viernes, 26 de enero de 2024

HOLOCAUSTO. La judía que sobrevivió al Holocausto oculta en el corazón del terror nazi.

El libro de memorias ‘Clandestina’ relata la insólita historia de Marie Jalowicz, que desafió al Tercer Reich sin salir de Berlín, eludiendo a la Gestapo y superando las violaciones, el frío y el hambre.
Pasaporte falsificado que usó Marie Jalowicz, cortesía de su hijo Hermann Simon.
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Marie Jalowicz, judía berlinesa que tenía 11 años cuando Adolf Hitler llegó al poder en 1933, nunca había contado cómo sobrevivió al Holocausto. Tras la guerra, se matriculó en la universidad, se casó y tuvo dos hijos, y desarrolló una exitosa carrera académica como profesora de Filosofía en la Universidad Humboldt de Berlín. Durante 50 años, apenas dejó caer algún dato suelto a su familia.

Ya septuagenaria, un día su hijo Hermann le colocó sin previo aviso una grabadora sobre la mesa del comedor. Y empezó a relatar. De forma cronológica, fue contando sus recuerdos, los de una adolescente que hizo frente a la adversidad como trabajadora forzada en Siemens, escapando de los tentáculos de la Gestapo, ofreciendo su cuerpo a cambio de cobijo, pasando frío y hambre. En definitiva, intentando salir a flote de forma clandestina en pleno Berlín, el centro de la pavorosa maquinaria del Tercer Reich, hasta que en 1945 los Aliados derrotaron a la Alemania nazi.

“No sabía cómo iba a reaccionar. Era una mujer difícil de manejar, de sí o de no, en el medio no había nada. Le dije que siempre había querido contar su historia. Y me sorprendió: preguntó: ‘¿Por dónde empiezo?’. Le dije que por el principio, y así lo hizo”, recuerda hoy su hijo, Hermann Simon, historiador de 74 años. El resultado de aquellas sesiones iniciadas el 26 de diciembre de 1997 fueron 77 casetes (900 páginas transcritas), horas y horas de grabación que Jalowicz se tomaba como si fueran una clase magistral. “Duraban 60 o 90 minutos, y tenían principio y final. Algo así solo se puede hacer una vez en la vida”, apunta todavía maravillado Simon en una cafetería del barrio de Prenzlauer Berg, muy cerca de la Nueva Sinagoga de Berlín.

La última de las cintas se grabó ya en el hospital, pocos días antes de la muerte de Jalowicz en 1998. Le dio tiempo a relatar la increíble historia de cómo una joven de 19 años decidió en 1941 que quería vivir y que iba a intentarlo ocultándose en la boca del lobo del terror nazi. Simon trabajó durante 15 años el contenido de las cintas. Comprobó nombres, fechas, lugares y hechos. Aún se sorprende de la exactitud del relato de su madre, de cómo pudo retener toda aquella información durante décadas y sin más ayuda que su memoria.

Hermann Simon, en la entrada de la Nueva Sinagoga de Berlín, en julio. PATRICIA SEVILLA CIORDIA

Cuando la historia de Jalowicz vio la luz en Alemania en 2014, impactó a crítica y lectores. Se habían publicado muchos relatos de supervivientes, pero ninguno como este. Ninguno contaba cómo una joven judía había pasado a la clandestinidad y había aguantado sin ser descubierta en Berlín hasta el final de la guerra. Tampoco era habitual ese estilo desapasionado, crudo, sin voluntad estilística sino puramente documental. Y, sobre todo, como destaca Simon, “tan honesto”.

La versión abreviada y editada de las grabaciones de Jalowicz, elaborada con ayuda de la autora Irene Stratenwerth, no ahorra detalles de ningún tipo, tampoco los más íntimos. “No quisimos dejar nada fuera”, confirma el historiador. Las memorias, tituladas Clandestina, se han publicado en España en las editoriales Periférica y Errata Naturae, en traducción de Ibon Zub

Marie Jalowicz.
Marie Jalowicz Imagen de Marie Jalowicz alrededor de 1944, cortesía de su hijo Hermann Simon. @HERMANN SIMON

La historia de Jalowicz es sobre todo una hazaña de supervivencia. Hija de una familia culta de clase media, con 15 años pierde a su madre víctima del cáncer y con 17 es reclutada como trabajadora forzada en una fábrica de Siemens. Allí participa en pequeños sabotajes de la producción junto a otras obreras y capataces, y por primera vez describe cómo muchos alemanes no estaban de acuerdo con los nazis. En el relato no hay buenos ni malos, sino personas con sus ambigüedades que se comportan bien o mal según las circunstancias. Recuerda por ejemplo lo que les decía el capataz alemán Max Schulz: “Mi párroco dice que los nazis son los mayores criminales de la historia de la humanidad”.

En 1941, hostigado por las restricciones antisemitas, su padre fallece y ella decide abandonar la fábrica. Pide a su jefe que la deje marchar. Sabe, o intuye, que la persecución de los judíos solo puede empeorar. “¿Por qué quiere irse de aquí?”, le pregunta él. “Quiero salvarme”, responde Jalowicz. “¿Qué pretende hacer sola? Ahí fuera estará sola en el páramo helado”. “Prefiero el páramo helado y prefiero estar sola porque veo en qué va a acabar todo esto. Nos deportarán, y será el final para todas”. En Berlín vivían más de 160.000 judíos en 1933; al final de la guerra quedaban apenas 5.100, según recoge el ensayo Judíos en Berlín, coeditado por Simon.

La odisea de la protagonista cruza un punto de no retorno en junio de 1942, cuando escapa de una pareja de la Gestapo que iba a detenerla y pasa a la clandestinidad. Se quita la estrella amarilla y permanece bajo la superficie de la vida cotidiana de la gran ciudad, con el miedo constante a ser descubierta y una aguja enhebrada en el forro del abrigo. En los tres años que vivió oculta de la burocracia nazi cambió casi 20 veces de casa. La acogieron o ayudaron comunistas, sindicalistas, opositores al régimen, y hasta nazis fanáticos. Algunos sabían quién era, otros lo sospechaban. Al nazi, que presumía de detectar a un judío a distancia, consiguió engañarlo.
Marie Jalowicz Simon

 Marie Jalowicz Simon en 1988, en una imagen cedida por su hijo. @HERMANN SIMON

A través de estas experiencias, los recuerdos de Jalowicz dibujan un vívido fresco de la diversa sociedad berlinesa bajo el yugo del nazismo. No solo de los comerciantes, médicos e intelectuales que formaban su entorno más cercano, sino también de obreros, empleadas del hogar, inmigrantes y marginados. A diferencia de otros clandestinos, como Ana Frank, la joven Jalowicz se movía constantemente por la ciudad. Cogía el transporte público, caminaba, hacía las colas del racionamiento para quienes la cobijaban.

En una ocasión, mientras esperaba que le consiguieran un nuevo lugar donde dormir, tuvo que pasar la noche fuera dando vueltas por Berlín. Y la llamaron las necesidades fisiológicas. Cuenta que se coló en un edificio pequeñoburgués al sudeste de la ciudad. “Cuando encontré una placa con un nombre que me resultó antipático y sonaba a nazi, me acuclillé e hice mis necesidades. ¿Qué pensaría aquella gente al descubrir por la mañana el regalito en el felpudo?”.

La importancia de la suerte
Sus recuerdos evocan momentos de una gran crudeza, como cuando tiene que ofrecer su cuerpo para mantenerse a salvo. Lo cuenta como quien relata lo que desayunó por la mañana. Tampoco elude las violaciones masivas que describe Una mujer en Berlín, el escalofriante texto anónimo que cuenta cómo las mujeres se convirtieron en víctimas de las tropas soviéticas que entraron en Berlín al final de la II Guerra Mundial. “A mí también me tocó, claro. […] Me visitó de noche un tipo fornido y amable llamado Iván Dedoborez. No me importó gran cosa. Luego escribió a lápiz una nota que dejó en mi puerta: que esa de allí era su novia y que me dejaran en paz. Y el hecho es que después de aquello no volvieron a molestarme”.

Su determinación y fuerza de voluntad la empujaron hacia la salvación, pero Jalowicz siempre subrayó la importancia de la pura suerte, tal como lo recordaba en una conferencia en 1993: “La supervivencia de cada individuo que subsistió en la clandestinidad se asentó en una concatenación de azares que a menudo resulta increíble y cabe llamar milagrosa”.

Trump, Milei y la condena ideológica: amar al opresor, odiar al oprimido.

A veces las masas operan de formas extrañas, contrarias a sus propios intereses. Parte de la culpa la tiene la ideología, que moldea al individuo para abrazar su propia miseria echándole la culpa al contrario. El elefante en la habitación es real y está a la vista de todos, pero ¿cómo y por qué crecen estas convicciones?

En un reciente artículo de Paul Krugman, el economista se preguntaba cómo es posible que, a pesar de que la economía y la creación de empleo en EEUU han sorteado con holgura el precipicio de la recesión durante el 2023 (logrando amortiguar el impacto de la inflación sobre el consumo), haya arraigado en la mente de una mayoría de la población estadounidense la idea de que, según su autopercepción de la realidad, la economía va muy mal y, por lo tanto, que sientan que sus vidas continúan empeorando.

La respuesta inmediata que proporciona Krugman queda circunscrita a dos convicciones. La primera se centra en que los votantes republicanos y sus lobistas continúan cabreados por haber perdido las últimas elecciones y, con ello, que Trump dejase de ser su presidente. La segunda, se refiere al calado que ha tenido en las masas afines el mensaje trumpista de MAGA (Make America Great Again o “que América vuelva a ser grande”).

Tal y como sostiene en su conclusión, hay un misterio inmanente en este fenómeno que las encuestas sobre la confianza en la economía nunca van a ser capaces de desentrañar por sí mismas, y solo le queda la consolación de asociar esta deriva a que el Partido Republicano ya no es lo que era. En verdad, su diagnóstico se queda corto. El fascismo, en cambio, como dinámica histórica, lo tiene más claro y siempre irá por delante de las estadísticas.

