miércoles, 30 de octubre de 2024

La dramática vida de los hibakusha, los sobrevivientes de las bombas atómicas que vivieron con miedo y culpa y ganaron el premio Nobel de la Paz

6 Hibakusha en fotos en blanco y negro

Fuente de la imagen,Getty Images

Pie de foto,Los hibakusha son el testimonio vivo de la devastación y la tragedia que causaron las bombas atómicas


Las bombas de Hiroshima y Nagasaki terminaron con la vida de miles de personas en un instante. Para los sobrevivientes fue solo el comienzo de años de dolorosas heridas, enfermedades, miedo, sentimiento de culpa y discriminación. 

La organización Nihon Hidankyo, que agrupa a los hibakusha o sobrevivientes de las bombas atómicas que Estados Unidos lanzó sobre las ciudades japonesas en 1945, ganó el Premio Nobel de la Paz este año. 

El movimiento representa a los 174.080 sobrevivientes de los bombardeos atómicos que residen en Japón, Corea y otras partes del mundo.

No existen cifras definitivas de cuántas personas murieron a causa de los bombardeos del 6 y el 9 de agosto de 1945.

Los cálculos más conservadores estiman que cinco meses después de los ataques unas 110.000 personas habían muerto en ambas ciudades.

Otros estudios afirman que la cifra total de víctimas, a finales de ese año, pudo ser más de 210.000.

Escombros de edificios en Hiroshima.
Escombros de edificios en Hiroshima.

Fuente de la imagen,Getty Images


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Hiroshima quedó arrasada tras la explosión de la bomba.

El mundo ha conocido el relato del horror gracias a los sobrevivientes, a quienes se les conoce como hibakusha, que en japonés significa “persona afectada por la bomba atómica”.

Sus testimonios no solo dan cuenta de lo que vieron, sino de los traumas que aún llevan dentro.

“Hay muchos hibakusha que son narradores sociales, pero no son capaces de contarle su propia historia a sus hijos”, le dice a BBC Mundo Yuka Kamite, profesora de Psicología en la Universidad de Hiroshima, quien ha estudiado la salud mental de los hibakusha.

Una dura batalla

Se calcula que hoy aún viven unos 140.000 hibakusha, que rondan los 80 años de edad.

¿Cómo ha sido la vida de los hibakusha y por qué sobrevivir a la bomba fue solo una parte de la dura batalla que han dado para llevar una vida digna?

Miedo

Los hibakusha que recibieron el impacto de la bomba sufrieron quemaduras y heridas que marcaron sus cuerpos y sus rostros.

Una sobreviviente con quemaduras en la cara
Una sobreviviente con quemaduras en la cara

Fuente de la imagen,Getty Images


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Muchos sobrevivientes sufrieron quemaduras y de los efectos de la radiación.

Aquellos que estuvieron expuestos a mayores dosis de radiación, aunque a primera vista parecían ilesos, luego mostraron síntomas como pérdida del pelo, sangrado y diarrea.

Luego se reportó un aumento en enfermedades como el cáncer y la leucemia.

"Todavía siento miedo de que se me puedan manifestar las consecuencias de la radioactividad y morir en cualquier momento", le dice a BBC Mundo Yasuaki Yamashita, un sobreviviente de Nagasaki que tenía 6 años el día de la explosión y hoy vive en México.

Ese miedo los llevó a una vida de estrés, confusión, incertidumbre y ansiedad. Incluso vivían con temor de pasarle los efectos de la radiación a sus hijos.

“Los efectos de la radiación son invisibles, eso los hizo sentirse inestables e intranquilos, sin saber qué iba a pasar con su futuro”, le dice a BBC Mundo Hibiki Yamaguchi, investigador en el Centro para la Abolición de Armas Nucleares de la Universidad de Nagasaki.

Dos sobrevivientes con heridas

Dos sobrevivientes con heridas

Fuente de la imagen,Getty Images


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Las bombas causaron heridas físicas y psicológicas.

El miedo marcó para siempre la salud mental y emocional de muchos hibakusha.

Luli van der Does, profesora en el Centro para la paz de la Universidad de Hiroshima que ha estudiado los efectos de la bomba en los sobrevivientes, menciona algunos ejemplos de cómo el miedo se quedó grabado en sus mentes.

“Algunos no pueden comer pescado seco porque les recuerda el olor de los cuerpos quemados”, le dice van der Does a BBC Mundo.

“Otros se tuvieron que ir de Hiroshima y nunca volvieron a visitar su ciudad, otros dicen que no pueden comer pepinos, porque ante la falta de medicinas tras la bomba era lo único que podían usar para curar sus heridas”.

Yasuaki Yamashita en una foto de cuando era pequeño a la izquierda y una foto reciente
Yasuaki Yamashita en una foto de cuando era pequeño a la izquierda y una foto reciente

Fuente de la imagen,Cortesía/Marcos González


Pie de foto,
Yasuaki Yamashita tenía 6 años cuando explotó la bomba en Nagasaki. Hoy, a sus 81 años, vive en México.

“En casos más severos, dicen que no pueden cruzar puentes ni ver ríos, porque comienzan a recordar los cadáveres que veían flotando tras la explosión”.

El miedo les afectó su salud emocional pero, además, los lanzó a una realidad que hizo aún más difícil su lucha por llevar una vida soportable después de la bomba.

Discriminación

Las heridas físicas, el temor a que los efectos de la radiación pudieran ser contagiosos y los traumas psicológicos de los hibakusha llevaron a que muchos comenzaran a ser discriminados por su condición.

“La gente temía que los sobrevivientes tuvieran una enfermedad contagiosa”, recuerda Yamashita.

“Decían: ‘Hay que separarlos, no hay que casarse con ellos, no hay que tener amistad con ellos’”.

El temor a la discriminación llevó a que muchos ocultaran su condición de hibakusha o se negaran a hablar de ello.

“Aquellos que tenían queloides [crecimiento excesivo del tejido de una cicatriz] en el cuerpo usaban mangas largas para cubrir sus cicatrices, incluso en pleno verano”, dice la profesora Kamite.

Una persona muestra sus cicatrices abultadas
Una persona muestra sus cicatrices abultadas

Fuente de la imagen,Getty Images


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Los sobrevivientes ocultaban sus cicatrices queloides por miedo a la discriminación.

También se les hacía difícil conseguir y conservar sus trabajos. Así lo recuerda Yasuaki Yamashita:

“Cuando salí de la preparatoria comencé a trabajar y casi al mismo tiempo comencé a sufrir los efectos de la radiación.

Empecé a perder la sangre, evacuaba sangre, vomitaba sangre, entonces no podía trabajar.

Si conseguía un trabajo, venía esa enfermedad y tenía que renunciar, así duré como dos años.

Mucha gente me decía que yo era un flojo, que no quería trabajar, pero no era eso, era que simplemente no podía trabajar. Yo necesitaba trabajar, pero no podía”
.

