jueves, 19 de enero de 2023

_- René Descartes, la tentación geométrica.

_- La matematización de la realidad arrancó con el francés y, bajo el empuje de la física newtoniana, ha gobernado el destino filosófico de Europa y podríamos decir que del mundo.

Las matemáticas son falsas. ¿Qué se quiere decir? Que falsean la vida, que la tasación numérica y cuantitativa del universo supone un reduccionismo intolerable. Ofrecen un sucedáneo de realidad, siniestro, donde no hay deseo ni voluntad, donde todo sucede impersonalmente. Al mismo tiempo, las matemáticas son la invención más prodigiosa de la imaginación humana. Hacen creer que el fondo de lo real es racional. Y esa fue la fe de Descartes, una convicción que, generalmente, aparece en la juventud. Lo real es racional. Lo real puede someterse al escrutinio matemático y éste lo reflejará fielmente. Esa fue la apuesta de un joven metido a militar, seguro de sí mismo, que advirtió en sueños los signos de su vocación filosófica. Un sueño de juventud que plasmó en el Discurso del método y que ha marcado la Edad Moderna. Hasta el punto de que la fe en la racionalidad del mundo (de origen onírico) todavía se enseña en las escuelas. La matematización de la realidad arrancó con el francés y, bajo el empuje de la física newtoniana, ha gobernado el destino filosófico de Europa y podríamos decir que del mundo.

Creo que fue Bertrand Russell quien dijo que a ningún viejo le interesan las matemáticas. Pues el matemático, como advirtió Demócrito, se arranca los ojos para pensar. Y la vida, cuando es veterana, lo que quiere es seguir viendo, seguir sintiendo. Se interesa, fundamentalmente, por el deseo y la percepción. Por indagar cómo la percepción va suscitado el deseo de nuevas percepciones. En ningún caso renunciará al color, como hace el matemático, pues el color es irracional. A la inteligencia madura los modelos matemáticos del universo le hacen sonreír, le parecen el juego inocente (y brillante) de una inteligencia que todavía no ha vivido lo suficiente. Pero ocurre que el sueño matemático, la tentación geométrica, como me gusta llamarla, ha dado unos réditos magníficos a nuestra civilización. Ha hecho posible la expansión colonial y dominar el mundo mediante el poder tecnológico. Nos ha llevado a la Luna, al bosón de Higgs, a la bomba de nuclear y al laboratorio global (a un experimento planetario propiciado por un engendro biotecnológico). Las matemáticas son muy útiles para la guerra, también para controlar el flujo de la información. Las matemáticas no sólo crean teoremas, crean opinión. La consecuencia final de todo ello es moral. Modelos matemáticos (algoritmos) nos dirán qué es bueno y qué es malo, quién es el tirano, cual es el tratamiento adecuado para enfermedades globales, cómo concebir, en definitiva, la realidad.

Un sueño de juventud
La noche del 10 de noviembre de 1619 es un momento tan decisivo para la historia de Europa como la batalla contra los turcos de Solimán el Magnífico a las puertas de Viena (1519) o el desembarco de Normandía (1945). Pero lo que ocurre aquella noche no es un episodio bélico sino imaginal. Un joven soldado, educado por los jesuitas, brillante y decidido, tiene una serie de sueños en un campamento militar. De esa experiencia sale un librito, más biográfico que científico, que servirá de fundamento a una ciencia que todavía no existe, la física moderna (creada por Newton medio siglo después), y a otra que, aunque antigua, se verá profundamente renovada: la matemática moderna.

En ese preciso instante nace, de la imaginación, la fe racionalista. Esa fe sustituye a otra fe, anquilosada, que ha dejado de inspirar, que se ha enredado en monsergas escolásticas y academicistas. Las mentes más brillantes de Europa se volcarán en ella. Spinoza, Leibniz (sólo parcialmente), Voltaire, Newton, Laplace, los philosophes, y ese impulso llegará hasta el positivismo del XIX, que dominará por completo la ciencia. Las matemáticas, siendo una fantasía, son una vía posible en nuestras relaciones con el universo. Un universo que en el mundo antiguo concebía mediante cualidades y que pasa a ser de cantidades. Esa es la vía que elige Europa, cansada del puritanismo, las bulas papales y el control jesuítico. Europa se adhiere con entusiasmo a la premisa de Galileo: la naturaleza habla el lenguaje de las matemáticas. Aprendiendo esa lengua, podremos dialogar con ella, o mejor, persuadirla, de que se avenga a nuestros deseos (todo empieza y termina en el deseo). El siguiente paso, claro está, es que, nosotros, al reflejarnos en la naturaleza, quedamos matematizados, es decir, pasamos a ser seres regidos por leyes numéricas y equivalencias cuantitativas. Siendo matemáticos, podemos dar el siguiente paso, considerarnos mecánicos. El ser humano como mecanismo, pariente cercano del androide. Esta es, de manera simplificada, la visión moderna de lo humano. Si no fuera por el temporal que se avecina, resultaría cómica.

¿Dónde han quedado la percepción y el deseo que, según Leibniz y ciertas filosofías de origen indio, son los constituyentes esenciales de lo real? La respuesta es sencilla. Se han mecanizado. La percepción y el deseo son también mecanismos. El mundo al revés. La causa es ahora el efecto. Mecanismos reparables, modificables, perfeccionables. De toda esa deriva; que es la nuestra y con la que habremos de negociar (no valen escapismos, no hay vuelta posible a la selva, ni regreso a Oriente); el primer representante es Descartes.

La Flèche
¿Quién fue Descartes? Un tipo singular, de carácter fuerte, que sabe estar solo, independiente y valiente. Un tipo que trabajaba en la cama y se despertaba más tarde de lo normal. Y cuando se lo reprochaban aducía que “dormía más despacio”. Un joven que, como dice Valéry, tiene alma de geómetra. Y que, para pensar con más claridad, es capaz de reducir la geometría (la figura) al álgebra (la relación numérica). La geometría le provoca (como dirían en Venezuela), la geometría no es sólo el modelo, es el excitante de su pensamiento. La geometría es atractiva, le apetece. Hoy sabemos que geometrías hay muchas (entonces no). Sabemos que la de Euclides, la más simple e intuitiva, es provinciana. Es decir, funciona en las distancias cortas. Es una verdad local, de pueblo. Sirve para hacer un puente o un edificio. Le pasa algo parecido a la física de Newton, que también es local y puede servir, como mucho, para llegar a la Luna.

Descartes es orgulloso, reservado y altivo (a pesar de su corta estatura, o precisamente por ello). Parece tímido, pero cuando le provocan es combativo, agresivo y puede perder los papeles. Entre la prominente nariz y las pobladas cejas, brilla una mirada inquisitiva y atenta. No es atlético ni agraciado, pero tiene una buena opinión de sí mismo (esa que da la inteligencia). A diferencia de otros filósofos, sabe escribir. Lo hace en francés, una lengua vulgar, no científica. Sus obras no han dejado de publicarse durante cuatro siglos y con ellas arranca el pensamiento moderno. Cincuenta años transcurren entre la publicación del Discurso del método (1637) y los Principia Mathematica de Newton (1687), dos obras que deciden el destino de nuestra civilización. Cuando Descartes escribía todavía no existía la Física, tal y como hoy la conocemos, que será la ciencia dominante hasta nuestro siglo, donde empieza a ser sustituida (lo estamos viviendo) por la biotecnología. En las escuelas de secundaria se enseña que con la ciencia moderna la humanidad logró una mayor comprensión y dominio de la naturaleza. Ambas cosas son discutibles, sobre todo la primera. Respecto a lo segundo, el dominio excesivo termina en revuelta, la obsesión por el control en caos. Ya se sabe, lo mejor es enemigo de lo bueno.

Enrique IV, nacido protestante, convertido al catolicismo (“París bien vale una misa”), vuelto a la fe protestante y asesinado por un jesuita, funda en 1604 el Colegio de La Flèche. Los jesuitas, a los que el rey ha permitido regresar, educan en esta institución a los hijos de la nobleza. Hay amores que matan. Enrique IV, defensor de los jesuitas, será asesinado por uno de ellos. Habiendo sido protestante, muchos no se creyeron su conversión. El regicidio será la antesala de la Guerra de los Treinta Años. El corazón del rey asesinado, metido en una urna, descansará en La Flèche. Descartes ingresa en La Flèche con diez años. Hay lecciones diarias, debates y discusiones semanales. Todo en latín, el uso del francés está castigado. Cuando abandona el colegio tiene la sensación de que sale más confundido de lo que entró.

Los sueños y el método
Descartes ha decidido dejar las clases y estudiar el gran libro del mundo. El resto de su juventud lo pasará viajando, visitando cortes y ejércitos, mezclándose con la gente. Encuentra más verdad entre los ciudadanos del mundo que entre los profesores. Los primeros serán castigados si se equivocan en sus razonamientos, mientras que los errores de los eruditos no tienen consecuencias prácticas. Se une al ejército de Guillermo de Orange. La elección de ese destino sigue siendo un misterio. Un ejército protestante, enemigo del poder de los Austrias, para un católico educado por los jesuitas. La posibilidad del espionaje no debe descartarse. Poco después, abandona los Países Bajos para incorporarse a otro ejército, esta vez más afín a su condición de católico. Maximiliano de Baviera se dirige a Praga para vengar la defenestración allí ocurrida. Se mantiene al margen del combate, quizá como mero observador o como ingeniero militar, no lo sabemos.

Las matemáticas, siendo una fantasía, son una vía posible en nuestras relaciones con el universo
El filósofo tiene una epifanía, una visión del método que “desvelará todo el conocimiento”. Ocurre la noche del 10 de noviembre de 1619, tras un día de cavilaciones en una habitación caldeada por una estufa, seguido de una noche de sueños extraordinarios que anota escrupulosamente en su cuaderno. Sus primeros biógrafos localizan el acontecimiento en Ulm, un año antes de la Batalla de la Montaña Blanca, cuando se dirige al encuentro del ejército de Maximiliano. Descartes considera estos sueños proféticos. El espíritu de la verdad le ha poseído, ahora ambiciona un conocimiento completo y definitivo.

En 1629, tras una reunión con el cardenal Berulle, ministro del rey de Francia, se exilia en las Provincias Unidas de manera permanente. Cambia con frecuencia de domicilio y mantiene en secreto de su paradero. Se ha sugerido que ya no era bienvenido en Francia y que le invitaron a abandonar el país debido a su alianza con los jesuitas, defensores de los intereses de los Austrias y enemigos de Francia. Sea como fuere, se establece en los Países Bajos, donde pasará los siguientes veinte años de su vida, los más productivos, entre el mar y los marjales jalonados de molinos de viento. Las Provincias Unidas son pacíficas, tolerantes y cada vez más ricas. Vive en el anonimato y pide a Mersenne que no revele a nadie su paradero. Pero poco hay de retiro en su nueva ciudad. Vive en un barrio bullicioso, populoso y activo. Ámsterdam es el centro de innumerables rutas comerciales. En el puerto trabaja el padre de Baruj Spinoza, que está a punto de nacer muy cerca de allí, y que enseñará su filosofía a jóvenes inquietos que buscan otros modelos de realidad.

El ser humano es un compuesto de cuerpo y alma. El cuerpo es “una estatua o máquina hecha de tierra”. La digestión, la circulación, la respiración, los espíritus animales que recorren el cerebro y los nervios, constituyen una maquinaria, parecida a la de las estatuas parlantes de los jardines reales de Saint Germain. Los nervios son como las tuberías de las fuentes de aquellos jardines. El alma racional reside en el cerebro como el guarda de las fuentes que maneja los depósitos. Ahora bien, sólo el ser humano tiene alma, el resto de los animales son meramente máquinas, privadas de emociones y sensaciones, simples mecanismos de estímulo y respuesta. La partición cartesiana: ser humano libre y consciente, el resto de los seres mecánicos e inconscientes, tendrá un poderoso impacto en la civilización occidental, que encontrará en ella la justificación para un expolio ilimitado del entorno natural.

