta y que ya es hora de que las cosas vuelvan a su cauce natural. O sea, a que manden, y sobre todo a que vivan bien, los de siempre, desde que el mundo es mundo. ¿En España? Sí, pero no solo. ¿En Europa? Sí, pero no solo ¿En todo el mundo? Pues casi. Ya lo dice Paul Krugman: los ricos se están recuperando muy bien. Pero limitado como es José K. en sus capacidades, y exacerbado el defecto por su estado actual decúbito, lateral, prono o supino, se limita a España, que incluso le parece un territorio amplio.

Un punto arrebatado, José K. considera que los hachazos a cualquier sector público en el que estos chicos de ahora han fijado el ojo, el empeoramiento de la ley del aborto y demás pleitesías a su Iglesia, la anemia inducida a la cultura o a la investigación no son meros accidentes que pronto se pasarán. Por eso le irrita que la ciudadanía permanezca quieta, sumisa o mansurrona, y hasta podríamos decir morroncha y tambera. Y eso cuando no arrulla a esos dirigentes deleznables con el bisbiseo de su cariño o, lo que es muchísimo más grave, con el insulto de su voto.

No puede ver cómo avanza esta marcha atrás histórica ante la acidia generalizada y la ceguera de tanto guardaesquinas y aplanacalles. Porque no es momento, grita con la vena del cuello a punto de reventar, para la desidia ni para pindonguear o pajarear, y mucho menos para irse a chitos. Así que mentalmente, y resurgiendo de entre las sábanas hechas un rebuño, sacude a sus iguales con unas pocas chanzas de pésimo gusto.

Por ejemplo: ¿Ha ahorrado ya lo suficiente tan muelle ciudadanía para devolver a las arcas del Estado los 50.000 millones de euros —o 100.000, quién sabe cuánto ha sido— que se ha inyectado en ayudas a los pobres bancos, víctimas de una ciudadanía carroñera que se ensañó con ellos en una petición de créditos claramente delictiva? ¿Estamos ya haciendo una recolecta para pagar a escote las becas y libros que el ministro Wert, en aras de la excelencia educativa, ha decidido recortar? ¿Hemos iniciado la campaña de enfermarnos levemente, pero con algún tipo de dolencia que permita cobrar a los pacientes —nosotros— la abundante dispensación de consumibles —pagaderos al contado o en cómodos plazos— a esas entidades tan benefactoras de la humanidad como Capio, Ribera Salud, o HIMA San Pablo, jacarandosa empresa puertorriqueña, pionera en un emocionante turismo de salud, y que ha decidido sentar aquí sus reales, a la vista de nuestro espléndido sol y de que incluso en algunas calles de esta España que tanto nos duele lucen, como allá en su cálida tierra, altivas y elegantes palmeras? ¿Ponemos algo, unos eurillos, no sé, algún aguinaldo, para que Ignacio González —ayudado en sus desvelos por Esperanza Aguirre, cuánto les debemos— y Mr. Sheldon Adelson, donoso caballero, levanten con gran esfuerzo y sufrimiento ese regalo de la providencia para acabar con la crisis que va a ser Eurovegas? ¿Quizá podamos aportar alguna dádiva para que el pobre Cristiano Ronaldo siga cobrando 20 millones al año, mientras envidioso mira de reojo a un galés apellidado Bale, que ha costado 100 millones de euros? ¿Acepta donativos Florentino Pérez, no fuera cosa de que los ahorros de toda una vida sufran alguna injusta mengua?...
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viernes, 20 de septiembre de 2013

Entrevista a Mario Amorós, autor de "Allende. La biografía", que hoy se presenta en Barcelona. "Pasados 40 años de la muerte de Allende no existe en Chile una alternativa de izquierdas”

Maria José Esteso
Diagonal

El 11 de septiembre se cumplieron 40 años del golpe de Estado en Chile y de la muerte del presidente electo Salvador Allende.

Ha sido precisamente en esta fecha en la que se presentó Allende. La biografía del historiador y periodista Mario Amorós (Alicante 1973). El libro, que cuenta con 676 páginas, se nutre de 18 años de trabajo en los que el autor ha recogido gran cantidad de documentos, algunos hasta ahora inéditos, entrevistas, discursos de Allende y otros tantos informes recopilados en los nueve viajes a Chile que Amorós ha llevado a cabo y donde también ha realizado un seguimiento minucioso de periódicos de la época y consultado más de 15 archivos chilenos para dar a conocer quién fue Salvador Allende y su legado político.