Para las mujeres la situación muchas veces era aún más difícil.

En esa época casarse era muy importante para las mujeres japonesas.

Setsuko Thurlow

Setsuko Thurlow

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Pie de foto,
Setsuko Thurlow recuerda que cuando era joven, poder casarse era muy importante para las mujeres japonesas.

“Era casi la única cosa que una mujer esperaba”, recuerda Setsuko Thurlow, sobreviviente de Hiroshima, quien en julio compartió sus recuerdos durante un evento en línea para conmemorar el 75 aniversario de las bombas.

“Con esas cicatrices queloides, esas mujeres perdían la fe y la esperanza en la vida”, dijo Thurlow, quien en 2017 recibió en nombre de los sobrevivientes el Premio Nobel de Paz que se le otorgó a la Campaña Internacional para Abolir las Armas Nucleares (ICAN, por su sigla en inglés).

Keiko Ogura, otra sobreviviente de Hiroshima, recuerda que vivió esa discriminación en carne propia. Así lo contó en conversación con BBC Mundo:

“Tenía 8 años, era solo una niña pequeña en la escuela elemental, pero sabíamos que no debíamos decir que habíamos estado en la ciudad ese día. Si decíamos algo relacionado con la radiación, no nos podríamos casar.

No decíamos que éramos sobrevivientes. Teníamos un certificado de sobrevivientes y al mostrarlo en el hospital podíamos recibir tratamiento médico que ayudaba a pagar el gobierno. Sin embargo, la gente nos decía ‘no muestres eso’
.

Keiko Ogura 
Keiko Ogura

Fuente de la imagen,Getty Images


Pie de foto,
A Keiko Ogura le enseñaban que no debía decir que era una sobreviviente de la bomba.

Al principio yo no le prestaba atención, sentíamos que todos compartíamos el mismo destino, pero cuando ya era una mujer en edad de casarme, a los 18 o 20 años, los hombres jóvenes de fuera de la ciudad me preguntaban "Keiko, ¿dónde estabas al momento de la bomba?Por mi parte no hay problema, pero a mis padres les preocupa".

Sé que muchas otras personas también tuvieron esa experiencia
”.

La profesora Van der Does cuenta que cuando llegaba el momento de casarse, algunas personas contrataban detectives para investigar si la pareja había estado en Hiroshima al momento de la bomba.

Otros, por su parte, sintieron esa discriminación de una manera más sutil o indirecta, y los puso en una posición vulnerable ante la sociedad. Una "discriminación silenciosa", como la llama la profesora Van der Does.

Yoshiro Yamawaki con una camisa a cuadros.
Yoshiro Yamawaki con una camisa a cuadros.

Fuente de la imagen,Cortesía Yoshiro Yamawaki


Pie de foto,
Yoshiro Yamawaki lamenta no haber podido estudiar una carrera porque tras la muerte de su padre tuvo que dedicarse a trabajar. 

“No sabes exactamente qué tipo de discriminación estás sufriendo, pero simplemente la sientes en tus interacciones sociales, o al darte cuenta de que a lo largo de tu vida has recibido un trato injusto”, explica.

Yoshiro Yamawaki, sobreviviente de Nagasaki, es uno de esos casos de discriminación silenciosa.

"La bomba mató a mi padre, mi madre tenía siete hijos y no podía hacerse cargo de ellos. Por eso, tuve que dedicarme a trabajar, sin poder ir a la universidad, creo que eso fue una forma de discriminación", dice Yamawaki en conversación con BBC Mundo.

Según explica Van der Does, es difícil conocer el daño psicológico y emocional que sufrieron los hibakusha porque muchos murieron sin ser capaces de hablar de ello.

Keiko Ogura con 8 años.

Keiko Ogura con 8 años.

Fuente de la imagen,Cortesía Keiko Ogura


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Keiko Ogura tenía 8 años cuando estalló la bomba en Hiroshima.

"Hay muchos que no han admitido ser hibakusha por el miedo a la discriminación", dice la investigadora.

En una reciente encuesta que Van der Does realizó entre 1.652 hibakusha de Hiroshima y Nagasaki, encontró que el 31% de ellos ha sufrido varios tipos de trato discriminatorio a lo largo de su vida.

Esa discriminación en ocasiones se dio entre los mismos hibakusha.

“Los hibakusha conocían mejor que nadie lo que les ocurría, por eso muchas veces se discriminaban entre ellos”, dice Hibiki Yamaguchi, de la Universidad de Nagasaki.

Setsuko Thurlow hablando desde la tribuna de los premios Nobel

Setsuko Thurlow hablando desde la tribuna de los premios Nobel

Fuente de la imagen,Getty Images


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En 2017 Thurlow asistió a la ceremonia del Premio Nobel representando a las víctimas de los bombardeos.

Según Van der Does, esa discriminación era fruto del miedo y de la desesperación por vivir. “Estaban luchando por sobrevivir, tenían que competir entre ellos por lograr algún tipo de ayuda”, dice la profesora.

Culpa

Al miedo y a la discriminación con que cargaban los hibakusha muchas veces se les sumó un sentimiento de culpa por haber escapado con vida o haber sido incapaces de ayudar a quienes pedían auxilio.

Ese sentimiento de culpa de los sobrevivientes les causó sufrimiento a largo plazo, explica la psicóloga Kamite.

Hiroshima destruida tras la bomba
Hiroshima destruida tras la bomba

Fuente de la imagen,Getty Images


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Muchos hibakusha desarrollaron un sentimiento de culpa por no haber podido ayudar a las personas heridas. Así lo recuerda la sobreviviente Keiko Ogura:

“Yo, al igual que el 90% de los sobrevivientes, tuve un sentimiento de culpa porque vi morir a familiares y amigos. Después de la explosión vimos gente bajo los edificios derrumbados pidiendo ayuda, pero no podíamos ayudarlos, estaban atrapados. Las madres trataban de sacarlos pero era muy difícil.

Luego, el fuego se esparció tan rápido que no tuvieron más opción que irse del lugar.

Eso los hizo preguntarse: ¿por qué no pude cumplir con el deber de ayudar a mis hijos hasta el último momento?

Tras la explosión, dos personas muy heridas se me acercaron y solo decían 'agua, agua'. Yo les di de beber y luego murieron frente a mí. En ese momento no lo entendía, era solo una niña de 8 años, pero comencé a culparme porque sentía que los había matado. Sentía que si no les hubiera dado agua, ellos no estarían muertos. Me sentí así durante más de 10 años"
.

Yasuaki Yamashita hablando en un foro
Yasuaki Yamashita hablando en un foro

Fuente de la imagen,Getty Images


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Algunos hibakusha cuentan su historia en eventos públicos, pero otros prefieren permanecer en silencio. Según los expertos, la dificultad que muchos sobrevivientes tienen para hablar de su experiencia les ha afectado sus vidas.

