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miércoles, 24 de julio de 2024

_- Perdonar no siempre es bueno.

An illustration of a hand holding an olive branch. Green leaves are floating off the branch and turning into little birds.
_- Ben Wiseman. Terapeutas, escritores y académicos cuestionan la idea convencional sobre perdonar y alivian la presión para hacerlo. 

Uno de los recuerdos más entrañables de la infancia de Amanda Gregory es un juego al que jugaba con sus dos hermanos. Lo llamaban “la caza de la cucaracha

Consistía en ir corriendo a la cocina por la noche, encender las luces e intentar aplastar las cucarachas con los pies descalzos antes de que los bichos pudieran dispersarse.

Ni su madre ni su padre se molestaban en limpiar, recordó, y dejaban la casa sucia: los suelos estaban llenos de mugre y las alfombras apestaban a orina de gato. Y rara vez hablaban con sus hijos.

Un día ella se lesionó la rodilla y sus padres parecían más molestos que preocupados, contó. Con el tiempo, aprendió a vivir con el dolor. Décadas más tarde, Gregory descubrió que tenía astillas de hueso flotando en la articulación, un problema que requería cirugía.

Cuando era pequeña, nada de esto le parecía raro. Fue mucho más tarde, después de convertirse en terapeuta de trauma en Chicago, cuando Gregory se dio cuenta de hasta qué punto la había afectado la negligencia física y emocional de sus padres. En el curso de su propia terapia, empezó a preguntarse: “¿Necesito perdonar para avanzar más en mi recuperación?”.

Gregory es una de los muchos terapeutas, escritores y académicos que cuestionan la idea convencional de que siempre es mejor perdonar. En el proceso, estos expertos están redefiniendo el perdón, al tiempo que borran la presión para hacerlo.

¿Qué es el perdón?

Normalmente, el perdón se ha entendido como “sustituir la mala voluntad hacia el ofensor por buena voluntad”, afirmó Tyler J. Vander Weele, director del Programa de florecimiento humano del Instituto de Ciencias Sociales Cuantitativas de Harvard.

Algunos académicos, como Robert Enright, han ido un paso más allá, al afirmar que el perdón es la elección de dar bondad a quien no ha sido bueno contigo. Y aunque pueda ser inmerecido, escribió en una ocasión, el perdón puede fomentar “cualidades de compasión, generosidad e incluso amor” hacia quien te ha hecho daño.

“Imagínate decirle eso a un sobreviviente de un trauma”, dijo Gregory. “Es difícil de vender”.

Otros, como Frederic Luskin, investigador y director del Proyecto del perdón de la Universidad de Stanford, ven el perdón como un camino hacia la renuncia a la venganza, el odio o el agravio sin necesidad de sentimientos positivos: los neutros están bien. El objetivo final, dijo, es “estar en paz con tu vida”.

Pero, ¿es cierto, como dijo una vez el premio Nobel de la Paz, el sudafricano Desmond Tutu, que “sin perdón, sin reconciliación, no hay futuro”? ¿Es necesario perdonar para evitar el rencor y el resentimiento?

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¿Qué se consigue con el perdón? Se ha escrito mucho sobre por qué el perdón es beneficioso. En muchas religiones, se considera una virtud. Algunos estudios sugieren que el perdón tiene impactos positivos para la salud mental, ayudando a mejorar la depresión y la ansiedad. Otros estudios han descubierto que el perdón puede reducir el estrés mejorar la salud física favorecer un sueño reparador.
“Perdonar es casi siempre útil, pero eso es diferente a que sea necesario”, dijo VanderWeele.

Es un tema que Gregory aborda en su libro, que saldrá a la venta el año que viene: You Don’t Need to Forgive: Trauma Recovery on Your Own Terms (No necesitas perdonar: la recuperación del trauma en tus propios términos).

En él, define el perdón como un proceso emocional y no como un punto final. A través de este proceso, las personas pueden experimentar menos emociones o pensamientos negativos hacia quien les hizo daño.

Pero se apresura a subrayar que no es lo mismo que la reconciliación. Y no se requiere tener ningún sentimiento positivo hacia quien te hizo daño.

“Se puede perdonar a alguien y no tener nada que ver con esa persona”, afirmó.

Repensar lo que significa perdonar

Ya en 2002, Sharon Lamb, profesora de psicología de la Universidad de Massachusetts, campus Boston, cuestionaba la idea de que el perdón es terapéutico a largo plazo y se preguntó si en algunos casos podría ser incluso perjudicial.

“Quiero que la gente sienta y explore sus sentimientos”, afirmó. “Lleva tiempo trabajar en eso”.

Rosenna Bakari, una coach de empoderamiento que sufrió abusos sexuales en la infancia, dijo que para ella buscar el perdón no era la forma de curarse. En su lugar, añadió, fue más útil permitirse a sí misma sentir rabia y no perdonar después de permanecer callada sobre el abuso durante 40 años.