Las aspiraciones de Descartes quedan definidas en el Discurso del método, que marca el camino que seguirá en la vida, “cultivar la razón y avanzar cuanto pueda en el conocimiento de la verdad”. Cuando empieza a utilizar el método, siente “un contento tan grande que no creo que nadie haya podido disfrutar de otro más dulce o puro en esta vida”. Toma algunas notas. Promete no apartarse de la apariencia de ortodoxia. “El temor de Dios es el principio de la sabiduría”. Avanzará por el escenario del mundo “enmascarado como hacen los actores para ocultar sus rostros encendidos”. Las ciencias deben trabajar emboscadas. Se compromete a no aceptar nada que no sea evidente, guiado por una retórica de lo elemental que hoy puede resultar ingenua. Hacer clasificaciones completas y exhaustivas de cada asunto. Dividir cada una de las dificultades en tantas partes como sea posible. Dirigir con orden sus pensamientos. Ascender poco a poco de lo más sencillo y fácil a lo más complicado y difícil. Esboza un código moral provisional. Lo primero es obedecer las leyes y costumbres locales (manteniéndose fiel a la religión que ha heredado de sus padres). Lo segundo, un principio estoico, “dominarme a mí mismo antes que a la fortuna”. Lo tercero, cultivar la razón para avanzar en el conocimiento de la verdad.

'El discurso del método' de Descartes, expuesto en la Biblioteca Nacional de España en 2018. EDUARDO PARRA (GETTY IMAGES)

En el verano de 1633, Galileo es detenido por la Inquisición y condenado a arresto domiciliario de por vida. Todas las copias del Sistema del mundo son arrojadas al fuego. Descartes sigue de cerca el proceso. Galileo, experto en lentes y copernicano, ha visto las montañas de la luna y las lunas de Júpiter y ha escrito algo que quedará para siempre grabado en la mente del filósofo: “La naturaleza habla el lenguaje de las matemáticas”.

Correspondencias
Desde Holanda Descartes mantiene una intensa correspondencia con dos mujeres que será decisivas en su vida: la princesa Isabel de Bohemia y la reina Cristina de Suecia. Ambas le urgen a escribir sobre asuntos que de otro modo no hubiera abordado. A Descartes no le interesa tanto la metafísica como a ellas, a la que sólo decía “muy pocas horas al año”. La correspondencia con la princesa Isabel de Bohemia, una princesa pobre, hija de un rey derrotado, nos ofrece vislumbres de la moral cartesiana. Algunos han percibido entre líneas una pulsión erótica e incluso el enamoramiento. La princesa ha observado los efectos en su salud de los estados emocionales y quiere saber más. Pide al filósofo que le resuelva el problema mente-cuerpo, que ni el Buda pudo resolver y que, como todo el mundo sabe, carece de solución, pese a las promesas de las neurociencias, que sólo hacen que prometer (y así, financiarse). A tal efecto, redacta un breve tratado: Las pasiones del alma, donde se reafirma en su dualismo y da una explicación mecánica a las mismas, afirmando que la glándula pineal, en el interior del cerebro, es la sede del alma, y que desde allí radia al resto del cuerpo mediante los “espíritus animales”. Distingue, de paso, entre el amor benevolente, que nos hace querer el bienestar de lo que amamos, y el amor concupiscente, que nos empuja a poseer aquello que amamos. Una distinción que sólo concierne a los efectos del amor, no a su esencia. Tras algunos comentarios sobre Séneca, afirma que la felicidad consiste en “el perfecto contento interior” y le inculca cuatro verdades del estoicismo: que hay un Dios del que depende todo, que las almas existen con independencia del cuerpo y son más nobles que éste, que el universo es inmenso y debemos maravillarnos de que esté por completo a nuestro a servicio, y que vivimos en sociedad y el interés general es más importante que el individual.

Descartes regresa a París para solicitar en la corte una pensión. En un pergamino hermosamente sellado, se le ha insinuado un cargo, un puesto diplomático o un título. Hay una escena que sobrecoge y que es antesala de su muerte. Descartes ha alquilado en el centro de la ciudad unas lujosas habitaciones, cerca de palacio. Se mira complacido en el espejo. Acaba de comprar un elegante traje de seda verde, un sombrero emplumado y una espada. Se ve a sí mismo como caballero pensionista del rey. Pero la revuelta de La Fronda echa por tierra sus planes. Se levantan 1200 barricadas por todo París, que hacen imposible y peligrosa la circulación. El rey Luis XIV es todavía un muchacho y la regencia está en manos de su madre. Ana de Austria ha vaciado las arcas reales y el filósofo regresa a Holanda cuando constata que no habrá pensión. Un fracaso que le llevará a aceptar la invitación de la reina Cristina de Suecia. La correspondencia entre el filósofo y Chanut, embajador francés en Suecia, llena de insinuaciones, confirma el deseo de Descartes de moverse en los círculos del poder. En la corte de Estocolmo morirá prematuramente, oficialmente de neumonía, aunque algunos dicen que envenenado.

El 2 de septiembre de 1649 zarpa hacia Estocolmo. Suecia resulta una decepción al poco de llegar. El frio extremo, la gélida religión luterana y la reserva de sus gentes (junto a la barrera del idioma) dificultan su estancia. La reina Cristina, muy joven, ha sido educada como un muchacho, domina los caballos y las armas y es una apasionada del estudio. Cuando sale de caza, se hace leer en voz alta a Homero y, en los desayunos, a Aristóteles. Ha hecho construir un gran teatro y sueña con una corte renacentista, protectora de las artes y la cultura. Recibe a pintores, filósofos, músicos y arquitectos. Descartes forma parte del plan. Le encargará algunos libretos de ópera.

El filósofo está interesado en hacer partícipe de su método a la reina. En sus experiencias previas en la corte, ha advertido que los reyes están más interesados en los secretos de la alquimia o la astrología que en sus recetas filosóficas. En el primer encuentro, la reina experimenta cierta decepción. Ante ella, un hombre de cierta edad, corto de estatura y con una peluca violentamente rizada. Ella le promete un título, una hacienda, una pensión y un séquito. Descartes comete la torpeza de hablarle de su prima Isabel, con la que ha mantenido una correspondencia más duradera e íntima, y que probablemente es más inteligente y bella que la reina. Conforme pasan los días, advierte que el ardor de Cristina por la filosofía se enfría. Le interesan más los clásicos griegos, que para Descartes son una pérdida de tiempo, y cuya ciencia es anticuada y falsa. El invierno se acerca, el frio arrecia y los días son cada vez más breves. Se le sugiere que escriba música para el gran teatro que acaba de construir la reina. Rechaza la proposición, pero acepta como compensación hacerse cargo del libreto. Tratará de destruir el manuscrito, que sabe mediocre, el embajador guardará una copia. Al público, sin embargo, le gusta, y pide al filósofo otra pieza teatral, un drama amoroso, con princesas, amantes y un tirano. Descartes no puede creerlo. Resulta evidente que se ha equivocado viniendo a Suecia.

Se le encarga redactar los estatutos de la nueva Academia de Suecia. Incluye una regla significativa: sólo los nacidos en el país podrán pertenecer a ella. Es un modo de preparar su salida. Quiere volver a casa. Se siente fuera de lugar. Sólo desea la tranquilidad y el reposo. Entretanto, las clases particulares a la reina empiezan en enero, el mes más frio, a las cinco de la mañana, cuando ella sabe que al filósofo le gusta quedarse en la cama toda la mañana, leyendo, pensando y escribiendo. La biblioteca no está caldeada a esa hora, llega aterido de frio tras atravesar a pie un pequeño puente. En dos semanas, empieza a sentirse enfermo y contrae una neumonía. El filósofo no confía en los médicos de la reina, Fabrica sus propios remedios: tabaco líquido con vino caliente, cuyo efecto expectorante sacará la flema de los pulmones. Se acerca el lamentable final, en una tierra extraña y fría. Algunos dicen que ha sido envenenado por celosos cortesanos. La carta de un médico que lo atiende parece confirmarlo, aunque el testimonio de quienes estuvieron junto a su lecho de muerte, el embajador y su criado, lo desmienten.

El cadáver de Descartes permaneció en Suecia durante años. El 1667 es exhumado y trasladado a Francia. Al embajador se le permite amputar el índice de la mano derecha. Alguien extrae la cabeza y la sustituye por otra. El cadáver tiene varios sepelios hasta descansar, decapitado, en la iglesia de St. Germain des Près, cerca de la casa de Sartre. El Museo del Hombre de París asegura que la testa que hay en sus vitrinas es la de Descartes.

El Discurso del método
La época es tumultuosa, necesita orden y método. La Guerra de los Treinta Años ha sumido a Europa en una larga y cruenta contienda, mientras Descartes prosigue sus investigaciones del mundo sublunar. El Discurso, publicado en 1637, es su primera obra, tiene cuarenta años. Sirve de prólogo, por exigencias del editor, a tres tratados científicos: uno sobre óptica (donde describe con detalle el ojo y la visión), otro sobre meteorología (donde explica el arco iris) y el último, el más importante, sobre geometría (donde ofrece un método general para resolver todos los problemas). El texto es un palimpsesto que reúne escritos de diversas épocas. La condena a Galileo ha tenido mucho que ver en su composición. Algunos de los materiales han sido extraídos de Le Monde, obra que decide no publicar por temor a la Inquisición.

Es significativo que el libro más importante del pensamiento moderno (o al menos el más influyente) sea el monólogo autobiográfico de un episodio ocurrido a un joven de 23 años tras una serie de sueños y que es texto sea el texto fundacional del racionalismo moderno, el método que pretende unificar todas las ciencias (que la escolástica hacía plurales) y ofrecer la clave de todo el conocimiento. El salto es magnífico. El universo es un reloj que da las horas puntualmente. No retrasa ni desvaría. Ese será el estilo de Europa.

Descartes elogia el dictamen de la razón, la creación individual frente a la colectiva y los “simples razonamientos del buen sentido”. Todos hemos sido niños, nos dice, y todos hemos experimentado la contradicción entre nuestros apetitos y las exigencias de nuestros preceptores. “De ahí que es casi imposible que nuestros juicios sean tan puros y sólidos como los serían si, desde el momento de nacer, hubiéramos dispuesto por completo de nuestra razón y sólo ella nos hubiera guiado”. La frase anterior expresa, de manera clara, un error de planteamiento. Ortega lo advertirá. El ser humano no es racional. Puede, con mucho esfuerzo, llegar a serlo (nunca lo logrará completamente), pero de entrada no lo es. El neonato está lleno de inclinaciones, pulsiones y deseos, que tiene muy poco de racionales. Tampoco nace libre, la libertad habrá de conquistarla. En estos dos planteamientos desafortunados se cifra el destino del pensamiento de Descartes y, dada su influencia, del continente. El filósofo, además, mantuvo toda su vida su adhesión a la fe católica y su compromiso con los jesuitas (a sabiendas de que ni la doctrina ni la fe eran racionales).

