lunes, 23 de diciembre de 2024

Las 6 técnicas japonesas que pueden motivarte y mejorar tu productividad

Un hombre con mochila a sus espaldas y una computadora en una mano hace un gesto de satisfacción y alegría con la cara y el otro brazo.

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Pie de foto,Los japoneses tienen un montón de técnicas que nos pueden ayudar a superar la pereza y encontrar una motivación.


Piensa: ¿cuántas veces demoraste en arrancar con esa tarea pendiente? O en, por fin, apuntarte a ese curso que te encanta. 

En ocasiones, la pereza, el miedo a no hacerlo perfecto o la desidia nos apartan de hacer un montón de actividades, o las retrasamos tanto que al final perdemos un valioso tiempo en el que podríamos estar disfrutando. 

Hay muchos motivos que nos pueden llevar a esto. Pero también soluciones. 

 Para ello, los japoneses tienen un montón de técnicas que nos pueden ayudar a superar la pereza y encontrar una motivación. Aquí te las contamos.

1. Ikigai

Sin traducción directa del japonés, este término representa la idea de la felicidad de vivir. Es, esencialmente, la razón por la que te levantas cada mañana.

Para quienes en Occidente están más familiarizados con el concepto, se le asocia frecuentemente con un diagrama de Venn con cuatro cualidades que se superponen: lo que amas, para lo que eres bueno, lo que necesitas y por lo que te pueden pagar.

Ken Mogi, neurocientífico y autor de "Awakening Your Ikigai", dice que el ikigai es un concepto antiguo y familiar para los japoneses, que puede traducirse simplemente como "una razón para levantarse por la mañana" o, más poéticamente, "despertarse con alegría".

Y la psicóloga japonesa Michiko Kumano (2017) ha dicho que el ikigai es un estado de bienestar que surge de la devoción a las actividades que uno disfruta, lo que también trae consigo una sensación de plenitud.

En pocas palabras: busca algo que te motive cada día, que sea una razón para moverte. Puede ser desde tener un pequeño espacio con plantas, cuidar una mascota a aprender cada día algo nuevo.

2. Kaizen

La filosofía de Kaizen se basa en realizar pequeños cambios y mejoras constantes en todas las áreas de la vida.

Esto va contra el pensamiento de querer manejar con destreza algo desde el primer día. Algo que, además de imposible, genera mucha frustración y puede hacer que abandonemos aquello que nos proponemos hacer.

El modo de aplicar esto es establecerse pequeñas metas diarias, fijarte en las pequeñas mejoras. El secreto es comprometerte a dar al menos un paso que te acerque a esto.

Una persona anota en cosas en una libreta, apoyada sobre una mesa donde hay una taza de café y un teléfono celular. Fuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,

Proponerte pequeñas metas diarias y observar estos logros puede ser un modo de motivarte. Estos pequeños pasos te ayudarán a vencer la inercia y crear un impulso constante hacia la productividad. Y también encontrar los detalles a mejorar poco a poco.

Esta técnica se remonta al periodo de posguerra en Japón y, por ejemplo, en la página web de la conocida empress Toyota reconocen este sistema como uno de sus principios básicos del sistema de producción.

La traducción al español es, a grandes rasgos, mejora continua. “Kai” significa “cambio” y “zen” significa “para mejor”. Es una filosofía que ayuda a garantizar la máxima calidad, la eliminación de desperdicios y mejoras en la eficiencia, tanto en equipos como en procedimientos de trabajo.

3. Técnica Pomodoro

Cuando una tarea se nos hace complicada de hacer, bien porque nos es pesada o porque requiere concentración, esta técnica puede servirnos.

Si bien la técnica la inventó el italiano Francesco Cirillo a finales de la década de 1980, es algo muy usado en Japón para aumentar la productividad y llevar de un modo más ameno las tareas diarias. Se conoce como” pomodoro", en referencia a unos aparatos con forma de tomate para contar los minutos.

Matthew Bernacki, profesor asociado de la Facultad de Educación de la Universidad de Carolina del Norte (UNC), en Estados Unidos cuenta a la BBC que esta técnica, por bloques, es buena para no sufrir distracciones.

Por ejemplo, marca 25 minutos en el reloj y, en ese periodo, dedícate exclusivamente a estudiar un contenido o a hacer una tarea, ya sea intelectual o física, y desconectándote de todas las distracciones.

Tanto para estudiar como para hacer alguna tarea en la computadora o, incluso, ordenar la casa, la técnica pomodoro puede ayudarnos a concentrarnos y hacerlo más liviano.

Después, tienes cinco minutos para recompensar a tu cerebro con alguna distracción, por ejemplo, tomando un tentempié o consultando tus mensajes. Y luego vuelves para otro bloque de 25 minutos de estudio.

Esta técnica ayuda no sólo a evitar la pérdida de tiempo con distracciones, sino también a mantener el cerebro motivado con la perspectiva de una "recompensa".

4. Hara Hachi Bu

“No pongas en la panza -Hara- más del 80 % de lo que querrías comer (Hachi Bu)".

Eso es lo que, más o menos, significa esta técnica que, básicamente consiste en que no te hinches de comer hasta llenarte.

Y, ¿qué tiene esto que ver con la productividad y la pereza? Solo piensa en cómo te sientes después de una comida copiosa, en la que quedaste lleno. Con ganas de una siesta, ¿cierto?

La solución sería esta técnica, que tiene su origen en la ciudad de Okinawa, donde la gente usa este consejo como una forma de controlar sus hábitos alimenticios.

La técnica shoshin se trata de tomar cada cosa que hagamos con una actitud abierta, sin prejuicios, dejando a un lado la experiencia.

La psicóloga Susan Albers, PsyD, dice que este enfoque es útil porque te indica que dejes de comer cuando te sientas apenas lleno.

Cuando mires tu plato, explican desde la Cleaveland Clinic, decide qué cantidad te haría sentir lleno y luego calcula cómo sería el 80 % de esa cantidad. Quizás sean dos tercios de la comida de tu plato. Intenta sentirte satisfecho y no tener hambre, en lugar de sentirte lleno.

5. Shoshin

Este concepto proviene del budismo zen y significa “mente de principiante”.

Esta idea proviene del monje Shunryū Suzuki, quien escribió: “En la mente del principiante hay muchas posibilidades. Pero en la del experto hay pocas”.

Esta técnica se trata de tomar cada cosa que hagamos con una actitud abierta, sin prejuicios o preconcepciones independientemente del nivel de experiencia que ya tengamos en ese tema. Exactamente igual que como haría un principiante.

Esto, por un lado, permite que aceptemos que no sabemos todo. Varios estudios científicos han demostrado que esta postura de modestia es muy beneficiosa para la persona que la adopta, según reporta Forbes India.