Allende. La biografía, también fue presentado en Chile el 4 de septiembre.

¿Qué va a encontrar el lector en esta biografía de Salvador Allende?
En este libro he intentado, en la medida de mis posibilidades, ofrecer una biografía completa de la trayectoria de Salvador Allende, desconocido y admirado por su comportamiento el 11 septiembre de 1973. Sin embargo, casi nadie conoce su infancia, sus años de estudiante, sus primeros años de militancia política en Valparaíso como dirigente de Partido Socialista de Chile, su labor como ministro de Sanidad entre 1939 y 1942... Pero también, qué plantea en los años '40, cómo se convierte en el líder de la izquierda chilena, sus compañas presidenciales, sus viajes por todo el mundo, su amistad con los líderes de izquierda de la época, etc. También he investigado, y reflejo en el libro, cuál fue su labor y su proyecto político como ministro de Sanidad.

¿Por qué se fijó en Chile y en la figura de Salvador Allende durante tantos años?
Conocí el famoso discurso de Salvador Allende sobre Las Alamedas cuando tenía 20 años. Me impresionaron mucho las palabras de Allende y justo dos años después, en 1995, encontré un libro en la Facultad de Historia de Barcelona, donde estudié Historia, con el discurso íntegro y me volvió a conmocionar. A partir de esa fascinación por la figura de Allende empecé a buscar más información en la biblioteca de Fundació CIDOB, también en Barcelona, y entonces con veintitantos años me seguía deslumbrando tanto que decidí investigar y documentarme sobre la figura de Allende.

En 1997 fui por primera vez a Chile y estuve en una charla del gran sociólogo chileno Tomás Moulian sobre Allende y allí conocí a la viuda de Allende, Hortensia Bussi, le dije que iba a escribir un libro sobre Allende, aunque he tardado 16 años... Luego vino la detención de Pinochet, en 1998, y empecé a escribir muchos artículos para diversos medios de comunicación. Hasta hoy.

El libro Allende. La biografía, se nutre de 18 años de investigación y lecturas sobre Chile y Salvador Allende, no me he dedicado sólo a eso durante estos años, pero sí han sido 18 años de seguimiento de la figura de Salvador Allende. Comencé a leer mucho sobre él, tengo centenares de libros, a viajar a Chile, he visitado nueve veces el país, a estar pendiente todos los días de la prensa chilena... y, por supuesto, he investigado mucho: he consultado más de 15 archivos chilenos.

¿Cuáles son las anécdotas que reseñaría durante su investigación para elaborar esta biografía de Allende?
Una de las cosas que recuerdo de esos años es, por ejemplo, la búsqueda de periódicos socialistas y anarquistas en la Biblioteca de Nacional de Chile. He "llorado" al director de la biblioteca para que me dejase consultar periódicos que en esos momentos estaban en reparación... Son ejemplares muy viejos que finalmente pude leer y las informaciones que he conseguido sobre Allende a través de esos documentos, sobre todo referentes a los años '30, son muy reveladoras. El informe de la masonería del 35 es muy importante porque ofrece detalles absolutamente desconocidos sobre Allende

Cómo se forja [Allende] en el Partido Socialista de Valparaíso fue determinante. El capítulo 3 y el 4 es de los que más orgulloso me siento. Sobre los años 40 no he podido profundizar mucho, pero del capítulo 4, sobre los años 30 y la etapa de Allende como ministro de Sanidad creo que es donde los lectores van a encontrar información muy interesante. También estuve llamando durante cuatro meses a varios colegios en los que estudió Allende y he conseguido muchos informes de su época estudiantil.

Uno de los documentos más importantes que aparecen en el libro es un manuscrito de La Masonería, del año 35, que ofrece detalles absolutamente desconocidos sobre Allende. Por ejemplo, que colaboraba como estudiante de medicina con los consultorios médicos junto con los sindicatos anarquistas de Santiago, hacia los años 1930 y 1931, y ese dato sólo se sabe gracias a ese papel que antes no había salido a la luz, porque su vocación política nace de la mano de un carpintero anarquista de origen italiano, Juan Demarchi, que vivía en Valparaíso y Allende siempre iba a conversar con él. Esa semilla libertaria fue determinante en su vida.