A continuación, nos ilustra sobre el modo en que gobierna su vida. Reforma las opiniones heredadas (“los principios que me dejé inculcar en mi juventud”) y las sustituye por otras sometidas al juicio de la razón. Quiere edificar “sobre un terreno que sea enteramente mío” (como si en la lengua o en la persona no habitara ya todo un mundo de valores, inclinaciones y deseos). Quiere deshacerse de todas las opiniones recibidas y ser capaz de “distinguir lo verdadero de lo falso”. En este punto, sorprendentemente, deja caer una verdad de la antropología: que hay tantas “razones” como pueblos o culturas. Habiendo aprendido en La Flèche las opiniones de los filósofos, tan discordantes y extravagantes, “que no puede imaginarse nada, por extraño e increíble que sea, que no haya sido sostenido por algún filósofo”, y, habiendo conocido en sus viajes que no todos los pueblos piensan del mismo modo, y que no por ello son bárbaros o salvajes, “sino que muchos hacen tanto uso de la razón como nosotros” y que quien “se ha criado entre los franceses o los alemanes llega a ser muy diferente que quien lo ha hecho entre los chinos o los caníbales”. Tras reconocer estos hechos que uno aprende cuando sale del terruño, del entorno en el que ha sido educado, Descartes pasa a explicar su ambicioso “método” que concibe como universal. Cae en el mismo desliz (un sentido fuerte tiende a imponer su significado más allá de los límites que le dan validez), en el que caerá después Kant con el imperativo categórico y la paz perpetua. Una tendencia que hoy heredan las grandes compañías que controlan la salud y el flujo de la información y que aspiran a la uniformización del cuerpo y el pensamiento.

Aunque hay un gran número de preceptos en la lógica, consideran que bastan cuatro. (1) “No admitir nada como verdadero sin conocer la evidencia, es decir, evitar cuidadosamente la precipitación y la prevención, y no admitir en el juicio nada que no se presente clara y distintamente”. En esta primera premisa del método aparece la palabra mágica de Descartes: evidencia. No aceptar nada que no sea evidente. Bien. ¿Y qué es la evidencia? ¿Algo lógico o sensible? ¿O las dos cosas? La evidencia, nos dice el diccionario, es la certeza, lo que prueba. Observen la retórica. Lo evidente es lo cierto, lo probado. Es como decir que la fortaleza de la roca es su dureza. ¿Cómo se prueba algo? Mediante ciertos medios de conocimiento: percepción, inferencia, comparación, testimonio verbal… ¿Qué nos permite decir cuáles de estos son válidos y cuáles no? ¿Los objetos mismos? ¿La tradición? ¿Los usos y las costumbres? ¿La lógica local? ¿O hay una lógica universal? Las preguntas se multiplican.

Con Descartes, la naturaleza pasa a explicarse mediante dos principios materia-extensión y movimiento. Se olvidan las viejas cualidades aristotélicas que la definían (2) La segunda premisa es analítica. “dividir cada una de las dificultades en tantas partes como sea posible”. Descomponer el problema como se desmonta un motor en sus piezas. El problema con lo vivo es que los órganos no se pueden descomponer. Hacerlo significa que dejen de estar vivos. Y, ¿cómo estudiar lo vivo mediante lo muerto? (3) La tercera premisa reza así: “Conducir ordenadamente mis pensamientos, comenzando por los objetos más simples y más fáciles de conocer, para ir ascendiendo poco a poco”. El problema con esta proposición es que la idea simple sirve para la geometría. La idea de una recta es más simple que la de un poliedro. Para todo lo demás, la idea simple es un contrasentido. Ninguna idea lo es. Si hablamos de la idea de la libertad, del destino o la voluntad, decir que son simples resulta una ingenuidad. Supone ignorar la esencia relacional del habla. Tirando del hilo de cada una de estas “ideas simples” se podrían escribir tratados enteros. Ello no significa un paso de lo simple a lo complejo, pues en cada una de ellas hay un caudal de incalculable de suposiciones y material tácito. (4) La cuarta premisa es un brindis al sol. “No omitir nada, hacer enumeraciones completas”. Hoy sabemos que esto es inviable. Cada ciencia crea su objeto, lo “inventa”. Conforme se sofistican las ciencias se sofistican los objetos, se enriquece el mundo. La enumeración completa exigiría detener la actividad científica.

Descartes se zambulle en la tentación geométrica. Se felicita por su método, que emplea la razón en todo, y se ejercita en él. “Esas largas cadenas de trabadas razones muy simples y fáciles, que los geómetras suelen emplear para llegar a sus más difíciles demostraciones, me había permitido imaginar que todas las cosas que entran en la esfera del conocimiento humano se encadenan de la misma manera.” La palabra clave de esta cita es “imaginar”. Descartes fantasea con esa opción, la hace suya y la impone. Pero no hay nada en ella que se imponga por sí mismo. Es una elección. Decantada por la confusión en que se ha hundido el pensamiento durante el periodo escolástico y auspiciada por la claridad geométrica. Pero pensar que el orden geométrico es el orden de la vida, el orden del todo, no es más que una creencia que poco tiene de racional. El proyecto de Descartes es imponer la claridad de la lógica, el álgebra y la geometría, al resto de las ciencias. Pero estas tres son ciencias teoréticas, no experimentales. Desconocen las vicisitudes de lo que ocurre en los laboratorios. Y, sobre todo, nada saben de las pasiones, que son las que gobiernan la vida, tanto de los pueblos como de los individuos. De ahí a la visión hegeliana, la historia es racional, no hay más que un paso. Pero, como señaló Ortega, ese paso es disparatado. La historia es todo menos racional. La historia es relato y novela pasional. La verdad es lo contrario. La razón es histórica. Por eso cada periodo de la aventura humana de la historia tiene sus propias razones, y aplicar las de una época a otra supone falsificar la historia o no entenderla. Descartes menosprecia la historia, que no alcanza el carácter de ciencia, pues se basa en la experiencia y la memoria, y no en la razón, como las auténticas ciencias. La matemática es el modelo de la ciencia y se inspira en ella para elaborar su método. Y para apuntalar “la unidad sistemática de la ciencia”. Quiere reformar el pensamiento, no la sociedad. Ese método permitirá descubrir la verdad en todos los ámbitos del saber.

Antropología
En la tercera parte del Discurso, Descartes nos muestra su lado estoico. Se percibe la influencia de Montaigne. Nos habla de sus viajes y de cómo “entre los persas y los chinos hay hombres tan sensatos como nosotros”, y que lo más útil es acomodarse a aquellos con los que hay que vivir. Donde fueres haz lo que vieres. A continuación, menciona un lugar común (y falso): que los sentidos nos engañan. Los sentidos no nos pueden engañar porque no hacen inferencias. La que nos engaña es la mente. Cuando veo un palo torcido sumergido en el agua, la vista me dice que está quebrado, el tacto que no lo está. La mente es la que tiene que escoger entre ellos, pero ambos son fieles y ninguno miente.

En esta cuarta parte deja caer la célebre frase: “Pienso, luego soy”, después de convenir que uno puede engañarse tanto en sueños como en la vigilia. Esa verdad le parece tan firme y segura, que ni siquiera “las suposiciones más extravagantes de los escépticos son capaces de conmoverla”. Será el primer principio de su filosofía. La realidad incuestionable de la conciencia. “Al examinar lo que yo era y que podía imaginar que no tenía cuerpo y que no había mundo ni lugar alguno en el que no me encontrase, pero que no podía fingir por ello que yo no fuese.” Dudar de todo no daña a esta verdad, al contrario, reafirma el acto mental de la duda, la propia conciencia de ser. “Conocí por ello que yo era una sustancia cuya total esencia o naturaleza es pensar, y que no necesita, para ser, de lugar alguno ni depende de ninguna cosa material”. Y que ese yo es cosa totalmente distinta del cuerpo y es más fácil de conocer que el propio cuerpo.

Con estas reflexiones, Descartes tiene ya un pilar seguro sobre el que edificar su filosofía. Y como es más perfecto conocer que dudar, se propone encontrar algo que sea más perfecto que el yo que duda. La solución no es buscar en las cosas exteriores, el cielo, la tierra, la luz, el calor, pues no ve en dichas cosas “nada que me pareciese superior a mí”. De hecho, si esas cosas tienen alguna verdad, “dependen de mi naturaleza”. “Pero no sucede lo mismo con la idea de un ser más perfecto que mi ser. Es imposible que esa idea proceda de la nada. Y por ser igualmente repugnante la idea de que lo más perfecto dependa de lo imperfecto, que pensar que de la nada proceda algo, esa idea no podía proceder de mí mismo. De suerte que esa idea tenía que haber sido puesta en mí por una naturaleza que fuera más perfecta que yo y que poseyera todas las perfecciones.” Así confirma Descartes la existencia de Dios y “que no era yo el único ser que existe”. Dios, cuya evidencia es más clara que las cosas externas (es más cierto que hay Dios que el hecho de que tenemos cuerpo o que existe el sol), se deduce de la idea misma de perfección que hay en el pensamiento. “Es absolutamente necesario que haya otro ser más perfecto de quien yo dependiese y de quien hubiese adquirido todo cuanto poseía.” En la definición de ese ser, Descartes ya no es tan original como en su forma de establecerlo. Ese ser debe poseer todas las perfecciones: ser infinito, inmutable, eterno, omnisciente y omnipotente. La duda y la tristeza no hacen mella en él. Y, “sin él no podría subsistir ni un solo momento”. Descartes recoge la idea escolástica de la sustancia: la dependencia es un defecto, no puede estar en Dios. Dios no depende de nada, aunque todos los seres dependan de él. Dios es uno. Esa unidad la compartirán todas las ciencias. Y esa unidad se logrará mediante la divina perfección geométrica. Spinoza también caerá en esa trampa, y tratará de fundamentar la ética en la geometría. La cuadratura del círculo.

El Mundo o Tratado de la luz constituye la física de Descartes. No lo publica en vida por temor a la Inquisición. Ha pasado un siglo desde que Copérnico diera a conocer su revolucionaria cosmología. Descartes abandona la visión de Aristóteles (que no se molesta en refutar, como hace Galileo) y la sustituye por una física mecanicista. Ese giro constituye el punto de partida del mundo moderno. Leibniz, Brentano y Whitehead tratarán de recuperar al Estagirita, pero con escaso éxito. El mundo de Aristóteles es todavía un mundo de cualidades, donde algunos cuerpos caen y otros, como el vapor o el fuego, ascienden. Un mundo en el que las cosas son capaces de emprender acciones y donde éstas tienen cualidades (frio, caliente, húmedo, seco) y cuya composición se explica mediante los elementos (tierra, agua, fuego, aire). En el mundo de Aristóteles los seres y las cosas del mundo natural tienen un principio interno de movimiento. La materia está, en cierto sentido, viva, y puede realizar movimientos sin ser empujada o forzada por algo externo. Lo que define la physis de Aristóteles es esa consideración dinámica de la materia, el reconocimiento de un principio interno y activo en ella. De ahí que Descartes la llame “física animista”, que pretende sustituir por una “mecanicista”. Se podría decir que, en el Estagirita la física se pliega a la biología, mientras que en el francés sucede lo contrario. Aristóteles concibe la materia con una forma interna, un principio de funcionamiento no reducible a la suma de las partes que integran el cuerpo y tampoco a fuerzas externas. Si sólo fuera un conjunto de piezas, no tendría capacidad operativa. Cada cuerpo está, para Aristóteles, compuesto de materia y forma, siendo ésta la responsable de las transformaciones a las que se ve sometida. Sin la forma, la materia sería estática y no proteica, perdería su dinamismo, espontaneidad y capacidad de transformación.