“El velo de silencio sobre estos temas funcionó para ocultar las transgresiones ocasionadas por las secuelas atómicas”, dice Kamite.

Contra el silencio

Algunos hibakusha, sin embargo, han combatido ese silencio y comparten sus historias con los medios o como parte de campañas en contra de la proliferación de armas nucleares.

“Algunos están motivados por la ira, otros por un sentido de misión social, y otros pueden estar motivados por la respuesta al trauma”, dice Kamite.

Takashi Morita sostiene unas flores en la mano

Takashi Morita sostiene unas flores en la mano

Fuente de la imagen,Getty Images


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Algunos hibakusha se convirtieron en activistas en contra de las armas nucleares.

La profesora, sin embargo, advierte que son solo unos pocos quienes participan en estas actividades sociales y que es probable que muchos hibakusha hayan sido una “mayoría silenciosa”.

Van der Does, por su parte, explica que con el tiempo los hibakusha lograron construir un sentido de comunidad que los ayudó a ganar aceptación en la sociedad.

“Se convirtieron en líderes en la lucha por el desarme nuclear”, dice la profesora. "Pasaron de ser víctimas a creadores de un mundo nuevo".
 
 *Este artículo fue publicado originalmente en 2020, a propósito del 75 aniversario de las bombas de Hiroshima y Nagasaki. 


"Me he convertido en la muerte, el destructor de mundos": quién fue Robert Oppenheimer, el arrepentido padre de la bomba atómica

martes, 29 de octubre de 2024

Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson ganan el Premio Nobel de Economía por sus estudios sobre la desigualdad de las naciones

Daron Acemoglu, Simon Johnson y James Robinson

Fuente de la imagen,Ilustración de Niklas Elmehed, Premio Nobel

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Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson ganaron el Premio Nobel de Economía, el último galardón del año que se entrega en reconocimiento a destacadas contibuciones a la humanidad, según la Fundación Nobel en Suecia.

El premio fue otorgado a los tres economistas por sus estudios empíricos y teóricos que exploran las diferencias en la prosperidad de las naciones.


La Real Academia de las Ciencias de Suecia resaltó que los galardonados plantean nuevas estrategias para entender la desigualdad.

Acemoglu, académico estadounidense de origen turco, y Johnson, de origen británico, trabajan en el MIT Cambridge USA (Instituto Tecnológico de Massachusetts), mientras que Robinson, también británico, es profesor de la Universidad de Chicago.

La academia sueca destacó que "el 20% de los países más ricos del mundo son 30 veces más ricos que el 20% más pobre. La brecha de ingresos entre los más ricos y los más pobres también es persistente; aunque los países pobres han ganado en riqueza, no están alcanzando a los más prósperos”.

Instituciones "inclusivas" y "extractivas"

El Comité del Nobel reconoció que el tema no es nuevo, pero que los galardonados habían encontrado nueva y convincente evidencia de una explicación de esa brecha: las diferencias en las instituciones de una sociedad.

El comité elogió el trabajo de los tres economistas por sus explicaciones de cómo “las sociedades con principios de derecho débiles e instituciones que explotan a la población no generan crecimiento ni cambios para bien”.

Según el trabajo de los galardonados, “una explicación de las diferencias en la prosperidad de los países es por las instituciones sociales que fueron establecidas durante la colonización”.

El comité indicó que cuando los europeos colonizaron grandes partes del mundo, las instituciones en esas sociedades cambiaron. Mientras que en unos lugares las instituciones establecieron los fundamentos para sistemas políticos y económicos inclusivos, en muchos otros tuvieron el objetivo de explotar a la población indígena.

El análisis entonces divide a las instituciones en “inclusivas” y “extractivas”. 

 El Comité del Nobel anuncia a los tres ganadores del Nobel de Economía 2024 y proyecta sus fotos

El Comité del Nobel anuncia a los tres ganadores del Nobel de Economía 2024 y proyecta sus fotos

Fuente de la imagen,Getty Images

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Daron Acemoglu, Simon Johnson y James A. Robinson analizaron cómo las instituciones afectan la prosperidad de las naciones.

El ejemplo de Nogales

El jurado resaltó el trabajo de los galardonados en torno a la ciudad de Nogales que está dividida por la frontera entre México y Estados Unidos, donde el lado estadounidense es más próspero.

El sistema económico en EE.UU. ofrece a los residentes al norte de la frontera mayores oportunidades para escoger su educación y profesión, al tiempo que forman parte del sistema político de EE.UU., lo que les otorga amplios derechos políticos.

En contraste, al sur de la frontera, los residentes viven bajo otras condiciones económicas, y el sistema político allí limita su potencial para influir en la legislación.

“De manera que la diferencia decisiva no es geografía ni cultura, sino las instituciones”, explicó la academia.

“La introducción de instituciones inclusivas crearían beneficios a largo plazo para todos, pero las instituciones extractivas son las que proveen ganancias a corto plazo para los que están en el poder”, declaró el jurado.

Daron Acemoglu

Daron Acemoglu

Fuente de la imagen,Reuters

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Daron Acemoglu es coautor con James A. Robinson del libro "Por qué fracasan los países".

Al ser contactado por teléfono, Daron Acemoglu dijo estar “encantado” con el premio y señaló que el trabajo que han hecho favorece a la democracia.

“Los países que se democratizan, a partir de un régimen no democrático, al final crecen unos ocho, nueve años más rápido que los regímenes no democráticos. Ese es un crecimiento sustancial”.

Reconoció, sin embargo, que “la democracia no es una panacea” y que “implantar la democracia es muy difícil”.

Los tres economistas galardonados compartirán el premio que incluye una cifra de US$1 millón.

El Nobel de Economía fue establecido en 1968 por el Sveriges Riksbank (Banco Central de Suecia) y la Real Academia de las Ciencias de Suecia está encargada de seleccionar a la persona, grupo de personas o institución ganadoras.


lunes, 28 de octubre de 2024

Qué son los microARN por los que Victor Ambros y Gary Ruvkun ganaron el Premio Nobel de Medicina

Victor Ambros y Gary Ruvkun, los ganadores del Premio Nobel de Medicina

Fuente de la imagen,Premio Nobel

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Victor Ambros y Gary Ruvkun ganaron este lunes el Premio Nobel de Medicina.

Los dos científicos estadounidenses descubrieron los microARN, una nueva clase de diminutas moléculas de ARN que desempeñan un papel crucial en la regulación de los genes.


Su revolucionario descubrimiento en el pequeño gusano C. elegans reveló un principio completamente nuevo de regulación genética, que resultó ser esencial para los organismos pluricelulares, incluido el ser humano.

Durante décadas, la comunidad científica prestó poca atención a este descubrimiento. Según la Fundación Nobel, se pensaba que este mecanismo era "una peculiaridad" de un gusano, algo "probablemente irrelevante para los humanos y otros animales más complejos". Pero no.

