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martes, 15 de agosto de 2023

_- Leica: la cámara que retrató la historia y esquivó su propia muerte.


_- En 1936, en Cerro Muriano (Córdoba), la muerte de un miliciano con los brazos en cruz quedó inmortalizada a través del objetivo de una Leica. En 1960, otra máquina de la casa alemana sirvió para captar una de las imágenes más icónicas y explotadas del revolucionario Ernesto Guevara. El mundo vio, 12 años después, el dolor del napalm en el rostro de una niña por el visor de una M2. Leica era entonces sinónimo de fotografía y saber hacer, pero la llegada de la digitalización a mediados de los noventa la dejó herida de muerte, a un paso de convertirse en una nota al pie de la historia que contribuyó a documentar. Aún había, sin embargo, espacio para un capítulo más. Tras su recuperación a finales de la primera década del milenio, la compañía, que cerró 2022 con una facturación de 500 millones, la mejor de su trayectoria, vuelve a ser un referente, y sus cámaras, objeto de deseo.

Custodiado a su izquierda por cámaras y fotos hechas con ellas, el actual consejero delegado, Mat­thias Harsch, dice que la historia de Leica está ligada a la innovación, un aspecto constante en la mentalidad de la familia Leitz, propietaria de la empresa en sus inicios. “Siempre invirtieron mucho en nueva producción, en la educación de la gente… Esto es algo que impacta de manera positiva en la compañía desde hace más de 100 años”, asegura en una sala exterior de la madrileña Fundación Francisco Giner de los Ríos, escenario de la presentación a mediados de junio del nuevo modelo Q3.

Aunque su nombre está indiscutiblemente asociado al de los Leitz, fue Oskar Barnack, ingeniero de la compañía Ernst Leitz-Wetzlar, que por entonces fabricaba microscopios y binocu­lares, el que alumbró en 1913 el primer prototipo, la UR-Leica. Era ligera, usaba rollo de pelícu­la de 35 mm y hubo que esperar algo más de una década para que, mejorada y patentada, pasase a producción. Antes de la Segunda Guerra Mundial, cuando Ernst Leitz II, que sucedió a su padre en la dirección, y su hija Elsie Kuhn-Leitz ayudaron a judíos perseguidos a abandonar Alemania, en ocasiones haciéndolos pasar por empleados, Leica ya tenía tres cámaras en el mercado. “En la Primera y Segunda guerras mundiales, la compañía se estaba, de alguna manera, desarrollando y creo que durante los sesenta, setenta y ochenta funcionó extremadamente bien”, asegura Harsch.

Sus cámaras pasaron por las manos de Henri Cartier-Bresson, Gerda Taro y Emdre Ernö Friedmann (que usaban el alias Robert Capa), Inge Morath, William Klein, Ilse Bing, Alberto Korda, Nick Ut y Sebastião Salgado, entre otros. Su trayectoria y repu­tación eran sólidas, pero a mediados de los noventa, ya bajo el nombre de Leica y separada de las divisiones Microsystems y Geosystems, a la compañía que había sido capaz de revolucionar la fotografía se le atragantaron los nuevos tiempos.

Cuando la digitalización llamó a su puerta, no tenían todo el dinero necesario para la travesía. “Si pasas de analógico a digital, tienes que creer que lo digital es un mundo nuevo”, cuenta Harsch. “Yo creo que el efecto positivo de una larga trayectoria es que la marca es estable y la gente la conoce, su percepción es clara. Pero, si llegan cambios tecnológicos, a veces estas compañías tienden a pensar que no van a afectarles”. Pero lo hicieron. “Y eso nos condujo a una situación a principio de los años dos mil en la que la compañía estaba más o menos… muerta”.

A un paso de la insolvencia, su tabla de salvación tenía nombre y apellido: Andreas Kaufmann. El inversor comenzó a hacerse con acciones de la compañía, por entonces cotizada en Bolsa, y entre 2002 y en 2006 obtuvo el control del 97% del capital tras llegar a un acuerdo con Hermès, que se había convertido en el principal accionista en 2000. Kaufmann aportó a la compañía, señala Harsch, financiación y visión. Por otro lado, cuando aún compartían accionariado, apostaron por abrir tiendas propias, lo que supuso un punto de inflexión. “Es una experiencia de usuario completamente diferente”, defiende el consejero delegado. “Sin nuestras tiendas propias no creo que Leica estuviera donde está hoy”.

El lanzamiento de la M9 en 2009 selló la recuperación de la empresa. “El resultado fue realmente brillante”, comenta ­Harsch sobre la máquina. Cuando se corrió la voz, relata el directivo, el movimiento se reactivó en todo el mundo. En 2011, con el fin de apuntalar el crecimiento, el gigante del capital riesgo Black­stone adquirió el 45% de las acciones. “Creo que es un buen equilibrio entre un accionista visionario orientado al producto, Kaufmann, y un socio un poco más orientado a las finanzas”, cuenta el directivo.

