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jueves, 3 de diciembre de 2015

París, el encuentro del siglo. La Cumbre del Clima medirá la capacidad de encarar retos existenciales



La Cumbre del Clima que se abrió ayer (1-12) en París, con la participación de 150 jefes de Estado y de gobierno y entre grandes medidas de seguridad, añade un punto de urgencia y ansiedad sin análogos en anteriores reuniones globales.

Desde que el consenso científico estableciera hace unos años que la actividad humana se ha convertido en factor de cambio geológico, el antropoceno, las cumbres sobre el clima, estrenadas en Río de Janeiro en 1992, podrían ser reconocidas por un observador marciano como el evento global humano de mayor importancia. Una especie de clave para medir la capacidad humana de asumir los retos del siglo. Un siglo que pide una nueva civilización para ser viable. Desde entonces, las emisiones globales han aumentado más de un 40% y el consenso científico avisa que la humanidad está en el umbral de cambios globales irreversibles sin precedentes históricos.

El tope de 2 grados de aumento de la temperatura media global para fin de siglo, con respecto a la época preindustrial, que debe situar los riesgos en un nivel teóricamente manejable, tiene que lograrse después de que el planeta haya batido, en 2014, “todos los récords en materia de temperaturas registradas, concentración de CO2 y número de fenómenos climáticos extremos”, dijo el Presidente francés, François Hollande, anfitrión del evento en una capital traumatizada por un reciente atentado yihadista planeado en Siria que ha dejado 130 muertos en la ciudad de la luz.

“Somos la primera generación que siente los efectos del calentamiento global, y la última que puede hacer algo para remediarlo”, dijo el Presidente Barack Obama, líder de la nación más poderosa y más emisora (per cápita) del mundo.

Reimagining our world’s energy future will take a shared sense of urgency—from countries, companies, cities, and all of us - learn more from National Geographic at natgeo.com/climate #EarthToParis
Posted by United Nations Foundation on Thursday, November 19, 2015

Anteriores cumbres alcanzaron acuerdos que no fueron suscritos (Kioto, 1997), o idearon conceptos cuya principal virtud era eludir responsabilidades y compromisos claros y concretos. La cumbre de París es heredera de ambas cosas. Con todos sus problemas cuenta con una mayor determinación declarativa hacia ese “acuerdo ambicioso” del que hablan EE.UU y China, los dos principales. Pero esa “estrategia de equilibrios en la cuerda floja ya no sirve”, dijo el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, en su solemne discurso inaugural.

Desde principios de los años noventa, cuando concluyó el mundo bipolar y arrancaron las cumbres de la Tierra, el petróleo está en el centro de la irracional crematística del beneficio que precisa de una caótica e irresponsable geopolítica belicista para sobrevivir. Países enteros han sido, o están siendo, destruidos por el pulso imperial por esos recursos y sus rutas de transporte, y han sido convertidos en agujeros negros; Afganistán, Iraq, Libia, Yemen, Siria… Realizada bajo la sombra del Estado Islámico, la cumbre del clima París tiene que ver con la más básica seguridad y viabilidad de este mundo petrolero, que a diferencia del anterior en el que se formaron las actuales mentalidades, está repleto de armas y recursos de destrucción masiva, lo que convierte sus pulsos y conflictos en algo parecido a una ruleta rusa.

“El calentamiento anuncia conflictos, como las nubes traen tormentas”, dijo Hollande en su discurso. “No es una coincidencia que justo antes de la guerra civil en Siria, el país registrara la peor sequía jamás vivida en el país”, ha dicho el secretario de Estado John Kerry. Esa sequía produjo un enorme desplazamiento de población del norte al sur, en un país multiétnico y multiconfesional en el que la estrategia occidental indujo un nuevo y fatal proyecto de cambio de régimen, que se suma a los que han producido más de un millón de muertos en la región desde la primera guerra de Iraq.

El rápido retroceso de los glaciares del Himalaya anuncia grandes emergencias. Alimentan los grandes ríos de Asia Oriental (Ganges, Amarillo, Yangtzé, Brahmaputra, Irrawady, Mekong…) y garantizan su caudal en época seca. Sin su aporte esos ríos de civilización se convertirían en estacionales: solo con gran caudal en época de lluvias. Y eso cuando el 80% de la cosecha china y el 60% de la India dependen de la irrigación. Siendo China e India los dos primeros productores mundiales de grano, es obvio que las consecuencias serían globales.