¿Por qué? Porque el acercarse a algo con curiosidad y con la mente abierta también nos lleva a perseverar en algo, ser innovador y atrevernos.

6. Wabi Sabi

El término wabi-sabi no solo es intraducible, sino que es considerado indefinible en la cultura japonesa.

Es un término que se originó en el taoísmo durante la dinastía Song en China (960 -1279) y luego se transmitió al budismo zen.

Inicialmente se vio como una forma de apreciación austera y restringida. Hoy, el término encapsula una aceptación más relajada de lo transitorio, la naturaleza y la melancolía, que da cabida a lo imperfecto y lo incompleto en todo, desde la arquitectura hasta la cerámica y los arreglos florales.

“Mientras nos esforzamos por crear cosas perfectas y luego luchamos por preservarlas, negamos su propósito y nos perdemos de la alegría que viene con el cambio y el crecimiento”, escribe Lily Crossley-Baxter en un artículo de BBC Mundo.

Y, a la hora de centrarnos en la productividad o en hacer alguna tarea o hobbie, se basa en abrazar la imperfección en vez de estresarnos con los detalles. O, en otras palabras: “lo perfecto es enemigo de lo bueno”.

Porque mientras nos empeñamos en que algo quede perfecto, fijándonos en cada pequeña minucia, posiblemente estamos perdiendo un tiempo precioso.

domingo, 22 de diciembre de 2024

Los ultraliberales se retratan apoyando a Donald Trump

La composición del voto que ha recibido Donald Trump en las últimas elecciones presidenciales de Estados Unidos es una buena muestra de que el mundo de nuestros días ha perdido la cabeza o, como decía Eduardo Galeano, de que está patas arriba.

Un estudio reciente muestra que casi la tercera parte de sus votantes (31%) son «conservadores acérrimos», defienden el tradicionalismo moral y que ser cristiano es un componente muy o bastante importante para ser un verdadero estadounidense. Otro 20% de sus votantes está formado por lo que podría traducirse como «conservacionistas» de lo americano. Es el grupo más propenso a decir que la religión es “muy importante” y que su identidad cristiana también lo es para ellos personalmente. Prácticamente el mismo porcentaje (19%) son «anti-élites» y finalmente, aunque siendo el segundo porcentaje más elevado, se encontrarían los defensores del mercado y el libre comercio (25%).

En resumen, casi la mitad de las personas que han votado a Trump se consideran cristianas, portadoras de altos valores morales y creen que esto es lo que caracteriza o debe tener un buen americano. A pesar de ello, han votado a un candidato que ha sido condenado en firme por cometer 34 delitos, entre otros, falsificación de documentos o pagar a una actriz porno con la que tuvo relaciones sexuales estando casado para que guardase silencio. Un candidato que, para definir a su primera esposa, Marla Maples, no se le ocurrió otra cosa que decir: «Un diez en tetas y un cero en cerebro». De moral intachable.

Por otro lado, una quinta parte de los votantes de Trump son anti-élites, a pesar de que su principal apoyo ha sido el hombre más rico del mundo o que financiaba su campaña con cenas organizadas por millonarios en las que había que pagar hasta 250.000 dólares para poder asistir.

Sin embargo, los apoyos más surrealistas son los de ese 25% de sus votantes que se consideran defensores de la economía de libre mercado y del libre comercio. Digo que son los más surrealistas porque, en ese caso, no hay que incluir tan sólo a gente de la calle que pudiera pensarse que no esté bien informada. En ese grupo están -votando si viven en Estados Unidos o reconociendo a Trump como su líder- miles de economistas de prestigio mediático y personajes relevantes de todo el mundo que proclaman su fe liberal como si fuera una verdad científica.

Es ciertamente surrealista comprobar que los ultra-mega-hiper-liberales como Milei de todo el planeta se hayan encandilado con Trump. O, mejor que surrealista, una auténtica confesión de parte. Un verdadero autorretrato.

Quienes dicen defender las virtudes de la competencia, del mercado libre y el librecambismo en el comercio internacional votan y ensalzan como líder a quien ya ha demostrado ser, en sus anteriores cuatro años de mandato presidencial, un gobernante hiperintervencionista, destructor del libre comercio y firme partidario de utilizar la política fiscal, aunque para distribuir a favor de sus grupos de interés y saltándose a la torera cualquier principio que suponga promover la igualdad de oportunidades que garantiza el efectivo ejercicio de la libertad. El mismo que ahora vuelve a asegurar que subirá los aranceles para proteger a unos cuantos negocios (a costa de una inevitable subida de precios y de pérdida de ineficiencia general) en cuanto comience a gobernar.

Los ultraliberales que preconizan la disminución del Estado y la deuda pública han votado, apoyan y arropan como su líder, dentro y fuera de Estados Unidos, a quien ha sido el mayor fabricante de deuda pública de los últimos tiempos: durante su mandato de 2016 a 2020 aprobó 8,8 billones de dólares de nuevo endeudamiento bruto y redujo el déficit en 443.000 millones de dólares; a diferencia de lo ocurrido con Biden, quien aumentó la deuda en 2,6 millones menos (8,2 6,2 millones) y logró una reducción del déficit 4,2 veces mayor (1,9 billones).

El apoyo a un intervencionista como Trump, a quien utiliza sin descanso los resortes del Estado para beneficiar a unos pocos, por quienes se autoproclaman defensores acérrimos de la libertad, la competencia de mercado, el libre comercio y enemigos del Estado es la mejor prueba que pueda encontrarse del fraude intelectual, del cinismo y la miseria moral que esconde su ideología.

Detrás de Trump, Milei y de quienes defienden sus mismas ideas anti-Estado sólo hay una enorme y cada vez más patente falsedad. No buscan realmente lo que dicen, sino favorecer a la parte ya de por sí más favorecida de la sociedad. Los ingresos del 95% por ciento de la población se mantuvieron, en promedio, prácticamente constantes de 2016 a 2019, en el primer mandato de Trump, mientras que los del 5% más rico aumentaron un 17%. Esa es la realidad del «liberalismo» que pregonan. El editor de economía de Financial Times, Martin Wolf, la denomina «plutopopulismo», el populismo de los ricos; en realidad, de los muy, muy ricos, para quedarse con la riqueza de todos los demás.

Lo preocupante es que han acumulado mucho poder y que será muy costoso y complicado lograr que la gente salga del engaño y descubra la realidad.

sábado, 21 de diciembre de 2024

El nazi que despertó a Francia.


Se cumplen 30 años del juicio del Carnicero de Lyon | Internacional
Klaus Barbie, con uniforme del ejército alemán, en 1944.
