El trabajo de Ambros y Ruvkun ayudó a explicar cómo funcionan nuestros genes dentro del cuerpo humano y cómo eso da lugar al desarrollo de los distintos tejidos en nuestro organismo.

De hecho, "ahora se sabe que el genoma humano codifica más de 1.000 microARN", explica la Fundación Nobel.

Los ganadores se repartirán un premio de 11 millones de coronas suecas (aproximadamente US$1 millón).

Particularidades genéticas
Todas las células del cuerpo humano contienen la misma información genética en bruto, encerrada en nuestro ADN.

Pero, a pesar de partir de la misma información genética, las células del cuerpo humano son muy diferentes en forma y función.

Los impulsos eléctricos de las células nerviosas son distintos de los latidos rítmicos de las células cardíacas. La central metabólica que es una célula hepática es distinta de una célula renal que filtra la urea de la sangre. La capacidad de detección de la luz de las células de la retina es distinta de la de los glóbulos blancos que producen anticuerpos para combatir las infecciones.

Toda esta variedad puede surgir del mismo material de partida gracias a la expresión genética.

Los científicos estadounidenses fueron los primeros en descubrir los microARN y cómo estos ejercen un control sobre la forma en que los genes se expresan de manera diferente en los distintos tejidos.

Anuncio del Nobel de Medicina

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Fuente de la imagen,Getty Images

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Los ganadores compartirán un premio de cerca de US$1 millón.

Sin la capacidad de controlar la expresión génica, cada célula de un organismo sería idéntica, por lo que los microARN ayudaron a posibilitar la evolución de formas de vida complejas.

La regulación anómala de los microARN puede contribuir al cáncer y a algunas enfermedades como la pérdida de audición congénita y los trastornos óseos.

Un ejemplo es el síndrome DICER1, que provoca cáncer en diversos tejidos y está causado por mutaciones que afectan a los microARN.

Cómo funciona
Ambros y Ruvkun investigaron sobre el gusano nematodo C. elegans.

"Vieron unos gusanos que parecían un poco raros y decidieron entender por qué", cuenta Olle Kämpe, miembro del Comité Nobel.

Experimentaron con una forma mutante del gusano que no desarrollaba algunos tipos de células.

Y finalmente dieron con pequeños fragmentos de material genético o microARN que eran esenciales para el desarrollo de los gusanos.

Así es como funciona:
Nuestro ADN contiene un gen o instrucción genética.

Nuestras células hacen una copia, llamada ARN mensajero o simplemente ARNm (lo recordarás de las vacunas covid).

Este ARN sale del núcleo de la célula y ordena a las fábricas de proteínas de la célula que empiecen a producir una proteína específica. Pero los microARN se interponen en el camino adhiriéndose al ARN mensajero y detienen su funcionamiento.

En esencia, el mircoARN ha impedido que el gen se exprese en la célula.

Otros trabajos demostraron que no se trata de un proceso exclusivo de los gusanos, sino de un componente esencial de la vida en la Tierra.

Cuerpo humano

Cuerpo humano

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"Su trabajo pionero sobre la regulación genética por microARN allanó el camino a investigaciones sobre terapias novedosas para enfermedades devastadoras como la epilepsia, pero también nos abrieron los ojos a la maravillosa maquinaria que controla estrechamente lo que ocurre en nuestras células", dijo a la BBC Janosch Heller de la Universidad de la Ciudad de Dublín.

Los ganadores de los premios de Medicina y Fisiología son elegidos por la Asamblea Nobel del Instituto Karolinska de Suecia.

El Premio Nobel de Fisiología o Medicina se ha concedido 115 veces a 227 galardonados entre 1901 y 2023.

El año pasado, el premio fue otorgado a Katalin Karikó y Drew Weissman por la vacuna de la covid basada en ARN mensajero.

domingo, 27 de octubre de 2024

Lourdes Reyzábal: “No hay nada más racista que querer a los migrantes para cambiar pañales y no de vecinos”

Lourdes  Reyzábal, fundadora y presidenta de la Fundación Raíces.


La psicóloga preside la Fundación Raíces que ayuda y forma a menores migrantes no acompañados desde hace 25 años: “En casa, estos niños son de los nuestros”, afirma

A las doce del mediodía, la trastienda del restaurante Ovillo de Madrid bulle de actividad. En sus instalaciones, cedidas por el cocinero Javier Muñoz-Calero, practican los alumnos de la escuela Cocina Conciencia, uno de los proyectos de la Fundación Raíces, para ayudar y formar a adolescentes migrantes. En una de las cocinas, un grupo de chicos africanos prepara las primeras tortillas de patata de su vida y, cuando nos sentamos a charlar en el despacho de Lourdes Reyzábal, Seku, un chaval llegado a Canarias en patera desde Guinea-Conakry, nos ofrece y nos sirve su primer café como alumno de las clases de camarero. Le brillan los ojos como faros. 

Hablamos justo el día que EL PAÍS publica una encuesta que revela que el 57% de españoles cree que hay demasiados inmigrantes y el 75% los asocia con conceptos negativos.

¿Qué siente al oír a alguien decir ‘menas’ en tono peyorativo?

Me da vergüenza. Es la excusa perfecta para despersonalizar, clasificar y criminalizar a los niños y niñas migrantes que llegan solos, los más desprotegidos de nuestra sociedad. Así, podemos saltarnos el Estado de Derecho, que ha firmado la Convención de los Derechos del Niño. Si no te crees lo que dice su pasaporte, les sometes a pruebas de determinación de la edad, les niegas la condición de infancia, los dejas en la calle solos, sin formación, sin trabajo, sin compañía, sin recursos, les estás abocando a la criminalidad. La mayor red de criminalización no es la de quienes les obligan a pagar por subirse a una patera, sino la de quienes, desde el Estado, los criminaliza dejándolos en la calle.

¿Por qué tanta gente los teme?

La sociedad grita lo que la política calla. Los políticos, todos, nos han hecho creer que son una amenaza contra nuestra integridad y seguridad. La ultraderecha abandera los discursos de odio y el relato más grosero sobre las personas migrantes. Pero la izquierda lleva haciendo políticas de extranjería hipócritas durante, al menos, los 25 años que llevo en esto.

¿Les dejamos entrar a todos?

La política migratoria ideal sería respetar los Derechos Humanos y la Convención de los Derechos del Niño. Y todavía no ha habido un Gobierno que la haya respetado. Ahora mismo, en Canarias, muchos de los niños que llegan vienen de Mali, un país en guerra, igual que Ucrania. Lo que ocurre es que ellos son negros y los niños ucranios son rubios y de ojos azules.

¿España es racista?

