viernes, 16 de agosto de 2024

El primer Gobierno de Franco creó desde Donostia rutas para que extranjeros visitasen la Gernika bombardeada

Fuentes: El Diario

Con prohibición de hacer fotografías, el recién creado Servicio Nacional de Turismo metió en 1938 a grupos en autobuses nuevos y se les mostraron escenarios simbólicos de la Guerra Civil como Irún, el cinturón de hierro o Durango con la contienda sin haber finalizado.

Cuando en 1937, en plena Guerra Civil pero con las provincias vascas ya conquistadas en su integridad, el bando sublevado constituyó un Gobierno no democrático y alternativo al legítimo de la II República con capital en Burgos, Vitoria acogió los relevantes ministerios de Justicia y Educación y Bilbao fue la sede del de Industria. Donostia pujó también por ese estatus, pero no le fue posible. Sin embargo, sí se instaló en la ciudad un relevante organismo, el Servicio Nacional de Turismo, entonces adscrito al Ministerio del Interior, cuyo titular era Ramón Serrano Suñer, cuñado de Francisco Franco y uno de los máximos ideólogos de la asimilación del franquismo al nazismo alemán y al fascismo italiano. Y desde Donostia se organizó en el verano de 1938 un plan para mostrar a turistas extranjeros las bondades del nuevo régimen en las zonas conquistadas cuando la guerra no había finalizado aún. Se crearon las “rutas nacionales de guerra” como paquetes de viaje ofrecidos fuera de España para visitar lugares simbólicos para los sublevados. La primera, la denominada “ruta del norte”, arrancó en Irún en julio de 1938, pasó por Donostia y Bilbao e incluso tuvo una parada para que los que se apuntaban, a los que se les prohibía tomar sus propias fotografías, vieran las ruinas de la Gernika bombardeada por nazis y fascistas unos meses atrás aunque la versión franquista culpara de su destrucción a los “rojos”. Después, el trayecto seguía a Cantabria y Asturias.

Foto: Folletos en francés o inglés de las «rutas de guerra» diseñadas por el franquismo en 1938. ELDIARIO.ES/EUSKADI

“La España Nacional se enorgullece de presentar su prosperidad a todo el mundo”, promocionaba la prensa controlada semanas antes del inicio de las visitas. Se vendían como las rutas “de la verdad” para explicar en el exterior la realidad sobre la “cruzada” frente a la versión de los “sóviets”. “Ellos mienten. Nosotros luchamos, vencemos y creamos”, se insistía. La ruta del norte, que fue la única que se pudo poner en marcha en primer término aquel tercer verano de la Guerra Civil, arrancó en Irún, en la frontera hispano-francesa en la que en 1940 se reunirían Francisco Franco y Adolf Hitler y en la que la presencia nazi fue muy corriente durante años. “Irún es el primer pueblo de la ruta de guerra del norte, ruta de la verdad que el Generalísimo abre al mundo para que experimenten todos los hombres de buena voluntad lo que fue el dominio de las hordas y lo que es la prosperidad y el orden del Gobierno de Franco”, se podía leer en el diario ‘Pensamiento Alavés’ junto a una fotografía del centro de la localidad fronteriza.

Seguía hacia Donostia, donde había convenidos tres hoteles para los turistas, el María Cristina, el Continental y el Londres. Precisamente donostiarra era una de las agencias de viaje que colaboró con el proyecto, Cafranga. Antes de Bilbao, donde los alojamientos eran los hoteles Carlton y Torrontegui, en la ruta estaban Zarautz, Zumaia, Mutriku, Deba, Elgoibar, Eibar, Durango, Ondarroa, Lekeitio, Amorebieta-Etxano y, desde luego, Gernika. Muchos de esos pueblos habían sido bombardeados duramente. En el folleto que se editó en varios idiomas se mostraba una fotografía aérea de la villa totalmente aniquilada, así como a dos requetés carlistas protegiendo el árbol símbolo de los fueros vascos. Previamente a pasar a Cantabria y Asturias, los viajeros veían también Balmaseda. En total, eran 1.101 kilómetros en nueve días incluido el regreso al punto de origen, la frontera francesa.
El plan estaba diseñado de modo tal que se editaron grandes folletos en idiomas como el inglés, el francés, el portugués, el italiano o el alemán. La versión anglosajona se titulaba “The path of war in Spain” y, además de las decenas de fotografías de los pueblos del camino y de prisioneros republicanos encarcelados o hacinados en campos de concentración como un reclamo más, venía un retrato de Franco y también de otros de los principales militares golpistas, incluido el ya fallecido Emilio Mola.

Se les comparaba a los turistas el paseo por Gernika y por otros lugares como una estancia “en las Termópilas, en Rocroi o en Waterloo”, escenarios de grandes gestas de la historia. Se citaban también recientes hitos de la I Guerra Mundial como Verdún. “Pero la España nacional es el primer país que ha organizado visitas en tiempo de guerra”, se jactaba el régimen. Se prometían hasta cuatro “rutas de guerra”, pero el 1 de julio de 1938, a nueves meses del final de la contienda todavía, el programa empezó en Irún con la del norte. “Los grupos serán acomodados en hoteles de primera clase dotados con todos los requerimientos modernos”, se les decía. Como facilidad adicional para los forasteros, se apuntaba como logro que la zona conquistada de España había “adoptado” el huso horario de Alemania (“cosa que la República había abolido”).

“Gipuzkoa es una tierra sonriente donde la civilización despliega sus más grandes victorias y recursos. Bizkaia destaca particularmente por su riqueza minera e industrial. […] San Sebastián es destino costero moderno y cosmopolita. Bilbao es considerada la ciudad más rica del mundo […]. Además de las capitales, hay puntos atractivos de la costa como Zarautz, Zumaia o Deba [o] románticos y pintorescos pueblos como Mutriku, Ondarroa, Lekeitio o Bermeo”, se podía leer en ese folleto, que también glosaba las bellezas de Cantabria y Asturias. Sin embargo, ni Vitoria, que fue el primer municipio en ser conquistado por los franquistas tras el 18 de julio de 1936, ni Álava eran parte del viaje.

