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miércoles, 25 de mayo de 2011

El enigma de la bondad

En la sociedad actual la bondad está depreciada. Cualquier otro valor, o incluso contravalor, está mejor considerado; la astucia, la inteligencia, la ambición, la dureza, o incluso el egoísmo, la insolidaridad o maldad, están mejor valorados como deseables. Hemos visto que la corrupción ha sido ignorada a la hora de votar en nuestro país, si no ha sido incluso un plus de "valentía" lo que no deja de ser grave,...

No obstante la bondad tiene algo de atractivo aunque sea un enigma. La bondad depende del individuo más que ningún otro valor, de su voluntad, al contrario que por ejemplo su inteligencia que depende más de la naturaleza recibida o heredada. La bondad es un triunfo voluntario muchas veces contra el destino o la injusticia, contra el mundo, contra la naturaleza. Junto a la creatividad es la que más nos acerca a los dioses, a los dioses bondadosos, amorosos, benevolentes, el triunfo del amor contra la maldad y el odio,... el triunfo de lo humano,... El Bien, La Virtud, La Fraternidad.

"Escribir es bueno. Habría que ver cómo estaríamos algunos de la cabeza si no escribiéramos. Cuántas neurosis se desatarían, cuánta actividad mental iría destinada tan solo a manías compulsivas. Escribir es bueno... esto se me venía a la cabeza estos días, mientras leía las memorias del hispanista americano Thomas Mermall que acaba de publicar Pre-Textos. El inicio del libro es abrumador. Mermall fue el único niño judío de una amplia zona de Hungría que sobrevivió a la persecución nazi. Su madre, enferma, acabó sus días en Auschwitz, mientras su padre y él salían huyendo hacia el bosque y sobrevivían gracias a la bondad de un hombre que puso en peligro su vida y la de sus hijos para salvar a aquellos dos fugitivos...

...El otro día, en la presentación que de su libro hizo en el Cervantes de Nueva York, Thomas reflexionaba sobre esa cosa rara que es la bondad. Tantas veces intentamos analizar a los criminales, a los seres que apestan la tierra, y qué pocas dedicamos el mismo esfuerzo a comprender qué puede llevar a un campesino a arriesgar su vida por un hombre y su hijo de seis años, a los que no conoce. Qué nos lleva a ser bondadosos hasta ese extremo y qué nos lleva a superar el dolor sin remordimiento y sin ánimo de venganza. Thomas Mermall ha llamado a sus memorias Semillas de gracia: son las que su madre sembró en él en solo seis años. Un amor que Thomas ha atesorado toda su vida de huérfano y de las que aún hoy, nos confesó, brota su inquebrantable deseo de vivir." Leer todo el artículo de Elvira Lindo en "El País", aquí.