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viernes, 8 de marzo de 2024

Cómo envejecer con gracia.

Nuestra columnista de salud personal, que acaba de cumplir 80 años, evalúa su vida y decide cómo vivirla mejor.

 Credit...Gracia Lam
El día después de mi cumpleaños número 80, que se desbordó de buenos deseos, sorpresas y celebraciones a prueba de covid, me desperté sintiéndome realizada y pensando que, pase lo que pase en adelante, estoy bien con ello. Mi vida ha sido gratificante, mi lista de deseos está vacía, mi familia es próspera, y si todo se acaba mañana, que así sea.
No es que anticipe hacer algo que acelere mi muerte. Seguiré haciendo ejercicio con regularidad, comiendo de forma saludable y esforzándome por minimizar el estrés. Pero también estoy haciendo un balance de los muchos rasgos comunes del envejecimiento y decidiendo qué debo reconsiderar.

He encontrado mucha inspiración y orientación en un nuevo libro, Stupid Things I Won’t Do When I Get Old, de Steven Petrow, escrito con Roseann Foley Henry. Petrow, que también es columnista, pero es casi dos décadas más joven que yo, empezó a pensar en el futuro tras observar los errores de sus padres al envejecer, como esperar demasiado tiempo para conseguir aparatos auditivos.

Yo hice un inventario similar de mi vida y empecé por arriba, con mi pelo. Llevaba décadas pintándomelo, cada vez más claro a medida que envejecía. Pero me di cuenta de que durante la pandemia, muchas personas (tanto hombres como mujeres de todas las edades) habían dejado de cubrirse las canas. Y se veían bien, a veces mejor que con el pelo teñido de oscuro por encima de una fachada arrugada. Hoy en día, yo también tengo canas y me encantan, ¡aunque ya no puedo culpar a mi perro de los pelos blancos en el sofá!

También he resistido la tentación común de cubrir otros problemas cosméticos. Ahora apenas me maquillo y mi traje habitual de verano sigue siendo el de pantalón corto y camiseta de tirantes. Malditas arrugas. Estoy orgullosa de tenerlas.

Pero me seguiré irritando con la mala gramática y corregiré el mal uso del lenguaje siempre que pueda.

Y me resistiré obstinadamente a modificar mis hábitos solo por evitar posibles tragedias que otros prevén. Paseo a mi perro por el bosque sobre rocas resbaladizas, raíces y troncos caídos para poder disfrutar de su intrépida energía y atletismo y mejorar mi propio equilibrio y confianza en mí misma. El médico que controla mi salud ósea termina cada consulta con una orden: “No te caigas”, y el traicionero paseo por el bosque forma parte de mi respuesta. Como subrayó Petrow, el miedo a las caídas “en realidad puede provocar más caídas”, ya que te hace estar indebidamente ansioso, vacilante y centrado en tus pies en lugar de en lo que tienes delante.

Mi cocina se construyó para una cocinera de metro y medio que, gracias a la escoliosis y mi encogimiento, es ahora varios centímetros más baja. Eso significa que a menudo trepo para alcanzar artículos que no puedo guardar en un estante más cercano. Pero siempre utilizo un taburete robusto, a diferencia de un amigo de 78 años que tontamente se subió a una silla (un gran no-no), se cayó y se lesionó la espalda.

Cuando le pregunté a una mujer de mi edad cómo se sentía, me dijo: “tengo problemas”, y yo le contesté: “todos tenemos problemas. El secreto para envejecer con éxito es reconocer los propios problemas y adaptarse a ellos”. Aprendo constantemente lo que puedo y lo que no puedo hacer y pido o pago ayuda cuando la necesito.

Tarde o temprano, todos debemos reconocer lo que ya no es posible y encontrar alternativas. Hace años, la mecánica del cuerpo me obligó a dejar el tenis y el patinaje sobre hielo, y ahora la extenuante jardinería. Sigo haciendo paseos de 16 kilómetros en bicicleta varias veces a la semana cuando hace buen tiempo, pero los viajes en bicicleta de dos semanas subiendo y bajando colinas ya son historia.

Una querida amiga de más de 90 años es mi modelo a seguir y me ayuda a tener los pies sobre la tierra. Cuando le pregunté si me acompañaría en un viaje al extranjero, me dijo: “Gracias, pero ya no estoy para el nivel de actividad que implica”.

Me prometí dejar de hablar con quien quiera escuchar sobre mis dolores, molestias y achaques, lo que Petrow llamó el “recital de órganos”. No proporciona alivio; de hecho, puede incluso empeorar el dolor. En lugar de infundir empatía, el “recital de órganos” probablemente aleje a la mayoría de la gente, especialmente a los jóvenes.