William R. Cline, un especialista en contabilidad agraria espera bruscas disminuciones “del 20% o 30%” atribuidas al cambio global en la productividad agrícola de regiones como el Magreb, México, Etiopía o Paquistán, país éste que es una potencia nuclear en tensión con su vecino. El actual escenario de Siria, que incluye tensiones y tanteos entre grandes potencias, puede ser fácilmente superado por otros en el siglo del cambio global. Se impone, dijo ayer en su discurso el Presidente chino, Xi Jinping, “reflexionar sobre el futuro de la gobernanza mundial, sobre la construcción de una comunidad humana con un futuro compartido”. Un acuerdo sobre el clima, jurídicamente vinculante y mínimamente realista en términos de la diferente responsabilidad histórica de unos y otros, se inscribiría en eso y sería un óptimo precedente para los demás retos del siglo, entre ellos la desigualdad global y la proliferación de recursos de destrucción masiva.

“Desde la cumbre de Copenhague de 2009 el coste de la energía solar ha disminuido un 50%”, explica Keya Chatterjee, portavoz de Uscan, una de las muchas organizaciones no gubernamentales que participan en la cumbre. En su prodigiosa encíclica del 24 de mayo (Laudato si) el papa Francisco se puso muy por delante de los políticos al reconocer la “deuda ecológica” entre el Norte y el Sur y relacionar la situación del clima con, “un sistema de relaciones comerciales y de propiedad estructuralmente perverso”. La conciencia social y la economía avanzan junto con las emisiones y los riesgos. ¿Botella medio llena, o medio vacía?

“Respecto a Kioto, hemos cambiado de dimensión”, dice Valérie Masson-Delmotte, coopresidenta del grupo encargado de establecer los hechos científicos sobre causas y evoluciones del cambio climático (GIEGC). Mucho depende de si en esta cumbre se alcanza un acuerdo jurídicamente vinculante que obligue a los contaminadores a realizar profundos recortes en sus emisiones y en el que los más ricos y responsables financien esa “responsabilidad común pero diferenciada” que comunica al Norte con el Sur. En París hay mucho en juego.
La Vanguardia
Fuente: http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/2015/11/30/paris-el-encuentro-del-siglo-47300/

miércoles, 25 de septiembre de 2013

No es un sueño, no; es peor

Es una ilusión creer que cuando pase la crisis volverán a recuperarse la sanidad pública, la educación garantizada y las pensiones. Los daños causados seguirán ahí. Salvo que hagamos algo


José K. no se quiere levantar esta mañana. Espíritu solidario, afanoso por acompañar siempre los usos de sus conciudadanos, ha decidido hacer lo que todos hacen y que pasa a resumirles con una sola palabra: nada. Eso es lo que él ve —la inacción— y así lo dice. De modo que acurrucado en el refugio del catre, un ojo abierto y el otro cerrado —como todo su entendimiento, a medio funcionar— quiere José K. fantasear sobre las cosas que suceden a su alrededor. En primer lugar, las más inmediatas, como constatar que no se tomará el café con leche en su bar de siempre por un cúmulo de circunstancias. Por ejemplo, porque su bar de siempre ha cerrado: la crisis. Y el establecimiento de más allá, moderno y exagerado, no tiene churros. Solo cruasanes. Y de mentira. Pero nuestro hombre quiere trascender de estas pequeñas miserias y eleva el tono de sus anhelos.

Porque pasan cosas, claro. Muchísimas cosas, aunque solo seamos capaces de practicar el cobarde ejercicio del disimulo y nos quitemos de los hombros, fingiendo que se trata de simples motas de polvo, las toneladas de lodo que nos están arrojando encima. Tuvo gracia en explicar esa circunstancia Jaime Sabines, poeta y político mexicano, así que ándale, mi cuate: “Aquí no pasa nada; mejor dicho, pasan tantas cosas juntas al mismo tiempo que es mejor decir que no pasa nada”. Eso es, que estaba bien dicho: tanto pasa que mejor decir que no pasa nada. Porque en España, 2013, niños, jóvenes, maduros y ancianos parecen —o así los ve José K.— sumidos en una especie de sueño informe donde las cosas —todas horribles— pasan delante de sus ojos, pero creen estar viéndolas a través de una deformante capa de gelatina que suaviza aristas y difumina colores. Edulcoradas. Soportables.

Lo peor es que tales desgracias las creen pasajeras, producto de una crisis apenas momentánea, porque en cuanto acabe este mal sueño —siempre que llueve, escampa, dicen las buenas gentes— todo volverá a ser como antes. Y habrá, en ese futuro que sería solo recuperación del pasado, una sanidad pública, una educación garantizada, con sus becas y ayudas para libros, incluso unos contratos laborales dignos… y hasta unas pensiones que no revistan la curiosa circunstancia de estar calculadas con diversas magnitudes, pero todas ellas, vaya por Dios, menguantes, como cualquiera con una modesta calculadora puede comprobar.