El paquete turístico costaba al principio 8 libras esterlinas o su equivalente en francos franceses, liras italianas, marcos alemanes o escudos portugueses, lo que evidentemente no cubría todos los gastos particulares. Eran unas 850 pesetas según el tipo de cambio legítimo del momento, es decir, el republicano. Al cambio actual, aplicada la inflación, serían unos 2.300 euros. Eso sí, además de los lujosos hoteles, “para el transporte de los visitantes” se fletaron “autocares confortables y seguros” -de la marca Dodge y matriculados y “guías-intérpretes”. Luego pasó a nueve libras esterlinas en otras ediciones.
 

Los que entraban en Irún -en el archivo municipal de esta localidad constan agradecimientos a grupos de extranjeros que hicieron la ruta- tenían que seguir unas instrucciones muy precisas. El equipaje tenía que ser ligero, como mucho “una maleta corriente por persona” y quizás “un pequeño maletín o efecto de mano” como complemento. Se les recomendaba un “impermeable” a pesar de ser verano pero también un bañador, “pues habrá ocasión de poder tomar baños de mar”. El pasaporte tenía que estar visado por el consulado español en el país de origen. Se facilitaba a los viajeros que cambiaran sus divisas a pesetas, incluso en los propios hoteles, pero se les prohibía sacarlas del país después. En aquellos años había un auténtico caos monetario e incluso llegó a circular una peseta vasca. Los inscritos no podían meter en España mapas; solamente podían usar el folleto creado ‘ad hoc’ por el Servicio Nacional de Turismo. Y muy relevante: “Estará prohibida la entrada y salida de máquinas fotográficas”. Se les vendían postales ya editadas como recuerdo de la estancia.

Los autobuses Dodge fueron comprados ese mismo 1938, a tenor de sus matrículas correlativas emitidas en Bilbao. Iban identificados con una letra y, según las fotografías encargadas por el Ministerio del Interior a un conocido retratista de Donostia, Foto Marín, eran al menos siete, el A, el B, el C, el D, el E, el F y el G. Los extranjeros tuvieron especial interés en ver el cinturón de hierro diseñado para la defensa de Bilbao y se permitieron incluso fotografiarse haciendo el saludo fascista. También posaron en el exterior de la Casa de Juntas de Gernika, junto al viejo roble, uno de los pocos puntos no destruidos por el bombardeo. Esas imágenes muestran el gran cambio paisajístico que se produjo en pocos meses. El hotel Carlton, que fue la sede de la Presidencia vasca tras la constitución del primer Gobierno autonómico dirigido por José Antonio de Aguirre había pasado a tener varios ‘¡Arriba España!’ en su entrada.
Foto: Algunos de los autocares fletados. BIBLIOTECA NACIONAL DE ESPAÑA

Aunque Donostia era ya y siguió en el franquismo como un relevante destino turístico -era la residencia estival del dictador-, las rutas fueron un espejismo. Los años de la II Guerra Mundial supusieron una caída de las entradas de extranjeros. Según datos del Archivo Provincial de Gipuzkoa, en 1940 pernoctaron 1.838 hombres y 658 mujeres y en 1941 ya cayeron a 102 y 53, respectivamente. En 1945, último año de la contienda mundial, las cifras eran de apenas 71 y 54.

El hombre de Franco para poner en marcha en Donostia el Servicio Nacional de Turismo y las rutas fue un andaluz, Luis Antonio Bolín Bildwell. Periodista, con dominio del inglés, fue la persona encargada de organizar el traslado en avión de Franco a África para que se pusiera al frente del golpe de Estado en 1936. Fue máximo responsable turístico del nuevo régimen desde 1938 a 1952. Falleció en 1969. Constan intentos realizados por carta desde Donostia para organizar viajes para estudiantes al margen de las rutas abiertas al público, pero siempre con los mismos fines propagandísticos. 

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jueves, 15 de agosto de 2024

7 falacias lógicas que te ayudan a detectar un argumento infundado en una discusión

Gente discutiendo

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Una vez que las conoces, las verás por todas partes en las discusiones.

Si navegas por las redes sociales, sintonizas las noticias o simplemente planteas un tema candente a un conocido, es probable que, en cuestión de minutos, te encuentres en una trampa. Estas trampas son tan viejas que se remontan a la antigua Grecia.

Se llaman falacias lógicas. En pocas palabras, una falacia lógica es un error en el razonamiento que, a pesar de no tener ninguna relación con el mérito real de una afirmación, puede (de manera muy confusa) hacer que esa afirmación parezca más convincente.

Usar una falacia lógica no significa necesariamente que alguien esté equivocado. Sin embargo, puede indicar un pensamiento y una lógica defectuosas si se usa sin intención, o un intento de manipular la verdad para que sea más persuasiva si se usa deliberadamente.

De cualquier manera, es una señal de alerta que debería generar más preguntas y debate. Esto incluye, crucialmente, tu propio modo de pensar y los argumentos con los que tiendes a estar de acuerdo.

Una vez que conoces las falacias lógicas, las verás en todas partes. ¿Por qué importa? Porque cuanto más entrenado estés para detectarlas, podrás identificar las fallas en el pensamiento de los otros con más facilidad y reorientar el diálogo hacia lo importante de la discusión. También mejorará tu capacidad de pensar críticamente.

Aquí te presentamos siete falacias a tener en cuenta. Algunas son errores de lógica (conocidas como falacias "formales"), mientras que otras tienen que ver con el mal uso del lenguaje y la evidencia (falacias "informales"), pero la consecuencia es siempre un argumento erróneo. 

1. Apelar a la ignorancia 

Esto ocurre cuando se interpreta que la falta de pruebas significa que una afirmación es real, en lugar de imponer la carga de la prueba a la persona que hace la afirmación.

Es una falacia que comúnmente subraya los argumentos a favor de las teorías de la conspiración.

Lagarto.

Lagarto.

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Se estima que más de 10 millones de personas creen que las lagartijas dominan el mundo. 

Pregúntale a una de las más de 10 millones de personas que se estima que creen que las lagartijas gobiernan el mundo acerca de la evidencia que respalda su afirmación, por ejemplo, y podrían responder: "Bueno, estas lagartijas son demasiado inteligentes para dejar evidencia. ¡Esto es lo que hace que esta situación sea tan peligrosa! ¿Cómo puedes estar seguro de que no es verdad?”

Puede que termines rascándote la cabeza, pero, con suerte, no será porque te han convencido: es porque te han tendido la trampa de la falacia de "apelar a la ignorancia". 

2. Ad hominem 

Se trata de una falacia en la que se rechaza una afirmación sobre la base de un aspecto del carácter, la identidad, las motivaciones o incluso las relaciones que tiene una persona con los demás.