Busto del filósofo René Descartes en su casa natal, en el pueblo francés que lleva su nombre. LÉONARD DE SERRES

Para Descartes, Aristóteles proyecta sobre los cuerpos un dinamismo que no tienen. La distinción dentro-fuera sólo tiene sentido en un sujeto, no en un objeto. Conferir una interioridad a las cosas es sólo crear confusión. Hay que olvidarse de los principios formales ocultos. Los cuerpos inanimados pueden explicarse sin recurrir a otra cosa que no sea su tamaño, figura y movimiento. La ciencia de la materia debe ser la ciencia de la exterioridad, de la extensión sin cualidades, acciones o formas internas. La madera, en Aristóteles, tiene la cualidad del calor, por eso arde. El fuego tiene la cualidad del aire, por eso asciende. Descartes propone prescindir de todas las cualidades y limitarse a la extensión del cuerpo en las tres direcciones del espacio y al movimiento de sus partes. Extensión y movimiento son para el filósofo francés lo únicos principios que dan razón del comportamiento de la materia. Y el modo de análisis será el aritmético y el geométrico. Un modo claro y distinto, autoevidente. La matemática se convierte en el método de la ciencia. Sólo podremos conocer de la materia lo cuantitativo, aquello que es susceptible de magnitud.

La experiencia que nos pone en contacto con el mundo exterior es la experiencia sensible. Una experiencia que tiene lugar mediante la percepción de ciertas cualidades, asociando los objetos a ciertas sensaciones que experimentamos. El agua es dúctil, templada, burbujeante, el metal es frío, el fuego quema, la madera es rugosa, etc. Descartes nos pide que olvidemos todo eso. Nos dice que el agua, el metal, el fuego o la madera son mera extensión (longitud, anchura y profundidad) y movimiento de sus partes. Esas cualidades que experimentábamos no son características de la materia por sí misma, sino un efecto de nuestra sensibilidad. Se produce así un hiato entre nuestra experiencia y la realidad (que es mera extensión y movimiento). Obsérvese el dislate: sólo la extensión sin cualidades garantiza un conocimiento claro y distinto de la materia.

La naturaleza pasa a explicarse mediante dos principios materia-extensión y movimiento. Se olvidan las viejas cualidades aristotélicas que la definían. Todo queda en función del tamaño y el movimiento. Hay una sola materia homogénea, derivándose toda diferencia del tamaño y movimiento de sus partes. Todo ello en un universo lleno, donde no existe el vacío. Esa “indiferencia” justifica la dominación de la Naturaleza. El sueño de apoderarse del mundo, de utilizarlo en función de los propios intereses, deja de ser diabólico para convertirse en el ideal científico.

Descartes, al que apenas interesaba la Antigüedad, sigue, probablemente si saberlo, una antigua intuición gnóstica. Es el primer pensador que logra sacar al hombre de la Naturaleza. Piensa fuera de ella y de ella se sirve a conveniencia. De ahí que con él se inicie la época moderna: inaugura una nueva sensibilidad. Las cosas del mundo carecen de cualidades (aunque nos lo parezca), son meros mecanismos y el mecanismo permite la manipulación, la intervención artera y la distorsión al servicio de intereses particulares. Hoy sabemos que el mecanicismo es una visión infiel y deformante del mundo natural, pero en su momento permitió esa conquista de la Naturaleza que, desde entonces, no se ha detenido. Y conquista aquí significa dominación y sometimiento, cumplimiento del viejo mandato bíblico.

Las leyes naturales, las reglas según las cuales se realizan los cambios, tiene su fundamento en la inmutabilidad de Dios. El mito de lo inmutable es el mito del matemático, del cielo platónico y las verdades eternas. De ese mito se apodera Descartes: la ley de la persistencia. Lo que es, permanece, es también la ley de la conservación, del movimiento (entonces), luego, de la energía. Una ley que se traducirá en dos leyes fundamentales de la Física: la ley de inercia y el principio de conservación de la cantidad de movimiento. En carta a Mersenne, escribe: “Las verdades matemáticas, que denomináis eternas, han sido establecidas por Dios y dependen enteramente de Él, los mismo que el resto de las criaturas”. Descartes abandona la física y recurre a la metafísica para dar cuenta de la existencia del movimiento. Un problema que no tiene Aristóteles, para quien el universo ha existido siempre y no es necesario dar cuenta de un origen u ordenación primordial. “Es Dios quien ha establecido esas leyes en la naturaleza como un rey que establece las leyes de su reino.” Las leyes físicas son, para Descartes, leyes matemáticas imprimidas por Dios a la naturaleza. La idea permanecerá, incluso cuando se borre a Dios de la ecuación, y sigue vigente en la Física contemporánea.

El universo está lleno, no existe el vacío. El plenum cartesiano resulta de la identificación entre materia y extensión. No permite el movimiento simple y rectilíneo (pues todo está lleno), cada movimiento de la materia es circunstancial, acomodo en una habitación llena. La presencia de otros cuerpos es resultado de la circularidad o irregularidad del movimiento (frente a la divina recta, afín al dios inmutable). Todo ha de moverse para que algo se mueva. Hoy sabemos que el llamado “estado de reposo” o la llamada “ausencia de influencias externas” son estados inexistentes. Nada está quieto en el universo y nada deja de experimentar el paisaje o circunstancia que lo rodea. Pero Descartes rechaza atribuir fuerza a la materia. Leibniz, para quien la materia es esencialmente fuerza, se revelará contra esta concepción. Descartes ha preferido la claridad y distinción asociadas a la geometría. La materia debe entenderse según la figura, la magnitud, la posición y el movimiento (cambio de posición), y no según un principio activo interno. Todo es exterioridad. Y Dios es la primera causa del movimiento. La Física actual ha constatado la imposibilidad de acceder a la interioridad de la materia. Hemos penetrado en el átomo, pero, si tratamos de romper una partícula (con un acelerador como el LHC), la materia se trasmuta en otra cosa y se nos muestra esencialmente evasiva, tímida y reservada respecto a sus interioridades. Un experimento que desmiente la idea de que la materia “puede dividirse en todas las partes y según todas las figuras que podamos imaginar”. Este experimento, paradójicamente, confirma la hipótesis cartesiana (de hecho, es una consecuencia de ella). Sin embargo, la Física cuántica nos muestra un mundo de materia activa, más afín a la visión de Aristóteles, donde la matera es toda ella radiactiva y la materia estable sólo lo es aparentemente (en plazos determinados de tiempo). Un mundo donde la materia, en su contacto con la luz, se “excita”, para posteriormente emitir esa luz de un modo espontaneo y, hasta cierto punto, imprevisible. El la Física del átomo la materia parece respirar luz.

Tras las invenciones, también imaginarias, de la teoría cuántica, hemos aprendido que las cosas podrían ser de otro modo. Leer matemáticamente la naturaleza no significa entenderla. Al contrario, es más bien apresarla, obligarla a hablar un determinado lenguaje. Un lenguaje homogéneo (más o menos tedioso), compuesto por relaciones entre magnitudes, que ofrece un cuadro preciso, exacto y, por lo mismo, reductor, deformante e infiel. La vida es pura inexactitud. La vida es chapucera. Avanza en una dirección y, si encuentra un obstáculo, retrocede o cambia de dirección. Se rige no por la pulcra geometría, sino por la práctica del “punto gordo”, ese que pintábamos cuando, en un problema geométrico, las intersecciones no coincidían en el punto debido.

La geometría es, además, imposición. Tiene algo de imperial, como el ejército francés. Desde la perspectiva de la razón vital (si nos ponemos orteguianos), podríamos decir que la geometría y el álgebra son orgullos de juventud. Por eso son altivas, tienen complejo de superioridad y van por ahí perdonando la vida a las demás ciencias, que no son sino remedos, más o menos chapuceros, de idealidad. El racionalismo es imperial y coercitivo. Impone su juego. La naturaleza, siempre complaciente, habla el lenguaje que le propongamos. Pero ello no significa que tenga “un” lenguaje. Tiene muchos, todos los que queramos proyectar sobre ella. Esos lenguajes pueden ser más o menos restrictivos o liberadores. La elección del lenguaje abrirá o cerrará vías hacia la simpatía, la conexión o la indiferencia, hacia la sintonía o la manipulación. De hecho, la misma naturaleza puede ser vista como un lenguaje simbólico. Ella puede ser, como decía Emerson, espejo del alma. En su reflejo, nuestra alma mecanizada mecaniza el universo. ¿Podremos cambiarla?

miércoles, 18 de enero de 2023

PSICOLOGÍA. Narcisistas, ansiosos, pasivo-agresivos… Cinco claves para tratar con personas difíciles.


Dos psiquiatras franceses, Christophe André y François Lelord, dan consejos para lidiar eficazmente con perfiles complicados en el trato diario 

En una ocasión, charlando con un monje que vivía en la ciudad, me dijo que no hay motivo para admirar a los místicos que se retiran a la montaña o a los meditadores capaces de pasar largas temporadas de aislamiento.

—Eso es lo más fácil del mundo —declaró para mi sorpresa—. Lo verdaderamente difícil es bajar al mundo y entenderse con los demás. En un vagón de metro lleno de gente malhumorada es donde puedes medir tu nivel de espiritualidad.

Pema Chödrön, gran referente del budismo en Estados Unidos, hablaba en el mismo sentido al afirmar que “la gente difícil son nuestros grandes maestros en la vida”. Y, ciertamente, en el día a día no nos faltan ocasiones para interactuar con estos maestros que, como mínimo, nos permiten practicar el arte de la paciencia.

Todo el mundo tiene en el trabajo, en la familia o incluso en el círculo de amigos a alguien que no resulta fácil de tratar. ¿Cómo hacerlo para no perder los papeles y ganar puntos espirituales?

Dos reputados psiquiatras franceses, Christophe André y François Lelord, dan claves concretas para cada perfil en su ensayo Cómo tratar con personalidades difíciles, recientemente publicado en España.

Parten de la base de que es imposible que todo el mundo esté siempre relajado, de buen humor y en sintonía con los demás. Saber relacionarse es aprender a convivir también con los aspectos más complejos de los seres humanos.

Las personas depresivas tienden a contagiar su pesimismo a quienes les rodean y las paranoicas se ofenden por cualquier nimiedad, por poner solo dos ejemplos, pero ¿en qué punto podemos catalogarlas como “difíciles”?

Los autores del libro razonan así sobre estas personas: “Cuando ciertos rasgos de su carácter están demasiado marcados, o son demasiado fijos, no se adaptan a las situaciones y conllevan un sufrimiento para una persona y su entorno. Este sufrimiento es un buen criterio para establecer el diagnóstico de personalidad difícil”.

Veamos cómo podemos lidiar de forma práctica con algunos de los perfiles que a menudo son considerados así.

Borderline. Este término se utiliza a veces equivocadamente para calificar la capacidad intelectual. En realidad, engloba a aquellas personas que se hallan en la frontera de la estabilidad mental. Son impulsivas y tienen frecuentes estallidos de cólera o peligrosas caídas en el desánimo. Cómo tratarlas: dado que suelen ser hipersensibles, si se han excedido, podemos censurar su conducta, el hecho en sí, pero nunca a la persona. Y hay que hacerlo desde la empatía, explicando cómo nos hemos sentido en esta situación.

Narcisistas. Conjugan la vida en primera persona y exigen ser el centro de atención. Cuando no lo logran, se vuelven impertinentes o tratan de manipular a los demás para conseguirlo. No podemos esperar reciprocidad por parte de esta clase de personas. Cómo tratarlas: además de alabarlas cuando lo merezcan, hay que ser comedido a la hora de contar los propios éxitos, ya que no llevan bien el mérito ajeno. En lo posible, evitaremos criticarlos y llegar tarde a las citas, ya que lo suelen vivir como una afrenta.

Ansiosos
. Es un perfil muy común que incluye a las personas con tendencia a la preocupación excesiva y con un afán de control que les hace sufrir, especialmente en tiempos de cambios o inestabilidad. Cómo tratarlas: aunque suelen dañarse más a ellas mismas que a los demás, pueden llegar a desesperarnos con sus temores. Conviene, por tanto, que no les mostremos los nuestros, para no agravar su problema, y comunicarles que pueden confiar en nosotros. El humor puede ayudar a rebajar la tensión en la que viven.