¿Qué opina de los que critican la muerte de Allende, que hoy conocemos fue un suicidio?
No he perdido el tiempo en eso. Yo creo que hay que hablar de la trayectoria política de Allende, de su actividad como presidente de la República. Se tiende a hablar sobre las circunstancias de su muerte, pero lo importante es su resistencia en La Moneda, junto con sus compañeros, que fue un ejemplo de dignidad republicana.

Allende, además, tiene un amplio recorrido de casi medio siglo de participación en las luchas sociales y políticas de Chile que hay que recuperar. Yo creo en la palabra de los sobrevivientes de La Moneda, los médicos en concreto, que han dicho que Allende se suicidó. Las circunstancias de su muerte también se relatan en esta biografía. La vocación política de Allende nace de la mano de un carpintero anarquista de origen italiano que vivía en Valparaíso

Allende se suicida en La Moneda por culpa de los golpistas, él es una de las primeras víctimas del golpe de Estado y su gesto fue determinante para marcar a la dictadura de Pinochet para siempre. El bombardeo de La Moneda y la muerte del presidente chileno en aquellas circunstancias, con aquel discurso tan emotivo, marcaron para siempre al régimen de Pinochet, al traidor detestado por la humanidad, un general paradigma del fascismo.

¿Existen similitudes entre Chile y España en la reparación de las víctimas de los crímenes de lesa humanidad de ambas dictaduras?
No. En Chile la dictadura cae en 1988 por el plebiscito que pierde Pinochet y lo pierde, sobre todo, porque entre 1974 y 1975 hay un movimiento de derechos humanos cada vez más amplio que denuncia los crímenes de la dictadura y revindica a sus militantes asesinados, eso es lo que tumba a Pinochet.

Durante los primeros años de la transición en Chile había una impunidad como la hay todavía ahora en España. Sin embargo, la detención de Pinochet en Londres cambia el escenario. Un hecho fortuito e inesperado. Hoy, 15 años después, hay centenares de militares y represores que están siendo investigados, decenas de represores en las cárceles, muchos lugares de la memoria, como el Museo de la Memoria, aunque se le puede hacer alguna critica, y también se ha llevado a cabo una reparación económica de las víctimas.

Además, hoy una parte de la derecha, que sigue legitimando el golpe de Estado porque sigue responsabilizando a Allende de aquella situación, ya no oculta su opinión e incluso algunos sectores han admitido la magnitud de la represión de la dictadura.

¿Qué hubiera sido de Chile si no se hubiera producido el golpe de Estado?
No sé sabe. Salvador Allende iba a convocar un plebiscito y el pueblo se hubiera pronunciado. No era fácil que la Unidad Popular y Allende ganaran ese plebiscito porque la política de acoso y derribo de la oposición tenía al país en una situación muy difícil. La vida cotidiana de los chilenos era difícil, no por culpa de Allende.

La estrategia, inteligentísima, de la oposición de fomentar el desabastecimiento y de movilizar a las clases medias desde el fascismo situaron a la sociedad al borde del abismo. Lo que está claro es lo que pasó: un golpe de Estado brutal, una represión cruel, que 40 años después, la izquierda y el movimiento popular en Chile no son una alternativa... Casi medio siglo después no hay en Chile una alternativa potente de izquierdas.

La represión dejó una huella muy marcada en Chile. Primero porque eliminó a varias generaciones de dirigentes políticos y segundo porque el daño que ha dejado en la sociedad ha sido terrible.
Fuente: https://www.diagonalperiodico.net/global/19828-medio-siglo-despues-la-muerte-allende-no-existe-chile-alternativa-izquierdas.html
https://www.diagonalperiodico.net

lunes, 2 de septiembre de 2013

Entrevista a David Harvey. La importancia de la imaginación post capitalista.