Piensa en el profesional de la salud al que le dicen que sólo recomienda vacunas porque deben ser un cómplice de las grandes farmacéuticas, o en las investigaciones de los científicos del clima que son descartadas basándose en que deben tener motivaciones ideológicas.

El tipo más obvio (y absurdo) de ad hominem, sin embargo, es el que no sólo ataca a una persona en lugar de abordar su argumento, sino que persigue algo completamente irrelevante para el tema en cuestión, como un candidato político en un debate televisivo que dice que la elección de ropa, la destreza en el golf o el peinado de su oponente significan que no es posible que sea un buen líder. 

3. Pendiente resbaladiza 

Este es el argumento de que dar un paso o implementar una medida conducirá inevitablemente a medidas cada vez más drásticas, como un objeto que se desliza por una pendiente resbaladiza.

Pastel de bodas.
Pastel de bodas.

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Este es un razonamiento muy utilizado para oponerse al matrimonio entre personas del mismo sexo. 

Es particularmente común en los debates sobre políticas. Piensa en el argumento que algunos opositores al matrimonio entre personas del mismo sexo esgrimieron contra su legalización en lugares como Estados Unidos o Europa.

En 2016, investigadores de la Universidad de California en Los Ángeles descubrieron que muchas personas que estaban en contra de la política estaban persuadidas por el argumento de que conduciría a una mayor promiscuidad sexual en toda la sociedad y amenazaría su propia forma de vida.

Este argumento en particular es falaz porque, en lugar de debatir el cambio de política en sí (si el matrimonio entre personas del mismo sexo debería legalizarse), la política fue descartada por temor al resultado previsto (el colapso de la sociedad tradicional). 

4. Falacia del hombre de paja o del espantapájaros 

Esto lo veo todo el tiempo, especialmente en las redes sociales. Es cuando se tergiversa el argumento de la otra parte para hacerlo parecer más ridículo y, por tanto, fácil de derrotar.

Piensa en alguien que presenta un argumento matizado de que el consumo excesivo de azúcar puede aumentar el riesgo de problemas de salud como enfermedades cardíacas.

Una respuesta utilizando esta falacia sería: "Oh, ¿y qué? ¿El azúcar está matando a todo el mundo y debería prohibirse? ¡Eso es absurdo!"

Esto distorsiona el argumento original, haciéndolo más fácil de derrotar. Una forma de luchar contra esta falacia, así como de agudizar tu propio pensamiento es probar con el método conocido como "hombre de acero": presenta el argumento de tu oponente de la mejor manera posible (quizás incluso mejor que él mismo) antes de expresar por qué no estás de acuerdo. 

5. Apelar a la autoridad 

Este pernicioso argumento sostiene que las credenciales, la fama o la reputación de alguien por sí solas prueban que debe tener razón.

Si las personas perciben a alguien como una autoridad, tienen un sesgo cognitivo innato que les hace asumir que tienen experiencia en todas las cosas (incluso en temas en los que no tienen experiencia).

Gwyneth Paltrow.
Gwyneth Paltrow.

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Muchas personas creen en los consejos y recomendaciones de salud que brinda Gwyneth Paltrow, porque es una actriz famosa. 

Como muchas falacias lógicas, parece que podría o debería ser relevante: si alguien tiene credenciales y experiencia en un área determinada, ¿no debería ser más confiable su opinión sobre esa área?

Para ser claros, debería serlo. Lo que hace que esto sea una falacia es cuando alguien acepta un argumento únicamente por quién es la persona, en lugar de por la evidencia o el razonamiento del argumento.

Más problemática aún es la versión conocida como "apelación a una autoridad irrelevante". Nuestra tendencia a creer algo porque, digamos, una celebridad lo dice, incluso si no tiene ninguna experiencia en el tema en cuestión, una tendencia clásica en el mundo actual obsesionado con los influencers.

Pero las "autoridades irrelevantes" no siempre son tan obvias. Tomemos como ejemplo los argumentos sobre el cambio climático, cuando los escépticos citan a alguien como un físico teórico como experto, a pesar de que la física teórica generalmente tiene muy poco que ver con la ciencia del clima. 

6. Falsa dicotomía 

Presentar un escenario complejo como si solo hubiera dos opciones, a menudo opuestas, en lugar de múltiples opciones.

Piensa en esa famosa frase utilizada por el presidente George W. Bush poco después del 11 de septiembre: "O estás con nosotros o contra nosotros". Esto implicaba para la comunidad internacional que sólo había dos opciones: respaldar completamente a Estados Unidos, incluso en su invasión de Afganistán, o considerarse enemigos.

En realidad, por supuesto, había un espectro de otras opciones que las naciones podían tomar, y tipos de aliados (o enemigos) que podían ser. 

7. Whataboutismo (también conocido como “y tú más” o “y que pasa con”) 

A veces considerada como una especie de pista falsa (una falacia lógica que utiliza información no relacionada para desviar la atención de las fallas del argumento), el whataboutismo (una palabra tomada del inglés what about: y qué hay acerca de...) tiene como objetivo distraer la atención.

Describe cuando, normalmente en respuesta a una acusación o una pregunta, alguien responde con su propia acusación.

En una discusión con un compañero, por ejemplo, podrías decir: "Heriste mis sentimientos cuando hiciste tal cosa". Una respuesta de whataboutism podría ser "¡Bueno, tú nunca sacas la basura!"

Vladimir Putin, 

Vladimir Putin, presidente de Rusia.

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Cuando se acusa a Rusia de violaciones de derechos humanos, muchos de sus líderes responden: "Bueno, ¿y qué me dices de Occidente?".

En política, uno de los ejemplos más infames es cuando se acusa a Rusia de violaciones de derechos humanos y sus líderes responden: "Bueno, ¿y qué me dices de Occidente?".

Si bien esta falacia puede servir para ilustrar la hipocresía, se desvía del argumento original. Dos errores no hacen que algo sea correcto, pero un whataboutismo puede hacer que parezca que lo sea.

Comprender y detectar falacias lógicas como ésta puede ser una forma realmente útil de pensar críticamente sobre lo que lees o ves, y de hacer que las conversaciones no se salgan del tema de la discusión.