El juicio a Klaus Barbie, celebrado hace 30 años, obligó al país galo a cambiar su visión sobre la parte más terrible de su pasado, la Ocupación.

A veces los países eligen cuándo se enfrentan a los momentos más terribles de su historia. Sin embargo, otras veces el pasado estalla de golpe. Eso fue lo que ocurrió durante el juicio al alemán Klaus Barbie, el jefe de la Gestapo en Lyon, celebrado hace ahora 30 años y que terminó, el 4 de julio de 1987, con su condena a cadena perpetua por crímenes contra la humanidad. La expulsión de este antiguo oficial de las SS desde Bolivia en 1983 y su proceso cuatro años más tarde obligaron a los franceses a recordar que la II Guerra Mundial no fue el momento idealizado y fundacional que habían dibujado desde el regreso del general De Gaulle. El de Barbie fue el último gran proceso contra un criminal nazi y, seguramente, el más importante desde el juicio de Adolf Eichmann en Jerusalén en 1960. Pero su importancia radica sobre todo en su efecto sobre la sociedad.

Tras la guerra, el Carnicero de Lyon fue reclutado por los servicios secretos estadounidenses, que más tarde le ayudaron a huir a Bolivia Los franceses se vieron obligados a recordar que el jefe de la Resistencia en el interior, Jean Moulin, fue capturado por los nazis, sin duda, pero porque había sido traicionado por un compañero; también quedó claro que los ocupantes no actuaron solos, sino apoyados por una milicia formada por los ocupados; y que algunos ciudadanos sufrieron de manera atroz durante la Ocupación, mientras que otros muchos simplemente esperaron a que pasase la tormenta mirando hacia otro lado, sin comprometerse con ninguno de los dos bandos.

El juicio a Barbie también recordó otra verdad profundamente incómoda: que durante la incipiente Guerra Fría, el antiguo nazi fue fichado por los servicios secretos estadounidenses, porque les vendió que era un militar capaz de perseguir la infiltración comunista. Washington le ayudó luego a huir a Bolivia, donde trabajó al servicio de varias dictaduras. Sobre este tema dirigió Kevin MacDonald, el realizador de El último rey de Escocia, un documental, My Enemy’s Enemy (El enemigo de mi enemigo), que puede verse en Filmin. La presencia ante la corte del viejo nazi sacó a la luz que las líneas que separan lo bueno de lo malo en la memoria de los países y en las relaciones internacionales son siempre mucho más difusas y cambiantes de lo que queremos creer. El hecho de que el mismo país que ayudó a liberar a Francia con el desembarco en Normandía colaborase después con el torturador y asesino del héroe ejemplar de la 

La resistencia contra los nazis demuestra la complejidad de la posguerra europea.

El Carnicero de Lyon era un nazi de segunda fila, un sádico que disfrutaba torturando, pero no dejaba de ser un asesino a las órdenes de otros.

Su misión, como se le escucha decir en el documental en una vieja grabación, era “acabar con la Resistencia y matar”. Su notoriedad en la memoria colectiva francesa se debe a que fue el policía que capturó a Jean Moulin, el hombre enviado por De Gaulle para unificar la Resistencia en Francia, y que lo torturó hasta la muerte. 

“Hasta el proceso, se hablaba poco y mal de este periodo”, declaró recientemente a la prensa francesa Alain Jakubowicz, que entonces era un joven abogado. “Fue un acto fundador que marcó un antes y un después y que permitió los procesos contra Touvier y Papon”.

El abogado se refiere a Paul Touvier, el jefe de la milicia de Lyon, condenado a cadena perpetua después de la liberación, pero que fue amnistiado en 1971 por el presidente Georges Pompidou. Sin embargo, dado que sus crímenes eran imprescriptibles, temiendo un nuevo proceso, se esfumó, con la ayuda de algunos sectores ultraconservadores de la Iglesia católica. Fue localizado y condenado de nuevo. Cuando murió en prisión, en 1996, el diario Libération tituló: “Un odio se ha extinguido”, por su irreductible antisemitismo. 

El caso de Maurice Papon, el otro personaje al que alude el abogado, es todavía más complejo: ocupó cargos públicos entre 1931 y 1987, con Gobiernos del Frente Popular, pero también colaboracionistas y luego socialistas, hasta que fue desenmascarado por el semanario Le Canard Enchaîné, que publicó documentos que demostraban que dirigió la deportación de 1.645 judíos. Tras una batalla legal de dos décadas, fue condenado en 1998 por complicidad con crímenes contra la humanidad.

Como el del propio Barbie, que falleció de cáncer en prisión en 1991, a los 78 años, son dos casos que reflejan toda la complejidad de la historia de Francia y la enorme dificultad que tiene cualquier país para asimilar su pasado. Barbie no fue el único elemento que despertó la memoria más incómoda, aunque representó un desencadenante muy importante para el reconocimiento por parte del Estado francés de su parte de culpa en los crímenes cometidos durante el Holocausto. 

Paradójicamente, Barbie no fue juzgado por su crimen más célebre, la captura y asesinato de Jean Moulin, sino por su papel en la deportación de judíos hasta los últimos días de la Ocupación, porque se trata de crímenes contra la humanidad, que no pueden prescribir nunca. Pero su abogado, el célebre Jacques Vergès, que también acabaría defendiendo al terrorista Carlos, se ocupó de que aquel caso y las dudas sobre quién traicionó al héroe de la Francia libre sobrevolasen el proceso.

Una testigo relató en el juicio que Barbie la torturó de manera salvaje ante su madre para arrancarle información sobre sus hermanos “Lejos de su imagen de heroísmo, Vergès trató de demostrar que el grupo resistente estuvo lleno de traidores, muchos de los cuales temían todavía que la verdad fuese revelada. A causa de la idealización nacional de la lucha contra los nazis y ante el temor de que esa imagen resultase dañada, Vergès logró cambiar la atención del discurso público de la persecución de los judíos a la propia Resistencia”, escribió la historiadora Joan B. Wolf en el ensayo Harnessing The Holocaust. The Politics Of Memory In France (El uso del Holocausto. La política de la memoria en Francia).

Sin embargo, hubo un elemento que desbarató por completo la estrategia de defensa: los testigos. Ahí también, el proceso a Barbie encierra una profunda lección: la única forma de destruir, o por lo menos de dañar gravemente en su línea de flotación, a los negacionistas del Holocausto es escuchar a las víctimas, a aquellos que estuvieron allí. Han pasado más de 70 años desde el final de la II Guerra Mundial y sus voces se van extinguiendo. Por eso es más importante que nunca recordarlas.