Precios elevados
Hoy Leica está en el mejor momento de su historia en lo que a facturación se refiere, a pesar de los presagios oscuros que traían consigo los teléfonos inteligentes y sus cada vez mejores cámaras. La compañía cerró el pasado abril el ejercicio fiscal con ingresos de unos 500 millones de euros, un 11% más que el anterior. “Ha sido de récord absoluto”, asegura Harsch. Detrás de estos números está, apunta, su posicionamiento en un mercado de alta gama y la crisis de la covid-19, que hizo que el presupuesto de algunos consumidores pasase de unas actividades a otras, además del trabajo de los últimos años.

Puede que, como dice Harsch, no haya un cliente tipo, pero las Leica no están al alcance de todos. Las compactas tienen un precio de salida de unos 1.300 euros; el cuerpo de la CL cuesta unos 2.500; el de la nueva Q3 ronda los 6.000, y el de la M11, los 8.800. Entre sus usuarios, el consejero delegado cuenta, entre otros, coleccionistas, perfiles del mundo lifestyle —­de los que en ocasiones cree que no hacen fotos, que simplemente quieren tener la cámara— y jóvenes interesados en la fotografía que llegan al ecosistema a través de su mercado de segunda mano.

Leica aspira a alcanzar los 700 millones de facturación en los próximos tres o cuatro años. Para conseguirlo, Harsch apunta a nuevas aperturas en territorios en los que aún hay margen y al potencial del comercio electrónico. También al lanzamiento de nuevos productos dentro y fuera de la fotografía, como los relojes o los proyectores. “El del cinema tv es un mercado enorme”, apunta Harsch. “Para mí va a cambiar la manera en la que vemos televisión en casa”, aventura.

domingo, 11 de agosto de 2013

Lo que necesitas para ser feliz

Sensaciones, personas, afectos, armonía… Si tuviéramos que elegir, las emociones estarían antes que los bienes materiales

Imagínese que le han ofrecido el proyecto de su vida… no importa si es personal, laboral o de cualquier otro tipo. Es un proyecto que ni puede ni desea rechazar. Se tiene que marchar muy lejos y le conceden diez deseos para convencerle. Usted puede llevarse diez cosas, lugares, experiencias… Diez hábitos, elementos u objetos a los que no querría renunciar bajo ningún concepto. ¿Preparado para viajar, preparado para hacer esta elección? Se trata de diez imprescindibles en su vida para ser feliz en su nuevo destino y con su nueva historia. ¿Qué se llevaría?

A pesar de que con esta pregunta todo el mundo empieza a fantasear, al final la elección del decálogo es muy similar para todos. Lo que la mayoría de las personas dicen necesitar para ser felices es más básico y más fácil de obtener de lo que imaginamos. Nadie elige al final un coche de superlujo ni a una mujer u hombre espectacularmente atractivos.

La familia. Sobre todo la familia inmediata, esa que convive con usted: sus hijos, su pareja, su compañero de piso, el padre o madre que admira o la abuela que tanto adora. Personas con las que comparte miedos, alegrías, decisiones, que están para dar apoyo y seguridad. Acompañantes con los que se puede estar en silencio sin que el silencio parezca incómodo. Su núcleo.

Sus amigos. A quienes confía sus secretos, sus inquietudes, y con quien abre su alma. Los que le dan la mano para tirar de usted cuando está en lo más hondo y los que se alegran de forma sincera de sus éxitos. Amigos que le quieren de verdad, sin envidia y sin rencor.

Su trabajo. El trabajo es un lugar en el que uno se siente productivo, aporta ideas, participa, resuelve problemas, se relaciona con gente. El trabajo, bien gestionado y bien dirigido, es una fuente de placer. De hecho, uno de los principales motivos por los que las personas deciden trasladarse de ciudad y distanciarse de su gente. Si eligieron su dedicación por vocación, a pesar de las quejas, el esfuerzo, los horarios o la rutina, si tuvieran que viajar lejos, querrían llevarse el concepto “desempeñar una profesión”.

Sus libros, su música, las fotos y todo lo que le identifica y con lo que se ha sentido en armonía durante su vida. La cultura es ocio, es crecimiento personal, es disfrute, es fluir. Es una seña de identidad. La literatura y la música provocan un potente chorro de emociones, le hacen sentir vivo, le evocan recuerdos de la infancia, del momento en el que se enamoró e incluso de cuando sufrió.

Hay libros de los que no se despren­­dería jamás, cedés que volvería a comprar cada vez que los perdiera, fotos que le provocan sonrisas… Ese material que de vez en cuando desempolvamos para revivir, para sentir la nostalgia y el paso del tiempo y recuperar esas sensaciones que nos dejaron huella en el alma.

“La felicidad humana generalmente no se logra con grandes golpes de suerte, sino con pequeñas cosas que ocurren todos los días” (Benjamín Franklin)

El estilo de vida. Las actividades que le hacen sentir de forma plena, como ir al cine, practicar deporte, pasear, jugar al fútbol, quedar con amigos, su manera de cuidarse, etcétera. El estilo de vida está relacionado con elecciones que ha ido haciendo a lo largo de su existencia y que la experiencia le dice que le sientan bien, tanto a nivel de salud como de ánimo.