Sin embargo, como comenzamos esta nota hablando de matices, subrayemos: si alguien usa una falacia lógica, no significa necesariamente que su conclusión sea incorrecta. Esa, de hecho, sería otra falacia, y quizás mi favorita de todas: el argumento ad logicam o argumento desde la falacia

miércoles, 14 de agosto de 2024

"En el ámbito privado nos convocan más para saber si alguien tiene un amante": ¿qué hace un lingüista forense?

Mujer con distintas expresiones faciales.

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A mediados de 2010, el español Oscar Sánchez estaba en su trabajo lavando autos en Montgat, al noreste de Barcelona, cuando la policía llegó para detenerlo.

¿El delito? La justicia italiana lo acusaba de tráfico de drogas entre España e Italia.

La prueba principal en su contra era una grabación de una conversación telefónica interceptada desde un teléfono celular que estaba a su nombre.

Pero en esa conversación aparecía la voz de un hombre con acento uruguayo que nada tenía que ver con la de Sánchez.

Un primer perito lingüístico que intervino en el caso determinó que sí era la voz de Sánchez y por lo tanto la justicia italiana lo condenó a 14 años de prisión.

Tras una apelación y varias pericias lingüísticas nuevas que determinaron que no era la voz de Sánchez y que ambos hombres hablaban diferentes tipos de español, entre otras diferencias, el lavacoches salió en libertad tras casi 2 años preso.

"Hicieron falta unos cuatro peritajes lingüísticos, entre ellos uno nuestro, para que se pudiera demostrar que efectivamente esa persona que habían detenido no era la que aparecía en las grabaciones", explica a BBC Mundo, Sheila Queralt, perito en lingüística forense. 

 Oscar Sánchez saluda en el aeropuerto de Barcelona el 22 de marzo de 2012.

Oscar Sánchez saluda en el aeropuerto de Barcelona el 22 de marzo de 2012.

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El español Oscar Sánchez saluda en el aeropuerto de Barcelona el 22 de marzo de 2012, horas después de ser liberado de una cárcel de Napoli. Sánchez pasó 20 meses en la cárcel luego de ser confundido con un narcotraficante.

Así que la suerte de Sánchez, primero para mal y luego para bien, estuvo en manos de peritos lingüísticos.

Pero ¿quiénes son, qué hacen y por qué a veces su trabajo es tan relevante? 

¿Qué es la lingüística forense? 

La lingüística forense es el análisis del lenguaje para aportar pruebas de la lengua en procedimientos judiciales, en investigaciones policiales e incluso en temas privados.

"Cubre muchísimos campos pero el que más se ha desarrollado es en casos en los que se intenta descartar o identificar a través del análisis de texto, conversaciones, grabaciones, etc., el posible autor o autores de un delito", define Juan Santana Lario, profesor de lingüística en el Departamento de Filología Inglesa y Alemana de la Universidad de Granada.

"Igual que otros aspectos de la investigación criminal en donde se utilizan las huellas digital o análisis de ADN, la lingüística forense aporta evidencia basada en cómo utilizamos nuestro lenguaje", añade a BBC Mundo. 

 Comparación de textos

Comparación de textos

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Un peritaje de un lingüista forense puede aportar pruebas clave para una investigación. 

El caso Evans 

La lingüística forense es una ciencia relativamente nueva en el ámbito judicial internacional.

De hecho aún existe desconocimiento y hasta a veces descreimiento en las evidencias que los profesionales del área pueden aportar en un caso, según advierten los especialistas consultados.

La lingüística forense se consolidó en la década de 1960 cuando se inicia como disciplina académica en Reino Unido, a partir del estudio "Las declaraciones de Evans: un caso para la lingüística forense" (The Evans Statements: A case for Forensic Linguistics), del lingüista Jan Svartvik. 

Timothy Evans

Timothy Evans

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Timothy Evans fue ejecutado acusado de asesinar a su hija y 18 años después se supo que él no fue. 

En ese estudio, el lingüista analizó las supuestas declaraciones hechas ante la policía de Timothy Evans, un hombre galés acusado de asesinar a su hija. 

 Mediante el análisis descriptivo y estadístico, Svartvik demostró que las declaraciones de Evans habían sido manipuladas por la policía.

"Desgraciadamente, Evans fue declarado culpable y ejecutado 18 años antes de que Svartvik lo pudiera demostrar, pero sirvió para exculparlo a título póstumo", describe Queralt. 

De lo civil a lo penal 

Los lingüistas forenses pueden ser convocados para una gran variedad de situaciones en donde la lengua puede aportar pruebas.

"Vamos a todo tipo de juicios, civiles, penales y laborales", explica Queralt que es directora del Laboratorio SQ de Lingüística Forense.

"Por ejemplo, en el derecho de familia podemos analizar si un menor hace declaraciones que podrían estar influenciadas por un adulto o si está utilizando un lenguaje propio de su edad o uno que haya sido transferido de un adulto", dice la especialista que trabaja como lingüista forense desde hace 10 años. 

 Sheila Queralt

Sheila Queralt

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Sheila Queralt dirige un laboratorio de lingüística forense en Barcelona. 

Los especialistas también destacan que suelen convocarlos en juicios por plagio y por amenazas.

"El análisis lingüístico forense puede revelar que hay una amenaza subyacente incluso en el lenguaje más normal, como así también chantaje o extorsión", asegura Santana Lario.

Las redes sociales tampoco escapan a la lupa de los lingüistas que hasta tienen la habilidad de detectar si una misma persona maneja dos cuentas de Twitter.

"O por ejemplo si hay una cuenta de un grupo organizado, apolítico o terrorista, podemos analizar cuántos individuos escriben en ella. Si se trata de una única persona o de un grupo", ejemplifica Queralt.

Pero sobre todo, los servicios del lingüista forense aparecen en el ámbito de la
autoría.

"Si tenemos una carta de suicidio podemos determinar si esa persona ha escrito esa carta o, por el contrario, si se la han dictado y puede derivar en un homicidio", señala Queralt. 

 ¿Qué analiza? 

Un hombre sostiene un teléfono con mensajes.

Un hombre sostiene un teléfono con mensajes.

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Los lingüistas forenses también analizan diálogos escritos por chat. 

Todo el análisis depende del encargo y del material disponible para analizar. Pero para enumerar algunos aspectos, los lingüistas forenses estudian: 

  •  la ortografía 
  • el uso de construcciones sintácticas, como la manera de conectar las oraciones entre unas y otras 
  • errores que se cometen a la hora de escribir o hablar 
  • el uso de expresiones características, como frases hechas, refranes, etc., 
  • el vocabulario, como el uso de ciertas palabras muy específicas que caracterizan la manera de hablar de cada uno. 
  • si el texto es formal o informal. 