Evitativos. Son denominadas así porque evitan cualquier situación en la que puedan sentirse heridas o incómodas. Su miedo al ridículo hace que les cueste horrores dar el primer paso. Suelen tener problemas de autoestima y adoptan un perfil bajo, aun estando más capacitadas que los demás. Cómo tratarlas: necesitan que las escuchemos con atención y que les hagamos saber que valoramos su opinión. Así lograremos que se empoderen. Nunca hay que irritarse con ellas o hacer bromas acerca de su carácter o de su comportamiento.

Pasivos-agresivos. Resultan especialmente conflictivas en el ámbito laboral, ya que discuten de forma encendida cualquier orden y rechazan las figuras de autoridad. Creen saberlo todo mejor, a la vez que se quejan de ser incomprendidas. Viven cualquier menudencia como una falta de respeto hacia ellas. Cómo tratarlas: la amabilidad es la mejor vía para lidiar con esta clase de personas, así como preguntarles su parecer. No aceptan críticas y es inútil entrar en una guerra de reproches, ya que tienen poca autocrítica.

Difícil no significa tóxica
— El popular psicólogo Rafael Santandreu se muestra contrario a etiquetar a cualquier persona como “tóxica”. En su opinión, no hay personas tóxicas, sino relaciones que pueden calificarse así. Cuando dos personas que no son afines o no se convienen siguen juntas, el vínculo acaba siendo tóxico, pero estas mismas personas pueden establecer relaciones saludables con otros perfiles o bien en situaciones diferentes.

La psicología cognitiva sostiene que lo perjudicial es ver el mundo como tóxico, trazando una barrera entre unas personas y otras. Lo que sí sucede es que todos a veces nos comportamos de forma tóxica o estamos donde no deberíamos estar, algo que se arregla tomando conciencia de ello en lugar de señalar a los demás.

Francesc Miralles es escritor y periodista experto en psicología.

https://elpais.com/eps/psicologia-y-bienestar/2022-11-24/narcisistas-ansiosos-pasivo-agresivos-cinco-claves-para-tratar-con-personas-dificiles.html

martes, 17 de enero de 2023

La crucial teoría matemática que enfrentó a dos titanes del siglo XVII: Isaac Newton y Gottfried Leibniz

 

Concha de nautilinos

FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES

Pie de foto,

La hermosa concha del nautilinos con su espiral logarítmica es la imagen clásica usada para ilustrar el desarrollo del cálculo.


Todo empezó en Europa a finales del siglo XVII. Dos excepcionales matemáticos estaban trabajando en el mismo problema al mismo tiempo. Isaac Newton, ese gran héroe de la ciencia británica, tenía poco más de 20 años cuando comenzó a trabajar en una nueva rama de las matemáticas. Newton se la describió a sus amigos, pero no publicó nada sobre ella. Esa decisión más tarde tendría consecuencias desagradables pues, al mismo tiempo, el joven erudito alemán Gottfried Wilhelm Leibniz propuso una versión diferente de la misma cosa. Se trataba del cálculo.

lunes, 16 de enero de 2023

MEMORIA HISTÓRICA Mi abuelo fue un criminal; mi padre, un genocida.

Unidos por la rabia, la vergüenza y el ánimo de reparar a las víctimas, descendientes de represores de distintos países repudian sus crímenes y comparten sus archivos

Con 18 años recién cumplidos, Loreto Urraca conoció el mismo día de 1982 a su padre, Jean Louis Urraca, y a su abuelo, Pedro Urraca. El primero, quien propuso el encuentro, la había abandonado de pequeña. El segundo, policía franquista y agente de la Gestapo en Francia, interrogó y trasladó a España al expresidente de la Generalitat Lluís Companys tras ser detenido en agosto de 1940, dos meses antes de ser ejecutado en el Castillo de Montjuic. Pero Loreto no lo averiguaría hasta mucho después de la muerte de su abuelo. “Entonces yo sabía que era franquista, pero no imaginaba que se había dedicado a perseguir a republicanos por el exilio. El encuentro fue desagradable y a mí, en aquel momento, no me interesaba escucharle”. Hasta que en 2008 vio su apellido, Urraca, en el titular de un reportaje de EL PAÍS junto a las palabras “cazador de rojos”. “Sentí mucha rabia y mucha vergüenza”, explica.

Un día, decidió investigar más sobre él y, durante todas sus vacaciones a lo largo de seis años, recopiló documentos en archivos de Alcalá de Henares, Bilbao, Madrid y París. Con la información recabada abrió una página web, escribió una novela, Entre hienas, y participó en el documental Urraca, cazador de rojos, recientemente estrenado. El proceso que empezó con una sorpresa desagradable al leer su apellido en este diario aún no ha terminado.

Ahora, Loreto Urraca es la representante en España del colectivo Historias Desobedientes, que agrupa a más de un centenar de descendientes de represores de países como Argentina, Brasil, Chile, Uruguay y Paraguay que han rechazado públicamente esa herencia, y anima a otros hijos y nietos de franquistas a compartir la información de que dispongan para tratar de reparar a las víctimas. “No podemos pedir perdón por algo que no hemos hecho”, explica Loreto, “pero sí posicionarnos con las víctimas de nuestros antecesores, difundiendo toda la información que tengamos y para concienciar también a la sociedad. Eso es lo que nos une: la rabia, la vergüenza y la voluntad de que se repare a las víctimas”.

“Cuando me puse a investigar”, recuerda, “me di cuenta de que no sabía nada del exilio, de la persecución franquista... porque me había criado en la ignorancia, en España no se estudiaban estas cosas”. El primer paso fue leer la tesis doctoral de Jordi Guixé sobre la persecución hispano-francesa del exilio republicano, encerrándose durante una semana en una biblioteca, y el más reciente ha sido descubrir fotografías de su abuelo, al que se refiere en todo momento como “Pedro Urraca”, junto a dirigentes nazis en una visita a España en 1942. “Les hizo de cicerone por Madrid y Toledo, lo que muestra su estrecha relación con la Gestapo”, explica Loreto. Urraca tenía ficha y mote en la policía nazi: “Unamuno”.
El policía franquista Pedro Urraca acompaña a la jefatura de la Gestapo y otros nazis en un viaje a España en 1942. Imagen exhibida en el documental 'Urraca, cazador de rojos'El policía franquista Pedro Urraca acompaña a la jefatura de la Gestapo y otros nazis en un viaje a España en 1942. Imagen exhibida en e documental 'Urraca, cazador de rojo
El policía franquista Pedro Urraca acompaña a la jefatura de la Gestapo y otros nazis en un viaje a España en 1942. Imagen exhibida en el documental 'Urraca, cazador de rojos'

A finales de 2021, Loreto recibió un mensaje sobrecogedor: “Me llamo Analía Kalinec y soy hija de un genocida que cumple cadena perpetua por crímenes de lesa humanidad”. Analía, cofundadora de Historias Desobedientes, de 43 años, tenía 24 cuando apresaron a su padre, Eduardo Kalinec, policía de la dictadura argentina. “En mi casa, mi madre y mis hermanas le protegían y mi relación con él había sido buena, por eso se hizo muy difícil al principio comprender, cuestionarlo”, relata al teléfono desde Argentina. En 2008 leyó los testimonios de las víctimas en la causa contra su padre. “Él intentó justificar sus crímenes, nunca mostró arrepentimiento”, explica. Y ya no hubo marcha atrás. “Lo rechacé públicamente y mi madre y mis hermanas me repudiaron por ello”.

Preguntada por si alguna vez ha tenido dudas, si el precio que había pagado por ese rechazo había sido demasiado alto, Analía responde: “He elegido conservar algunos recuerdos, pero el vínculo afectivo con mi padre se rompió definitivamente cuando, tras conocer directamente a algunas de sus víctimas, le pedí que compartiera información sobre los bebés y las madres desaparecidas y él se negó, con toda crueldad. El coste emocional es altísimo, pero no quiero ni pensar lo que sería tener a un familiar desaparecido. También he hecho esto por mis hijos. No quiero enseñarles a mirar hacia otro lado”.

Loreto afirma que ella tuvo “suerte” porque en su caso no había ese vínculo afectivo previo, pero tanto ella como Analía explican que su proceso tiene una vertiente individual, íntima, y otra colectiva, social. Ambas necesitaban “desafiliarse” de la ideología y los crímenes de sus ascendientes. Y ambas quisieron hacerlo públicamente para favorecer el derecho a la verdad y la reparación de los represaliados.

“Me reuní con víctimas directas de mi padre, algunas de ellas de mi edad y que buscaban a sus madres desaparecidas y me contaron que para ellos era reparador que la hija de un represor repudiara sus crímenes”, explica Analía. Algo similar ocurrió cuando Loreto conoció a los sobrinos nietos de Companys. “Fue muy emocionante”, recuerda la nieta del hombre que, tras trasladarlo a España después de su detención, escribió en su dietario: “Al recorrer el camino largo que separa París de Madrid acompañando al hoy vencido y que lo fue todo en Cataluña Luis Companys pienso en el porvenir que ante mí se abre y en el horizonte que el mundo actual nos depara. Todas las ilusiones, toda la fe en los ideales de este hombre han caído por tierra. Ya no es sino un pingajo de la vida”. El documental muestra la fotografía que Urraca hizo de Companys antes de entregarlo a las autoridades franquistas. El expresidente de la Generalitat le mira de frente, resignado, fumando un cigarrillo. La imagen, guardada como un trofeo, fue recuperada en la casa de Urraca.

Fotografía de Lluís Companys realizada por Pedro Urraca antes de entregarlo a las autoridades franquistas, en agosto de 1940.

Pedro de Echave, director del documental, conoció a Loreto en la presentación, en la Universidad de Alicante, de otro largometraje, El hombre más peligroso de Europa. Otto Skorzeny en España, sobre “el hombre de acción favorito de Hitler”. “Al terminar el coloquio, una mujer se presentó diciéndome que Skorzeny le había regalado un avión en miniatura a su padre. Era Loreto Urraca, que me contó su caso. Me pareció una historia apasionante y muy necesaria, no solo por la parte histórica de Pedro Urraca, sino por el proceso personal de Loreto”, explica.

El alias de Pedro Urraca en la Gestapo era "Unamuno". DOCUMENTAL URRACA,CAZADOR DE ROJOS ,

De Echave es miembro fundador de Memòria de Mallorca, asociación que ha promovido exhumaciones de fosas del franquismo en Baleares, comunidad que cuenta, desde 2016, con su propia ley de memoria (apoyada por todos los partidos, incluido el PP). “Loreto es, sin duda, una pionera, y estoy convencido de que su valentía provocará que aparezcan más casos”, añade. “Su confluencia con el grupo de Historias Desobedientes es algo natural porque el nuestro y el de las dictaduras latinoamericanas son procesos similares, aunque estos países nos llevan bastante ventaja”.

Analía anima desde Argentina a otros descendientes de represores franquistas a dar el paso: “Preguntarnos por nuestra propia historia nos hace tomar conciencia de quiénes queremos ser, indivualmente y como país. Hablar de las consecuencias de los crímenes favorece las garantías de no repetición. En España hay fosas comunes bajo los caminos que unen ciudades y pueblos. Pueden querer ocultarlo, pero el silencio siempre deja secuelas”.

A Loreto le encantaría extender el movimiento en España. “Creo que haría mucho bien. Favorecería que poco a poco fuéramos tomando conciencia de todo eso que nunca nos enseñaron”. 

_- Mallorca, mucho más que ensaimada. Y Palma desde las alturas.