Uno de los testimonios más impresionantes lo proporcionó Simone Lagrange, detenida junto a sus padres, cuando tenía 13 años, el mismo Día D, el 6 de junio de 1944. Su torturador no se arrepintió de nada, ni siquiera asistió a las sesiones del proceso porque no reconocía la legitimidad del tribunal, pero la voz de aquella mujer se escuchó en todo el mundo. Recordó que fue detenida junto a sus padres porque Barbie quería localizar a sus hermanos. Después de darle una paliza tremenda, con ella con la cara ensangrentada por los puñetazos, le tiró violentamente del pelo, le acercó a su madre y le dijo: “Mira lo que estás haciendo a tu hija”. Fueron deportados los tres y solo ella volvió de los campos. Su madre murió en la cámara de gas y su padre fue asesinado delante de ella. Lagrange falleció en 2016, a los 85 años, después de haber demostrado que es posible la justicia y que la memoria de las víctimas es más fuerte que cualquier mentira sobre el pasado.

viernes, 20 de diciembre de 2024

5 consejos de una filósofa para sortear con gracia los momentos incómodos

Mujer joven cubriéndose el rostro con la mano durante una fiesta

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Pie de foto,La incomodidad a menudo se confunde con la vergüenza, pero ambas son diferentes, al igual que sus
remedios

Las reuniones en épocas de Navidad y Fin de Año ofrecen muchas oportunidades para momentos incómodos.

Las discusiones políticas, por supuesto, pueden generar problemas. Cada vez que hay diferencias de opinión, distanciamientos familiares persistentes o comportamientos se desvían hacia lo inapropiado, puede surgir esa sensación de estar incómodos.

La incomodidad es lo que sucede en interacciones sociales cuando de repente te encuentras sin un guión que te guíe. Quizás la situación sea nueva o te pille desprevenido. Tal vez no sepas qué se espera de ti o no estés seguro de qué papel estás desempeñando en el drama social que te rodea.

Es una sensación que se caracteriza por sentimientos de timidez, incertidumbre e inquietud.

Como filósofa que estudia la psicología moral, quería comprender las formas en que la incomodidad social impide que las personas aborden temas difíciles y conversaciones desafiantes.

La incomodidad parece inhibir a las personas, incluso cuando sus valores morales sugieren que deberían hablar. Pero también tiene un papel positivo que desempeñar: puede alertar a las personas sobre áreas en las que sus normas sociales no funcionan o están obsoletas.

La gente suele culparse a sí misma cuando vive momentos incómodos. Pero la incomodidad es en realidad un fracaso colectivo: las personas no son incómodas, sino las situaciones. Y estas últimas se vuelven incómodas porque no tienes los recursos para navegar situaciones sociales difíciles.

Personas sentadas alrededor de una mesa almorzando al aire libre

Personas sentadas alrededor de una mesa almorzando al aire libre

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Pie de foto,
La incomodidad es un fracaso colectivo: las personas no son incómodas, sino las situaciones.

La incomodidad a menudo se confunde con la vergüenza, pero ambas son diferentes en aspectos importantes, al igual que sus remedios.

La vergüenza es una respuesta a una falla o metedura de pata personal, y la respuesta correcta es reconocer el error, asumirlo y dar vuelta a la página.

Debido a que la incomodidad es causada por una falta de orientación social, puedes tratar de anticiparla y evitarla antes de que suceda, o puedes responder tratando de desarrollar guiones sociales mejores o más claros que te ayuden a ti (y a otros) a navegar situaciones similares en el futuro.

Después de investigar y escribir un libro sobre la incomodidad (titulado “Incomodidad: una teoría”), llegué a la conclusión de que no es algo que podamos (o debamos) evitar por completo.

Pero hay algunas estrategias que las personas pueden usar para minimizar la incomodidad y lidiar con ella cuando, inevitablemente, sucede.

1. Conoce tus objetivos, conoce tus roles

Hombre discutiendo con otras personas en torno a una mesa durante la Navidad
Hombre discutiendo con otras personas en torno a una mesa durante la Navidad

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Pie de foto,
Si te preocupa qué sucederá cuando alguien comience su perorata política de todos los años, piensa en cuál quieres que sea el resultado.

La incertidumbre es el oxígeno de la incomodidad.

Antes de involucrarte en una interacción potencialmente incómoda o polémica, pregúntate: ¿qué quiero obtener de esto?

Cuando tienes claros tus objetivos para la interacción no sólo estarás en mejores condiciones de desempeñar tu papel en ella, sino que también darás señales más claras a los demás, ayudándolos a desempeñar sus papeles en el drama social que se desarrolla.

Entonces, si te preocupa qué sucederá cuando tu tío comience su perorata política de todos los años, piensa en cuál quieres que sea el resultado.

¿Quieres convencerlo de que está equivocado? Es poco probable que eso suceda. ¿Quieres que otros miembros de la familia se sientan menos incómodos? ¿Quieres que se escuchen sus propios puntos de vista?

No estoy sugiriendo que la prevención hará que las cosas vayan bien o garantizará que nadie resulte herido. Pero te ayudará a sentirte más seguro de tu capacidad para navegar hacia el resultado deseado.

2. No te enfoques solo en ti mismo

Tres mujeres en torno a una mesa
Tres mujeres en torno a una mesa

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Pie de foto,
Al concentrarnos en nosotros mismos no estamos en sintonía con las personas que nos rodean ni con las señales que envían. 

Las situaciones incómodas generan una intensa sensación de ser consciente de ti mismo.

Esto es incómodo y contraproducente. Al concentrarte en ti mismo no estás en sintonía con las personas que te rodean ni con las señales que te envían, señales que podrían ofrecerte una salida de la situación incómoda.

Así que asegúrate de prestar atención a los demás actores del drama, no sólo a tu propio malestar.

3. Planifica, coordina y sé explícito

Mujeres colocando fuentes con comida en una mesa
Mujeres colocando fuentes con comida en una mesa

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Puedes dejar algunas tareas para los invitados que, de otro modo, podrían estar incómodos sin nada que hacer.

Las personas planifican mucho en otras áreas de sus vidas, pero esperan que las interacciones sociales fluyan sin esfuerzo.

Al igual que una caminata por el bosque, a veces una conversación va mejor cuando la abordas con un mapa. Ten a mano algunos temas o preguntas de referencia.

Y no es necesario que lo hagas solo. Si te preocupa abordar un tema delicado o interactuar con un invitado particularmente irritable, coordina hacerlo junto a un amigo o familiar.

Si esperas ver a alguien con quien tienes una relación no resuelta (un familiar distanciado, un viejo amigo con quien no te portaste bien), procura hacer un trabajo de preparación previo.

Los correos electrónicos o las cartas pueden brindar a las personas la oportunidad de procesar reacciones sin ponerlas en aprietos.