"Se analiza cualquier error que resulte peculiar", dice Santana Lario que se especializa en el estudio de la lingüística forense desde hace más de 20 años. 

 Juan Santana Lario 
Juan Santana Lario

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Juan Santana Lario es profesor de lingüística de la Universidad de Granada. 

Normalmente, para determinar si un sospechoso es el posible autor de un delito, los especialistas trabajan comparando material. 

Tomemos como ejemplo una nota de un secuestro pidiendo un rescate.

"Se comparan los elementos lingüísticos de esa nota con otros textos escritos de una persona a la que se acusa de potencialmente haber cometido el secuestro, y se determina si puede o no haber sido el autor de ese texto", detalla el profesor de la Universidad de Granada.

¿Y si fuese una llamada telefónica para pedir rescate?

"Las llamadas de secuestros son muy interesantes porque podemos determinar de dónde es la persona que ha secuestrado", dice Queralt.

"Hay veces que no es la voz propia del secuestrador sino la voz que aparece detrás de la grabación, alguien que pasa y que permite saber dónde transcurre esa llamada", detalla. 

 Un secuestrador con un teléfono en la mano.

Un secuestrador con un teléfono en la mano.

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Los lingüistas forenses coinciden en que en una llamada o una nota de secuestro hay muchos elementos para analizar. 

 Del mismo modo, Queralt explica cuál es el análisis de un lingüista forense de una cuenta de red social.

"Por ejemplo, una persona puede tener predilección por escribir
tuits muy cortos y sin puntuación. Pero podemos tener otros tuits que son más largos y donde sí hay puntuación. Esta sería una de las variables que analizaremos", agrega.

"En general lo que hacemos es dar una lectura general y profunda del texto. Y después empezamos a analizar las distintas marcas que vamos observando. Primero nos fijaremos en el léxico, después en la estructura sintáctica, en la pragmática, tipografía, etc.", resume. 

Las mentiras 

"Hay cosas que se pueden fingir y otras no", dice Queralt. Para la especialista, hay elementos superficiales, como el uso de determinados emojis, o que una persona utiliza siempre dos signos de exclamación al final de una oración, lo cual es algo que es fácil de notar. 

Dedo de mujer con emojis.

Dedo de mujer con emojis.

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El uso repetitivo de determinados emojis se puede fingir, pero otras variables de la forma en que escribimos no, dicen los especialistas. 

Pero hay otras variables "más internas en el lenguaje, que forman parte, por ejemplo, de la estructura sintáctica, que es como una persona ordena las categorías gramaticales dentro de la oración. Y en esto la gente no se fija", dice

Ella cita el ejemplo de una persona que siempre use el adjetivo delante del nombre o los adverbios de tiempo al final de una frase.

Santana añade que "si hay material lingüístico suficiente para analizar, por más que una persona intente esconder su identidad en una nota o en cualquier mensaje falso, muchos de
los rasgos lingüísticos son inconscientes y al final acaban apareciendo aunque uno quiera disfrazar su manera de escribir o hablar".

"Detectives de la lengua" 

La lingüística forense no solo está presente en el ámbito judicial.

"También te convocan para la investigación policial que no siempre llega a juicio. Como por ejemplo, en un caso de ciberdelito, en los que hay varios candidatos y podemos decir cuáles son los más probables", describe Queralt. 

"A veces nos llaman los detectives de la lengua", asegura.

Pero hay otra área en la que los lingüistas forenses están ganando terreno: en la investigación privada. 

"En el ámbito privado nos convocan más para saber si alguien tiene un amante", dice Queralt que tiene su estudio en Barcelona. 

 Lupa y texto.

Lupa y texto.

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"A veces nos llaman los detectives de la lengua", dice la lingüista forense Sheila Queralt.

 "Nos traen las conversaciones de Whatsapp o los correos electrónicos y preguntan quién es el sospechoso. 

Y hay una alta posibilidad que haya un amante. Después se llevan la pericia, pero si rompen la relación, no lo sé", cuenta.

"Nosotros no analizamos el contenido de los mensajes, sino si esa persona que aparece es alguien que ellos conocen. Por ejemplo, si el cliente sospecha que el amante es el profesor de inglés o la profesora de paddle. Tenemos mensajes de esas personas entonces hacemos una comparación para determinar si es ella/él o no", describe.

¿Qué son los "verbos comodín", para qué sirven y por qué algunos lingüistas recomiendan no abusar de ellos? Y como en toda ciencia, los lingüistas forenses se encargan de aclarar que se pueden equivocar. 

"Claro que hay un margen de error. Nunca decimos sí o no, categórico. Si no que lo que decimos es que hay una alta probabilidad porque la lengua es variable. Uno no habla igual que cuando te pones a correr y te persigue un perro, o si estás enojado, o estas enfermo", detalla Queralt.

"Pero cuando llegamos a una alta probabilidad en la medición de variables suele ser bastante efectivo", dice.

Aunque Santana Lario aclara, por su parte, que
"un análisis de un lingüista forense nuca puede ser nunca tan fiable como un análisis de ADN". 

martes, 13 de agosto de 2024

Mogens Herman Hansen (1940-2024), historiador de la democracia ateniense

El término “democracia” surgió en la ciudad-Estado clásica de Atenas para designar el poder ejercido por la gente del común, en aquel entonces hombres que no eran esclavos. Desde el siglo VI a. C. aproximadamente, los funcionarios eran elegidos por sorteo y quedaban subordinados a una asamblea de ciudadanos que tomaba las decisiones.

Los autores que escribían sobre este proceso solían describirlo en términos teóricos. Pero el historiador danés Mogens Herman Hansen, fallecido a los 83 años tras una corta enfermedad, transformó la comprensión del funcionamiento de la democracia ateniense al abordarlo empíricamente, a través de una serie de preguntas sencillas.

Lo hizo desde dos puntos de vista: práctico y constitucional. En primer lugar, se fijó en las limitaciones físicas, preguntándose cuántos hombres cabían en el Pnyx, la colina del centro de Atenas que albergaba la asamblea, en sus diferentes configuraciones; cuánto duraban las sesiones; cuánto duraban los discursos; cómo votaba la asamblea; con qué frecuencia se reunía; cómo afirmaban los líderes su autoridad y establecían la continuidad de la política; y de qué clases sociales procedían.