_- 'Longuets', 'pa amb oli', coca de 'trampó'... De la ciudad de Palma al pueblo de Valldemossa, sitios para probar la variada cocina mallorquina.


Los llonguets, el arròs brut, los caracoles y el pa amb oli son solo algunas de las especialidades gastronómicas de Mallorca. Una cocina típicamente mediterránea, basada en alimentos frescos procedentes del mar, la huerta y la granja, con platos sencillos e ingredientes de primera calidad. Desde Palma hasta la sierra de Tramuntana, cualquiera de estos locales de la isla balear es un acierto si se quiere degustar la gastronomía lugareña.

Bar Cabrera
No hay viaje a Mallorca que se precie sin probar el pa amb oli (en castellano, pan con aceite), y nada mejor que hacerlo en este bar que lleva más de 20 años sirviéndolo en el barrio de Santa Catalina de Palma. Aunque su carta es extensa, la mayoría de sus clientes vienen hasta aquí para comer este pan de payés restregado con tomate de ramallet típico de la isla y un chorrito de aceite. A la rebanada se le pueden añadir embutidos, ahumados, tortilla, pulpo, solomillo o lomo a la plancha. Presentados en una fuente de barro ya cortados y acompañados de olives trencades (aceitunas típicas mallorquinas), guindillas e hinojo marino, son el plato perfecto para compartir. Su éxito les llevó a abrir el Bar Cabrera Bis, un segundo local en la calle de Bartolomé Rosselló.

Calle de Can Baró, 9 (Palma). 971 73 84 82. Precio medio por persona: 10-15 euros.

Bodega La Rambla
Si hay algo por lo que es conocida la cocina española son sus tapas, y Mallorca ha sabido darle una vuelta de tuerca más con su variat. Como su nombre indica, consiste en un variado de raciones, pero todas en un mismo plato. Esta bodega del centro de Palma, decorada con cuadros, fotografías antiguas y objetos que cuelgan del techo, lleva desde los años cuarenta del siglo pasado dedicándose al tapeo. Ensaladilla, croquetas, pica-pica (un guiso picante de sepia), calamares o berenjenas rebozadas se pueden mezclar en un variat al gusto del cliente.

Via Roma, 6 (Palma). 971 72 11 90. Precio medio por persona: 10-15 euros.

Es Vaixell
En el paseo de Es Portixol se encuentra esta pequeña cafetería con vistas al puerto de Palma. Es considerada por los locales como uno de los mejores sitios para probar el llonguet, un panecillo blanco artesano típico de la zona. Se pueden rellenar de casi cualquier cosa: sobrasada, jamón serrano con mozzarella, queso de Mahón y lomo con pimientos asados son algunas de las ­deliciosas opciones a elegir. En este café bar abierto en el año 2000, estos típicos bocadillos se pueden acompañar con alguna de las ensaladas de su carta y finalizar con uno de sus aromáticos cafés 100% arábica.

Calle del Vicari Joaquim Fuster, 13 (Palma). 971 24 88 90. Precio medio por persona: 10-15 euros.

Celler Sa Premsa
Una enorme chimenea, utensilios de la huerta, toneles y botas de vino decoran este celler (casa de comidas) que ofrece recetas caseras de primera calidad en el centro de la capital mallorquina. Sin grandes elaboraciones, ofrecen un amplio menú del día y carta en la que se puede elegir entre distintos platos tradicionales. Mención especial merecen las sopas mallorquinas con pan moreno y verduras de temporada; el tumbet, elaborado con patatas, berenjenas y pimientos rojos bañados en salsa de tomate, o la sobrasada con patatas, un plato sencillo que nunca decepciona.

Plaza del Obispo Berenguer de Palou, 8 (Palma). 971 72 35 29. Precio por persona: 15-25 euros.

Mesón C’an Pedro
Sus dueños, Pedro Esteban y Ana Romera, fundaron este restaurante especializado en carnes a la brasa, pescados y cocina mallorquina en 1976. Génova, un pequeño pueblo a las afueras de Palma (a apenas seis kilómetros), fue el lugar elegido. En su extensa carta se encuentran muchos de los platos de la cocina local, pero si hay uno que destaca sobre el resto es el arròs brut (en castellano, arroz sucio). Se elabora con verduras de temporada y carne de conejo, pollo o pichón. A este arroz caldoso se le añaden especias como pimentón, clavo o canela, además de un picadillo de hígado, ingredientes que son los encargados de darle ese color parduzco tan característico (de ahí su nombre).

Calle del Rector Vives, 14 (Génova). 971 70 21 62. Precio medio por persona: 25-35 euros.

Ca’n Ribes
En la parte alta del puerto de la turística localidad de Sóller, sobre la bahía, C’an Ribes se especializa en productos del mar y arroces. Los hermanos Ribes ofrecen a sus comensales pescado fresco capturado a diario en las costas mallorquinas. Para abrir boca se recomienda probar la gamba roja de Sóller, extraída en los caladeros de la isla y emblema gastronómico de la zona. También los tacos de bacalao con mayonesa de rábano son una delicia. Para seguir, alguno de sus arroces de marisco o uno de los pescados del día (como dentón, cabracho, lubina o dorada) son una opción que no defrauda.

Calle de Santa Caterina de Alexandria, 22. (Sóller). 971 63 84 93. Precio medio por persona: 30-40 euros.

Un plato de arroz del mesón Los Patos, en Mallorca. CRISTINA ORTEGA

Mesón Los Patos
Muy cerca de la playa de Muro, en el municipio de Alcúdia, la familia Font-Barceló lleva más de 40 años regentando este celler con vistas al parque natural de s’Albufera de Mallorca. Ubicado en lo que era la finca de Ses Eres, un antiguo almacén secadero de arroz, la amabilidad y trato impecable del personal y sus dueños, siempre dispuestos a hacer alguna recomendación culinaria, es una de las señas de identidad del restaurante. Las anguilas de s’Albufera, los caracoles preparados con hierbas aromáticas o el frito mallorquín (una fritura de patatas, cebolla, tomate y pimienta roja) con cordero son algunas de las exquisiteces de Los Patos.

Camí de Can Blau, 42 (Bahía de Alcúdia). 971 89 02 65. Precio medio por persona: 30-40 euros.

Pastelería Ca’n Molinas
Al norte de la isla, en una de las villas con más encanto de la sierra de la Tramuntana (y habitual en las listas de los pueblos más bonitos de España), se encuentra esta panadería fundada en 1920. Está situada estratégicamente frente a la cartuja de Valldemossa y ofrece al visitante todo tipo de dulces mallorquines. Las ensaimadas, el gató (bizcocho de almendras mallorquín), las empanadas o la coca de trampó (masa de pan plana con hortalizas) son algunas de sus especialidades. Pero si hay algo que se ha convertido en la seña de identidad de esta pastelería y del pueblo de Valldemossa es la coca de patata. Este bollo dulce elaborado con patata y manteca de cerdo, esponjoso y ligero, es perfecto para acompañar con una horchata de almendras, todo ello mientras se disfruta de las vistas que hace casi dos siglos enamoraron a Chopin.

Calle de Blanquerna, 15 (Valldemossa). 971 61 22 47. Precio medio por persona: 5-10 euros.

Palma desde las alturas
Las mejores azoteas de la capital mallorquina para disfrutar de bellas panorámicas e irresistibles propuestas para comer y beber bien

La perspectiva cambia nuestra percepción de los objetos. Las ciudades no son las mismas vistas desde el mar que con los pies en la tierra o desde las alturas. Subimos a ocho tejados de Palma para contemplar qué aspecto tiene la capital mallorquina desde el aire. Las azoteas de los hoteles son, sin duda, una buena elección que, además, se marida con grandes propuestas gastronómicas.

Para subir al cielo

Catedral

Hay pocas experiencias turísticas tan gratificantes como subir 140 peldaños por una escalera de caracol y encontrarse, de repente, bajo los arbotantes de una joya del gótico como la catedral de Palma. O cruzar un pequeño pasadizo y darse de bruces con el rosetón mayor, labrado en piedra. Hay también un acceso al campanario, y desde las terrazas del templo además se pueden ver las vidrieras por fuera más una vista de 360 grados de la ciudad que incluye el puerto, la zona vieja de Palma, el castillo de Bellver o la playa de Can Pere Antoni. La hora que dura la visita se hace corta maravillándose con este monumento y con el paisaje que avista, o escudriñando los tejados y azoteas que lo rodean, que son como el inconsciente de los edificios. De mayo a octubre, ambos incluidos, la catedral permite al público acceder a sus terrazas en grupos reducidos. El precio de la visita es de 20 euros (para los no residentes) y debe reservarse en su página web.

Castillo de Bellver

Bellver en castellano significa bellas vistas, así que el nombre de este castillo es un adelanto de lo que se puede divisar desde la fortaleza, ubicada sobre una colina al oeste de Palma: la ciudad, la bahía y la sierra de Tramuntana. Este castillo es el único de España con planta circular y fue construido en el siglo XIV para hacer de fuerte, aunque también desarrolló otras funciones como residencia de verano para la realeza o prisión —Franco lo volvió a usar como cárcel tras la Guerra Civil—. En perfectas condiciones de conservación, se puede visitar la terraza, el patio de armas, el museo, la capilla y las diferentes estancias. La entrada cuesta cuatro euros, a excepción de los domingos, que es gratuita.

Desayuno con vistas

Hostal Cuba

De estilo modernista, el edificio que alberga este alojamiento es uno de los tesoros arquitectónicos de Palma. Con más de 100 años de historia (data de finales del siglo XIX), fue mandado construir por el mallorquín Rafael Juan Roca cuando regresó con riqueza tras emigrar de España y vivir después en Canarias. Compró varias residencias, las hizo tirar y mandó edificar después este inmueble en la zona de Santa Catalina, el antiguo barrio de pescadores. El edificio pasó a ser un hostal para marinos con pocos recursos y el bar de abajo vendía todo lo que podían necesitar: cebos para pescar, gasolina para las embarcaciones y tabaco de contrabando. Desde 2013 es un hotel boutique con una terraza privilegiada. El Sky Bar, en su azotea, está abierto para todos y ofrece desayunos (20 euros para los no huéspedes) y cócteles con música de un DJ.

Menú de altura
Hotel Almudaina

En el número 9 de la avenida de Jaime III, la azotea de este hotel ofrece disfrutar de un menú del día por 15 euros mientras se contemplan los tejados palmesanos, las cúpulas de algunas iglesias, la omnipresente catedral y el Mediterráneo. Desde arriba, la ciudad brilla con el sol, muestra huertos entre los edificios, convertidos en auténticos oasis, y sus terrazas de ensueño. La vista rodea el bar, pero los ojos suelen detenerse en la zona vieja de Palma, llena de recovecos y misterio, más que en la nueva, de edificios asépticos y sin alma. Está abierto de doce de la mañana a doce de la noche.

A la luz del crepúsculo

Hotel Sant Francesc

Los que elijan este antiguo palacete para alojarse, distinguido con premios por diversas publicaciones viajeras y en el corazón de la parte vieja de la ciudad, tendrán el privilegio de poder bañarse en su piscina y tomar el sol en la azotea. Pero los no huéspedes también pueden subir a este confortable puesto de observación. Tan solo deben esperar a las ocho de la tarde para acceder a su Singular Rooftop y abrir bien los ojos mientras el cielo se tiñe de rosa y luego, justo antes de oscurecer, desprende una luz blanca, como si se resistiera a vestirse de negro. Hay cócteles, la tradicional pomada mallorquina (ginebra, limón y azúcar) y snacks para acabar el día, o empezar la noche.

El hotel Can Alomar, donde se encuentra el restaurante De Tokio a Lima.