Ronan Burtenshaw y Aubrey Robinson
Red Pepper

Hace cinco años la financiera Lehman Brothers hizo la declaración de quiebra más importante en la historia de EE.UU. El colapso de la financiera señaló el inicio de la Gran Recesión -la crisis más sustancial en la historia del capitalismo desde la Segunda Guerra Mundial. ¿Cómo deberíamos entender los aspectos fundamentales de este sistema actual en crisis? Y, a medida que este libra una guerra -disfrazada como austeridad- contra la clase trabajadora, ¿qué mundo alternativo podemos imaginar?

Pocos pensadores han tenido mayor influencia para responder a estos interrogantes que el geógrafo marxista David Harvey. A principios del verano boreal, Ronan Burtenshaw y Aubrey Robinson conversaron con él sobre estos temas.

-En este momento usted está trabajando con un nuevo libro, Las diecisiete contradicciones del Capitalismo. ¿Por qué se ha enfocado en estas contradicciones?

-David Harvey: El análisis del capitalismo sugiere que hay contradicciones significativas y fundamentales. Periódicamente esas contradicciones se escapan de todo control y generan una crisis. Acabamos de experimentar una crisis y creo que es importante preguntarse, ¿cuáles fueron las contradicciones que la causaron? ¿Cómo podemos analizar la crisis en relación a las contradicciones? Una de las afirmaciones geniales de Marx era que una crisis es siempre el resultado de contradicciones subyacentes. Por lo tanto, tenemos que centrarnos en esas contradicciones y no en las consecuencias.

-Una de las contradicciones que usted analiza es la diferencia entre valor de uso y valor de cambio de un bien o mercancía (commodity en inglés). ¿Por qué esta contradicción es tan fundamental para el capitalismo, y por qué utiliza el tema de la vivienda para explicarla?

-Debe entenderse que toda mercancía tiene un valor de uso y un valor de cambio. Si tengo un bistec, el valor de uso es que puedo comerlo y el valor de cambio es el precio que pagué por el.

Pero la vivienda es muy interesante porque por valor de uso se puede entender el refugio, la privacidad, una amplia gama de relaciones afectivas entre personas, una larga lista de cosas que te brinda una casa. Pero también está la cuestión de cómo obtienes una casa. En una época, las viviendas fueron construidas por la mismas personas que las habitarían, y no tenían un valor de cambio. Luego, a partir del siglo XVIII se inició la construcción especulativa de viviendas -que fueron construidas para ser vendidas. Desde entonces la vivienda adquirió un valor de cambio para los consumidores como una forma de ahorro. Si compro una casa y pago la hipoteca, puedo llegar a ser dueño de la casa. Entonces, poseo un bien. Y por ende, empiezo a preocuparme por las características de ese bien. Esto genera reacciones políticas interesantes: "No en mi patio trasero", "No quiero tener de vecinos a personas diferentes a mí". Se inicia un proceso de segregación en el mercado inmobiliario porque la gente quiere proteger el valor de sus ahorros.

Después, hace aproximadamente treinta años, la gente comenzó a usar la vivienda como un negocio especulativo. Podías comprar una casa y hacer dinero -comprabas la casa por £200.000 y después de un año podías venderla por £250.000. Ganabas £50.000, ¿por qué no hacerlo? Se impuso el valor de cambio. Y partir de ahí, surgió el boom especulativo. En 2000 después del colapso bursátil global el superávit de capital comenzó a fluir hacia el mercado inmobiliario. Es un tipo de mercado interesante. Si compro una casa y luego los precios suben, tú dices "los precios de la vivienda están subiendo, debería comprar una casa", y otros se suman. Se inicia una burbuja inmobiliaria. Se infla hasta que explota. Luego, repentinamente mucha gente se entera de que no pueden tener el valor de uso de la vivienda porque el sistema del valor de cambio lo ha destruido.

Esto genera la pregunta, ¿es una buena idea permitir que el valor de uso de la vivienda, que es crucial para la gente, sea determinado por un sistema de valor de cambio que está loco? Esto no es un problema exclusivo de la vivienda sino también de la educación y de la salud. Hemos desatado las dinámicas del valor de cambio pensando que va a proveer el valor de uso pero lo que sucede frecuentemente es que el valor de cambio destruye el valor de uso, y la gente termina careciendo de buenos servicios para salud, educación y vivienda. Por ello, creo que es muy importante enfocarse en la distinción entre valor de uso y valor de cambio.

