Alan Turing y un puñado de científicos,
que podrían estar sacados de la serie The big bang theory, reunidos en Betchely Park, un conjunto de edificios en torno a una mansión histórica situado en la campiña de las afueras de Londres, fueron fundamentales para ganar la II Guerra Mundial. Alguna de las técnicas que utilizaron para descifrar los códigos de la máquina Enigma, que los nazis usaban para las comunicaciones cifradas con sus submarinos en el Atlántico Norte, se han mantenido secretas hasta tiempos muy recientes. Conocer las intenciones de los submarinos alemanes era crucial para lograr la victoria porque, con Europa ocupada los nazis casi en su totalidad, los suministros llegaban desde América. Alan Turing, rehabilitado este martes por el Reino Unido tras haber sido condenado por homosexual hace 60 años, fue fundamental en este proceso.
La historia ficción es una ciencia tan entretenida como absurda.
Es imposible prever qué hubiese ocurrido si no se llega a romper el código nazi. Harry Hinsley, un veterano de Betchley Park y el historiador oficial de los servicios de inteligencia británicos, relató a la BBC que la II Guerra Mundial se hubiese prologado durante dos años más y que, incluso, su resultado hubiese sido incierto. Antony Beevor, uno de los grandes historiadores del conflicto, en cambio, relató en una entrevista con este diario con motivo de la publicación de su monumental La segunda Guerra Mundial (Editorial Pasado y Presente), que Bletchley Park no fue tan importante en el gigantesco conflicto. “Jugó un papel crucial en la Batalla del Atlántico, pero su influencia en otros aspectos de la guerra ha sido muchas veces exagerada”, aseguró. “Las innovaciones tecnológicas en general sí jugaron un papel fundamental en la victoria de los aliados. Los británicos eran muy buenos en algunos aspectos —el radar, el primer ordenador utilizado para los análisis criptográficos—, pero los estadounidenses mostraron una inventiva enorme.
Aprendieron y se adaptaron muy rápidamente.
Por ejemplo, comenzaron el conflicto con aviones muy anticuados con respecto a los Zero japoneses, pero rápidamente los mejoraron y fueron capaces de producir, uno tras otro, aparatos muy sofisticados”. La gigantesca injusticia cometida con Turing no fue la única de la inteligencia de la II Guerra Mundial. En el Pacífico, los estadounidenses utilizaron un código para sus comunicaciones tan sencillo como indescifrable: el idioma de los indios navajo, los famosos Code Talkers. En parte porque el código nunca fue descifrado —se utilizó también en la Guerra de Corea entre 1950 y 1953—, pero, sobre todo, porque eran indios su papel en el conflicto continuó siendo secreto y, por lo tanto ignorado durante décadas. Solo recibieron la medalla del honor del Congreso el pasado 20 de noviembre. Un poco antes que le llegó el perdón a Turing.
Fuente: El País.
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viernes, 27 de diciembre de 2013
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