“Si te preguntas si perdonas o no, aléjate de la pregunta y pregúntate: ‘¿En qué tengo que trabajar para liberarme?’”, dijo Bakari, quien tiene un doctorado en Psicología educativa.

Gregory dijo que algunos de sus clientes nunca buscan el perdón y “progresan mucho en la recuperación”. Otros le dicen que han perdonado y que se sienten muy bien.

“No creo que tenga que ser un objetivo”, dijo.

¿Cómo saber que ha llegado el momento de perdonar?

Susan Shapiro, autora y profesora de escritura en Nueva York, dice que después de romper con su terapeuta y mentor de toda la vida, le rondaba una pregunta: ¿Cómo puede la gente seguir adelante sin obtener la disculpa y el cierre que ansía?

Para su libro de 2021, The Forgiveness Tour (La gira del perdón), entrevistó a líderes religiosos y médicos, y preguntó a otras 12 personas cómo habían conseguido seguir adelante después de haber sido agraviadas. (Entre los ejemplos figuraba una mujer cuyo pastor la presionó para que perdonara a su padre después de que este la violó cuando ella tenía 13 años).

“Hay una especie de industria del perdón general que te dice que tienes que perdonar a todo el mundo”, dijo Shapiro, en referencia a los numerosos libros de autoayuda y las TED que ensalzan el perdón. “Y, curiosamente, descubrí que a veces perdonar puede ser muy autodestructivo y peligroso”.

En el caso de Shapiro, sin embargo, decidió reconciliarse con su antiguo mentor cuando él finalmente expresó remordimiento por el conflicto que los alejó. “Fue muy liberador”, dijo.

Luskin explicó que el perdón, sea como sea que se logre, no sucede de inmediato. La gente necesita tiempo para llorar y “estar en el fango de la infelicidad y el sufrimiento”, añadió.

Después de luchar con la cuestión durante años, Gregory aún no ha perdonado a su padre. Considera a su madre un producto de su propia educación difícil y, aunque no están unidas, las dos siguen asistiendo juntas a terapia familiar.

A veces, dijo, hay que hacer un gran trabajo emocional antes de plantearse el perdón. “El tema del perdón es que es complicado”, dijo Gregory.

Christina Caron es reportera del Times y cubre salud mental. Más de Christina Caron

lunes, 23 de octubre de 2023

Un sucio calzón.

Felipe González y Alfonso Guerra, durante la presentación del libro de Guerra en el Ateneo de Madrid, este miércoles.
Felipe González y Alfonso Guerra, durante la presentación del libro de Guerra en el Ateneo de Madrid, este miércoles.
Este país viene de una larga pobreza y de un secular rencor en su lucha a muerte por una miserable sardina, que hoy se traduce en el resentimiento y en el cabreo político.

El alma humana exuda tres clases de odios extremadamente puros. El más acendrado, el que más sangre ha provocado a lo largo de la historia es el odio teológico. La religión ha ido unida innumerables veces a la daga, a la horca, a la hoguera, a la guerra a degüello, todo en nombre de Dios. En segundo lugar, está el odio entre eruditos y científicos, que lleva a despreciar públicamente el trabajo de investigación de otros colegas, pese a que en esa labor hayan quemado su vida. Esa rivalidad intelectual no produce tantos estragos como causa la fe con sus sectas y herejías, pero inunda de pasiones envenenadas las cátedras y los laboratorios. Finalmente está el odio entre poetas, que nace de una distinta emoción estética y no va más allá del encono y maledicencia en alguna tertulia. 

Estos tres odios son muy desinteresados, solo buscan el reconocimiento, en ellos el dinero no cuenta para nada. En un estrato más superficial del alma, el odio se transforma en envidia e involucra a escritores, artistas, profesionales y políticos cuyo éxito en su profesión repercute directamente en la cuenta corriente o en la fama y la popularidad. 

La envidia es el dolor o enojo que produce el bien ajeno, un vicio, según parece, genuinamente español. Aunque, bien mirado, lo nuestro no es la envidia, que algunas veces puede provocar una sana emulación, sino el resentimiento, una de sus facetas más tenebrosa, que consiste en alegrarse del mal ajeno.

 Este país viene de una larga pobreza y de un secular rencor en su lucha a muerte por una miserable sardina, que hoy se traduce en el resentimiento y en el cabreo político. Se trata de ese secreto placer que a unos viejos políticos, que fueron insignes en otro tiempo, hoy descatalogados, les produce el que un joven líder de su mismo partido acabe siendo derrotado. Así es el alma española puesta a secar como un sucio calzón en un tendedero. 

 MANUEL VICENT

martes, 23 de octubre de 2018

_- Hace más de 100 años, Charles Spearman aseguró que la inteligencia se compone de un factor general: el llamado factor G.