-Otra contradicción, que usted describió, se refiere al proceso de cambio, a lo largo del tiempo, entre el énfasis sobre la oferta en la producción y el énfasis sobre la demanda en el consumo capitalista. ¿Podría referirse a cómo se manifestó esta contradicción en el siglo XX, y por qué es tan importante?

-Uno de los problemas más importantes es mantener una demanda adecuada en el mercado para poder absorber lo que produce el capital. El otro es crear las condiciones para que el capital pueda producir obteniendo ganancias.

Estas condiciones de producción con ganancias, a menudo, significa la eliminación del trabajador. Hasta el punto que implica represión del salario -pagar salarios más y más bajos- para incrementar el índice de ganancias. Entonces, desde el punto de vista de la producción, se intenta exprimir al trabajador tanto como sea posible porque esto aumenta las ganancias. Pero entonces surge la pregunta, ¿quién va a comprar los productos? Si el trabajador es exprimido al máximo, ¿dónde quedaría el mercado? Si se exprime al trabajador demasiado se produce una crisis porque no hay suficiente demanda en el mercado para absorber el producto.

Poco después de la crisis de 1930, primó la interpretación de que el problema había sido la demanda insuficiente. Hubo por lo tanto un cambio hacia la inversión estatal para construir nuevas carreteras, la inversión en los servicios públicos del New Deal, y todo eso. Dijeron "vamos a revitalizar la economía mediante una demanda financiada por endeudamiento" y, al hacer esto, se produjo un giro hacia la teoría keynesiana. Entonces, al terminar la década de 1930, se logró obtener una capacidad muy fuerte para manejar la demanda con alto nivel de intervención del estado en la economía. Como resultado de lo cual, la tasa de crecimiento fue muy alta, pero una tasa de crecimiento alta conlleva más poder de la clase trabajadora con incrementos salariales y sindicatos más fuertes.

Sindicatos fuertes y salarios altos implican que la tasa de ganancia comienza a decrecer. El capital está en crisis porque no está reprimiendo al sector laboral lo suficiente, entonces, se produce el cambio. En la década de 1970, recurrieron a Milton Friedman y la Escuela de Chicago. Ellos se volvieron el factor dominante en la teoría económica y la gente empezó a prestar atención a la oferta, en particular a los salarios. Se produjo la represión salarial, lo que comenzó en la década de 1970. Ronald Reagan atacó a los controladores aéreos; Margaret Thatcher, a los mineros; Pinochet mató a la gente de izquierda. Se produjo un ataque contra el sector laboral -lo que aumentó la tasa de ganancias. Cuando llegamos a la década de 1980, la tasa de ganancias dio un salto porque los salarios estaban siendo reprimidos y al capital le iba muy bien. Pero luego surgió el problema de no tener dónde vender los productos.

La década de 1990 se caracteriza por la economía de endeudamiento. Comenzaron a animar a la gente a pedir préstamos -surgió una economía basada en las tarjetas de crédito y una economía financiada en las hipotecas de alto costo para la vivienda. Ello ayudó a tapar el hecho de que no había una demanda real, lo que explotó en 2007-2008.

El capital formula esta pregunta: "¿trabajas desde el lado de la oferta o de la demanda?". Mi punto de vista de un mundo anticapitalista es que se debería unificar esa dualidad. Debemos regresar al valor de uso. ¿Qué valores de uso necesita la gente y cómo organizamos la producción de manera que satisfaga esos valores de uso?

-Parecería que estamos en una crisis de oferta, y sin embargo la austeridad es un intento de hallar una solución a la oferta. ¿Cómo se entiende eso?

-Hay que diferenciar entre los intereses del capitalismo como un todo y qué es específicamente de interés para la clase capitalista o para una sección de ella. Durante esta crisis, y de una manera marcada, a la clase capitalista le ha ido muy bien. Algunos de ellos fueron afectados por la crisis, pero a la mayoría le ha ido extremadamente bien. Según estudios recientes de países de la OCDE la desigualdad social se incrementó pronunciadamente desde el inicio de la crisis, lo que significa que los beneficios de la crisis han llenado las arcas de las clases altas. En otras palabras, ellos no quieren salir de la crisis porque les va muy bien con ella.