Para un teórico de la economía, establecer conexiones racionales entre lo que sucede en la base material o productiva de una sociedad y el influjo que la ideología dominante (la superestructura) despliega en su modo de funcionamiento viene a ser terreno pantanoso. Cuando lo intenta, el resultado suele ser asimétrico y hasta incomprensible. Ciertamente, no es racional a la vista de los hechos que casi el 70% de los simpatizantes republicanos todavía crea que el resultado electoral de 2020 fue un fraude.

En consonancia, se ha constado durante décadas el sesgo partidista que prolifera en la mentalidad colectiva de un país en función del partido que gobierna, de modo que, en este ejemplo concreto, cuando los republicanos están en el poder, el sentimiento fuerte de sus votantes se encamina a percibir que inexorablemente la economía se comporta fabulosamente, aunque los datos objetivos demuestren lo contrario. Esta disonancia cognitiva también arraiga entre los demócratas, pero en este grupo la distorsión resulta más moderada en cuanto a que la fantasía de ver en un determinado momento un oasis donde solo hay un enorme desierto se reproduce con una considerable menor intensidad.

En España, como en otros países de nuestro entorno, tiene lugar el mismo contagio procedente de ese tipo de espejismo o imagen fantasmática proyectada sobre el espejo ideológico en el que la población queda determinada para reconocerse a sí misma (así es como se explicaría que los votantes del Partido Popular crean sin dudar en la propaganda de que sus representantes son extraordinarios gestores en detrimento, por lo general, de las habilidades de los del PSOE. Después, cuando la realidad desmiente la imperturbabilidad de tal asunción, optan por un rechazo categorial en vez de aceptar la perturbación de la creencia sedimentada). En resumen, podemos intuir que la recreación subyacente de quién creemos ser como integrantes de una sociedad no se puede explicar únicamente en términos sociológicos ni económicos. Hay que exfoliar la subjetividad que crea lo ideológico para distinguir los mecanismos por los que el discurso político logra transformar el carácter psíquico de las masas.

En efecto, la manera en que a la gente le va en la vida real (su capacidad de ingresos para valerse de alimentación, vivienda, sanidad, educación, ocio, transporte, etcétera), unida a los procesos de socialización basados en el respeto a la ley, los valores morales, la concepción y práctica de la sexualidad, la paternidad y resto de costumbres, impactan en el formalismo con el que se reprimen los instintos, formando el inconsciente, así como el conjunto de la estructura psicológica que condiciona la personalidad. Dicho de otro modo, el factor socioeconómico modifica lo caracterológico de las personas tanto como el factor ideológico. De hecho, el poder ideológico no estriba en su capacidad para dirigir la economía o reformar las instituciones, sino en alterar las estructuras psíquicas con las que las personas “funcionan” y consienten que se les imponga una visión especifica con la que comprender la realidad y aceptarla.

LO PSICOLÓGICO ES SOCIAL: ALTERAR EL ESTADO DE ÁNIMO

En el período de entreguerras, Freud estableció un principio de anclaje entre el materialismo y el proceso civilizatorio que opera a escala mental cuando reconoció que “la psicología individual es al mismo tiempo, y desde un principio, psicología social”. Por consiguiente, observó que había una relación directa entre la posible cura de un individuo y el hecho de que su origen estuviera localizado tanto en la estructura social que forma a las masas como en las familiares en la que se desenvuelve cada persona. Luego, o bien se corrige en el ambiente colectivo lo que produce la patología o bien ésta se hará resistente y no dejará en paz al sujeto, retornando una y otra vez para importunarle la existencia.

Es pertinente que aclare que no es mi intención prescribir que haya que aplicar el método psicoanalítico sobre todo tipo de fenómenos sociales contradictorios, incluidos los que tanto le sorprenden a Krugman, ni que dicho método sea una herramienta infalible para desocultar los motivos indecibles, vergonzantes o maliciosos de las personas para hacer o dejar de hacer, sino que hay que aprovechar los descubrimientos del psicoanálisis y algunos de sus conceptos para que aporten luz sobre aquello que no termina de encajar, es decir, sobre lo que para las ópticas sociológica y económica resultan ser conductas extrañas que necesariamente tienen su origen en fuentes irracionales.

Para entenderlo con precisión, imaginemos que un colectivo se rebela contra una autoridad. Esta decisión podría ser racional y materialmente explicable por el hecho de que estuvieran soportando una situación de obediencia ciega por la que tendrían que reproducir una conducta sumisa que les estuviera condenando a vivir explotados, por lo que el previsible autoritarismo que estaría gobernando sus vidas habría llegado a un punto en el que se habría vuelto insoportable para su propia dignidad e intereses. En un escenario como este, el levantamiento nos parecería que es justamente lo que tenía que ocurrir, con independencia de nuestras simpatías o animadversiones a apriorísticas con ese hipotético colectivo.

Sin embargo, ¿qué sucede cuando ciertos colectivos oprimidos no solo es que prescindan de cualquier acción para cambiar una situación similar que les empobrece, sino que, paradójicamente, la apoyan como algo necesario o natural? Entonces sí que resulta forzosa la indagación psicológica para abordar la totalidad de las causas que propician que hayan cedido. Sería una situación en la que la ideología estaría operando sobre la respuesta emocional de cada persona y su comportamiento dentro de una masa.

Un enunciado con el que trabaja el poder ideológico hegemónico consiste en convencernos de que los sujetos que se rebelan contra lo establecido por la ley, fundamentalmente lo hacen por su incapacidad para saber adaptase, de manera que sufren de una regresión a un estadio infantil. Si llevamos este marco a la educación política de las masas, resultaría que la no-adaptación supone que determinadas personas no terminan de aceptar que, para ciertos, contextos deben adoptar una actitud que, en la práctica, les perjudica o legitima efectos destructivos en lo social.

El trasfondo de aquello a lo que aspira lo ideológico es crear obstáculos para que no se produzca el desarrollo normal de los procesos sociológicos. Es decir, un desarrollo sociológico típico o normal sería que las personas de clase trabajadora se asocien entre sí y apuesten por políticas económicas y sociales que les supongan ganancias objetivas (la misma coherencia se debería dar entre emprendedores o propietarios de empresas). Cuando esta dinámica es obstruida y las partes toman decisiones antagónicas, el abordaje tiene que ser otro.

Wilhelm Reich, discípulo de Freud (aunque posteriormente repudiado por su maestro debido a la radicalidad de sus posiciones), fue pionero en tratar de esclarecer los diversos eslabones que conectan la pertenencia de las masas a una determinada clase social, con sus respuestas típicamente irracionales y contrarias a lo que cabría esperar por su indexación socioeconómica. En una de sus célebres comparaciones, consideraba que una mujer trabajadora católica y afiliada al partido nazi versus una mujer trabajadora atea y comunista se diferenciaban psicológicamente en que la primera, como representante de un arquetipo sociológico, habría desarrollado una dependencia autoritaria respecto a sus padres durante su niñez y juventud, y que dicha subordinación habría continuado reproduciéndose durante su matrimonio, cediendo a que su subjetividad fuera articulada por el orden patriarcal que, por defecto, reprime sus deseos sexuales, produciendo en ella una aversión o resentimiento hacia los planteamientos del feminismo comunista alemán de la época y el proyecto de autodeterminación y emancipación de la mujer que se manejaba. Reich explicaba que este etalonaje del carácter modelado ideológicamente por la tradición burguesa y la influencia religiosa desembocaba en una incapacitación del sujeto para cultivar el pensamiento crítico, en el sentido de negarse a cualquier tipo de revisión de sus creencias trasmitidas por el Superyó y no abrirse a otro tipo de influencias, es decir, desvalorizar por norma el discurso del Otro. Cualquier esfuerzo persuasivo basado en argumentos racionales sobre este tipo de persona, a su juicio, resultaría un despilfarro propio de un ingenuo.

En suma, el punto de capitón con el que Reich justifica la urgencia de analizar este tipo de realidades sociales aparentemente incompresibles pasaría por evitar la crítica vulgar de limitarse a calificar que determinado tipo de estrato social ha sido víctima de un ofuscamiento pasional o de un atontamiento cognitivo, para, en cambio, advertir que se ha producido antes una alteración psíquica profunda que, irremediablemente, afecta a la sexualidad como proceso social. En cualquier caso, la anterior comparación de los arquetipos de una nazi y una comunista del siglo XX necesitaría hoy en día de una calibración ad hoc para, por ejemplo, clasificar los diferentes tipos de carácter que están asimilando las ideologías feministas circulantes y divergentes entre sí, e identificar cómo tramitan su ligazón particular (sea de afecto o de rechazo) con la diversidad de identidades sexuales que se han visibilizado en la modernidad, especialmente con la transexualidad.

El impacto de la ideología puede hacer mella en cualquier tipo de personalidad, pero, a tenor de las diferentes experiencias analíticas de Reich, Freud, Ferenczi y Adler, posee más posibilidades de generar neurosis cuando aterriza sobre aquellos que son tendentes al masoquismo y, por extensión, al sadismo. Hay que señalar de modo sucinto que el masoquista no es alguien que sienta placer con las cosas que a una persona normal le generan displacer (asco, miedo, dolor, etcétera), sino que tiene una predisposición a no soportar el placer, sustituyéndolo por acciones, estímulos, pensamientos o decisiones (síntomas) que le generan sufrimiento, privación, angustia, sentimiento de inferioridad, pesimismo, envidia, odio, impotencia y otras emociones negativas similares. Esta fase continúa aleatoriamente con la sádica, es decir, con el resentimiento y la ira, torturando a otros como medida para sofocar su propia frustración por no poder gozar si este goce no se acompaña de dolor (mordiendo, rasgando, fracturando, e hiriendo tanto el cuerpo del Otro como el de uno mismo).