Creo que sobre todo el racismo está ligado a la clase social, pero sí. Necesitamos que vengan migrantes para utilizarlos porque hay que llenar la España vaciada, porque hay que cuidar de nuestros ancianos y nuestros bebés. No hay nada más racista que quererlos para cambiar pañales, pero no de vecinos, compartiendo las plazas y los centros de salud con ellos. Necesitamos a esos chicos altos, negros, fuertes, para hacer lo que nosotros no queremos hacer, pero no queremos que se enamoren de nuestras hijas. Hay quien les encomiendan crianza de sus bebés, lo que más quieren, pero luego piden que endurezca la ley de extranjería y dicen barbaridades xenófobas en WhatsApp y en cenas de amigos. Eso es racismo. Me rebela.

¿Eso le ha costado amistades o relaciones familiares?

Me he tenido que salir de muchos chats. Me genera muchísima impotencia y frustración ver cómo calan mensajes falsos y absolutamente racistas. Falta información real.

¿Desde cuándo tiene esa conciencia social?

Mi madre dice que de siempre. He crecido con la conciencia del cristianismo. Pero ha habido acontecimientos en mi vida que me hicieron plantearme muchas cosas. Mi padre murió cuando yo tenía 10 años, estando conmigo, de un infarto fulminante, a los 43 años. Mi abuelo se quedó huérfano muy joven y se vino de su pueblo, en Burgos, a Madrid, se buscó la vida e hizo fortuna, pero, también, porque le ayudaron. Conocí a Enrique de Castro, el cura de Vallecas, y me conmovió su labor con los más necesitados. Entonces, ese saber que la vida es ahora, y el haber nacido en un entorno privilegiado me ha hecho sentirme en deuda con la sociedad desde chiquitina e intentar aportar lo que tengo, lo que puedo y lo que soy.

¿Sigue teniendo fe religiosa, viendo lo que ha visto?

La fe más profunda que tengo no es religiosa, probablemente estoy alejada de la Iglesia Católica, pero sí tengo un sentimiento muy arraigado de un compromiso social, de solidaridad, de creer en la capacidad del ser humano de salir adelante. Y eso depende mucho de la resiliencia de cada uno, pero también de las oportunidades que el resto de la sociedad brindemos a esas personas.
 
Lourdes Reyzábal con cuatro de los alumnos de la escuela Cocina Conciencia, que posan con las tortillas que acaban de aprender a hacer en el restaurante Ovillo, en Madrid.
Lourdes Reyzábal con cuatro de los alumnos de la escuela Cocina Conciencia, que posan con las tortillas que acaban de aprender a hacer en el restaurante Ovillo, en Madrid. Bernardo Pérez

Su marido, Nacho de la Mata, fue el abogado que consiguió parar la repatriación de niños. ¿Él también influyó en su vocación solidaria?

Fue el hombre de mi vida, lo tengo clarísimo. Él trabajaba en un despacho de abogados importante. Nos conocimos en un viaje a Lourdes para ayudar a los enfermos. Luego, yo me fui a la India y la madre Teresa de Calcuta quiso que me quedara con ella, pero yo ya estaba locamente enamorada de Nacho, y volví a España. Nos casamos y, en la luna de miel se sintió mal. A la vuelta nos enfrentamos a un diagnóstico fatal, un tumor cerebral por el que le daban cinco años de vida. Recuerdo lo que nos dijo Enrique de Castro en nuestra boda: que el matrimonio era compartir la desnudez de nuestros cuerpos y nuestras almas. Decidimos seguir viviendo la vida que queríamos hacer porque era lo que nos salía del corazón. Y nos fuimos a vivir a Vallecas y acoger a chavales de la calle. Conviviendo con ellos, me quedé embarazada de mi primera hija. Y, así, nacieron las otras dos, siempre con niños migrantes en casa. Cuando me dicen que le meta en mi casa, puedo decir que ya los he metido.

Su marido murió, finalmente, en 2012, ¿cómo se sobrepuso a ese dolor?

Me quedé viuda, con tres hijas, con la misma edad que mi madre. Yo había tenido ese ejemplo y ese aprendizaje. Si mi madre lo había hecho, yo también podría. Y, fíjate, yo creo que para mí una de las piezas clave para que yo saliera adelante, para que mis hijas salieran adelante y para que Nacho llevara la enfermedad como la llevó ha sido vivir con estos niños. Porque ellos también sufren, a ellos se les han muerto los padres, han visto cómo los asesinaban, Un niño de 15 años que ha tardado dos años en atravesar el desierto. Si salen adelante ellos, cómo no vamos a salir nosotros.

¿Nos quejamos de vicio?

Sí, pero matizando. Cada cual se queja de lo que le duele, de lo suyo. El problema es que, a veces, no salimos de nosotros mismos, y lo nuestro es solo lo que te pasa a ti. Entonces, yo he convertido lo que les pasa a estos niños en lo mío. En mi familia, los niños migrantes son de los nuestros. Mis hijas se han tenido que ir de fiestas de amigos suyos por cómo se hablaba de estos niños. Ellas también se quejan de lo suyo, lo que pasa es que lo suyo es más amplio. Hay que salir a la calle, hay que mirar a los ojos.

¿Qué es el lujo para usted que los podría tener todos?

Tengo muchos tics de niña pija. Poner la mesa bonita, por ejemplo. Me gustan las cosas bonitas. Para mí, el lujo es tener tiempo para el encuentro humano. Y viajar.

Ahora me dice que ese bronceado suyo es de sus vacaciones en Maldivas para desconectar.

No, prefiero irme a Santo Tomás, o a Puerto Príncipe, que he ido hace poco. Ahora me muero por ir a Marrakech, que no he estado nunca.

Yo fui y vine enferma de ver tanta desigualdad.

Yo también vengo enferma cuando viajo según dónde, pero también vengo enferma de ver la Cañada Real, aquí, en Madrid.

¿Y cómo se cura ese dolor? ¿Cuándo dice basta?

Me cuesta desconectar. Atendemos a 550 adolescentes distintos cada año. Hago yoga, medito, pero la forma que tengo de curarme, desde hace 25 años, es sentir que estoy en el lado correcto, al lado de la gente. Mucha gente me dice que cómo yo, perteneciendo a la familia que pertenezco, no voto a la derecha. La gente vota pensando en sus intereses económicos, pero yo he decidido intentar pelear por el bien común, y, si tengo que elegir bien común, es intentar beneficiar al que peor lo está pasando.

Hay quien considera eso ‘buenismo’ o superioridad moral.

No soy mejor que nadie. Simplemente, he tenido la suerte y el privilegio de poder conocer de verdad esta realidad. Y lo que creo es que hay mucha ignorancia y un abismo entre la realidad y los discursos que se traga la sociedad, porque interesa que se los trague.

Más allá de sus bienes, ¿qué legado le gustaría dejar a sus hijas?

