Un testigo ocular revela que el soldado Juan Bautista García Sales, muerto en 1944 en Ceuta, a los 22 años, no falleció de apendicitis como se le comunicó a la familia de la víctima, sino por la agresión de un mando que acosaba a los reclutas por "rojos".
Ceuta, año 1944. Ser soldado y valenciano en el primer Batallón de Autos de Marruecos era un combinado fatídico. Al general Franco se le había atragantado Valencia. No solo había sido capital de la República entre noviembre de 1936 y octubre de 1937, sino que también había retrasado el avance de sus tropas. La toma de la ciudad llevó ocho meses más de lo que habían calculado sus estrategas. El brigada Tejido, destinado en este batallón, no lo olvidaba. Y descargaba todo su rencor sobre el grupo de valencianos bajo sus órdenes: "¡Rojos de mierda!", hijos de puta, ¡qué guerra nos habéis dado!", vociferaba a menudo, henchido de ansiedad.
Bajo aquella presión, el 18 de septiembre de 1944, el soldado Juan Bautista García Sales, de Foios, un pequeño pueblo de la huerta de Valencia, cometió el error de confundir el paso durante la instrucción que realizaba en la explanada del puerto de Ceuta. Y lo pagó con su vida, tras una agonía de 11 días en el hospital militar. El Ejército echó tierra sobre el asunto: comunicó a la familia que había fallecido como consecuencia de una peritonitis derivada de una apendicitis.Uno de sus compañeros, Matías Gimeno Orts, de Roca, la vecina pedanía de Meliana (Valencia), recibió un permiso de 11 días con el encargo de entregar a la familia del fallecido su ropa y pertenencias. Era su mejor amigo. Batiste, como era conocido por familiares y amigos, había muerto con la cabeza sobre su brazo el día de San Miguel (29 de septiembre) a las siete y media de la tarde, dos días después de haber cumplido 22 años. Matías presenció lo ocurrido y casi 67 años después todavía no ha podido olvidarlo. Ahora tiene 88. Es un labrador retirado que vive el último tramo de su vida rodeado de jaulas con jilgueros, pardillos y verderones, y no quiere morir sin que se sepa la verdad sobre la muerte de Batiste, a quien define como "una bellísima persona".
"Me acuerdo como si lo estuviera viendo", rememora, y se levanta de la silla y lo representa con vehemencia. "Estábamos haciendo instrucción. Éramos unos 200 o 250. Íbamos en fila de a tres. Él iba en la fila del medio, delante de mí. Se equivocó en el paso y pisó al de delante. El brigada Tejido [no recuerda su nombre de pila] lo sacó de la fila: '¡Alto! ¡Tú, salte de la formación! ¡Ponte firme!'. Le golpeó en la cabeza y empezó a echar sangre por la boca y los oídos. Lo reventó. Nos tenía ojeriza a los valencianos porque veníamos de zona republicana. Había terminado la guerra y aquí éramos rojos. Nos insultaba constantemente".
Matías lo estuvo visitando en la cama número 83 del hospital hasta el momento de su muerte. Ese día recibió un recado desde el hospital: "Si quieres ver a Bautista vivo, ven, que está muy malito". A los parientes se les recomendó que mejor no fueran a verlo. Los compañeros pasaron la gorra y pagaron un nicho en el cementerio de Santa Catalina, en el monte Hacho de Ceuta, del que cinco años después, sin aviso, fue exhumado y trasladado a una fosa. Desde entonces reposan allí sus restos con la silueta del Peñón de Gibraltar recortada sobre el mar. Leer todo aquí en el País
lunes, 7 de febrero de 2011
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