Y yo aprecio a mis amigos jóvenes que me mantienen joven de espíritu y centrada en cuestiones importantes para mis hijos y nietos y el mundo que heredarán. Ellos, a su vez, dicen que valoran la información y la sabiduría que puedo ofrecer.

También me esfuerzo por decir algo halagador o alegre a un desconocido cada día. Eso alegra la vida de ambos y me ayuda a centrarme en la belleza que me rodea. Pero mi consejo más valioso: vive cada día como si fuera el último, con un ojo puesto en el futuro por si no lo es, una lección que aprendí de adolescente cuando mi madre murió de cáncer a los 49 años. Su muerte me acostumbró a las pérdidas catastróficas, que manejo mejor que las pequeñas.

Lo más difícil en el futuro será manejar. Cuando tenía unos 70 años, mis hijos empezaron a pedirme que dejara de conducir simplemente por mi edad. No había tenido ningún accidente, ni siquiera casi accidentes, ni me habían puesto una multa por una infracción de tráfico. Aun así, me subieron el seguro de responsabilidad civil (OK, dije, si les hace sentir mejor). Y, para quitármelos de encima, dejé mi minivan de diez años y la sustituí por uno de los carros más seguros de la carretera, un Subaru Outback.

Al igual que muchos otros autos del mercado, el Subaru cuenta con varios accesorios de protección que compensan la disminución de los sentidos y la lentitud de reacción que acompañan al envejecimiento. Me avisa cuando se acerca un carro, una bicicleta o un peatón al salir de un estacionamiento. Se detiene en seco cuando algo aparece o se detiene repentinamente frente a mí. Si giro la cabeza para ver algo, parpadea “Mantenga la vista en la carretera”.

También estoy empezando a enfrentarme a otro problema agobiante especialmente común entre quienes han vivido mucho tiempo en un mismo lugar: el desorden. Tengo un miedo latente a “quedarme sin” cosas y por eso compro y guardo crónicamente más que suficiente de todo. Mi difunto marido decía que nuestra casa era un refugio antiaéreo que podía mantenernos durante un año. También soy terrible a la hora de deshacerme de objetos que algún día pueden ser útiles. Me dijo que le recordaba a una anciana que conocía que guardaba trozos de cuerdas “demasiado pequeños para usarlos”. Estoy tomando a pecho su consejo. Deséame suerte.

Jane Brody escribe la columna de salud Personal Health, un cargo que ha ocupado desde 1976. Ha escrito más de una decena de libros incluyendo los éxitos de ventas Jane Brody’s Nutrition Book y Jane Brody’s Good Food Book.




sábado, 3 de diciembre de 2022

_- PSICOLOGÍA Un paseo con Freud o cómo caminar tiene efectos positivos sobre la mente


_- Un viernes de agosto de 1910, dos caminantes de mediana edad fueron vistos dando un largo paseo por las calles de Leiden. Los lugareños pudieron haber adivinado que uno, algo inquieto, buscaba el consejo del otro. Más que charla casual, fue una sesión de terapia de cuatro horas —el breve psicoanálisis de Gustav Mahler por Sigmund Freud—. El músico, habiendo trabajado en su décima sinfonía, la última antes de morir, estaba angustiado porque su esposa, Alma, estaba teniendo una aventura con el arquitecto Walter Gropius. Dejando de lado el contenido de la sesión, el contexto es instructivo: Mahler había cancelado dos citas y, cuando solicitó una tercera, la única posibilidad fue verse en el sur de Holanda, donde Freud pasaba el mes, lejos del consultorio, por lo que el encuentro tuvo que realizarse a pie. Pensando en Mahler y Freud, durante la pandemia transformé el marco de mi práctica, al proponerles a algunos de mis pacientes que realizáramos nuestras sesiones al aire libre. Caminar juntos —con la mirada hacia el horizonte, sin mirarnos a los ojos— nos permitió configurar un paradigma peripatético del diván y emprender la aventura de descubrir la cura en nuestro andar. 