Tener a mano algunas ideas puede hacer que las cosas sean menos incómodas. No tiene por qué ser algo formal.

Puedes dejar algunas tareas para los invitados que, de otro modo, podrían estar incómodos sin nada que hacer, como poner aderezo a la ensalada o colocar los cubiertos en la mesa.

4. Ríete

Arreglo de cubiertos en una mesa de Navidad
Arreglo de cubiertos en una mesa de Navidad

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Si las cosas se ponen muy desesperadas puedes tirar una cuchara de la mesa para romper el silencio.

Si a pesar de tus mejores esfuerzos la incomodidad surge, ofrece a las personas una salida: probablemente la aprovecharán.

No tiene que ser algo trascendental; podría ser una pequeña broma, un tema de charla trivial o incluso (y sólo si las cosas se ponen muy desesperadas) tirar una cuchara de la mesa para romper el silencio.

5. Considera las alternativas

Personas brindando en torno a una mesa durante la Navidad
Personas brindando en torno a una mesa durante la Navidad

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La incomodidad también tiene un aspecto positivo.

Estas estrategias pueden ayudarte a evitar la incomodidad. Pero tómate un momento para considerar si realmente quieres hacerlo. La incomodidad es el resultado de la incertidumbre social; hace que las cosas vayan más lento y frena un tanto la confianza.

En su ausencia, podrían aparecer otras emociones.

La ausencia de incertidumbre puede ser un alivio, pero también puede generar ira, tristeza y otros sentimientos que sería mejor guardar para otra ocasión.

Entonces, si las cosas se ponen incómodas, vale la pena mirar a tu alrededor para ver qué papel está desempeñando esa incomodidad y qué podría ocupar su lugar si desaparece.

 *Alexandra Plakias es profesora de filosofía en el Hamilton College de Nueva York.

jueves, 19 de diciembre de 2024

Quién fue Tom Bacon, el científico del que probablemente nunca escuchaste hablar pero que fue clave para que la humanidad llegara a la Luna

Neil Armstrong caminando en la Luna en 1969.

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Pie de foto,El trabajo del ingeniero Francis Thomas Bacon fue fundamental para la proeza de llevar al hombre a la Luna hace 55 años.

“Este es un pequeño paso para el hombre, un gran salto para la humanidad”.


La célebre frase que hace más de 55 años pronunció el astronauta estadounidense Neil Armstrong al pisar el suelo lunar fue posible gracias al trabajo de un ejército de ingenieros y de científicos de distintas especialidades.

Sin embargo, la labor de uno en particular, el inglés Francis Thomas Bacon -mejor conocido como Tom Bacon- casi ha caído en el olvido. Esto, a pesar de que en su momento el entonces presidente de Estados Unidos, Richard Nixon (1969-1974), reconoció que su contribución fue fundamental para llevar al hombre al satélite natural de la Tierra.

“Sin ti, Tom, no habríamos llegado a la Luna”, le dijo el inquilino de la Casa Blanca a Bacon durante una recepción celebrada poco después de la misión Apolo 11, de acuerdo con varios biógrafos del inventor, fallecido en 1992.

Retrato de Francis Thomas Bacon en 1959.
Retrato de Francis Thomas Bacon en 1959.

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Bacon probó que era fiable obtener electricidad de los químicos, una teoría que hace casi 100 años antes presentó otro inventor británico.

Dando luz y agua a los astronautas

Bacon, quien nació en 1904 en la localidad de Billericay, en el sureste de Reino Unido, desarrolló las baterías de combustible alcalinas o fuel cells (en inglés), que se utilizaron en las misiones Apolo y en los transbordadores espaciales.

Las también conocidas como celdas Bacon son dispositivos que “producen electricidad electroquímicamente al combinar hidrógeno y oxígeno”, afirmó el astrofísico y comunicador científico escocés Scott Manley.

¿Cómo operan? “Las baterías dividen el hidrógeno y el oxígeno en iones y electrones. Los electrones liberados fluyen a través de un circuito externo, proporcionando electricidad, mientras que los iones fluyen de un lado de la pila a otro, donde finalmente se combinan, produciendo agua”, explicó a BBC Mundo la profesora de reacciones energéticas de la Universidad de Cambridge, Ewa Marek.

El invento de Bacon, quien estudió en el Trinity College de Cambridge, demostró ser la mejor opción para suministrar la energía eléctrica necesaria para operar los sistemas de radio, de televisión y de soporte vital, así como las computadoras de navegación de las naves espaciales.

“A diferencia de las baterías tradicionales que se agotan y requieren ser recargadas, estos dispositivos pueden continuar generando energía de manera indefinida, siempre y cuando los alimentes con hidrógeno y oxígeno y se le quite el agua que producen”, explicó el propio científico en una entrevista que concedió en 1969 a un programa de radio de la BBC.

Un batería de combustible alcalina

Un batería de combustible alcalina

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La batería de combustible alcalina o fuel cell desarrollada por Bacon fue incorporada en las naves espaciales para surtirlas de electricidad y agua.

La presencia del hidrógeno y del oxígeno estaba garantizada, porque ambos elementos químicos son los combustibles empleados para propulsar los enormes cohetes en los que se sustenta la carrera espacial.

De acuerdo con los registros de Pratt & Whitney, las tres baterías instaladas en el Apolo 11 funcionaron a la perfección y proporcionaron unos 400 kWh de energía eléctrica durante los días que duró la misión a la Luna.

Pero como si el suministro de electricidad no fuera suficiente, las baterías resolvieron otro problema: cómo hidratar a los astronautas y mantener la atmósfera de la cápsula espacial húmeda.

“El agua producida por los dispositivos la bebieron los astronautas”, apuntó Bacon.

Retrato de William Grove
Retrato de William Grove

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En 1839 el inventor gales William Grove ya planteó la posibilidad de desarrollar una batería eléctrica a partir de sustancias químicas.

Materializando una idea centenaria

Aunque se atribuye a Bacon la idea de producir electricidad a partir de la mezcla de elementos químicos, lo cierto es que el concepto ya había sido puesto sobre la mesa a principios del siglo XIX por otro científico británico: William Grove. Sin embargo, fue Bacon quien confirmó su viabilidad.

Nada más graduarse en 1925, al joven ingeniero le ofrecieron una pasantía en la firma C.A. Parson, una gran productora de turbinas a vapor británica que hoy es parte de la alemana Siemens. En un principio, trabajó desarrollando luces y reflectores.

No obstante, al leer una revista científica encontró las ideas de Grove y desde allí quedó intrigado, según la biografía que publicada por la Real Sociedad de Ciencias de Reino Unido.

