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sábado, 19 de diciembre de 2015

La cumbre del clima de París, condenada al “éxito”. El actual borrador contiene tantas variantes que lo esencial sigue completamente abierto

Rafael Poch
La Vanguardia

“Cuando se reúnen tantos jefes de Estado y 196 países, el resultado no puede ser más que un éxito”, dice sin ironía el profesor colombiano Germán Palacios de la Universidad amazónica de Leticia. Un éxito en el sentido de la crónica oficial, que nunca admitirá un fracaso, pero también un éxito por las dificultades objetivas que supone poner de acuerdo tantos intereses contrapuestos. Es tan difícil que cualquier consenso es meritorio. Aunque sea kafkiano.

Estados Unidos, el mayor emisor per cápita y por historia, es el gran impedimento. Su Congreso está dominado por negacionistas y neonegacionistas al servicio de las grandes compañías energéticas.

El negacionismo climático es como el del holocausto, porque niega hechos probados, explica el climatólogo francés Eric Guilyardi. Tiene cuatro categorías; 1) No hay calentamiento global; 2) Hay calentamiento, pero no se debe a la acción humana, 3) Se debe a la acción humana, pero no es grave; y 4) Es grave, pero hay soluciones tecnológicas. En los últimos años, los negacionistas del Congreso de Estados Unidos, han pasado de las ya insostenibles categorías 1 y 2 a las 3 y 4.

Como el Congreso de Estados Unidos nunca va a aprobar un acuerdo con obligaciones de reducir emisiones, uno de los éxitos de esta conferencia ha sido “lograr” que el acuerdo no vaya a ser “jurídicamente vinculante”. Esto ya lo adelantó el 11 de noviembre el Secretario de Estado de Estados Unidos, John Kerry. Entonces, el Presidente francés, François Hollande, le respondió que “si no es jurídicamente vinculante, no habrá acuerdo”. Ahora Francia ha vendido como un éxito que no lo sea. La Conferencia rebosa este tipo de pragmatismos realistas con aspecto de absurdo.

En términos geopolíticos el tema climático reposa sobre dos potencias, Estados Unidos y China, que ya es el primer emisor en términos absolutos. A diferencia de sus homólogos norteamericanos, los políticos chinos no son negacionistas, conocen perfectamente la realidad, y su población sufre la contaminación de forma mucho más cruda que la norteamericana. Además, sus grandes corporaciones –las energéticas suelen ser estatales en China– no mandan a los políticos, como ocurre en Estados Unidos, sino al revés: son las chicas de los recados del Comité Central del Partido de Estado. El problema es que China quiere seguir contaminando para “desarrollarse”, por más que ese desarrollo signifique pérdidas materiales –que no se contabilizan oficialmente– pero que superan con creces los índices de crecimiento, como la Academia de Ciencias china ha establecido en diversos estudios.

Sea como sea, el caso es que, por distintos motivos, los dos países están interesados en mantener la situación, poniendo algunos parches. Eso quiere decir un acuerdo que, esencialmente, incrementará las emisiones en el futuro inmediato y cuyo texto se concretará en los próximos días.

De momento el texto borrador del acuerdo ha sufrido una cura de adelgazamiento: solo tiene 29 páginas, pero mantiene 350 corchetes, que definen las diferentes propuestas en suspenso cuya redacción definitiva debe aclararse. En su actual estado es muy difícil pronosticar por dónde irán los tiros.

Por ejemplo, en el artículo tercero que se refiere a la atenuación de emisiones, una opción contempla objetivos cifrados y fechados de reducción de emisiones. Una de ellas habla de una reducción del 70 al 95% para 2050, en relación con el año 2020. Otra variante no contempla ni objetivo ni fecha y prefiere fórmulas vagas.

En el aspecto financiación también se encuentra de todo; desde “superar” los 100.000 millones de dólares anuales (la promesa de dinero “movilizado” que el Norte hizo al Sur en 2009), hasta una fórmula con cantidades que solo apunta que “se tendría” que hacer algo… En el artículo segundo, referido a “propósitos”, dos de las tres opciones del actual borrador mencionan un límite de calentamiento de 1,5 ºC en lugar de los 2 ºC, tal como piden los Estados más expuestos. Es una buena señal, pero habrá que ver en qué queda.