Por supuesto, el resultado de la venganza es la culpa que se instrumentaliza en todas las direcciones posibles, incluida la inconsciente, para suministrar la repetición del síntoma a través de la victimización. En este circuito, la respuesta del lenguaje del sujeto afectado es algo parecido a: “No valgo nada, pero merezco que me quieras”; “Castígame cuanto desees si con ello te hago feliz”; “La culpa de que sea como soy es solo tuya”. Digamos que la condena que recibe, aunque siendo inmerecida, le estaría suministrando la única posibilidad de alcanzar la relajación o, dicho con otras palabras, el dogmatismo de no permitirse ninguna oportunidad para dudar de la idea de que el migrante es siempre una amenaza para los suyos, que la homosexualidad es una psicosis perjudicial y que padecerla es una vergüenza, que el patriarcado es independiente de la naturaleza autoritaria, que la mujer, el negro, el judío y el musulmán son seres biológicamente inferiores y sospechosos de incurrir en actos inmorales, o que el socialismo científico supone automáticamente el colapso de la economía y la democracia, son derivados inmediatos de un impacto ideológico sobre la psique, y mantener a salvo la veracidad de estas creencias irracionales pasa a formar parte del equilibrio libidinal del sujeto.

FASCISMO UNIVERSAL: EL DISCURSO DE MAGA

Para el fascismo, el paciente ideal al que convertir es aquel que sufre de una intensa frustración por haber cedido a la represión que las estructuras sociales y económicas le han impuesto. Por eso, el fascismo irrumpe fácilmente en aquella persona que tiene miedo a “explotar” (a un orgasmo sin inhibiciones), esto es, atrae al que alberga miedo a la auténtica libertad (lo que viene a ser el mayor temor del neurótico sadomasoquista).

El fascismo no podemos reducirlo a la existencia de un partido político, sino que se trata de la expresión de lo irracional de los hombres cuando responden como una masa o colectivo a los problemas de la vida, componiendo una actitud absurda y anticientífica con respecto al conocimiento de lo que es el hombre, el amor y el trabajo. Consecuentemente, es una totalidad discursiva que pretende trastocar a lo cultural económico, lo cultural social y lo cultural que afecta a lo sexual. ¿Qué vende? Suministra, como solución imaginara para cubrir las ansias de una autoridad fuerte, la reverencia a una personalidad con el poder de darlo todo y suprimirlo todo. El fascismo administra el deseo de ceder a un caudillaje para que sea la voluntad de un padre agresivo y omnipotente (con la reminiscencia de poseer el poder de castración) quien aporte su propósito vital individual como si este debiera ser el destino para toda la humanidad.

En el aclamado filme La cinta blanca (2009) de Michael Haneke, reconocemos algunos de los indicios que siempre deberían llamar nuestra atención sobre la presencia latente de estas dinámicas en la cultura que nos rodea. En la película se realiza una valiosa indagación sobre cómo la familia autoritaria y la represión sexual desencadenaban conductas psicóticas y actos sádicos que silenciosamente iban acomodando la emergencia del nuevo estado autoritario que estaba a punto de despuntar en Alemania justo en los prolegómenos de la Primera Guerra Mundial.

De forma similar, el fascismo histórico que ha penetrado en las bases republicanas de la América profunda en nuestros días (con la proliferación de las instituciones de filiación religiosa que desintoxican a jóvenes de sus deseos homosexuales, a la vez que cada año se refuerza la legislación anti-LGBTQ en estados como Montana, Florida, Arkansas y Tennessee) refleja este mismo tipo de enraizamiento captado por Haneke: un cúmulo de inhibiciones y angustias que afectan a la identidad sexual y que se conectan tanto con el carácter como con la ideología.

A la vista de lo expuesto hasta aquí, podemos suponer que, en línea con las conclusiones de Reich, los sujetos, hombres o mujeres, que viven en un estado material precario, si resulta que la ideología les ha modificado su conduta sexual (lo que incluye los impulsos artísticos), esa modificación podría dar lugar al habitus de que fueran en contra de sus propios intereses materiales. Lo explico con más detalle: cuando la represión afecta solo a lo material, la sublevación política de las personas será más factible de que suceda. Pero cuando la represión provoca que los impulsos y deseos queden ocultos o se hagan inconscientes, y hace que simultáneamente se prodiguen ataduras con una compresión vulgar, por ejemplo, de un tipo de mentalidad religiosa o de una ética del trabajo disciplinada hasta el extremo o dictatorial, buscando inhibir lo sexual y perpetuar el patriarcado. Todo ello moviliza una coraza infranqueable para que pueda estallar cualquier forma de movilización emancipadora en las masas a pesar de su precariedad existencial. De ahí que las libertades en el ámbito de lo social (cambio de sexo, derecho al aborto, el divorcio, el matrimonio entre personas LGBT, la igualdad de género) sean fenómenos que socavan las fuerzas del fascismo en cualquier sociedad.

Los resultados de una encuesta recién publicada en este inicio de 2024, dirigida por investigadores de un centro de estudios para la prevención de la violencia de la Universidad de California en San Diego, arrojan que, dentro de los votantes republicanos, los que se identifican con el discurso MAGA (escorado hacia la xenofobia, la homofobia, el control de las libertades individuales a través del sistema educativo, la defensa del uso de armas, el belicismo exterior, elevar muros frente a los migrantes, negar el cambio climático, bajar los impuestos y todo tipo de ayudas a minorías, prescindir de servicios públicos y de políticas de igualdad de género y racial, etcétera) están más de acuerdo en considerar que en EEUU la democracia se encuentra en peligro, que tener un líder fuerte como presidente es todavía más importante que preservar las libertades democráticas, y que sería muy conveniente patrullar con ciudadanos armados los colegios electorales en las próximas elecciones presidenciales para garantizar que no se manipulen los resultados. Estos “relatos” sociólogos nos indican que el elefante en la habitación es real y que está a la vista de todos, pero volvemos al punto de inicio: cómo y por qué crecen estas convicciones.

En Psicología de las masas y análisis del yo (1921), Freud explicaba que, en el fenómeno del populismo, el dominador se presenta con la apariencia de libertador, es decir, como un opositor al sistema. La masa descontenta se identifica con él, pero será únicamente él quien obtenga la tan anhelada satisfacción. El resto, sus seguidores, solo encontraran vacío llegado el momento. Solo así se explican los casos de Milei y Trump. La extrañeza irracional nos sacude por el hecho de que el individuo que se une a la masa, véase los MAGA, jamás accede a un poder colectivo efectivo como para transformar su situación personal, salvo que se convierta en un vicario del poder del caudillo.

¿Qué le podría sugerir Freud a Krugman para buscar alguna solución al dilema estadounidense? Quizá que cada uno de los votantes republicanos ya no son niños, y que, por ello, dado que no existen tan solo dentro de una estructura familiar, sino que forman parte de una intricada red de producción, es necesario transformar lo uno y lo otro. La solución para salvar la democracia no puede limitarse a que la economía vaya bien, porque, además, el sistema prevé que nunca lo hará para todos por igual, y su lógica de funcionamiento continuará sirviendo como conductor de relaciones de dependía hacia una autoridad superior. El enigma de la autoridad en el terreno de la sexualidad, la ciencia y la política continúa siendo el campo de batalla en el que se decide tanto el presente como el porvenir, aunque este último sea una ilusión.

3 estrategias que usan los escandinavos para no sucumbir a la depresión del invierno

Laura Plitt
Role, BBC News Mundo
18 enero 2024
Va llegando. Poco a poco. Lo sabes. Y lo ves venir. Los días se vuelven cada vez un poco más cortos y, en lo que te demoras en abrir y cerrar los ojos, el invierno ya está allí.

Envuelto en un suéter viejo pero grueso miras tímidamente por la ventana. El cielo amenaza con tornarse aún más gris y tú esperas con una mezcla de excitación y resignación a que caiga la primera gota de lluvia. Esa será tu excusa perfecta para no salir.

Muchos de quienes se encuentran en este preciso instante en el hemisferio norte sienten el impacto psicológico del invierno; la falta de energía, de ánimo, la desazón que trae no necesariamente el frío, sino la oscuridad (y la maldita lluvia).

Es un tipo de depresión asociado a los cambios de estación que se conoce como trastorno afectivo estacional (Seasonal Affective Disorder o SAD, por sus siglas en inglés), que suele comenzar y finalizar aproximadamente en la misma época cada año, típicamente en los meses de invierno, aunque algunas personas lo experimentan en verano.

Sin embargo, los escandinavos registran un índice bajo de depresión estacional.

Y no es únicamente que no muchos sienten esa suerte de bajón cuando llega el inverno, sino que además esperan su llegada con sorprendente entusiasmo, según constató Kari Leibowitz, investigadora y psicóloga especializada en salud, doctorada en la Universidad de Stanford, en Estados Unidos.

De la playa al círculo polar
Leibowitz viajó en 2014 a Tromsø, una ciudad en Noruega a unos 300 km al norte del cículo polar ártico, para investigar precisamente este fenómeno.
Familia de paseo FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES Pie de foto,

Hay un refrán que dice que no hay mal clima, sino ropa inadecuada.

Las razones por la que los habitantes de esta isla, en la que durante los meses más crudos de invierno el sol no llega a asomarse por el horizonte, son varias, le dice a BBC Mundo la investigadora.

Pero, básicamente, es que “tienden a tener una mentalidad positiva respecto al invierno”.

Esta disposición les permite adoptar una serie de estrategias –que Leibowitz resume en tres– que todos podemos incorporar a fin de cambiar nuestra percepción sobre el invierno, si queremos atravesarlo con el mayor bienestar posible.

1- Aprecia el invierno
Apreciar el invierno significa poner el foco de atención en todo lo que es posible hacer durante esta estación, en las oportunidades que brinda, en cambio de centrarse en aquello que no podemos hacer.