“Me impresionaron inmediatamente las posibilidades de producir energía electroquímicamente a partir del hidrógeno y el oxígeno, en lugar de utilizarlos para alimentar un motor con ellos”, comentó el ingeniero.

A principios de la década de 1930, Bacon propuso a sus jefes indagar sobre este concepto, pero ellos rechazaron la idea por considerar que era irrelevante para el negocio.

Un trasbordador espacial saliendo de Cabo Cañaveral
Un trasbordador espacial saliendo de Cabo Cañaveral

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El invento de Bacon fue utilizado por la NASA en sus cápsulas y transbordadores espaciales hasta 2010. 

Sin embargo, la negativa de sus supervisores no frenó al inventor, quien, al ser hijo de un terrateniente, era independiente económicamente y pudo costear parte de sus experimentos.

No obstante, las altas presiones y temperaturas de sus ensayos lo forzaron a desistir de continuarlos en el taller que tenía en su casa.

Bacon comenzó a realizar sus pruebas en los laboratorios de C.A. Parson, pero para la década de 1940 sus jefes lo descubrieron y lo pusieron en la encrucijada de desistir para conservar su empleo o marcharse.

Bacon se fue y continuó con su trabajo en el King’s College de Londres y luego en su alma mater: Cambridge.

El gobierno británico costeó parcialmente sus investigaciones, pero las dudas sobre su utilidad hicieron que los fondos no fluyeran en la cantidad y con la rapidez requeridas.

Pero la labor del ingeniero no pasó desaparecida para la estadounidense Pratt & Whitney, que había ganado un millonario concurso para desarrollar el sistema eléctrico de los vehículos que la Administración Nacional del Aire y del Espacio (NASA, por sus siglas en inglés) emplearía para llevar al hombre a la Luna.

Bacon junto a una batería de combustible.

Bacon junto a una batería de combustible.

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Bacon admitió que jamás pensó que su trabajo serviría para impulsar a la carrera espacial.

Un resultado inesperado

Por su tamaño, peso y sobre todo por su capacidad, la batería diseñada por Bacon era perfecta para la carrera espacial.

A diferencia de los motores térmicos, que tienen una eficiencia limitada para convertir el calor en electricidad, una celda de combustible, en principio, puede convertir en electricidad toda la energía que produce una reacción química, se indica en un artículo publicado por el departamento donde Bacon trabajó.

Expertos como Marek aseguran que, sin la invención del ingeniero inglés, el hombre no habría podido llegar a la Luna en julio de 1969.

“En ese momento, ninguna otra tecnología podía proporcionar beneficios similares a los de las baterías de combustible de Bacon”, afirmó.

“Las características únicas de este dispositivo son la razón por la cual la NASA lo siguió utilizando en misiones espaciales hasta 2010, cuando lo reemplazó por las baterías de iones de litio”, agregó la experta.

Fotografía de la huella sobre el suelo lunar.
Fotografía de la huella sobre el suelo lunar.

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Los astronautas de la misión Apolo 11 le obsequiaron a Bacon una copia de la fotografía como la que se muestra aquí. 

Sin embargo, cuando en la década de 1930 Bacon comenzó sus investigaciones jamás pensó que terminarían contribuyendo a la carrera espacial.

“Siempre esperé que (mi trabajo) se utilizara en vehículos de conducción o para ferrocarriles”, admitió el ingeniero inglés en una entrevista que concedió a la BBC en 1969.

Aunque las baterías de combustible alcalinas se hicieron famosas por proveer energía y agua a las naves espaciales, Marek afirmó que también han probado ser útiles en otros campos más terrenales.

“Las primeras pruebas del dispositivo se hicieron con una máquina de soldar, con una sierra eléctrica y un montacarga con capacidad de dos toneladas, que hasta ese momento no podían funcionar sin estar conectados a una red eléctrica”, explicó.

“Esto pone de relieve en qué aspectos las baterías son más útiles, pues pueden alimentar dispositivos eléctricos en zonas remotas donde la infraestructura eléctrica no es fiable o no existe en absoluto”, agregó.

Un cohete Saturno V despegando.

Un cohete Saturno V despegando.

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Expertos aseguran que sin la invención de Bacon el hombre no habría podido llegar a la Luna en 1969.

Al rescate del inventor

En vida, Bacon recibió varios reconocimientos y fue invitado al número 10 de Downing Street -la residencia oficial y oficina de trabajo del primer ministro británico- para conocer a los astronautas del Apolo 11, durate la visita que realizaron a Reino Unido. Y allí los viajeros le regalaron al inventor una fotografía donde se ve la huella sobre el suelo de la Luna, que le autografiaron y dedicaron.

Sin embargo, la figura y trabajo del ingeniero inglés, quien además es descendiente del filósofo isabelino Francis Bacon, no son tan conocidos por el gran público como los del germano-estadounidense Wernher von Braun y de otros partícipes del programa espacial.

Marek atribuye esto a la modestia del científico.

“Era un hombre muy humilde que no buscaba ser una personalidad pública”, afirmó la profesora a BBC Mundo.

El testimonio de una vecina de la localidad de Little Shelford, a 100 kilómetros al norte de Londres y cercana a Cambridge, donde Bacon pasó el grueso de su vida, corrobora lo dicho por Marek.

"Los estadounidenses lo invitaban a todos sus lanzamientos espaciales y siempre comentaba: ‘Son tan amables, no sé por qué siempre me invitan’. ¡Sin duda sabíamos por qué!”, se lee en un artículo sobre el inventor.

Hace solo unos días las autoridades de la ciudad universitaria de Cambridge atendieron una solicitud de una organización ciudadana y colocaron una placa para honrar al inventor en la fachada de la que fue su residencia hasta su muerte en 1992.

miércoles, 18 de diciembre de 2024

La historia del Interdom, el internado soviético que acogió a los hijos de revolucionarios en el mundo (incluidos varios latinoamericanos)

Viola Carrillo (a la izquierda) junto a una compañera en el patio del Interdom.

Fuente de la imagen,Viola Carrillo

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 Viola Carrillo tenía apenas 7 años cuando tuvo que huir de Chile en agosto de 1974.

Pocos meses antes, el régimen de Augusto Pinochet había ejecutado a su padre, Isidoro Carrillo, un conocido dirigente sindical de los mineros del carbón y miembro del partido comunista chileno.

En medio de la persecución, y apoyada por la Cruz Roja, la madre de Viola, Isabel Nova, logró abordar un avión junto a sus hijos con destino a Moscú, capital de la entonces Unión Soviética.

Desde allí, Viola y sus hermanos fueron enviados a un lugar muy particular: el internado internacional de Ivánovo, más conocido como Interdom, ubicado a casi 300 kilómetros al noreste de Moscú.