Hansen estableció las prácticas reales de la asamblea democrática directa, la naturaleza del liderazgo ejercido por las distintas clases de oradores y generales en ausencia de cualquier forma de estructuras políticas partidistas, y la importancia del estado de ánimo y la retórica en las opiniones de la asamblea de masas. Respondió a muchas de estas preguntas por analogía con las únicas formas institucionales modernas de democracia directa que han sobrevivido, las asambleas locales, o Landsgemeinde, de Suiza, en la mayoría de las cuales las mujeres no empezaron a votar hasta 1972.

Su segunda idea se basaba en el hecho de que las interpretaciones anteriores de la democracia ateniense habían ignorado cómo había cambiado a raíz de la derrota de Atenas en la guerra del Peloponeso contra Esparta y las reformas constitucionales que se iniciaron en el año 403 a.C.

Se había pasado de un sistema en el que la asamblea era soberana a otro que se regía por la distinción entre leyes (nomoi), que eran permanentes, y decisiones (psephismata), que debían adoptarse de conformidad con las leyes y podían impugnarse ante los tribunales si no lo eran.

Las pruebas de Hansen procedían de discursos de asambleas existentes en el siglo IV, y el libro resultante se tituló La democracia ateniense en la época de Demóstenes (1991) [edición en castellano, Capitán Swing, Madrid, 2022]. En él contrastaba el periodo en el que el estadista Demóstenes utilizaba su oratoria para persuadir a la asamblea en asuntos como la amenaza de invasión de Macedonia con la democracia del siglo V de Pericles, de la que poco se podía saber. En su obra posterior, Hansen analizó de forma empírica semejante las tradiciones, diferencias y similitudes entre la democracia antigua y la moderna, y en A Comparative Study of Thirty City-State Cultures [Estudio comparativo de las culturas de 36 ciudades estado] (2000) investigó los rasgos comunes de la cultura de las ciudades-estado desde la antigua Mesopotamia hasta el Magreb -el norte de África occidental y central- y el estrecho de Malaca.

Su último gran trabajo fue An Inventory of Archaic and Classical Poleis [Inventario de poleis arcaicas y clásicas] (2004), siendo poleis el plural de polis, la ciudad-estado. Hansen organizó un equipo internacional para crear un enorme nomenclátor en el que se enumeraban las 1.035 ciudades-estado griegas conocidas del mundo clásico, con todas sus instituciones sociales; fue el resultado de diez años de conferencias internacionales patrocinadas por la Fundación Nacional Danesa de Investigación, y estableció definitivamente la concepción de la polis.

El proyecto también arrojó un hallazgo inadvertido y curioso: como le recordé a Hansen en una celebración de la finalización del libro en Copenhague, a diferencia del Copenhague moderno o de la antigua Roma, parece que las ciudades griegas no contaban ni con bares ni con burdeles.

Nacido en el barrio de Frederiksberg en Copenhague, Mogens era hijo de Gudrun Heslet, traductora, y Herman Hansen, ingeniero. Asistió a las escuelas Øregård y Østre Borgerdyd; inconformista desde la infancia, enfurecía a sus profesores con trucos como falsificar sus firmas con toda profesionalidad.

En la Universidad de Copenhague estudió Griego Antiguo e Historia, y se licenció en 1967. Al año siguiente fue nombrado profesor de griego. En 1975 empezó a publicar artículos y fue nombrado miembro de la Real Academia Danesa, el Deutsches Archäologisches Institut y la Academia Británica. Aunque recibió otras distinciones nacionales e internacionales, no solicitó el ascenso a catedrático y siguió almorzando todas las semanas con sus alumnos.

Hansen relató cómo, una vez concluidas sus principales publicaciones, "volví a mi puesto de griego clásico en la universidad y, en consecuencia, a la nómina de la universidad. Tenía 63 años y esperaba seguir siete años más en la universidad. Sin embargo, inmediatamente me ordenaron acudir a una reunión con el profesorado, que me preguntó si quería jubilarme de una vez. Respondí, un poco decepcionado, que aceptaría si me substituía algún joven especialista académico de 40 años. Pero ese no era el plan. El plan era suprimir el puesto. ‘En ese caso, me quedo’, dije. Y me quedé hasta 2010".

Despreciaba totalmente las jerarquías y animaba las conferencias internacionales con su contagioso entusiasmo, su forma de tocar la flauta, sus espontáneos epigramas y sus obsequios de extraño pescado azul ahumado.

En su juventud sufrió un accidente de coche. Su prometida murió y él tuvo que pasar varios meses hospitalizado. Le ayudó a recuperarse la médica Birgitte Holt, que también era música y filóloga nórdica. Posteriormente se casaron; ella murió en 2021, y a él le sobrevive su hijo Toke.

Mogens Herman historiador, nacido el 20 de agosto de 1940 y fallecido el 22 de junio de 2024.

Oswyn Murray distinguido especialista en el mundo clásico, es miembro del Balliol College de la Universidad de Oxford y uno de los editores conjuntos de “The Oxford History of the Classical World”.

Fuente:

The Guardian, 8 de julio de 2023

lunes, 12 de agosto de 2024

La arqueología, testigo infalible del horror de la Guerra Civil y el franquismo.

Laura Gutiérrez, antropóloga forense, durante una intervención en uno de los diez cuerpos encontrados maniatados en la fosa CE017 del Barranco de Viznar, en Granada.
Laura Gutiérrez, antropóloga forense, durante una intervención en uno de los diez cuerpos encontrados maniatados en la fosa CE017 del Barranco de Viznar, en Granada.

El libro ‘Desenterrar el pasado’ refuerza el valor de los restos óseos y materiales cotidianos desenterrados como prueba necesaria para conocer el pasado reciente.