“Esto puede implicar adaptar nuestro comportamiento”, señala Leibowitz. Quiere decir buscar actividades que se acomoden a esta época del año.

“Podemos leer, tejer, hornear, crear arte. Y esas no son cosas que hacemos porque el invierno es aburrido, sino porque el mundo natural es de algún modo el más adecuado para estas actividades en esta parte del año”, añade.

Hombre leyendo FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES Pie de foto,

El invierno es un momento ideal para dedicarse a la lectura.

Y si te sientes cansado, el invierno te brinda la “oportunidad de descansar, bajar el ritmo y darle espacio a la introspección”, asegura Leibowitz.

2- Haz que sea algo especial
Esta segunda estrategia –muy ligada a la primera- tiene que ver con aprovechar las ventajas que tiene el invierno, y puede consistir en “realizar actividades especiales que solo son posibles en esta estación".

“Es tomar medidas deliberadas para abrazar y celebrar el invierno, como cambiar tu comportamiento en términos de las comidas que comes, en las formas en las que te reúnes con tus amigos o haces ejercicio”, dice Leibowitz.

Puede ser el decorar tu casa con velas y encenderlas cuando oscurece, transformar el espacio para que se sienta cálido y acogedor, o hacer una fogata al aire libre, por ejemplo.

Decoración con velas FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES Pie de foto,

Las velas aportan mucha calidez a los espacios.

O aprovechar que como no hace calor, puedes salir a correr por más tiempo y hacer mayores distancias, comenta la investigadora.

3- Sal de tu casa
Esta última recomendación es fundamental: “Sal de tu casa, independientemente de cómo esté el clima”.

“En nuestra cultura hay una gran tradición de salir afuera todo el año. Y hay un refrán que dice: ‘No hay mal tiempo, sino ropa inadecuada’”, le explica a BBC Mundo Ida Solhaug, psicóloga del Hospital Universitario del Norte de Noruega.

El hábito de pasar tiempo al aire libre, y en contacto con la naturaleza durante todo el año, es algo que los escandinavos aprenden a hacer y valorar desde muy pequeños.

“A mi hija, que está en edad escolar, le piden con frecuencia que lleve un tronco de madera en su mochila. Luego salen y arman una fogata con los leños que lleva cada uno, sin importar cómo esté el clima”, cuenta Solhaug.

Fogata FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES Pie de foto,

Hacer una fogata al aire libre puede ser una actividad fantástica aún en pleno invierno.

“Creo que es algo muy bueno que nos ayuda a estar en contacto con la naturaleza y los elementos, y el ritmo natural de las cosas. Sentir que somos parte de la naturaleza nos ayuda a tener una perspectiva más amplia y dejar de pensar solo en nosotros mismos”, agrega.

Leibowitz coincide: “Salir, conectarse con la naturaleza, estar al aire libre, mover nuestro cuerpo, todas esas cosas funcionan como antidepresivos naturales”.

Cambios de energía
Aún así, también es importante aceptar que se trata de un momento donde probablemente tengamos menos energía.

“Sentirnos un poco apagados o cansados es natural en esta parte del año”, señala Solhaug.

“Lo que no es natural es ser todo el tiempo productivos, cumplir con ese imperativo cultural de ser fuertes y eficientes todo el tiempo y rendir 24 horas al día, 7 días a la semana”, añade.

Mujer bostezando FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES Pie de foto,

Es normal sentirse cansado o tener menos energía durante el invierno.

“Hay cierta sabiduría en aceptar que hay un momento del año en que nos vamos a sentir un poco más cansados, en respetar nuestras propias variaciones naturales y la necesidad de hacer una pausa”.

“Mi consejo es aceptar eso y abrazar la estación”.

Cambiar es posible
La mirada de Leibowitz, no obstante, no es ingenua. La investigadora reconoce que el contexto favorece la adopción de una actitud positiva.

“(Esta postura) está facilitada por el hecho de vivir en un lugar donde la infraestrutura apoya a la gente para que abrace el invierno, donde los cafés y los restaurantes son acogedores y cálidos, usan velas, y tienen lugares donde colgar los abrigos, donde las calles se mantienen despejadas de nieve todo el año".

"Es decir, donde se facilita que el invierno no sea una época limitante del año sino un momento repleto de oportunidades especiales”.

También es cierto que es más fácil disfrutar el invierno en países como Noruega o Finlandia, por ejemplo, donde el clima suele ser extremo y las experiencias están permeadas por una cultura que disfruta de esta estación, que “en lugares como España o Portugal, que están construidos para el verano”, señala la Leibowitz.

Playa en Portugal FUENTE DE LA IMAGEN,GETTY IMAGES Pie de foto,

Los países más orientados hacia el verano, suelen estar peor preparados para afrontar los inviernos.

Allí puede hacer frío en los espacios interiores y “es más difícil disfrutar del invierno cuando de hecho tienes frío y estás incómodo”.

Pero aunque la cultura en la que vivamos tienda a favorecer el verano y la temporada invernal no posea una belleza dramática, coronada de copos de nieve y auroras boreales mágicas, es posible aplicar las estrategias que mecionamos en un principio para mejorar nuestra experiencia de esta parte del año, asegura Leibowitz.

“He visto que sí es posible tranformar tu experiencia del invierno”, dice la investigadora, que lo observó en sus talleres y en sí misma, tras vivir en otros países habiéndose criado en la costa este estadounidense, en una sociedad con la mirada puesta en el verano y la playa.

“Claro que sería lindo que esto pasara en una sociedad que lo apoyara, pero también pienso que los individuos puede cambiar la cultura. A medida que los individuos cambian y propagan esos cambios entre su familia, amigos y compañeros de trabajo, así es como se producen los cambios culturales”.

Y si no funciona a nivel macro, “al menos pueden hacer estas cosas y marcar una diferencia en su propia vida".

¿Cómo es una buena terapia psicodélica?.

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Credit...Illustration by Andrei Cojocaru
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A medida que los tratamientos con MDMA y psilocibina se vuelven más comunes, el componente terapéutico ha sido objeto de escrutinio. Esto es lo que es común en muchas sesiones y lo que no.


La terapia psicodélica está en camino de convertirse en un tratamiento médico convencional en la atención de salud mental. En 2020 y 2022, los residentes de Oregón y Colorado votaron a favor de legalizar el uso de psilocibina, el ingrediente psicoactivo de los hongos alucinógenos, y se espera que la Administración de Alimentos y Medicamentos lo apruebe junto con la MDMA, o éxtasis, para tratar la depresión y el estrés postraumático. desorden para 2024.

Si bien existe una creciente evidencia de que los psicodélicos podrían ofrecer nuevos tratamientos muy necesarios para enfermedades mentales intratables, también han surgido historias de abuso o trauma, que tienen más que ver con los terapeutas que con las drogas.

Algunos casos involucran casos claros de agresión sexual. Con otros, el terapeuta puede haber tenido buenas intenciones pero aun así causó más daño que curación. En un ensayo clínico reciente, que encontró que la psilocibina podría ofrecer alivio para la depresión resistente al tratamiento, tres participantes informaron haber tenido pensamientos suicidas y hacerse daño a sí mismos en las semanas posteriores a la terapia.

Veinte años de investigación han estandarizado la dosis de los medicamentos utilizados en los ensayos clínicos, pero la parte terapéutica no ha recibido un escrutinio similar. En cambio, el trabajo de los terapeutas a menudo se basa en la tradición más que en la evidencia empírica, dijo el Dr. Charles Raison, director de investigación clínica y traslacional del Instituto Usona en Wisconsin y profesor de psiquiatría en la Universidad de Wisconsin.

La falta de mejores prácticas respaldadas científicamente ha llevado a investigadores, médicos y ex pacientes a pedir una mirada más crítica al componente terapéutico de la terapia psicodélica.

"Estoy realmente preocupada por las formas en que los terapeutas bien intencionados pueden hacer daño", dijo Sarah McNamee, psicoterapeuta autorizada y coordinadora de investigación en la Escuela de Trabajo Social de la Universidad McGill.

Debido a que las personas son tan vulnerables emocionalmente mientras toman psicodélicos, existe un mayor riesgo de sufrir lesiones psicológicas, particularmente por parte de practicantes ineptos o sin experiencia. "Podría ser fácil empeorar a alguien", dijo Janis Phelps, directora del Centro de Investigación y Terapias Psicodélicas del Instituto de Estudios Integrales de California, que ofrece títulos en psicología y asesoramiento.

Esto es lo que sucede actualmente en muchas sesiones de terapia psicodélica y dónde pueden aparecer señales de alerta.

Elegir un terapeuta
En la mayor parte del país, la única forma de probar legalmente la terapia psicodélica con psilocibina o MDMA es inscribirse en un ensayo clínico. (La ketamina se puede administrar en clínicas o incluso enviarse a casa, pero los expertos recomiendan encarecidamente que se utilice sólo junto con la terapia).

El profesional con el que trabaje debe ser un profesional de la salud mental, idealmente especializado en su afección y certificado en terapia psicodélica, para la cual actualmente existen varios programas de capacitación. Amy Lehrner, directora clínica del Centro de Psicoterapia Psicodélica e Investigación de Trauma de la Escuela de Medicina Icahn en Mount Sinai, recomendó que las personas evalúen a un terapeuta psicodélico potencial como lo harían con cualquier otro proveedor de salud mental: pregunte sobre la capacitación y certificaciones profesionales de la persona. y experiencia.

También han existido durante décadas opciones clandestinas, algunas administradas por terapeutas profesionales y otras por aficionados. Los expertos desaconsejan el uso de estos proveedores porque hay aún menos supervisión. Investigar al profesional es doblemente importante si buscas una terapia psicodélica fuera de un ensayo clínico.