El conjunto de la población está sufriendo, el capitalismo, como un todo, no goza de buena salud pero la clase capitalista -particularmente la oligarquía- está extremadamente bien. Hay muchas situaciones en las que los capitalistas a nivel individual, actuando en función de sus propios intereses de clase, pueden hacer cosas que son perjudiciales para el sistema capitalista en conjunto. Creo que actualmente estamos en una situación de ese tipo.

-Usted dijo recientemente que una de las cosas que deberíamos hacer en la izquierda es desarrollar la imaginación post capitalista, comenzando por preguntarnos cómo sería un mundo post capitalista. ¿Por qué es eso tan importante? Desde su punto de vista, ¿cómo sería un mundo post capitalista?

-Es importante porque durante mucho tiempo nos han machacado la cabeza diciendo que no hay alternativa. Una de las primeras cosas que tenemos que hacer es pensar sobre la alternativa para poder empezar a construirla.

La izquierda se volvió tan complaciente con el neoliberalismo que resulta difícil distinguir entre sus partidos políticos y los de la derecha, excepto en cuestiones nacionales o sociales. En política económica no hay muchas diferencias. Debemos hallar una economía política alternativa a cómo funciona el capitalismo, y hay algunos principios. Es por ello que las contradicciones son interesantes. Si miras a cada una de ellas, por ejemplo, la contradicción de valor de uso y de cambio y dices: "el mundo alternativo sería uno donde generemos valores de uso". Entonces, nos concentramos en valores de uso y tratamos de disminuir el papel de los valores de cambio.

O en la cuestión monetaria -necesitamos dinero para hacer circular las commodities, sin duda. Pero el problema con el dinero es que puede ser apropiado por personas, de manera privada. Se vuelve una forma de poder personal y luego un deseo fetichista. La gente organiza sus vidas alrededor de la búsqueda del dinero incluso cuando no se dan cuenta de que esto sucede. Por ello, debemos cambiar el sistema monetario -ya sea poniendo impuestos a los excedentes o creando un sistema monetario que lo disuelva e impida su almacenamiento, como sucede con las millas aéreas.

Pero para poder hacerlo también se debe superar la dicotomía de propiedad privada-estatal y obtener un régimen de propiedad común. Y en cierto punto se necesita generar un ingreso básico para la gente porque si existe una forma de dinero anti-ahorro entonces hay que darle garantías a la gente. Es necesario decir "no necesitas ahorrar para un día de lluvia porque siempre recibirás este ingreso básico no importa lo que suceda". Hay que otorgar esa seguridad por encima del ahorro privado, personal.

Al cambiar cada una de esas contradicciones se logrará un sociedad diferente, que sea mucho más racional que la actual. Lo que sucede en este momento es que producimos cosas y luego tratamos de persuadir a los consumidores de que consuman lo que sea que producimos, en lugar de lo que necesitan o quieren. En su lugar, deberíamos averiguar cuáles son las necesidades y los deseos básicos, y luego poner en marcha un sistema de producción para generarlos. Al eliminar la dinámica del valor de cambio se puede reorganizar todo el sistema de una manera diferente. Podemos imaginar la dirección que tomará una alternativa socialista a medida que rompa con esta forma dominante de acumulación de capital, que determina todo lo que sucede hoy en día.
Fuente: http://www.redpepper.org.uk/david-harvey-interview-the-importance-of-postcapitalist-imagination/

CHRISTIAN FELBER: “Las empresas deben regirse por criterios de utilidad social”

El promotor del modelo de economía del bien común sostiene que el dinero no debe ser un fin sino un medio

Christian Felber tuvo una intuición: en los mercados financieros estaba lo gordo, pensó. Eso es lo que había que estudiar con detenimiento, ahí estaba la raíz del problema. Conciencia ecológica no le faltaba. De hecho, ya había pasado por Greenpeace. Pero el tomate estaba en la economía, una ciencia social que había que abordar teniendo en cuenta aspectos éticos, filosóficos, morales.