La itinerancia involucra a todo nuestro ser, abre un mundo de acordes y correspondencias, condiciona la relación espacial del yo sintiente. Nuestro enlace profundo entre el movimiento corporal y el entorno facilita un enfoque plural y polifónico de las situaciones recreadas. Como la mayoría de nosotros no tenemos que dedicar mucho esfuerzo consciente al acto de caminar, la mente queda libre para deambular. Es más, la manera en que movemos el cuerpo cambia aún más la naturaleza de los pensamientos, y viceversa —al caminar a nuestro propio ritmo creamos un circuito de retroalimentación axiomático entre el ritmo del cuerpo y nuestro estado mental, que no sería fácil lograr con ningún otro tipo de locomoción—. Mientras caminamos, el ritmo de nuestros pasos oscila naturalmente con nuestros estados de ánimo y con las cadencias de nuestro monólogo interior. De igual forma, es posible cambiar activamente el ritmo de nuestros pensamientos caminando deliberadamente más rápido o disminuyendo la velocidad.

Su vínculo con la salud y su relación con la creatividad son bien sabidos. Al caminar aumentamos el flujo de oxígeno a nuestros tejidos, específicamente el cerebro. Se ha demostrado que caminar con regularidad, incluso levemente, mejora la memoria y la atención, evita el desgaste del tejido cerebral que provoca la edad, aumenta el volumen del hipocampo —una región clave para la memoria—, estimula el desarrollo de nuevas neuronas y acelera la transmisión de mensajes entre ellas. Es una estrategia fácil de implementar para aumentar la producción de ideas novedosas. La poesía y el caminar, por ejemplo, han ido siempre de la mano: Teócrito y Horacio, Dante y Petrarca, Spencer y Woolf se han representado como caminantes que deambulan por un paisaje, traduciendo su movimiento en obras de arte. Thomas de Quincey calculó que Wordsworth caminó unos 290.000 kilómetros en su vida, lo que equivale a un promedio de 10,5 kilómetros diarios desde que tenía cinco años —y su hermana Dorothy, que mantuvo un evocativo diario de sus caminatas, también era una excursionista vigorosa—.

Por supuesto que no todas las caminatas son faenas en solitario. Sarah Hanson, de la Universidad East Anglia, recalca que “caminar en grupo es diferente a caminar solo, hay una gran cantidad de activación, contacto con el entorno y, lo que es más importante, la conexión social. Las personas pueden estar juntas pero separadas… Al enfrentar problemas en los que nuestro estado mental se ve comprometido, hay algo especial en estar en un grupo de caminata”, afirma, haciendo notar que “no es necesario equipo extraordinario, ni comprar ropa cara, no es el gimnasio. Cualquiera puede acceder a la caminata en su propia comunidad, especialmente los más necesitados”. Además, este grupo incluye a menudo a ciudadanos con discapacidades, como demuestra la pintora, escritora y activista Sunaura Taylor en el vídeo Examined Life, mientras “sale a caminar”, como ella lo describe, en su silla de ruedas por Oakland, en conversación con su colega de Berkeley la filósofa Judith Butler. De hecho, en un meta­análisis frecuentemente citado —que comprende 42 estudios con 1.843 participantes—, Hanson y sus colaboradores corroboran que los grupos de caminata son efectivos, con buena adherencia y amplios beneficios para la salud, y concluyen que pueden ser una intervención prometedora como actividad proactiva de promoción de la salud.

En lugar de optar por el tradicional “paseo por el bosque” a la manera del naturalista Henry David Thoreau y tantos otros, Jane Jacobs, una de las figuras clave del urbanismo, igualmente propone un enfoque comunitario innovador centrado en caminar en espacios urbanos. Hoy día, Las caminatas de Jane son conversaciones ambulantes organizadas por personas motivadas —tú, un amigo o un grupo— dentro de tu barrio, que ayudan a descubrir y compartir algo sobre tu comunidad. Pueden enfocarse en una variedad de temas sobre cómo interactuamos, usamos y habitamos las ciudades. El programa ha logrado llevar el potencial de las conexiones comunitarias a ciudades tan variadas como Anchorage y Bombay, a través de caminatas globales, y confirma que hay infinidad de formas de galvanizar el término “peatón”.

David Dorenbaum es psiquiatra y psicoanalista.

https://elpais.com/eps/2022-11-08/caminar-tiene-ilimitados-efectos-fisicos-y-mentales.html

sábado, 8 de octubre de 2016

5 consejos para ser un mejor padre y madre. BBC Mundo

¿Cuáles son las cosas que todos los padres deberían saber antes de emprender "el trabajo más importante de la vida"?

Esa fue la pregunta que le planteamos a la psicóloga educativa y asesora familiar, Zubeida Dasgupta, quien compartió cinco claves para mejorar la crianza y la salud mental de tus hijos.

1. Conéctate y sintonízate con él (Utiliza la empatía mejor que la simpatía)

Para ayudar a tus hijos a sentirse seguros desde el inicio de su vida debes conectarte y sintonizarte con ellos, al tiempo que también estableces límites claros y consistentes.