Champán sobre los árboles

De Tokio a Lima

Las dos azoteas del hotel Can Alomar se han transformado en un restaurante de fusión y una coctelería, abiertos a cualquier hora y donde hay hasta una barra de caviar de Beluga y champán Veuve Clicquot. El precioso edificio restaurado da al paseo del Borne y las terrazas planean sobre las copas de los árboles, creando un entorno exótico y fascinante. El lujo aquí no es solo el paisaje circundante, sino lo que se come en su restaurante De Tokio a Lima: un mestizaje de cocina asiática, peruana y mediterránea para gustos sibaritas de la que se encarga el chef German de Bernardi. Además, en el interior del restaurante hay exposiciones temporales de arte contemporáneo. Vale la pena subir hasta aquí y divisar parte de la localidad desde la espesura.

Sabores asiáticos
Katagi Blau

Situado junto a la playa del Arenal, Katagi Blau, que ocupa la azotea del hotel Iberostar Selection Llaut Palma, fue reconocido como el mejor restaurante de cocina fusión asiática en Europa en los World Luxury Restaurant Awards de 2019. Su propuesta: recetas asiáticas que se fusionan con productos mallorquines. El resultado se puede disfrutar en diferentes formatos: almuerzo ejecutivo entre semana, brunch los domingos, a la carta, con la experiencia teppanyaki o sus cócteles de autor. La panorámica de un mar infinito desde la terraza se saborea con la vista, el oído y hasta el olfato. Los jardines verticales de este rooftop, la música de fondo y la luz del Mediterráneo completan una experiencia para los cinco sentidos.

Atardecer en el Moll Vell
49 Steps

Los lobos de mar disfrutarán de este asiento de primera fila en el Moll Vell (el muelle viejo), muy cerca de la catedral y del edificio de la Lonja. La terraza del restaurante 49 Steps permite ver el mar y los yates, que aparcan sus lujosas carrocerías en esta zona vip marítima. Es también un lugar idóneo para asistir a la puesta de sol mientras se bebe uno de sus cócteles exclusivos, como el Kate Moss (vodka vainilla, limoncello, fruta de la pasión, mandarina y prosecco), y se come algo. Carnes, pescados, mariscos, arroces y tapas internacionales en un ambiente de ropa de marca, aderezado con banda sonora.

Pobres contra pobres

Asistimos a una falsa disyuntiva en la que los grupos más desfavorecidos de la sociedad se enfrentan por escasos recursos sucumbiendo a los prejuicios en vez de fomentar el espíritu de colaboración

Sabemos que cooperar es más sabio que competir, pero esa máxima cuesta de llevar a la práctica: los seres humanos competimos constantemente. Con cierta frecuencia he estado en reuniones en que se han manifestado grandes conflictos entre grupos por el reparto de recursos. Personas que defendían la prioridad de revertir la pobreza y ofrecer ayudas a personas sin hogar, por ejemplo, se enzarzaban con aquellas que consideraban prioritario ayudar a las personas con discapacidad. Incluso dentro de este último grupo podían sucederse disputas entre la preferencia de los diversos tipos de discapacidad por la obtención de los recursos. ¿Quién podría necesitar una subvención con más urgencia, quienes no tienen acceso a una vivienda o quienes están en situación de desempleo de larga duración? En definitiva: ¿quién es más pobre de entre los pobres? Falsas disyuntivas que no conducen más que a la competencia salvaje por unos escasos recursos.

El filósofo Patrick Viveret llamaba a esta situación una “jerarquía de la opresión” según la cual los diferentes grupos oprimidos lucharían entre sí, todos ellos en situación desfavorecida por diferentes motivos, para situarse los primeros en el reparto de unos recursos insuficientes.

En los últimos meses asistimos a una polémica sostenida en los medios de comunicación entre la necesidad o no de aumentar las pensiones de las personas jubiladas frente a la precariedad juvenil, también necesitada de un generoso presupuesto estatal. ¿De verdad pensamos que es positivo entrar en estas discusiones entre grupos desfavorecidos cuando parece obvio que una parte de nuestros jóvenes viven en una precariedad intolerable y que gran parte de nuestros ancianos necesitan una renta digna en los últimos años de la vida?

En psicología social la teoría del conflicto realista explica la conflictividad intergrupal que se produce cuando diferentes grupos compiten por alcanzar recursos en su propio beneficio en lugar de contemplar también las necesidades de los otros. Se trata de un fenómeno muy potente, ya que los juicios y opiniones de un grupo sobre otro pasan a ser defendidos por una mayoría de personas que se consideran pertenecientes a ese grupo, incluso de muchas que, inicialmente, pudieran tener posiciones intermedias. Así, el conflicto salta a tertulias y conversaciones de café donde jóvenes banalizan las necesidades de los mayores y viceversa. Los estudios del psicólogo Muzafer Sheriff y otros posteriores han evidenciado que esta competición entre grupos produce actitudes negativas, prejuicios y comportamientos hostiles hacia los miembros del otro grupo.

Curiosamente, la competencia no suele producirse en relación con grupos dominantes en la sociedad, sino que se llega a aceptar la distribución desigual (por ejemplo, entre ricos y pobres) como algo legítimo y, por tanto, la rivalidad se produce entre grupos considerados similares, de parecido estatus y de los que es difícil salir. Por ejemplo, los afroamericanos rivalizan con inmigrantes mexicanos en Estados Unidos, en lugar de con norteamericanos anglosajones. Ello explica también las polémicas entre colectivos de jóvenes, jubilados, o pobres y diversos funcionales, pero no la que podría ser la verdadera disputa: todos los grupos pobres o precarios contra aquellos de alto poder adquisitivo. En realidad, el sistema alimenta y mantiene el statu quo, ya que no cuestiona la forma de distribución, sino la preeminencia de entre los colectivos más necesitados.

Todo aquel que haya mantenido reuniones con colectivos diferentes como las que he comentado al principio, sabrá que las personas necesitamos sentir que el grupo social al que pertenecemos es bueno y fuerte, el mejor, superior a los otros y, por ello, el de más merecimientos. Poco importa que ese grupo sea circunstancial, como el hecho de pertenecer al grupo de jóvenes o de viejos, no relacionado con ninguna virtud propia sino con el paso del tiempo; lo importante es que es “nuestro” grupo social, al que pertenecemos y del que necesitamos sentirnos orgullosos. El resultado suele ser el “nosotros” frente a “ellos”.

A medida que avanza el debate observamos que para tener una identidad social positiva favorecemos a nuestro grupo y vertemos opiniones negativas sobre el rival. No dudamos en desmerecer a otros y en competir con ellos, lo cual, en realidad, destruye la solidaridad entre los grupos subordinados y, además, acaba provocando una opinión negativa generalizada para todos ellos. Es una mala opción sin ninguna duda, aunque parezca dar rédito al principio.

¿Cómo afrontar esta situación tan frecuente en las sociedades humanas? Parece básico conocer los mecanismos psicológicos que operan en nuestra vida relacional para poder afrontarlos y, en caso de que no sean positivos para el conjunto de la sociedad, superarlos. Reducir el antagonismo intergrupal pasa por diluir los estereotipos y prejuicios sobre los otros grupos, acceder a información objetiva y veraz y encontrar motivos de trabajo y superación conjuntos. Solamente encontrando nuevas dimensiones de comparación, creando una percepción conjunta de la situación que prime la cooperación intergrupal frente a la rivalidad, podremos superar una competición que solo conduce a más hostilidad, pobreza social y menor solidaridad entre los colectivos más necesitados.

Sara Berbel Sánchez es doctora en Psicología Social.

domingo, 15 de enero de 2023

¿Qué dice la Constitución del Consejo General del Poder Judicial?.

Los jueces y magistrados carecen por completo de legitimidad para una operación de naturaleza política como es la transmisión de legitimidad a un órgano de gobierno como es el CGPJ

Tengo la impresión de que, cuando se está hablando, últimamente con enorme frecuencia, del CGPJ, no se tiene en cuenta lo que la Constitución dice respecto de dicho órgano.

El CGPJ es uno de los cuatro órganos constitucionales que la Constitución define. La categoría órganos constitucionales es un numerus clausus. Son los que son y nada más que los que son. Son los siguientes:

Un órgano complejo integrado por dos órganos simples: Las Cortes Generales integradas por el Congreso de los Diputados y el Senado. El Gobierno y el Consejo General del Poder Judicial.

El Congreso de los Diputados y el Senado tienen cada uno de ellos entidad de órgano constitucional, aunque ambos formen parte de un órgano constitucional único: las Cortes Generales. De ahí que sean cuatro y no tres los órganos constitucionales.

Esto no es interpretación mía. Es interpretación de la Constitución por la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional, en cuyo Titulo IV, “De los conflictos constitucionales”, se incluye un apartado c) en el artículo 59, en el que se atribuye al TC el conocimiento de los conflictos que opongan “al Gobierno con el Congreso de los Diputados, el Senado o el Consejo General del Poder Judicial o a cualquiera de estos órganos constitucionales entre sí”.

La regulación de estos conflictos se desarrolla en el Capítulo III del mencionado Título IV: “De los conflictos entre órganos constitucionales del Estado”, en el que solo figuran los mencionados en el artículo 59.

Esta condición de “órgano constitucional” es de suma importancia. Porque es la decisión político-constitucional más determinante en la configuración de la arquitectura constitucional. Al atribuir dicha condición a los órganos a los que se la atribuye y solo a ellos, el constituyente nos está diciendo que es a través de ellos como se proyecta el principio de legitimación democrática del artículo 1.2 en la arquitectura del Estado.

En esa proyección, las Cortes Generales ocupan el lugar más destacado. Es el único órgano constitucional que tiene legitimación democrática directa, que conecta de manera inmediata con el artículo 1.2 de la Constitución. El lector que tenga curiosidad podrá comprobar que el “pueblo español”, como lugar de residenciación de la “soberanía nacional”, “del que emanan los poderes del Estado”, que figura en el artículo 1.2 de la Constitución, únicamente reaparece en el artículo 66.1, primero del Título III dedicado a las Cortes Generales.

Esta es la razón por la que las Cortes Generales es el único órgano constitucional que puede transmitir legitimación democrática. El Gobierno y el CGPJ reciben legitimación democrática, pero no pueden transmitirla.

La recepción de la legitimación democrática por parte de estos órganos no es opcional, sino que es obligatoria. El Gobierno únicamente puede recibirla mediante la “investidura” del presidente del Gobierno por el Congreso de los Diputados (art. 99 CE). El CGPJ mediante la designación de sus miembros por el Congreso de los Diputados y el Senado (art. 122.2 y 3 CE).

Dicho de otra manera: la recepción de la legitimación democrática a través de las Cortes Generales es la condición sine qua non para que el Gobierno y el CGPJ puedan tener la condición de órganos constitucionales.

En ambos casos se trata de una operación de “naturaleza política”. Se trata de las dos operaciones de naturaleza política a través de las cuales el monopolio del poder en que el Estado consiste se expresa de manera tripartita. Es decir, se trata de las dos operaciones constitutivas de la “división de poderes”. El poder del Estado es uno solo, pero únicamente puede operar de manera tripartita.

En el origen de todas las operaciones está la manifestación de voluntad del cuerpo electoral en las elecciones generales, que convierten a las Cortes Generales en el único depositario de la legitimidad democrática. Esta es la razón por la que únicamente las Cortes Generales pueden transmitirla. Nadie que esté fuera de las Cortes Generales puede participar en la transmisión de legitimidad democrática, porque nadie que esté fuera es depositaria de ella.

Y esta es la razón por la que también se trata de órganos que tienen que ser renovados periódicamente, sin que se pueda admitir prórroga de ningún tipo en su mandato.