En cualquier entorno, es fundamental que se sienta seguro y cómodo con el terapeuta, razón por la cual las sesiones preparatorias son tan importantes para desarrollar la confianza y la simpatía.

Sesiones preparatorias
Antes de tomar el medicamento, el médico debe reunirse con usted durante varias horas durante algunos días para explicarle lo que implicará el tratamiento, especialmente en lo que respecta a los efectos físicos y psicológicos del medicamento. El terapeuta debe preguntarle sobre su historial y síntomas, así como sus objetivos e intenciones para el tratamiento.

El terapeuta podría aconsejarle que adopte un determinado estado de ánimo durante la sesión o enseñarle técnicas de respiración o meditación para utilizar si se enfrenta a una emoción o sensación física incómoda mientras toma el medicamento.

"Les enseñamos a estar entusiasmados y curiosos sobre lo que aún no saben, lo que va a salir de ellos, y a darle la bienvenida, incluso si es perturbador por unos momentos, o una hora, si ese es el caso". Dijo el Dr. Phelps.

Un propósito fundamental de estas sesiones es obtener el consentimiento informado sobre lo que podría suceder durante la sesión de drogas, especialmente en lo que respecta al tacto. Debido a que normalmente no forma parte de la psicoterapia, el papel del tacto en la terapia psicodélica es polémico.

Algunos expertos dicen que puede ser útil para alguien en un viaje psicodélico recibir un toque tranquilizador. Otros dicen que podría crear una oportunidad para cruzar fronteras. La mayoría estuvo de acuerdo en que el toque debería limitarse a tomarse de la mano o a una mano en el hombro; cualquier cosa que implique contacto de cuerpo completo, incluido un abrazo, podría interpretarse como sexual.

Sesión de drogas
Durante la mayor parte de una sesión de drogas con MDMA o psilocibina, el paciente suele estar acostado, con los ojos cerrados y escuchando música. La experiencia generalmente no implica mucha conversación y es más interna para el paciente.

Si el paciente comienza a sentirse ansioso o se encuentra con un recuerdo o una visión traumática, el terapeuta puede ofrecerle tranquilidad u orientación mediante un ejercicio de respiración. En esos casos, el objetivo no es que el paciente evite o se distraiga de la experiencia. “El papel del terapeuta aquí es tratar de ayudar a las personas a seguir con ello”, dijo el Dr. Raison. "Si luchas contra la experiencia, tiendes a tener malos resultados".

Los terapeutas nunca deben imponerle una determinada experiencia a un paciente; están ahí para seguir las instrucciones del paciente, no para liderar, dijo el Dr. Lehrner. “Nunca se trata de entrometerse o dirigir empujando a alguien” más allá de sus límites.

Sin embargo, la Sra. McNamee, que ha participado en ensayos clínicos psicodélicos, dijo que alentar a los pacientes acríticamente a pasar por el dolor podría causar más daño que bien. En la terapia psicodélica, los terapeutas a menudo presionan a las personas a "afrontar la angustia", dijo, cuando a veces "podría ser una buena idea alejarse de la angustia, calmarla, regularla, distraerla".

No se trata de si una práctica es buena o mala, añadió, sino de determinar en qué contextos puede ser útil o perjudicial.

Sesiones de integración
Las sesiones de integración, cuando el paciente procesa la experiencia en los días y semanas posteriores al viaje, son las que más se parecen a una terapia tradicional. El número exacto de sesiones varía, pero lo normal es cuatro horas repartidas en dos o tres semanas, aunque algunos expertos dicen que no es suficiente.

El terapeuta ayuda al paciente a intentar dar sentido a los sentimientos, ideas y recuerdos que surgieron mientras tomaba el psicodélico. La táctica más común, dijo el Dr. Raison, es hacer preguntas abiertas y dejar que el paciente guíe la conversación.

Por ejemplo, un terapeuta podría preguntar: ¿Cómo cambió la experiencia tu relación contigo mismo? El objetivo es tomar esas lecciones e incorporarlas a la vida del paciente, siendo la filosofía que "el paciente tiene su propia sabiduría, la experiencia psicodélica tiene su propia sabiduría", dijo.

Algunos investigadores están comenzando a experimentar con enfoques terapéuticos alternativos, como la terapia cognitivo-conductual o la terapia de aceptación y compromiso, que alientan a los pacientes a reexaminar sus creencias sobre sí mismos, potencialmente ayudados por las ideas obtenidas durante la sesión psicodélica.

Para el Dr. Lehrner, lo que los investigadores deberían trabajar para estandarizar ahora son los principios terapéuticos generales mientras continúan probando si el tratamiento en su conjunto es seguro y eficaz. “Después”, dijo, “la gente puede investigar: ‘Bueno, ¿y si lo modificamos así? ¿Qué pasa si lo cambiamos así?'”

La señora McNamee no estuvo de acuerdo. "Me preocupa cómo este campo podría estar avanzando demasiado rápido", sin suficiente investigación sobre lo que constituye una práctica segura y ética, dijo. "Creo que podemos estandarizar cosas que son problemáticas es algo en lo que vale la pena pensar".

Dana G. Smith is a reporter for the Well section, where she has written about everything from psychedelic therapy to exercise trends to Covid-19

jueves, 25 de enero de 2024

Tenemos que presionar al Gobierno de Biden para que ordene a Israel que detenga el genocidio.

El abogado de DD.HH. Francis Boyle analiza la importancia de que Sudáfrica, un país que vivió un régimen de apartheid, haya denunciado a Israel ante la Corte Internacional de Justicia

Sudáfrica ha presentado una demanda ante el principal órgano judicial de las Naciones Unidas, la Corte Internacional de Justicia de La Haya (CIJ), en la que acusa a Israel de cometer actos de genocidio en Gaza. “Creo que Sudáfrica logrará obtener una orden para que Israel cese y desista de cometer todos los actos de carácter genocida contra los palestinos”, dice Francis Boyle, un abogado internacional de derechos humanos que presentó con éxito ante la CIJ, en virtud de la Convención sobre el Genocidio de 1948, dos solicitudes de medidas provisionales de protección en nombre de la República de Bosnia y Herzegovina contra Yugoslavia. Boyle dice que Israel tiene un historial de escuchar las órdenes de Estados Unidos de detener sus asaltos a los territorios palestinos ocupados. “Aquí en Estados Unidos tenemos el poder de detener esto”.

Para ver la entrevista en inglés, haga clic aquí.

Transcripción
AMY GOODMAN: El número de muertos que han dejado los bombardeos israelíes en Gaza desde el ataque que Hamás realizó el 7 de octubre contra Israel ha superado los 22.000. Sudáfrica ha presentado una demanda ante la Corte Internacional de Justicia (CIJ) en la ciudad de La Haya, en la que acusa a Israel de genocidio y de buscar “destruir a los palestinos de Gaza”. Esto se produce al tiempo que otro tribunal, la Corte Penal Internacional, está investigando presuntos crímenes de guerra cometidos tanto por Israel como por Hamás.

En los documentos presentados ante la CIJ, el principal órgano judicial de las Naciones Unidas, Sudáfrica alega que “los actos y omisiones de Israel denunciados por Sudáfrica son de carácter genocida, porque están destinados a provocar la destrucción de una parte sustancial del grupo nacional, racial y étnico palestino”. Sudáfrica acusó a Israel de violar la Convención de 1948 para la Prevención y la Sanción del Delito de Genocidio, la cual Israel ha firmado.

Israel dijo en respuesta que la acusación presentada “no tiene fundamento legal”. El Ministerio de Relaciones Exteriores israelí acusó a Sudáfrica de “colaborar con un grupo terrorista que busca la aniquilación de Israel”.

El presidente sudafricano, Cyril Ramaphosa, ha comparado el trato de Israel a los palestinos en los territorios ocupados con el sistema racista de apartheid en su propio país, al cual se puso fin en 1994 después de casi medio siglo. En noviembre, Ramaphosa respondió al asalto de Israel sobre Gaza retirando a los diplomáticos sudafricanos de Israel.

PRESIDENTE CYRIL RAMAPHOSA: El castigo colectivo contra civiles palestinos mediante el uso ilegal de la fuerza por parte de Israel constituye un crimen de guerra. La negación deliberada de medicamentos, combustible, alimentos y agua a los habitantes de Gaza equivale a un genocidio.

AMY GOODMAN: Por otro lado, en octubre, el legislador sudafricano y nieto de Nelson Mandela, Nkosi Mandela, se unió a una manifestación en solidaridad con Palestina en Ciudad del Cabo.

NKOSI ZWELIVELILE MANDELA: Los palestinos cuentan con que todos y cada uno de nosotros nos pongamos de pie y alcemos nuestra voz. Ellos estuvieron junto a nosotros codo a codo cuando luchábamos por la liberación de nuestro país

AMY GOODMAN: Para más información, nos acompaña Francis Boyle, profesor de derecho internacional en la Facultad de Derecho de la Universidad de Illinois. Boyle presentó con éxito, en nombre de Bosnia y en virtud de la Convención sobre el Genocidio, dos solicitudes de medidas provisionales de protección ante la CIJ contra Yugoslavia. Él piensa que lo mismo podría aplicarse en este contexto. Sus libros incluyen “The Bosnian People Charge Genocide” (El pueblo de Bosnia presenta cargos de genocidio), “Palestine, Palestinians, and International Law” (Palestina, palestinos, y el derecho internacional), y “World Politics, Human Rights, and International Law” (Política mundial, derechos humanos, y derecho internacional).

Profesor Boyle, bienvenido de nuevo a Democracy Now! Nos complace tenerle con nosotros en este nuevo año, aunque en circunstancias muy graves. ¿Puede explicar por qué Sudáfrica es el país que está presentando estos cargos y qué es exactamente la Corte Internacional de Justicia, cómo encaja en el sistema de justicia mundial? Hable sobre la acusación de genocidio.