[se emociona] Fíjate, eso es lo que más me cuesta pensar y más tengo que trabajarme. Cuando pierdes a tu padre tan pequeña, lo sé porque lo viví, te fusionas de tal forma a tu madre que mis hijas y yo somos una piña brutal. Mis tres hijas han nacido viviendo un menor extranjero no acompañado en casa, tuvieron hermanos que no eran de sangre, pero eran hermanos. Ese amor y esos valores los tienen súperinculcados y es lo mejor que les puedo dejar. Pero no quiero dejarlas, todavía.

LAS RAÍCES DE REYZÁBAL
Lourdes Reyzábal (Madrid, 51 años) es la tercera generación de una acaudalada y numerosa saga iniciada por el esfuerzo y el trabajo de su abuelo, Julián, un campesino emigrado a Madrid desde Caleruega (Burgos), que hizo fortuna en el Madrid de la posguerra y que llegó a poseer la legendaria torre Windsor, en pleno centro financiero de la capital, desaparecida pasto de las llamas en un incendio declarado en 2005. Lourdes, marcada por la prematura muerte de su padre, primero; el encuentro con el cura Enrique de Castro, después; y su matrimonio con el abogado y activista humanitario Nacho de la Mata, fallecido en 2012, decidió dedicar su vida a "devolverle a la sociedad" parte de su privilegio. Psicóloga de formación, Reyzábal preside la Fundación Raíces, la ONG que fundó de muy joven junto a su madre y que, hoy, atiende cada año, ofreciéndoles ayuda y formación, a 550 adolescentes, la mayoría de ellos menores y jóvenes extranjeros que llegan a España como migrantes no acompañados.



sábado, 26 de octubre de 2024

Estoy intentando crear una nueva imagen del socialismo y el comunismo, porque si siempre pensamos que son dictaduras, la gente no piensa en alternativas a la globalización actual": el filósofo japonés que defiende el decrecimiento económico

Kohei Saito

Fuente de la imagen,Kohei Saito

Pie de foto,El último libro de Kohei Saito fue best seller en Japón

Cuando le piden que firme su libro, a Kohei Saito le gusta estampar un sello con un dibujo en el que aparece junto a Karl Marx.

No es nada extraño dado que Saito, un filósofo japonés de 37 años que se transformó en un fenómeno en su país al vender más de 500.000 copias de su libro “El Capital en el Antropoceno”, se declara a favor del decrecimiento económico y del marxismo.

Profesor asociado de la Universidad de Tokio, Saito se ha convertido en un best-seller en su país, lo que le ha catapultado a otros países donde se ha traducido su trabajo.

Entre las ideas que plantea, y por las que ha llamado la atención en Japón, Europa y Estados Unidos, está la propuesta de que para enfrentar la crisis del cambio climático hay que decrecer (disminuir el crecimiento económico) bajo un sistema político comunista democrático.

Desde que su libro fue publicado en 2023 en Reino Unido bajo el título “Slow Down: how degrowth communism can save the Earth” (Desacelerar: cómo el decrecimiento comunista puede salvar la Tierra), se ha vuelto popular en algunos círculos de jóvenes ambientalistas europeos.

El decrecimiento no es una idea nueva, pero ha ganado tracción en la últimas décadas, y en Latinoamérica lo ha defendido el presidente de Colombia, Gustavo Petro.

La gran novedad del pensamiento de Saito es que lo vincula con el comunismo democrático, entendido como una versión de la utopía de los pensadores del siglo XIX.

Esta es la conversación que tuvo el filósofo japonés con BBC Mundo.

Sello con el que Saito firma sus libros donde aparece junto a Karl Marx.

Sello con el que Saito firma sus llibros donde aparece junto a Karl Marx.

Fuente d la imagen,Kohei Saito

Pie de foto,
Sello con el que Saito firma sus libros donde aparece junto a Karl Marx. 

Usted argumenta que, para enfrentar la crisis del cambio climático, es necesario terminar con el capitalismo y crear un sistema llamado decrecimiento comunista. ¿Qué es el decrecimiento comunista?

El capitalismo busca la infinita expansión del crecimiento económico, algo que no es compatible con una vida sustentable. No estamos viendo buenos avances en la solución del cambio climático. ¿Por qué? Porque no estamos cambiando el capitalismo, y ese es el problema.

Aunque estamos invirtiendo en autos eléctricos y energías renovables, el problema es que el capitalismo busca producir más. Entonces hay una contradicción interna en el argumento de que necesitamos descarbonizar más rápido, pero al mismo tiempo, necesitamos crecer más. Eso no funciona.

Mi propuesta es que hay que reducir el uso de energía, producir menos y consumir menos.

A muchos les sorprende que un filósofo joven siga defendiendo el comunismo en 2024. ¿No teme que un sistema comunista termine siendo un régimen totalitario como vimos en el pasado?

Entiendo el temor que existe frente a los regímenes autoritarios porque son parte de la historia. Pero al mismo tiempo, defiendo el comunismo porque soy de una generación más joven, supongo. Nací en 1987, así que no tengo una experiencia directa del estalinismo.

Yo crecí en la década de los 90 y los 2000 y en los últimos 30 años, el mundo ha celebrado la idea de que el capitalismo y la democracia traen más prosperidad económica en todas partes. Esa es la promesa de la globalización.

Pero ¿qué pasó en los últimos 30 años? Hemos visto más desigualdad, hay más trabajos precarios, más cambio climático, ahora tenemos guerras, genocidio, etc.

El capitalismo no ha cumplido sus promesas, por el contrario, está creando una situación más caótica, destructiva y brutal. Por eso entiendo que mi generación, e incluso las generaciones más jóvenes, están más interesadas en la idea del socialismo.

Estoy intentando crear una nueva imagen del socialismo y el comunismo, porque si siempre pensamos que el socialismo y el comunismo son dictaduras, eso favorece a los capitalistas, a las élites, entonces la gente no piensa en otras alternativas distintas a la actual globalización.

Y creo que Marx ofrece un análisis muy bueno sobre las contradicciones del capitalismo y también da una buena esperanza para un nuevo futuro, una imagen utópica de la sociedad futura y eso es algo que realmente necesitamos.

Portada libro Kohei Saito

Portada libro Kohei Saito

Fuente de la imagen,Kohei Sa

 

 Muchos ambientalistas que defienden el decrecimiento lo ven como un cambio necesario dentro del mundo globalizado, pero sin transformar todo el orden social reemplazando el capitalismo por el comunismo. ¿Por qué usted defiende a estas alturas de la historia el decrecimiento dentro de un sistema comunista?

Lo que pasa es que el decrecimiento económico es incompatible con el capitalismo. Tenemos que compartir de una manera más equitativa y eso es el comunismo.

Necesitamos educación gratuita, salud gratuita, movilidad gratuita. Tenemos que compartir más y garantizar el acceso a los servicios básicos. Esa es mi idea de comunismo, una sociedad basada en los “comunes”, en el pueblo.

Entiendo que el comunismo tiene una mala imagen, pero lo que yo digo es que deberíamos compartir más para que todos puedan vivir más felices, para que no tengan que estar constantemente trabajando, ni produciendo dinero.