Tras investigar y reflexionar, adentrándose en estudios de Sociología y Ciencias Políticas, el joven filólogo y psicólogo austriaco, nacido en Salzburgo en 1972, convirtió su visión panorámica de las ciencias sociales en 50 propuestas para un mundo más justo, que publicó en 2006. El siguiente paso fue ponerse a indagar los valores en que se sustenta el sistema capitalista: competitividad, rendimiento, crecimiento, beneficio. “¡Qué valores son estos!”, pensó. ¿No hay otros? Empezó a estudiar algunos de los que rigen el comportamiento del ser humano en sociedad como la ayuda, la cooperación, la solidaridad. Y se encontró con que estos no estaban presentes en los mercados.

Pregunta. ¿El problema es que el dinero pasó de ser un medio a convertirse en un fin?
Respuesta. Sí. El dinero, el capital, el beneficio. Si una empresa puede obtener ese fin más fácilmente socavando la democracia y corrompiéndola, lo va a hacer; porque para una empresa la democracia es un fin menor, frente al incremento de sus beneficios y su patrimonio. Si el fin de la empresa fuera el bien común, no corrompería la democracia. Este es el núcleo.

Christian Felber pronuncia estas palabras en perfecto castellano en una terraza, en Barcelona, con un calor que derrite el asfalto. El profesor de Economía Alternativa de la Universidad de Viena pasó años de estudiante en Madrid. Explica que la definición de los valores, los objetivos y los medios le permitió poner de manifiesto que el sistema vive preso del medio: el dinero.

Convirtió sus reflexiones en un libro, Nuevos valores para la economía (2008), en el que diferenció valores, objetivos y medios del sistema capitalista. La claridad de su exposición hizo que varios empresarios austriacos se le acercaran. “Me dijeron que eso era lo que llevaban en las tripas, pero que nunca lo habían podido verbalizar de forma tan clara”. La interacción de Felber, portavoz en Austria de ATTAC (Asociación para la Tasación de las Transacciones Financieras y la Ayuda al Ciudadano), con una docena de empresarios produjo el modelo de la economía del bien común, que aúna ética y economía.

P. En La economía del bien común, usted ofrece datos que muestran que la diferencia de renta entre ejecutivos mejor pagados y operarios en las empresas ha pasado de una relación de 24 a 1, en 1965, a una de 325 a 1, en 2011. Propone usted que los sueldos no superen 20 veces el salario mínimo. ¿Cuáles serían las primeras medidas que se tomarían en una transición hacia una economía del bien común?
R. La limitación de la desigualdad podría ser una de las primeras medidas, ya se está haciendo en Suiza. Cuando por primera vez demandé esto, en 2006, y, por supuesto, no he sido el primero en hacerlo, me tachaban de comunista por proponer una limitación de la desigualdad. Yo me considero liberal. Para salvaguardar las libertades hay que poner límites, por motivos liberales. Pero la única libertad que no limitamos es la de la propiedad. Este año, el fundador del Foro Económico Mundial, Klaus Schwab, propuso en Davos la limitación de la renta en el factor 20, es decir, que los salarios más altos no sean veinte veces superiores al salario mínimo. Pero los medios de comunicación lo acallaron. En noviembre se va a hacer un referéndum en Suiza sobre la implementación del factor doce en las empresas. No es una propuesta comunista; ni, utópica; entra en la lógica de los propios líderes económicos, que saben que si seguimos así vamos a desembocar en una guerra civil. Esta no es una buena perspectiva para ellos tampoco, así que prefieren limitar la desigualdad a perderlo todo y perder la paz.

El modelo de la economía del bien común desarrollado por Felber es eminentemente práctico. Las empresas en vez de regirse únicamente por sus resultados, lo hacen por criterios de utilidad social. Tan importante es que produzcan beneficios, como que respeten el medioambiente, remuneren igual a hombres y mujeres, no exploten a sus trabajadores, creen empleo… El instrumento, para las empresas, es el balance del bien común, en el que se evalúan todos esos factores. Lo mismo con los países: el indicador del producto interior bruto (PIB) es sustituido por el producto del bien común, un indicador que mide la calidad de la democracia, la política medioambiental, el justo reparto de los beneficios generados, la igualdad, entre otros factores.

Han transcurrido tres años desde la publicación, en agosto de 2010, de La economía del bien común (editado por Deusto). Más de 3.800 personas se han sumado a la causa, además de 159 asociaciones y 1.277 empresas (más de doscientas españolas).