FRANCIS BOYLE: Bueno, muchas gracias por invitarme, Amy. Saludos cordiales a su audiencia.

No es mi intención alardear, pero yo fui el primer abogado que ganó algo en virtud de la Convención sobre el Genocidio ante la Corte Internacional de Justicia, cuyos orígenes se remontan a 1921. Pude obtener por mi propia cuenta dos órdenes de la Corte Internacional a favor de la República de Bosnia y Herzegovina contra Yugoslavia para que ésta cesara y desistiera de cometer todos los actos de carácter genocida.

Y, de acuerdo con mi cuidadosa revisión de todos los documentos presentados hasta ahora por la República de Sudáfrica, creo que Sudáfrica logrará obtener una orden para que Israel cese y desista de cometer todos los actos de carácter genocida contra el pueblo palestino. Y luego tendremos una determinación oficial por parte de la misma Corte Internacional de Justicia, la máxima autoridad legal en el sistema de las Naciones Unidas, de que se está cometiendo un genocidio. Y, en virtud del Artículo I de la Convención sobre el Genocidio, todas las Partes contratantes, 153 Estados, estarán entonces obligadas “a prevenir” el genocidio por parte de Israel contra los palestinos.

En segundo lugar, cuando la Corte Mundial emita esta orden de cese y desistimiento contra Israel, el Gobierno de Biden deberá ser condenado en virtud del artículo III, párrafo (e), de la Convención sobre el Genocidio, que tipifica como delito la complicidad en el genocidio. Y claramente sabemos que el Gobierno de Biden ha instigado y ha sido cómplice de los actos de genocidio por parte de Israel contra los palestinos por mucho tiempo. Esto también ha sido planteado por mis colegas en el Centro para los Derechos Constitucionales y en el Gremio Nacional de Abogados en una demanda contra Biden, Blinken y Austin.

Por lo tanto, creo que podremos usar la orden de la Corte Mundial. En este momento mis fuentes me dicen que la audiencia tendrá lugar el 11 y el 12 de enero. Según mi experiencia con los bosnios, podría haber una orden en el transcurso de una semana tras las audiencias.

Con respecto al Gobierno de Biden, también diría que actualmente está violando la Ley de Implementación de la Convención sobre el Genocidio, que tipifica el genocidio como un delito bajo la ley federal de Estados Unidos. Y, de nuevo, una vez que Sudáfrica obtenga esta orden, el Gobierno de Biden también será acusado de violar la Ley de Implementación de la Convención sobre el Genocidio.

Creo que esta es la dirección en la que nos encaminamos desde hoy hasta, yo diría, finales de este mes. Y depende de todos nosotros, como ciudadanos estadounidenses, entender y apoyar lo que Sudáfrica está haciendo ante la Corte Internacional de Justicia.

JUAN GONZÁLEZ: Francis Boyle, ¿cuál es la diferencia entre la Corte Internacional de Justicia y la Corte Penal Internacional, que ya está considerando las acusaciones de crímenes de guerra cometidos tanto por Israel como por grupos armados palestinos?

FRANCIS BOYLE: Sí, Juan. La Corte Internacional de Justicia tiene sus orígenes en 1921, cuando su predecesor se estableció legalmente. Y fue en ella donde presenté el caso de genocidio. Fui el primer abogado en obtener dos órdenes en un caso de genocidio desde la fundación de la Corte Mundial en 1921, y fue sobre la base de la Convención sobre el Genocidio. La Corte Penal Internacional es una organización internacional separada, establecida en el año 2000.

El problema, Juan, es el siguiente: en 2009, después de la Operación Plomo Fundido, yo le sugerí al presidente palestino, Mahmoud Abbas, que aceptara la jurisdicción de la Corte Internacional… de la Corte Penal Internacional en Palestina, lo cual hizo. Y lamento informar que la Corte Penal Internacional no ha hecho una condenada cosa para ayudar a los palestinos desde 2009. La Corte Penal Internacional tiene toda la sangre del pueblo palestino en sus manos desde 2009. Y, Juan, por eso iniciamos una campaña para encontrar un Estado dispuesto a presentar una demanda ante la Corte Internacional de Justicia, la Corte Mundial.

La Corte Penal Internacional opera básicamente a instancias de sus financiadores, fundadores y amos, que son Estados Unidos, los Estados de la OTAN, los Estados europeos, etc. Antes de la rápida acusación contra el presidente Putin, en el marco de la guerra legal de Estados Unidos y la OTAN contra Rusia, la Corte Penal Internacional no había acusado a ningún estadounidense, o un europeo, o un británico, o un ciudadano de un Estado de la OTAN, o un israelí, o una persona blanca.

Así que estamos organizando una campaña ahora para apoyar a la República de Sudáfrica ante la Corte Internacional de Justicia. Damos inicio hoy a esta campaña. Yo formo parte de una coalición con la cual empezamos esta campaña para buscar que las partes contratantes de la Convención sobre el Genocidio presenten declaraciones de intervención ante la Corte Mundial en apoyo y solidaridad con Sudáfrica contra Israel y en apoyo a los palestinos. Esperamos que ese material se presente hoy.

JUAN GONZÁLEZ: Francis, quería preguntarle sobre Joan Donoghue, quien preside actualmente la Corte Internacional de Justicia. Ella trabajó anteriormente en el Departamento de Estado de Estados Unidos ¿Cómo cree que abordará la solicitud presentada por Sudáfrica? ¿Qué poder tiene para dictar cómo se realizan los procedimientos?

FRANCIS BOYLE: Esa es una buena pregunta, Juan. Sí, durante mucho tiempo, Donoghue hizo carrera como una burócrata del aparato legal del Departamento de Estado de Estados Unidos Y así fue como llegó a su cargo actual. Y estoy seguro de que ella está en contacto en este momento con el Departamento de Estado de Estados Unidos, manteniéndolos al tanto de todo lo que pasa allí en La Haya tras bastidores. Ella se ceñirá a los lineamientos del Departamento de Estado en este proceso. Temo decir que la presidenta tiene mucho poder allí para dictar el curso del proceso. Y sospecho que usará ese poder para encaminar el proceso en favor de Israel.

Sin embargo, también me han informado que la República de Sudáfrica ha nominado en este momento a un juez “ad hoc”. Ese es su derecho en virtud del estatuto de la Corte Internacional de Justicia. Todavía no tengo un nombre, pero espero que el juez sudafricano ad hoc hará todo lo posible para tratar de mantener a Donoghue a raya.

AMY GOODMAN: Quiero hablar de nuevo sobre Sudáfrica, que ha presentado esta acusación de genocidio. En 2008, tuve la oportunidad de hablar con el ícono sudafricano en la lucha contra el apartheid, premio Nobel de la Paz, el arzobispo Desmond Tutu. Pude entrevistarlo en la residencia del vicecónsul sudafricano en Nueva York, justo antes de que el arzobispo Tutu recibiera el premio Global Citizens Circle. Le pregunté sobre Palestina.

AMY GOODMAN: ¿Compararía la ocupación de Gaza y Cisjordania con el apartheid en Sudáfrica?

ARZOBISPO DESMOND TUTU: Tengo que hablar sobre lo que sé. Quiero decir, la mayoría de la gente… Un judío generalmente hablará sobre sus experiencias y tal vez comparará lo que sea que esté sucediendo con lo que sucedió en los días del Holocausto. Para mí, venir de Sudáfrica y pasar por… y ver los puntos de control y la arrogancia de esos jóvenes soldados, tal vez temerosos, tal vez escondiendo su aprensión, no veo por qué no habría de decir, y por supuesto, eso es una verdad, que me recuerda… me hace recordar el tipo de experiencias a las que fuimos sometidos.

AMY GOODMAN: Ese era el arzobispo Desmond Tutu. Francis Boyle, hable sobre la importancia de que sea Sudáfrica y lo que significa que un Estado presente una acusación contra otro Estado. ¿Quiénes son los firmantes aquí? ¿Y qué tan vinculante es esto? Explique lo que sucedió, por ejemplo, en Bosnia.

FRANCIS BOYLE: Claro. Bueno, primero, la conexión con el fallecido gran arzobispo Tutu, el equipo legal en la demanda que presentó Sudáfrica está encabezado por el profesor John Dugard, un viejo amigo mío. El profesor Dugard fue uno de los muy pocos valientes profesores blancos de derecho internacional que se opusieron internacionalmente al sistema criminal de apartheid en Sudáfrica, poniendo en riesgo su vida. En segundo lugar, más tarde, el profesor Dugard se convirtió en relator especial de la ONU para Palestina. Yo leí todos sus informes. Son excelentes. El corazón y la cabeza del profesor Dugard están en el lugar correcto con relación a los palestinos, y él es uno de los mejores profesores de derecho internacional en el mundo.

Entonces, hay una comparación directa entre el sistema de apartheid israelí que rige sobre todos los palestinos, incluidos los ciudadanos palestinos de Israel, y lo que sucedió en la Sudáfrica del apartheid. De hecho, el profesor Dugard ha escrito que el sistema israelí de apartheid contra el pueblo palestino es peor que el apartheid que los afrikáneres aplicaron a la población negra en Sudáfrica.

Yo estuve involucrado en la lucha contra el apartheid en Sudáfrica, y llegué a la misma conclusión. De hecho, esos paralelismos me llevaron, en noviembre de 2000, a hacer un llamado, en un discurso, para establecer una campaña de desinversión contra Israel, por las mismas razones que tuvimos una campaña de desinversión contra el régimen criminal de apartheid en Sudáfrica. Y luego, en 2005, la sociedad civil palestina me contactó para que me uniera a ellos en la implementación de la campaña por parte de Palestina de Boicot, Desinversiones y Sanciones (BDS) contra Israel, contra el apartheid de Israel, por la misma razón que tuvimos una campaña de BDS contra el régimen criminal de apartheid en Sudáfrica.