El capitalismo no es sustentable y el crecimiento no es sustentable.

Si el capitalismo no funciona, ¿por qué la alternativa tiene que ser el comunismo?, ¿no vislumbra otras opciones?

Me atrajo mucho la idea del comunismo en el siglo XIX, no en el siglo XX. En el siglo XIX había distintas ideas sobre el comunismo porque la gente buscaba utopías, buscaba cómo construir una sociedad mejor, entre ellos estaban William Morris, Peter Kropotkin, Robert Owen, y otros.

Si miras ese tipo de tradición comunista, es una tradición más democrática, más antiestado, más igualitaria, más sostenible. Son ejemplos inspiradores que vienen del comunismo del siglo XIX y yo quería recuperar algunas de esas investigaciones.

Kohei Saito 

Kohei Saito

Fuente de la imagen,Kohei S

 

 ¿Cómo usted llevaría a la práctica su teoría del decrecimiento comunista?

Soy un filósofo. Lo que he querido hacer es cambiar la imagen que tiene la gente sobre el decrecimiento y sobre el comunismo. Lo que quiero es convencer a la gente de que el capitalismo no es la etapa final absoluta de la historia, nosotros podemos crear un mundo nuevo, es decir, el capitalismo no es la respuesta definitiva.

El decrecimiento no se trata de generar pobreza, sino de crear un nuevo tipo de abundancia con servicios gratuitos como transporte, educación, internet.

Y el comunismo no se trata de estalinismo, se trata de ayudarse unos a otros, de la organización democrática de los “comunes”, de igualdad y sostenibilidad.

Desde esta perspectiva, quizás la gente comenzará a pensar que el decrecimiento comunista no es algo malo y que podría ser mejor que el capitalismo. Ese es el primer paso.

¿Pero cómo esa teoría se lleva a la práctica en la actualidad?

El paso siguiente es cómo lo implementamos. Algunos piensan que esta idea es como una especie de ciencia ficción, pero no es así.

Si queremos tener un entendimiento básico del decrecimiento comunista, hay que mirar alrededor, porque existen muchos indicios de una futura sociedad decrecentista en todas partes.

No estamos hablando del comunismo que se consigue con una revolución, no. El comunismo está en todas partes, el comunismo es el cimiento necesario para el capitalismo también, porque incluso en el capitalismo nos ayudamos los unos a los otros, nos ayudamos entre familias, entre amigos, colegas, comunidades.

Ese es el comunismo que está en todas partes, pero el capitalismo lo explota y marginaliza este tipo de actividades porque no contribuyen al crecimiento económico, al PIB (Producto Interno Bruto).

Hay muchas experiencias: acabo de visitar Copenhague, donde hay estrictas limitaciones a la altura de los edificios, todos los edificios son bastante bajos, y eso es, de alguna manera, una ciudad decreciente.

La gente de Copenhague no se da mucha cuenta de esto, pero si vienes de Nueva York o Tokio, lo ves.

Hay muchas ciudades europeas que han creado espacios donde los autos no tienen autorización para circular. En el Reino Unido están discutiendo una semana laboral de cuatro días, y todas esas medidas apuntan al decrecimiento, lo que es bueno para los humanos y el planeta.

Protesters march during the global climate strike organized by Fridays for Future in Berlin, Germany, on September 20, 2024 

Protesters march during the global climate strike organized by Fridays for Future in Berlin, Germany, on September 20, 2024

Fuente de la imagen,Getty Images

Pie de foto,
Jóvenes protestan en Berlín, Alemania, contra el cambio climático. 

Esas medidas se han implementado dentro del sistema capitalista, no fuera de él...

Hay muchas semillas que no se han convertido en grandes árboles ni en bosques, porque el capitalismo está tratando de destruirlas, o si tienen éxito, el capitalismo las toma y las convierte en mercancía.

Tenemos que ser cuidadosos, tenemos que caminar de manera consciente hacia una sociedad de decrecimiento postcapitalista. Estoy muy orgulloso de ver ciudades progresistas en Europa, como Ámsterdam o Barcelona, que son compatibles con mis ideas.

¿Usted dice que esas ciudades están implementando un decrecimiento comunista? Lo pregunto porque no son ciudades que busquen activamente que sus economías entren en recesión, ni que se conviertan en una sociedad comunista...

Ellos no usan la palabra comunista porque algunas de esas transformaciones, como decía antes, pueden ser implementadas dentro del capitalismo. Quizás piensan que es una buena transformación capitalista, pero yo creo que podemos acelerar ese tipo de transformaciones cuando reconozcamos que no son compatibles con el capitalismo.

No se trata de una revolución, y esa es una gran diferencia con el socialismo del siglo XX.

Yo no propongo una revolución, sino más bien reformas que pueden implementar cambios dentro del capitalismo, pero no es para construir un mejor capitalismo, es para ir más allá del sistema, es un reformulismo revolucionario.

¿Cuál sería el rol de los gobiernos? ¿Cómo sería esa transición democrática hacia el decrecimiento comunista?

Es muy difícil imaginar que un gobierno en Estados Unidos se convierta en un Estado amigable con el decrecimiento. Creo que hay que comenzar con los gobiernos locales, es por eso que presto atención a las cosas que están pasando en las ciudades, porque las ciudades pueden implementar muy buenas políticas de decrecimiento.

Personas en bicicleta en Ámsterdam.

Personas en bicicleta en Ámsterdam.

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Pie de foto,
El filósofo destaca ejemplos de ciudades como Ámsterdam, Copenhague o Barcelona, porque son "compatibles" con sus ideas. 

¿Y a nivel de gobiernos nacionales?

Necesitamos más ejemplos exitosos. La idea es que en el camino hacia el decrecimiento comunista los gobiernos implementen políticas más radicales sobre decrecimiento, como prohibir el uso de jets privados, crear impuestos a la riqueza o invertir en energías renovables.

No estoy negando el rol de los gobiernos centrales, pero las medidas de decrecimiento no son tan fáciles de implementar porque la gente, los consumidores, desean más crecimiento económico. Por eso es importante impulsar las decisiones a nivel local, desde abajo hacia arriba.

Pero al mismo tiempo, entiendo que el cambio climático es una crisis inmediata, que necesitamos mayores transformaciones, y que el Estado debería jugar un rol más importante.

Tenemos que planificar la transformación hacia una sociedad más descarbonizada, porque tenemos muchos desastres naturales y problemas de migración que derivan del cambio climático.

Hay que planificar cómo garantizar el acceso a la salud de todas las personas, a la electricidad, al agua.

Pero la experiencia previa muestra que a menudo la planificación se vuelve antidemocrática, entonces quisiera presentar nuevas ideas sobre cómo sería una planificación democrática en la era de la crisis climática.