La historia la escriben y la cuentan los vencedores. Luego, a los historiadores les toca expurgar y rectificar esa narrativa. En el siglo XIX, Lord Acton pensó que, con las fuentes y la metodología adecuada, podía escribirse “un relato capaz de aparentar precisión y definir la realidad”, explican el historiador Miguel Ángel del Arco y el arqueólogo Francisco Carrión. Ambos admiten el fracaso de esa asunción: “Hoy sabemos que eso es imposible”, cuentan. “En el camino de alcanzar la verdad plena, la historia tropieza con numerosos obstáculos”, añaden. Uno de ellos es la parcialidad de los textos disponibles. Si el conflicto es reciente, se pueden encontrar testimonios de las víctimas, a veces de primera mano, a veces convertidos en un relato familiar que pasa de generación en generación, explica Carrión, con la pérdida de fidelidad que eso supone. Existe, sin embargo, un área de la historia que ha tomado fuerza en la tarea, literal, de desenterrar la verdad. Es la arqueología, la que saca de la tierra restos óseos y material de la vida cotidiana, la que analiza las materialidades del conflicto, las que no mienten, las que no se pueden contradecir.

Carrión y del Arco han editado Desenterrar el pasado. Arqueología e historia de la Guerra Civil y la Dictadura Franquista, en la Editorial Comares, un volumen en el que participan numerosos autores y que quiere “profundizar en la violencia desplegada por el franquismo” de modo que “el silencio de los textos” se vea compensado por la herramienta de la arqueología. Un instrumento que, explica Carrión, “descubre lo que está oculto no solo bajo la tierra, sino en la historia”. Ningún texto oficial, por ejemplo, admitirá que se fusilaron a niños en la guerra civil española. Y la realidad es que los hubo. Es el caso del niño de entre 11 y 14 años encontrado en el Barranco de Víznar que, tampoco se contará en ningún documento de la Administración, llevaba en sus bolsillos un lápiz y una goma de borrar. Este niño, inexistente para la historia, apareció en una fosa común hace unos meses. Sin fuentes documentales que lo mencionaran, ha sido la arqueología quien ha recordado su existencia. Y su asesinato.
 

Los objetos encontrados permiten describir muchas cosas, incluso el contexto social de los fusilados. En Víznar, por ejemplo, y quizá porque los asesinados proceden de la capital granadina, abundan las “suelas de caucho y la presencia de la marca del fabricante” frente a otros ámbitos más rurales de Andalucía o Extremadura, explica Francisco Carrión, en las que las suelas son “de esparto o goma de neumático y de factura artesanal” propia del ámbito rural. La urbanidad de los asesinados en Víznar se percibe en la “botonería, pinzas para medias, sostenes” y, a partir de los análisis dentales, “en la presencia de empastes, fundas dentales y dentaduras postizas”.

Tampoco es fácil encontrar escritos que describan la ejecución de mujeres y su enterramiento en fosas comunes. “Apenas está documentada”, escribe la historiadora Laura Muñoz-Encinar, de la Universidad de Barcelona. No reconocerlo no significa que no ocurriera. De hecho, cuenta la historiadora, “la ejecución de mujeres embarazadas fue una práctica habitual dentro de la represión franquista”, con mayor incidencia en Andalucía y Extremadura. La arqueología, a pesar de que no es fácil acreditar tantas décadas después la existencia de fetos en las mujeres, ha encontrado numerosos casos. En Gerena (Sevilla), se exhumaron 17 mujeres, una de ellas embarazada. En Fregenal de la Sierra (Badajoz), se documentó una mujer embarazada de entre siete y nueve meses. A 70 kilómetros de allí, en Llerena (Badajoz), varias mujeres embarazadas fueron ejecutadas y después quemadas en las fosas del arroyo Romanza.

Escribe Muñoz-Encinar que “la materialidad y los objetos asociados a los cuerpos de las mujeres también han aportado una enorme información sobre las víctimas y lo que sucedió”. Así, describe la aparición de “pequeños costureros, dedales o alfileres”, lo que muestra que “la costura está muy vinculada con los roles de feminidad de la época”, sin olvidar a la vez que muchas de estas mujeres fueron ejecutadas por acciones como bordar la bandera republicana o portarla en manifestaciones. La arqueología muestra también, añade, que algunas de esas mujeres portaban elementos religiosos, “principalmente medallas, aunque también crucifijos, alfileres con iconografía católica o relicarios”. Eso muestra, concluye, que las mujeres republicanas eran también religiosas.
Detalle del lapiz encontrado junto a los restos de un niño en la fosa CE016 del Barranco de Viznar, Granada. Detalle del lapiz encontrado junto a los restos de un niño en la fosa CE016 del Barranco de Viznar, Granada. FERMÍN RODRÍGUEZ

La arqueología forense, también llamada del conflicto, la que investiga hechos contemporáneos —frente a la bien conocida tarea de descifrar cuevas prehistóricas o yacimientos de hace miles o cientos de años— tiene poco más de dos décadas de recorrido en España. Nació en 2000, según escriben en Desenterrar el pasado los historiadores Xurxo Ayán Vila y Luis Antonio Ruiz, con la exhumación de Priaranza del Bierzo en 2000. Es de las primeras ocasiones en la que los arqueólogos miran a hechos recientes. En su aportación a esta publicación, Ayán Vila y Ruiz estudian diversos frentes de guerra y las condiciones de vida a partir de la premisa de que “la arqueología puede hacer hablar a esas cartografías silenciadas, puede revivir objetos y sujetos que nos cuenten las reales condiciones de vida en el frente” y, a la vez, hacer que recuperen la voz aquellos a quienes se la quitaron. Mencionan unos restos óseos encontrados en un hogar en Castiltejón (León) que, en el primer año de guerra, “muestran cómo la caza y el trampeo eran prácticas básicas para la subsistencia, llegando a elaborar cecina de carne de zorro… La dieta se complementaba con remanentes de sidra asturiana, vino, coñac y de leche condensada”. No había latas, continúan, pero sí huesos de vaca, cabras, ovejas y gallinas.
 