Pues lamentamos decirles a todos ustedes que ese ambicionado despertar es totalmente ilusorio. Que aquella mayoría que dieron al partido en el Gobierno está dando sus frutos y ya nunca, jamás, volverán las cosas a ser como antes. La pérdida de derechos, el cercenamiento de los logros conseguidos a través de muchos años de lucha, el abuso institucionalizado, no son productos de una pesadilla que desaparecerán cuando despertemos. En absoluto. Los daños van a seguir ahí, infectados y mefíticos. O al menos eso es lo que ocurrirá si no hacemos algo —y fuerte, enérgico, potente— para evitarlo. Pero ve José K. —de eso se queja— que nos pasan por encima —ahí están las pensiones, calentitas— y ni siquiera acertamos a mentarles a sus parientes. ¿Cómo, pues, vamos a emprender alguna otra acción, tal que levantarnos en pie y decir basta, una, cien, mil, todas las veces que haga falta?

No es nuestro amigo, cómo iba a serlo con tan provecta edad, un incendiario que promueva el uso del cóctel mólotov. No es eso, no es eso. ¿Pero de verdad no tenemos nada que decir a todo lo que está pasando? Porque ocurre, dice enfurecido, que la derecha económica, política, religiosa y judicial, esto es, la derecha de toda la vida, ha decidido en los inicios del siglo XXI, que se acabó la fiesta y que ya es hora de que las cosas vuelvan a su cauce natural. O sea, a que manden, y sobre todo a que vivan bien, los de siempre, desde que el mundo es mundo. ¿En España? Sí, pero no solo. ¿En Europa? Sí, pero no solo ¿En todo el mundo? Pues casi. Ya lo dice Paul Krugman: los ricos se están recuperando muy bien. Pero limitado como es José K. en sus capacidades, y exacerbado el defecto por su estado actual decúbito, lateral, prono o supino, se limita a España, que incluso le parece un territorio amplio.

Un punto arrebatado, José K. considera que los hachazos a cualquier sector público en el que estos chicos de ahora han fijado el ojo, el empeoramiento de la ley del aborto y demás pleitesías a su Iglesia, la anemia inducida a la cultura o a la investigación no son meros accidentes que pronto se pasarán. Por eso le irrita que la ciudadanía permanezca quieta, sumisa o mansurrona, y hasta podríamos decir morroncha y tambera. Y eso cuando no arrulla a esos dirigentes deleznables con el bisbiseo de su cariño o, lo que es muchísimo más grave, con el insulto de su voto.

No puede ver cómo avanza esta marcha atrás histórica ante la acidia generalizada y la ceguera de tanto guardaesquinas y aplanacalles. Porque no es momento, grita con la vena del cuello a punto de reventar, para la desidia ni para pindonguear o pajarear, y mucho menos para irse a chitos. Así que mentalmente, y resurgiendo de entre las sábanas hechas un rebuño, sacude a sus iguales con unas pocas chanzas de pésimo gusto.

Por ejemplo: ¿Ha ahorrado ya lo suficiente tan muelle ciudadanía para devolver a las arcas del Estado los 50.000 millones de euros —o 100.000, quién sabe cuánto ha sido— que se ha inyectado en ayudas a los pobres bancos, víctimas de una ciudadanía carroñera que se ensañó con ellos en una petición de créditos claramente delictiva? ¿Estamos ya haciendo una recolecta para pagar a escote las becas y libros que el ministro Wert, en aras de la excelencia educativa, ha decidido recortar? ¿Hemos iniciado la campaña de enfermarnos levemente, pero con algún tipo de dolencia que permita cobrar a los pacientes —nosotros— la abundante dispensación de consumibles —pagaderos al contado o en cómodos plazos— a esas entidades tan benefactoras de la humanidad como Capio, Ribera Salud, o HIMA San Pablo, jacarandosa empresa puertorriqueña, pionera en un emocionante turismo de salud, y que ha decidido sentar aquí sus reales, a la vista de nuestro espléndido sol y de que incluso en algunas calles de esta España que tanto nos duele lucen, como allá en su cálida tierra, altivas y elegantes palmeras? ¿Ponemos algo, unos eurillos, no sé, algún aguinaldo, para que Ignacio González —ayudado en sus desvelos por Esperanza Aguirre, cuánto les debemos— y Mr. Sheldon Adelson, donoso caballero, levanten con gran esfuerzo y sufrimiento ese regalo de la providencia para acabar con la crisis que va a ser Eurovegas? ¿Quizá podamos aportar alguna dádiva para que el pobre Cristiano Ronaldo siga cobrando 20 millones al año, mientras envidioso mira de reojo a un galés apellidado Bale, que ha costado 100 millones de euros? ¿Acepta donativos Florentino Pérez, no fuera cosa de que los ahorros de toda una vida sufran alguna injusta mengua?...
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