El presidente Obama marcó el “liderazgo” de la cumbre en su primera jornada, nos dijo la crónica oficial (siempre condenada al “éxito), simplemente porque Obama pronunció un discurso cuyo mérito era reconocer el título de primer contaminador. Obama reconoció la existencia de unos “daños y perjuicios” que la emisión de los desarrollados ha creado y sigue creando, pero no admite que de ello se desprenda ninguna obligación o pasivo concreto (liability), como el papa Francisco establece con toda claridad en los artículos 51 y 52 de su encíclica Laudatio si.
El 4 de diciembre el embajador de Estados Unidos para el cambio climático, Todd Stern, dejó las cosas claras cuando dijo en conferencia de prensa que la cuestión de los daños y perjuicios de los desarrollados a los demás era “importante para muchos países”. Y a continuación añadió:

“Solo hay una cosa que no aceptamos y no vamos a aceptar en este acuerdo y es la noción de que debería haber obligación y compensación por daños y perjuicios”. “Esa es la línea roja que no vamos a cruzar, y esa es la línea de casi todos, sino todos, los países desarrollados”. Respecto al tope de 1,5 ºC, Todd ya aclaró entonces que habría “algún reconocimiento, porque es importante para muchos países. Alguna referencia en algún sitio”, dijo.

“Lo único que espero es que no la pifien, necesitamos un acuerdo revisable que incluya el objetivo de 1,5 ºC y que resuelva la financiación para el Sur global. No espero que cambien el sistema, pero que hagan algo contra el cambio climático”, dice Eros Sana, portavoz de la organización 350.0org.

¿Es realista pensar que se cumplan esos tres puntos? “De alguna manera”, responde Sana.”Si no se adopta un calendario de revisión para antes de 2020 será un fracaso. Si no se toma el objetivo de 1,5 ºC, será una catástrofe para los países insulares, y si no ayudan a los países del sur poniendo 100.000 millones sobre la mesa, entonces India y África dirán, “tenemos razón en no querer participar en esto”.

Respecto a los daños y perjuicios, “el punto central no es tanto el cálculo y el pago de la deuda ecológica, sino la petición de que se reconozca el pasivo (liability) ambiental y, sobre todo, que esa deuda no debería seguir aumentando”, dice Joan Martínez Alier, uno de los patriarcas de la economía ecológica en España.

El reconocimiento de ese pasivo, “es la cuestión central de este acuerdo”, dice Sana. “Antes teníamos a Bush que decía “no”, y ahora tenemos a Obama que dice cosas, pide disculpas, reconoce que hay “algo”, pero se niega a reconocer la existencia de un pasivo. Por eso no espero nada en esto de esta cumbre”, dice. El “éxito” está servido.

Fuente: http://www.lavanguardia.com/natural/clima/20151210/30717935165/cumbre-clima-paris-condenada-exito.html

jueves, 3 de diciembre de 2015

París, el encuentro del siglo. La Cumbre del Clima medirá la capacidad de encarar retos existenciales



La Cumbre del Clima que se abrió ayer (1-12) en París, con la participación de 150 jefes de Estado y de gobierno y entre grandes medidas de seguridad, añade un punto de urgencia y ansiedad sin análogos en anteriores reuniones globales.

Desde que el consenso científico estableciera hace unos años que la actividad humana se ha convertido en factor de cambio geológico, el antropoceno, las cumbres sobre el clima, estrenadas en Río de Janeiro en 1992, podrían ser reconocidas por un observador marciano como el evento global humano de mayor importancia. Una especie de clave para medir la capacidad humana de asumir los retos del siglo. Un siglo que pide una nueva civilización para ser viable. Desde entonces, las emisiones globales han aumentado más de un 40% y el consenso científico avisa que la humanidad está en el umbral de cambios globales irreversibles sin precedentes históricos.

El tope de 2 grados de aumento de la temperatura media global para fin de siglo, con respecto a la época preindustrial, que debe situar los riesgos en un nivel teóricamente manejable, tiene que lograrse después de que el planeta haya batido, en 2014, “todos los récords en materia de temperaturas registradas, concentración de CO2 y número de fenómenos climáticos extremos”, dijo el Presidente francés, François Hollande, anfitrión del evento en una capital traumatizada por un reciente atentado yihadista planeado en Siria que ha dejado 130 muertos en la ciudad de la luz.

“Somos la primera generación que siente los efectos del calentamiento global, y la última que puede hacer algo para remediarlo”, dijo el Presidente Barack Obama, líder de la nación más poderosa y más emisora (per cápita) del mundo.