El Baúl de los recuerdos. Lugares especiales que fueron formando la memoria de la vida, la de las experiencias tristes, románticas, apasionadas, salvajes, irascibles. En este baúl no hay tangibles, hay momentos: una cena en la que tomó una decisión importante, una mirada, el amigo que le traicionó, una pelea que no olvida, la cara emocionada de su hijo, el agradecimiento hacia la gente que le ha hecho bien en su vida… En el baúl también se lleva la experiencia, la formación y todo lo que ha ido aprendiendo de la vida.

El baúl condiciona mucho su carácter. Las personas que guardan más momentos felices que tristes tienden a estar en paz y en equilibrio. Mientras que las personas que miran atrás y se centran en los agravios, en las deslealtades o en sus errores se sienten irascibles y con la idea de que la vida les debe una.

Los animales domésticos. Para las personas que comparten su vida con uno, forma parte de su familia. No los abandonarían ni los dejarían fuera del proyecto.

Las emociones, las risas, el llanto, la pena, la frustración, la alegría. Ni el baúl de los recuerdos ni la lectura ni las fotos ni la música tendrían sentido si no generaran emociones. Las emociones nos hacen sentir vivos. Huimos de la rutina aburrida, la que nos convierte en autómatas, la rutina que nos pinta el alma de gris. Las personas buscan agitarse, enamorarse, sentir mariposas, ilusionarse, porque las emociones son nuestro motor.

Tecnología. Hay personas que, por trabajo o por diversión, le dedican muchas horas al día, que, bien gestionadas, han colaborado para que tenga una vida más fácil. Es cierto que le pueden esclavizar y provocar la sensación de tener que vivir deprisa, dando respuestas inmediatas a todo, pero a pesar de sus inconvenientes, pocas son las personas que hoy rechazarían los avances tecnológicos.

La ciencia, la medicina, los descubrimientos, la ingeniería, la inteligencia… todo lo que al ser humano le ha permitido avanzar, descubrir e investigar. Estas disciplinas son una fuente de superación para la humanidad. Nadie quiere dejar atrás los grandes avances que permiten vivir en un mundo más cómodo, confortable y seguro.

¿Y a usted qué le falta para ser feliz? ¿Coincide con el decálogo? Sea cual sea el déficit, tiene arreglo. Porque este decálogo, excepto el tener trabajo, no depende de la crisis. Depende de su valentía, de tomar decisiones, de orientarse hacia lo que se disfruta en lugar de hacia lo que resta. Está al alcance de casi todos los que disfrutamos del privilegio del primer mundo. Somos nosotros quienes tenemos que plantarle cara a la vida y envalentonarnos.

Diversos estudios científicos han demostrado que las personas son mucho más felices con las experiencias que con los bienes materiales. Lo material pierde valor nada más adquirirlo, pero la huella que dejan las emociones fruto de las experiencias perdura en el tiempo, en la memoria. Y recordando una vivencia podemos volver a experimentar lo que sentimos sin tener que repetirlo.

Empiece por decidir qué punto del decálogo le gustaría potenciar o tener en el caso de que no lo posea, y defina cómo quiere satisfacerlo. Tener experiencia con los puntos del decálogo depende en gran parte de nosotros mismos. Elegimos a nuestras parejas, decidimos tener hijos, escogemos a los amigos, formamos nuestro estilo de vida, decidimos recordar un agravio u olvidarlo, disfrutamos con nuestros hobbies, damos valor a los avances, nos fascinamos con una obra de arte o nos recreamos en la lectura. A pesar de que el valor del dinero es importante, en el decálogo no es determinante para ser feliz.

Lo de pedir un deseo y que se elija "que me toque la primitiva” es más utópico que real. Cuando nos vemos en la tesitura de tener que elegir con criterio y de verdad, su atención está puesta en lo importante. Las personas felices lo son no porque tengan más que otros, sino porque ponen su atención en lo que tiene sentido.

“La felicidad es interior, no exterior; por tanto, no depende de lo que tenemos, sino de lo que somos” (Henry van Dyke)

Entrenarse para ser feliz es entrenarse para vivir, o viceversa. Lo uno lleva a lo otro. Pero entendiendo este concepto en toda su envergadura, existir para soñar y para recrearnos en lo que suma. Nadie firma un contrato ni promete pasar por un calvario para ser dichoso. No hay mejor paraíso que el que generamos a nuestro alrededor. La vida es un lugar para disfrutar, para rodearse de buena gente, para sacar lo mejor que lleva dentro, para compartir, para ser bondadoso; en definitiva, para ser persona. ¿A qué espera? Hoy es un buen día para ser feliz.


Una canción
- "El sitio de mi recreo", de Antonio Vega.

Una película
- "Como agua para chocolate", de Alfonso Arau.

Una frase y un libro
- "Solo se ve bien con el corazón, lo esencial es invisible a los ojos", en 'El principito', de Antoine de Sant-Exupéry.

Fuente: El País.