Fundado en 1933, este establecimiento educacional recibió por décadas a los hijos de revolucionarios de todo el mundo que necesitaban protección. Entre sus pupilos estuvieron los hijos del chino Mao Zedong, el militar yugoslavo comunista “Tito” (Josip Broz) y la española Dolores Ibárruri, “La Pasionaria”.

Y también Viola.

“Llegué muy frágil. Había perdido a mi padre y estaba consciente de que lo habían ejecutado. Lloraba en las noches porque extrañaba a mi mamá, no podía conciliar el sueño”, recuerda de sus primeros días en el internado, que terminó siendo su hogar por los siguientes 10 años.

“Pero rápidamente me fui integrando -agrega para BBC Mundo-, en parte gracias a la fraternidad que recibí de mis compañeros latinoamericanos con quienes compartíamos una historia en común”.

¿Cuándo y por qué se creó el internado?
La idea de un internado para hijos de revolucionarios vino de una militante comunista suiza, Mentona Moser, cuya acaudalada familia fundó la empresa relojera Moser, en San Petesburgo.

Cuando viajó a Rusia en 1926, Moser se sintió tan inspirada por el Estado comunista que decidió donar parte de su herencia a la creación de la escuela.

Fachada del InterdomFuente de la imagen,Gentileza de Viola Carrillo Pie de foto,

Fundado en 1933, el Interdom recibió por décadas a los hijos de revolucionarios que necesitaban protección. La ayudó Fritz Platten, uno de los fundadores de la Internacional Comunista, también conocido por organizar el regreso de Vladimir Lenin a Rusia desde Suiza, en 1917.

Eligieron la ciudad de Ivánovo -a la que tradicionalmente se le ha llamado la “capital textil” de Rusia- para levantar el establecimiento, que desde sus inicios contó con una infraestructura sobresaliente para la época.

Los primeros en llegar al internado fueron los hijos de los antifascistas de Bulgaria y Alemania, pero con el tiempo diversos activistas políticos de todo el mundo, incluyendo países como Grecia, Austria, Italia, España, Irán, Angola, Etiopía y Somalia, enviaron a sus niños a Ivánovo.

También fue refugio para niños durante el bloqueo de Leningrado en la Segunda Guerra Mundial y después del accidente nuclear de Chernobyl, en 1986.

En total, 5.000 niños de 85 países pasaron por las puertas de Interdom.

La presencia latinoamericana
Y América Latina no fue la excepción.

“Desde los años 30 comenzaron a llegar muchos niños latinoamericanos debido a las distintas dictaduras que asolaron a la región”, explica Cristián Pérez, autor del libro "Los Niños del Interdom" (2024, editorial Catalonia) y académico de la universidad de Playa Ancha, en Chile.

Pérez precisa que la primera oleada vino desde Cuba en los años 30’, luego de que la isla quedara bajo el mandato de Gerardo Machado. Luego, vinieron los guatemaltecos, hijos de familias vinculadas al Partido Guatemalteco del Trabajo que se exiliaron a partir de 1954.

A fines de los 60’ llegaron jóvenes desde Paraguay y Ecuador, y más tarde desde Colombia, después de que los militares tomaran el poder, liderados por Gustavo Rojas Pinilla.

Estudiantes protestan en contra de Machado, en Cuba.Fuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,Estudiantes protestan en contra de la represión en Cuba bajo el régimen de Machado. Desde los 70, se sumaron los hijos de revolucionarios de Chile y otros países de la región que se vieron enfrentados a escenarios complejos.

“La mayoría de estos niños habían sufrido persecución o la pérdida de sus familiares, muchos desaparecidos o fusilados. Son sobrevivientes de una tragedia y, por lo tanto, llevan en sus espaldas los dolores, el trauma y la angustia de esa sobrevivencia”, explica Cristián Pérez.

Entre los latinoamericanos, esta historia común los hizo acercarse y apoyarse mutuamente, afirma el investigador.

“Entre colombianos, ecuatorianos, chilenos, paraguayos, etc, fueron realmente hermanos”, dice Pérez.

La chilena Viola Carrillo coincide.

“Entre nosotros sentíamos calor humano, una fraternidad muy especial. Hasta el día de hoy seguimos en contacto”, dice.

Hacia fines de los 70’, los latinoamericanos ocuparon un lugar especial en el Interdom al convertirse en el grupo más numeroso y mejor organizado, explica Cristián Pérez.

Los estudiantes de estos países llevaron su cultura al establecimiento, formando incluso un emblemático grupo musical -llamado Los Ponchos Rojos- que llegó a popularizarse más allá de las fronteras del internado.

La banda -que asistió a festivales en distintas ciudades de la Unión Soviética- tocaba al ritmo del folclor altiplánico, con el charango, zampoñas y bombo, repertorios de Víctor Jara o de Violeta Parra y otros referentes sudamericanos. También interpretaban canciones de protesta.

“Con los latinos nunca dejamos de cantar nuestras canciones. También hacíamos obras de teatro, leíamos poesía”, recuerda Viola Carrillo.

Adaptación
Aunque esa hermandad los ayudó a que al principio la adaptación no fuera tan difícil, las circunstancias eran adversas. Partiendo porque en el lugar se hablaba el 90% del tiempo sólo en ruso, un idioma que la gran mayoría de los niños no hablaba al llegar.

Así lo recuerda Óscar Villagra, quien tuvo que escapar de Paraguay en medio del gobierno militar de Alfredo Stroessner (que lideró el país entre 1954 y 1989) y a los 15 años se integró al internado.

“Cuando llegué sentí un choque bastante fuerte porque yo no tenía idea de que tenía que aprender otro idioma y el ruso no es fácil”, le dice a BBC Mundo.

“Pero tuve que aprenderlo rápidamente por necesidad, también tuve que acostumbrarme a una nueva cultura, a una nueva comida y a un nuevo círculo”, agrega.

Además de enseñarles ruso, la escuela se aseguró de que los niños aprendieran su propia lengua materna, historia y cultura, por lo que se esforzó por encontrar profesores de hasta los idiomas menos hablados.

Esto era parte de su currículo académico que, según el investigador Cristián Pérez, era de “primer nivel”.

“Hay que entender que este era un internado de élite. Tenían todos los adelantos técnicos, bibliotecas impresionantes, salas de mapas, recintos deportivos de primer nivel y una alimentación que probablemente no había en ningún otro lugar de la Rusia de esa época”, indica.

Pinochet tras el golpeFuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,

Tras el golpe militar de Pinochet, en 1973, muchos chilenos partieron al exilio. Los estudiantes debían usar un uniforme. Uno para la mañana y otro para la tarde. Pantalones azules para los hombres, faldas tableadas y zapatos de charol para las mujeres. El sábado era el único día en que se podían vestir como querían (ocasión ideal para intercambiarse ropa entre los alumnos).