P. En su modelo, las empresas que mejor velan por el bien común reciben incentivos, pero en este punto del proceso, ¿qué incentivos tienen las empresas para sumarse a esta idea?
R. El sentido es el más fuerte. A muchas empresas les importa saber por qué están haciendo lo que están haciendo y formar parte de un sistema que tenga sentido, no de un sistema que vaya en contra de nuestra ética. Se sienten pioneros de una economía al servicio del ser humano. El balance del bien común es para ellos un instrumento de desarrollo organizativo: la evaluación ética de lo que están haciendo les lleva a una metamorfosis. En la plataforma en la que operan, las empresas se prestan ayuda entre sí, incluida la financiera. Atraen a mano de obra ética y a clientes éticos.

P. Una de las claves de su modelo se basa en una apuesta por la democracia directa. Los ciudadanos son consultados más a menudo, intervienen en los anteproyectos de ley, por ejemplo, gracias a las posibilidades que brindan las tecnologías digitales.
R. A lo mejor esta es la primera clave. Todo es posible con otro tipo de democracia que combine democracia directa, democracia participativa y democracia económica. Los partidos están demasiado lejos del pueblo soberano. La cultura de la democracia directa está empezando, porque la gente se da cuenta de que los supuestos representantes no nos representan. Para mí la solución es democracia directa, referéndums, asambleas democráticas para ciertos temas como el sistema económico, monetario, los medios de comunicación…

P. Habla usted de un nuevo sistema democrático de la economía…
R. Sí, pero ¿por dónde empezamos? Por los municipios del bien común, que organizan los procesos de participación ciudadana. El primero es el desarrollo del índice de calidad de vida municipal, para saber cuál es la meta. Y, segundo, las asambleas económicas democráticas, donde la ciudadanía define el orden económico, según sus preferencias, necesidades y valores. La economía del bien común no es un modelo perfecto y acabado. Las cuestiones clave deben ser debatidas por los ciudadanos.

P. Y aboga por la denominada banca democrática, ¿cómo funcionarían los bancos?
R. Habría que empezar por descuartizar los bancos sistémicos, los que son demasiado grandes y que están muy interconectados, motivo por el que se les rescata. Con eso conseguiríamos que el mercado vuelva a ser mercado. Se ofrecería a los bancos la alternativa de orientarse al bien común, convirtiéndose en entidades sin ánimo de lucro, como eran al principio las cajas de ahorros, para que pudieran gozar de ventajas ante el Estado. Si optan por ser entidades con ánimo de lucro, se les retiran los apoyos del Estado, como, por ejemplo, el apoyo del banco europeo. El Estado no contrataría con ellos, ni garantizaría los ahorros depositados en ellos. Y si van a la bancarrota, el Estado no tiene por qué salvarlos. A largo plazo, la idea es que todos los bancos estén orientados al bien común, igual que los colegios, los institutos, las universidades.

P. Frente a la competencia usted propone cooperación. Frente a la desconfianza, la necesidad de control y el miedo, generosidad, altruismo y solidaridad. Más de una vez le habrán criticado por esta visión idílica y utópica de lo que pueden ser las cosas…
R. Sí, también me han dicho que van contra la naturaleza humana. La ciencia dice que la cooperación nos motiva de forma más fuerte que la competencia; que el ser humano tiene una sensación de justicia innata y la capacidad de compasión, empatía, y el impulso espontáneo de ayudar a otro, incluso los bebés de dos años lo tienen. El hecho de que hoy en día seamos tan egoístas es porque lo aprendemos, no es algo genético.

Cuatro ideas

¿Una voz alternativa que debería ser escuchada? Teresa Forcades, monja española que clama contra el sistema. “Habla del capitalismo sin miedo, con lucidez, y está comprometida con la democracia directa”.

¿Una idea o medida concreta para un mundo mejor? “Democracia directa: referéndums y asambleas democráticas para definir un proceso constituyente”.

¿Un libro? No contest: The case against competition (no hay caso: el caso contra la competencia), de Alfie Kohn. “Nos abre los ojos acerca de la cuestión de la cooperación y la competencia”.

¿Una cita? “Una de Max Frisch: El problema del capitalismo es que el ser humano explota al ser humano. Y en el comunismo es exactamente al revés”.
Fuente: El País.