En su libro usted propone ideas como que los trabajadores sean los dueños de las empresas y que los ciudadanos tengan el control de la producción de la energía local. ¿Es eso parte de la planificación que usted está pensando?

Eso también es parte de la planificación democrática. A veces los gobiernos tienen que hacer inversiones públicas, no digo que toda la producción energética debe pertenecer a los trabajadores o los ciudadanos, porque tampoco es tan eficiente. Pero pienso que se puede hacer más.

Construir más cooperativas, proveer más servicios públicos en una economía basada en cooperativas, esa es una forma en que los trabajadores pueden ser dueños de los medios de producción.

Manifestación en Glasgow, Escocia, durante la Cop 26.

Manifestación en Glasgow, Escocia, durante la Cop 26.

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Saito critica el "capitalismo verde" y dice que las medidas ambientales que no cuestionan el sistema son "el opio del pueblo". 

También en su libro usted dice que no está de acuerdo con el “capitalismo verde”, por ejemplo, con las metas de reducción de emisiones que propone las Naciones Unidas, o medidas que sean amigables con el mercado. Las llama “el opio del pueblo”. Entonces no me queda claro si propone cambios dentro del sistema o fuera del sistema, progresivos o radicales...

Yo no estoy en contra del mercado, no estoy proponiendo la abolición inmediata del dinero y el mercado. Solamente soy crítico de la ideología de mercado que dice que el mercado es siempre lo más eficiente, lo mejor.

Hemos visto mucho “greenwashing”, cuando las empresas usan las buenas ideas sobre sostenibilidad para encubrir la realidad.

En Japón, los Objetivos de Desarrollo Sustentable de Naciones Unidas son extremadamente populares, pero no están cambiando la realidad, y esa es una de las razones por las que mi libro se hizo popular en Japón.

Pero no soy crítico de esos ideales, mi punto es que a veces son incompatibles con el capitalismo, con los intereses de las élites o de las ganancias comerciales.

Tenemos que cambiar el sistema capitalista de los últimos 300 años y esto no es algo que ni la discusión dominante sobre el capitalismo verde ni los objetivos de Naciones Unidas pueden resolver.

Frente a la crisis climática, usted propone reducir el crecimiento económico en el mundo. ¿Cómo pretende reducir el crecimiento económico, que significa recesión, sin causar menos empleos, más pobreza, más hambre? Porque eso es un hecho: cada vez que hubo grandes recesiones en la historia, la gente sufre las consecuencias de manera brutal...

El problema es que cuando hablamos de crecimiento, solo miramos el PIB. El PIB puede crecer con las guerras, o privatizando el sistema de salud, por ejemplo.

Entiendo que si no hay crecimiento, eso lleva a una recesión, desempleo, etcétera. Mi punto es que el decrecimiento no es eso. El decrecimiento no sólo se trata de disminuir la economía, se trata de abandonar el PIB como la única medida de progreso o prosperidad.

Deberíamos centrarnos más en la sostenibilidad, en el bienestar, en la igualdad. Así, no podemos considerar la guerra o la privatización de los recursos como progreso.

Kohei Saito 

Kohei Saito

Fuente de la imagen,Kohei Saito

Pie de foto,
"Pienso que el decrecimiento no es algo necesario para los países latinoamericanos", dice Saito. 

Sin embargo, el decrecimiento económico sí implica disminuir el tamaño de la economía y sí afecta a la gente...

Se trata de distinguir qué es esencial para la gente y qué no es esencial. Creo que podemos estar mucho mejor con un PIB más pequeño.

En Estados Unidos y los países europeos mucha gente murió durante el covid, siendo EE.UU. es el país más rico del mundo. Eso significa que el PIB en Estados Unidos es desperdiciado. Más PIB no salva más vidas.

Hoy tenemos miedo a caer en una recesión porque todo el sistema está diseñado en torno al crecimiento constante, pero podemos cambiar eso.

Podemos cambiar el sistema, cambiar la manera en que pagamos el arriendo, los intereses, las ganancias financieras y transformar gradualmente este sistema basado en el supuesto de que con el crecimiento eterno podemos tener una mejor sociedad.

Pero está consciente de que un PIB más bajo, un PIB negativo, va a causar sufrimiento de todas maneras, especialmente entre la gente más vulnerable...

Eso también es verdad. Realmente tenemos que buscar otra cosa que no sea el PIB.

Es muy poco probable que en América Latina los movimientos ambientalistas defiendan el comunismo. ¿Cree usted que su propuesta puede encontrar eco en un continente donde gobiernos que se han autodefinido como comunistas o socialistas, como Cuba, Nicaragua, o Venezuela, han sido denunciados por violar los derechos humanos y son criticados por sus prácticas no democráticas?

Bueno, pero también la región tuvo a [Jair] Bolsonaro [en Brasil], que dañó gravemente a la Amazonía, y ahora Argentina tiene a [Javier] Milei que está dañando la economía.

En otros países latinoamericanos, como Bolivia, Brasil, Colombia, hay líderes políticos más socialistas, de izquierda, progresistas, que están regresando al poder.

América Latina tiene una situación geopolítica muy difícil y hay países como Estados Unidos o China que están mirando a la región, porque es rica en sus recursos naturales, pero ha sido empobrecida por una larga historia de colonización.
 
Activistas ambientales marchan frente a una planta deTesla en Gruenheide, al sureste de Berlín, el 11 de mayo de 2024, para protestar contra los planes de la compañía de talar los árboles para ampliar la fábrica.

Fuente de la imagen,Getty Images

Pie de foto,
Activistas ambientales marchan frente a una planta de Tesla en Gruenheide, al sureste de Berlín, el 11 de mayo de 2024, para protestar contra los planes de la compañía de talar los árboles para ampliar la fábrica.

Activistas ambientales protestan en Gruenheide, Alemania, con pancartas que dicen "comunismo para el futuro", o "comunismo climático ahora".

¿Y en ese contexto usted recomienda el decrecimiento para América latina?

Pienso que el decrecimiento no es algo necesario para los países latinoamericanos porque Latinoamérica está claramente subdesarrollada por su larga historia de colonización.

En cambio, los países europeos, Estados Unidos o Japón son países sobredesarrollados por la relación desigual que existe entre el norte global y el sur global.

Mi propuesta básica de decrecimiento es una solución para los problemas del norte global, donde los países sobreconsumen, sobreproducen, destruyendo el planeta.

Entiendo que el decrecimiento puede tener una mala imagen en países de África, China, India, o en Brasil. Entiendo que estos países a menudo necesitan más infraestructura, más desarrollo y por eso es que el norte global necesita reducir rápidamente el exceso de producción y consumo por el bien del sur global.

También entiendo que el término comunismo puede tener una mala imagen en Latinoamérica. Pero el comunismo, o el socialismo, no se trata de crear algún tipo de dictadura. Espero que la gente también reconozca que el orden capitalista en los países latinoamericanos en el pasado también provocó muchos problemas.