Tu objetivo debe ser establecer una relación que te permita saber lo que tu hijo necesita en determinado momento, lo que está pensando y sintiendo.

¿Te necesita a ti? ¿O necesita un poco de espacio? Tienes que estar preparado para saber qué es lo que quiere.

Si la relación está sintonizada, entonces el niño se sentirá seguro (algo muy importante) y podrá manejar las dificultades en el mundo externo.

Hay mucha evidencia que muestran que los niños que no obtienen esto en los primeros 1.000 días de su vida no desarrollan una buena capacidad de apego.

Y los momentos de alegría compartida también son importantes porque te harán sentirte bien como padre, y te ayudarán a la comunicación e interacción con tu hijo.

2. Cuida tu propia salud mental

Debes ser consciente de qué es lo que te produce estrés, ansiedad o depresión. Si tú te cuidas bien, estas con mejor ánimo para cuidar y educar a tu hijo

¿Cuentas con una red de apoyo, ya sea tu pareja, amigos, familiares o reuniones locales de padres?

Asegúrate de que tienes apoyo porque esto te hará sentir menos aislado, porque tendrás espacio para desahogarte.

Para los padres que trabajan puede ser realmente estresante compatibilizar y equilibrar la crianza de los hijos el tiempo y la dedicación que requiere con un empleo.

Pero si nos sentimos tranquilos y en calma, si nos sentimos mentalmente bien, podremos apoyar mejor a nuestros hijos.

3. No desbordes sus días con actividades

Da a tus hijos tiempo y espacio.

A menudo queremos llenar sus días de actividades cuando, en realidad, deberíamos quitar el pie del acelerador y tratar solamente de "ser".

Permite que tus hijos tengan espacio, tanto físico como mental, para simplemente "ser".

Demasiadas actividades, sin embargo, ejercen presión y sobre cargan las expectativas en el niño. Eso no les permite tener el espacio para ser ellos mismos y hacerse conscientes de sí mismos.

A menudo vivimos en la modalidad de "apresurado" y no en la modalidad de "ser", de tranquilo.

Si tenemos espacio, tanto en tiempo como en nuestra mente, podemos escuchar lo que nuestros hijos dicen, ya sea verbalmente o no verbalmente. De esta forma será más probable que el niño hable de sus sentimientos.

No tienen que ser horas, sólo pasar 10 o 20 minutos en el mundo de tu hijo, observando, uniéndote a sus actividades, siguiendo o compartiendo su juego.

Dialoga y discute los sentimientos en situaciones diarias. Por ejemplo en los libros, ¿qué sienten los personajes? Muestra con delicadeza interés en lo que tu hijo está sintiendo y pensando.

Esto ayuda a los niños a desarrollar el vocabulario para hablar sobre sus sentimientos.

4. Ayúdalo a ser resiliente y a resistir la frustración

Ayuda a tu hijo a ser más resiliente, incluso desde una edad temprana. Si no puede introducir un cubo en un juego de formas, tú no podrás sentir su frustración ni ayudarle a soportarla.

Aprende a juzgar hasta dónde puedes ayudar a tu hijo a tolerar la frustración. Pero todos nos hemos enfrentado a alguna frustración a lo largo de nuestra vida. Y aprender a ser resiliente y a resistir la frustración es una buena habilidad.

Intenta ser un padre sensible que puede juzgar hasta dónde puede ayudar a su hijo a tolerar la frustración. Así, cuando el niño logre controlar una situación realmente bien, muéstrale lo que ha hecho y ayúdale a reflexionar sobe ello y a evaluarlo.

5. Las "otras cinco" porciones básicas que debemos consumir todos los días

Los expertos en salud afirman que debemos asegurarnos comer cinco porciones de frutas y verduras al día para cuidar y mejorar nuestra salud física.

Pero hay otras cinco cosas que también debemos tener diariamente para mejorar nuestra salud mental:

-Vive el momento con atención plena

-Establece y cuida tus relaciones

-Ejercítate

-Aprende algo nuevo

-Sé generoso

La idea es que hagas un poco de cada una de estas cosas cada día para mantenerte mentalmente sano.

Los padres también deben confiar en sus instintos si están preocupados por la salud mental de sus hijos y pedir consejo a su médico cuando vean que algo va mal.

Y un consejo adicional...
¡Diviértete! Porque la risa libera las hormonas de la felicidad y "el humor constructivo nos abre la inteligencia".

http://www.bbc.com/mundo/noticias-36559324