Así que Tutu, Dugard y yo, además de Ramaphosa y la ministra de Relaciones Internacionales de Sudáfrica, quien ha dado discursos contundentes, todos entendemos lo que está pasando aquí y lo que está en juego.

AMY GOODMAN: Y el tema del genocidio en Bosnia, ¿puede explicarlo para quienes no están familiarizados con el caso? ¿Qué resultados produjeron las denuncias ante la Corte Internacional de Justicia?

FRANCIS BOYLE: Sí. Bueno, Yugoslavia exterminó a unos 200.000 bosnios, violó a unas 40.000 mujeres bosnias. Yo los representé legalmente a todos ellos y argumenté su caso ante la Corte Internacional de Justicia. Y gané estas dos órdenes el 8 de abril de 1993 y el 13 de septiembre de 1993. Antes de obtener esa orden del 8 de abril de 1993, todo el mundo negaba que estuviera ocurriendo un genocidio. Y una vez que gané dicha orden, en una victoria enorme y contundente a favor de los bosnios, ya nadie podía negar que se estaba llevando a cabo un genocidio.

En cuanto a la efectividad, cuando salí de la Corte Internacional de Justicia el 8 de abril de 1993, tras obtener esa orden, entré en el vestíbulo fuera de la gran sala del tribunal. Los medios de comunicación de todo el mundo estaban allí. Y en ese momento dije: “La Corte Mundial acaba de determinar que se está llevando a cabo un genocidio en Bosnia y Herzegovina. En virtud del Artículo I, todos los Estados parte de la Convención sobre el Genocidio tienen la obligación de prevenir el genocidio en Bosnia. Y de este modo me permito solicitar la intervención militar directa por parte de Estados Unidos y de los Estados de la OTAN para salvar a los bosnios del genocidio”. Más tarde ese día, Estados Unidos y la OTAN anunciaron que estaban estableciendo una zona de exclusión aérea, imponiendo una zona de exclusión aérea sobre Bosnia. Así que estas órdenes de la Corte Mundial pueden tener consecuencias.

Y dependerá de nosotros aquí en Estados Unidos concebir una estrategia en la que haya consecuencias para el Gobierno de Biden, porque tenemos que presionar al Gobierno de Biden para que ordene a Israel que detenga el genocidio. Ellos harán lo que los estadounidenses les digamos que hagan. Durante la Operación Plomo Fundido, que había estado en curso por un tiempo bajo la presidencia de Bush Jr., Obama y su equipo se aprestaban para llegar al poder. Obama estaba a punto de tomar posesión. Y para no estropear la ceremonia de investidura de Obama, el Gobierno de Estados Unidos le dijo a Israel que detuviera la Operación Plomo Fundido. Así que tenemos que entender que aquí en Estados Unidos de América tenemos el poder de detener esto. Pero tenemos que buscar la forma de poder usar la orden que Sudáfrica obtendrá y aplicarla aquí en Estados Unidos.

Esto es exactamente lo que sucedió en Nicaragua. Usted recordará, Amy, que yo estuve involucrado en el asesoramiento de casi todas las organizaciones y abogados pacifistas aquí en Estados Unidos sobre las cuestiones legales con respecto a la guerra de Reagan contra Nicaragua, El Salvador, Guatemala. Mi maestro, mentor y amigo, el difunto y genial Abe Chayes de la Facultad de Derecho de Harvard, ganó una orden ante la Corte Mundial contra el Gobierno de Reagan en 1984, y luego también una sentencia de fondo en 1986. Nosotros aquí en Estados Unidos usamos esa orden de la Corte Mundial y la sentencia de fondo para detener la guerra de Reagan contra Nicaragua. Lamentablemente, 16.000…

AMY GOODMAN: Tenemos 20 segundos.

FRANCIS BOYLE: Lamentablemente, 16.000 nicaragüenses fueron asesinados, incluido el ciudadano estadounidense Ben Linder, pero pudimos poner fin a eso. Y creo que con esta orden de la Corte Mundial que Sudáfrica obtendrá, podremos detener lo que Israel está haciendo contra los palestinos.

AMY GOODMAN: Francis Boyle, profesor de derecho internacional en la Facultad de Derecho de la Universidad de Illinois. Sus libros incluyen “The Bosnian People Charge Genocide” (El pueblo de Bosnia presenta cargos de genocidio), “Palestine, Palestinians, and International Law” (Palestina, palestinos, y el derecho internacional), así como “World Politics, Human Rights, and International Law” (Política mundial, derechos humanos, y derecho internacional).

Traducido y editado por Iván Hincapié y Clara Ibarra.

Fuente: 

La demolición de Europa

El proyecto iliberal de la Hungría de Viktor Orbán se alimenta con los fondos de la Unión que está contribuyendo a destruir.

En su último libro, Timothy Garton Ash se refiere por lo menos a cuatro maneras de entender lo que es Europa. 

Habla de la Europa geográfica, de aquella que abarca más o menos los territorios que en su día dominó Carlomagno, se refiere a la Europa de la cultura y los valores y, por último, a la de la organización institucional de los Estados europeos. 

Se le olvidó que, dentro de esta última, hay también lugar para una quinta Europa: la Europa del esperpento. 

Es la que habitamos ahora y que mostró sin la menor vergüenza su verdadero rostro en las reuniones que celebraron los Veintisiete hace una semana. Los titulares hablaron de un momento histórico, y aplaudieron que la Unión hubiera dado luz verde a las negociaciones para que Ucrania y Moldavia pudieran integrarse dentro de un tiempo, y siempre que cumplieran una serie de rigurosos requisitos, al selecto club de Bruselas. Poco después de que se produjera ese gesto de generosidad que augura un futuro radiante para esa Ucrania que se desangra en los campos de batalla en su guerra con la Rusia de Putin, la Unión Europea fue incapaz de aprobar un paquete de 50.000 millones de euros que podían a servirle de ayuda en la más estricta actualidad, la de las bombas y la destrucción y el dolor y la postración de sus gentes.

Era necesaria la unanimidad de los Estados miembros para que dentro de unos años Ucrania pudiera formar de la Unión. El caso es que la Hungría de Viktor Orbán se mostraba remolona a dar el visto bueno. Pero fue entonces cuando se produjo una de esas soluciones imaginativas y, justo en el momento de votar, Orbán se ausentó, salió a dar una vuelta. Olaf Scholz, el canciller alemán, le sugirió la idea, y resultó convincente. Igual Orbán pensó que el futuro queda lejos, que son muchas las cosas que pueden cambiar.

Y de esos cambios, de los que han sucedido desde los años setenta hasta ahora, habla Garton Ash en el libro antes aludido, Europa. Una historia personal (Taurus). Es el relato de alguien que vive con entusiasmo el reto al que se enfrentan los países del Este de Europa de romper con el autoritarismo de la Unión Soviética para acercarse a Bruselas, y que observa cómo cuando ya forman parte de la Unión algo termina por torcerse. 

“La adhesión a la Comunidad Europea se había considerado una forma de asegurar la transición nacional a la democracia”, escribe en el capítulo que se titula Demolición. Y observa poco después: “Pese a las nobles palabras de los artículos iniciales del Tratado de la Unión Europea, resultó que esta carecía de mecanismos eficaces para defender la democracia en el interior de un Estado miembro”.

Y eso es lo que ha sucedido con Hungría desde que Orbán llegó al poder en 2010. Neutralizó todos los mecanismos de control y equilibrios de la democracia liberal y terminó por construir un país con “una visión alternativa de Europa: antiliberal, conservadora en lo social, natalista, declaradamente cristiana y etnonacionalista”. A esa quinta Europa es a la que se sigue alimentando de fondos para que siga erosionando la Unión desde dentro. Es la que ha mostrado sus zarpas, la que ya batalla en Bruselas para defender un puñado de ideas ultra, la que quiere crecer en las próximas elecciones. Es un verdadero peligro.
José Andrés Rojo

_ - POSVERDAD. Negar las alarmas, dudar de los datos y los expertos: por qué la derecha recela de la ciencia.

Tres mujeres sostienen diferentes pancartas durante una manifestación negacionista, el 11 de diciembre de 2021 en Madrid.
_ - Tres mujeres sostienen diferentes pancartas durante una manifestación negacionista, el 11 de diciembre de 2021 en Madrid.
Los más conservadores desconfían de los científicos porque perciben que su identidad está en riesgo, influidos por las élites populistas y tras décadas de desinformación.


La derecha más radical tiene problemas con la ciencia. Es algo que innumerables estudios habían observado, pero desde la pandemia el problema se ha agravado porque gana importancia y se extiende socialmente. Y esa tensión asoma a menudo en el discurso político, en episodios como el que se vivió en torno a la dana en Madrid y la probabilidad de que sufriera un diluvio histórico. Las críticas contra la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) y las alarmas de las autoridades, por parte de políticos y periodistas de derechas, llegaron mucho antes de que se cerrara el plazo de alerta roja. Algunos ciudadanos se lanzaron a la calle con el único ánimo de mostrar en redes sociales cómo desafiaban las peticiones de prudencia de las autoridades. Finalmente, al margen de alardes y controversias, murieron ocho personas.

Esta negación amenaza no solo la convivencia y la toma de decisiones informadas; también pone en peligro la vida misma de los ciudadanos de derechas, como demuestra lo sucedido en Estados Unidos en torno a la vacunación contra la covid. Un estudio publicado este verano por la Universidad de Yale muestra que, desde que las vacunas están disponibles, los votantes republicanos están muriendo a un ritmo muchísimo más alto que los demócratas.

El trabajo, publicado por la Asociación Médica de EE UU, analizó más de medio millón de muertes (en Ohio y Florida) y las cotejó con el censo de votantes registrados. El resultado de su análisis es demoledor: el exceso de mortalidad entre los votantes republicanos “fue un 43% más alto” que el de los demócratas. “La brecha fue mayor en los condados con tasas de vacunación más bajas”, concluye. Los votantes conservadores dudan de las vacunas y mueren, alentados por el populismo anticientífico.