De izquierda a derecha, Laura Gutiérrez, antropóloga forense, María José Gámez, arqueóloga y Félix Bizarro, arqueólogo, durante la intervencion en con los diez cuerpos encontrados maniatados en la fosa CE017 del Barranco de Viznar, Granada. De izquierda a derecha, Laura Gutiérrez, antropóloga forense, María José Gámez, arqueóloga y Félix Bizarro, arqueólogo, durante la intervencion en con los diez cuerpos encontrados maniatados en la fosa CE017 del Barranco de Viznar, Granada. FERMIN RODRIGUEZ

La arqueología también ha mostrado que la Guerra Civil no fue un lugar de algunos frentes de batalla frenéticos —bien estudiados por la historiografía militar—, y el resto de España convertida en un territorio de frentes en calma o apaciguados y con la vida normal recuperada. Ayán y Ruiz han hecho campañas arqueológicas más allá de la batalla de Brunete, Teruel o el Ebro. Y han descubierto que la Guerra Civil fue una “guerra total”, con una lucha de gran intensidad incluso en lugares remotos. Y las pruebas arqueológicas son evidentes: cráteres de guerra de minas junto al hospital Clínico de Madrid. O la munición percutida encontrada en las “trincheras tardías de Ciudad Universitaria, cuando la batalla frontal de Madrid hacía mucho que se había apagado”. O “la profusión de bombas de mano y proyectiles anticarro localizados en el paraje de Los Rosales de Brunete, empleados un año y medio después de la famosa batalla”.
Detalle de los restos de un proyectil junto a uno de los diez cuerpos encontrados maniatados en la fosa CE017 del Barranco de Viznar, Granada.
Detalle de los restos de un proyectil junto a uno de los diez cuerpos encontrados maniatados en la fosa CE017 del Barranco de Viznar, Granada.
FERMIN RODRIGUEZ

Los restos permiten, también, conocer comportamientos humanos. Así, las intervenciones de hace una década en Alto Tajuña (Guadalajara) permitieron, entre otros muchos descubrimientos, “encontrar el cuerpo de un joven sembrado de metralla a quien sus camaradas o enemigos”, escriben Ayán y Ruiz, “honraron con piedad asestándole un tiro de gracia en el cráneo”. Nada de ello está en los textos, solo la excavación directa puede sacar esas historias a la luz.

domingo, 11 de agosto de 2024

El espíritu subversivo de Rosa Regàs.

Rosa Regàs, en noviembre de 2005.
La escritora, que ha fallecido a los 90 años, fue una mujer resolutiva y una editora decisiva.

Antes de ser la Directora de la Biblioteca Nacional (2003-2007), antes de ganar el premio Nadal con su novela Azul (1994) e iniciar con ello una carrera literaria tardía y afortunada, Rosa Regàs (que murió el pasado 17 de julio a los 90 años) había sido una editora rutilante en la Barcelona pija, roja y creativa de los “años divinos”, como los llamó su hermano Oriol, fundador en 1967 de la mítica discoteca Bocaccio. Rosa Regàs resumía en sí misma el espíritu subversivo, el afán de diversión y el atractivo de una casta de creadores que lo estaban transformando todo, desde la arquitectura al cine, desde la literatura al periodismo.

Cuando en 1963 entró a trabajar en Seix-Barral llevaba doce años casada y alborotaban en su casa varios hijos, pero su atractivo, su energía y su vitalidad no condecían con los de una madre de familia. En la Barcelona innovadora y hedonista de la gauche divine, Rosa se convirtió en la “reina de la república divina”, en una suerte de musa y maga que, junto a Carlos Barral, aprendió bien el oficio de editora. En 1970, al romper Barral con su socio y fundar Barral Editores, ella se emancipó y lanzó dos sellos propios, Ediciones Bausán, dedicado a la literatura infantil, y La Gaya Ciencia, con el que completó el trébol de editoriales revoltosas, con Anagrama y Tusquets, surgidas a finales de los sesenta. Allí publicaron los modernos como Juan Benet —con quien tanto ella quiso—, y modernísimos (o novísimos) como Félix de Azúa, Javier Marías y Vicente Molina Foix (los tres firmarían Tres cuentos didácticos en 1975), Eugenio Trías, Manuel Vázquez Montalbán o el primer Álvaro Pombo.

Si la editorial fue una rampa de lanzamiento crucial, no lo fueron menos las dos revistas que nacieron a su sombra: en 1973, Arquitectura Bis (duraría hasta 1985) y en 1975 los Cuadernos de La Gaya Ciencia, de los que solo saldrían cuatro números indispensables para conocer el hervidero de novedades intelectuales de aquel momento transitivo. Y cuando los Cuadernos tocaban a su fin, a Regàs se le ocurrió una de sus ideas brillantes: lanzar una serie de breves ensayos didácticos sobre los conceptos políticos que movilizaban la discusión pública. Así nació la Biblioteca de Divulgación Política en 1976, donde Felipe González explicó qué era el socialismo, Carrillo en qué consistía la ruptura democrática, Enrique Tierno Galván qué era eso de la izquierda o, en fin, José Luis López Aranguren de qué se hablaba al hablar de fascismos (en plural).

El éxito fenomenal de la colección, que hizo que se aumentaran las tiradas hasta saturar el mercado, junto con algunos turbios problemas de gestión económica, aceleró que Regàs pusiera fin, tras veinte años, a su etapa como editora e iniciara en 1983 otra como traductora en Ginebra. Fue un año de cambios, porque también entonces se terminó su relación con Juan Benet.

Tras diez años como intérprete y vida cosmopolita (entre 1983 y 1993), durante los que escribió un ensayo-guía sobre Ginebra (1987) y una primera novela tentativa (Memoria de Almator, 1991), Rosa Regàs se concentró en su vocación de escritora, que simultaneó con algunos cargos institucionales, como la dirección del Ateneo Americano de la Casa de América en Madrid (1994-1998) o la dirección de la Biblioteca Nacional. Con la historia de mar, crucero y tornasoles psicológicos de su novela Azul conquistó a muchos lectores, que tuvieron que conformarse con los cuentos de Pobre corazón (1998) hasta que publicó su siguiente novela, Luna lunera (1999), una inmersión en la memoria de posguerra con la que la escritora echó su cuarto a espadas contra el olvido y que fue premio Ciudad de Barcelona.

La agente literaria Carme Balcells hizo estampar unas camisetas de promoción en las que se unían las dos etapas de la autora: en el pecho se anunciaba Luna, lunera; en la espalda, un eco (machista, ay) de los años sesenta: “Rosa Regás, qué buena estás”. Después no dejó de acompañarla el éxito: en 2001 obtuvo el premio Planeta con La canción de Dorotea; su Diario de una abuela de verano (2004) fue convertido en teleserie un año después con el excelente protagonismo de Rosa Sardà; y, en fin, en 2013 recibió el premio Biblioteca Breve por una historia de amor en dos tiempos, Música de cámara, con la que volvió a recrear la remota y tan presente posguerra. En los entretelones de la ficción quedan la joven ávida e indócil de los sesenta, la niña amedrentada y encerrada en un colegio de monjas por su abuelo, la mujer resolutiva y de ideas claras de siempre, la editora decisiva y la escritora que siempre quiso ser.