La jornada comenzaba temprano: a las 6 de la mañana los despertaban a todos.

Después, la rutina consistía en hacer ejercicio y, más tarde, tomar desayuno: huevos, pan con mantequilla, yogur.

En el libro "Los Niños del Interdom", Cristián Pérez afirma que el resto del día se dividía más o menos así: clases por la mañana, almuerzo -que podía incluir la famosa sopa rusa borsch-, siesta, hacer tareas y algunas horas libres para jugar.

Antes de dormir, había algo de espacio para la vida social hasta que a las 8 se apagaba la luz.

Pioneros
Siempre, sin embargo, había momentos en que los estudiantes añoraban a sus padres.

Con la voz entrecortada, Viola Carrillo recuerda que de los 10 años que estuvo en la escuela, visitó a su madre sólo en contadas ocasiones.

“Hoy, a mis 50 años, puedo decirlo: a mí me faltó mi familia, mi madre… porque aunque el Interdom me lo dio todo, nunca dejó de ser un internado”, dice.

De alguna forma, esa tristeza se balanceaba con el orgullo que sentían por lo que sus padres habían hecho o seguían haciendo en sus países de origen.

También los movilizaba la esperanza de volver.

“Todo el tiempo hablábamos de lo que estaba pasando en nuestros países, veíamos la televisión esperando que las cosas cambiaran… fantaseábamos con que volvíamos y que nos iban a estar esperando con banderas”, le cuenta a BBC Mundo Patricia Salgado, una chilena que tuvo que salir del país en 1974 tras el golpe de Pinochet. Su padre, Jorge Salgado, trabajaba en el Ministerio de Educación de Salvador Allende.

“Cuando en Chile hubo un atentado en contra de Pinochet, pensamos: ¡¡nos vamos!!”.

“Sin ese estímulo, sin ese sueño, no hubiésemos podido sobrevivir. Era lo que nos movilizaba”, añade.

Patricia Salgado a los 17 años en el Interdom.Fuente de la imagen,Patricia Salgado Pie de foto,

Patricia Salgado a los 17 años en el Interdom. Un recuerdo similar comparte con BBC Mundo la ecuatoriana Aida León, hija de un activista del partido comunista de Ecuador, que llegó al internado en 1973, con 14 años.

“Celebramos tanto cuando cayó (Anastasio) Somoza (que ejerció el poder dictatorial de Nicaragua desde 1937 hasta 1979) o cuando fue la liberación de Guinea-Bisáu (en septiembre de 1974). Todos estábamos felices”, indica.

Y es que la política se podía respirar en cada rincón del internado.

“El Interdom no era un lugar para los hijos de la burguesía, sino para los revolucionarios. Entonces, desde su fundación, tiene una fuerte presencia política e ideológica. Allí preparaban a niños que después iban a volver al campo de lucha”, explica Cristián Pérez.

“Toda la educación tenía el sentido liberador del marxismo de aquella época. De formar gente comprometida con los procesos de cambio, con las luchas sociales”, añade.

Incluso, algunos estudiantes recuerdan que jugaban a la “guerrilla” en el bosque colindante al establecimiento.

“Cada vez que podíamos nos escapábamos al bosque y armábamos fortalezas y jugábamos a la guerra”, rememora Viola Carrillo.

Para quienes tenían un particular interés en la política, estaba la opción de integrarse a la organización Pioneros, una estructura creada en 1922 para hacer participar a los niños entre 10 y 14 años en actividades partidarias y formarlos con valores comunistas.

Niños pioneros en RusiaFuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,

Los niños que pertenecían a Pioneros debían usar pañuelos rojos. A quienes formaban parte de este grupo se les reconocía fácilmente pues debían lucir un pañuelo rojo.

Una vez al año, asistían a los campamentos de verano, donde se encontraban con los otros miles de niños de la Unión Soviética que formaban parte de la organización.

Regresar
Pero los niños que formaron parte del Interdom sabían que su paso por el lugar tenía fecha de término.

Cuando cumplían con su educación media, les tocaba salir y enfrentarse con la vida real. Muchas veces, volver a sus países no era una opción.

“Era difícil, sobre todo por un tema económico. Los rublos no valían en ningún lugar”, explica el académico Cristián Pérez.

“Esto generó que muchos jóvenes se quedaran en la Unión Soviética o en otros lugares de Europa como Suecia”, agrega.

No obstante, algunos latinoamericanos sí lograron regresar.

Es el caso de Viola Carrillo y Patricia Salgado, quienes luego de cursar sus carreras profesionales en Rusia, volvieron a Chile en la primera mitad de la década de los 90’, tras el fin del régimen de Pinochet.

Óscar Villagra y Aida León también regresaron a Paraguay y Ecuador, respectivamente, en los 80’.

A pesar de la alegría que significaba regresar a sus hogares después de tantos años, para algunos el proceso no fue fácil.

“Fui la única de mi familia que volví y estuve muy sola. Diría, incluso, que el segundo exilio fue peor que el primero porque llegué a una idiosincrasia totalmente diferente, muy individualista”, recuerda Salgado.

Mao ZedongFuente de la imagen,Getty Images Pie de foto,

El hijo mayor del chino Mao Zedong asistió al internado, donde era conocido como Sergei Yun Fu para protegerlo. Actualmente, el Interdom -que lleva el nombre de Elena Stasova, una líder del Partido Comunista de la Unión Soviética- sigue existiendo aunque de manera muy diferente.

Aunque sobrevivió a la disolución de la URSS, en 1991, la presencia de niños extranjeros de todo el mundo -y especialmente de América Latina- ha disminuido.

A principios de los 2000, se impulsó la idea de convertirlo en una academia militar. El plan se frenó después de que los estudiantes le escribieran al presidente Vladimir Putin e hicieran una huelga de hambre.

En los años siguientes, el Interdom se dedicó principalmente a recibir jóvenes de Rusia y de las ex repúblicas soviéticas.

Hoy, el internado -que cuenta con 10 edificios y una capacidad para más de 500 alumnos- realiza sólo programas educativos de corta duración (máximo de 90 días) para niños extranjeros.

Pero el recuerdo nostálgico de muchos de los que estudiaron allí sigue intacto.

Los latinoamericanos que dieron su testimonio a BBC Mundo, afirmaron que siguen manteniendo decoraciones rusas en sus casas. También continúan preparando los platos típicos de la época soviética, mientras que la música y las series las prefieren en ruso.

“Es una cultura tan fuerte que es imposible dejar atrás”, dice Viola Carrillo.