Por eso, la pretensión de que los jueces y magistrados que integran el poder judicial puedan designar a los miembros del CGPJ es inaceptable por anticonstitucional. Quiebra nada menos que el sistema de división de poderes previsto en la Constitución.

Los jueces y magistrados que integran el poder judicial tienen legitimidad democrática en el ejercicio de la función jurisdiccional, es decir, en una operación de naturaleza exclusivamente jurídica. Justamente por eso, los jueces y magistrados tiene que identificar cada vez que dan un paso en el ejercicio de la función jurisdiccional cuál es la ley con base en la cual lo están dando. Porque de la ley le viene su legitimidad. En ese momento el juez o magistrado agota su legitimidad.

Fácilmente puede comprenderse que una legitimidad de esta naturaleza no puede ser transmitida. En consecuencia, los jueces y magistrados carecen por completo de legitimidad para una operación de naturaleza política como es la transmisión de legitimidad a un órgano de gobierno, como es el CGPJ.

La legitimidad de los jueces y magistrados es de naturaleza completamente distinta a la legitimidad de los miembros del CGPJ. La de los primeros es de naturaleza exclusivamente jurídica. La de los segundos de naturaleza exclusivamente política. No se puede transitar de una a otra. Es algo constitutivamente imposible.

Sería necesaria una reforma de la Constitución para que una operación como esa pudiera producirse. Sin una previsión expresa del constituyente no es posible.

https://www.eldiario.es/contracorriente/dice-constitucion-consejo-general-judicial_132_9845149.html

REDES SOCIALES El biógrafo de Elon Musk: “Para él, el caos es el procedimiento operativo estándar”.

Ashlee Vance, autor del libro más importante sobre la vida del hombre más rico del mundo, valora las primeras polémicas del magnate como propietario de la red social

En la tercera cita de Elon Musk con su segunda mujer, Riley Talulah, ya en la intimidad del hotel, le quiso enseñar sus cohetes. “Era escéptica, pero de verdad me enseñó vídeos de cohetes”, revela Talulah. En su primer encuentro, Musk había descartado a otras dos modelos en favor de Talulah porque “ella quería realmente hablar de cohetes y coches eléctricos, eso era lo interesante”, cuenta Musk a su biógrafo Ashlee Vance, periodista de Bloomberg y autor de Elon Musk. El empresario que anticipa el futuro, un libro publicado originalmente en 2015.

Musk no solo usaba los coches eléctricos para ligar cuando ya había invertido millones de dólares en Tesla, una empresa que los fabrica. Ya lo hacía cuando tenía 18 años y acababa de llegar a Canadá desde su Sudáfrica natal. “Creo que la segunda frase que salió de su boca fue ‘pienso mucho en los coches eléctricos’. Entonces me miró y me dijo, ‘¿tú piensas mucho en los coches eléctricos?’”, dice Christie Nicholson, que conoció al joven Musk en una fiesta y mantuvieron la amistad.

El foco exacerbado y obsesivo en sus intereses vitales y empresariales es constante en la vida de Musk. Desde joven le ha interesado mucho internet (fundó X.com, que está en el origen de Paypal y los pagos seguros en la red), los cohetes (SpaceX) y los coches eléctricos (Tesla). Su interés por las redes sociales y Twitter puede parecer nuevo desde fuera, pero es probable que Musk le haya dedicado muchas horas y crea, como escribió a los anunciantes, que Twitter no es solo una red social, sino una “plaza pública digital” imprescindible para el futuro de la humanidad.

“Según algunos mensajes que hemos intercambiado, creo que está bastante estresado”, dice su biógrafo Vance por teléfono a EL PAÍS. Desde el anuncio oficial de la compra de Twitter, el pasado 27 de octubre, Musk ha despedido a miles de empleados, ha abierto la puerta al regreso de Donald Trump, ha causado el caos con decisiones poco pensadas y ha provocado entre sus críticos el vaticinio del fin de Twitter y un pequeño éxodo a Mastodon y otras redes.

¿Es todo esto un gran problema para Musk? Probablemente, no. “Es una situación extraordinaria, pero para Elon tener sus empresas en caos es un procedimiento operativo estándar, tiene práctica”, dice Vance. “También debo decir que si nada funciona y Twitter se desploma y pierde los 44.000 millones de dólares, no diré que no le importaría, pero es quizá la única persona en la Tierra a quien no le destruiría la vida. Está dispuesto a jugársela y podría vivir sea cual sea el resultado”, añade.

Musk tiene otros proyectos en marcha cuyos resultados están en duda o en camino: el hyperloop, la conducción automática de Tesla y sus robots Optimus, o los chips en el cerebro de Neuralink. Los éxitos indiscutibles de Paypal, SpaceX y Tesla no son los únicos hitos de su carrera.

Un gran misterio de estas primeras semanas con Musk frente de Twitter es cómo puede sobrevivir la compañía con 2.700 empleados, más del 50% menos de los que tenía en octubre. Hay varias posibles respuestas, observando tanto lo que ocurre hoy en Silicon Valley como echando un vistazo al pasado de Musk en SpaceX y Tesla. Otras empresas tecnológicas están despidiendo a empleados. El cofundador de Twitter, Jack Dorsey, admitió haber hinchado en exceso la plantilla. Musk tenía pinta de saberlo y de igualmente haber apostado fuerte: “Le están subestimando. Se dice mucho que está perdiendo a todos estos ingenieros”, dice Vance. “Se subestima cuánta gente solo protesta por el hecho de que Elon esté ahí y se subestima su capacidad de contratar a gente con talento”, añade. Ya hay ejemplos de ingenieros que se ponen a disposición de Musk con pruebas complejas, como arreglar el buscador de Twitter:

Hay, para Vance, una diferencia sustancial entre Twitter y sus otros dos negocios: SpaceX y Tesla: “Sus dos empresas las construyó con el tiempo. Tienen visiones muy claras sobre qué son y hacia dónde se dirigen. El comportamiento de Musk es algo más tolerado porque están acostumbrados a su estilo. Aun así, es increíblemente duro con algunas personas y las despide de manera horrible”, explica. Pero ahora ha llegado a Twitter siendo ya el hombre más rico del mundo y el mayor usuario de la red, y el interés que levanta es distinto: “En Twitter acaba de tirarse en paracaídas con su gestión y es obviamente impactante para todos en la empresa y los que están fuera de ella”, añade.

En Tesla y SpaceX hay varios ejemplos de su comportamiento y ética de trabajo. En sus cientos de entrevistas, Vance cuenta en el libro algunos casos notables. “Una persona que trabaja 16 horas al día termina siendo mucho más eficaz que dos personas que trabajan ocho horas”, escribe Vance en la biografía a propósito de un caso concreto. “Ese trabajador no debe celebrar reuniones, ni llegar a consensos o poner al día a otras personas. Simplemente, sigue trabajando y trabajando y trabajando. El empleado ideal de SpaceX es alguien como Steve Davis, el director de proyectos avanzados de SpaceX. ‘Ha estado trabajando 16 horas al día todos los días durante años’, dijo Brogan [otro empleado de SpaceX]. ‘Hace más cosas que 11 personas trabajando juntas’”.

Los fines de semana son también un obstáculo para Musk: “Cuando llegó, le hice notar lo impresionante que era que tanta gente trabajara un sábado”, escribe Vance. “Musk vio la situación bajo una luz diferente, quejándose de que cada vez menos personas trabajaban los fines de semana. ‘Nos hemos vuelto jodidamente blandos’, respondió Musk. ‘Voy a enviar un correo electrónico. Somos jodidamente blandos’”. ¿El nacimiento de un hijo? Importa menos que la empresa: “Un empleado [de Tesla] se perdió un evento para presenciar el nacimiento de su hijo. Musk le envió un correo electrónico diciendo: ‘Eso no es excusa. Estoy extremadamente decepcionado. Debes averiguar dónde están tus prioridades. Estamos cambiando el mundo y cambiando la historia, y te comprometes o no’”. Vance cita las palabras del receptor del correo, pero en este caso no pudo ver el mensaje original enviado por Musk.

¿Se van los empleados? Fichamos más
En X.com un grupo de ejecutivos se llevó a una parte sustancial de la plantilla porque estaban en desacuerdo con la gestión de Musk: “Terminó con una empresa fantasma y un puñado de empleados leales. ‘Después de todo, recuerdo estar sentada con Elon en su oficina”, dijo Julie Ankenbrandt, una de las primeras empleadas de X.com que se quedó. ‘Había un millón de leyes para impedir que ocurriera algo como X.com, pero a Elon no le importaba. Simplemente, me miró y dijo: ‘Creo que deberíamos contratar a más personas’”.

“Musk se quejó de que cada vez menos personas trabajaban los fines de semana. ‘Nos hemos vuelto jodidamente blandos”
Otro modo de subestimar la tozudez de Musk es su relación con el fracaso. En 2008, los cohetes no despegaban y fabricar un Tesla a tiempo parecía un sueño. Con la crisis estaba a punto de perder todo el dinero que había ganado tras la venta de Paypal a eBay. Su mujer entonces, Riley Talulah, recuerda su desesperación. “Un día hubo 50 artículos sobre cómo moriría Tesla”, recuerda Kimbal Musk, hermano de Elon. Hoy el riesgo es mucho mayor en términos absolutos, pero el imperio de Musk no depende de Twitter. Aun así, no se permite fracasos.

Vance cita a Jeff Heilman, uno de los primeros empleados de la primera empresa de Musk, Zip2, de servicios de internet. “‘Elon tenía ese impulso de que esto, fuera lo que fuera, tenía que hacerse y que si no lo hacía, fallaría su oportunidad’, dijo Heilman. ‘Eso es lo que veían los inversores de riesgo: que estaba dispuesto a apostar su existencia en la construcción de esta plataforma’. Musk en realidad le dijo lo mismo a un inversor: ‘Mi mentalidad es la de un samurái. Preferiría cometer harakiri antes que fallar’”.

Más allá del fracaso, una de las distinciones de Musk es cómo reinvierte buena parte del dinero que logra en sus nuevos proyectos. En los años más difíciles de SpaceX y Tesla, cuando aún vivía con su primera mujer, Justine, le dijo esto a Antonio Gracias, amigo e inversor en sus empresas: “‘Las cosas empezaban a ir mal con Justine, pero aún estaban juntos’, dijo Gracias. ‘Durante esa cena, Elon me dijo: ‘Gastaré mi último dólar en estas empresas. Si tenemos que mudarnos al sótano de los padres de Justine, lo haremos’”.

¿Es de derechas?
Una polémica persistente con Musk, que ha crecido desde su compra de Twitter, es si es de derechas. “Creo que es una estupidez”, dice Vance. “Algo de esto lo ha provocado él mismo con las cosas que dice y tuitea, pero la gente tiene que entender que la mayor parte del tiempo está bromeando solo para tocar las narices. No es un fascista radical ni nada por el estilo. Es bastante racional y sus lealtades políticas tienden a cambiar según la forma en que el gobierno trata a sus empresas en cada momento. Es excéntrico y le encantan los follones, pero en mi opinión no es de extrema derecha, no lo creo”.

Las vacaciones “te matan”
Musk estuvo a punto de morir en un viaje a África con Justine. Pilló un tipo de malaria grave y se la descubrieron tarde a la vuelta. Musk pasó 10 días difíciles en la unidad de cuidados intensivos. Tardó seis meses en recuperarse. Perdió 20 kilos durante la enfermedad. “Estuve muy cerca de morir”, dijo Musk a Vance. “Esa es mi lección para las vacaciones: las vacaciones te matarán”.

https://elpais.com/tecnologia/2022-11-23/el-biografo-de-elon-musk-para-el-el-caos-es-el-procedimiento-operativo-estandar.html