_- Según la teoría del psicólogo inglés, esto explica por qué es probable que las personas que obtienen una puntuación alta en un tipo específico de prueba de inteligencia obtengan una similar en otros tests de inteligencia.

Un siglo después, expertos aseguran que esta misma tendencia también puede aplicarse para explicar la "malevolencia" o el "lado oscuro" de las personas.

Y también le pusieron nombre. Se trata del "factor D".

¿Puede la forma de tu cerebro afectar rasgos de tu personalidad? Un nuevo test de personalidad: ¿con cuál de sus 4 categorías te identificas?

Una nueva investigación llevada a cabo por un equipo de psicólogos de Alemania y Dinamarca sugiere que características como el egoísmo, el rencor o el sadismo comparten un mismo denominador común.

Fin de las recomendaciones Y aunque nos parezca mucho más habitual que una persona pueda ser egoísta antes que psicópata, lo cierto es que el estudio demuestra que todos los aspectos oscuros de la personalidad humana están estrechamente relacionados y se basan en una misma tendencia.

O en otras palabras: si tienes uno de estos rasgos, es muy probable que puedas desarrollarlos.

Según el estudio, el egoísmo comparte un mismo denominador común con otros rasgos oscuros como el rencor o el narcisismo.

Esto significa, según los investigadores, que si una persona exhibe un comportamiento malévolo específico (como el gusto por humillar a otros) tendrá una mayor probabilidad de participar también en otras actividades malévolas como hacer trampa, mentir o robar.

"Los rasgos oscuros tienen mucho más en común que lo que los diferencia. Y el conocimiento sobre este 'núcleo oscuro' puede jugar un papel crucial para los terapeutas que trabajan con personas con estos rasgos específicos", dijo Ingo Zettler, uno de los investigadores y profesor de psicología en la Universidad de Copenhague, en Dinamarca.

"Lo vemos, por ejemplo, en casos de violencia extrema, incumplimiento de normas, mentira y engaño en los sectores corporativos o públicos. Aquí, el conocimiento sobre el factor D de una persona puede ser una herramienta útil para evaluar la probabilidad de que la persona vuelva a delinquir o participe en conductas más dañinas", aseguró.

Anteponer nuestros objetivos
El factor D es "la tendencia general a maximizar la propia utilidad individual, sin tener en cuenta, aceptar o provocar de manera malintencionada la falta de utilidad para los demás, acompañada de creencias que sirven como justificaciones", cita el informe.

O dicho de otro modo, el factor D es el hábito de colocar nuestros propios objetivos e intereses antes que los de los demás, provocándonos en ocasiones placer por el hecho de lastimar a los otros.

Esta tendencia suele ir acompañada de excusas o justificaciones que sirven para evitarnos sentimientos de culpa o vergüenza.

El factor D es la tendencia a anteponer nuestros propios intereses a los de los demás. En el estudio, que acaba de ser publicado en la revista científica Psychological Review, los investigadores preguntaron a más de 2.500 personas en qué grado se mostraban de acuerdo con afirmaciones como "A veces vale la pena sufrir un poco para ver a otros recibir el castigo que merecen" o" Sé que soy especial porque todos me lo dicen ".

También se preguntó a los participantes sobre su agresividad, impulsividad y comportamiento egoísta o poco ético.

Hace más de 100 años, Charles Spearman aseguró que la inteligencia se compone de un factor general: el llamado factor G.

La investigación demuestra que los rasgos oscuros en general pueden entenderse como ejemplos de un núcleo común, aunque pueden diferir en qué aspectos son predominantes (por ejemplo, el aspecto de justificaciones es muy fuerte en el narcisismo, mientras que el aspecto de la falta de utilidad provocada malévolamente es la característica principal del sadismo).

El factor D también está presente en el comportamiento asociado al rencor. Según los expertos, su investigación demuestra cómo este factor D está presente en nueve de los rasgos oscuros de personalidad más estudiados:

Egoísmo: preocupación excesiva sobre la propia ventaja a expensas de la de los demás.
Maquiavelismo: actitud manipuladora e insensible y la creencia de que los fines justifican los medios.
Desconexión moral: estilo de procesamiento cognitivo que permite comportarse sin ética sin sentir angustia.
Narcisismo: excesivo ensimismamiento, un sentido de superioridad y una extrema necesidad de recibir atención de los demás.
Derecho psicológico: creencia recurrente de que uno es mejor que los demás y merece un mejor trato.
Psicopatía: falta de empatía y autocontrol, combinada con un comportamiento impulsivo.
Sadismo: deseo de causar daño mental o físico a otros para el propio placer o para beneficiarse a sí mismo.
Interés propio: deseo de promover y resaltar el propio estado social y financiero.
Rencor: disposición para causar daño o destruir a otros, incluso si uno mismo se daña en el proceso.

https://www.bbc.com/mundo/noticias-45685775