La meritocracia y otros mecanismos psicológicos que sirven de excusa contra los impuestos El fenómeno es muy complejo y no para de crecer. En EE UU, la confianza en los científicos se desplomó en apenas un par de años en el flanco derechista de la ciudadanía: entre 2019 y 2021, mientras se mantenía por encima del 90% entre los demócratas, el procentaje de republicanos que se fían de investigadores médicos pasó de un 88% a solo un 66%. La desconfianza conservadora en los científicos en general ha crecido en ese periodo del 14% al 36%.

En España también se observa ya cómo esa parte de la sociedad se desengancha de lo científico. La socióloga Celia Díaz Catalán estudia la percepción que tienen los españoles de la ciencia y “en general, la confianza es alta, pero hay una mayor desconfianza en la ideología extrema de derechas”. El 40% de los ciudadanos más de derechas creen que muchas teorías científicas están completamente equivocadas, frente al 22,8% de la media general de todos los españoles; y un 54% de los derechistas opina que la gente confía en los científicos mucho más de lo que debería, el doble que la media. Estos datos son novedosos, pero hay una marea que venía de antes, según los datos de Díaz: “Ya se veían muchas más reticencias a considerar positivos los resultados de la ciencia. En general, la gente de la derecha desconfía más de este tipo de instituciones”.

Porcentaje de acuerdo en cada grupo ideológico con cada afirmación: ver el enlace a El Pais...

"Muchas teorías científicas están completamente equivocadas" De acuerdoRestoEn desacuerdo

"La gente confía en los científicos mucho más de lo que debería" De acuerdoRestoEn desacuerdo

"La gente no se da cuenta de lo defectuosa que es realmente mucha investigación científica" De acuerdoRestoEn desacuerdo

En sus trabajos para la Fundación Española para la Ciencia y la Tecnología, Díaz también ha descrito que las posiciones más a la derecha de la escala ideológica presentan una menor capacidad de discernir entre la información verdadera y falsa. Y también mayor tendencia a difundir las falsas. En EE UU también se ha observado, según un trabajo que concluyó en 2021 que “esto se explica en parte por el hecho de que las falsedades más compartidas tienden a promover posiciones conservadoras”. Un estudio monumental realizado con la ayuda de Facebook acaba de mostrar que el 97% de las fake news de esa red las consumen usuarios de derechas.

“Los científicos exageran”
Díaz cree que en el episodio de la dana fue “llamativo” por las mareas de fondo que mostró: “Se vio que hay un caldo de cultivo que se está fraguando, se está generando esa representación social de la exageración científica, de que le falta consistencia. No se habló de las medidas políticas para mitigar los efectos, sino directamente si el pronóstico era falso, si la ciencia se equivoca”. Y añade: “Es peligroso, porque si se señala a toda la investigación científica, sirve para negar otras cosas más adelante”. Al tachar de exagerada o falsa la ciencia hoy y aquí, se abre la puerta a tomar ese atajo más veces, siempre en función de lo que convenga a nuestros intereses, ideología o identidad.

La investigadora Kathleen Hall Jamieson, experta en comunicación y cofundadora de FactCheck.org, lo resume de este modo: “Cuando la ciencia dice que necesitamos reducir las emisiones de carbono, algunos conservadores escuchan: los científicos quieren hundir la economía. Cuando los científicos dicen que el uso de mascarillas y la vacunación frenarán la propagación de la covid, algunos conservadores escuchan: los científicos quieren socavar mi derecho a decidir qué es lo mejor para mí y mi familia, y están tratando de aumentar el poder del gobierno para dirigir mi vida”.
dana en Toledo
Efectos de la dana en Casarrubios (Toledo), donde han encontrado a un hombre muerto en un ascensor.

dana en Toledo Efectos de la dana en Casarrubios (Toledo), donde han encontrado a un hombre muerto en un ascensor. CLAUDIO ÁLVAREZ

Por eso, la experta en comunicación de riesgos Maricarmen Climént reconoce que en su campo el factor ideológico ha de tenerse muy en cuenta: “No todos están en el mismo contexto para aceptar la información. Está muy vinculado a lo que las personas sienten. La ideología es un problema, es un elemento más a considerar, porque la gente tiene sesgos e ideas preconcebidas”. Cuando el Gobierno alerta sobre los efectos nocivos de la carne roja o los dulces, hay quien ve amenazada su identidad, su forma de vida, y responde defendiéndolo con más fuerza y dudando de los estudios científicos: posando en redes con chocolatinas y chuletones.

Muchos especialistas explican que el rechazo de la derecha surge de esas disonancias cognitivas, el choque entre lo que dice la ciencia y determinados valores o visiones de cómo debe ser el mundo: “Si tenemos que renunciar a usar el coche para cada cosa, puede ser doloroso para mucha gente”, explica Díaz. De ahí que, por ejemplo, se minimice la importancia de la emergencia climática: “En España prácticamente no hay negacionistas, lo que sí ha cambiado en estos últimos años es la idea de la verdadera gravedad de los efectos del cambio climático, fundamentalmente en la derecha”. Después del éxito del Brexit, hoy Nigel Farage batalla contra las zonas libres de coches acompañado de carteles que rezan: “Parad la mentira del aire tóxico”.

Otro atajo mental de lo más sencillo y universal es pensar lo mismo que dicen personas de las que me fío ante problemas o situaciones complicados, o que escapan a nuestro entendimiento: por ejemplo, opinar como los políticos a los que voto. Este es uno de los argumentos más extendidos para explicar el recelo de las personas conservadoras hacia los científicos: que los azuzan las élites políticas.

Trump abucheado por los suyos
Pero hay argumentos en contra: “El problema es complejo”, resume Jamieson por email. “Las vacunas contra la covid fueron creadas bajo la administración Trump y lo abuchearon cuando supieron que estaba a favor de la vacunación”. En agosto de 2021, Donald Trump fue abroncado por sus propios seguidores en un mitín en Alabama tras reconocer: “Creo totalmente en vuestras libertades, pero recomiendo que os vacunéis. Yo lo hice, es bueno, vacunaos”. Santiago Abascal, el líder del ultraderechista Vox, no quiso revelar si se había vacunado contra la covid y, hoy, la nueva portavoz parlamentaria de su grupo es una negacionista de la pandemia.

Estudiosos del fenómeno tienen claro que hay una palanca que accionó definitivamente determinadas actitudes: la desinformación propagada deliberadamente por los poderes económicos, interesados en socavar la credibilidad de la ciencia. Por cada estudio que advertía del calentamiento, pagaban otro manipulado para ponerlo en cuestión. Por cada médico que criticaba el tabaco, pagaban otro para rebatirlo. Son los mercaderes de la duda, como los bautizaron Naomi Oreskes y Erik Conway. Así se ha ido sembrando la percepción de que la ciencia es endeble, inconsistente, interesada y opinable. Los estudios serían solo el pretexto que usan los gobiernos para intervenir en nuestras vidas, justo lo que venden determinadas industrias. Y sus intereses influyen abrumadoramente en los conservadores proempresariales del Partido Republicano.

Es lo que opina Oreskes, que acaba de publicar un estudio en la revista Science, que demostraba que Exxon y otras petroleras sabían la catástrofe que estaban desatando. En un artículo reciente, Oreskes y Conway escriben: “La desconfianza conservadora contemporánea hacia la ciencia no tiene que ver realmente con la ciencia. Es un daño colateral, un efecto colateral de la desconfianza en el gobierno. Por lo tanto, para reconstruir la confianza en la ciencia, no podemos simplemente defender la ciencia como proyecto o demostrar la integridad de los científicos. Debemos abordar, y contrarrestar, las narrativas conservadoras predominantes de que el gobierno frena la prosperidad y amenaza las libertades de la gente, cuando en realidad está trabajando para sostener y distribuir equitativamente la prosperidad y proteger a su pueblo de amenazas graves como el cambio climático”.

Peligro para la convivencia
Es algo parecido a lo que sucedió recientemente durante la dana, y antes durante la pandemia. La derecha discutía la ciencia de los contagios en la hostelería para cargar contra los gobiernos que imponían restricciones y así proteger esos intereses económicos. Se discute la probabilidad (70%) estimada de chaparrón “porque eso tiene consecuencias sociales y económicas”, como escribió el presidente andaluz, Juan Manuel Moreno, contra las restricciones, reclamando “rigor”, antes incluso de que cayera la peor parte de lluvia.

“Se está jugando a combatir a los científicos, incluso a las instituciones. Esta vez [con la dana] se ha ido directamente contra la Aemet. Hay que tener mucho cuidado, porque se está generando una desconfianza en las instituciones. Esto es realmente peligroso para la convivencia en sociedad”, alerta Celia Díaz Catalán. Santiago Abascal reclamó que la alerta que saltó en los móviles en Madrid para proteger a la población sea solo para quienes quieran recibirla, “pero que no se instalen por defecto” porque se debe respetar a quien no la quiera.

¿Pero hay algo más? La influencia de las élites populistas, el capitalismo, décadas de desinformación, las disonancias cognitivas y la identidad en riesgo pueden ser factores que expliquen el rechazo. Sin embargo, hay investigadores que han apuntado recientemente hacia mecanismos subyacentes. Stephan Lewandowski, uno de los mayores expertos en la psicología de la percepción de la ciencia, ha publicado varios artículos en los que postula que el recelo hacia la investigación es algo intrínseco a la mente conservadora y no está dictada por el pragmatismo político.

A su juicio, y según señalan sus estudios, la cosmovisión derechista choca con el propio sistema científico, por el trabajo desinteresado, la universalidad del conocimiento y los resultados propiedad común de toda la comunidad científica: “Los conservadores tienen menos probabilidades de respaldar las normas de la ciencia y, por lo tanto, tienden desconfiar más de los resultados científicos en general”.