Reimagining our world’s energy future will take a shared sense of urgency—from countries, companies, cities, and all of us - learn more from National Geographic at natgeo.com/climate #EarthToParis
Posted by United Nations Foundation on Thursday, November 19, 2015

Anteriores cumbres alcanzaron acuerdos que no fueron suscritos (Kioto, 1997), o idearon conceptos cuya principal virtud era eludir responsabilidades y compromisos claros y concretos. La cumbre de París es heredera de ambas cosas. Con todos sus problemas cuenta con una mayor determinación declarativa hacia ese “acuerdo ambicioso” del que hablan EE.UU y China, los dos principales. Pero esa “estrategia de equilibrios en la cuerda floja ya no sirve”, dijo el Secretario General de la ONU, Ban Ki-moon, en su solemne discurso inaugural.

Desde principios de los años noventa, cuando concluyó el mundo bipolar y arrancaron las cumbres de la Tierra, el petróleo está en el centro de la irracional crematística del beneficio que precisa de una caótica e irresponsable geopolítica belicista para sobrevivir. Países enteros han sido, o están siendo, destruidos por el pulso imperial por esos recursos y sus rutas de transporte, y han sido convertidos en agujeros negros; Afganistán, Iraq, Libia, Yemen, Siria… Realizada bajo la sombra del Estado Islámico, la cumbre del clima París tiene que ver con la más básica seguridad y viabilidad de este mundo petrolero, que a diferencia del anterior en el que se formaron las actuales mentalidades, está repleto de armas y recursos de destrucción masiva, lo que convierte sus pulsos y conflictos en algo parecido a una ruleta rusa.

“El calentamiento anuncia conflictos, como las nubes traen tormentas”, dijo Hollande en su discurso. “No es una coincidencia que justo antes de la guerra civil en Siria, el país registrara la peor sequía jamás vivida en el país”, ha dicho el secretario de Estado John Kerry. Esa sequía produjo un enorme desplazamiento de población del norte al sur, en un país multiétnico y multiconfesional en el que la estrategia occidental indujo un nuevo y fatal proyecto de cambio de régimen, que se suma a los que han producido más de un millón de muertos en la región desde la primera guerra de Iraq.

El rápido retroceso de los glaciares del Himalaya anuncia grandes emergencias. Alimentan los grandes ríos de Asia Oriental (Ganges, Amarillo, Yangtzé, Brahmaputra, Irrawady, Mekong…) y garantizan su caudal en época seca. Sin su aporte esos ríos de civilización se convertirían en estacionales: solo con gran caudal en época de lluvias. Y eso cuando el 80% de la cosecha china y el 60% de la India dependen de la irrigación. Siendo China e India los dos primeros productores mundiales de grano, es obvio que las consecuencias serían globales.

William R. Cline, un especialista en contabilidad agraria espera bruscas disminuciones “del 20% o 30%” atribuidas al cambio global en la productividad agrícola de regiones como el Magreb, México, Etiopía o Paquistán, país éste que es una potencia nuclear en tensión con su vecino. El actual escenario de Siria, que incluye tensiones y tanteos entre grandes potencias, puede ser fácilmente superado por otros en el siglo del cambio global. Se impone, dijo ayer en su discurso el Presidente chino, Xi Jinping, “reflexionar sobre el futuro de la gobernanza mundial, sobre la construcción de una comunidad humana con un futuro compartido”. Un acuerdo sobre el clima, jurídicamente vinculante y mínimamente realista en términos de la diferente responsabilidad histórica de unos y otros, se inscribiría en eso y sería un óptimo precedente para los demás retos del siglo, entre ellos la desigualdad global y la proliferación de recursos de destrucción masiva.

“Desde la cumbre de Copenhague de 2009 el coste de la energía solar ha disminuido un 50%”, explica Keya Chatterjee, portavoz de Uscan, una de las muchas organizaciones no gubernamentales que participan en la cumbre. En su prodigiosa encíclica del 24 de mayo (Laudato si) el papa Francisco se puso muy por delante de los políticos al reconocer la “deuda ecológica” entre el Norte y el Sur y relacionar la situación del clima con, “un sistema de relaciones comerciales y de propiedad estructuralmente perverso”. La conciencia social y la economía avanzan junto con las emisiones y los riesgos. ¿Botella medio llena, o medio vacía?

“Respecto a Kioto, hemos cambiado de dimensión”, dice Valérie Masson-Delmotte, coopresidenta del grupo encargado de establecer los hechos científicos sobre causas y evoluciones del cambio climático (GIEGC). Mucho depende de si en esta cumbre se alcanza un acuerdo jurídicamente vinculante que obligue a los contaminadores a realizar profundos recortes en sus emisiones y en el que los más ricos y responsables financien esa “responsabilidad común pero diferenciada” que comunica al Norte con el Sur. En París hay mucho en juego.
La Vanguardia
Fuente: http://blogs.lavanguardia.com/paris-poch/2015/11/30/paris-el-encuentro-del-siglo-47300/