Como si no tuviéramos bastante controversia este otoño desembarca ahora en Barcelona la de Leni Riefenstahl, que dura ya más de medio siglo y no consiguió cerrarla ni la muerte de la propia cineasta en 2003 a la edad de 101 años (con su proverbial mala leche, eso sí, intacta).
Llega para hacer temporada en la sala Muntaner (hasta el 17 de diciembre), tras estrenarse en función única en mayo en Sabadell, el espectáculo Leni, del director checo afincado en Barcelona Pavel Bsonek, centrado en la polémica figura de la camarógrafa entusiasta compañera de viaje de los nazis a la que encarna en escena Montse Guallar.
La historia de Riefenstahl (autora de las grandes visualizaciones de la épica nazi como El triunfo de la voluntad), sus silencios, sus mentiras, sus olvidos y sus complicidades y oportunismos, se recrea en la obra a partir de una entrevista ficticia en 1974, un encuentro que en realidad nunca tuvo lugar con el presentador estrella de la televisión estadounidense de los setentas Johnny Carson, interpretado por Sergi Mateu. En la pieza, de 80 minutos, Carson trata de acorralar a Riefenstahl con su pasado nazi en aras de su show en la NBC y en busca de la audiencia. Aunque la entrevista es inventada, las preguntas y respuestas son auténticas, sacadas de otros contextos. En la obra aparecen otros dos personajes, el asistente para todo de Riefenstahl Horst Kettner (Carles Goñi) y una mujer alemana (Minnie Marx)
Guallar se declara fascinada con Riefenstahl. "No sabía nada de ella, iba al papel sin prejuicios, limpia, y me encontré con una mujer excepcional, bailarina, actriz de filmes de montaña para protagonizar los cuales no dudaba en escalar sin cuerdas, después directora de cine, inventora de un estilo documental aplaudido en los grandes festivales de Europa... ¡y hasta se convirtió en la submarinista más vieja del mundo!” (para rodar sus filmes sobre el mundo marino que alguien calificó con gracejo como “el triunfo de las agallas”). El ingenio y el coraje físico indiscutibles de Leni Riefenstahl "me ayudaron a interpretarla, siempre tienes que defender a tu personaje, aunque hagas de un nazi; muchos actores han encarnado incluso a Hitler".
Guallar recuerda que Riefenstahl “siempre sostuvo que no era culpable de nada. No mató a nadie. No hizo películas antisemitas. Era muy ambiciosa, eso sí, y cuando vio la oportunidad para desarrollar su talento, la aprovechó. Defendía la belleza y grandeza. No la considero una mala en absoluto”.
La actriz apunta que a Riefenstahl, que ciertamente no fue miembro del partido nazi y pasó el corte de la desnazificación tras la guerra (nich betroffen), “se la ha acusado de no pedir disculpas, pero es que ella no creía que tuviera que hacerlo”.
Más intransigente es el director, Bsonek, pero, claro, él no tiene que meterse en la piel de la cineasta (menos arrugada de lo que estaba en realidad: la puesta en escena nos ofrece, en favor de Guallar, muy guapa en su madurez, a una Riefensthal más joven de lo que tocaría por las fechas). “La obra trata sobre la responsabilidad del artista, sobre el precio que ha de pagar quien colabora con un sistema dictatorial e inhumano”, reflexiona el director, para el que a Riefenstahl “no le importaba para quién trabajaba sino cómo trabajaba”.
“Es un combate de boxeo intelectual”, señala de la obra Sergi Mateu, “una lucha entre dos personalidades muy fuertes y en la que cada una defiende su territorio”. Carson, “va a defender su show, intenta poner a Leni contra las cuerdas y todo vale para exprimir el jugo de su pasado, aunque sea usando técnicas dudosas”. Mateu considera que “no hay buenos y malos de entrada; aunque parezca que ella es la mala, posiblemente ni ella es tan mala ni él tan bueno”. En la obra, Carson atrae a la Riefenstahl a su programa con la excusa de hablar de sus libros sobre los Nuba, la etnia sudanesa que le obsesionó en los años setenta. Unos libros, por cierto que también resultaron polémicos por su falta de objetividad científica y su tinte racista, precisamente: Susan Sontag, a la que Riefenstahl odiaba más que a nadie, señaló la continuidad fascista en la mirada de la camarógrafa...
https://elpais.com/cultura/2017/11/15/actualidad/1510778432_110539.html
GITANOS DEPORTADOS Y MASACRE POLACA
Entre los juicios más demoledores sobre Leni Riefenstahl figura el del crítico del New YorkerTerence Rafferty: “Si uno la cree es una clase de monstruo, y si no, es otra clase de monstruo”. A su muerte, la ministra de Cultura alemana Christina Weiss manifestó que su carrera muestra que uno nunca puede llevar una vida honesta si está al servicio de lo falso y que el arte nunca es apolítico.
Dos episodios la dejan especialmente mal. Uno es el uso de gitanos deportados en el rodaje de su versión de Terra Baixa para hacerlos pasar por catalanes (luego los devolvieron a las SS y acabaron en Auschwitz): la cineasta mintió al decir que desconocía su situación. El otro asunto es el de su presencia, con su Unidad Especial de Cine, en la masacre de Konskie, en Polonia en septiembre de 1939, que también negó, aunque hay fotos en las que aparece.
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